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LIBROS, REVISTAS Y OTRAS NOVEDADES

TADEUSZ KANTOR

(autor):

Hoy es mi cumpleaños

Teatro Olimpia. Festival de Otoño de Madrid, 1991

LA OTRA ESCENA

La última representación de Tadeusz Kantor

Los espectáculos montados por Tadeusz Kantor han sido siempre fascinantes. Y quizás una de las razones de esta fascinación radique en que constituyen, en cierto modo, una puesta en escena del inconsciente. Vemos así , en el escenario, lo "otra escencia" psíquica que desvelara Sigmund Freud.

No se trata simplemente de un teatro no convencional, como los que se han desarrollado a lo largo de nuestro siglo (teatro del absurdo, surrealismo, etc.) sin producir un efecto semejante. En los diversos casos en que se pretende hablar o escenificar el inconsciente, se lo suele hacer desde la lógica de la consecuencia, desde un pensamiento racional que trata de mimetizarse o de dar cuenta de la irracionalidad. En la obra de Kantor podemos apreciar algo diferente: los modos de operación del inconsciente, el inconsciente en acto. Y lo sorprendente es que esta puesta en acto revela, al mismo tiempo, la "otra escena" de la realidad histórica colectiva, en la que se manifiesta la cara siniestra, esperpéntica, de esa verdad.

El autor sitúa la acción en la "pobre habitación de lo imaginación" -su espacio de libertad interior, resistente a los embotes de todas las formas de opresión-, donde conviven personajes y fantasmas significativos de diversos- momentos de su vida; donde se mezclan acontecimientos de su historia personal con hechos de la Historia; donde coexiste la realidad psíquica con la realidad externa; donde se confunden imágenes, deseos y pasiones del autor correspondientes a distintas épocas; donde las voces de los actores se alternan con voces registradas en el archivo. Esta duplicidad o, más bien, multiplicidad, esta dialéctica que no acaba de resolverse -no se accede nunca a una síntesis-, inviste toda la presentación.

Ante todo, se pone manifiesto en la concepción misma de la obra: la ficción de la realidad se perfila a través de la realidad de la ficción; se trata de la representación de una escena dramática que es, a la vez, una presentación de otra escena, que no es otra que aquella en la que transcurren los sueños, que nos muestran imágenes fantásticas y absurdas, pero formados a partir de "restos diurnos": fragmentos de la experiencia vivida, tanto histórica como personal, que adquieren vida en la medida en que los inerva el deseo.

Los personajes y las secuencias están regidas por el proceso primario -ajeno a la lógica de la conciencia-, de modo que las cosas pueden ser y no ser a la vez, y la ausencia de temporalidad cronológica hace posible la convivencia de los vivos y los muertos, del pasado y del presente. Las escenas se superponen a sus representaciones pictóricas o fotográficas y los personajes se desplazan libremente de unas a las otras. Un individuo puede estar fragmentado y representado por varios actores o un mismo actor condensar varios personajes diferentes.

La presencia física de Kantor en el escenario ha sido, en sus obras anteriores, el eje revelador de la dualidad y de la coexistencia de los opuestos que caracterizan a esta escena: el autor, que no representa sino que se presenta en escena: el autor, que no representa sino que se presenta en escena, forma parte de la misma realidad que los personajes que él ha creado; su corporalidad no es ajena a la obra de su imaginación; casi diríamos que se podía percibir, no ya cómo dirigía y supervisaba a los actores, sino cómo brotaban de sí mismo los personales, trascendiendo el dudoso límite entre la obra de arte y la vida.

En su espectáculo póstumo ("Hoy es mi cumpleaños") está presente su ausencia. Pero, como si hubiera previsto una representación en la que él ya no estaría en escena, ha incluido en ella a su propia sombra y a un autorretrato, un personaje que es, al mismo tiempo, su doble, su caricatura (la imitación siempre es ridícula) y el significante de su muerte. ¿Qué habríamos podido observar si Kantor aún viviera? Al mismo Kantor, anciano, presentándose a sí mismo y haciéndose representar simultáneamente por un actor; creándose a sí mismo como un personaje más, el del creador; confrontando su muerte próxima, anunciado por su cumpleaños, con la vida atemporal de su obra (que es, sin embargo, irrepetible); observándose desde el lugar de su propia desaparición; sustituyendo su presencia física por una sombra.

Por otra parte, su doble transita, a su vez, desde el espacio del retrato (imagen real) al de la escena (realidad imaginaria), tejiendo laboriosamente los nexos entre su ser viviente y el ser enmarcado, congelado, de su autocreación, que habrá de sobrevivir a su muerte física. De este modo, en la "otra escena- se juega la dialéctica entre vida y muerte. La muerte real de Kantor ha dejado un hueco que pasa a simbolizar la mortalidad del ser humano, la realidad última de su desaparición, puesta en primera persona.

En la habitación de la imaginación de Kantor ha habido siempre lugar para todo: los muertos y los vivos, su propia infancia y su vejez, los seres humanos y sus dobles, sus sombras, la guerra y la paz, la creación y la destrucción, el principio y el fin de las cosas, la comedia y la tragedia, en una ronda circense y conmovedora, que tenía algo de danza macabra, de fiesta y marcha fúnebre condensadas, y que condensaba también la verdad histórica y la verdad subjetiva del ser humano.

La muerte misma admitía distintas versiones: desde la falta absoluta, pasando por la vulgaridad y la necedad, hasta el ejercicio despiadado de la violencia por parte de los poderes absolutos: ejércitos, policías, partidos y estados totalitarios. A la representación del fascismo como la muerte colocada en el lugar de la verdad, se añade, en este último espectáculo, el homicidio estalinista (podría tratarse del homicidio perpetrado por cualquier forma de fundamentalismo, y me refiero a homicidio en el sentido en que, creo, lo hace Kantor: no sólo como asesinato de un individuo, sino como aniquilación de nuestra condición de seres humanos).

Lo único que no había entrado en escena hasta ahora, era su mortalidad singular, porque nuestra propia muerte es irrepresentable en el inconsciente. Seguramente no podemos atribuir al azar el hecho de que Kantor incluyera en este espectáculo su muerte, bajo la forma del autorretrato -recordemos su cámara fotográfico-ametralladora, que mataba al congelar a los seres vivientes en sus imágenes fotográficas.

Su última representación es, de este modo, síntesis y culminación de todas las anteriores, punto final a su obra que, como un Golem, acabó utilizándolo como a un personaje más, y se sirvió de su propia muerte para completar su sentido.

Esta trascendencia de su obra más allá de su vida duplica -una vez más- lo que lo escena represento: la voluntad de supervivencia del ser humano, que atraviesa la amenaza permanente de destrucción total; la recuperación del tiempo perdido en la actividad creadora; el llamado a la sublimación generadora de obras culturales, único destino de la pulsión que hace posible el triunfo de la vida sobre la muerte.

Silvia TUBERT


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Sobre los sistemas mecanizados para la corrección del Rorschach

Recientemente se han puesto a la venta en nuestro país los programas informáticos originales de la Fundación para la Investigación con el Rorschach (Rorschach Research Foundation), para el computo de respuestas e interpretación del test de Rorschach, que sigue el sistema de Exner más actualizado. Con esto llega a las técnicas proyectivas una práctica ya muy habitual con pruebas de corte psicométrico (16 PF, EPQ MMPI, MCMI) y en otras áreas de la psicología aplicada, como son psicología educativa y psicología del trabajo y las organizaciones. También surgen algunos problemas de tipo teórico, práctico e, incluso, ético, de los que nos vamos a ocupar brevemente en esta nota. De la importancia del psicodiagnóstico por computadora puede darnos una idea el hechos de que la Revue europeénne de Psychologíe Aplíqueé le haya dedicado su último monográfico del año 91.

Dejemos sentada nuestra opinión de que la corrección mecanizada de las pruebas diagnósticos puede suponer una gran ayuda ante los múltiples tareas que ha de cumplir el psicólogo clínico. En una época en la que, como señalaban acertadamente Korchin y Schuldberg (1981), el papel del psicólogo clínico como diagnosticador se reduce ante tareas de intervención y tratamiento, pero en la que -añadimos nosotros- sigue siendo igual de necesario, el ordenador puede suponer una valiosa herramienta. No es extraño que en una encuesta que aplican recientemente Spielberger y Piotrowski (1990), y a la que- responden 476 miembros de la Society for Personality Assessment, la mayoría esté de acuerdo en que el psicodiagnóstico por ordenador es útil para su práctica. Entre las principales ventajas de la evaluación psicológica computerizada, que señalan estos autores, se encuentran la exactitud, la objetividad, la rapidez, la eficiencia y la fiabilidad. Pero los inconvenientes que enumeran también son serios: excesiva generalidad de los resultados (efecto Barnum), programas de interpretación que no han sido validados, falta de control de calidad, y entre los problemas éticos más específicos habría de señalarse la accesibilidad de los métodos para profesionales poco cualificados, cuando no su uso por no profesionales.

La moda del diagnóstico mecanizado, por otra parte, puede haber revitalizado la discusión de los años cincuenta entre los partidarios del método actuarial (estadístico) y los defensores del método clínico en la predicción del comportamiento humano, entre los autores más representativos de una y otra postura podemos citar a Paul Meehl (1954, 1959) y a Robert Holt (1958, 1967). Spielberger y Piotrowski (1990) terminaban su artículo advirtiendo que muchos de los clínicos encuestados consideraban que los descripciones obtenidos a través del ordenador no son más que datos suplementarios que deben ser validados mediante el adecuado juicio clínico. Esa propuesta da pie a Steve Rubenzer (1991) para, invocando a Meehl, revisar una serie de investigaciones en los que se muestra la debilidad del juicio clínico, llegando al extremo de que los clínicos muy expertos no tienen porque ser más acertados en sus juicios ni estar más de acuerdo entre sí que los poco experimentados o novatos. Además, citando un estudio suyo anterior, añade que las descripciones generadas por ordenador son más específicas, igual de exactas y mejor escritas que las que aparecen en informes realizados por humanos. Este autor acaba recomendado que nos pongamos en manos del ordenador, de la misma forma que los físicos hace ya muchos siglos que abandonaron la observación directa en beneficio de instrumentos de medida más precisos.

Tal vez Rubenzer comete el error de olvidar que cuando el clínico está evaluando a un individuo no está creando ciencia sino aplicándola. En ese sentido Spielberger y Piotrowski (1991) responden que la tarea del psicólogo clínico en la evaluación consiste en integrar datos de muy diversas fuentes y no realizar un ejercicio estadístico. El clínico aplicado, dicen, debe funcionar como un profesional responsable, no simplemente como un técnico en psicometría. los defensores pasados y presentes del método actuarial, añadiríamos nosotros, olvidan que la toma de decisiones última por parte del profesional es un paso insoslayable, aunque los datos que llegue a sopesar sean en gran parte estadísticos. Esta es la actitud que recomendamos a los posibles usuarios de los sistemas mecanizados para la corrección del Rorschach.

La no distinción entre ciencia general y ciencia aplicada lleva siempre a -aberraciones. La ciencia general, la investigación, para alcanzar resultados experimentales simplifica el número de variables presentes. La ciencia aplicada se inspira en los resultados de la investigación pero, como ya mostraron Manicas y Secord (1983), al tener que dar respuesta a una realidad más compleja, se ve obligada a utilizar otras fuentes de conocimiento. Desde la ciencia general es relativamente sencillo mostrar los aspectos arbitrarios de la profesión porque, repitiendo lo que ya dijo Holt hace años, no son los mejores ejemplos de profesionalidad los que se someten a experimentación, sino que se comparan buenos predictores estadísticos con deficientes predictores clínicos, cuando no se pide al clínico juicios apartados de su ámbito habitual de decisiones. En cuanto al programa mecanizado de interpretación del Test de Rorschach, cabe destacar que ofrece una gran ventaja para el análisis cuantitativo de cada protocolo, aportando rápidamente una información del sujeto que aligere la tarea interpretativa, siempre complejísima en esta prueba. Ahora bien, precisamente por esa complejidad, la interpretación cuantitativa es solo una parte de la información que se genera a partir de un protocolo de Rorschach, que hay que completar con el análisis cualitativo, matizándola y enriqueciéndolo. Este segundo nivel de análisis, así como la valoración manual de las respuestas antes de ser introducidas en el ordenador, continúa siendo una labor para el rorschachista, que el Programa no cubre. Esto supone la ventaja de que el RIAP 2 no puede ser usado por personas que no manejen adecuadamente el Test de Rorschach, es más, la valoración ajustada de las respuestas se convierte en la pieza clave, para que el Programa no aporte información cuantitativo incorrecta sobre el sujeto. Por otro lado, como señalamos anteriormente la recogida e integración de la información derivada del análisis cualitativo, así como la toma de decisiones última por parte del profesional, sigue siendo (creemos que afortunadamente) una tarea ineludible. Otra ventaja que aporta el RIAP 2, es la posibilidad de almacenar y archivar los protocolos que se van introduciendo, con lo cual, quedan disponibles para ulteriores estudios e investigaciones. Por último, señalaríamos como limitación importante para su uso en España, la emisión de la información cuantitativa que aporta en inglés; aunque se trate de un lenguaje técnico, de fácil comprensión sin que se posea un manejo avanzado de este idioma, esto significa que si se quiere transmitir esa información a otros profesionales, habría que traducirla previamente. Este punto no constituye una desventaja para el RIAP 2 propiamente dicho, sino para su manejo práctico en otras lenguas que no sean Inglesa.

 

REFERENCIAS

Holt, R. R. (1958): Clinical and statistical prediction: Are formulation and some new data. Journal of Abnormal and Social Psychology, 56, 1-17.

Holt R. R. (1967: Diagnostic Testing: Present situation and future prospects. Journal of Nervous and Mental Diseases, 144, 444-465.

Korchin, S. J. Y Schuldberg, D. (1981): The Future of Clinical Assessment. American Psychologist, 36, 10, 1147-1158. En Avila Espada, A. y Rodríguez Sutil, C. (eds.) (1987): Psicodiagnóstico Clínico. lecturas Escogidas. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Manicas, P. T. y Secord, P. F. (1983): Implications for Psychology of the New Phylosophy of Science. American Psychologhist, april, 399-413.

Meehl, P. (1954): Clinical versus statistical prediction. Minneapolis: University of Minnesota Press.

Meehl, P. (1959): Some rumination on the validation of clinical procedures. Canadian Journal of Psychology, 73, 102-128.

Rubenzer, S. (1991): Computerized testing and clinical judgement: Cause for concern. The clinical Psychologist, 44 63-66.

Spielberger, Ch. D. Y Piotrowski. (1990): Clinician's attitudes toward computer-based testing. The Clinical Psychologist, 43,60-63.

Spielberger, Ch. D. y Piotrowski, C. (1991): Clinicion or technician? A reply to Rubenzer, The Clinical Psychologist, 44, 67-68.

 

Carlos RODRIGUEZ SUTIL

Concha SENDIN

 

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NESTOR A. BRAUNSTEIN

(autor):

Las lecturas de Lacan

Coloquios de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis Ed. Armella, México, 1989.

La crisis actual del psicoanálisis (división del campo psicoanalítico en múltiples grupos que pretenden detentar la auténtica interpretación de los textos fundadores, proliferación del dogmatismo y del territorio ideológico en el seno de las instituciones encargadas de su transmisión, desarrollo de su práctica, en algunos casos, según el modelo "industrial": sesiones cada vez más cortas que multiplican su rentabilidad, etc.) exige deslindar los alcances y límites de su validez teórica y clínica, de su degradación en una creencia cuasireligiosa y en prácticas mistificadoras y perversas.

Se podría haber esperado, entonces, que en esta línea se situara un coloquio que aspira a desentrañar las lecturas de Lacan, en el doble sentido del genitivo, es decir, tonto los lecturas realizadas por Lacan como sujeto, como las lecturas que se pueden realizar de su obra como objeto teórico. En su trabajo introductorio al coloquio, "Freudiano y Lacaniano", N. Braunstein observa que Lacan se funda en una cantidad de autores a los que no nombra, por lo que resulta difícil situar su producción en el contexto histórico. El lector desprevenido puede creer, en mucho casos, que son propiedad del autor las citas sin comillas que pueblan los escritos y seminarios de Lacan. Con respecto a la relación de Lacan con Freud, encontramos un doble ocultamiento: si en ocasiones Lacan atribuye a Freud conceptos propios, en otras presenta como descubrimientos suyos algunas nociones que, con diferente denominación, ya habían sido avanzadas por Freud.

Por otra parte, Braunstein cuestiona "la proliferación indeseable de malas imitaciones del estilo de Lacan", cuyo resultado es una fraseología confusa hecha de atropellos a la sintaxis, de galicismos cuando se escribe en español, de importación ilegal de matemas, de contrabandos topológicos y de erección de la oscuridad como criterio de adecuación entre el texto de un autor y el de Lacan" 1. Sin embargo, la terminología que utiliza Braunstein en su trabajo (habla de discípulos fieles y renegados, herederos y desheredados, por ejemplo) más que un interés por el cuestionamiento crítico, da cuenta de la necesidad de legitimación, puesto que declara, al mismo tiempo, su pretensión de "colocarnos en la continuación de su pensamiento". Nada hay más alejado del espíritu del psicoanálisis que esta necesidad de legitimar el propio pensamiento mediante el principio de autoridad, en lugar de aspirar a la libertad del pensamiento, condición no sólo de la creatividad sino también de la búsqueda de la verdad que caracterizó siempre a la investigación freudiano. Resulta contradictorio que, tras cuestionar las lecturas que sacralizan y repiten a la letra los textos de Lacan, Braunstein sostenga que el psicoanálisis freudiano "es posterior en la conceptualidad a la enseñanza de Lacan", lo que significa que Freud sólo llegó a ser Freud en el aprés-coup Lacaniano. El autor no nos presenta la enseñanza lacaniana como una posible lectura de Freud, sino que la considera como la única válida, la única que da cuenta de la esencia del pensamiento freudiano (como si tal cosa existiera, y alguien en tuviera el poder de desentrañarla); en fin, la única psicoanalítica. Nueva contradicción: si bien sería imposible eludir "los significantes de Lacan'', Braunstein afirma que "el retorno de Freud es una consigna agotada'' a la que no duda en descalificar: "Desde su reducto en la Asociación Psicoanalítica de Francia'' las primeras generaciones de discípulos de Lacan "prosiguen su tarea de freudología y freudomaquia''. No es necesario, para Braunstein, proseguir la "rumiación del texto freudiano" , sino centrarse en la "invención Lacaniana que hoy nos llega en grafos, matemas y figuras topológicas que figuran otro Freud". Se infiere que los textos freudianos son prescindibles: ya Lacan los ha rumiado suficientemente por nosotros.


1 los trabajos Incluidos en esta publicación proporcionan ejemplos de esta ''fraseología confusa" .

Pero, ¿por qué sigue llamando Braunstein "Freud" a ésto otro inventado por Lacan? ¿Es que no le resulta fácil renunciar a los privilegios del punto de partida"? Coincido en la apreciación de que hay tantas lecturas posibles de un texto como lectores pero, entonces, ¿por qué sería la única lectura válida la de Lacan, de la que Braunstein dice, además, que recorta libros enteros como si no existieron y que le hace decir a Freud lo que no dice y hasta lo contrario de lo que expresamente dice''? El rechazo de una lectura sacralizante, religiosa, ¿debe llevar necesariamente a la tergiversación, o la apropiación que se ponen de manifiesto cuando Lacan dice "El inconsciente no es de Freud, el inconsciente es de "Lacan''?

Braunstein afirma, por un lado, citando a Lacan, que "el psicoanálisis sólo obtiene su consistencia del texto de Freud" y, por otro, que Lacan vino o decir "la verdad sobre el decir de Freud". Esto equivale a sostener que Freud debe a Lacan el descubrimiento del sentido último de su pensamiento y el lugar que ocupa en la historia de los ideas: Lacan no es un usurpador de Freud sino que viene a legitimarlo". Los paradigmas en psicoanálisis son los propuestos por Freud y elevados a esa condición por "Lacan'' (los subrayados son míos). ¿No podríamos, más bien, afirmar lo contrario, que Lacan buscó permanentemente legitimar sus ideas con la adhesión al adjetivo freudiano, que cuando afirma que ha vuelto "a poner sobre sus pies lo que dice Freud'', está renegando del hecho de que su propio pensamiento resulta de haber puesto él mismo sus pies sobre los hombros de un gigante? Braunstein afirma que las categorías "Lacanianas concretan el proyecto de suplantar la terminología freudiana por otra que sea más congruente con la experiencia psicoanalítica". Pero quizás los matemas y figuras topológicas, que eliminan la subjetividad propia de la experiencia psicoanalítica, sean más congruentes con la experiencia Lacaniana: sesiones que, al eliminar el tiempo cronológico, por ejemplo, hacen imposible el fluir de la asociación libre, regla fundamental del método psicoanalítico.

Braunstein afirma recusar la socralización del texto Lacaniano, pero considera que la lectura Lacaniana de Freud, polifacético, estaba armada del saber de su tiempo y era capaz de criticar ''a la psicología, a la lingüística, a la antropología, a la filosofía, etc. ¿Y qué utilización hacía Lacan de ese saber? Braunstein no se detiene ante ninguna contradicción, al sostener que el psicoanálisis "pretende afirmarse sobre una lógica matemática que es impugnada por los lógicos y por los -matemáticos, pero se basa en la palabra y la escritura de Lacan, un nombre propio que es alimentado por la transferencia". ¿Qué valor de legitimación puede tener una lógica matemática impugnada por estas mismos disciplinas? ¿O es que son los psicoanalistas los más indicados para criticar los modelos lógicos y matemáticos y proponer alternativas? ¿Por qué llamar lógica y matemática al uso ''subvertido" de los mismos? ¿No se estará aprovechando del prestigio científico de estas disciplinas para dar una apariencia de validación a algo que les es ajeno e irreductible a ellos? Pero, nos dice Braunstein, si estos instrumentos son impugnados por los lógicos y matemáticos, se sostienen en cambio en la trasferencia: en lugar de la validación propia de las disciplinas en los que pretende afirmarse el Lacanismo, se coloca un ideal sostenido sólo por la transferencia de sus seguidores. ¿Qué diferencia a este Ideal del Dios creado sobre la base de nuestras necesidades y carencias infantiles? Es ir demasiado lejos afirmar que el psicoanálisis se basa, en última instancia, en la palabra y la escritura de Lacan; demasiado lejos en el camino de la ilusión, que Freud intentó desmitificar como creencia irracional cuyo fin es la realización del deseo inconsciente.

El título de este libro sugiere, a mí parecer, la necesidad, acuciante en el campo psicoanalítico, de reconocimiento y tolerancia hacía las diferentes lecturas, e interpretaciones, y de cuestionamiento de las luchas por el poder que atraviesan las prácticas institucionales. Lejos de ello, la propuesta de Braunstein sostiene la ilusión de la existencia de una única respuesta válida. De esta propuesta se desprende que hay una lectura correcta de Freud, la de Lacan; que Freud y Lacan son indiferenciables; y que no se puede ser analista si no se comparte este dogma. Es evidente, para todo analista, el papel fundamental que ha desempeñado la enseñanza de Lacan en la historia del psicoanálisis, tanto en su propuesta de relectura de Freud como en aspectos de la teoría que él mismo ha elaborado; pero cuando se la convierte en un dogma sagrado, lejos de reconocer su valor, se está renegando del mismo.

El trabajo de D. Koren, "Para una epistemología del psicoanálisis", es el único de esta recopilación que propone realmente una lectura crítica: muestra cómo, si bien Lacan intentó la formalización del psicoanálisis como ideal de rigurosidad y como medio de "garantizar la transmisión de la teoría", su manejo de la topología y de la lógica llega a "violar las reglas mismas de la enunciación en lógica". ¿Cómo lograr, entonces, una formalización "pervirtiendo" los instrumentos mismos que la harían posible? Dice Koren: "Todo el problema se reduce a saber si lo que se ha producido es efectivamente un matema o no" , , y prosigue, 1a reescritura de Lacan del universal negativo y de la partícula afirmativa, más allá de su fundamento teórico, nos parece correr el riesgo de un deslizamiento hacia lo arbitrario -por no decir lo esotérico- en la medida en que no está fundada esta nueva lógica de la nosutura"... "¿Cuánta gente puede tener acceso a la lectura de las fórmulas de la sexuación -que son fundamentales en Lacan- sin que algún otro ya iniciado en el misterio las traduzca?"

Entiendo que Koren ha puesto, el dedo en una de las llagas más dolientes de los últimos desarrollos lacanianos: la falacia de pretender dar un estatuto científico al psicoanálisis utilizando recursos lógico- matemáticos a los que se modifica arbitrariamente desnaturalizándolos; la paradoja de pretender facilitar la transmisión del psicoanálisis mediante instrumentos que lo convierten en una ciencia oculta sólo accesible a los iniciados.

Por otra parte, Koren se pregunta también si los recursos empleados por Lacan (esquemas, grafos, topología, lógica) son los medios adecuados para el abordaje teórico del campo psicoanalítico, en el caso de que fueran correctamente utilizados. El interrogante queda abierto. Podemos suscribir la afirmación de Koren acerca de la producción lacaniana actual: "Dejando de lado un pequeño número de trabajos verdaderamente rigurosos, lo que predomina es una cacofonía generalizada en la cual no existe el menor acuerdo sobre los principios fundamentales de esta disciplina... y las interminables querellas de escuelas, en las cuales la teoría se convierte en dogma y el dogmatismo en norma, para gran beneficio del «certidumbre» de su «ser-analista», cobijado más o menos agradablemente en la identidad imaginaria que apuntalan los miembros de su grupo-secta, quienes se reafirman y se reconocen a su vez en la diferencia que colocan en los otros, que quizás serán tildados en lo sucesivo como «ignorantes», «mal-formados», «estafadores», «narcisistas», etc. A diferencia de Braunstein, que considera que el psicoanálisis se basa en la palabra y la escritura de Lacan y en la transferencia que su nombre suscita, Koren convoca a los psicoanalistas a pensar la racionalidad de la práctica llamada psicoanalítica por su creador.


CORREO ABIERTO

En El infinito en todos las direcciones, de Tustquets Editores, afirma Freeman Dyson (1992) que hay básicamente dos tipos de científicos: los unificadores, que miran hacia el interior y hacia atrás en el tiempo, y los diversificadores, que miran hacia el exterior y hacia adelante. Los unificadores buscan principios generales capaces de explicarlo todo. ''Son felices -afirma Dyson- si al dejar el universo, éste aparece más simple que cuando lo encontraron". Los diversificadores, por el contrario, sólo sacan su pasión en la búsqueda de nuevos detalles. "Son felices si dejan el universo más complicado que cuando lo encontraron''. Parece que el temperamento unificador es propio del físico mientras que el diversificador correspondería al del biólogo, con la curiosa excepción de Darwin, que poseía grandes dotes unificadoras.

¿Y el psicólogo? ¿Es unificador o diversificador? Quizá tengo que conciliar ambos extremos, sobre todo si, como seguramente viene a demostrar este número, necesita cada ver ser más interdisciplinario. La interdisciplinariedad tiende a la dispersión y, por lo tanto, a la diversificación, pero la interpretación de los sucesos psíquicos exige poseer un talento unificador. Da la impresión, pues, de que la psicología se mueve en un territorio intermedio entre dos necesidades de signo opuesto, y a ambas tiene que dar satisfación. La vocación interdisciplinaria (diversificadora) obliga paradójicamente a la psicología a ser más exigente con sus tendencias unificadoras.

En definitiva, que todo movimiento interdisciplinario debería producir beneficios unificadores no ya en los métodos de exploración de la realidad psíquica, sino en lo que sería deseable modificar de esa realidad: el sufrimiento, por ejemplo. Quizá una de las fuentes del sufrimiento provenga de la separación, o falta de unificación, del hombre con la realidad. Nunca una cosa y otra han cambiado tan distantes como ahora. El hombre es un espectador del universo, pero ya no forma parte de él. Sospecho que en esta escisión reside la causa de innumerables patologías individuales y colectivas. Seamos, pues, interdisciplinarios para abarcar la mayor cantidad posible de realidad, pero seamos unificadores para que una de las piezas más importantes de esa realidad, el hombre, encaje en el conjunto con significado.

Juan José MILLAS

Silvia TUBERT