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EDITORIAL

Psicología, Salud Pública y Educación para la Salud


En los últimos veinte años hemos asistido a un profundo cambio en las concepciones dominantes sobre la salud y la enfermedad. A partir del Informe Lalonde en Canadá en 1974 diferentes estudios han demostrado la importancia relativa de diferentes factores en la salud de la población. Así, los factores biológicos tradicionalmente considerados como únicos o absolutamente predominantes quedan relegados a un valor relativo de aproximadamente un 25% de influencia total en la mejora de la salud colectiva.

Otros determinantes como son los servicios sanitarios, que igualmente habían sido valorados como claves para elevar el nivel de salud de una comunidad, quedan seriamente cuestionados con un peso relativo del 70%.

La novedad de este nuevo planteamiento radica en la inclusión de factores medioambientales y de los estilos de vida como determinantes de la salud y por lo tanto como elementos imprescindibles a tener en cuenta en la nueva Salud Pública.

Los factores medioambientales (en torno al 20 %) incluyen, no sólo la influencia en la salud del medio ambiente físico-químico (contaminación., urbanismo, demografía, etc.) sino, y esto es lo que más nos interesa a los psicólogos, en los aspectos psicosociales del medio ambiente, entendido como la organización social, la influencia de las instituciones, en suma del contexto en el que viven los individuos y las comunidades.

En íntima relación con el medio ambiente en su vertiente psicosocial, están los estilos de vida como determinantes en mayor grado de la salud de una población (45%), medida tanto en la calidad de vida como en los patrones de morbi-mortalidad.

Intervenir en Salud Pública implicará por lo tanto incidir en todos y cada uno de los determinantes de salud de una población según la importancia de unos y otros. Evidentemente desde esta nueva concepción de la salud el cuidado de la misma pasa de ser considerada como competencia exclusiva del sistema sanitario a ser un problema de toda la sociedad, es decir, intersectorial, interdisciplinario y comunitario.

De las políticas sanitarios (que se refieren sólo a la parte que se ocupa el sistema sanitario) a los políticas de salud.

De la curación de los enfermedades o cargo de los médicos-técnicos o la promoción de la salud como responsabilidad social.

La Psicología, como reflejaba ya en 1986 el Documento sobre Psicología y Salud hecho a petición de la Organización Mundial de la Salud (ver Papeles del Colegio. Vol. 7, n.º 33/34. Abril 1988, págs. 35-59), está contribuyendo a la Salud Pública tanto desde dentro del sistema sanitario (en Servicios de Salud Mental, Hospitales, Rehabilitación, etc.) como desde su implicación en otros sectores sociales, especialmente desde la Educación, la Seguridad Vial, los Servicios Sociales, la Psicología del Trabajo y los Organizaciones, etc.

Sin embargo en nuestro país, de las grandes declaraciones y esperanzas abiertas con la Ley General de Sanidad a la cruda realidad hay un gran trecho por recorrer.

Desde el sector sanitario, aunque se ha avanzado con la puesta en marcha de la Atención Primaria, ésta, todavía no se ha extendido o toda la población y se ha quedado estancada en ciertas mejoras asistenciales siendo escasas las actividades preventivos, de promoción y de educación para la salud en la comunidad. Por otro lado su pretendida interdisciplinaridad se ha quedado reducida a la irregular inclusión de trabajadores sociales en los equipos. Y eso sin contar con las demagógicas voces que desde sectores de la Administración (o cercanos) proclaman el fracaso de la Atención Primaria para lanzar encendidas loas a favor de la privatización y de la primacía de lo curativo (¡de nuevo lo sacrosanto relación médico-paciente!) con argumentos exclusivamente economicistas.

La Reforma Psiquiátrica es la único que ha incluido psicólogos en los nuevos dispositivos comunitarios y de rehabilitación, de una manera significativa, aún cuando sean todavía insuficientes (en términos absolutos y en la ratio con los psiquiatras) *.

En el nivel hospitalario la penuria también es grande ya que ni se han creado Servicios de Psicología que apoyen al resto de los Servicios Hospitalarios ni las Unidades de Psiquiatría Hospitalaria han ido más allá de Unidades de Agudos de Psiquiatría con funciones exclusivamente de contención psiquiátrica y con la práctica ausencia de psicólogos.

Pero dentro del sistema sanitario y para ser coherentes con las últimas tendencias de la nueva Salud Pública los psicólogos (junto con otros profesionales no médicos como economistas, sociólogos, etc.), podemos y debemos aportar conocimientos, técnicos y habilidades en la epidemiología con la inclusión del estudio de los factores psicosociales del enfermar, en la Administración Sanitaria con nuestra contribución en la gestión, organización y evaluación de las instituciones en general y de los recursos humanos en particular, en la Educación para la Salud en todos los niveles de atención, especialmente en la Atención Primaria y en el trabajo comunitario.

Igualmente hemos de reforzar nuestro presencia en sectores claves para la salud como son la Escuela en donde una buena educación integral servirá sin duda para hacer ciudadanos más sanos, en el ámbito laboral donde, podemos aportar una rica experiencia a incorporar al desarrollo de la naciente Salud laboral, en la intervención psicosocial y comunitaria en problemáticas como la marginación, drogas, violencia, etc.

Si contribuir a la Salud Pública es trabajar entre otras cosas, con los estilos de vida de las poblaciones, los psicólogos podremos contribuir al trabajo interdisciplinar en salud desde dentro y desde fuera del sistema sanitario procurando, desde nuestra especificidad, aportar una visión holística y social del comportamiento, entendimiento sobre lo determinado por las condiciones de vida que remiten, en última instancia, o las estructuras económicas, sociales y políticas donde se crean, mantienen y desempeñan los estilos de vida.

En esta época histórica en la que, ante fenómenos claramente psicosociales (violencia sexual, asesinatos, toxicomanías, etc.), rebrotan con fuerza explicaciones individualistas rayamos en el racismo y la genético (¡de nuevo la herencia!), los psicólogos hemos de huir del reduccionismo psicologista para evitar la falsa ilusión de que intervenciones técnico-profesionales solucionarán problemas de profunda raíz social.

La salud, como la vida misma, mejorará en la medida que se supere la injusticia, los desigualdades, el consumismo sin límites, la insolidaridad individualista. El carácter social de la salud, e insisto, de lo vida, no es reducible o las intervenciones técnicas de los profesionales (sean cuales sean) sino que exige el compromiso radical de toda la sociedad. Los psicólogos también podemos contribuir o esta toma de conciencia social.

Sin duda sería una loable tarea de Educación para la Salud


El reciente compromiso del Ministro de Sanidad de convocar a nivel estatal plazas PIR en la convocatoria de 1993 es una de las pocas noticias optimistas en los últimos tiempos (Papeles del Psicólogo. N.º 55).