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CONFERENCIAS

 

CLIMA SOCIAL: SUS DIMENSIONES EN PRISION

 

Víctor SANCHA MATA

Escuela de Estudios Penitenciarios


INTRODUCCION

I. EL CONCEPTO DE CLIMA SOCIAL Y SU ACERCAMIENTO A LOS AMBIENTES PENITENCIARIOS

II. LA INVESTIGACION DEL CLIMA SOCIAL 

II.a) Determinación de dimensiones y construcción de escalas de clima social

II.b) La evaluación del tratamiento penitenciario mediante las escalas del clima social

II.c) La investigación de variables personales y situación penitenciaria de los internos

II.d) Diferencias de percepción cismática entre funcionarios e internos

REFERENCIAS


El presente artículo está dividido en dos partes. La primera se centra en un análisis sobre las variables intervinientes en el clima social y las dimensiones conformadoras del concepto. También se reseñan algunas investigaciones sobre aspectos relevantes en las Instituciones Penitenciarias.

 

INTRODUCCION

Al revisar la literatura referida a la delincuencia y el encarcelamiento y al analizar las diferentes variables influyentes en el proceso delictivo, llegamos a la conclusión de que hay dos enfoques clásicos explicativos del problema que general igualmente comportan dos formas de intervención preventiva o tratamental.

Por un lado, existe un análisis de los factores fundamentales desde un plano sociológico. La génesis y el mantenimiento de la conducta delictiva se enfocan a través de procesos macrogrupales, lo que condiciona una intervención contrarrestadora de carácter amplio. Los trabajos que analizan conducta antisocial y clase social son abundantes (Wolfgang y Ferracutti, 1967; Mullvihill y otros, 1969), demostrando su profunda relación. Otro aspecto evaluado es la inadecuada socialización que a menudo se observa en la delincuencia (Briedmeyer y Stephenson, 1962; Toby, 1974, y otros).

La "crisis urbana" aparece también como motivo generador del problema (Shaw y McKey, 1969; Morris, 1958), así como algunas situaciones de conducta colectiva (Trashler, 1963; Cohen, 1955; Erickson, 1965, etc.).

También se han encontrado relaciones entre conducta delictiva y factores demográficos y de emigración (Swanson, 1981; Heckel y Mangel, 1981; Boor, 1981); estructura de poder (Clinard y Quinney, 1974; Walton, Taylor y Young, 1975); déficit de aspectos culturales e instruccionales (Anolik, 1979; Glaser, 1979), o factores de estructura familiar (Podolsky, 1965; Lowenstein, 1977; Imperio y Chalbot, 1980).

Por otro lado, la investigación se ha centrado en aspectos individuales, lo que conlleva generalmente un estilo de intervención particularizado. Las tesis de Eysenck (1976) vinculan conducta antisocial y rasgos de personalidad.

Próximos a estas concepciones están Trashler (1976) y Pérez (1981).

Otros enfoques se centran en posibles interferencias en el desarrollo cognitivo moral (Kholberg, 1964; Jurkovic y Prentice, 1977; Rivas, 1982).

La herencia ha sido también ampliamente investigada (Hauge, 1968); también las diferencias sexuales (Mawby, 1980; Clemente, 1985), o la diferenciación en cociente intelectual (Alarcón y Purón, 1966; Spencer, 1980; Holland, 1981, y otros).

Pero al reflexionar sobre el tema pensamos que el análisis estrictamente sociológico deja de lado las situaciones personales y el análisis meramente psicológico pone relativamente poca atención en la conceptualización sistemática y en la valoración de las variables ambientales.

La conducta delictiva es un producto común de los aspectos individuales y ambientales del individuo y la evaluación e intervención tratamental han de tener en cuenta ambos haces de factores. Así, actualmente existe un creciente interés en los modelos interactivos que se preocupan de planificar ambientes, atendiendo a la variabilidad conductual de los individuos.

Recientes investigaciones han concluido que no sólo el ambiente, sino también la relación persona-ambiente contribuye de una forma significativa a fomentar diferencias conductuales de un mismo individuo en diferentes medios, de lo que podría deducirse que una valoración sistemática de los ambientes podría incrementar sustancialmente la exactitud de las predicciones de conducta.

 

I. EL CONCEPTO DE CLIMA SOCIAL Y SU ACERCAMIENTO A LOS AMBIENTES PENITENCIARIOS

Cuando intentamos definir lo que es clima social nos apercibimos de que es extremadamente complicado el concretar las variables influyentes; quizá en la actualidad sólo podemos concluir que depende de un cúmulo de situaciones físicas y sociales que interactúan con variables de tipo perceptivo.

Históricamente hablando se han desarrollado los conceptos que han perfilado las ideas básicas de acercamiento al tema.

Así, Harstone y May (1928) afirmaban que las consecuencias de la conducta no son el resultado de un rasgo de personalidad, sino que están basadas en las particulares situaciones ambientales influyentes. Conclusiones como ésta dieron lugar a conceptos como el de "presión ambiental" definido por Murray (1938). La conducta, según este autor, es el resultado de la interacción entre necesidades individuales internalizadas y la presión ambiental que prevalece en la situación en la que la conducta tiene lugar.

Barker (1963) da un paso más en el sentido de aclaración del tema con su idea del "setting" (escenario de conducta). Para él la relación ubicación-persona es determinante para la aparición de una o diferentes conductas, sugiriendo que la valoración sistemática de los ambientes debe aumentar ampliamente la exactitud de las predicciones de la conducta.

Numerosos investigadores han seguido los pasos de este nuevo aspecto del concepto. Los ambientes ejercen diferentes efectos sobre distintas personas. La valoración de las dimensiones del clima social comenzó a ser punto de mira principal en los estudios de muchos investigadores. La mayor parte de la literatura de este período se centra en trabajos realizados en instituciones educacionales y en área industrial; posteriormente se amplió a las instituciones cerradas como las clínicas mentales, para extenderse en las últimas décadas a la institución correccional.

Ya en 1961, Hartley y Hartley conectaban el clima social con el "flavour" que el grupo desarrolla.

El clima social o la atmósfera grupal es ese particular "sabor" que le dan al grupo los patrones de relación entre sus miembros y entre sus miembros y el líder.

Los aspectos influyentes en el clima social se van ampliando paulatinamente; James y Jones (1974) afirman que el concepto es sinónimo con situaciones organizacionales.

Una conceptualización amplia la realiza Ridruejo (1983), que ofrece su definición basándose en los siguientes factores:

1 . Disposición física y sinomórfica.

2. Interacción participativa y consonancia grupal.

3. Lideración y polarización ambiental.

 

Para este autor, el clima social es la atmósfera que se alcanza en un grupo en función del "setting" de dicho grupo, de forma que esta atmósfera una vez alcanzada influye y determina la conducta de los individuos pertenecientes al grupo, caracterizando al colectivo mismo. 

Retomemos pues el concepto de "setting" que tan importante ha sido para la aclaración del constructo y acerquémosle al mundo de la institución correccional.

Los trabajos de Raush, Dittman y Taylor (1959) se centraban en la investigación conductual de seis niños hiperagresivos en un reformatorio. Las conclusiones a las que llegan se basan en que los ambientes diferentes tenían efectos concretos en los jóvenes. Los programas de actividades con alta estructuración tendían a producir acciones más hostiles que las producidas por actividades menos estructuradas.

Se observaron con más frecuencia expresiones pasivas de hostilidad en las situaciones en que no había relación con la comida que en aquéllas en las que sí.

Algunos niños mostraban constantes características de agresividad, dominación, dependencia, amistad, etc., pero se llegó también a la conclusión de que ciertos escenarios de conducta evocaban conductas más agresivas dependientes, dominantes o de amistad que otras.

En este sentido, Endler, Hunt y Rosenstein (1962) y Endler y Hunt (1968) hallaron que las interacciones entre persona y lugar de ubicación contribuyen a la variedad conductual, tanto en niveles de ansiedad como de hostilidad.

Otros trabajos que relacionan individuo con escenario de conducta se refieren a las dimensiones del propio "setting"; Jessness (1965) encontró que los muchachos tratados en unidades pequeñas tienen una tasa significativamente menor de violaciones de la libertad bajo palabra (parole) que los jóvenes tratados en unidades más grandes.

En otro estudio encontró que el personal de una unidad pequeña invierte casi cinco veces más horas de interacción con los muchachos que en una más grande.

Otra investigación de Moos (1968) en 16 unidades correccionales en California comprobó la relación entre capacidad de espacio e intervención de funcionarios. En las unidades más grandes habrá menos apoyo mutuo del personal y los internos.

Había también menos énfasis en llevar a cabo el programa de tratamiento y más preocupación por el control de los internos.

Las unidades aparecen como menos terapéuticas a medida que crecen sus dimensiones espaciales.

Otras investigaciones se centran en los efectos negativos devenidos de climas sociales deteriorados. Así, Bowker (1982) determina que la "totalidad" institucional de la prisión se mide por niveles de violencia, castigos institucionales, sentimientos asociales entre internos, tolerancia coercitiva y relaciones sociales entre funcionarios e internos.

Ya Moos (1971) afirmaba que existe una relación directa entre los climas sociales de una unidad correccional, las reacciones generales de los residentes en esta unidad y el tipo de iniciativas que los residentes perciben como positivas.

Autores han revisado las categorías principales, incidentes en el clima social, como Shells (1968) que sugiere ocho:

1. Objetivos y metas.

2. Filosofía y sistema de valoraciones.

3. Composición personal.

4. Estructura organizacional.

5. Tecnología.

6. Ambiente físico.

7. Ambiente sociocultural.

8. Caracteres temporales.

 

¿Pero realmente es posible determinar métodos de intervención basados en un constructo sujeto a tan numerosas, cambiantes y subjetivizadas variables?, y si es así ¿cuáles son las líneas básicas de intervención?

Actualmente, las prisiones son y pensamos que serán por algún tiempo una parte sustancial de la corrección. El modelo clásico de intervención, basado en modelos clínicos, significó un avance cualitativo que proporcionó unos pasos importantes para la implantación del tratamiento penitenciario pero que no consiguió paliar problemas generales como el de la reinserción social del individuo ni específicos, salvo en excepciones, como el de frenar la carrera delictiva y el proceso de prisionización de los internos. La vía de intervención en el escenario de conducta, aunque no parece por el momento lo suficientemente desarrollada, y las críticas a los instrumentos empleados para su evaluación (que expondremos en sucesivos capítulos y son abundantes), las creemos no sólo necesarias sino fundamentales para crear unas instituciones penitenciarias más humanas, modernas, terapéuticas y seguras en todos los aspectos.

Por esta razón es pertinente la creación de metas y objetivos de intervención y como muestra enfocaremos con Wenk y Moos (1972) la dirección que pueden tener estos trabajos.

 

 

Por supuesto esta nueva concepción de estrategias ha de estar refrenada inexorablemente por la construcción y utilización de nuevas herramientas de evaluación que llenen esta laguna ampliamente deficitaria en el mundo correccional. La revisión de lo producido hasta la actualidad es el objeto del siguiente capítulo.

  

II. LA INVESTIGACION DEL CLIMA SOCIAL 

Los estudios de la medición de la percepción y de las preferencias del clima social han tenido creciente importancia desde hace dos décadas; tras la revisión bibliográfica realizada concluimos que la práctica totalidad de estas investigaciones se centra en los siguientes aspectos:

 

II.a) Determinación de dimensiones, y construcción de escalas de clima social.

II.b) La evaluación del tratamiento penitenciario mediante las escalas de clima social.

II c) La investigación de variables personales y situación penitenciaria de los internos.

II.d) Las diferencias de percepción climática entre funcionarios e internos.

 

II.a) Determinación de dimensiones y construcción de escalas de clima social

La amplitud y variedad dimensional del concepto de clima social y las consecuentes dificultades metodológicas han producido que las críticas a estas escalas sean abundantes.

Así, Wright y Boudouris (1982) afirman que el C.I.E.S. revela carencias en sus bases teóricas, Hinnings y Lee (1971) y Penning (1973) piensan que estas escalas al nutrir sus puntuaciones sobre la percepción de determinadas organizaciones desde un punto de vista individual no pueden asegurar el que las respuestas provengan de las verdaderas diferencias contextuales, sino que es posible que se registren en base a las percepciones individuales.

También James y Jones (1975) piensan que el problema es inherente al propio objetivo de muchas de estas escalas; es decir, medir la percepción de los individuos del clima social en el que se desenvuelven: "La práctica es confusa si se desea emplear el clima organizacional como efecto principal, teniendo en cuenta que el uso de las medidas perceptuales introduce variaciones como función de las diferencias entre los sujetos y no necesariamente de organizaciones o situaciones."

No obstante, pensamos que estas críticas a las escalas son resolubles desde el momento en que se construyan escalas que incluyan algún método de discernimiento entre los efectos individuales y los organizacionales. Las escalas de clima social tienen una cabida por derecho propio en el amplio espectro de las investigaciones a realizar en las prisiones.

Los trabajos concluidos y nuestra propia experiencia nos proporcionan datos para afirmar que estas escalas tienen utilizaciones importantes en la evaluación penitenciaria.

En este sentido destacaremos cuatro:

a) Como "termómetro" del clima social. Una continua evaluación ambiental puede servir como valoración sistemática de la atmósfera institucional.

Según Moos (1971), todos los sujetos que realizan estas pruebas tienen la oportunidad de establecer sus opiniones sobre el funcionamiento general de la Institución a través de determinadas dimensiones.

La evaluación continua ofrecerá datos precisos del clima social en cada momento y situación. Estas escalas pueden ser indicativas de las "tensiones" institucionales en aspectos concretos (dimensiones de la escala), pudiendo, según Street, Vinter y Perrow (1966), reducirse las infracciones de normas institucionales, especialmente la violencia individual y colectiva en base a un diagnóstico inicial.

b) Como indicador de deficiencias estructurales de la prisión.

La escala oferta un "feed-back" individualizado sobre las categorías importantes en el funcionamiento de la prisión. Las carencias observadas por medio de las escalas dan claves de intervención institucional a cortísimo plazo. Según Wenk y Moos (1972) puede darle a los responsables de la prisión la oportunidad de discutir los resultados y de formular mejoras.

Las similitudes y diferencias de la percepción de los diferentes grupos y personas pueden ser evaluadas en base a las metas expresadas y son un índice orientativo de las preferencias de los diversos colectivos. Además, según Moos (1971), los ambientes sociales "real" e "ideal" son comparados y los posibles cambios pueden venir sugeridos por esta comparación.

c) Tras la valoración inicial se pueden realizar planes específicos mejoradores del clima. Estos planes están condicionados no sólo por el clima social, sino también por las particularidades específicas de percepción de los colectivos.

Las escalas son orientadoras con respecto a la inclusión de planes específicos de tratamiento en prisión. Según Street, Vinter y Perrow (1966) pueden ayudar a clarificar aspectos que potencien el aumento de recursos personales de los internos con atención específica a la educación, competencia vocacional y habilidades en la resolución de problemas.

d) Por último, las escalas se pueden utilizar como herramientas de "revalorización", en el sentido de constatar los resultados obtenidos por medio de un retest.

A continuación vamos a realizar un análisis de las dimensiones básicas componentes de las escalas del clima social.

En un estudio cronológico, la primera que aparece es la de Roebuck y Richardson (1963), el "Attitudes toward school questionnary" de 29 ítems en una escala de verdadero o falso, que evalúa las preferencias de los internos en tres aspectos de un programa de tratamiento.

a) Las preferencias escolares.

b) Las preferencias sociales.

c) Las actitudes generales.

Keilam, Schmelzer y Berman (1966) desarrollaron la "Ward information form", que valora variables observables relacionadas con el clima social en el internamiento (conductas raras o agresivas y relación entre personal e internos).

La "Social climate scale" de Moss (1968) mide 12 dimensiones conformadoras posteriormente de las de la escala C. I. E. S.

  1. Espontaneidad.
  2. Apoyo.
  3. Practicabilidad.
  4. Afiliación.
  5. Orden.
  6. Percepción.
  7. Compromiso.
  8. Agresión.
  9. Variedad.
  10. Claridad.
  11. Sumisión.
  12. Autonomía.

La escala de Rousch (no fechada), el "Child care work questionnary", fue diseñada para medir la percepción de la ansiedad de los jóvenes presos, sobre todo en lo referente a las condiciones de trabajo, ante su formación profesional y ante sus oportunidades de empleo.

Elwart (1969) construyó la "Perception of ward scale" que mide las características psicosociales y de tratamiento en los programas de entrenamiento.

La "Group evalualtion criteria card sort", de Sternbach y Pincus (1970), compuesta de siete ítems, trata de medir la percepción del interno sobre la falta de ayuda recibida de los funcionarios de vigilancia y tratamiento.

La escala de Hindman (1971), el "Response to incarceration questionnary", de cinco ítems, evalúa la percepción de los internos ante la parcialidad del tratamiento. Un ítem mide el efecto de la excarcelación después de la puesta en libertad; tres ítems miden la relación del interno con los compañeros de prisión, con los funcionarios de vigilancia y con los amigos y parientes del exterior.

Tittle (1972) realiza una escala que intenta medir aspectos problemáticos institucionales en un hospital penitenciario con internos drogadictos. La "Institutional living scale" evalúa por medio de tres ítems las relaciones entre los internos con miembros del equipo médico y aspectos puramente ambientales como el aislamiento. También, y en la segunda parte de la "Inmate Code scale", por medio de 5 ítems tipo Guttman se evalúan las tasas de sanciones y las relaciones del interno con los funcionarios.

La "Clasification for placement in training schools", de Birkenmeyer y Lambert (1972), utiliza un sistema de clasificación correccional con el fin de evaluar y clasificar delincuentes juveniles utilizando tres dimensiones:

a) Actitudes habituales de los jóvenes en las instituciones correccionales (con cinco categorías).

b) Actitudes criminales de los internos dentro de la institución correccional (con cinco categorías).

e) Evolución laboral y/o escolar del sujeto desde la infancia (ocho categorías).

 

El "Life Functionne Assessment", de Deykin (1972), cuantifica seis áreas de la vida familiar de los delincuentes juveniles. Tolhurst (en un trabajo sin fecha) presenta su "Training in differential treatments assessment instruments". Con esta prueba pretende medir la percepción del interno con relación al programa de tratamiento (aspectos organizacionales) en un primer nivel de intervención.

La escala "Pre-trial intervention program questionnaire", de Rovner Pieczenik (1974), fue diseñada para calcular la utilidad de un pre-ensayo en programas de intervención evaluados por los agentes de la justicia criminal.

La escala de Moos (1974), "Escala de clima social en instituciones penitenciarias", está destinada para su aplicación a jóvenes y adultos con el objetivo de medir el ambiente social en centros penitenciarios.

Es tal vez la escala a partir de la que se han realizado más investigaciones.

Las dimensiones integrantes de la escala son:

A) Relaciones.- Mide el grado en que los sujetos se implican en el centro (subescala de implicación, IM); el grado en que los funcionarios ayudan a los internos y en el que los internos se ayudan entre sí (subescala de ayuda, AY), y el grado de espontaneidad y libertad de expresión de relaciones (subescala expresividad, Ex).

B) Autorrealización.- Mide en forma general las relaciones interpersonales a través de tres dimensiones. Por un lado, la animación de los internos con respecto al tema de iniciativas y la participación en la dirección del centro (subescala de autonomía, Au); en segundo lugar, el grado en que el ambiente del centro les orienta en cuestiones como fijación de metas, medios para alcanzarlas, capacitación profesional, etcétera, una vez excarcelados (subescala de realidad, Re), y, por último, el grado de impulso que se ofrece a los internos en la comprensión y preocupación de sus problemas y sentimientos personales (subescala de personal, Pe).

C) Estabilidad-cambio.- En definitiva, esta dimensión mide el grado de importancia que el orden y la organización tienen en la prisión desde la perspectiva del interno (subescala de organización, Or); el grado en que los internos tienen conocimiento de las expectativas del desarrollo diario del programa, así como de sus maneras de llevarlo a cabo y sus reglas (subescala de claridad, CL), y el grado en que el personal utiliza medidas de supervisión de los internos en las diferentes actividades en la propia normativa (subescala de control, CN).

 

Oppenheim (1975) creó el "Professionalization Assessment for police organization" para medir las características organizacionales de los departamentos de policía desde la óptica de la percepción del detenido en las siguientes dimensiones:

  1. Profesionalización.
  2. Conexión interorganizacional.
  3. Medida de la organización.
  4. Posibles mejoras en la organización. 
  5. Complejidad organizacional.
  6. Contexto ambiental.

El "Social climate questionnaire", de Heal, Sinclair y Troop (1973), de 47 ítems, fue diseñado para medir siete dimensiones.

  1. Apoyo.
  2. Rigor.
  3. Claridad.
  4. Expectativas.
  5. Satisfacción.
  6. Amigos en el internado.
  7. Conducta.
  8. Trabajo.

Hans Toch (1975) realizó el "Prison profile lnventory", con el objeto de que sirviera como cuantificador de los diversos aspectos ambientales que tienen influencia en los individuos presos.

Para el autor, las dimensiones son las siguientes:

  1. Aislamiento.
  2. Seguridad.
  3. Estructura.
  4. Apoyo.
  5. Retroalimentación.
  6. Estimulación social.
  7. Actividad.
  8. Libertad.

Es una escala de preferencias de una de entre dos dimensiones, que a su vez discrimina, según el autor, entre:

a) Internos jóvenes y adultos.

b) Hombres y mujeres presos.

c) Internos en proceso de cumplimiento normal y aquellos que introyectan factores como el poder, la autoridad y la disciplina institucional.

d) Internos "maduros" e "inmaduros".

Una experimentación con esta escala llevada a cabo por Bayon y Sancha (1986) en el Centro de Detención de Hombres Madrid-1, con una muestra de 151 sujetos y unas edades comprendidas entre los dieciocho y los cuarenta años, dio los siguientes resultados (Tabla 1):

Tabla 1

Medias y desviaciones típicas obtenidas en el Centro de Detención de Hoinbres Madrid-1

con el Prison profile inventory

 

X

Sn

x

X2

Sn-1

Aislamiento

6,05

1.93

321

2.143

1,95

Seguridad

5,9

2.24

307

2.075

2,26

Estructura

7,66

2.37

406

3.408

2,39

Apoyo

10,49

1.70

556

5.986

1,71

Retroalimentación

6,33

2.51

336

2.466

2,54

Estimulación social

5,75

1.63

305

1.897

1,65

Actividad

8,33

2.07

442

3.914

2,09

Libertad

5,37

1,87.

285

1.719

1,89

Al considerar que dicha escala, aunque poco experimentada en el sistema penitenciario español, recoge aspectos evaluativos importantes, en lo que respecta a intervenciones tratamentales posteriores, la incluimos en un anexo a este artículo (Anexo l).

Por último, reseñar el "Prison environment inventory", de Wright (1985), que tiene las siguientes categorías:

  1. Retroalimentación emocional. 
  2. Social.
  3. Apoyo.
  4. Actividad.
  5. Seguridad.
  6. Aislamiento.
  7. Libertad.

Sin ánimo de realizar una catalogación definitiva y tras la revisión de los aspectos evaluados habitualmente por los psicólogos en relación con el concepto de clima social, adelantamos las dimensiones más habitualmente integradas:

1. Percepción de los aspectos organizativos del centro.

2. Percepción y preferencias de apoyo y ayuda en la administración penitenciaria.

3. Percepción y preferencia o no del control institucional.

4. Percepción y preferencia o no de la seguridad del interno en el centro.

5. Percepción de relaciones con funcionarios y/o internos.

6. Percepción físico-ambiental.

7. Percepción y preferencia o no de la Retroalimentación emocional.

 

II. b) La evaluación del tratamiento penitenciario mediante las escalas del clima social

No son abundantes los trabajos realizados en este área, aunque su futuro hemos de calificarlo como halagüeño en cuanto que las escalas de clima social pueden ser indicativas de la modificación ambiental percibido de la prisión tras un programa de intervención.

Entre los estudios realizados hay que destacar el realizado por Frank y Michel (1972), en el que se estudia la eficacia de un programa de economía de fichas como incentivo para los internos en una unidad correccional.

La muestra la componen cuatro grupos de internos de una prisión federal de los Estados Unidos para jóvenes-adultos.

Dos grupos estaban compuestos por individuos que trabajaban en prisión; otro recibió un entrenamiento vocacional, y otro grupo siguió con un tratamiento convencional.

A todos se les suministraban fichas como pago incentivador por el cumplimiento de trabajos institucionales. También a todos se les administró la escala de clima social en ambientes correccionales (C.I.E.S.) en tres ocasiones durante un período de tiempo de diez meses.

En la segunda administración todos los grupos sometidos a la prueba mostraron un aumento en su puntuación, mostrándose una mejora en el clima institucional. El grupo experimental (entrenamiento vocacional) tenía significativamente un cambio positivo superior.

Durante la tercera administración, la batería de test reveló una regresión de los cambios positivos aparecidos en los cinco primeros meses del proyecto. Los investigadores atribuyeron esto a algunos incidentes institucionales que produjeron conflictos intergrupales en el colectivo de los internos durante el período de tiempo de administración de los tests.

Otra investigación dirigida por Jessness (1972) en el California Youth Authority comparaba dos programas de tratamiento institucional. Por una parte, a un grupo se le aplicaron técnicas de modificación de conducta. Al otro grupo se le aplicaron sesiones de psicoterapia grupal con la técnica del Análisis Transaccional.

Jessness utilizó el C.I.E.S., como medida de clima social en ambas unidades, al principio del programa y tras un período de dos años de su aplicación.

Los resultados apuntaron claramente que la introducción de los nuevos programas de tratamiento tuvieron efectos positivos medidos por la prueba en dos sentidos.

a) Con respecto a las relaciones entre funcionarios e internos.

b) Con respecto al clima social general de cada institución.

La última investigación a reseñar es la llevada a cabo en Ocaña-II por Julián García (1987) y que actualmente está en curso de realización.

Las pruebas utilizadas como evaluadoras del clima social y de las preferencias de los internos son el "Prison profile inventory", de Toch, y la "Escala de estructura organizacional y prisionización", de Thomas y Zingraff.

 

II.c) La investigación de variables personales y situación penitenciaria de los internos

Son posiblemente los aspectos más enfatizados en las investigaciones que utilizan escalas de clima social y, en especial, la C.I.E.S., de Moos.

Una exhaustiva investigación de dicho autor (1972), en la prisión de Attica, poco antes de su nombrado motín (9-13 de septiembre de 1971) con internos divididos en tres grupos de edades, trató de buscar diferencias significativas en percepción del clima social en tres grupos de internos:

a) 45 sujetos menores de veintiún años.

b) 143 sujetos entre veintidós y treinta años.

c) 109 sujetos de más de treinta años.

Los resultados no dieron diferencias significativas en las tres muestras.

En la misma investigación Moos sí encontró diferencias significativas entre sujetos inmersos en régimen de comunidad terapéutica y sujetos en situación preventiva. El primer grupo tenía una mejor percepción del clima que el segundo.

Con respecto a la raza, Moos también encontró diferencias en cuatro grupos:

a) 105 sujetos de raza caucasiana.

b) 34 sujetos de raza negra 

c) 116 sujetos hispanos.

d) 11 indios americanos.

La percepción del clima era más positiva entre los sujetos de raza negra, después la de los hispanos, en tercer lugar, la de los caucasianos para terminar con la percepción de los indios americanos.

En lo que respecta al tiempo de condena, Moos investigó con cinco grupos:

a) 21 sujetos con un año.

b) 118 sujetos entre uno y cinco años de condena.

c) 61 sujetos entre cinco y diez años.

d) 43 sujetos entre diez y cincuenta años.

e) 20 sujetos condenados a cadena perpetua.

Los resultados señalaron que la mejor percepción del clima la tenían los sujetos condenados entre uno y cinco años, después los sujetos con penas de un año; posteriormente, los internos condenados entre cinco y diez años, más tarde los sujetos entre diez y cincuenta años, para terminar con los internos condenados a cadena perpetua.

Otra investigación señaló que las mujeres tienen mejor percepción del clima social que los hombres, salvo en orientación práctica.

En lo que respecta a percepción sobre métodos de enseñanza con tres grupos de internos:

a) 23 sujetos inmersos en un curso de educación básica para adultos.

b) 17 sujetos que asistían a clase con un plan convencional de estudios.

c) 27 internos asistentes a un grupo de educación especial.

Los resultados señalaron que la mejor percepción del clima corresponde a los integrantes del grupo de educación para adultos; tras este grupo se encontraban los jóvenes de la escuela convencional y, en último lugar, los integrantes del curso de educación especial.

Por último, la investigación se extendía también a cuatro aspectos de un programa vocacional:

a) 13 sujetos recibían un curso de habilidades sociales.

b) 29 sujetos seguían un curso de rehabilitación vocacional.

c) 19 internos asistían a un curso sobre procesamiento de datos. 

d) 41 sujetos aprendían oficios en los talleres de la prisión.

Los resultados informan de una mejor percepción del clima por los sujetos asistentes al curso de habilidades sociales; tras este grupo se encontraban los incluidos en el curso de formación profesional, a continuación los que seguían el curso de rehabilitación vocacional y, en último lugar, los internos del seminario de proceso de datos.

Toch, en 1977, con el "Prison preference inventory", observó que aquellos internos con menor número de encarcelamientos previos demostraban una preferencia mayor por la seguridad y una preferencia menor por la autonomía.

También concluyó en la existencia de diferencias entre los delincuentes en base a su edad y su raza. Los internos con más edad demostraban una preferencia mayor por los cuidados y por la estructura organizacional. Asimismo, los delincuentes de raza negra demostraban una preferencia mayor por la autonomía y el apoyo.

La investigación se ha centrado también en la situación penitenciaria de los sujetos. Así, Smith (1984) midió las preferencias de los internos en tres establecimientos penitenciarios.

Los seleccionados por la prueba habían sido detenidos por un espacio de tiempo de cinco días o más, Y estaban en situación preventiva. La evaluación del trabajo se realizó a través del "Prison preference inventory", de Toch.

Tratados los datos, se reveló que existían preferencias similares del grupo de internos preventivos en comparación con los resultados obtenidos por internos en otras prisiones.

Una investigación española, la de Valero (1986), en el Centro de Preventivos Hombres de Madrid, estuvo dirigida a tres objetivos:

a) Aportar datos para la baremación y adaptación estadística de la Escala de clima social en Instituciones Penitenciarias de Moos, ya que la baremación española, como reconoce el mismo texto, es provisional al proceder de una muestra de 21 sujetos del Centro RETO en Madrid.

 b) Estudiar la percepción que los internos tienen del clima social en un Centro Penitenciario español.

 c) El estudio de la posible incidencia en un esquema de organización y beneficio consiguiente para un posible programa de tratamiento o pretratamiento al tratarse de un centro de preventivos.

La escala fue administrada a dos muestras de internos, 48 en total (24 y 24): la primera muestra, de la 5.ª galería (primarios), con edades comprendidas entre veintidós y treinta años, y con tiempo de estancia en prisión que iba de dos días a dos meses; la segunda muestra se recogió en la 3.ª y 7.ª galería (multirreincidentes con cuatro entradas como mínimo en prisión), con edades entre veintiún y treinta años, y con un tiempo de permanencia en prisión que iba de los once meses a los diez años.

El autor pretendió analizar y evaluar la percepción diferencial que sobre el mismo centro pueden tener los sujetos clasificados en distintas galerías en razón del número de entradas en prisión.

Se hipotetizó que los internos que llevan más tiempo en prisión tienen una percepción distinta del ambiente que los internos que ingresan por primera vez y su tiempo de estancia es menor. Se suponía igualmente que las puntuaciones deberían ser más altas en las dimensiones de Relación y Autorrealización para los internos de la 5.ª galería que están menos prisionizados y que sin embargo en la dimensión Estabilidad-Cambio los internos de la 3.ª y 7.ª galerías deberían puntuar más alto, ya que están más prisionizados.

Los resultados concluyeron en que sólo existen diferencias significativas en las escalas de Realidad, Personal y Control al 5 % (no son significativas al 1%)

En cuanto a la comparación entre la muestra de la población española y la muestra de la 5.ª galería aparecen como significativas las subescalas Ayuda, Autonomía, Realidad, Personal, Organización y Control, tanto al 1 % como al 5 %.

En la segunda comparación (muestra original 3.ª y 7.ª galerías) se concluyó que eran significativas al 1 % y al 5 % las escalas de Ayuda, Expresividad, Autonomía y Realidad.

El autor adelanta siete conclusiones surgidas de la experimentación.

1. Las medias de Implicación, Ayuda y Expresividad son más altas en la muestra de 3.ª y 7.ª galerías, contrariamente a la hipótesis.

2. En Autonomía y Organización, la percepción del ambiente es similar en ambas muestras.

3. En la subescala Realidad tenemos la puntuación más baja en las dos muestras, pero mucho más en la 3.ª y 7.ª galerías, pues el grado de orientación que ofrece el ambiente para cuando dejen el centro es muy bajo. En esta subescala la prueba discrimina entre las dos muestras de acuerdo con la hipótesis.

4. En Claridad puntúan más alto los internos de la 5.ª galería, pero el autor cree que es porque quizá esperen más de la institución y no porque la conozcan más realmente.

5. En Personal puntúan más alto los internos de 3.ª y 7.ª galerías, discriminando esta escala también entre las dos muestras conforme a la hipótesis.

6. Por lo que respecta al Control, la escala sí discrimina entre las dos muestras, siendo más alta la puntuación de los internos de 3.ª y 7.ª galerías de acuerdo con la hipótesis.

 7. Comparando las puntuaciones extraídas de las muestras de investigación con muestras que sirvieron para la baremación en nuestro país, se observa que son significativas las escalas de Ayuda, Autonomía, Realidad, Personal, Organización y Control cuando las comparamos con la muestra de la 5.ª galería.

Otra investigación en el ámbito español es la realizada por Romero y Jular (1987), en la que se hipotetiza la existencia de una diferencia significativa medida por el "Prison profile inventory", de Toch, entre internos-destinos e internos en cumplimiento normal de la pena residentes en el Centro Penitenciario de Cumplimiento de Alcalá 11. Los autores concluyen que no se encuentran las diferencias significativas en todas y cada una de las dimensiones componentes de la prueba.

García Martín (1987) y Aparicio (1987), en sendas investigaciones dirigidas a la diferenciación del clima laboral con respecto al clima general institucional la primera, y sobre diferenciación del clima escolar con respecto al clima general institucional la segunda, tampoco hallan diferencias significativas con respecto a la percepción de internos residentes en Ocaña 11.

Alonso, Martínez, Oceja y Villamayor (1987), realizaron un trabajo en el Centro Penitenciario de Alcalá 11. Los autores concluyen que no se encuentran diferencias significativas atendiendo al tiempo de permanencia en prisión. Asimismo se intenta evaluar si existen diferencias de percepción del clima social entre internos primarios y reincidentes.

De las ocho dimensiones de la escala, solamente en tres se han hallado diferencias significativas: Aislamiento, Actividad y Seguridad.

En el grupo de sujetos que habían permanecido en prisión menos de un año en el actual ingreso, teniendo en su expediente más de una causa penada, se significa una mayor preferencia por el factor aislamiento que en el resto de los grupos.

En los sujetos que han permanecido más de un año en prisión, tanto primarios como reincidentes, se significan dos factores: la preferencia por la seguridad y la mayor preferencia por la actividad .

 

II.d) Diferencias de percepción cismática entre funcionarios e internos

Esta diferencia es un tema históricamente clásico en la medida del clima social e incluso algunos cuestionarlos de los iniciales tenían esta dimensión como fundamental para la evaluación de climas institucionales.

Ya Moos (1972), en la investigación anteriormente expuesta realizada en Attica, llevó a cabo un trabajo encaminado a determinar si hay diferencias en percepción del clima social entre internos y funcionarios; así, con una muestra de 158 internos y 90 funcionarios, concluyó en que hay diferencias significativas en todas las escalas, con mejor percepción del clima por parte de los funcionarios, salvo en la de Control.

Otra hipótesis de la investigación se refería a si había diferencias entre los funcionarios en general con un número de 56 sujetos y los internos divididos en tres grupos de edades:

a) 45 sujetos con unas edades comprendidas entre diecisiete y veintiún años.

 b) 109 sujetos mayores de treinta años.

 c) 143 sujetos con edades comprendidas entre los veintidós y los treinta años.

Las mejores puntuaciones de percepción de clima social las dieron los funcionarios, seguidos de la muestra 22-30 años y, por último, la muestra de más de treinta años.

Otra investigación se centraba en la búsqueda de diferencias entre los mismos funcionarios. Las muestras fueron las siguientes:

a) 22 funcionarios de dirección.

b) 22 funcionarios de tratamiento.

c) 22 funcionarios de vigilancia.

d) 8 guardianes exteriores.

El trabajo concluyó con que las mejores puntuaciones las daban los funcionarios de dirección; posteriormente, los funcionarios de tratamiento, los guardianes exteriores y, en último lugar, los funcionarios de vigilancia.

Por último, la investigación trataba de comparar puntuaciones entre:

a) Funcionarios, con un número de 64. 

b) Mujeres presas, con un número de 10.

c) Internos jóvenes-adultos, con un número de 25.

d) Internos jóvenes, con un número de 36.

Los resultados dieron que las mejores puntuaciones de percepción climática correspondían a los funcionarios, después a las mujeres internas, más tarde se encontraba el grupo de jóvenes-adultos, para terminar con el de jóvenes.

Otra investigación, la de Axelsson y otros (1976), utilizó la escala de C.I.E.S. en dos instituciones suecas. Una institución era una prisión nacional cerrada y la otra una clínica psiquiátrica forense.

La primera institución tenía 34 funcionarios y 35 internos, mientras que la segunda tenía 20 miembros del personal y 10 internos.

La escala se utilizó como una prueba de opinión o de actitud.

Los objetivos eran dos: por una parte, que la prueba diera datos referentes al clima social de las instituciones; por otro, como comparación entre ambas instituciones.

Los resultados apuntan a que en la primera institución los funcionarios tienen mayor implicación, Apoyo, Expresividad Y Autonomía.

El personal, y no los internos, creen que las actividades tienen una alta orientación práctica. Asimismo piensan que están dedicados a resolver los problemas personales, que están bien organizados y son claros.

Los internos piensan que el personal tiene un mejor control de las funciones de lo que el propio colectivo piensa.

En la misma institución, la prueba señala que la media de las estimaciones de todas las dimensiones alcanza el 50% del nivel de la escala.

En la segunda institución, también cerrada pero más pequeña, se trabaja con técnicas diferentes de terapia.

La puntuación media de todas las dimensiones se establece entre el 80 y el 90 % de la escala.

También concluye el estudio en que el acuerdo entre el personal-internos es más profundo que en la primera institución, salvo en las dimensiones de Claridad y Control.

La percepción de los internos hacia el trabajo de los funcionarios es que éstos realizan una labor práctica y positiva con ellos.

Por último, Garrido, Gil y Préstamo (1985) realizaron una investigación con la escala de ambientes de instituciones penitenciarias de Moos, administrándosela a 31 internos en régimen abierto (tercer grado) y a 22 funcionarios del Instituto Penitenciario de Liria.

La media de edad de los internos fue cifrada en 20,9 años y con un tiempo de estancia en prisión de 20,16 meses. Con respecto a los funcionarios, la media de edad era de cuarenta y dos años, con una gran dispersión interna. Su media de trabajo en Instituciones Penitenciarias era de 16,23 años de servicio y su carrera profesional se había desarrollado en tres prisiones como promedio.

Se hipotetizó que los funcionarios tenderían a puntuar más alto en las dimensiones de Relación Autorrealización, mientras que los internos puntuarían más alto en la de Funcionamiento Institucional.

Los autores concluyen que sólo existen diferencias significativas (al 0,01%) en las escalas de Realidad y Control, por lo que deducen que los internos tienen una percepción del centro más coactiva que la percepción que tienen los funcionarios.

Por otra parte, en la escala Realidad son los internos los que obtienen la puntuación media más alta. Los investigadores achacan esto a las particularidades del centro penitenciario abierto (Liria), en donde el contacto y la interacción con el exterior es fuerte.

En otro aspecto, se intentaron buscar diferencias significativas intragrupo (en las, tres dimensiones de la escala), entre los que estaban por debajo de la media de estancia en prisión (veinte meses) y los que estaban por encima. Los resultados no ofrecieron diferencias significativas.

Con respecto a los funcionarios se realizó un análisis teniendo en cuenta la edad. Los resultados dieron que los funcionarlos de edad superior a la media (cuarenta y dos años) puntuaron más alto en las tres dimensiones.

Los resultados de la investigación indican que no hay diferencias importantes en la percepción del clima del Instituto entre funcionarios e internos, si bien estos últimos perciben más alto que los propios funcionarios en el factor Realidad.

La conclusión del trabajo, según los autores, conduce la actuación hacia dos caminos. El primero podría dirigirse hacia el desarrollo de cambios institucionales con el objeto de analizar su impacto en las distintas escalas y seguir con aquellos que den como producto una elevación positiva en la percepción del centro, y, en segundo lugar, extender la investigación a otros centros con el fin de organizar programas de mejora en lo que respecta al Clima Social.

 

REFERENCIAS