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ESTUDIOS

LAS INADECUACIONES DE UN CRITERIO LEGAL O ¿DEBE CONSIDERARSE COMO CIEGOS A LOS GATOS?

Julio LILLO JOVER

Departamento de Psicología Básica (Procesos Básicos).
Facultad de Psicología de la U.C.M. 28023 Madrid


RESUMEN

ABSTRACT

1. INTRODUCCION

2. CRITERIO ACTUAL

3. SENSIBILIDAD AL CONTRASTE

4. ¿QUE ES LO QUE VE UN GATO?

5. CONCLUSIONES

REFERENCIAS


RESUMEN

Se efectúa una revisión crítica del actual criterio legal de ceguera basado en la medición de la agudeza visual. Tras analizar lo que éste mide y la forma en que lo hace, se hace hincapié en los importantes aspectos de nuestra visión que no se reflejan en la medición de la agudeza. Tras introducir el concepto de frecuencia espacial y su relación con la visión cotidiana, se analizan las potencialidades de la FSC como base de un mejor diagnóstico de la ceguera. Tanto las ventajas del criterio propuesto como las desventajas el actual se comentan en relación con las capacidades visuales de los gatos y la categoría legal que debería aplicárseles en la actualidad.

ABSTRACT

The current legal criterion for blindness, based on the measurement of visual acuity is critically evaluated. A point is made about several important properties of visual perception not reflected by these measurements. The concept of spatial frequency as related to everyday visual perception is introduced and FSC is analyzed as a potential base for a better diagnosis of blindness. Both the benefits of this new proposed criterion and the drawbacks of the current one are discussed in relation to cots visual capacities and the legal status they should paradoxically be given according to it.

1. INTRODUCCION

Todos hemos sido expuestos, en más de una ocasión, a algún tipo de evaluación visual en el que se ha utilizado el test de Snellen u otro pictograma parecido. Recuérdese, el test estaba formado por letras. (caso de Snellen) o por algún tipo de formas (caso general) que se presentaban en tamaños diferentes (véase figura 1). Nuestra tarea era la de identificar cada una de las letras señaladas por el examinador, quien empezaba por las de mayor tamaño y, si nuestras respuestas eran correctas, iba descendiendo a caracteres cada vez menores hasta llegar a una línea en la cual no éramos capaces de responder correctamente. Aunque se puede expresar en forma más técnica, la idea en que se basaba la utilización e interpretación de este tipo de prueba era muy simple: la agudeza visual se consideraba mejor cuanto más pequeñas fuesen las letras que eran identificadas correctamente.

En uno de los apartados de esta publicación nos detendremos para comentar el significado real de los valores numéricos tenidos a partir de la prueba de Snellen o cualquier otra de agudeza visual, aunque de momento adelantaremos que han servido para efectuar afirmaciones totalmente equivocadas respecto a las potencialidades reales de las personas con alguna capacidad para ver del tipo de "este ojo ha perdido un tercio de la visión". Mucho más grave, la equiparación nivel de agudeza-nivel de visión, aunque no reconocida explícitamente, ha impregnado la definición legal de ceguera tanto en otros países (Goldstein, 1988), como en el nuestro donde:

"... es ciego quien no consigue tener con ninguno de sus dos ojos -ni siguiera con lentes correctamente graduadas -la agudeza visual de 1/10 en la escala de Wecker, o quien sobrepasándola presenta una reducción del campo visual por debajo de 35 grados" (Herranz y Rodríguez, 1989; pág. 11).

¿Dónde está el problema? Evidentemente, en definir a qué nos referimos cuando hablamos de "visión normal". Sin duda, la agudeza visual medida por los pictogramas es un componente de nuestra percepción visual importante para realizar ciertas tareas (por ejemplo leer) pero sólo marginal respecto a otras (control de la movilidad). Por ello, un criterio legal que considere a la baja agudeza como elemento suficiente para dictaminar una ceguera, tratará como semejantes a sujetos que, de hecho, no lo son. Por ejemplo, y debido a las razones que expondremos posteriormente, dos sujetos idénticos en agudeza podrán ser muy diferentes a la hora de desplazarse en su entorno. Uno de ellos podrá utilizar su vista, en forma muy similar a como lo haría cualquier vidente, mientras el otro requerirá algún tipo de ayuda especial (un perro lazarillo, la compañía de un vidente, etc.). A efectos legales, sin embargo, ambos serán igualmente ciegos por estar debajo del fatídico 1/10 de agudeza, lo que es una paradoja de la que las personas e instituciones que tienen relación directa con los invidentes no dejan de darse cuenta. Véase al respecto un párrafo del texto "los deficientes visuales y su educación en aulas de integración":

"Las personas que mantienen un resto visual útil por debajo de los criterios legales de ceguera, plantean una problemática especifica, ya que siendo legalmente ciegos, no lo son funcionalmente. Estas personas, cuyo nombre genérico es el de ambliopes..." (Herranz y Rodríguez, 1989, pp. 11).

Con el objeto de hacer más obvia la inadecuación legal actual, y también para hacer más agradable la lectura de a información técnica que presentaré, la situación que centrará nuestro análisis será, aunque posible, absurda. Esto es, aplicará el criterio de agudeza visual a los gatos en forma semejante a como se aplica a los humanos. ¿El resultado?: un elevado número de estos felinos deberá considerarse legalmente como ciegos, aún y cuando sean capaces de moverse con gran agilidad, reconocer a sus dueños, etc. a partir de la información recogida por sus ojos. En cualquier caso, y adelantándonos a los acontecimientos, no creemos que la publicación de este artículo provoque en los felinos una avalancha de peticiones de ingreso en la ONCE. Para terminar, y puesto que la critica constructiva es mejor que la destructiva, se ofrecerá también una alternativa en la que basar un mejor criterio legal de ceguera.

2. CRITERIO ACTUAL

¿Qué es lo que mide realmente un Pictograma?, ¿qué es lo que medimos cuando evaluamos la agudeza visual en la forma tradicional? las respuestas a estas preguntas surgen con facilidad si analizamos qué es lo que se presenta a los sujetos y cómo se computa su ejecución ante la prueba.

Los caracteres utilizados suelen ser negros sobre fondo blanco y, por ello, tienen máximo contraste. La última línea de caracteres que un sujeto es capaz de ver (las más pequeñas letras visibles) se compara con la última línea vista por un observador medio. De esta forma, puesto que el pictograma suele colocarse a 20 pies de donde está el observador (unos siete metros) todas las puntuaciones se refieren a lo que ve el observador a esta distancia. Por ejemplo, supongamos que la última línea que es capaz de ver un hipotético observador es de doble tamaño que la correspondiente al observador medio.

En este caso diremos que tiene una agudeza de 20/40 porque sólo es capaz de ver a 20 pies lo que el observador medio vería a 40. Resumiendo, cuando se afirma que una persona tiene un 20/40 o un 50% de la agudeza normal (¿alguien se atrevería a hablar de 50% de "visión normal"), lo único que estamos diciendo es que, trabajando con máximo contraste (blanco contra negro) los detalles más pequeños que es capaz de ver han de ser de tamaño doble o, en su lugar, que ha de contemplarlos el doble de cerca (reducir la distancia a la mitad duplica el tamaño de la imagen proyectado en la retina).

¿Qué consideraciones generales podemos efectuar sobre las tracciones que acabamos de describir? En primer lugar, que la puntuación así obtenida es meramente indicadora de una cierta capacidad funcional y no nos dice nada respecto a la causa de las posibles pérdidas visuales. Esto es, un sujeto puede puntuar bajo en agudeza porque tenga problemas de enfoque (miopía, hipermetropía, astigmatismo), porque padezca de cataratas, porque tenga algún tipo de degeneración macular, etc. En. sí, su nivel agudeza no nos permitirá discriminar entre estas posibilidades. En segundo lugar, la puntuación obtenida será útil para predecir el comportamiento de un sujeto en las tareas que requieren agudeza (en la medida en que lo hagan). Así, nos permitirán utilizar un tipo de texto impreso, leído a cierta distancia y, caso de precisarlo, el grado de magnificación que ha de proporcionar un hipotético sistema óptico de ayuda a la visión. En tercer lugar, el nivel de agudeza no nos dirá nada sobre la capacidad del sujeto para valerse de la visión en un gran número, de tareas.

 

3. SENSIBILIDAD AL CONTRASTE

3.1. Lo que no miden las pruebas de agudeza

le proponemos realizar un sencillo experimento que le ayudará a entender mejor lo que expondremos a continuación. Coja este artículo y empiece a leerlo en voz alta; al mismo tiempo desplácese por el habitáculo en el que se encuentre (si está acompañado, una pequeña explicación servirá para evitar que surjan dudas sobre su estado mental). Como estará comprobando, aunque usted esté empleando la zona más aguda de su retina en la lectura, la poca aguda visión periférica le sirve para poder desplazarse y sortear obstáculos. Es verdad, podrá indicarnos, que de esta manera cada objeto sorteado (un escritorio, una persona) sólo se percibirá como un bulto y que no podremos hacer las finas discriminaciones que permite la parte de su mirada que ahora se ocupa de la lectura. Por ello, puede que no reconozcamos a la persona amiga con la cual hemos evitado colisionar pero, como ha comprobado muchos lectores de periódicos, para el mero hecho de desplazarse es suficiente con "localizar y evitar los bultos".

Así pues, hay una importante capacidad visual, la de percibir los "bultos" o características globales de una escena, que no es evaluada por los tests de agudeza y que, sin embargo, es muy importante en nuestro normal funcionamiento visual. la pregunta obvia es, ¿cómo medirla? la solución, y también (a base de un criterio legal de ceguera mejor que el actual, recibe el nombre de FSCF (función de sensibilidad al contraste respecto a la frecuencia) pero, antes de describir esta función, comentaremos otro aspecto medido por ella que también escapo a las pruebas de agudeza convencionales.

Hemos dicho que las evaluaciones de la agudeza visual sólo nos informaban

sobre la capacidad para manejar detalles finos presentados con máximo contraste pero, con la notable excepción de la letra impresa, es raro que nos encontremos con que la estimulación que alcanza cotidianamente a nuestros ojos tenga máximo contraste. Así, si prescindimos del color y nos centramos en nuestra capacidad para diferenciar a partir únicamente del contraste en claridad, podremos recordar que en las viejas películas de Bogart los personajes nunca eran manchas vestidas de negro que se movían sobre un blanco inmaculado. Por el contrario, nuestra capacidad para diferenciar el sombrero de Bogart de su fondo se basaba en las diferencias entre el tipo de gris producido por estas dos partes de la pantalla. Esto es, la práctica totalidad de la información obtenida a partir de una película en blanco y negro se basa en nuestra capacidad para extraer información a partir de un contraste que no es máximo. No hace falta decir que ningún pictograma tradicional, empezando por el de Snellen, es capaz de informar nos sobre nuestra capacidad para manejar la información contenida en contrastes intermedios.

¿Qué resultados habríamos obtenido si hubiésemos utilizado un hipotético test de Snellen en el que las letras, en vez de imprimirse en blanco sobre negro, lo hubieran sido con un menor grado de contraste (gris claro versus gris oscuro). Aunque los datos concretos habrían dependido de la diferencia entre los grises utilizados, siempre nos habría ocurrido que el tamaño de las letras de la última línea leída sería mayor que la correspondiente a la versión estándar (negro sobre blanco) del test. Esto es, cuando el contraste no es muy elevado, como en nuestro hipotético test, no somos capaces de apreciar los detalles más finos (letras pequeñas), aunque sí las características medias y globales (letras grandes, grandes masas de la escena).

Resumiendo, las pruebas de agudeza visual no nos proporcionan información sobre (1) nuestra capacidad para manejar la información global de la escena ni (2) la que se presenta con grados de contraste distintos al máximo. Por supuesto, tampoco nos informa cómo pueden interactuar estas dos variables ("grado de globalidad" y "contraste").

3.2. Describiendo la FSC

Es fácil entender el porqué de la resistencia a sustituir la clásica evaluación de la agudeza visual por aquella medida que vamos a proponer: la Función de Sensibilidad al Contraste (FSC). Al fin y al cabo, aquella era una medida fácil de entender y utilizar y, gracias a la inestimable ayuda de algunos psicólogos experimentales, muchas personas han identificado su primer, y último, contacto con la FSC con la sensación de ser sometidos a un desagradable bombardeo de términos y conceptos de difícil manejo. Es verdad que comprender la fundamentación teórica de la FSC puede entrañar una cierta dificultad, especialmente cuando no se posee una base matemática potente; pero también lo es, como intentaré demostrar, que su manejo e interpretación es una tarea mucho más sencilla. Al fin y al cabo no es lo mismo construir un instrumento que utilizarlo. Si así fuera, todos los conductores deberían saber construir su propio coche.

La función de sensibilidad al contraste (véase figura 2) se construye sobre un par de ejes cartesianos convencionales de forma que el eje de abscisas ("X") se refiere a las "Frecuencias espaciales" (algo muy relacionado con el tamaño de los detalles visuales) mientras que el de ordenadas ("Y") hace lo propio con la magnitud del contraste preciso para poder ver una determinada frecuencia espacial.

¿Qué es eso de la frecuencia espacial? y ¿por qué es tan importante conocer el contraste que nos permite percibir cada frecuencia? Responderemos por orden a ambas preguntas.

La figura 3 presenta un par de estímulos en los cuales se alternan franjas verticales claras y oscuras. Debido a su apariencia es frecuente denominarlos como "estímulos de enrejado". Como puede observarse, en los dos aquí presentados el contraste entre las franjas claras y oscuras es máximo en las porciones inferiores de la figura y se desvanece progresivamente. La principal diferencia física entre los enrejados de la figura 2 se produce respecto a su "Frecuencia espacial". Esto es, en el número de ciclos "barra clara-barra oscura" por unidad de espacio. Efectivamente, aunque los dos enrejados presentados ocupen la misma porción del papel (y por tanto un espacio similar en la retina) el número de ciclos que contienen es distinto. El de la izquierda tiene muchos más ciclos (más barras) y, por tanto, su frecuencia es mayor.

La figura 3 servirá también para que compruebe cómo varía su sensibilidad al contraste físico al variar la frecuencia espacial. Todo lo que tiene que hacer es situarla de forma que pueda seguir viéndolos con comodidad al tiempo que se aleja de ellos (esta conducta, por otra parte, puede confirmar las sospechas sobre su integridad mental en las personas que le acompañen). La distancia inicial a la que empezaremos analizando nuestras percepciones será aquella a la que normalmente leemos, unos 30 centímetros. Desde tan cerca será fácil observar que las estrechas barras del enrejado de la izquierda parecen decir algo más arriba que las del de la derecha antes de desvanecerse. Empecemos ahora nuestro alejamiento hasta separarnos unos tres metros. Tal y como sería lógico suponer, el incremento en la distancia de observación dificulta la contemplación de las finas franjas del enrejado de la izquierda, de manera que parecen fundirse y desvanecerse cada vez a menor altura. Por el contrario, y desafiando las expectativas basadas en el sentido común, las franjas de la derecha se ven tanto mejor cuanto más nos alejamos de ellas de manera que, a unos tres metros, parecen ascender mucho más que las de la izquierda antes de desvanecerse. Si podemos seguir alejándonos observaremos que, a unos seis metros las franjas de la izquierda son prácticamente imperceptibles se han convertido en una especie de mancha gris, aún y cuando las de la derecha son todavía fáciles de percibir (sería preciso un alejamiento mayor para dejar de verlas).

¿Cómo es posible que el mismo alejamiento que dificulta la percepción de uno de los enrejados pueda facilitar la percepción del otro? la respuesta la encontraremos en la función de sensibilidad al contraste representada en la figura 2, y en la forma en que nuestro alejamiento altera la frecuencia espacial de los enrejados.

Lo primero que no debemos olvidar es que el contraste físico entre las partes claras y oscuras del enrejado no se ve alterado por la distancia a que se lo mire (esto es, son las mismas franjas, iluminadas de la misma manera, que no modifican su forma de reflejar la luz). El segundo aspecto a considerar es el de que, aunque la variación en distancia no modifique el contraste físico de nuestros enrejados, si influye decisivamente en el contraste percibido en ellos. En tercer y último lugar, el alejamiento incrementa la frecuencia espacial de nuestros enrejados y es esta variación la causante de los cambios en el nivel de contraste percibido.

Cuando contemplamos los enrejados a 30 centímetros de distancia su frecuencia espacial es, aproximadamente, de 2 (izquierda) y de 0,5 (derecha) ciclos por grado de ángulo visual. Por ello y dado que, tal y como indica a figura 2, nuestra máxima sensibilidad al contraste se ubica en las proximidades de los tres ciclos por grado, parece lógico deducir que nuestro ojo aprovechará mejor la estimulación presentada por el enrejado de la izquierda y que, para éste, un mínimo contraste físico nos permitirá percibir la alternancia de las barras, motivo por el cual pueden seguir viéndose en la parte alta del enrejado. En clara contraposición, y dado que nuestro ojo es mucho menos sensible a una frecuencia de 0,5 ciclos por grado, el enrejado de la derecha deja de verse con contrastes físicos moderados o bajos y, por ello, se desvanece a una menor altura.

Como ya indicamos, el alejamiento aumenta la frecuencia espacial de nuestros enrejados. Esto es, y utilizando términos coloquiales, el alejamiento hace que los enrejados "salgan" más pequeños en esa especie de fotografía que es la imagen retiniana y que, al acumular todos sus ciclos en una porción menor de la retina, se tengan más "ciclos por unida de espacio de la retina", más "ciclos por grado de ángulo visual". En concreto, al multiplicar por diez la distancia de observación (de 30 cm. a 3 m.) también multiplicamos por diez la frecuencia espacial de los enrejados (20 ciclos por grado para el de a izquierda y cinco para el de la derecha). los resultados de esta transformación son fáciles de predecir a partir de la FSC de la figura 2.

Para el enrejado de la izquierda el paso de una frecuencia de dos ciclos a otra de 20 es el paso de una alta sensibilidad al contraste a otra mucho menor. Por ello a esta última distancia las franjas se perciben con más dificultad. Por contra, el mismo alejamiento supone para el enrejado de la derecha pasar de una frecuencia con poca sensibilidad al contraste (0,5 grados) a otra en la que nuestra sensibilidad es casi máxima (cinco grados ), por lo que es lógico esperar que en esta última condición baste con un mínimo de contraste físico para ver las franjas.

3.3. FSC, agudeza y visión cotidiana

El uso de la FSC nos ha permitido explicar los cambios en la percepción de los enrejados que aparecen en la figura 3. Pero, podía preguntarse, ¿tiene ello alguna importancia?, ¿cómo podemos criticar los resultados sobre agudeza visual obtenidos mediante la utilización de letras de distintos tamaños y, al mismo tiempo, ponderar las virtudes de estímulos tan poco cotidianos como los enrejados? (al menos para los que no han ingresado en prisión).

Tres son las causas principales del interés existente en la comunidad científica respecto al tipo de enrejados que aparecen en la figura 3. En primer lugar, son extremadamente sencillos de describir matemáticamente 1. En segundo lugar, puede demostrarse matemáticamente (véase, p. e. Caelli, 1981), que prácticamente cualquier imagen (una cara, un paisaje, etc.), puede descomponerse en el equivalente a un cierto número de estímulos de enrejado ("análisis de Fourier") o construirse a partir de estos ("síntesis de Fourier"). En tercer lugar, muchos datos indican que nuestro sistema visual efectúa algo muy similar a un análisis de Fourier sobre la imagen formada en la retina (véase, p. ej. Ginsburg, 1986).

¿Qué sentido tiene la descomposición de las imágenes en un cierto número de enrejados?, ¿no sería mejor que el cerebro trabajara con la imagen completa en vez de con algo tan abstracto como son las frecuencias espaciales? Una sencilla analogía nos servirá para entender por qué la respuesta a la última pregunta ha de ser negativa.


1 Los estímulos utilizados en la figura 3 no serían, en realidad, los mejores representantes de los estímulos relacionados con la síntesis/análisis de Fourier, ya que presentan una variación en el contraste físico con el elevamiento en altura.


La escritura del chino presenta fuertes diferencias con el sistema que, tras ser descubierto por los fenicios (Asimov, 1968) utilizamos la práctica totalidad de los hablantes de otros idiomas. Más importante, un primer análisis podría hacer pensar que la lecto-escritura china presenta una clara ventaja respecto a la fenicia, si se considera la relación existente entre las palabras y los caracteres gráficos que las representan. Esto es, puesto que en el chino cada palabra tiene su carácter particular, la relación es directa y el aprendizaje de cada carácter más sencillo. Entonces, ¿por qué el aprendizaje de la lecto-escritura china requiere tantos años?, ¿qué ventaja tiene el sistema fenicio que justifique su alta difusión?

El hecho de que estemos acostumbrados a los peculiaridades de nuestro sistema de lecto-escritura no debe hacernos olvidar que éste se basa en una potente abstracción: no hay una relación directa entre los símbolos gráficos las palabras que representan, los símbolos representan sonidos y la idea base es que se puede descomponer a las palabras en sus sonidos componentes (cualquier psicolinguista podrá protestar, con razón, por el exceso de simplificación, pero ¡esto es sólo una analogía¡). Es verdad que inicialmente puede costar más aprender a identificar símbolos con sonidos abstractos, pero también lo es que mediante un número reducido de ellos (los 28 del alfabeto) y jugando con la forma en que se utilizan (no es lo mismo "le" que "el") podemos representar cualquier palabra. En síntesis, la utilización de unidades abstractas permite que estas sean muy reducidas ,en número y, una vez conocida la mecánica de su manejo, de muy fácil utilización.

Si aplicamos la analogía de la lectoescritura a nuestra visión, podíamos considerar a las frecuencias espaciales como las "letras", a partir de las cuales se componen las "palabras" que son las distintas imágenes. Una importante peculiaridad de este alfabeto serían las fuertes diferencias en la facilidad con la que se manejan cada una de sus unidades. Esto es, como indica claramente la figura 2, aunque el rango de frecuencias espaciales manejadas por un sujeto medio llegue hasta los 60 cps ("barras muy finas en retina"), en las proximidades de tal magnitud sólo seremos capaces de obtener información cuando se utilicen grandes contrastes ("blanco contra negro"). Por contra, con frecuencias inferiores (especialmente en las proximidades a los tres ciclos), nuestra sensibilidad permitirá que prácticamente cualquier contraste físico, por mínimo que sea; nos sirva para poder utilizar la información contenida en ellas.

¿Qué relación hay entre la FSC y las clásicas pruebas de agudeza? la figura 4 lo hará obvio. En ella hemos sustituido las letras tipo Snellen por estímulos de enrejado que, para nuestros actuales intereses, podemos considerar semejantes a los de la figura 3. Si la tarea del sujeto fuese la de indicar la orientación del estímulo, nos encontraríamos que al llegar a un determinado grosor de barras (vistas a una cierta distancia), no sería capaz de responder correctamente. la línea anterior, la última que permitía respuestas correctas ante unos enrejados de máximo contraste (blanco contra negro) correspondería a la última frecuencia ante la que tenemos alguna sensibilidad y, por tanto y en un observador medio, a 60 ciclos por grado, el punto donde la FSC intersecta al eje de las "Xs ".

Es muy fácil establecer una correspondencia entre el punto de corte de la FSC y los resultados de las pruebas convencionales de agudeza. Así, si la última línea ante la que se responde correctamente (contenga letras o barras) es de doble tamaño que la correspondiente a un sujeto normal, podemos sustituir el habitual aserto de "50% de pérdida de visión" por el mucho más adecuado de frecuencia de corte de la FSC igual a la mitad de lo normal" (recuérdese que el aumento del grosor de las barras reduce el número de ciclos que nos "caben" por unidad de espacio). En cualquier caso, dado que el punto de corte de la FSC aporta la misma información sobre la agudeza que las pruebas convencionales, debe preferirse a estas, especialmente si se considera la importante información adicional que proporciona.

La figura 5 muestra dos FSCs hipotéticos cuyo punto de corte coincide en tres ciclos por grado. Esto es, en una magnitud 20 veces inferior a los 60 ciclos que corresponden al sujeto medio (3/60 = 1/20) por ello, en la nomenclatura tradicional, ambos sólo poseerían un 5% de la agudeza normal y, en un examen convencional, serían considerados legalmente ciegos.

Aunque las dos FSC coincidan en su punto de corte, son claramente diferentes en el resto de su extensión. Así, para el primer sujeto (línea discontinua) se aprecia una aceptable sensibilidad en las frecuencias espaciales medias y bajas que le permitirá utilizar, sin que sea preciso un gran contraste físico, la información sobre los aspectos globales de la escena (esto es, tendrá el equivalente a una visión borrosa que permite detector "masas" medias y grandes). Por el contrario el segundo sujeto (línea continua), muestra un grado tan reducido de sensibilidad a todas las frecuencias espaciales que sólo será capaz de utilizarlas cuando se presenten con alto contraste. Por ello, dado que la mayor parte de los contrastes proporcionados por las estimulaciones cotidianas tienden a ser sólo moderados (recuérdese al sombrero de Bogart), nuestro sujeto será frecuentemente incapaz de ver los aspectos globales de la escena. Apoyándonos en los resultados de ciertas investigaciones (Dodds y Davies, 1989), podemos esperar que el primero de los sujetos posea un apreciable control visual de la movilidad (será capaz de localizar y esquivar grandes bultos) inexistente en el segundo (a menos que efectuemos las pruebas en el laboratorio con estímulos de alto contraste.

4. ¿QUE ES LO QUE VE UN GATO?

Cualquiera que halla tenido algún contacto con gatos estará de acuerdo en que no se deben menospreciar las capacidades visuales de estos animales. Si se ha observado cómo calibran sus saltos, capturan pequeños roedores, reconocen a distintas personas y utilizan tal conocimiento para emitir en el momento oportuno falsos maullidos de hambre y desconsuelo, no se podrá pensar que estos animales son ciegos. Sin embargo, de serles aplicada una prueba de agudeza y el habitual criterio de perdida respecto al sujeto medio, un elevado número de estos felinos caerían dentro de la categoría legal de ceguera.

¿Cómo evaluar las capacidades visuales de los gatos? Evidentemente, para determinar su FSC no podemos pedir a uno de estos animales que se ubique delante de un monitor le televisión y que nos valla ajustando el nivel de contraste físico precisado para percibir cada una de las frecuencias espaciales (a más nivel, menos sensibilidad), tendremos que ser un poco más sutiles. Podríamos enseñarle, por ejemplo, que presionar una palanca en presencia de un enrejado sirve para conseguir comida, aunque no sea útil en presencia de un estímulo gris (condicionamiento operante discriminativo) y, después, reducir el nivel de contraste hasta que las respuestas de nuestro animal nos, muestren que ha dejado de discriminar al enrejado del gris. Repitiendo este procedimiento con un buen número de frecuencias espaciales, y armándonos de tiempo y de paciencia, podremos delimitar una FSC de interpretación similar a las obtenidas con seres humanos (Ulrich, Essock & Lehmkule, 1981).

La figura 6 presenta las FSCs para el sujeto humano medio y su equivalente en el gato. Como puede observarse, en este último caso el punto de corte con el eje de las "Xs" se produce a sólo ocho ciclos por grado, lo que indica una agudeza que es Sólo de un 13% (8/60) respecto a la humana media. Por otra parte, como podemos confirmar quienes llevamos gafas o lentillas, existen abundantes individuos en la especie humana que, lejos de considerarnos como ciegos a efectos legales o funcionales, tenemos una visión algo menor que la del hipotético sujeto medio. Por ello, es de esperar que un buen número de gatos sean algo inferiores a la media de esta especie animal y que, por tanto, estén por debajo del fatídico 10% de agudeza. Desgraciadamente, no podemos conocer con exactitud qué proporción de la población gatuna debe considerarse legalmente como ciega debido a la ausencia de campañas oftalmológicas sistemáticas en ella.

la FSC de los gatos, en cualquier caso, nos dice mucho respecto a las capacidades visuales de estos animales. Qué duda cabe que su inferior agudeza haría que, de contemplar la letra impresa de nuestros libros, periódicos y revistas a la misma distancia a la que leemos, sólo fueran capaces de percibir algo parecido a una mancha gris (lo que probablemente explique su escasa afición a la lectura). A un nivel más serio, la baja agudeza de estos animales nos permitiría explicar algunos aspectos curiosos de su conducta del tipo de la anécdota que se expondrá a continuación.

Recuerdo una comida familiar que fue interrumpida por la frenética respuesta de nuestro gato ante la aparición de una mosca. Durante el tiempo en el que ésta se movió, el gato siguió bastante bien sus evoluciones y parecía disponerse a atraparla en cualquier momento. Por ello toda la familia fue sorprendida cuando, al posarse la mosca en la pared, nuestro felino se comportó como si estuviese ciego ante lo que todos podíamos ver. No importaba que sólo fuese un pequeño punto negro sobre una pared clara, la exquisita agudeza visual del ojo humano, su capacidad para llegar a aprovechar hasta 60 ciclos por grado, nos permitía ver fácilmente la mosca. Por contra, la peor agudeza del gato que muestra la FSC de la figura 6, le impedía ver nada en la pared (no estaba lo suficientemente cerca). Para mayor dificultad, al estar la mosca quieta dejó de emitir ruidos, por lo que el gato, además de no poder utilizar su buena detección visual de estímulos en movimiento (un aspecto de su visión del que no nos hemos ocupado) tampoco pudo emplear su fino oído.

La historia, al menos para la mosca, tuvo un triste final cuanto los humanos fuimos capaces de conseguir que volviese a moverse: nuestro felino fue capaz de volver a utilizar sus potentes recursos visuales para saltar ágilmente en persecución de aquel insecto, de vida efímera, que emitía sonido al tiempo que se movía.

5. CONCLUSIONES

Aunque no sea el único que se pueda utilizar para considerar a una persona como ciega, la pérdida de agudeza visual es el criterio legal más empleado con tal finalidad y se considera como una medida autosuficiente. Partiendo de ella nos encontramos que entre los sujetos considerados legalmente ciegos se encuentran personas poseedoras de importantes recursos visuales (los "ambliopes") y que aunque sean idénticas en agudeza a los ciegos totales, presentan posibilidades adaptativas muy diferentes. No queremos con ello concluir que los "ciegos" con mayores recursos visuales no requieran de ayudas técnico-sociales que les permitan desarrollarlos, pero si que no es correcto seguir pensando que las pérdidas en agudeza son equiparables a las carencias funcionales en visión: un sujeto puede simultáneamente tener menos del 10% de agudeza y mucho más de visión funcional Por ello, parece conveniente dejar de considerar semejantes a todos los efectos legales a sujetos que sólo son idénticos respecto a una prueba que únicamente nos informa respecto a una porción de la visión que utilizamos cotidianamente.

Para finalizar, y a pesar de que la evaluación de la agudeza visual podría justificarlo en muchos casos, soy contrario a que los gatos sean considerados legalmente ciegos.

REFERENCIAS