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CRITICA DE LIBROS

 

MANUAL DE PSICOLOGIA FORENSE

Javier URRA y Blanca VAZQUEZ (comps.)

Madrid: Siglo XXI, 1993

 

Carlos RODRIGUEZ SUTIL


Si dijéramos que este manual viene a cubrir una necesidad bibliográfica en el campo de la psicología forense y, más en concreto, de la evaluación pericial, daríamos constancia sólo de una parte de la realidad. No existen apenas manuales de psicología forense en castellano -de psiquiatría tampoco son muy abundantes-, siendo el texto clásico de Muñoz, Bayés y Munné prácticamente inencontrable. Cuando en otros idiomas se trata de un campo en ebullición, con numerosos artículos y libros. La importancia cada vez creciente en nuestro medio ya se había hecho notar, por ejemplo, con la frecuencia de jornadas y congresos nacionales e internacionales, y las secciones de psicología jurídica en congresos de tipo general (véanse a ese respecto las actas del 11 Congreso del Colegio Oficial de Psicólogos).

Pero este manual posee valor por sí mismo. Javier Urra y Blanca Vázquez han reunido un volumen útil desde y para la práctica profesional de la psicología forense. Quede esto claro para entender los comentarios críticos que detallamos a continuación, no todos ellos positivos.

Desde luego, no es un texto académico, ni pretende serio, lo que justifica la mayoría de sus virtudes y algunos de sus defectos. Entre las primeras conviene señalar como destacaba la gran ayuda que puede aportar al profesional novato en uno de los campos mas arriesgados de la psicología profesional.

Mientras que en otras prácticas la puesta a prueba y valoración de las propias habilidades profesionales es escasa o indirecta, en la psicología forense es constante la revisión de los propios métodos, conceptos y conclusiones en un medio no siempre acogedor. Las instituciones judiciales y penitenciarias, de larga historia y ritual formalizado, pueden impresionar al psicólogo o psicóloga primerizos, profundizando la autoimagen de inferioridad. Encontramos en cada capítulo modelos correctores contra ese riesgo, junto con una última parte, donde los autores revisan una gran cantidad de casos prácticos, que proporcionan una idea exacta de cómo se elabora el trabajo real. El profesional experto, no obstante, puede obtener provecho de su lectura dado que se trata de un manual amplio, profundo y puesto al día.

Después del prólogo y la presentación, Javier Urra nos presenta un capítulo introductorio sobre la confluencia entre psicología y derecho, donde realiza una serie de aclaraciones conceptuales, con la intención, entre otras, de salvar el abismo que separa a los profesionales de la carrera jurídica y los psicólogos, expertos en el comportamiento humano. Ya aquí se enuncia una idea que luego habrá de repetirse en numerosas ocasiones, como es la necesidad de que el psicólogo o psicóloga adapte su lenguaje al del medio legal en que se mueve. Llama nuestra atención la inclusión en este capítulo de varios anexos que no nos parece que tienen mucho sentido en este contexto, en especial el segundo donde se recogen algunos aspectos de la convocatoria de pruebas selectivas del Ministerio de Justicia, más propias de un boletín que de un manual, o la inclusión de una lista de palabras-clave (pp. 75-83), con su definición, de términos excesivamente genéricos y no pertenecientes a la psicología Jurídica. Más aconsejable habría sido tener al final del libro un vocabulario de términos propios de la psicología jurídica.

El siguiente capítulo, de Serafín Martín Corral, sobre la psicología forense en los Juzgados de Familia es novedoso y sólido, con un tratamiento excelente de la mediación en los procesos de separación y divorcio que, como dice el autor: "No constituye ni un proceso jurídico ni una psicoterapia familiar aunque participa de ambos elementos" (p. 113). Encontramos explicado el concepto del niño como poseedor de derechos, según la norma del "mejor interés del menor". Esto nos permite enlazar con el trabajo de Javier Urra sobre los Juzgados de Menores. La mayoría de edad penal, comenta Urra, está situada en los 16 años desde el Código Penal de 1928, en consecuencia, los Juzgados de Menores no tienen un carácter represivo sino educativo y tutelar. El papel del psicólogo es de gran relevancia, según ese carácter, y así es explicado con exactitud en el resto del capítulo. También incluye un modelo general de informe (pp, 1 50-1 51) que puede ser de utilidad en otros campos, diferentes de la psicología forense aplicada al menor.

Destacamos el capítulo de Blanca Vázquez y José A. Hernández sobre el psicólogo en las clínicas médico-forenses, desde el punto de vista práctico, sobre todo las reglas para elaboración de informes que se enumeran en las paginas 188 y 189. Nos parece que estas reglas deberían tener gran difusión, por lo que nos permitimos hacer un resumen:

No expresión de juicios de valor, de aspectos irrelevantes, de datos injuriosos o no verosímiles, de términos técnicos sin explicación y de conclusiones no probadas. Las explicaciones deben estar basadas en: máxima observación, media descripción y mínima inferencia. No hay que dictaminar sobre la imputabilidad, ni entrar más de lo imprescindible en los hechos del delito y, finalmente, no confundir labor pericial con policial.

Juan Francisco Romero presenta un trabajo valioso para la psicopatología forense, que titula "La Psicología Forense desde el Ambito Legal" donde encontramos, a parte de otros contenidos de interés, un buen resumen de las sentencias dictadas por el Tribunal Supremo que tienen implicaciones para la psicología. No obstante, tal vez fue añadido con premura, pues contiene algunas erratas, aunque ninguna de ellas fatal, y carece de bibliografía.

El capítulo sobre psicología forense y victimología, que firma Antonio Jorge Albarrán, ofrece información actualizada y clara sobre un área, como es la victimología, de reciente creación y, por tanto, todavía confusa. Incluye anexos que pueden sernos provechosos, como es el modelo que sigue el Servicio de Ayuda a las víctimas que depende de los Juzgados del Bronx, en Nueva York.

Nos queda por comentar dos capítulos en apariencia dispares, a cargo de Blanca Vázquez ('La violencia Familiar y la Agresión Sexual como objeto de la Pericial Psicológica'), y de Liborio L. Hierro ('Deontología. Aproximación a los Problemas Eticos del Ejercicio Profesional'), pero que en la práctica muy a menudo se relacionan. Advierte Blanca Vázquez que la mayoría de los malos tratos se producen en el medio familiar, y que muchos de ellos no son denunciados. La consecuencia de ello, añadimos por nuestra parte es que corresponde al profesional de la psicología, forense y clínica, detectar este tipo de situaciones y el problema ético de cómo y cuando denunciarlas. Blanca Vázquez nos expone, con todo lujo de datos, el estado de la cuestión y las estrategias a seguir, centrando su atención, como señala en el epílogo, en la víctima, ampliando así aspectos ya tratados anteriormente en el capítulo de Albarrán. Liborio L. Hierro, por su parte, repasa todos los aspectos generales de la Deontología del psicólogo a partir de nuestro Código del año 87, y su aplicación al campo más restringido de la Psicología Forense. Termina Hierro proponiendo que la Comisión Deontológica del Colegio de Psicólogos responda a consultas concretas de los colegiados y publique los datos y soluciones a cada caso, lo que redundaría en el desarrollo y divulgación del Código Deontológico.

Repetimos que el manual se completa con una amplia sección donde se recogen todo tipo de casos prácticos, que cubren todas las áreas tratadas y que pueden ser de gran ayuda para el profesional que empieza a abrirse campo en alguna de las ramas de la psicología forense o que quiere contrastar y perfeccionar su práctica.