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 ESTUDIOS

 

LA UTILIDAD DEL RORSCHACH Y LAS TECNICAS PROYECTIVAS EN LA EVALUACION PERICIAL

 

Carlos RODRÍGUEZ SUTIL

Departamento de Personalidad,

Evaluación y Tratamientos (Psicología Clínica).

Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.


RESUMEN

ABSTRACT

INTRODUCCION

El USO DE LAS TECNICAS PROYECTIVAS

ALGUNOS ESTUDIOS SOBRE LA SIMULACION EN EL RORSCHACH

CONCLUSIONES

REFERENCIAS


RESUMEN

 

Este artículo examina la utilidad del Rorschach y de las Técnicas Proyectivas en Psicología y Evaluación Forense. Se revisa la literatura sobre Rorschach y simulación. La conclusión que se alcanza es que el Rorschach proporciona algunos indicadores interesantes para detectar la simulación y el engaño. 

PALABRAS CLAVES: Rorschach, Simulación, Evaluación Forense.

 

ABSTRACT

 

The present paper deals with the usefulness of the Rorschach and projective Techniques in ForensicPsychology and Forensic Assessment. A review of the literature about rorschach Test and malingenig is presented. The conclusions attained are that the rorschach Test gives some interesting indexes in order to detect malingening and deception.

 

KEY WORDS: Rorschach Test, Malingenig, Forensic Assessmen

 


(*) Este texto reproduce de forma ampliada la ponencia presentada en el XII Congreso Nacional de la Sociedad española del Rorschach y Métodos Proyectivos, Salamanca, noviembre de 1991


 

INTRODUCCION

El campo de la psicología forense es uno de los que mayor desarrollo profesional ha venido experimentando durante los últimos decenios, como señalan varios autores (Cf. Dana, 1984; Millón, 1984; Avila Espada, 1986a; Matarazzo, 1990) y como ejemplifica la muy reciente edición del Anuario de Psicología Jurídica por parte del Colegio Oficial de Psicólogos. Salvando las enormes distancias que nos separan aún de la implantación profesional de los países anglosajones, podemos afirmar que la psicología jurídica y forense adquiere un asentamiento progresivamente mayor entre nosotros. El psicólogo aparece así cada vez más como perito en los procesos judiciales, compartiendo con el psiquiatra la capacidad para juzgar las alteraciones del comportamiento humano y de las relaciones interpersonales, dentro del marco que propone la Ley de Enjuiciamiento Civil (Art. 610) de auxiliares del juez, como cualquier profesional cuyos conocimientos "científicos, artísticos o prácticos" sean necesarios para valorar algún hecho.

El psicólogo tiene a su disposición una serie de instrumentos, los tests psicológicos, y unos conocimientos específicos sobre evaluación que le capacitan para objetivar el estado mental de los individuos con una gran precisión. Las pruebas psicológicas son aplicables en todo tipo de proceso donde se requiera de un perito psicólogo que emita un informe, y principalmente en campos como los que señala Avila (1986a): la evaluación del testimonio testifical, de la competencia para someterse a juicio, de la imputabilidad de los hechos y de la competencia para ostentar la guarda y custodia. A estos campos nos gustaría añadir el caso de cuando se requiere nuestra intervención, normalmente por la parte demandante, para evaluar el daño psicológico sufrido. Eso nos hace reparar en un asunto muy similar que también esta cobrando unas dimensiones crecientes, como es la evaluación de daños previa a la percepción de un seguro.

Entre los campos enumerados, uno que llama poderosamente atención, por ser también uno de los que más frecuentemente elicitan la solicitud de peritaje, es el de la imputabilidad. La imputabilidad, como señala el jurista Mir Puig (1991), puede verse anulada o reducida por factores individuales o situacionales. Entre los primeros destacamos la enfermedad mental y la oligofrenia, así como el llamado "trastorno mental transitorio". Aún cuando no es competencia del perito decidirse sobre la culpabilidad, inocencia o responsabilidad del detenido, punto sobre el que debemos ser sumamente cautos al redactar nuestros informes y exponerlos en la ratificación (véase Vázquez y Hernández, 1993), conviene sepamos -siguiendo con el trabajo de Mir Puig (1991)- que por imputabilidad se entiende en la actualidad: a) la capacidad de comprender lo injusto del hecho, y b) la capacidad de dirigir la actuación conforme a dicho entendimiento (Cf. Mir Puig, 1991, p.154 y ss.). El inimputable es aquella persona que no puede responder penalmente porque actúa o, mejor dicho, ha actuado sin libertad.

 

El USO DE LAS TECNICAS PROYECTIVAS 

Por lógica histórica, los primeros llamados a elaborar informes periciales, en base a la evaluación psicológica en profundidad de una persona o grupo reducido (familia) han sido los psicólogos clínicos. Eso explicaría que la mayoría de los tests aplicados sean de tipo clínico. Por poner un ejemplo, un autor australiano como F. N. Cox (1984) advierte que para trabajar como experto ante los tribunales, su batería de tests se compone de: WAIS, Bender, Benton, Rorschach y TAT.

T. Grisso (1987) opina, no obstante, que la influencia de la clínica puede suponer ciertas desventajas, puestas preguntas que se hacen al experto desde los tribunales a menudo se alejan bastante de las que tiene por costumbre responder en la clínica. La investigación es el remedio que propone este autor para resolver dichas desventajas y una de las líneas principales de investigación, viene después a proponer, es la que se dirige a la creación de instrumentos específicos de la psicología forense.

 

Aceptamos la conveniencia de desarrollar tales instrumentos, pero no podemos por menos que disentir de las afirmaciones de Grisso. Por un lado nos encontramos con que los, muy numerosos, cuestionarios específicos creados en el ámbito anglosajón suponen dificultades de traducción y tipificación a veces insalvables, dificultades de traducción que no afectan, en principio, a los materiales de que se componen la mayoría de las técnicas proyectivas, mientras que la tipificación es algo que en cierta medida puede ser compensado con una adecuada experiencia clínica esta última es una opinión que seguramente compartiríamos los clínicos y de la que disentirían la mayoría de los psicometristas. Pero, por otro lado, y más importante, una autora tan poco sospechosa de diletantismo hacia las técnicas proyectivas como Anne Anastasi (1988) reconoce en la última edición de su manual que dichas técnicas, por su cualidad de tests enmascarados, son más difíciles de falsear. Este aspecto, como analizaremos en breve, posee suma importancia en evaluación pericial. Anastasi señala también la dificultad que presentan estas técnicas a la hora de superar las pruebas psicométricas estándar de fiabilidad y validez, tests de "banda ancha" como ya planteó Cronbach (1970), y les reconoce sólo validez como instrumentos útiles en manos de un clínico experto. No obstante creemos que esta autora sigue en el error cuando, en base a lo anterior, rechaza los elaborados sistemas de corrección y puntuación de las técnicas proyectivas, aduciendo que las dotan de un engañoso barniz científico. Infravalora así los importantes esfuerzos realizados por numerosos autores con objeto de proporcionar a los tests clínicos el adecuado apoyo psicométrico y experimental. Nos referimos especialmente a la obra monumental de J. E. Exner (1974, 1978, 1986; Exner y Weiner, 1982) con el test de Rorschach, pero tampoco debemos olvidar los trabajos de Bellak (1971, 1975) con el TAT o los de Koppitz (1968, 1984) con el dibujo de la figura humana. Aprovecho la ocasión para recordar la importante labor clínica y docente realizada entre nosotros por la fallecida Profesora Romano (1975) con el Rorschach y el dibujo de la figura humana y el más reciente trabajo investigador del Profesor Avila (1986b) con el Test de Apercepción Temática.

Un problema con el que frecuentemente se topa el perito psicólogo es el de valorar la posible simulación del detenido, que trata de aparentar una carencia de imputabilidad. Pero también del beneficiario de una póliza que pretende simular un deterioro, de una víctima que reclama indemnización o de un padre que quiere demostrar su competencia para la guarda y custodia. Retornando las palabras de Anastasi sugerimos que las técnicas proyectivas y, en general, los tests de uso habitual en la clínica son métodos sensibles en el diagnostico de la simulación.

En este sentido, la revisión de Stermac (1988) sobre la posibilidad de simular en el Rorschach y las demás técnicas proyectivas alcanza conclusiones más matizadas. No debe creer el clínico que sus instrumentos, por consistir en estímulos ambiguos o disfrazados, son inmunes a la simulación. Por otra parte, los estudios empíricos realizados en este área son todavía escasos y muchos de ellos padecen errores de diseño. Pero si utilizamos sistemas de corrección potentes (como el sistema de Exner) y atendemos a aspectos formales más que de contenido, será más fácil detectar aquellos casos de simulación y engaño. Stermac propone un modelo para evaluar la simulación en el Rorschach, a partir de la investigación, al que nos hemos referido después.

 

ALGUNOS ESTUDIOS SOBRE LA SIMULACION EN EL RORSCHACH

En otro lugar comentábamos en extenso la evidencia acumulada sobre la validez y fiabilidad del test de Rorschach (Rodríguez Sutil, 1990). Un asunto relacionado con la fiabilidad es la posibilidad de falsear respuestas. No haremos una revisión exhaustiva de las investigaciones, sino que nos centraremos en aquellas que nos parece que poseen un mayor interés.

En dos investigaciones separadas por ocho años Albert, Fox y Kahn (1980) y Kahn, Fox y Rhode (1988) -de la Universidad de Arizona- intentaron comprobar hasta que punto pueden falsear los sujetos sus resultados en el Rorschach. En el primer estudio se investigó la capacidad de jueces expertos para detectar los protocolos de sujetos que pretenden simular psicosis y, en el segundo, si los análisis mediante métodos computadorizados son más precisos a la hora de detectar esos mismos protocolos. Los resultados que alcanzan estos autores en ambas ocasiones son bastante poco favorables a la capacidad diferenciadora del test, los simuladores bien informados son capaces de engañar al experto, pero también lo consiguen simuladores sin instrucción, y los propios expertos valoran como perteneciente a psicóticos protocolos que proceden de sujetos normales. De ninguna manera se comprueba la afirmación de Exner (1974) de que los simuladores en el Rorschach pueden ser detectados por los buenos indicadores de fuerza del yo(F+%). Ahora bien, después J. B. Cohen (1990) critica dichos resultados de un modo que recuerda la ya clásica discusión entre clínicos y estadísticos (Cf. Rodríguez Sutil, 1992). Cohen viene a decir que estos autores intentan comprobar hipótesis por métodos excesivamente simplistas y apartados del uso clínico de los datos y de los métodos de computadora. Por poner otro ejemplo de esto mismo citemos el reciente trabajo de Perry y Kinder (1990) cuando pretenden descubrir, mediante una revisión de la literatura publicada, la existencia de una constelación fiable de signos en los protocolos de los simuladores. Estos autores no alcanzan ningún resultado sólido. Pero es que muy a menudo los estudios estadísticos y las revisiones globales de los mismos ignoran variables evidentes desde la perspectiva del clínico. Parece obvio que no podemos encontrar una constelación estable de simulación desde el momento en que cada simulador posee un grado de sofisticación y un origen cultural muy diverso y, más aún, pretende objetivos distintos en cada caso. Por otra parte, el Rorschach, como las otras técnicas proyectivas cobra su auténtica dimensión como elemento de referencia dentro de un proceso psicodiagnóstico más amplio, en el que buscamos con atención la coherencia en la descripción de la personalidad del sujeto que se extrae de fuentes diagnósticas muy diversas.

Con esas premisas confiamos que se puedan asimilar en su justa dimensión los experimentos. Uno de los que nos parece más instructivo de cara a la evaluación psicológica forense es el de Seamons et al. (1981). Estos autores aplicaron la prueba dos veces a 48 internos -36 de los cuales eran esquizofrénicos- en la prisión del Estado de Utah, pidiéndoles en la primera ocasión que dieran la impresión de ser sujeto normales, y en la segunda de estar mentalmente enfermos. Un psicólogo experto fué capaz de diferenciar con un 80% de exactitud los protocolos que pretendían ser normales y los que pretendían ser de enfermos. Los sujetos solo alteran significativamente una cantidad limitada de variables, pero no las razones, porcentajes y derivaciones. Estos autores llegan a conclusiones importantes para la practica forense: cuando un sujeto intenta parecer normal dará mas respuestas populares (P); cuando la calidad formal (X+%, F+%) y el índice Lambda (L) se sitúan en la norma y encontramos un elevado número de dramatismos, sangre, textura (T), vista (V), movimientos no humanos (M, FM) y combinaciones inapropiadas (INCOM), indicaría un intento del examinando por parecer mentalmente enfermo.

En un estudio de Pettigrew et al. (1983) se aplicó el Rorschach en grupo, y con una lista de elección de respuestas, a 75 estudiantes no graduados y 55 pacientes psicóticos, con las instrucciones normales, y a 62 estudiantes no graduados a los que se pidió que simularan ser enfermos mentales. Los resultados, en la línea del estudio anterior y de las hipótesis de Exner (1978) muestran que los sujetos simuladores obtienen mejor calidad formal que los psicóticos aunque tienden a elegir respuestas con una expresión verbal más extraña. 

Los resultados de estos estudios, entre otros, sugieren a Stermac (1988) el modelo para evaluar la simulación en el Rorschach que exponemos a continuación (Tabla 1) y que puede ser útil para el psicólogo en el psicodiagnóstico pericial.

Nos gustaría, sin embargo, añadir algún indicador a esta tabla, tal algo escasa, a partir de la experiencia clínica. Por ejemplo, los protocolos de simuladores que pretenden parecer enfermos mentales, como ya indicaba Exner (1978), incluyen menos fenómenos especiales y estos son de un nivel menos patológico (DV e INCOM, pero raramente FABCOM y CONTAM). Por otra parte, un indicador claro en los protocolos defensivos-Stermac no incluye nada es el número reducido de respuestas. Otro, menos evidente, es la aparición de respuestas PER, o personalizaciones -en el sistema de Exner que consisten en el comentario que hace el sujeto junto a alguna de sus respuestas de que eso es algo que él conoce personalmente, que ha visto recientemente en una película, en un libro, etc. Finalmente, el aumento de respuestas de contenido animal, por encima del 80%, puede estar implicando una postura defensiva, pues las formas animales son más fáciles de ver en las manchas.

 

CONCLUSIONES

Como siempre que se estudia una determinada cuestión a partir de la evidencia empírica acumulada, los resultados no son absolutamente concluyentes y pueden ser sometidos a interpretaciones diversas. Los trabajos que acabamos de examinar, en nuestra opinión, suponen un apoyo moderado a la utilización de las técnicas proyectivas en el ámbito forense. Pero conviene aconsejar al psicólogo que las utilice que evite quedarse prendido de los contenidos de las respuestas o de las historias y se remita a cuestiones formales, más difíciles de falsear .

TABLA 1

MODELO DE UMBRAL PARA EVALUAR LA SIMULACION EN EL RORCHACH

(tomado de Stermac, 1988)

Cualquiera de los siguientes criterios

 

  1. PROTOCOLOS SIMULADOS
    1. INDICADORES EN EL RORCHACH:
      1. Buena calidad formal con una expresión verbal dramática o extraña
      2. Contenidos dramáticos (mutilación, sangre y odio)
    2. OTROS INDICADORES:
      1. Otras evidencias clínicas de simulación
      2. El paciente no acude por propia iniciativa y es sospechoso de disimulo

PROTOCOLOS DEFENSIVOS

  1. INDICADORES EN EL RORCHACH (ninguno establecido)
  2. OTROS INDICADORES:
    1. Otras evidencias clínicas de simulación
    2. El paciente no acude por propia iniciativa y es sospechoso de disimulo
       

       

Las investigaciones empíricas tienen el problema de que habitualmente modifican las situaciones naturales, simplificándolas, para poder someterlas a control. El psicólogo en el ámbito forense, por ejemplo, no se limita a la utilización de una única técnica, por muy potente que sea, a la hora de generar y comprobar hipótesis. Seguimos el consejo dado por Weiner (Cf. Rodríguez Sutil y Ortiz Quintana, 1993) para el psicodiagnóstico clínico, de contrastar los resultados utilizando de forma simultánea técnicas proyectivas y objetivas (cuestionarios como el MMPI).

Debemos alcanzar una descripción coherente de la personalidad y del comportamiento del individuo, que posea validez interna, o conceptual (Cf. Maloney y Ward, 1976). Para ello utilizamos una gran diversidad de fuentes, no sólo los tests. Es importante, desde luego, examinar durante las entrevistas la coherencia del discurso y, lo que es esencial, la concordancia entre los dos niveles de la comunicación: verbal y no verbal. Desde luego, es difícil someter a validación empírica un proceso en principio tan complejo.

Para terminar diremos que lo anterior no anula la perentoria necesidad de que se desarrolle una investigación amplia y precisa sobre la aplicabilidad de las técnicas proyectivas en el ámbito forense. Esta labor, obviamente, no depende sólo de la voluntad de los clínicos que utilizan desde hace lustros dichas pruebas, sino también de la voluntad institucional por favorecer esa línea de investigación.

 

REFERENCIAS