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CRITICA DE LIBROS

 

 LAS SEMILLAS DE LA VIOLENCIA


VIOLENCE SEEDS

Luis ROJAS MARCOS

Espasa. Madrid, 1995.

 

Javier URRA PORTILLO


Luis Rojas Marcos renombrado psiquiatra, presidente del Sistema de Hospitales Públicos de la ciudad neoyorquina reflexiona sobre las causas, manifestaciones y medios para evitar la violencia.

El suyo, es un libro en honor de la razón, la tolerancia, la generosidad y la empatía.

Aplaude la voluntad del ser humano, su capacidad de optar y arrincona la miope visión innatista.

En este devenir que exige decidir, incluye como acción violenta el suicidio.

Evita lo metafórico por lo que algún pasaje resulta ser una áspera escena de la realidad. Sin embargo, sus páginas transpiran optimismo, la convicción de que esta sociedad sobrevive por el sacrificio de los congéneres y de nuestros antepasados es constantemente recordada.

Rojas Marcos es un idealista influido por las ideas humanistas de Erich Fromm y Ashley Montagu, por las reflexiones sobre la victimización de Susan Brownmiller y Judith Herman y las perspectivas sociales y culturales de Peter Gay y Deborah Prothrow-Stith.

Cree en el aprendizaje, en la importancia de los primeros años de vida, en la influencia del medio y la cultura.

En pocas páginas apunta el paralelo discurrir de la historia y la violencia.

Subraya el sufrimiento que mujeres y niños padecen en el seno familiar, como colofón lúdico describe la historia de Lorena Bobbitt «el juicio del pene cortado».

El siguiente capítulo busca las conexiones entre el amor y el odio (el Eros y el Tánatos), describe la experiencia universal de los celos, del deseo de poseer y de la ambición de subyugar. Queda aliñado con las historias de infidelidades y adulterios, para ello cita desde Otelo al reciente caso del jugador negro de rugby estadounidense 0. J. Simpson.

Continúa con la violación de la mujer, algo que explica se dá en tiempo de guerra y en épocas de paz y ello porque la imaginación masculina no se ha desprendido completamente del mito del «héroe violador».

Las raíces del crimen (Título gemelo a las raíces de la violencia del médico forense García Andrade) intentan ahondar en lo que (sorprendentemente) considera incomprensible la criminalidad de los menores, para posteriormente ir superponiendo factores tales como la personalidad, la desigualdad económica, las drogas, los medios de comunicación que conducen a la criminalidad del adulto.

«La violencia sin sentido forma parte de la existencia humana», estas palabras prolongan una mezcolanza de ideas, van desde el miedo de la víctima colectiva, al «síndrome de Mefistófeles» como símbolo demoniaco, desde los estereotipos de los enfermos mentales como seres indiscriminadamente violentos, hasta relatar el macabro texto del diario de uno de los inculpados en «el juego del rol».

Ulteriormente aborda el tema de la pena capital y nos recuerda con datos de la organización Amnistía Internacional, que más de la mitad de los países del globo la aplican activamente. Su recorrido por el discurrir del ser humano nos acerca a la antinomia que supone matar legalmente.

El enigma del suicidio que conlleva vencer el Instinto primario de conservación incita al autor a una reflexión que se alimenta de su realidad y afrontamiento en distintas épocas, culturas y naciones, apunta la culpabilidad, la búsqueda de metas, la patología mental y la crueldad hacia los que se quedan en la vida como inductoras de la autodestrucción.

La fascinación por las atrocidades representada paradigmáticamente por los antiguos romanos y el deleite actual servido por televisiones y cines es valorada desde la atracción por lo vil, el culto a la abyección y a lo degenerado, la ética de la frustración, el aburrimiento, la desmoralización.

Rojas Marcos entiende que «los ingredientes genéticos o innatos que configuran los complejos comportamientos humanos como la crueldad, el sadismo, la compasión o el altruismo, son el producto de un largo proceso evolutivo condicionado por las experiencias familiares, las normas sociales y los preceptos culturales». Desde este criterio se adentra en «el cultivo de la agresión» para concluir que «nuestra sociedad ha construido tres firmes racionalizaciones culturales para justificar y defender la agresión verbal y física: el culto al -macho-, la glorificación de la competitividad y el principio diferenciador de -los otros-»

Finaliza su volumen intentando prescribir los antídotos de la violencia y lo hace de una forma muy genérica e inaprensible, su paradigma se cimenta en estrategias similares a las utilizadas en la salud pública, que requieren cinco pasos sucesivos: «definir los comportamientos violentos que se intentan prevenir, analizar las causas primarias de estas conductas; identificar los grupos sociales de riesgo -tanto los perpetradores como las víctimas-; formular los métodos y mensajes preventivos específicos y evaluar los resultados de la intervención».

Las semillas de la violencia, es un libro ameno, agradable de leer, sin circunloquios de una forma directa comunica todo un saber y posicionarse ante el siempre vigente tema de la violencia. Escrito en forma de ensayo no pretende mostrar erudición, ni profundizar científicamente en teorías y debates, esa es su virtud y su grave limitación.

No creemos que Luis Rojas Marcos piense como Oscar Wilde «que cuando Dios creó al hombre sobreestimó las capacidades de este». Como buen optimista considera que vivimos casi en el mejor de los mundos posibles, si fuese un pesimista temería que fuese verdad.