REFLEXIONES

COMENTARIO

 

La experiencia terapéutica como hecho lingüístico singular

 

Raúl FERNANDEZ (*)

Ana MADARRO (**)

RESUMEN

El comentario trata de mostrar que en la experiencia terapéutica, eminentemente lingüística, no es posible la traducción de términos entre los distintos códigos en que ha sido conceptualizado, no siendo tampoco lo "experiencia" misma significable fuera de esos códigos. Con lo que lo "común - a la práctica de los distintas escuelas tal vez no puede buscarse más que en los aspectos subjetivos de lo relación terapéutica. En consecuencia, se valora positivamente el llamado de D. Haaga a realizar la investigación en psicoterapia dentro de las orientaciones ya existentes.

ABSTRACT

This article intends to point out that in the therapeutic experience, which is principally c linguistic one it is not possible to interchange terns within the different codes in which they were conceptualized.

This "experience " is not then significant if not in connection with these codes.

In this mannes, that which is common to the different schools of Psychotherapy should perhaps only be identified in the subjective aspects of the therapeutic relationship. It is therefore admisable to folk intro accomt the recommendation of D. Haaga: to carry out research in psychotherapy witin the existing models.

PALABRAS CLAVE 

Código y subcódigo. Traducción. Subjetividad. Experiencia terapéutica. Relación terapéutica.

KEY WORDS

Codes y subcodes. Interchange. Subjectivity, Therapeutic experience. Therapeutic relation.


(*) Licenciado en Psicología. Psicoanalista (consulta privado). Avenido Nazaret, 6 - 28009 Madrid.
(**) Psicoanalista (consulta privada).


El artículo de David A. Haaga que motiva este comentario ("Una revisión del «enfoque de principios comunes» para la interacción de psicoterapias") se refiere a uno de esos temas (como muchos otros más intemporales: la paz universal, la justicia, etc.) en los que no puede avanzarse demasiado sin entrar a distinguir entre lo deseable y lo posible. En ese sentido, ¿quién podría negar el interés que tendría llegar a integrar los distintos modelos psicoterapéuticos actuales, con la consiguiente economía de esfuerzos y aumento de la eficacia del método resultante de la integración?

Pero el trabajo de Haaga no se refiere a lo deseable sino a lo posible. Así, él, parte de la constatación, proporcionado por una encuesta reciente, que una proporción relativamente alta de los psicólogos clínicos y de consejo interrogados se consideran eclécticos en su práctica. Junto con ello, Haaga menciona a una serie de autores que han producido trabajos destinados a dar fundamentación conceptual a esta tendencia ecléctica que resultaría de la siguiente tesis: una sola escuela de psicoterapia no basta para dirigir la práctica. De entre los autores mencionados en su artículo, que han realizado propuestas en consonancia con tal conclusión, Haaga dedicaría su réplica especialmente a los distintos aspectos de la propuesta de Goldfried (1980, 1982) que puede designarse brevemente, como lo hace Haaga, "enfoque de los principios comunes".

Al señalar que en la medida en que clínicos de diferentes orientaciones son capaces de llegar a un conjunto común de estrategias, es probable que lo que surja sea un conjunto de fenómenos vigorosos, por cuanto se las han arreglado para sobrevivir a las distorsiones impuestas por los diferentes sesgos teóricos de los terapeutas", Goldfried hace tabla rasa de las distintas teorías. Pero va más lejos al pensar que, también, cualquier comunidad que podamos encontrar a nivel técnico será trivial, con lo que sólo cabe tener en cuento la heurística clínica que guía de forma implícita nuestros esfuerzos durante el curso de la terapia".

De lo que se trato entonces, más allá de las teorías y las técnicas, es de encontrar los puntos de coincidencia entre las estrategias clínicas comunes, validadas empíricamente. Y cuando dice estrategias comunes se refiere principalmente a cinco rubros: proporcionar a los clientes experiencias nuevas, correctivas, ofrecerles una reinformación directo, inducir la expectativa de que la psicoterapia les reportará ayuda, promover su participación en la relación terapéutica y suministrarles ocasiones de contrastar la realidad. Dicho sencilla y resumidamente, se trato de abandonar todo intento de encontrar puntos de coincidencia en la teoría y la técnica de las diversos escuelas, y detectarlos en un plano puramente empírico, en la creatividad del terapeuta como fuente de esas estrategias (independientemente de su adscripción teórica y técnica) que la experiencia demostraría que coinciden con la de otros terapeutas. Entendemos que Goldfried llama estrategias a una serie de pautas implícitas (aunque pudieran ser explicitadas) que se podrían encontrar para él, de uno u otro modo, en toda psicoterapia. De ahí que afirme que cada una de estas estrategias puede ser ejecutada o explicada de varias maneras" , y que "el acuerdo en las estrategias clínicas no depende de un procedimiento o de una teoría comunes''.

Hemos recuperado aquí algunas de los ideas de Goldfried de los que parte Haaga, porque contienen lo fundamental para una reflexión sobre el tema de la posibilidad de convergencia de las distintas concepciones psicoterapéuticas. En primer lugar, detengámonos por un momento en el supuesto, elevado estadísticamente al rango de conclusión, del que parten la serie de autores eclécticos citados por Haaga: una sola escuela de psicoterapia no basta para dirigir la práctica. Dicha conclusión se origina en el dato empírico de la existencia de múltiples concepciones terapéuticas en las que los diferentes enfoques técnicos se justifican: teorías sobre el enfermar, la relación terapéutica, el cambio terapéutico, cuando no concepciones completas sobre el sujeto humano, como sucede con la teoría y el método psicoanalíticos.

Fragmentos de la verdad estarían repartidos entre las diversas concepciones y existiría para Goldfried la fundada sospecha de que la totalidad de respuestas a los problemas terapéuticos no se hallará en ninguna de las orientaciones actuales.

Podríamos seguramente estar de acuerdo con Goldfried en que toda teoría es una ficción, y, por lo tanto, una visión sesgada de la realidad. Ello queda sobradamente demostrado aún en ese campo paradigmático de la seriedad científica que son las ciencias físicas. Sin embargo, la experiencia (tan querida por Goldfried) muestra que sin esas ficciones no hay progreso posible. En el campo especifico de las psicoterapias, se cumple hasta hoy esa premisa, aun cuando la teoría en cuestión muchas veces no va más allá de supuestos demasiado vastos. Sin ir más lejos, las teorías del cambio terapéutico. La experiencia demuestra que así como por distintos caminos conceptuales se arriba a "estrategias" comunes, nunca los terapeutas han dejado de apoyarse en alguno representación conceptual de su práctica que, en el mejor de los casos, ha sido susceptible de ser modificada por exigencias de esa misma práctica. Tal vez resulta que, en el campo de las psicoterapias, las teorías son necesarias, entre otros motivos, para contener la ansiedad y la angustia del terapeuta.

Aún así, queda el problema de teorizar, de justificar "lo común" empírico en lo que convergirían las distintas teorías y técnicas psicoterapéuticas. En suma, cómo es que terapeutas provenientes de los campos más diversos, si aceptamos lo que dice Goldfried, acaban coincidiendo en ese grupo de estrategias enumerado por él. Que es como preguntarse qué los dirige en su práctica. Se ve que, si no son las teorías y las técnicas lo definitivo, tendrá que ser algo vinculado a la persona del psicoterapeuta, o mejor, del sujeto psicoterapeuta.

No todos las concepciones psicoterapéuticas cuentan con respuesta para esa pregunta que, a fin de cuentas, no es banal: ¿por qué intervenimos psicoterapéuticamente respecto de alguien?, ¿por imperativos sociales?, ¿por imperativos morales?, ¿por dinero?, ¿por placer?, ¿por bondad?, ¿por prestigio?, ¿porque detestamos el sufrimiento?, ¿por reacción a nuestros impulsos sádicos? En suma, ¿qué nos impulso a actuar psicoterapéuticamente?

Como se ve, no tenemos respuestas que sean a la vez fáciles y convincentes. Aunque bien visto, tampoco el cirujano ante un sujeto con apendicitis las tiene. la diferencia, entonces, entre cirujanos y psicoterapeutas no está en el "por qué" obran. la diferencia entre unos y otros reside en que para los primeros dejar de lado por completo el "por qué'', no impide tener respuestas todo lo buenos que pueden ser en cada época para el "cómo". El conocimiento del por qué operar, o sea, el conocimiento de las motivaciones subjetivos, no es en absoluto necesario para conocer el "cómo" operar. De hecho, nadie considera necesario que un manual de técnica quirúrgica incluya ese tipo de consideraciones. Basta con que transmita eficaz y claramente la experiencia acumulada en ese campo.

Si, como quiere Goldfried, en la práctica clínica los psicoterapeutas convergemos en una serie de "estrategias" comunes, desde una diversidad de teorías y técnicas, y a pesar de esa diversidad, habrá que admitir que lo que hacemos se decide no desde los manuales que indican el "cómo", sino desde esa misma instancia subjetiva implicada en la pregunta anterior, en el "por qué". En una máxima simplificación diremos que una vez que un sujeto es cirujano, su obrar puede estar dirigido por la técnica. Pero una vez que un sujeto es psicoterapeuta, su practica sigue dirigida por la subjetividad, coincidente en lo fundamental con la subjetividad de los otros psicoterapeutas. Sólo así se entiende, si queremos admitir el fundamento último de la idea de Goldfried, poder pasar de la diversidad de las teorías y las técnicas a la similitud de las estrategias.

Pero este papel de la subjetividad en psicoterapia, en aparente paradoja, permite entender la existencia misma de distintas escuelas psicoterapéuticas. Es que frecuentemente se nos olvida que en el origen de cada concepción psicoterapéutica, hubo un sujeto singular que le dio forma convirtiendo su experiencia subjetivo singular de la psicoterapia, en un código compartido luego por otros. Con lo cual, lo común de las "estrategias" de Goldfried, se remonta a lo que hay de común en la subjetividad humana, y por encima y más allá de teorías y técnicas.

Esta implícita hipótesis de que una parte importante de las particularidades de las teorías y las técnicas psicoterapéuticas resultan de las particularidades de los códigos subjetivos de origen, permite intuir la verdadera dimensión de la dificultad detectada por Goldfried y subrayada por Haaga, cuando se supone un "fondo terapéutico" común, y se pretende "traducir" los términos de unas concepciones terapéuticas a otras a los fines de suprimir diferencias terminológicas que entorpecerían la comprensión recíproca.

Veámoslo más detenidamente. la aspiración de encontrar elementos comunes a los distintos enfoques psicoterapéuticos, ha llevado a los diferentes investigadores que se han ocupado del tema a intentar precisar dónde hay que situar esos hipotéticos elementos comunes. Tales elementos comunes, insistamos, son aquellos que, por un lado, permitirían explicar los efectos terapéuticos de enfoques dispares (cuando no en franca oposición tanto en sus fundamentos teóricos como en el uso de las técnicas), y, por otro, justificarían poner en duda que una sola escuela de psicoterapia sea suficiente para dirigir la práctica.

Así, según antes apuntábamos, se ha planteado que ese fondo común deberá hallarse más allá de las teorías, claramente diversas, y más aquí de las técnicas, también diferentes. En el trabajo que comentamos, dicho fondo común terapéutico resulta situado alrededor de las denominadas "estrategias comunes", reconocibles en la experiencia terapéutica como tal.

Es en este punto donde aparece la dificultad que mencionábamos, ya que la experiencia terapéutica, como cualquier experiencia, es antes que nada un hecho lingüístico y/o semiótico. En efecto, para cada terapeuta (como para cualquier sujeto), el significado de una experiencia no puede deducirse de un conocimiento no lingüístico.

Para precisar esta idea usaremos un ejemplo tomado por Jakobson (Roman Jakobson, Ensayos de lingüístico general, Editorial Planeta Agostini, Barcelona, 1985): "Nadie puede entender la palabra queso, a menos que tenga un conocimiento del significado que se asigna a esta voz en el código léxico del castellano". Alguien podrá, o no, tener la experiencia del queso, diríamos que eso es lo de menos. Si la tiene, porque al dar cuento de ella ésta se verá incluida en un hecho lingüístico. Si no la tiene, porque entenderá la palabra queso "si sabe que en esta lengua significa «alimento obtenido por la maduración de la cuajada de leche»".

Volviendo a nuestra "experiencia terapéutica", escenario de las llamadas "estrategias comunes" por los autores, o nos quedamos en el nivel de la experiencia como inefable, y por lo tanto indefinible o, y este es el camino elegido por ellos, intentamos deducir su conocimiento sólo de la manera en que esto es posible: por operaciones de significación.

Aquí es donde, a la vista de los trabajos reseñados, añadiríamos la siguiente consideración: si el significado de una experiencia no puede deducirse de un conocimiento no lingüístico, en el caso que nos ocupa diremos que tampoco puede deducirse de un conocimiento lingüístico por fuera del subcódigo que constituye la teoría a la que el terapeuta refiere su práctica.

Este carácter especifico del código utilizado por cada enfoque o escuela terapéutica, ha llevado a los autores a visualizar rápidamente la dificultad; dificultad que han ligado al uso diferenciado, particular y excluyente de determinados términos:

De allí el intento de superar la dificultad promoviendo el uso de un lenguaje común, en el doble sentido de que fuera común a todos, y que eliminara los términos técnicos y conceptuales propios, sustituyéndolos por términos comunes, coloquiales.

La persistencia de la dificultad, por este camino, no hay que atribuirla a fallos en el procedimiento de investigación, sino que resulta de que la significación acordada a los signos alternativos es, como en toda operación de significación, una traducción (en cada acto de significación hacemos traducción intralingüística) o reformulación en el mismo código el usuario.

Es decir, que la pretensión de eliminar las referencias teóricas o técnicas simplemente por eliminación de los términos es ilusoria, ya que el subcódigo incluye también los significados aplicados, significados que en definitiva son otros términos, otros significantes sustitutivos de los primeros.

Así, por ejemplo, Haaga señala el desacuerdo surgido en la encuesta de Brady en relación a las preguntas sobre las "nuevas experiencias". Si bien los autores coincidieron en señalar la importancia de los mismas en el éxito terapéutico, sus definiciones estuvieron muy lejos de ser equivalentes. Mientras para Brady "nuevas experiencias" supone "comportarse de forma diferente, intentar nuevas respuestas a viejas situaciones", para Dewald son "un retorno en la relación paciente-analista, a conflictos y sentimientos previamente experimentados". Vemos cómo la interpretación de "nuevas experiencias", pese a la eliminación de los términos propios de cada teoría, está basada en una traducción a otros signos, más coloquiales, pero cuyo significado resulta equivalente en el interior de cada subcódigo. Así, para Dewald, la significación está indisolublemente unida al concepto dinámico de transferencia, aunque el término haya sido eliminado de la frase.

Si algo puede decirse de estas respuestas es que expresan, de manera diferente, una equivalencia de significado en el interior de cada subcódigo, pero de ninguna manera las distintas respuestas de cada uno de los diferentes terapeutas son diferentes entre sí.

Tal vez lo que se ha perdido de vista en el estudio es que toda experiencia terapéutica, aun aquellos que incluyen técnicas no verbales, constituye una experiencia lingüística singular entre un sujeto y otro sujeto, el terapeuta.

Naturalmente, quedan múltiples cuestiones a desarrollar, como por ejemplo: ¿qué constituye esta singularidad?, o bien ¿en qué se diferencia esta experiencia lingüística de las demás?; o incluso, ¿podrían explicarse a partir de esta singularidad ciertos efectos terapéuticos? De todos modos cabe pensar que estas preguntas, como muchas otras, ya incluyen os respuestas posibles al ser analistas quienes las proponen, puesto que toda pregunto se formula siempre en el interior de un código.

Tal vez por lo anterior habría que recuperar la conclusión de Haaga, en el sentido que es más fructífero desarrollar y profundizar la investigación en cada escuela terapéutica, que insistir en una búsqueda de pretendidos elementos terapéuticos comunes que puede conducir a generalizaciones dudosas, y que acaba dejando de lado el papel relevante de la relación en la experiencia terapéutica.