SOBRE LA PRACTICA

 

La potencia reveladora de lo grupal


The group psychology and its revelating power

 

Antonio GARCIA DE LA HOZ (*)

 


RESUMEN

ABSTRACT

PALABRAS CLAVE

KEY WORDS

REFERENCIAS


RESUMEN

Informe clínico de una sesión terapéutica grupal, que muestra cómo el grupo puede intensificar el valor de revelación de la palabra. Se trata de un grupo terapéutico conducido bajo los parámetros del psicoanálisis, con una frecuencia semanal y con una duración de hora y media por sesión, llevado a cabo en el ámbito privado.

ABSTRACT

This article is a clinical report of a group therapy session, it shows how the group intensifies the revelating value of the word. This is a psychoanalytical group, with a weekly frequency and a duration of one and a half hours. The group is performed in a private setting.

PALABRAS CLAVE

Grupo. Psicoanálisis. Informe clínico. Palabra-revelación.

KEY WORDS

Group. Psychoanalysis. Clinic report. Revelation word.


(*) Psicoanálisis. Psicoterapeuta. Grupo Quipú de Psicoterapia. C/. Príncipe de Vergara, 35, bajo derecho. 28043 Madrid


La descripción del acontecer de un grupo terapéutico, sea del tipo que sea, me ha parecido siempre una de las tareas más arduas del quehacer de la coordinación grupa. Cómo "cura" el grupo, si se puede llamar asi, se convierte en algo tan complejo, que sólo podría ser expuesto mediante el riguroso registro de una red de variables difíciles de contemplar, tales como la historia del sujeto, la historia social o microsocial la historia grupal Las "tres historias" implica as en los grupos. El gran esfuerzo y el coste de semejante tarea (además de la incertidumbre sobre su validez), desanimo a casi la totalidad de los grupistas que, por su parte, han llegado a soluciones más prácticas y objetivos, como, por ejemplo, los grupos fin de semana, los Training-group, grupos de sensibilización, etcétera, es decir, agrupaciones cuyo continuidad es muy dudosa por no decir nula y cuyos efectos terapéuticos son, cuando menos, cuestionables e inoperantes y, cuando más, lesivos. Pero tienen a favor el factor de un registro del acontecer grupal bastante exhaustivo. Y como al acabar el grupo se acaba la historia, pues... aquí paz y después gloria.

He manifestado ya en otros lugares (García de la Hoz, 1979; Caparrós y García de la Hoz, 1985) que, en el fondo, el problema radica en la ausencia de un concepto de grupo totalizante. Ausencia necesaria desde las perspectivas prácticas singulares en las que nos movemos la mayoría. Si el grupo fuera a convertirse en un objeto de estudio formalizado, solo podría ser a partir de un enfoque que abarcase a todos los grupos posibles, y dicho enfoque sería necesariamente filosófico, pues la Filosofía es el saber que abarca o debería abarcar todo lo real. Sartre (1960), en su Crítico a la Razón Dialéctica, inició el camino, pero no ha tenido continuadores en la perspectivo grupal.

En uno de los trabajos mencionados (Caparrós y García de la Hoz, 1985), afirmaba lo siguiente (y sirva de introducción para la exposición del material clínico que seguirá a continuación):

"Sin embargo, existe a lo que podríamos denominar pulsión grupal en cada uno de nosotros, algo de lo que constantemente tenemos corroboración clínica, algo especifico, deseo de grupalización que alcanza aún al más individualista de los sujetos y que puede transcurrir sin satisfacerse durante todo una trayectoria vital. En las sesiones de grupo percibimos esto e incluye tanto a los integrantes como a los terapeutas. Es frecuente la emergencia de ciertos clímax en los que se percibe con la precisa claridad de un recuerdo encubridor (Deckerinnerung) la pulsión grupal antes mencionada. Clímax en los que todos nos encontramos inmersos e implicados. En nuestra opinión, la tarea del grupo terapéutico es ésta: lograr estos momentos grupales, lo que no es siempre posible. Son difíciles de describir y, por lo tanto, de definir, y quizá eso mismo, como apuntábamos, sea lo que les permite permanecer en ese rincón privilegiado de lo verdadero, a expensas de los embates de la Ciencia, que no por ello ha de desistir en su empeño, en su labor reductora."

Sobre esa PULSION GRUPAL, que se podría definir como anhelo de grupalización y/o grupalizarse, volví a insistir en otra ocasión (García de la Hoz, 1988), manifestando entonces que era el acompañante obligado del deseo de metapsicologizar sobre el grupo, y que todo "experto en grupos" debería poseer la dosis justa de los dos factores. En el pequeño grupo terapéutico vemos una forma privilegiada de ponerlos en juego a ambos.

Sin más preámbulos, vayamos al material clínico, aún a sabiendas de que al transcribirlo se va a producir una considerable pérdida de sentido, que pasará a constituir lo que bautizamos como "acervo reprimido grupal".

Grupo de seis integrantes (5 hombres y 1 mujer, más o menos neuróticos), con dos terapeutas ( hombre y mujer, más o menos normales, lo que viene a ser casi lo mismo), con varios meses de funcionamiento, en una sesión en la que se ausentaron dos miembros ( Hombre y mujer) y uno de los terapeutas (Hombre). la composición quedó así sesgada. El grupo se inclinó enseguida hacia una reunión de mujeres conversando sobre las vocaciones pasadas. La charla es amena, jovial, sin aparentes cortes ni inhibiciones, como si yo fuera "una de nosotras", lo que manifestó literalmente la integrante más joven. Podía tratarse de un movimiento grupal defensivo, negador de los ausentes, con un toque de feminización que incluía al terapeuta, a mí mismo, único varón presente en esa sesión.

En este clima, P. relato una experiencia estival en una playa nudista de Ibiza e indica su sorpresa porque era la primera vez que se encontraba en una playa de ese tipo y no se sintió mal. "Curiosamente, añadió, al volver al día siguiente «sentí» angustia". No alcanzaba a explicárselo, "debió ser al revés". En su mentalidad, el orden inverso se fundaba en que primero habría tenido que sentir angustia e inhibición y luego, por efecto del aprendizaje, estar más tranquila y relajada. En este momento todo el grupo participaba de la lógica argumentación de P. "Claro -dijo G.-, pues ya sabias dónde ibas la segunda vez, qué raro". Nuestra bañista no entendía y el resto tampoco. De pronto, dentro del clima banal, cercano a la tertulia de amigas, añadió algo que fue escuchado por mí como una pista, como un rastro a seguir, olía el "tufillo" de la represión:

P.- "Yo estaba angustiada (el segundo día) y, sin embargo, algunos estaban allí, a sus anchas y largas". Era una frase hecha, lexicalizada, pero ya sabemos por Freud que estos giros populares suelen ir cargados de significado en ciertos contextos y este caso no era una excepción.

Terapeuta.- "¿A sus anchas y largas?" - repetí.

Paciente.- "Sí."

T.- "Entonces, ¿a sus anchas... y largas ... ?" -volví a decir ahora más pausadamente, marcando las escansiones y con cierta ironía. Se produjo un estallido de risas general, salvo en P., que se quedó con cierto estupor.

El efecto de mi intervención significante, sobre el discurso, fue de revelación, creo que es esta la palabra justa. Los risas del resto de las integrantes señalaban claramente que habían comprendido. El estupor de P., también.

Lacan (1953-54) ha expuesto a la perfección la función reveladora de la palabra en psicoanálisis. Ella tiene una faceta mediadora entre los sujetos, "pero existe otra faceta de la palabra que es revelación", y que se opone a expresión. "Todo la obra de Freud se despliega en el sentido de la revelación, no en el de expresión. La revelación es el resorte último de lo que buscamos en la experiencia analítica." Precisamente, la resistencia se produce cuando la palabra-revelación no se dice, no accede al sujeto, y simplemente se queda en su función de mediación.

Como se comprobará, esta palabra-revelación, en el ámbito grupal, cobra una fuerza arrolladora y desencadena en cascada un torrente de asociaciones en todos los integrantes.

Pero antes de continuar con la exposición de lo que ocurrió, podemos todavía dar la palabra a un filósofo nuestro (Trías, 1979), que nos dice cosas muy sugestivas:

"¿Qué es lo que de verdad conocemos? ¿Cómo y bajo qué condiciones podemos decir que conocemos algo? ¿Cuándo y bajo qué condiciones puede afirmarse que aumenta nuestra potencia de conocer?" (bastardilla del autor). Son preguntas muy pertinentes para nuestra función analítica. Responde él mismo, afirmando que ese conocimiento "siempre es un suceso singular, eso que el castellano llamo ocurrencia" (las Einfallen freudianas, añadiría yo)..., que posee la característica de desencadenar "un proceso singular''. "Es, pues, el lugar en el cual se alumbra el conocimiento, ya que entonces, y sólo entonces (y este punto es importante) puede haber en verdad conocimiento, o lo que es lo mismo, revelación de lo exterior a uno."

Como se ve, por estas referencias, tanto Lacan como Trías están en la tradición freudiana inaugurada con Construcciones en Psicoanálisis (1937), donde se exponía lo fundamental de la práctica analítica, que no es el buscar la aceptación ni el rechazo (interpretado como resistencia) del paciente a nuestras intervenciones, sino que éstas sirvan para relanzar el proceso asociativo supuestamente detenido. En otros términos, intentar que la palabra que fluye encuentre su faceta reveladora.

El discurso de P. se había convertido en vehículo de lo inconsciente, enganchando a la vez su propia historia latente con la situación inicial del grupo en la sesión, revelando el clima de la misma. En efecto, mi intervención repetido adquirió un valor interpretativo que el grupo de mujeres comprendió: las anchos... y largas... fue como una charada en cuyos huecos vacíos había que interpolar unas imágenes. Nuestra sujeto los rellenó (coderas y vergas, aunque este último vocablo sea un eufemismo del que en realidad verbalizó, fácilmente hallable por cualquiera). Pero cada cual, incluido yo mismo, pudo percibir algo más pleno y más verdadero: cómo el discurso se hacia cargo de la representación reprimida y cómo a la vez ello era posible en el aquí-ahora transferencial pues ellas, al comienzo de la sesión, también estaban "o sus anchas y largas", como en una amigable charleta de amigas. Hubo, pues, un relajamiento de la censura grupal y la consiguiente huida al exterior de lo reprimido.

De esta forma se pudo ver el deseo oculto que provocó la angustia en el segundo día de playa, angustia precisamente derivada de la inhibición de dicho deseo. En el grupo aconteció entonces lo que se podría denominar EFECTO DE VERDAD AMPLIADO, efecto específicamente grupal, sin analogía posible con la situación diádica y de gran potencia emocional y evocadora. El torrente de asociaciones fue tumultuoso, cada cual recordó o fantaseó acontecimientos singulares en relación con el tema. Nuestra sujeto suprimió su pulsión escópica, que fue precisamente la que denunciaban sus palabras. Todos vimos "las anchas" y "las largas". La escena primaria infantil, la investigación anatómica de los niños y niños en el descubrimiento de la diferencia sexual, todo eso ocupaba el pozo de lo reprimido en P., por lo que tuvo que ejecutar una supresión (Unterdrückung) sobre aquello que podía poner en peligro su estabilidad psíquica: su Voyeurismo. De esta forma estuvo atenazada ese segundo día, pues, ya francamente, nos confesó que se mantuvo en tendido prono todo el resto de la jornada. Aquí nos imaginamos el bronceado de su espalda todos nos reímos con ella.

El primer día tuvo el efecto de un shock traumático (miró si ver) ante lo que no estaba preparada. Luego, en el interín de los dos días, efectuó una pequeña elaboración semiconsciente (Verarbeitung) que se fue imponiendo paulatinamente, de manera tal, que el segundo día, cuando ya podía mirar, ver, ser mirada y vista, lo que desarrolló fue la conocida angustia preparatoria que la inhibió y coartó el cumplimiento del deseo inconsciente escópico.

El grupo en todo momento se movió como una orquesta, con la perfección de un metrónomo. Hay veces que se alcanzan estos momentos en las sesiones de grupos. Surgen, aparecen. Mi experiencia me indica que es vano intentarlo voluntaristamente. Lo que Moreno llamó "Warming up "me parece importante para lograrlos. Pero ha de ser un "warming" especial y variado, no mecánico y predeterminado. La constitución de este "buen warming", de una "buena madre" grupal, como en las botas de vino, es una de las claves del trabajo con grupos. El papel de Conductor o canalizador ha de ser una función esencial de los terapeutas de grupos en estos primeros momentos.

Después de pasado ese momento de "verdad grupal", nuestra sesión caminó hacia su fin, y el inconsciente de nuestra sujeto aún seguía insistiendo:

P.- "Os recomiendo Ibiza, es muy bonita. Había allí muchas cosas que ver"

T.- "Muchas cosas que ver, ¿eh?" - Ahora también se río P. con todo el grupo.

Sesión a la vez divertida y profunda. Abandonamos la sala con la impresión de algo más que la misión cumplida. La potencia reveladora de lo grupal se me hizo evidente por sí misma.

REFERENCIAS