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LIBROS, REVISTAS Y OTRAS NOVEDADES

 



SILVIA TUBERT

(autor):

Mujeres sin sombra

Editorial: Siglo Veintiuno. Madrid, 1991


Un tercio de las demandas médicas por infertilidad no tienen ninguna causa orgánica que justifique dicha esterilidad. Entonces, ¿por qué a estas mujeres se les aplica distintos programas de nuevas tecnologías reproductivas (NTR)? ¿Cómo entender que ellos los acepten a pesar del sufrimiento y riesgo físico inherente cuando el porcentaje de éxito no llego al 10% en muchos de estas técnicas? ¿Quieren estas mujeres el niño a cualquier precio? ¿El vacío legal y la ausencia de reglamentación y límites a sus avances impredecibles futuros son indicadores de un discurso impregnado de ideología y de un saber-poder médico, omnipotente, sustentador del orden político establecido?

Silvia Tubert intento responder a éstas y otras muchas preguntas en "Mujeres sin sombra", título metafórico que da nombre a su libro.

En un tono reflexivo y crítico revisa los distintos discursos -desde el médico al subjetivo propio de cada mujer, pasando por el religioso y social- que, siguiendo su evolución histórica, conforman un collage en torno a la feminidad, y cuya articulación conduce a una aproximación comprensiva -desde este complejo fenómeno humano.

La autora introduce una distinción entre mujer real (individuo con un cuerpo anatómicamente femenino) y mujer como significante cuyo valor está en función de la oposición a otros significantes, remitiéndonos a la diferencia de los sexos y a los símbolos e imágenes culturales de la feminidad, inevitablemente atravesados por las ideologías dominantes, relaciones, luchas de poder y con sus variaciones a través del tiempo.

De la propuesta en la que la diferencia de los sexos es el nódulo estructural elemental a partir del cual se constituye toda organización social, se pasa a la de una desigualdad cultural en equiparación, legitimando la dominación de un sexo por el otro. Una amplia revisión de los mitos, religiones y datos aportados por la antropología son el apoyo a estas tesis y a una constante universal: el misterio, temor y angustia que suscita la capacidad de procreación y sexualidad femenina. Su inmediata consecuencia ha sido la reglamentación del deseo de la mujer, su construcción sexual y control por parte de la clase masculina.

Uno de los medios más efectivos de ejercer este control ha sido la reducción de la feminidad a maternidad y la identificación de ésta con una función que culturalmente se construye como instintivo y natural. Del hecho de que la mujer pueda ser madre, se deduce que debe serlo y que no debe ser más que madre como fuente necesaria y suficiente de respeto y valorización, cohesionando a todas las mujeres a través de su función maternal como única misión en la vida. Ello supone la normalización de una sexualidad que se percibe como peligrosa, descontrolada, y su sometimiento a la potestad patriarcal.

La mujer infecunda, por tanto, es representado como la negación de la vitalidad y la naturaleza o como la desgracia, muerte y maldición divina Pero no es un mero fallo de la naturaleza, sino de alguien que no quiere o no puede normalizar su deseo de acuerdo con el ideal cultural. Atentando contra el orden establecido, cuestionando la veracidad de las representaciones que sobre la feminidad imperan en la cultura; si no se es guardiana se es transgresora, loca o bruja.

Estos criterios establecidos por la ideología social son asumidos, en la actualidad, por la ciencia y la tecnología. El saber-poder médico se ha ido apropiando de cada nuevo derecho obtenido por la mujer en el terreno sexual y reproductivo, como ocurre en el caso de las NTR. Todo alteridad que pone en cuestión la normalidad se cataloga como enfermedad, espacializando el mal y las causas de esterilidad en el cuerpo sólido y visible, más concretamente, en el aparato reproductor de la mujer.

Dicha materialidad conlleva la aniquilación de la subjetividad femenina, de sus determinaciones biográficas, estructurales, su deseo y goce. Esto ocurre también cuando es una mujer la que desempeña el rol de médico, puesto que en este caso es portadora de un discurso que la transciende.

Vivimos en una sociedad analgésica, con individuos incapaces de enfrentarse a experiencias esenciales como el dolor, la enfermedad y la muerte, al obturar la búsqueda de sentido en aquello que se experimenta como malestar. Paradójicamente, se constata un aumento de la demanda de estimulaciones dolorosas para sentir una vivencia de sí mismo.

No sólo hay que pensar en las mujeres como víctimas pasivas de una violencia sólo exterior, sino que tal violencia se articula con la propia estructura femenina como sujeto del inconsciente. Desde la escucha psicoanalítica, la formulación explícita de la demanda nos remite a un más allá, a un deseo inconsciente que puede salir a la luz en los fallos, fracturas y contradicciones de la palabra. El sufrimiento que acompaña al síntoma responde a que el paciente no puede decir lo que tiene que decir, no puede formular su deseo inconsciente por su naturaleza conflictiva, si no es de una manera distorsionado. Que el lenguaje establece la diferencia entre lo orgánico y lo subjetivo supone definir al sujeto por su representación en un sistema simbólico, donde él mismo puede estar significado, con lo que la clave habrá que buscarla en el discurso del propio paciente.

El hecho de que muchas veces la demanda insista de una manera incoercible ante la imposibilidad de tener un hijo nos hace pensar que el deseo es deseo de otra cosa. Buscan a través de la repetición de los intentos de embarazo con sus consiguientes fracasos, el sentido de algo imposible de entender, obsesionadas por localizar en le cuerpo lo real de esa imposibilidad: encontrar algo donde no hay más que vacío. Encerradas en un callejón sin salida, no pueden responder al ideal maternal, pero tampoco hallan un lugar como sujeto, fuera de él, debido a la carencia de otra metáfora que permita nombrar al individuo como mujer y también debido al hecho de que su reconocimiento se sitúe en el funcionamiento de su cuerpo, asimilando su ser a su corporeidad. La disyuntiva es ser madre o no ser, el vacío.

Esta situación las conduce a un retorno de las identificaciones primarias narcisistas madre-hija. Este yo ideal ofrece una maternidad totalizadora y unificadora como relevo: la imagen del hijo compensa la fragmentación del cuerpo producida por la medicalización y la pérdida de subjetividad, a la vez que se instrumentaliza como medio para recuperar la unidad imaginaria formada con la madre, renegando de la escisión (la castración simbólica), de su falta en tanto sujeto deseante y fundiéndose a un Otro, cuyo deseo es absoluto, con el que cada sujeto se identifica plenamente (deseo de ser).

Esta promesa, de plenitud y felicidad, es el señuelo que encadeno a la mujer en la representación que el orden cultural le propone como natural, acorde con su propio ser y le ahorra toda búsqueda, liquidando imaginariamente la ambigüedad de la pulsión sexual y del deseo, aliviando la angustia ante la multiplicidad de posibilidades que remite a cada uno a las incertidumbres de su propio deseo y al carácter incierto de su propia identidad. La demanda de hijo al médico puede encubrir, al tiempo que revela, el interrogante propio de la histeria. ¿Quién soy? ¿Soy hombre o mujer?

La experiencia clínica de la autora en el tratamiento de una amplia muestra de estas mujeres nos aproxima a posibles causas de imposibilidad en la concepción: el mantenimiento de una condición deseante es la única manera en que pueden conservar su estatuto simbólico, no reducirse a un mero organismo, tener un valor significante para el otro que les permita el mantenimiento de su estructura subjetiva, evitando de este modo la desintegración psicótica. El temor a engendrar un hijo monstruoso y el exceso de significación de la esterilidad también juega un papel importante. La dificultad para identificarse con su propia madre, en quien ha quedado fijada cierta agresividad, durante el desarrollo psicosexual, completaría este cuadro.

En algunos casos la concepción se ha producido tras un sueño, haciéndonos pensar que en el ser humano es la maternidad simbólica -como mediación- lo que permite la corporización del deseo de hijo, al que se concibe cuando en el seno del discurso de los padres se habla de él, se le abre un espacio, se le destina un sitio, se le imagina como posible. En estas mujeres la duplicación narcisista reemplaza a la diferencia de los sexos; donde no hay tercero no hay función simbólica, no hay alteridad.

El hecho de que el deseo de hijo se articule con el deseo sexual de los dos miembros de la pareja nos conduce a un terreno mucho menos investigado: la posibilidad de que los hombres controlen tanto el aspecto material como simbólico de la reproducción, identificando función simbólica de filiación con función paterna, provoca la expulsión del principio femenino fuera de lo simbólico. Los hombres se reaseguran interpretando la diferencia sexual de la mujer como inferioridad, insistiendo en su fragilidad y alimentando los sentimientos de pasividad y fatalismo. Sin embargo, los hijos aparecen también como una extensión de la existencia corpórea del padre y no sólo como herederos de su genealogía.

Silvia Tubert observa en muchos maridos de estas mujeres una falta de exigencia que se corresponde con la esperanza de localizar el problema en la mujer. Es más fácil renunciar al hijo que correr el riesgo de que la exigencia revierta sobre sí mismo y cuestione la ecuación fecundidad = "potencia sexual", lo que produciría angustia y depresión. La negativa del hombre a ser padre puede corresponder al rechazo a identificarse con el lugar simbólico -el padre muerto- que lo aniquila como sujeto y ser viviente. La función paternal es la de significar la existencia de un orden más amplio, lo que representa el peligro de que dicha función sea desempeñada por otros agentes. La dificultad para soportar este peso simbólico lleva a buscar al médico como personaje que se haga cargo del nombre-del-padre.

El continuo avance sin límites de las NTR, y su aceptación sin discusión, pone de manifiesto una actitud religiosa de idolatría y fe ciega en la razón, alimentando la ilusión de que la ciencia podrá satisfacer todos los deseos que nuestro cuerpo nos impide realizar, como sucede en el caso de la esterilidad o la transexualidad. La omnipotencia médica no sólo lucha contra la muerte, sino también contra la naturaleza, contra una realidad monosexuado que nadie ha elegido... El fantasma de la confusión de sexos tomaría existencia real en una sociedad que caminaría hacia la psicosis.

La sugerencia de revisión de términos como "falo" o "metáfora paterna'', por haber sido elaborados en torno a la primacía del varón, cuestionan la neutralidad ideológica en la construcción teórica psicoanalítica. Las últimas investigaciones procedentes de la embriología demuestran que el sexo de base es el femenino, puesto que sólo si en la quinta semana de gestación el feto recibe un aporte suplementario de andrógenos cursaría como varón. Así, de entender, según la teoría clásica, al clítoris como pene atrofiado, pasaríamos a considerar al pene como un clítoris hipertrofiado, con la consiguiente transformación que ello puede provocar en la discusión psicoanalítica.

Entre las contribuciones más importantes, conviene destacar que esta obra permite nuevas reflexiones sobre el binomio mujer esterilidad, y en un campo tan poco explorado como es el papel del hombre ante la infecundidad, así como invitar a la discusión sobre la posibilidad de un compromiso más activo del psicoanálisis en nuestra sociedad, sin caer en la manipulación ideológica y política.

Quizá en la lectura se echa de menos la mención a corrientes de pensamiento críticas con respecto al papel de la ciencia en la sociedad, que apoyarían la línea desarrollada en este libro: autores influyentes como Karl Popper, Helmut Spinner y especialmente, el trasfondo filosófico de la obra, implícitamente, recuerda la tesis del anarquismo epistemológico defendida por Feyerabend en "El mito de la ciencia y su papel en la sociedad": La ciencia es nuestra criatura, no nuestro soberano; ergo debería ser la esclava de nuestros caprichos y no el tirano de nuestros deseos".

Los modelos de feminidad están cambiando rápidamente en la sociedad contemporánea, por lo que el problema entre identidad femenina y sexualidad, lejos de quedar resuelto, parece conceder una importancia cada vez mayor a las implicaciones que el concepto de género pueda aportar y que servirían de complemento a las tesis defendidas en este ensayo.

Después de todo, queda una pregunta en el aire que hoy en día sólo se ha podido contestar parcialmente. ¿Por qué la sexualidad provoca angustia?

 

Juan Luis ESTEBAN PAREDES

 

 


 

NICOLAS CAPARROS

(autor):

Psicopatología analítico vincular

Tomo 1. Quipú Ediciones. Madrid, 1992

Después de once años de su anterior libro -La Construcción de la Personalidad. Las Psicopatías (Ed. Fundamentos, 1981)- Nicolás Caparrós Sánchez nos ofrece la continuación de su indagación psicopatológica, mostrando una evolución mediada tanto por el tiempo como por la experiencia clínica y docente, Este primer tomo, que ahora aparece, contiene los fundamentos teóricos generales de una psicopatología en muchos sentidos original, aún reconociendo sus deudas con concepciones anteriores. Entre estas últimas podemos citar, especialmente, a la psicopatología clásica alemana, al psicoanálisis freudiano y a las diferentes aportaciones a la teoría de las relaciones objetales: M. Klein, Fairnbairn, Kohut, Kernberg, etc.

La perspectiva en la que se sitúa Caparrós permite la superación del biologismo freudiano sin apartarse -como ha ocurrido con muchos otros intentos- del psicoanálisis. Para ello recurre a conceptos interaccionales, como vinculo y vínculo fundante, que explican el origen de la personalidad individual desde un plano exclusivamente psicológico o, mejor dicho, sociológico-familiar. Como comentaba ya en su trabajo del 81: "El vínculo compromete por igual al sujeto que va siendo y al objeto que progresivamente discurre entre lo real, lo imaginario y el espacio simbólico".

La crítica al biologismo freudiano, como no podía ser de otra forma, pasa por la revisión del concepto de narcisismo. El ser humano no es primero un organismo independiente que entra, de forma progresiva, en sociedad, sino que ya es sociedad en su origen, con la madre, en la posición aglutinado, si entendemos -y esta es nuestra interpretación y no obligatoriamente la de Caparrós- que la simbiosis madre-niño es lo primario psicológico: "En rigor, -dice el autor- si admitimos la posición aglutinada, no se puede postular una relación de objeto primaria de carácter narcisístico, sino una simbiosis inicial cuya ruptura permite hablar de narcisismo. Tendremos que volver a repetir que la ausencia, y la articulación presencia-ausencia, son los que conciben al sujeto, no una pretendida plenitud-primitiva" (p. 167, subrayado original).

Los vínculos fundantes, experiencias formadoras del psiquismo, sientan las bases de los núcleos de la personalidad: esquizoide, confusional y depresiva. Caparrós define el núcleo de forma tentativa como: "aquella estructura psíquica relativamente estable cuyos elementos fundantes son los sucesivos vínculos establecidos en el desarrollo preedípico. Estos vínculos adoptan en el llamado mundo interno una disposición derivada del uso preferencial de unos determinados mecanismos de defensa que operan como auténticos mecanismos estructurantes de la personalidad" (p. 104). La neurosis y la normalidad, añade, en cuanto estructuraciones de la personalidad, deben de ser abordadas en sus orígenes preedípicos.

La teoría de los núcleos, que es explicada en profundidad, tiene su antecedente en los núcleos y las posiciones del desarrollo (esquizo-poranoide y depresivo) de M. Klein, pero con importantes modificaciones. La más obvia es la inclusión de una estructura intermedia: el núcleo o la posición confusional. Esta inclusión se justifica por argumentos de tipo evolutivo, como es la formación y organización de los mecanismos de defensa, y de tipo psicopatológico. la conocida división kraepeliniana entre , psicosis afectivas y demencia precoz (esquizofrenia) fue completada en los años cincuenta por las llamadas "psicosis mixtas", que comparten rasgos de ambas formaciones. Caparrós habla del núcleo confuso de la personalidad como la oscilación entre la omnipotencia esquizoide y la autodevaluación depresiva y cuyo mecanismo más acabado es la sucesión fobia-contrafobia, observable en la personalidad fóbica (en ciertos sentidos equivalente a la evitativa de la DSM-III-R) pero también en otros cuadros, como la personalidad explosivo-bloqueada, que comparte muchas características con la descripción clásica del carácter epileptoide (ixotímico).

Pero, aparte de estas propuestas, descritas de forma un tanto esquemática en nuestro párrafo anterior, esta obra se halla salpicada de ideas perspicaces. Destacaremos en especial la redefinición de la teoría del trauma, como suceso o conjunto articulado de sucesos angustiosos a los que el niño se ve limitado a responder, donde descubrimos cierta reminiscencia de la teoría del doble vínculo (Bateson, Jackson, etc.). Otra elaboración teórica interesante, aunque aparezca sólo apuntada, es la interpretación en clave psicopatológica de los mecanismos piagetianos de asimilación y acomodación.

El libro de Nicolás Caparrós es, indudablemente, mucho más. Constituye un marco de referencia, vale decir, un esquema conceptual, referencial y operativo (ECRO), útil en el psicodiagnóstico de cara a la psicoterapia de individuos y grupos. Tal vez su presentación física, por señalar algún defecto, peque en exceso de artesanal y contenga, por ello, una cantidad algo incómodo de erratas. Pero también se agradece una incursión fuera de los trillados caminos editoriales en los que, por otra parte, tal vez tuviera difícil cabida. Obras de esta envergadura, en cuanto a profundidad, no a espesor, son poco habituales en estos pagos y merecen, por tanto, la atención de los profesionales de la salud mental.

 

Carlos RODRIGUEZ SUTIL

 


 

Jornada sobre "Sublimación y Creación"

El pasado 8 de febrero y promovido por Trazo Psicoanalítico se realizó en el Centro Cultural Galileo de Madrid, una jornada de trabajo sobre el tema "Sublimación y Creación". La modalidad de trabajo elegida fue la de debate a partir de cuatro exposiciones que reseñamos a continuación.

En la primera intervención, Cristina Fontana, miembro de Trazo Psicoanalítico, a partir de la definición que hace Lacan en el Seminario de la Etica del concepto de Sublimación como "lo que eleva el objeto de la dignidad de la Cosa" , realizó un recorrido por Freud mostrando cómo aborda la Sublimación "destino obligado de la pulsión, destino desexualizado", desde el punto de vista de la pulsión, que sufriría un cambio en su meta para lograr una satisfacción directa, diferente a la que está en juego en el síntoma, vía represión -retorno de lo reprimido; para articularlo siguiendo a Lacan con la noción de relación objeto (objeto estructurado por la relación e relación narcisista), y desembocar en el concepto de la Cosa, que para Freud en el "Proyecto..." seria 1a porción no asimilable del objeto". Interior excluido, la Cosa se situaría en el corazón de la economía libidinal. "Es lo de la vida que puede preferir la muerte", planteando que en el centro del principio del placer estaría el más allá del principio del placer.

En el campo de Das Ding (la Cosa) así definido, debe situarse, según Lacan, lo que Freud llamó el objeto perdido, objeto mítico, primordial, objeto reencontrado del que sólo reencontraríamos sus marcos significantes. Para Lacan, la Cosa es "aquello de lo Real que padece del significante", campo inaccesible en el origen de la cadena significante y que sólo puede ser representado por otra cosa en los reencuentros con el objeto.

¿Cómo podría el hombre ponerse en relación con un objeto que represente la Cosa? Plantea aquí Lacan el tema de la creación: "el vaso como significante modelado es en sí mismo la creación ex-nihilo y da cuenta de la situación exacta de la Cosa como tal, donde se sitúa el problema de la Sublimación". Todo arte se caracteriza por un cierto modo de organización alrededor de ese vacío. Si las obras de arte imitan a los objetos que representan, su fin no es el de representarlos. Aquí el objeto está instaurado en una cierta relación a la Cosa que consiste en contornearla, presentificarla y ausentificarla. Para abordar la relación del arte con la Sublimación, Cristina Fontana expuso a continuación el ejemplo del amor cortés, que Lacan propone como paradigma de Sublimación.

Michel Fennetaux, de la Convention Psychanalytique, abordó a continuación el temo "Bram van Velde, pintor de la falta de sí"

Partiendo de lo que la crítica escribió sobre este pintor: la intuición de un lazo profundo y determinante entre un "mal-en-ser" propio a Bram y su arte de pintura, de donde proviene la dificultad para clasificar esta pintura, su cariz tan personal, y el trastorno profundo que ocasiona a quien la sigue", se pregunto a continuación: "¿Qué es ese mal-en-ser? Para Samuel Beckett él era el pintor de "la cosa en suspenso" pero ¿no se podría pensar que es en primer lugar su propio ser lo que se le escapa? La cuestión que Bram van Veide pondría sin cesar sobre el lienzo buscando el núcleo de la representación de la coseidad sería a fin de cuentos la cuestión absolutamente radical, pero para él totalmente inaccesible: ¿soy algo (alguna cosa) en vez de nada? y su corolario: si soy alguna cosa, ¿qué soy?".

Ante estas cuestiones disponemos de un documento excepcional, los "Encuentros con Bram van Velde por Charles Juliet" y es a través de este testimonio que Michel Fennetaux nos propone "escuchar las palabras que constituyen el texto de los Encuentros".

Seguramente la separación que instituye entre el y su "pintar" la relación de palabra que estableció con Charles Juliet es secundaria en relación a la separación primera que instituye precisamente la tentativa de Bram Van Velde de hacer llegar hasta nosotros, en su espacio pictórico propio, la experiencia de despedazamiento, de la casi inexistencia, del vacío, de la falta de sí".

Llama la atención Fennetaux sobre el hecho de que la mayoría de las obras del pintor no lleven titulo, y sobre todo que el propio pintor acabó por no firmar sus obras con motivo de que no se puede poner un nombre a lo que sobrepasa al individuo". A partir de la guerra, aparece un monograma en que quedan reabsorbidos el nombre y el apellido: AvV monograma que a veces colocó en el lugar habitualmente reservado para la firma, pero que otras presentó en zonas más centrales, hasta que "cesa de firmar y su verdadera firma surge en el cuadro mismo, el cuadro es su firma". "Firma, autor y cuadro son una única y mismo cosa, deduzco que un cuadro de Bram van Velde es el cuerpo mismo de Bram van Velde y que ese cuerpo hace las veces de nombre". "Vemos reaparecer su firma con todas sus letras en ciertas obras del final de su vida y yo lo adjudico al trabajo psíquico que resultó de los 12 años de su vida en que hizo que Charles Juliet su interlocutor privilegiado ( ... ) esbozo de un proceso de reconstitución subjetiva". "¿Cuál es la sustancia pictórica de Bram van Velde? No es de ninguna manera una representación de su espacio subjetivo, es decir, una representación imaginaria, tampoco es su metaforización ya que esto implicaría la pertenencia de sus signos al reino de las, mediaciones simbólicas del cual está en lo esencial excluido. Diría de buena gana que su espacio pictórico es un trozo de Real." "No obstante por el hecho de que él se haya considerado pintor y que en concepto de esto su producción se haya constituido en obra, se operó una metonimización de ese Real, simbolización pues, pero simbolización en impasse." "Colocar su pintura del lado del síntoma (symptome) es omitir su función fundamental que es, contra todo lo esperable, la de asegurar una cohesión a lo que no son más que trozos de sujeto, haciendo fracasar el proceso disociativo gracias a la identificación del "sujeto- con su disociación, y gracias a mostrarla.

La intervención de George-Henri Melenotte, miembro de I'Ecole lacanienne de Psychanalyse llevaba como título "El mito sublime", a partir del texto de Freud "Tótem y Tabú". Comenzó su exposición con la insistencia de Lacan en 1978 en un retorno a la textualidad de Freud, importante en el momento actual por el olvido a que es sometido Freud por toda una parte del movimiento Lacaniano. Lacan se afirmaba freudiano. La textualidad de Freud nos sitúa por un lado frente al debate con los adversarios del psicoanálisis y por otro ante el compromiso subjetivo de Freud en su propia elaboración teórica, que ha comprometido su escritura. lo que se ponía en juego en los debates no era algo puramente doctrinal sino que a todos ellos se les jugaba subjetivamente siempre algo extremadamente importante. La exposición de Melenotte apunta al planteamiento de que Tótem y Tabú es el efecto de la discusión y el trabajo teórico entre Freud y Jung sobre el arcaico regresivo. Freud no se saca de la manga la teoría del padre de la horda primitiva, es una apuesta en el dolor, cuya apuesta era la libido sexual. Su trabajo sobre Schreber le da una base teórica así como su necesidad de una teoría psicoanalítica del padre. En el texto, Tótem y Tabú Freud produce el punto más vivo de su respuesta a Jung. La escritura del texto de Tótem y Tabú es la escritura de un mito sublime. Freud ha actuado la sublimación en Tótem y Tabú aunque en ese texto no haya escrito sobre la sublimación. El Ur-Vater ejerce una persecución sobre los hijos que impide la satisfacción de la pulsión. Esto es fundamental en relación a la sublimación, así como hay un punto crucial: la cuestión del lazo social.

En 1921, en el anexo de -Psicología de las Masas y Análisis del Yo" Freud escribe lo que habría actuado en Tótem Tabú: que los lazos sobre los que reposa a masa son de la naturaleza de la pulsión inhibido en cuanto a su fin. Otra observación esencial es el problema de la sucesión, central para entender que el hijo retrocede cuando se trata de tomar el lugar del padre, y no puede ser más que un sucesor, es decir, que los sucesores dibujan el lugar vacío del padre muerto.

A continuación se refiere Melenotte al punto central de su exposición: el sacrificio. El tratamiento de la sublimación por Freud pasa por el sacrificio pues en toda creación artística, para Freud, se produce una dimensión sacrificial de la ofrenda a Dios. Se refiere en Tótem y Tabú a una estética de la comida totémica que tiene que ver con la doble presencia del padre en la comida: como animal totémico que se come y como Dios a quien se dirige este sacrificio, y con los sentimientos ambivalentes de los hijos ante ella. En 1912 Freud dice que la parte de satisfacción de la pulsión a la cual se habría renunciado, inhibido, sublimada, era sacrificada a la divinidad. El bien común adquirido de esta manera se declara sagrado. Freud nos introduce en la relación de arte y lo sagrado y no está lejos de pensar que todo arte en tanto es producto de la sublimación es sagrado, es un don sacrificial que no necesita público, sólo a Dios.

Cerrando las intervenciones, Luis M.ª Esmerado, miembro de Invenció Psicoanalítico, expuso su trabajo "Poesía como lenguaje del deseo", refiriéndose a un texto en que Lacan plantea que en general el psicoanalista no es lo suficientemente poeta, es decir, que hay una apelación a la función poética. "El arte poético descubre relaciones "inesperados" (digamos secretas, incestuosas) entre palabras, en el hecho (el lecho) de la lengua. Alumbra criaturas de la prosodia que suspenden el sentido o que abren un sentido nuevo."

La sublimación es un acto de creación poética, acto que supone un sujeto habitado por un deseo, que en él se hace acto: sublimación. El poeta hace pasar los significantes con los que guarda una relación singular, significantes que están depositados en su lengua. El poeta tiene el mérito de tolerar que tales advenimientos de seres de lenguaje sean portadores de sin sentido inmediato.

La vida de cada sujeto es conducida por un ramillete de significantes, flores simbólicas en señal de amor y tragedia. Esta dimensión trágica es esencial. En el deseo está el núcleo de la tragedia, es artífice de la figura del destino, como tropo mayor de la retórica del inconsciente, al que cada uno está sujeto. Es dominio de la Etica del psicoanálisis llevar al sujeto al encuentro de su destino, de su cura.

El deseo en sus formas más depuradas se relaciona con la muerte, con lo que la filosofía con Sartre llamó "el ser para la muerte".

El sex-hablante tiene el recurso y el límite de la lengua. El poeta da a lo imposible cuerpo de letra sin atraparlo.

Se nos ofrece la consideración del arte, y del arte poético, como transformación de unas pulsiones siempre perversas y dislocadas. La pulsión de muerte es el elemento clave, es la pulsión por excelencia. Nos lleva a decir o hacer contra el bien, a transgredir los mandamientos, la ley del Otro, la ley de Dios. ¿Quiere el ser hablante su bien? Según Lacan no hay otro bien supremo que la Cosa inaccesible, y la función de la ética es organizar la inaccesibilidad de la Cosa, reglamentar la distancia del sujeto a la Cosa, distancia que es la condición de la palabra, distancia que el poeta en su intento de remontarse al origen intento fútilmente reducir.

Lo que se opone al deseo son los ideales del bien, el amor al prójimo, la piedad, los mandamientos.

La poesía reconduce al sujeto en su dimensión trágica. La poesía es un objeto elevado a una dignidad que tiene como efecto desalojar al ser hablante del circuito en el que busca su bienestar a espaldas de su deseo.

Tras las exposiciones se suscitó entre los asistentes, analistas provenientes de diferentes puntos de España y Francia, un interesante debate que tendió a articular los conceptos aparecidos en las intervenciones teóricas, con los que surgían de aquellos que abordaron el tema desde aspectos más concretos. Surgieron así varios ejes de investigación que, dada la complejidad del tema, dieron lugar a cuestiones abiertas que fueron propuestas como objeto de trabajo Para un próximo encuentro.

 

M.ª José DE LA VIÑA GUZMAN

Amelia ROJO CANTERO


 

La Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP) y la Asociación Europea para la Psicoterapia (EAP)

Según anunciábamos en el Editorial del Vol. 3, N.º 2 de esta misma revista, se han constituido en estos últimos meses dos Asociaciones relacionadas con la Psicoterapia y que presumiblemente, tendrán un importante papel en la regulación de la práctica psicoterapéutica, especialmente con vistas a la libre circulación de profesionales de la Comunidad Europea a partir de 1993.

El 5 de julio se fundó en Bruselas la Asociación Europea para la Psicoterapia (EAP) cuyos objetivos son la Ppomoción de la formación y la práctica de la psicoterapia a nivel europeo, potenciando el intercambio y contacto entre sus miembros. Serán miembros de la EAP las organizaciones que cumplan las normas de la EAP en cuanto a la formación específica en alguna de las corrientes principales de la Psicoterapia a saber:

- Psicoanálisis. - Psicoterapia psicoanalítica. - Terapia conductual. - Psicoterapia experiencial. - Terapia cognitiva. - Terapia sistémica.

En estrecha relación con esta iniciativa se ha constituido en España, el 25 de septiembre pasado, la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas. Esta Federación, promovida por el Colegio Oficial de Psicólogos, la Asociación Española de Neuropsiquiatría y la Sociedad Española de Psiquiatría, contó en su acto fundacional con la participación de 36 Asociaciones de todo el Estado español.

La FEAP, que mantendrá vinculación con la EAP, tiene como objetivos principales el desarrollo de criterios y mecanismos para la acreditación de la formación específica de psicoterapeutas, así como para la acreditación de psicoterapeutas con la elaboración, a medio plazo, de un registro nacional de psicoterapeutas.

La primera Junta Directiva de esta declaración Española de Asociaciones de Psicoterapeutas está presidida por D. Alejandro Avila Espada y ha establecido su sede social en la Delegación de Madrid del Colegio Oficial de Psicólogos.

Para una información más detallada (estatutos, miembros, etc.,) ver Papeles del Psicólogo N.º 54, 1992, págs. 14-19.


 

MURIO FELIX GUATTARI

El 29 de agosto de 1992 a los 62 años de edad, murió en la Borde (Francia), donde vivía y trabajaba, Félix Guattari, filósofo, psicoanalista y trabajador de la Salud Mental comprometido con la teoría y práctica asistencial de su tiempo.

Desde mediados de los años 50 F. Guattari participó activamente en movimientos sociales y culturales que postulaban criticas al sistema socio-político y a las formas institucionalizados del saber y del poder en los aparatos del Estado (Educación, Sanidad, Medios de Comunicación, etc.).

En los cenáculos intelectuales coincidió en grupos interdisciplinarios como con personajes como F. Doltó, M. Mannoni, F. Tosquells, R. Laing y el mismo Lacan, al tiempo que participaba con J. F. Oury en la puesta en marcha del Hospital La Borde donde se enfrentó a la psicosis y a la creación de nuevas formas asistenciales entre la psicoterapia institucional, la antipsiquiatría, el psicoanálisis y el análisis institucional.

Militante del Mayo del 68 se alineó posteriormente en movimientos de carácter alternativo (movimiento de radios libres, "autónomos", etc.) para ubicarse en los últimos tiempos en los círculos ecologistas franceses.

F. Guattari, se distinguió por su actitud crítica hacia la esclerosis del pensamiento, huyendo de las teorías "completas" y cerradas en sí mismas (de ahí provienen sus críticas a ciertas formas de Lacanismo). Su primer libro relevante El Anti-Edipo (1972), escrito con su amigo G. Deleuze, supuso una cierta conmoción en los ámbitos psicoanalíticos. Introdujo además conceptos como el de Transversalidad, recogido en su libro Psicoanálisis y Transversalidad (1972). Otros libros como Rizoma (1976), la revolución molecular (1977), L'inconscient machinique (1979) y Chaososmode (1992), enfatizan temas de carácter microsocial en los que la subjetividad cobra un significativo realce.

F. Guattari, creador del termino análisis institucional, ejercitó la implicación en los diversas pautas de su vida personal y profesional, mostrando la ineludible unión entre teoría y práctica en el campo complejo y sorprendente de la clínica y la salud mental. Vaya desde aquí nuestro recuerdo.