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REFLEXIONES

Estilos de vida y salud
Life style and health

 

Jesús RODRIGUEZ MARIN (*)

 


RESUMEN

ABSTRACT

PALABRAS CLAVE

KEY WORDS

REFERENCIAS


 

RESUMEN

Este trabajo presenta una reflexión sobre el concepto de estilo de vida, a partir de sus orígenes en los estudios sociológicos del siglo XIX y analiza la relación entre los estilos de vida y salud. Considera críticamente el modelo biomédico sobre el que se ha basado la utilización fundamentalmente epidemiológica del concepto ''estilo de vida". Analiza igualmente la incorporación de la perspectiva psicológica, fundamentalmente comportamental, al estudio de la relación "estilo de vida-salud", señala sus limitaciones y propone la necesidad de integrar el contexto social en el que los estilos de vida se generan y se producen, para explicar su condición de salubres o insalubres, y para posibilitar el diseño y ejecución de programas de prevención de la enfermedad y promoción de la salud.

ABSTRACT

A reflection about life style concept is presented on this paper, from it's origins on the sociological studies of XIXth century, and the relationship between life styles and health is analyzed in it. This article makes a critical consideration about the biomedical model on which a mainly epidemiological use of the "life style " concept has been based it also analyzes the introduction of a psychological approach,, mainly behavioral, regarding to the study of the relationship between "life style " and health; as well as it points it`s limitations and, on the other hand, it proposes the necessity of integrating the social context where the life styles ore generated, in order to explain its characteristics of healthy or unhealthy, and to permit the design and realization of the programs for the prevention of the illness and health promotion.

PALABRAS CLAVE

Estilo de vida. Modelo biomédico. Prevención de la enfermedad. Promoción de la salud.

KEY WORDS

Life style. Biomedical model. Illness prevention. Health promotion.


(*) Departamento de Psicología de la Salud. Universidad de Alicante.


El concepto de "estilo de vida'' no está definido de una forma unánime ni definitiva, de manera que cuando hablamos de "estilo de vida'' podemos estar pensando, cada uno, cosas diferentes. La definición más convencional, y posiblemente la más aceptable, es la de Henderson, Hall y Lipton (1980), que afirman que "estilo de vida" de una persona es el "conjunto de pautas de conducta y hábitos cotidianos de esa persona, o más simplemente, la forma de vivir de una persona. En la medida en que esa forma de vida, es decir, tales pautas comportamentales tienen un impacto sobre la salud, y en la medida en que cada día aumenta la prevalencia del conjunto de enfermedades, sobre todo crónicas, relacionadas con malos hábitos comportamentales, el análisis de los estilos de vida tiene un interés creciente para las ciencias sociomédicas en general, y para la medicina comportamental, y la psicología de la salud en particular (Badura, 1984).

A pesar de ello es sorprendente que muy pocos autores se hayan preocupado de definir el término y que las discusiones conceptuales sobre lo que significa sean poco menos que inexistentes. La mayoría de los autores han utilizado el término de maneras muy diversas, asumiendo que hay un factor común a todos ellos. De tal forma, la relación del estilo de vida con la salud ha llegado a formar parte del conocimiento convencional de nuestra sociedad, escapando a un análisis conceptual más riguroso.

En cualquier caso, el concepto de estilo de vida ha sido considerado tradicionalmente en las ciencias sociomédicas. La consideración de las pautas de vida aparece en los escritos de Marx, que los considera económicamente determinados: los ingresos y los posiciones ocupacionales en un sistema de producción eran consideradas como factores contribuyentes al estilo de vida experimentado por los grupos sociales. La noción de estilo de vida marxiana fue objeto de modificaciones por parte de Veblen, que amplió el concepto para incluir otras influencias además de las económicas, introduciendo las motivaciones de la persona para validar su estatus. Las concepciones de Marx y Veblen influyeron en Max Weber, que demostró que los ingresos, la posición ocupacional y la validación de estatus estaban relacionados con estilos de vida particulares, pero que fundamentalmente éstos eran indicadores de diferencias en el prestigio o estatus. Weber desarrolló una conceptualización holista del estilo de vida fundamentado en una consideración conjunta del nivel de ingresos, ocupación, educación y estatus. En realidad, sobre su formulación del estilo de vida de grupo, basó Weber el concepto de estatus socioeconómico. En los comienzos del siglo XX, después de la muerte de Weber, fue abriéndose una concepción muy diferente de estilo de vida, aplicándose a cuestiones de psicología de la personalidad, e influyendo, por esta vía, en el desarrollo sistemático del estilo de vida como un concepto central de la teoría de la psicología del individuo de Adler. Adler adoptó el concepto de estilo de vida para reemplazar al de "plan de vida" en el intento de refinir su noción del individuo como un actor propositivo en la vida. Desde su punto de vista, el estilo de vida de un individuo refleja la unidad de objetivos, y la unidad de acción de una persona que en su mayor parte están determinados e influidos menos por la herencia y el entorno que por las experiencias infantiles más tempranos (Coreil, Levin y Jaco, 1985).

A partir de los años 50 se produce una expansión del uso del concepto de estilo de vida en las disciplinas sociomédicas, que sólo se consolida en los años 70. De entonces acá, el número de entradas del término "estilo de vida'' en el Index Medicus se ha cuadruplicado. La mayoría de los artículos mencionados allí se referían al estilo de vida en el sentido de conductas específicas identificadas como factores de riesgo de enfermedad y muerte, tales como uso de tabaco, alcohol u otras drogas, control de peso, dieta, ejercicio, y uso de elementos de seguridad vial. Tales estudios pretendían fundamentar intervenciones comportamentales individuales en el campo de la promoción de la salud, o de la prevención de la enfermedad (Bauer, 1980).

El concepto subyacente a este uso del término "estilo de vida'' en el contexto de los ciencias socio-comportamentales médicas lo asimila al conjunto de hábitos personales que son modificables y a la idea que las personas pueden elegir voluntariamente alterar tales conductas. Poca atención se ha prestado a la posibilidad o necesidad de alterar los sistemas sociales en los que la persona participa, aunque se hable del contexto sociocultural como marco de adquisición de los hábitos de salud (conductas alimentarias, de ocio, de riesgo, etc.). Ciertamente, en la medida en que el estilo de vida de una persona (es decir, el conjunto de pautas y hábitos comportamentales cotidianos de esa persona) está determinado (aunque sólo sea parcialmente) por las condiciones de vida sociales y naturales, o al menos estrechamente relacionado con ellas, se constituye en objeto directo de estudio para la sociología y la psicología de la salud. Si las enfermedades se enraízan en el entorno natural y social, y si el hombre ha creado la mayoría de sus condiciones de vida, entonces debería ser capaz de cambiarlos o, cuando menos, de paliar sus efectos negativos. Un objetivo importante, pues, de la investigación sociocomportamental de los estilos de vida es la identificación de entornos de ''alto riesgo", y el diseño de estrategias de intervención en ellos, así como el fortalecimiento de los recursos de resistencia personales y sociales. El fracaso de los programas de promoción de salud en su intento de manejar adecuadamente el contexto sociocultural de los comportamientos ha puesto de relieve la debilidad más importante de las aplicaciones desde la teoría de modificación de conducta. Quizá por ello las discusiones actuales sobre los relaciones entre estilos de vida y salud ignoran las influencias sistémicas y se centran casi exclusivamente en la responsabilidad individual.

Por un lado, las investigaciones más frecuentes sobre los estilos de vida en el pasado se llevaron a cabo desde una perspectivo médico-epidemiológica, con criterios fundamentalmente curativos, sin apenas relación con los aspectos más propiamente comportamentales sociales. Tal perspectiva excluía casi por completo el contexto psicológico y social de la conducta humana, y reflejaba un modelo biomédico, que resultaba estrecho, por no decir inapropiado, para un análisis de la salud en términos psicosociales e incluso políticos.

Por otro lado, la aplicación del concepto de estilo de vida al campo de la salud par parte de la Psicología se ha hecho hasta hoy predominantemente sobre la base de la teoría del aprendizaje social. Naturalmente, los avances en la investigación científica que demostraron la conexión científica entre determinadas conductas y determinadas enfermedades han jugado un papel importante en ello. Esto perspectiva completaba bastante bien al modelo biomédico, pero probablemente no resulta lo suficientemente integradora de otras variables importantes.

Tales variables han de ser incorporados al modelo si queremos que éste explique con eficacia los estilos de vida de las personas. Preguntas como: ¿Por qué y cómo elige, desarrolla y mantiene un cierto estilo de vida una persona?", "¿Porqué fumamos o bebemos alcohol?-, ''¿Por qué comemos en exceso?" , etc., sólo las podemos contestar correctamente apelando a un modelo teórico que incorpore la relación de influencia recíproca que el individuo mantiene con su entorno (tanto natural como sociocultural) e incluso con sus propios pautas de conducta.

El análisis de los estilos de vida requiere, por otro lado, un modelo holístico que tome en cuenta la jerarquía de sistemas naturales. El ser humano es el punto de inflexión entre macrosistemas sociales como la pareja, la familia, la comunidad, etc., y los microsistemas orgánicos como el sistema nervioso, órganos y tejidos corporales, células, moléculas y átomos (Engel, 1977). La conducta del individuo se produce justamente en esa inflexión entre los dos tipos de sistemas, de forma que los acontecimientos sociales (tales como la aparición de leyes) y los acontecimientos orgánicos (tales como una infección o una lesión) tienen un impacto recíproco sobre tal conducta, y a través de ella, en muchos ocasiones, sobre la integridad funcional (la salud) de tal individuo.

Por ello, las contribuciones de la Psicología, tales como las teorías del aprendizaje social, han de ser complementadas por otras como la teoría de la influencia social , la de la presión social, y muchos otras, para explicar el desarrollo y el establecimiento más o menos permanente de estilos de vida que pueden considerarse como peligrosos para la salud, asumiendo que las conductas no son elementos aislados, divorciados de su contexto social, y desprovistas del significado que les proporciona la fábrica cultural. El juego de tales variables parece tener una importancia particular durante algunos períodos específicos del proceso de socialización, como el de la transición a la edad adulta. Los cambios somáticos, psicológicos y sociales durante ese período interactúan con el entramado de normativa, influencia y presión social, y conducen a la formación de pautas comportamentales que serán decisivas en la vida adulta. Sobre todo tienen un impacto importante los procesos de modelado social, que contribuyen a la formación de las actitudes hacia el fumar, el beber, el sexo, y otras conductas relacionadas con la salud, como los hábitos de higiene personal o de mal uso de medicamentos, o la formación de actitudes y hábitos de uso de los servicios médicos.

Hoy día se reconoce que el conjunto de factores psicosociales mencionado juega un papel importante en la génesis de muchas enfermedades. Por ejemplo, su papel en las enfermedades cardiovasculares ha sido bastante establecido. Se considera que tales factores forman parte de las condiciones que conducen a una sobrecarga no reducible mediante los recursos del individuo. Tal sobrecarga puede producir desajustes físicos y emocionales, que conocemos con el nombre de estrés, y puede, también, implicar cambios negativos en su estilo de vida. Los modelos explicativos del proceso estresante incluyen elementos como la capacidad y las formas de afrontamiento individual (también determinadas por el contexto sociocultural y por la historia de aprendizaje de la persona). Las diferencias en estilos de vida implican (y son implicados por) diferencias en los recursos personales para afrontar el estrés, y fundamentan un diferente nivel de vulnerabilidad ante la enfermedad, cuando ésta es el resultado de, o se ve favorecido por, la tensión ambiental. En ese sentido, el estilo de vida puede constituir un sistema inmune psicosocial específico, similar al sistema inmune biológico (Cassel, 1975).

Por tanto, el estilo de vida juega un papel central en el mantenimiento de la salud, aunque, por supuesto, existen otros factores que influyen en la etiología de la enfermedad. Sin embargo, no sabemos todavía con precisión qué podría constituir un sistema ''inmune psicosocial" semejante, ni qué condiciones socioculturales promocionan u obstaculizan la formación y el mantenimiento de tal sistema (Rodríguez Marín y Castro, 1985).

Obtener conocimientos para poder dar respuestas a tales preguntas exige más investigación de las relaciones entre el estilo de vida de una persona, su funcionamiento biológico, y su estado de salud, en un marco temporal y social determinado. Necesitamos medir con mayor fiabilidad y precisión las dimensiones principales del estilo de vida mediante análisis de grupos de comportamientos (como conductas de alimentación, de ejercicio físico, de abuso de drogas, etc.). Necesitamos identificar cuáles son las conductas que aumentan o disminuyen ciertos aspectos de la salud en todos o en algunas personas; y debemos identificar, también, cuáles son las maneras de motivar a ciertas personas para que ejecuten comportamientos de prevención de la enfermedad y de promoción de la salud. Necesitamos, finalmente, construir un marco teórico que permita fundamentar el diseño y desarrollo de estrategias de intervención psicosociales para la instalación y/o modificación de estilos de vida eficaces en la prevención de las enfermedades, de los riesgos de la salud, y en desarrollo de hábitos de promoción de la salud.

Se trata, en suma, de conjurar el peligro, presente en el campo de la Psicología de la Salud, de asumir algunos paradigmas psicológicos prevalentes y quedarse en una psicología de la conducta de salud individual, sin considerar el contexto social, económico, ambiental o político (Winnett, 1985). El objetivo es explicar los estilos de vida y su relación con la salud mediante un modelo "comportamental", que no descarte lo intrapersonal, al tiempo que asuma que cualquier influencia de la circunstancia es mediada por una gama amplia de variables interactivos, genéticos, biológicas, cognitivas, emocionales y comportamentales, pero que se centre en las influencias ambientales más amplias y en las conductas de salud de amplios sectores de la población.

 

REFERENCIAS