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EDITORIAL

Atención psicológica infanto-juvenil


Es necesario destacar ya, en los páginas de Clínica y Salud, la precaria situación en la que se encuentra la atención a la infancia y adolescencia, en este momento, en nuestro país. Para ello es obligado, por un lado, el reconocimiento a la labor llevado a cabo por un buen número de profesionales, algunos de los cuales contaban con decenas de años de experiencia y que han ido abriendo campo con un gran esfuerzo.

Reconocer también que, en los últimos años hemos asistido a un cierto despliegue de recursos, y medios técnicos, en la mayoría de los sistemas públicos, que tienen relación con el corte etario al que nos referimos. No obstante, debemos aclarar que no es posible dejarse deslumbrar por tan tímido y fugaz destello. Más bien parece que ha sido producto del contraste con la más absoluta de las carencias. No da por el momento la impresión de que sea la construcción de un compromiso efectivo, consensuado y duradero con los problemas de alrededor de un tercio de la población española.

Dicho esto, debemos señalar el mérito que el sistema Educativo ha mostrado con el desarrollo del "Programa de Integración", el cual entre otros valores tiene el de atender desde su campo, y desde sus posibilidades, a un considerable grupo de ciudadanos con plenos derechos también responsabilidades, en muchos aspectos marginados o ajenos a la circulación y al movimiento de la mayoría. El trabajo llevado a cabo puede equipararse, donde se ha producido, por qué no y salvando las distancias,, por supuesto, con la apertura de los puertas de las instituciones psiquiátricas.

Tal dedicación desde entonces por parte del M. E. C., en su momento con un claro apoyo de los ayuntamientos, inicia un camino ya imprescindible que punto hacía y la valoración del espacio que separa lo normal de lo deficiente, mostrando una tímida aproximación y sensibilidad hacía el concepto de normalización y de integración de diferencias.

Subrayar que entonces se generaron equipos de apoyo con criterios multi e interdisciplinarios, dado que los que había antes eran casi simbólicos o testimoniales, que iniciaron su andadura entre el profesorado y los padres, los dos sectores fuertes, grupos de presión de dicho sistema. En la actualidad el sometimiento a los intereses del profesorado, ajenos en su mayoría a los de los propios alumnos, y el aislamiento y desconexión con otros recursos por diversas circunstancias, hace que se hayan dejado en el arcén multitud de problemáticas infantiles y juveniles, de gran importancia y valor tanto en su detección como en su abordaje, que en la escuela se muestran y actúan, al ser esto el gran medio natural de la infancia y lo adolescencia, junto con el de la familia.

El desarrollo o la diversificación, de los servicios vinculados con lo escolar no está, pues 1 altura de la circunstancias en estos momentos y empiezo a dejar ver huecos esenciales. fundamentalmente en el manejo y seguimiento de algunos problemas que reclaman, a veces "a voces" por parte del alumnado, una atención urgente. No obstante en su momento supusieron una avanzadilla, por la que gran parte de la población se sensibilizó y comenzó a ver a la infancia como un grupo social que bien podía tener problemas o estar sufriéndolos y que, por tanto, necesitaba ayuda, ayuda que se le podía dar y que con ello resolvía y mejoraba.

El Sistema Sanitario se encuentra cosí en peor situación. Atrapado por la falta de definición clara, en la práctica, de la voluntad de dar el espacio que está reclamando un tercio de la población del país, con la cual trabajo. Atrapado también por los luchas cruzados de intereses profesionales entre las que destacan la indefinición de las especialidades, incluido por supuesto nuestra profesión, la psicología clínica, con el terrible y pesado escollo de no ser una profesión sanitario, lo que nos relego a una situación más jocosa si cabe. Afortunadamente, en este panorama parece, de nuevo, haberse iniciado un ligero escarceo en lo que a la especialización de clínica, se refiere pero de momento con valor casi testimonial. Deseamos que lleve a buen puerto.

La otra especialización, la de la psicología clínica infantil, no se encuentra sobre mesa aún a pesar de ser el campo de trabajo por el que un gran número de licenciados toma contacto con el ejercicio profesional. Poco después de tal inicio van los resquicios por lo que salir a la corriente general, más trillada, del trato con el adulto. Ese elevado número de deserciones profesionales supone además la consiguiente definición durante un tiempo para los especialistas, con lo que ello significa de esfuerzo y de pérdida de tiempo y energía para nuestros/as compañeros/as , del mismo modo, supone también relegar a los profesionales más débiles y de menor experiencia a un sector de población muy difícil por su complejidad y muy escaso, a su vez, en recursos defensivos, lo cual a la largo es una merma para el conjunto de la profesión.

Pero hablando de escasez de desarrollo, sirven de ejemplo los propios programas de Salud Mental Infantil y Juvenil, a los que la Ley General de Sanidad se refiere como "especiales" y que se encuentran en multitud de áreas sanitarias, y de regiones enteras, absolutamente en mantillas, sí es que existen más allá de los papeles.

En este número queremos resaltar los factores que se derivan de las actuaciones de los servicios encargados de trabajar con sectores de población en situación de gran precariedad, por problemas de tutela, de maltrato y de marginación. El trabajo con el sistema judicial marginación, a pesar de su disponibilidad, tiene también coincidencias con lo que vamos exponiendo, al igual que otras áreas.

Del mismo modo los servicios sociales añaden sustancia al caldo, poniéndose de manifiesto la polisemia por la que parece que se hace imprescindible afrontar el diseño de una estrategia que permita adelantar en la definición de las necesidades de la infancia y la juventud en términos de servicios de profesionales, de recursos de estructura de coordinación, de gestión y de financiación suficientes como para poder garantizar una asistencia razonable en términos de mediana integridad biopsico-social.

Félix GARCIA VILLANOVA