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REFLEXIONES

 

La transferencia femenina en los pacientes de Freud (*)
The female transference on Freud's patients

 

Antonio García de la Hoz (**)


RESUMEN

ABSTRACT

PALABRAS CLAVE

KEY WORDS

INTRODUCCION

DORA

EL HOMBRE DE LAS RATAS

LA MUCHACHA HOMOSEXUAL

REFERENCIAS


RESUMEN

Revisión de algunos de los historiales clínicos de Freud -"Dora", "El hombre de las ratas" una muchacha homosexual- desde una singular perspectiva transferencial: Dichos pacientes transferían sobre Freud imágenes femeninas que Freud no era capaz de percibir claramente.

ABSTRACT

A review on some Freud's case histories -Dora, "rat man" and a homosexual girl from a singular transferencial perspective: His patients transfered to him feminine images and Freud himself didn't perceive them clearly.

PALABRAS CLAVE

Freud. Psicoanálisis. Transferencia. Contratransferencia.

KEY WORDS

Freud. Psychoanalysis. Transference. Countertransference.


Trabajo presentado en las 111 Jornadas "Psicoanálisis en la Universidad" Gerona. Noviembre, 1992.
Doctor en psicología, Profesor ayudante de la Universidad de Salamanca, Psicoanalista, Psicoterapeuta. Correspondencia: Facultad de Psicología - Avda. de la Merced, s/n - 37005 Salamanca.


INTRODUCCION

De todos es conocido el progresivo papel que fue tomando la transferencia en el armazón terapéutico del psicoanálisis de Freud. Por sus propios testimonios sabemos que no le pillaron de sorpresa las primeras manifestaciones transferenciales de sus pacientes (OC. 2772-3), básicamente por haber comprendido el fenómeno a través del caso "Anna. O" de Breuer. Aunque una cosa es comprenderlo y otra distinta experimentarlo e incluso transformarlo en el pivote de la cura psicoanalítica. Ese fue el camino recorrido por Freud, que incluso llegó a afirmar en un momento intermedio de la consolidación de su técnica, que sólo intervenía en la transferencia cuando el flujo de asociaciones de sus pacientes se interrumpía (OC. 1671) y que pese a todo le resultaba algo incómodo.

Hoy en día es ampliamente reconocido como el lugar central en el tratamiento psicoanalítico y que sus manifestaciones han de ser señaladas, interpretadas, etc., en la medida que van surgiendo, cuando es más fácil que pasen desapercibidos. En mi opinión, el trabajo de Freud "observaciones sobre el amor de transferencia" (1914), bastante brillante, por ciento, describe una situación ya casi límite, que podría atenuarse si hubiera sido previamente interpretado en sus manifestaciones más sutiles e indirectos, que suelen anticipar las explosiones de amor transferencial.

Pero no es de esto de lo que informaré o continuación. El objetivo de este trabajo no es otro que el de exponer, por vez primera de manera secuencial, cómo Freud no se hacía cargo (a veces por no percibirlos) de las depositaciones transferenciales femeninas (tanto en pacientes varones como hembras), lo que puede ser útil para mostrar que en todo tratamiento analítico, el terapeuta puede funcionar -a veces incluso debe funcionar- desde un papel transferencial contrario a su sexo biológico.

Que Freud descubriera el uso de las manifestaciones transferenciales, que les diera el lugar que ocupan en la teoría y en la técnica, que en definitivo sean el lugar central de la práctica analítica, son ya un hito lo suficientemente importante como para sentirse satisfecho con ello. Por eso, pienso, el que Freud no estuviera tan atento a otros aspectos complementarios nos parece totalmente justificable. Uno de ellos era su dificultad para ocupar roles femeninos en la transferencia e incluso, más allá, su resistencia a darse cuenta de ese hecho, que prácticamente le tomó, como veremos a continuación, toda su trayectoria profesional. Si ya sabemos el malestar que al principio le ocasionaban las manifestaciones transferenciales de sus pacientes, y que sólo poco a poco fue reconociendo su valor terapéutico, es fácil comprender lo alejado que estaba de captar que dichas manifestaciones, no sólo eran fundamentales, sino que se formulaban ante una persona real -Freud, varón- que funcionaba para el paciente como un personaje imaginario de sexo opuesto -hembra-, Todo ello complicado por el hecho de que el fenómeno mismo era inconsciente tanto para el paciente en cuestión (lo que es lógico) como para Freud.

Las vicisitudes de Freud con relación a este supuesto es lo que intentaré mostrar a lo largo de algunos de sus historiales clínicos de todos conocidos: El caso "Dora", el caso del "Hombre de los ratas" y el caso de la muchacha homosexual que Freud publicó en 19201. He excluido otros famosos historiales por razones de peso: El pequeño "Hans" porque fue un análisis llevado por el propio padre y no por Freud, que hacía lo que podríamos llamar de supervisor; del "Hombre de los lobos" sólo informó de sus neurosis infantil y del presidente Schreber, Freud hizo un brillantísimo análisis, pero de sus memorias, con lo que evidentemente no ha lugar ninguna transferencia del paciente ha la Freud.


(1) Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. 1920a.


DORA

Freud mismo nos adelantó que su fracaso en este caso fue debido a un fallo en la interpretación de la transferencia. Con sus propias palabras, la transferencia me sorprendió desprevenido y a causa de esa "x" en que yo le recordaba a K. Dora hizo recaer sobre mí la venganza que quería ejecutar contra K., y me abandonó como ella creía haber sido engañada y abandonado por él" (OC. Pág. 1.000).

Freud pensaba que se había colocado demasiado en el lugar del padre de Dora y había descuidado, por consiguiente, su posición imaginaria como K para ella. Con esta autocrítica dio un paso fundamental: A pesar de ser de la edad del padre de Dora, a pesar de que la misma paciente "me comparaba de continuo con él (con el padre)", a pesar de todas las señales "reales" que hacían de Freud una imagen del padre para Dora, a pesar de todo ello, repito, Freud se dio cuenta que la transferencia, aún apoyándose en todo eso, no es sólo eso. Es más, es lo de menor importancia. Es fundamentalmente un fenómeno imaginario que por momentos disloca la relación real. Y Freud se criticó el no haber advertido los detalles de la relación transferencial que a él le situaban en el lugar de K (algo más joven) y el no haberlo revelado a la paciente. Si Freud se criticó lo anterior, si empezó a vislumbrar ese trastoque de la relación que efectúa la transferencia, es problemático imaginar cómo habría reaccionado de comprender que la dislocación era aún más compleja (no sólo en edad, sino también de sexo), y que para Dora, sin ella por supuesto saberlo, funcionó por momentos desde un papel femenino: La señora K. Incluso puedo arriesgar que desde ese papel ignorado por Freud se sustentó el corto análisis, y que sólo cuando se colocó demasiado en uno masculino (el padre), Dora se fue.

El papel de la señora K, no pasó desapercibido para Freud, aunque bien es verdad que tenemos la impresión siguiente: Dicho papel se le impuso poco a poco a Freud durante el tiempo que transcurrió desde la finalización del caso (dic. 1900) hasta su publicación (1905). Quizá influyó en ello que en el interior fue desarrollando sus concepciones sobre la sexualidad infantil, que publicó en el mismo años que el caso Dora, los famosos "Tres ensayos".

El papel de la señora K, en el caso se expone básicamente en cuatro momentos: Tres de ellos en ¡¡notas a pié de página!! (OC.-992n. y OC-996n., en el segundo sueño, y OC.-1001 n, en el epílogo). El otro aparece al final de la exposición del historial clínico (OC.-965 y ss.) en tres páginas que tienen todo la traza de haber sido añadidas, como poco, hacia el momento de la publicación (1905), si no después, y no en el primer momento de la redacción del caso (en comienzos de 1901). Esto significaría que la tendencia que Freud llamó "ginecofílica" de Dora hacia la señora K, no se introdujo, para rendir los frutos consabidos en la teoría, cuando Freud redactó el caso tras su terminación, sino bastante más tarde (al menos cinco años) 2. Y si esto fue así, ¿cómo sorprendernos de que no descubriera durante el tratamiento que él mismo ocupaba el lugar de la señora K, en la transferencia de Dora?


(2) Lacan («Intervención sobre la transferencia en "Escritos 1 ") incluso retraso esta explicación del vínculo homosexual Dora-Sra. K hasta 1923, fecha, en efecto, que aparece en el trabajo de Freud para datar algunas notas al pie., aunque no en las citados arriba.


Fue Lacan quien en 1951 en su trabajo "intervención sobre la transferencia", subrayó por vez primera esta tendencia "olvidada" por Freud, afirmando que si hubiera orientado el análisis de Dora hacia la señora K la joven habría tenido el camino más expedito para el reconocimiento del deseo heterosexual, deseo en el que Freud estaba especialmente interesado, hasta casi obligar a Dora a reconocer su amor hacia el señor K. Cuando Dora "confesó", no creyó que con eso "hubiera salido a la luz nada de particular" (OC.-992). Y en ello Dora tenía toda la razón, pues lo fundamental se jugaba en otra parte. Lo que Dora buscaba en la señora K no era un individuo (un objeto) distinto de ella para investirlo. Era un "misterio", el "misterio de su propia feminidad". Era pues, una búsqueda narcisista, y no tanto una pulsión homosexual o "ginecofílica", como la llamaba Freud. En resumen, el error autoconfesado de Freud (no haberse colocado en el lugar del señor K) era a su vez lo que encubría otro más fundamental para Dora: No haberse colocado en el lugar de la señora K. Si el análisis hubiera sido conducido hacia la vinculación Dora-Sra. K (básica, por no haber una relación Dora-madre consolidada previamente), probablemente, y una vez liquidado la misma, hubiera sido más sencillo que Dora accediera a reconocer su deseo por el señor K o por cualquier otro varón. Pero eso no podía ser posible sin que Freud, por su parte, reconociera su lugar femenino en la transferencia de Dora, puesto que el señor K no agotaba las imágenes transferenciales de Freud para Dora.

Freud observó la desconfianza de Dora hacia él y también su atracción: "¿Ha advertido usted algo que la lleve a deducir que yo abrigo hacia usted malas intenciones, análogas a las W Sr. K o ha observado en mi persona o sabido algo de mí que cautive su inclinación, como ante K?" (OC.-1000). Pero esta pregunta Freud sólo pudo formulársela a posteriori del análisis y cuando Freud reflexionaba de esta manera, Freud es la señora K, que después de tener hechizada a Dora, la falló estrepitosamente al no tomar partido declarado a su favor en lo que se refiere a la famosa escena del lago. La señora K tampoco creyó a Dora o por lo menos no se puso de su parte y con ello se alistó en el bando del padre y del señor K, bando del que el propio Freud no supo escabullirse del todo, con la correspondiente y lógica escapada de Dora como consecuencia final.

Porque Freud, en momentos de la psicoterapia (en bastantes), pasó a ser en la transferencia la señora K. Fundamentalmente por la siguiente causa: recuerden cómo dicha señora ilustraba a Dora sobre la vida sexual, sobre cuestiones "femeninas", cómo prestaba libros del tipo de "La fisiología del amor" de Mantegazza, etc. ¿Y quién efectuaba eso mismo en el análisis? Freud, naturalmente, que centró gran parte del corto tratamiento en la toma de conciencia de Dora de su vida sexual, explicaba lo que querían decir sus síntomas, etc. Freud jugó en la transferencia (imaginaria) el mismo lugar que la señora K. jugaba en la vida real: Ambos sabían e ilustraban sobre la sexualidad. De esta forma, la huida de Dora era una venganza, sí, pero más contra la señora K (ahora representada por Freud) que contra el señor K (como se autocriticó Freud).

Freud, cosa curiosa, no conocía a la señora K (al menos no nos informa de nada al respecto), ni tampoco a la madre de Dora, mientras que ocurría lo contrario en los casos del señor K (nos informa de ello) y del padre (que había sido paciente suyo). Quizá ello también tuvo que ver en el hecho de que Freud no pudo desprenderse del todo de los imágenes reales de ambos y en la imposibilidad de pensar un momento desde la señora K (o desde la madre). Y en definitiva, desde la propia Dora. Casi se puede concluir: Disonancia total con los mujeres del caso.

EL HOMBRE DE LAS RATAS

Siete años más tarde, con ocasión del análisis del "rat-man", volvieron a aparecer ciertas características comunes. No entraré en las peculiaridades de este famoso caso, ya bastante señaladas con más o menos acierto (Kanzer, 1952; Zetzel, 1967; Grumberger, 1967; Mannoni 1969 y 1987; Lacan 1978, entre otros).

Me interesa, sobre todo, destacar dos cosas:

1 ) La discordancia entre el texto publicado en 1909 y los Original Records, que aparecieron por vez primera en inglés en la Standar Edition de los trabajos de Freud, en los que se refiere al papel de la madre del paciente y

2) el momento crucial, que Freud mismo señaló como causa precipitante de la enfermedad, en el que jugó en la transferencia, sin advertirlo, un rol materno para el "rat-man".

En cuanto al primer punto, es bien notorio que una simple inspección ocular de los "Original Records", testimonio del hecho siguiente: La madre del "rat-man" estuvo mucho más presente en la cura de lo que Freud informó en el historial publicado del caso. ¿Por qué lo hizo así? Quizá por los "propios complejos" como apunta en la sesión del 14 de octubre; quizá por el estado de la teoría ("Debo confesar que todavía no he conseguido desentrañar sin residuo alguno la complicada estructura de un caso grave de neurosis obsesiva OC.-1442"); quizá por su tendencia a canalizar el caso en lo que mejor conocía, el complejo de Edipo simple y positivo; quizá, en fin, por todos y cada una de los razones anteriores. Pero es un hecho constatado que la madre del paciente apenas tiene peso alguno en el informe publicado, mientras que en los "Originales" omnipresente desde el comienzo mismo: Cuando le expliqué mis condiciones (económicas, se entiende) dijo que debía consultar a su madre (subrayado mío). Al día siguiente volvió y las aceptó".

Nuestro actual conocimiento de las cosas, tanto desde el punto de vista teórico como desde nuestra experiencia clínica, nos informa que en todos los neuróticos obsesivos varones se observa siempre una fuerte y decisiva identificación con el deseo materno, que no aparece en absoluto en el historial de Freud, pero que lejos de ser ignorado, lo que ocurrió simple y llanamente fue que no lo registró en el informe publicado. En las notas privadas de las sesiones es perfectamente visible en varios momentos, e incluso se ve el esfuerzo del paciente por oponerse "virilmente" a ella.

Con estos presupuestos y al igual que ocurría con Dora, es perfectamente comprensible que no advirtiera los momentos en que para el "rat-man" funcionaba como una figura materna.

En cuanto al segundo punto, en efecto, una simple lectura sirve para comprobar que Freud siempre asumió su papel transferencial como figura paterna (veintinueve años del paciente frente a los cincuenta y uno de Freud) y siempre orientó la terapia en función del Edipo positivo: Padre como estorbo para sus deseos sexuales (ver, sobre todo, el final de la sexta sesión del tratamiento, OC-1455). Pero las cosas eran mucho más complejas.

Independientemente de otros momentos (por ejemplo, el capitán Novak -el cruel-, que siempre ha sido visto como un subrogado paterno, cuando por mi parte eso no es lo suficientemente claro y cuando menos me parece una figura mixta paterno-materna para el paciente), hay uno meridianamente evidente, y además vital para Freud, porque lo señala como el inicio de la enfermedad actual. La madre tenía un plan matrimonial para el "rat-man": casarle con una pariente rica, lo que se oponía a sus propias expectativas, pues "debía ser fiel a la mujer que amaba, carente de fortuna". Freud vio allí el inicio de la neurosis del adulto, justo para evitar el dilema. El paciente, "naturalmente", no aceptó esa explicación en un principio, sobre todo porque cuando tuvo conocimiento de la prehistoria, del mito familiar (su padre se enfrentó al mismo dilema, aunque lo pudo resolver casándose con la mujer rica, es decir, con la madre del sujeto), no le produjo la menor impresión.

El que el plan matrimonial sea un proyecto exclusivamente materno está perfectamente comprobado, tanto en el historial publicado 3, como en los "Original Records" 4 .


(3) "Después de la muerte el padre, la madre le comunicó un día haber hablado de su porvenir con sus acaudalados parientes, y le reveló que uno de sus primos se había mostrado dispuesto a concederle la mano de su hija cuanto terminará su estudios". OC- 1462. (subr. mío).
(4) Eso coincidía con el antiguo proyecto de su madre de que se casará con una de los hijos de R., un encanto de muchacha que tiene ahora diecisiete años" (subr. mío, sesión del 8 de diciembre )


Pero esa denegación inicial a la interpretación de Freud, se transformó en conocimiento vivencial con auxilio "de una fantasía de transferencia, en el período más oscuro e intrincado del tratamiento. ¿Qué fantasía fue esa? Textualmente: " ... había supuesto hija mía a una muchacha con la que se había cruzado una tarde en la escalera de mi casa. Habiéndole gustado aquella joven, imaginó que si yo me mostraba con él tan amable y paciente, era porque le quería para yerno, (subrayado mío) fantasía en la cual elevó la distinción y la riqueza de mi casa hasta el nivel por él deseado (OC.-1463)". ¿Puede haber alguna duda acerca de que Freud, en este momento es la imagen de la madre para el "rat-man" en cuanto a la identificación de deseos?

Hay una escena real donde la madre proyecta y comunica un proyecto matrimonial al paciente. Freud lo interpreta. El paciente no acepta dicha interpretación y construye una fantasía donde Freud ocupa exactamente el lugar materno, el lugar de fabricar planes matrimoniales para él. Claro que ahora se trata de una escena imaginaria,, transferencial,, donde el "rat-man" deposita la facultad de planear su futuro afectivo en Freud, como perfecto subrogado de su propia madre, que era quién hacía esos planes en lo real.

Si el caso, reputado por los críticos y por el propio Freud como uno de los pocos exitosos que publicó, pudo en fin salir airoso, creo que fue por este hecho: Freud fue para el "rat-mant" una figura materna, a pesar de ser ello "desconocido" por ambos y a pesar del rol paterno conscientemente asumido por Freud.

LA MUCHACHA HOMOSEXUAL

Se trata ahora de un bonito caso de una muchacha de dieciocho años que acude a la consulta "obligada" por sus padres. Para Freud no hay ninguna duda de que se trata de un caso de homosexualidad. Es interesante por distintos puntos de vista, por ejemplo, para situar un esquema del desarrollo de la sexualidad femenina (interés que es progresivo en Freud hasta el final de su vida). También puede verse ahí una discusión sobre el tema de la "analizabilidad" y por último, introduce un esbozo sobre las características estructurales de la homosexualidad femenina. Todo eso está, pero lo que me interesa es resaltar lo que pudiera ser el último peldaño del tema que me ocupa, que tiene que ver con la transferencia.

El caso lo publicó en 1920 (`Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina'). Puede resultar esclarecedor, sobre todo desde el punto de vista teórico, su comparación con el de Dora, veinte años antes. Me refiero al estudio estructural de los personajes familiares inmiscuidos en ambos. Sólo me referiré a algunos aspectos, por ejemplo, Freud parece haber ganado en autoconocimiento y en experiencia, y ante una situación más o menos similar, pone en marcha otra acción terapéutica. Recordemos que, en opinión suya, Dora se marchó para ejecutar una venganza sobre el señor K, y Freud se criticó no haber reconocido a tiempo que él representaba a dicho señor en la transferencia. Así, la escapada de Dora le pilló de sorpresa. Ahora es él mismo el que interrumpe el análisis "en cuanto reconocí la actitud hostil de la muchacha contra su padre, y aconsejé que sí tenía algún interés en proseguir la tentativa terapéutica analítica, se encomendase su continuación a una doctora" (OC.-2556, subr. mío). Freud parece tener muy claro que no puede jugar otro rol que el paterno en este caso. Quizá ahora sea más disculpable por la ostensible diferencia de edad (cosa de todos modos discutible), pero lo que llama la atención es que recomiende a una mujer como analista. Como si su imposibilidad de jugar roles femeninos en la transferencia la extendiese a todo analista varón. Esto es muy problemático. Los palabras anteriores de Freud servirán de base a mi comentario, pues se pueden prestar., en mi opinión, a muchos "entendidos", sobreentendidos y malentendidos.

En primer lugar hay que mencionar lo que supone el trabajo analítico bajo la transferencia negativa. Parece bastante plausible que el tratamiento bajo ese estado de manera regular difícilmente podría llevarse a cabo. Los analizandos probablemente serían los primeros en abandonar. Accesos episódicos de transferencia negativa son comunes y hasta ,.normales" en casi todos los casos, pero bien distinto es el que fuera ese el marco general del análisis. Desde este punto de vista es perfectamente justificable la decisión de Freud de interrumpir el tratamiento. Como decía, parece haber avanzado en relación al caso de Dora. Quizá esté en la base de ambos el hecho de que sea el padre quién los impulse o iniciar el tratamiento, mala situación de salida como el propio Freud no deja de señalar en el caso que nos ocupa. Pero no estoy tan seguro de que esta razón agote la decisión de Freud. La chica, como Dora, colaboraba, le parecían interesantes las cosas que ocurrían, etc., pero, según Freud, no pudo dejar de verle como representante del padre, y al final, esa tendencia hostil hacia el padre, ahora transferida a Freud, determinó el desenlace. Pienso que hay una confusión entre personajes reales e imaginarios de la que Freud no se pudo desprender del todo, y de esta forma se hizo cómplice de ella. Ya hemos visto lo que en esta línea ocurrió con el "Rat-man". Allí a Freud no le pareció preocupar el conducir al paciente a confesar sus sentimientos hostiles hacia el padre, según el edipo positivo. Por lo demás, esta actitud hostil de la muchacha hacia su padre, ¿excluiría a todo analista varón para su tratamiento? Insisto, la transferencia es un fenómeno esencialmente imaginario, que no debería mezclarse con los datos reales de la relación terapéutica.

En segundo lugar, creo que las cosas se entenderían mejor sobre la hipótesis que estoy barajando: La imposibilidad de Freud de jugar roles femeninos en la transferencia, de una manera más o menos consistente. Y ello sorprende más en este caso, cuando ya a partir de 1912 pareció reconocer que ello es perfectamente posible: Conforme a la naturaleza de las relaciones del paciente con el médico, el modelo de esta inclusión habría de ser el correspondiente a la imagen del padre (según la feliz expresión de Jung). Pero la transferencia no tiene que seguir obligadamente este prototipo, y puede establecerse también conforme o la imagen de la madre o del hermano varón, etc.". (OC.-1649, subr. mío) 5. Es como si Freud se dijerá: Soy varón, represento al padre, tú odias a tu padre, luego sigue el tratamiento con una mujer. Cuando en realidad debería haberse dicho: Soy varón, no puedo representar sino al padre para ti, y como tú odias a tu padre, sigue el tratamiento con alguien (varón o hembra) que no ocupe exclusivamente ese lugar. Freud tenía entonces más de sesenta años y, en efecto, ese dato incuestionable quizá canalize decisivamente el juego transferencial, pero ¿por qué no podría representar una imagen materna, sobre todo si ya había escrito que eso era perfectamente posible? Y más aún, si era consciente de esa limitación perfectamente comprensible, ¿por qué suponer la misma en todo analista varón? ¿Por qué recomendar el tratamiento a una mujer? No creo que la respuesta a estas cuestiones sea simplemente el que por entonces ya había a su alrededor analistas mujeres, y que de más en más ocupaban para él un lugar que antes era reservado para discípulos varones, que ciertamente fueron sus primeros alumnos. Parece una razón poco seria, y más teniendo en cuenta los antecedentes que hemos comentado.


(5) "Sobre la dinámica de la transferencia. 1912b.
(6) "El enigma de la mujer ¿Con Freud o contra Freud?" Ed. Gedisa. Barcelona, 1982.


El tercer y último lugar, tampoco creo que haya que deslizarse al otro extremo. Me refiero a lo expresado por Sarah Kofman (1980) 6, cuando al enjuiciar la tesis de la bisexualidad freudiana escribe lo siguiente: 1o tesis de la bisexualidad declarada válida para todos los humanos es, en definitiva, utilizada tan sólo como arma estratégica a propósito de las mujeres... Y pareciera que Freud proclamara a todas voces la universalidad de la bisexualidad para disimular mejor la negación silenciosa de su propia femineidad, su paranoia" (págs. 28-9). O más adelante "Yo no soy Jung, yo no soy paranoico., repite una y otra vez Freud" (pág. 31 ). Es pasarse al otro lado e interpretar a Freud silvestremente, deporte al que por desgracia hay muchos aficionados. Para esta autora, el advenimiento de las mujeres analistas movilizó el interés inmediato de Freud para hacerlas rápidamente cómplices de sus teorías y a la vez continuadoras del esclarecimiento que había iniciado sobre el desarrollo de la sexualidad femenina.

En mi opinión, es por este lado por dónde se puede comprender la incapacidad de Freud de jugar roles femeninos en la transferencia: Por la precariedad de sus conocimientos sobre la sexualidad de la mujer y por la adquisición tardía y precipitada de los mismos (quizá también tomen su parte las limitaciones obvias de su auto-análisis primitivo), Es bien cierto que el desarrollo de la sexualidad femenina ha sido y es un tema eminentemente postfreudiano y ha supuesto y supone una revolución en el pensamiento psicoanalítico tradicional. Como mero apunte, solamente señalar que la importancia del Complejo de edipo, central para la teoría de los neurosis, se ve notablemente disminuida en el caso de los mujeres, aunque esto es objeto de otra investigación.

REFERENCIAS