REFLEXIONES
RESUMEN ANALISIS DE LOS PROTOCOLOS
- Cuatro años - Protocolo del Test de la familia (figs. 1-4)
- Ocho años - (figs. 5-6, 7-8, 9-10)
- Diez años - (figs. 11, 12, 13)
- Once años - (figs. 14, 15-17)
- Doce años - (figs. 18, 19-21)
- Dieciséis años - (figs. 22, 23-26)
ANALISIS SECUENCIAL
- 1 . Test de la casa (fig. 27)
- 2. Test del árbol (fig. 28)
- 3.1. Figura Femenina (fig. 29)
- 3.2. Figura Masculina (fig. 30)
- 3.3. Test de la Familia (fig. 31-32)
COMENTARIO FINAL
Los procesos estructurantes del individuo se construyen sobre las bases de la relación vincular temprana. La familia suele servir de modelo fundamental a la formación de los roles diferenciados, pero mutuamente vinculados e itérdependientes, de Padre-Madre-Hijo-Masculino-Femenino. Los procesos de identificación con estos roles pueden darse con éxito dentro de un ambiente familiar facilitador o verse alterados e interferidos por circunstancias anómalos. El material clínico que presentamos puede servir de ejemplo demostrativo de este tipo de alteraciones. En él se analiza la secuencia de seis series de Protocolos de TEST PROYECTIVOS GRAFICOS correspondientes a otros tantos y diferentes momentos a lo largo del seguimiento evolutivo de una niña desde los 4 a los 77 años, valorando en todos ellos la referencia al hecho traumático de la ausencia de la figura paterno desde el principio y su incidencia en los procesos de identificación.
The individual process of structuration is base on the early/bonds. The family is the main model for the acquisition of the mutually interwoven roles: Father-Mother-Child-Male-Female, The identification process, with this kind of roles, may be successfully attained in a suitable family environment, or perverted with anormal events. The clinical material here presented could be used as an illustration of his kind of trouble. We study six groups of Proyective Drawings pertaining to a little girl in six different developmental moments, from 4 to 17 years old, considering the absence of the father figure as traumatic event and its influence in the process of identifications.
Procesos de Identificación, Test proyectivos gráficos, Figura paterna
Identification process, Proyective Drawings Father-figure
1 . Dentro del campo de los Test Proyectivos, los T.P. Gráficos constituyen una modalidad técnica en la que se integran múltiples y complejos sistemas: la percepción, la motricidad, la representación mental convertida en imagen gráfica o verbal, la relación transferencial, el interjuego relacional con el material ofrecido o creado por el sujeto, el espacio potencial de la fantasía,, etc. Permiten obtener material muy valioso de información que nos acerca con suficiente fiabilidad a la comprensión de los procesos internos del sujeto y de sus relaciones humanas.
2. Freud (1921) comprobó que el individuo no es una entidad aislada, sino que en su estructura interna se refleja la "estructura vincular" y ésta, a su vez no puede ser comprendido sin la interacción o intercambio con su entorno social. "En la vida anímico individual aparece integrado siempre, efectivamente el otro, ... de éste modo la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio psicología social... En las relaciones con sus padres y hermanos, con el ser amado se nos muestra el individuo bajo la influencia de una única persona que ha adquirido para él una extraordinaria importancia.
En el centro de esta circunstancia o medio ambiente social básico están las relaciones con las figuras primordiales padre-madre-hermanos-familia. Cuando estas han sido suficientemente buenos, dice Winnicott (1967, 1975), "el cuidado materno, -entendiéndose por éste el recibido tanto de la madre como del padre-", permite el desarrollo emocional del niño, satisfaciéndose múltiples funciones de sostenimiento (Holding) y convivencia entre la madre y el niño y de ambos con el padre. La función del padre, según este autor, es de suma importancia. Su presencia es desconocido al principio por el bebé, pero indirectamente tiene mucho que ver con él: al ocuparse del medio ambiente externo sirve de apoyo y respaldo a la madre desarrollando sobre ésta una "envoltura protectora" que facilita la "preocupación materno primaria", es decir, hace posible que la madre se vuelque hacia adentro, concentrándose en la relación con su bebé y desentendiéndose de todo peligro externo. Como resultado de este tipo de "cuidados matemos" surgen en el niño los sentimientos de "continuidad existencial que son la base de la fuerza del yo, ... sentimientos de seguridad y, luego, de autocontrol. Cuando estas circunstancias no se dan, como es el caso que nos ocupa, el yo del niño es débil y "se convierte en un conjunto de reacciones frente a los choques, el verdadero self del niño no llega a formarse, o queda oculto tras un falso self que se somete a los golpes del mundo y en general trata de evitarlos".
Los conflictos emocionales del bebé ponen a prueba los de los padre. Cuando existen fallos ambientales, las tensiones producidas por la convivencia no se absorben bien, los sentimientos de culpa aparecen y se incrementan, la capacidad de reparación fracasa y surgen los sentimientos de disociación como defensa: Ia tendencia a sentirse perseguido, el 'delirio de persecución' es una complicación y una máscara de la depresión..." como lo es también la tendencia a enfrascarse en relaciones misteriosas con objetos idealizados de la fantasía; en esto se oculta la parte principal del self que contiene toda la espontaneidad ... en tanto que al exterior se ofrece una fachada de sometimiento". Detrás se esconde el odio contra el mundo, por no haberle ayudado. En el caso que presentamos la madre de la paciente se vivía a sí mismo y a su propio hijo como el signo externo de haber atacado a sus padres. Su propia madre le reprochaba continuamente el embarazo de su hija, induciéndola al aborto y la culpabilizaba de haber nacido ella misma atribuyendo a este motivo no poder tener más hijos.
3. Estas relaciones, que al principio se establecen desde la "Unidad dual", poco a poco van dando paso a la "relación triangular", permitiendo la diferenciación de roles, mutuamente vinculados e interdependientes, de padre-madre-hijo-masculino-femenino. Al igual que las funciones anteriores también los procesos de identificación con estos roles pueden darse con éxito dentro de un ambiente familiar facilitado, o verse alterados e interferidos por circunstancias anómalas. En este caso el sujeto se ve privado de esas pautas necesarias y obligado a aceptar el efecto de esas carencias o alteraciones en sus procesos de identificación. "El sentimiento de identificación con otras personas Klein, 1965) se produce porque se les atribuye cualidades o actitudes que a ese individuo le interesan. El objeto amado es sentido como el continente de la parte disociada, amada y valorada de la persona, del self, que así continúa su existencia dentro del objeto. Así se puede convertir en una extensión de la persona". Esto sucede cuando la relación entre el yo y el objeto de identificación es suficientemente buena. La identificación, es la manifestación más temprana de un enlace afectivo a otra persona y desempeña un importante papel en la prehistoria del complejo de Edipo..." (Freud, 1921). Pero ¿qué ocurre cuando esa persona, afectivamente tan importante como para una niña es la figura del padre, se ha perdido desde épocas tempranas?. La sustitución del objeto abandonado o perdido por la identificación con él, o sea la introyección de tipo oral, de este objeto en el yo son hechos que ya conocemos en el análisis de la melancolía ".. -la sombra del objeto cae sobre el yo". Una de las principales consecuencias de estos casos es la profundo devaloración del self y de su identidad sexual.
O como dice Freud, 1a cruel autohumillación del yo, unido a una implacable autocrítica y reproches que el análisis demuestra que en el fondo van dirigidos contra el objeto a modo de venganza por parte del yo... " y su ausencia hace muy difícil, después, una acertada elección del nuevo objeto de amor. Así veremos qué sucede en la elección de pareja tanto por parte de la paciente como por parte de su madre.
4. El material clínico que ofrecemos a continuación puede servir de ejemplo demostrativo de este tipo de alteraciones. En él se analiza la secuencia de seis series de Protocolos de Test Proyectivos Gráficos (parte integrante de una botería más amplia de pruebas) y que corresponden a otros tantos y diferentes momentos del seguimiento evolutivo de una niña desde los cuatro a los diecisiete años, valorando en ellos la referencia al hecho traumático de la ausencia de la figura paterna desde el principio y su incidencia en los procesos de identificación.
A pesar de las lagunas encontradas en el registro de los protocolos de los primeros años, nos parece de suficiente interés el material clínico conservado como para motivar con creces su estudio secuencial.
Ana tiene ahora diecisiete años. Acudió por primera vez a consulta cuando tenía cuatro, manteniendo desde entonces un seguimiento terapéutico periódico e intermitente.
La madre de Ana era hija única pero su propia madre siempre le reprochó esta circunstancia. "por haber nacido tú no puedes tener más hijos", le decía. Quedó embarazada de Ana estando aún soltera. Tenía sólo dieciocho años. Su pareja aceptó bien el embarazo y quería casarse con ella. Sin embargo, los padres se opusieron fuertemente y con coacciones la inducían a abortar. A los dos meses el padre de Ana desistió y se fue a Méjico. Nunca más se volvió a saber de él. Sientiéndose ya abandonada por su pareja y rechazada la niña, al igual que ella, por sus padres, la madre de la paciente tuvo que plantearse una cruel elección: abandonar a su hija o a sus padres. Debido a las fuertes presiones, a los cuatro meses de embarazo decidió ir a vivir a una Residencia para Madres Solteras. Dos meses después se le diagnostica una diabetes. A pesar de ello el embarazo transcurre sin mayores problemas. A los ocho meses y medio se le induce el parto. La niña pesaba 3,850 Kg.
- Primer año: Lactancia artificial. No aparecen problemas en la alimentación ni en el sueño. A los diez meses fue operada de un tumor cerebral , que no ha vuelto a recidivar. Primeros pasos a los once meses. Buscó y encontró apoyo, afectivo y económico, en la bisabuela con la que pasaban los fines de semana. Los dos años siguientes (2.º y 3.er año),, transcurren con normalidad: lenguaje, control de esfínteres, adaptación escolar, juega mucho y le gusta estar con los niños. Sólo es de destacar un cuadro diarreico que dura todo el 2,0 año y remite solo. A los tres años y medio dejan lo Residencia porque los abuelos de Ano sugieren que vayan a vivir con ellos.
- Cuatro años. Descubre que las demás niñas tenían papá. En la Residencia "no había hombres". Buena relación con el abuelo al principio, luego la desprecio. Aparecen los primeros síntomas depresivos alternando con momentos de hiperactividad. Acuden por primera vez a consulta y se recomienda a la madre un grupo de psicoterapia. Durante la entrevista la niña mantiene buen contacto.
- Ocho años. Viene de nuevo a consulta por crisis agudas de angustia, severos alteraciones del sueño, trastornos en el comportamiento e hiperactividad. Constantes referencias a la ausencia del padre preguntando en todas partes, en el colegio y en casa, por qué se fue. En la entrevista una y otra vez repite "no me preocupa nada que no esté papá, ni sé si va a volver o si se ha muerto, no me importa". Aparece un cuadro de bronquitis de repetición y enuresis nocturna que ella relaciona con, "regañinas de mi madre porque se enfada enseguida". Son muy frecuentes en esta época las pesadillas y fantasías de terror que no siempre distingue de la realidad por la mañana me levanté y estaba soñando desierta, era el ruido de un avión que aterrizaba en el tendedero, un coche bomba..., llamé o una vecina, no estaba el teléfono de trabajo de mi abuelo, ni mi madre ni nadie. Veo que se mueven las puertas y tengo miedo. Duermo sola. No me parecía que estaba soñando porque me tocaba y veía la habitación. Vino mi abuela y me vió llorando. Me dijo que estaba la puerta blindada. Durante muchos días se repitieron estas fantasías alucinóticas que aluden no sólo a sus sentimientos de soledad y falta de protección externo suficiente, sino también la fracaso del mecanismo de represión y de la barrera interna de paraexcitación: "veo que se mueven las puertas y tengo miedo". La abuela confirma el carácter diurno de estas crisis de terror. Su rendimiento escolar disminuye llamativamente.
- Nueve años. Vuelve a consulta por crisis fóbicas: Miedo a salir a la calle y a irse a la cama: "Me da miedo soñar, sueño que los abuelos tienen un hijo "un hermanito y que mi madre no lo quiere tener. ¿Por qué se fue papa? siempre he querido tener un papá y que tengáis un hermanito para mí". Saca una foto que guarda desde los tres años y le pregunta a su madre ¿Por qué se fue papá sin conocerme?" La madre le dice que tuvo que irse a Méjico y está allí. La niña le contesta: "si se fue es porque no nos quiere. Nuevos síntomas: tics, negativismo, se opone y se salta las normas buscando "que me digan lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer, quiero un papá".
- Díez años. La madre empieza a salir con una nueva pareja. Aumentan los síntomas de bajo rendimiento escolar, terrores y pesadillas: "Me desperté porque había un monstruo durmiendo al lado de la vecina, era un amiguito suyo, como un matrimonio, la vecina es mala y tiene mascotas, había otra buena que tenía un perro, la mala tenía un monstruo que quería quitarme los zapatos y no me dejaba ir con ella, se acabó". Se le señala la posible relación entre la pesadilla y la nueva pareja de la madre. Dice "anoche fui a cenar con mi madre y su amigo, me di cuenta de que se me paralizaban las piernas, me asusté mucho, luego ya me pude levantar y andar, me pone muy nerviosa eso de mi madre y cenar con ellos".
- Once años. Se casa la madre y se trasladan a otra ciudad. Acuden a una consulta privada porque consideran que está muy alterada e incontrolable. Presenta diferentes tics.
- Doce años. La madre se separa a los catorce meses de matrimonio por trastornos mentales de su pareja (posible esquizofrenia) y malos tratos con amenazas de muerte a ambas (quería ahorcarlas). Vuelven a vivir a Madrid pero independientemente de los abuelos. Repite curso en un colegio nuevo. Viene a consulta "porque me siento muy triste, confusa y desconfiada, han sido muchos cambios..." La ansiedad paranoide parece estar aflorando más y se aprecia un deterioro mayor en la relación madre-hijo que también se transfiere en la relación terapéutica.
- Dieciséis años. Los síntomas depresivos permanecen en la base y siguen fluyendo como río subterráneo que de tanto en tanto aflora. Esta vez viene ella sola a consulta: "pienso que soy imbécil, lloro por todo, mi madre me levanta dolor de cabeza., no me encuentro bien". Comienza a salir con un chico. La relación dura solo seis meses y él la deja "porque dice que quiere meterse a cura y que no puede seguir conmigo. Le afecta mucho y reaparecen los síntomas depresivos y de hiperactividad como cuando vino por primera vez a consulta.
Motivo de consulta: síntomas depresivos alternando con otros de hiperactividad.
Circunstancias: Cambio de medio familiar. Dejan la Residencia y pasan a vivir con los abuelos. Descubre que las demás niñas tenían papá.
Dibujo una figura en cada hoja "todos están muertos o mutilados... por que todos se han hecho viejos". Dibuja en primer lugar al padre en posición horizontal "porque está muerto" y señala sus dientes como en la figura de la abuela. Los dibujos carecen de piernas y manos a excepción de la madre; la niña se aferra a un objeto acompañante y se dibuja en la mismo hoja con la madre, cuya figura aparece también muy inestable.
Comentario:
La ausencia del padre ocupa el primer plano de referencia en su campo psíquico, y así lo señala dibujándolo el primero. Este dato se repetirá en todos sus dibujos posteriores. Son manifiestas las dificultades de integración de ella y su madre en el grupo familiar: hojas separadas para cada figura y ella formando grupo aparte con su madre. Los rasgos de agresividad oral -énfasis en los dientes- aparecen relacionados con los dos figuras más negativas: una por su ausencia, el padre; la otra por el manifiesto rechazo y hostilidad, la abuela. La referencia a graves duelos precoces (objetos internos muertos o mutilados), la inestabilidad emocional y rasgos depresivos de la madre, la dificultad en configurar la imagen masculina (padre-abuelo), ... marcan desde el principio las líneas básicas de su estructura vincular que luego cristalizará probablemente en estructura bordeline.
Motivo de consulta: Bronquitis de repetición y enuresis. Crisis agudas de angustia. "No sé si papá va a volver o se ha muerto, no me importa ".
La secuencia de los dibujos informa por sí mismo. Comienza por un paisaje en el que junto a la armonía de los colores y buena distribución del espacio (aspectos más lúdicos y evolucionados), aparecen también las ramas truncadas, los frutos cayendo, la silla vacía y "un señor comiendo debajo de un árbol..., cuidando una vaca..., de mayor seré vendedora de comida". Las necesidades orales, de cuidado y de protección, se entrecruzan, disociadas, con los rasgos fobo-paranoides y las referencias al duelo por el objeto ausente al que es necesario incorporar (pájaro, trompeta) al menos en sus aspectos idealizados "para no tenerle miedo". María se reía porque el perro se iba a comer al pájaro para no tenerle miedo. También le tenía miedo la chica y le gustaba oír cantar a su pájaro -aspectos disociados e hipomaníacos: le tenía miedo y le gustaba" (figs. 5 y 6).
La falta de base de confianza (omisión o reforzamiento de la línea de base). La tendencia a la actuación y formaciones reactivas (dice una cosa y hace la contraria): "En el tejado hay gatos" pero pinta el perro de siempre). Los sentimientos de recelo, confusión y temor: "Creía que era un nido de pájaros y era de serpientes" "...Una casa donde viven ratones, moscas ... demasiado viejo para personas, mucho frío". (figs. 7 y 8). Los aspectos depresivos y contrafóbicos aparecen también en la necesidad de un objeto acompañante -el osito- que contrarreste sus temores y sentimientos de indefensión. (fig. 10).
La ambivalencia ante la figura ausente del padre es clara. Por un lado lo dibuja en primer lugar., es todo: el más bueno, cariñoso, por otro lo degrada a la categoría de envidioso del abuelo, castigándolo; le acusa y reprocha de no haber descubierto en su madre las riquezas que en cambio sí ha tenido en cuenta el abuelo.
Ahora sólo puede envidiar y no poseer los bienes de esa "tía rica": estos bienes son ella misma. Necesita de las defensas de la negación y de la hipomanía para protegerse de los sentimientos de pérdida (fig. 9). En el relato se identifica con el rol de niña, asociándolo a la bondad de la madre "que ha tenido a los hijos".
En tanto que "el padre es malo" porque taló un árbol y también el niño es malo. El proceso de identificación se establece desde los aspectos del deber del Superyo., no desde los deseos del Ideal del Yo. La negación se refuerzo con la sobreidealización de la figura del abuelo-rey (El Rey Juan Carlos).
Motivo de consulta: Terrores y pesadillas. Bajo rendimiento escolar.
Circunstancias: La madre sale con una nueva pareja.
Comentario:
Esta serie de dibujos junto con los de los dos años siguientes (diez-once-doce años), forman una trilogía que corresponde a los peores momentos de los que fueron estudiados. El reforzamiento en los trozos, el abundante sombreado, el agrandamiento de los figuras, la expresión de los rostros ... hablan de una mala etapa para Ana. Los acontecimientos externos desorganizan su frágil estabilidad emocional junto a las expectativas de un nuevo papá real que llene el horizonte familiar de niños (fig. 13), aparecen los grandes temores y recelos, la incertidumbre y el miedo a la desorganización y confusión ("Barrotes en la ventana con un agujero para que salgan los humos" (fig. 11). "Un tejado que hay que restaurar" (fig. 14).
Estas oscilaciones se traducen en ansiedades paranoides que intenta controlar con defensas obsesivas y de disociación.
Con la presencia de la nueva pareja ya no sería necesario recurrir a la anterior de los abuelos (fig. 13): "éste es el padre aunque parezca el abuelo, bueno yo ya me entiendo..." Pero si bien esta nueva figura de "padre" consigue que se despierten los celos y deseos edípicos (la hija mayor empieza a tener novio y lleva un jersey a rayas como el padre") son teñidos de irracionalidad ("la hijo mayor es la loca") y han de ser rechazados porque no dan la felicidad (1a loca es la menos feliz"), es decir la única opción para ser mujer es cumplir con las obligaciones de cuidar hijos como la madre nutricia que da el biberón.
El resultado de estos conflictos se refleja en los procesos disociativos en la identidad (fig.12) y en sus problemas en el contacto. Faltan los brazos y la mirada está teñida de ansiedad paranoide como expresión de sus contradicciones internas: los aspectos femeninos en el rostro, junto a otros de tipo masculino en las marcos del pantalón y en el tocado de explorador.
Motivo de consulta: Tics, problemas de conducta. "Está muy alterado e incontrolable".
Circunstancias: Se casa la madre y se trasladan a otra ciudad.
Comentario:
La nueva circunstancia familiar está muy lejos de sus expectativas. "En esta casa vive mucha gente". "Tiene un tejado que hay que restaurar". La fachada es de lo más feo, ha perdido el ritmo de las terrazas" (fig. 14).
Todos sus ilusiones se han roto (depresión narcisista) y necesita más que nunca de la negación y sobreidealización: "las hojas se caen, es otoño y el árbol está como si de verano se tratara... en el bosque de los susurros (fig. 15).
La figura masculina se reduce a una máscara de payaso sin nombre (objeto parcial agrandado). Lo dibuja en primer lugar antes que la chica, y necesita atribuirle valores de ternura que no encuentra en la figura real del padrastro. (fig. 16). La ansiedad paranoide y la actividad hipomaniaca la desbordan, su identidad se resiente, se vive dañada, con fracturas, sin apellido que presentar. Por eso dice claramente que su ropa no tiene marca ninguna y estampa su firma en la escayola del pie roto.
Motivo de consulta: Fracaso escolar. "Me siento triste, confusa y desconfiada".
Circunstancias: La madre se separa por malos tratos y trastornos mentales de sus pareja,
Comentario:
Los padres se separan y ella entra en regresión. Añora los años de la Residencia, donde vivió su primera infancia y no había tantas tensiones ni violencia. (fig. 18). "Es una casa vieja en la que se hacen quesos y productos lácteos..., campamento para niños..., niños y mayores tienen mucho cariño a este estilo de hogar. Necesita reforzar así sus bases de sustentación. La depresión y la ansiedad paranoide ante el contacto aumenta (sombreado en todas las puertas y ventanas): "Las niñas me tienen manía... Casi toda la clase tienen a sus padres separados..., mi mejor amiga tiene a sus padre separados, otra también, otra también... Estoy ahora más cómoda que cuando tenía padre". Aunque se siente perseguida por las amigas ya puede presumir de otra identidad: puede hablar de padres separados como las demás.
Las vivencias traumáticas de abandono se reactivan (fig. 18-19). Se hacen más claros los conflictos en la identificación. Las formas histeroides están en la fachada, (fig. 20). Detrás del ropaje -coraza del FALSO SELF- queda la profunda devaloración, la depresión y dudas de su identidad. «No sé si un niño o una niña o un señor o una señora. Es que no sé qué hacer" (comenta antes de decidirse a dibujar la primera figura). Estas dudas en relación a la imagen femenina, las resuelve idealizando la figura masculina atribuyéndole características similares de un figurín imaginario "romántico, juguetón, le gusta la poesía, la naturaleza« (fig. 21).
Motivo de consulta: Depresión severa. Lloro por todo, pienso que soy imbécil.
Circunstancias: Sale con un chico que a los seis meses la abandona.
Comentario:
Las vivencias de vacío y los objetos internos persecutorios, afloran en su autopercepción (fig. 22: "Casa vieja, solo, la habita una persona muy extravagante, una bruja"), reavivándose las defensas hipomaniacas
Resulta llamativo que, como en la serie de dibujos de los once años, la primera de los figuras humanas es la masculina,- todo es ropaje y su figura carece de identidad personal. Le atribuye los tópicos convencionales del hombre duro "supliendo con este rol y falso self idealizado la ausencia del modelo masculino en su vida real (fig. 24).
Como contraste la figura femenina,, hecha en segundo lugar, la presenta devalorada y carente de interés: "Sosita..., un poco tonta..., le gusta pasear y coger flores". Haciendo clara diferencia al modelo internalizado de la madre (fig. 25).
A modo de despedida y como si se tratara de un precioso regalo en el último dibujo del Test de la Familia (fig. 26) nos ofrece un resumen de toda la secuencia de dibujos que nos ofreció hasta ahora. Es como una radiografía de su mundo interno y de los procesos de identificación. Nombra en primer lugar a la niña, María., de cuatro años, de la misma edad que cuando ella llegó por primera vez a la consulta. "Es la más buena". La sitúa muy al lado, pegada a la madre. A ésta la asigna ahora el espacio más importante del grupo: sentada en un taburete como antes lo hizo con la figura del padre (dibujo de los diez años). A éste lo sitúa detrás, estático, como en una foto de familia, como el recuerdo de lo que pudo ser bueno y ya no lo es, "Hizo algo malo: se fue con otra". No duda en atribuirle a la madre los aspectos depresivos, masoquistas y de resignado frustración: "es la menos feliz, no sale de casa, se sacrificaría".
En tanto que al resto de los personajes, todos masculinos, les atribuye los aspectos divertidos y de bienestar.
De forma disociada relaciona lo femenino con lo regresivo (dependencia y dificultades de separación-individualización) y con lo depresivo-masoquista. "Bueno, sacrificado..., la menos feliz". Es un rol obligado pero falso. Ella se identifica claramente con el niño porque es muy "trasto", como lo fue el padre que se fue con otra. "Me gustaría ser Gustavo, el niño, porque es muy trasto y me lo pasaría muy bien". Se identifica con los aspectos masculinos pero infantiles. O sea, a pesar de que la figura del padre está ausente en su vida, Ana ha creado una imagen en su fantasía a la que atribuye cualidades con las que se identifica para no perderle, en tanto que por fuera se mantiene la fachada del rol femenino "obligado".
En todos los dibujos se mantienen la tridimensionalidad pero en perspectiva forzada, en escorzo, con reforzamiento de los contornos, elementos obsesivos e histeroides, ornamentación forzada, referencia a daños y erosiones en las superficies, sombreado en puedas y ventanas, tejados con elementos bizarros... Todos estos indicadores, en su conjunto, parecen hablar de una estructura borderline en la que, junto a los elementos depresivos y de inseguridad básica, se señalan también las dificultades en el proceso de pensamiento, las referencias a daños y rasgos de confusión en la identidad.
La secuencia pone de manifiesto los aspectos más regresivos: las vivencias de pérdida, mutilación, desilusiones y fraude en sus expectativas, se reflejan dramáticamente en la primera figura ("Creía que era un nido de pájaro y era de serpientes") (fig. 28, 1.ª). También la nueva circunstancia familiar (emparejamiento de la madre, casamiento, malos tratos y separación), deja su huella creando un torbellino de tensiones difíciles de soportar (fig. 28, 2.ª). La salida estará a través de las defensas de la negación hipomaniaca, de la regresión y de la disociación esquizoide fig. 28, árbol 2.º, 3.º y 4º).
Los aspectos orales lúdicos y contrafóbicos (fig. 29, 1.ª), ceden paso a una progresiva rigidez de las figuras. Los contradicciones en la identidad (fig. 29, 2.º y 3.º), y la mayor afluencia de ansiedades paranoides (fig. 29, 2.ª, 3ª, 4,ª) desembocan en un falso self en el que el papel femenino se perfila como una postura obligado, falta de genuina vitalidad y valoración. Los adornos y las flores no ocultan la depresión en su rostro.
La ausencia del padre, como modelo real, frente al que sentirse valorado como mujer, es suplido por carátulas imaginarios, aspectos parciales fantaseados en los que se condensan y alteran, de modo contradictorio y confuso, los defensas hipomaniacas para negar su pérdida. Esta modalidad de relación vincular (idealización y denigración de lo masculino) hace que sea muy difícil para ella una buena elección de pareja como objeto de amor tal como ocurrió en la realidad.
Desde el principio hasta el final la figura del padre ocupa el primer lugar de sus intereses. Pero de forma contradictorio: defectuoso y "muerto" (fig. 31, l.ª)., admirado en la fantasía y rechazado en la realidad como respuesta al abandono: es "el más malo" pero a ella le gustaría ser como él (fig. 32, 2.ª y 3.ª). En esta disociación se repiten las dificultades para configurar la imagen interna masculina y, por lo mismo, también la valoración de su propio rol femenino como mujer.
Ana fue una niña rechazada por los abuelos como también lo fue su madre. Encontró un ambiente sustitutorio, suficientemente continente y estimulador para sus primeros tres años y medio, que permitió cubrir todos los pasos de su desarrollo físico de un modo más o menos normal. Los problemas somáticos, frecuentes en los primeros años y coincidiendo con momentos difíciles (la diabetes de su madre cuando abandona el hogar, su cosa; tumor cerebral a los diez meses, cuadro diarreico durante todo el segundo año; bronquitis de repetición y enuresis a los ocho años ... ), dejan paso a los síntomas depresivos y crisis de angustia que, ya en la adolescencia se hacen más difíciles de soportar: afectan a la propia valoración y a la identidad.
En sus raíces, además de los circunstancias traumáticas del ambiente familiar, cuenta sobre todo la ausencia de la figura del padre.
A los ocho años Ana dice abiertamente: "Me gustaría ser niño porque siempre me ha gustado ser niña". Al analizar el motivo de esta preferencia dice que es porque "la madre es la más buena porque es mujer, en tanto que el niño y el padre son menos felices porque son malos y son castigados". A los diez años vuelve a plantearse el mismo conflicto interno: Silvia, que es la hija mayor le regala un jersey a rayas a su padre y ella lleva otro igual...., empieza a tener novio pero es la menos feliz" en tanto que "La madre que tiene que darle un biberón al bebé ... a mí me encanta". Es por tanto una locura dar cosas al padre y tener novio, causa infelicidad. En tanto que la regresión (identificación disociada en la madre y en el bebé),, produce satisfacción y mayor seguridad. Estos sentimientos de "locuras" asociados a formar pareja (tener novio), coinciden con las locuras reales (posible esquizofrenia) de la nueva pareja de la madre reforzando su confusión.
Ya en plena adolescencia, a los dieciséis años, son muy claras las disociaciones y contradicciones internas. En la fantasía querría ser como su padre ("Travieso, divertido"). Así no lo habría perdido. Pero en la realidad se siente atrapado entre los miedos a la separación-individuación (pegado a mamá o al osito), y los sentimientos disociados en torno a lo masculino: los "fechorías y abandonos" se mezclan con los rasgos convencionales e idealizados del "vaquero", "el pintor romántico" o del "abuelo Rey". La ausencia del padre se convierte así en punto central de referencias contradictorias, dando como resultado un proceso reactivo de identificación en falso con el rol femenino (falso self. (Winnicott 1975). Su proceso de identificación no es sólido sino ficticio, por "identificación adhesiva". (Meltzer, 1974), con la madre, no por atracción edípica con el padre.
Lo femenino viene a ser lo depresivo, lo "bueno y sacrificado" de la madre, que cuida y no abandona a los hijos. Lo masculino sería lo deseable y divertido, pero a través del modelo ausente y abandonante del padre, sólo puede ser vivido como "malo e infeliz". "¿Si formases parte de ésta familia quién te gustaría ser? El niño, porque es muy trasto y me lo pasaría muy bien".