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DOCUMENTOS

 

La Evaluación psicológica en Europa
The Psychological Assessment in Europe

 

P. Pichot (*)

Ponencia marco en el 11 Congreso del Colegio Oficial de Psicólogos, Valencia, 1990.


Según la definición del diccionario, el verbo "evaluar" tiene dos sentidos. Por una parte, significa "estimar el valor, el precio de una cosa", por otra parte fijar aproximadamente una cantidad. En principio es o este segundo sentido al que nos referimos cuando hablamos de evaluación psicológica, pues consiste, fundamentalmente, en la cuantificación de fenómenos psíquicos. Pero, de forma secundaria, al mismo tiempo se piensa en la noción de valor, pues la cuantificación se emprende en general con el objetivo de predecir el comportamiento del sujeto, es decir, en una cierta medida, de "estimar su valor" en una situación particular. La definición del diccionario indica que la fijación de la cantidad es aproximativa, y esta noción posee una importancia central: a diferencia de las medidas que se refieren a los fenómenos físicos, las que conciernen a los fenómenos psicológicos son afectadas por un error. Como veremos, la evaluación psicológica no se desarrolló hasta el momento en que se dispuso de un modelo matemático referido o este error de medida. Es preciso señalar, en esta introducción, la existencia de un problema lingüístico. La palabra "evaluation", del francés, y "evaluación", del español, se corresponde con el inglés "assessment". Pero en esta última lengua existe también la palabra "evaluation", que ha tomado un sentido específico en el vocabulario técnico de las ciencias sociales: se designa por la expresión "evaluation research" The assessment of a program's achievement" (C.R. Wright, 1968).

La idea de que los fenómenos psicológicos se podían medir nació en la "Epoca de los Luces" y fue expresada por primera vez a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. En 1764, el filósofo y naturalista suizo Charles Bonnet escribía en sus "Contemplaciones de la Naturaleza: "¿La serie de consecuencias justas que diferentes espíritus extraen de un mismo principio no podrían servir de fundamento para un psicómetra, y no podemos suponer que un día se medirá los espíritus como se mide los cuerpos"?. En este pasaje encontramos la primera mención del término "psicómetra", neologismo que adquirirá derecho de ciudadanía un siglo después con la "psicometría de Galton". En 1785, Condorcet, en su "Ensayo sobre la aplicación del análisis a la probabilidad de las decisiones" recordaba que "(Turgot) estaba convencido de que las verdades de las ciencias morales y políticas son susceptibles de la misma certeza que las que constituyen el sistema de las ciencias físicas e, incluso que las que forman las ramas de esas ciencias que, como la astronomía, parecen aproximarse a la certeza matemática". Un poco más tarde, en Alemania, Herbart pedía que se aplicara la medida de las dimensiones en todo lo que es posible y el cálculo, a la vida del alma".


(*) Traducido del francés por R. Hagen, revisado por C. Rodríguez Sutil.


Fue precisamente en este período cuando se desarrollaron los instrumentos conceptuales indispensables para esta evaluación de los fenómenos psicológicos, que se solicitaba y cuya posibilidad se proclamaba. Pierre Simon de Laplace creó, en Francia, a partir de 1771, la rama de las matemáticas que expuso en 1820 en su célebre obra "Teoría analítica de las probabilidades". En Alemania, Carl Friedrich Gauss describió la "ley de los errores", y la distribución probabilística expresada en la curva normal, que se conoce en la actualidad bajo el nombre de curva de Gauss. Los trabajos de Gauss, que presentó en 1821 en su Theoría combinatoria observationum, habían tenido, como las de Laplace, como campo de aplicación las medidas astronómicas. Permitían controlar los errores debidos a las fluctuaciones de los valores obtenidos en observaciones sucesivas o a las diferencias individuales entre observadores. En este contexto Bessel, astrónomo en Königsberg, introdujo en 1815 el concepto de "error probable" como índice de imprecisión.

Laplace y Gauss habían encarado de forma explícita la posibilidad de aplicar el cálculo probabilístico a los datos de las ciencias llamadas entonces "morales" y que hoy calificamos como "humanas", estimando que de esa forma se podría responder al deseo formulado por Turgot, y recordado por Condorcet, de dotar a las conclusiones de esas ciencias de la mismo precisión que poseía la astronomía. El mérito de haberse involucrado en este camino corresponde al belga Quetelet. No en vano era matemático y astrónomo y mantuvo contactos estrechos en París con Laplace, y con sus colegas Fourier y Poisson, y en Alemania con Gauss. La idea central que desarrolló fue la de que era posible definir características estables en el ser humano calculando un valor central (por ejemplo la media) y un índice de dispersión de las distribuciones obtenidos mediante la recogida de una gran cantidad de datos individuales. Así desarrolló, en su libro "Sobre el hombre y el desarrollo de sus facultades" (1835), el concepto de "hombre medio". Sin duda, las características que él analizaba en concreto, y cuya recogida organizó al crear los organismos europeos de estadística, se remitían ya sea el dominio físico (la talla, el peso) ya sea al de los comportamientos sociales, como los matrimonios, los crímenes o los suicidios, lo que le valió el ser considerado como el fundador de la sociología. Pero sugirió que se estudiaran de la misma manera aspectos psicológicos de la personalidad, a los que llamaba "Inclinaciones" ("penchanst") y en loa que veía las fuentes de los comportamientos cuya frecuencia determinaba.

Si Quetelet, que fue el primero en sugerir que la distribución de las características individuales alrededor de la media correspondía en la población con la ley normal, se interesó antes que nada en la descripción de los grupos, Francis Galton se situó en una perspectiva totalmente diferente. Indudablemente inspirado en la obra de su primo Darwin sobre "El Origen de los Especies", este genial investigador inglés, cuyos descubrimientos se habían referido a los dominios más diversos -es el fundador de la metodología moderna e inventó el método de identificación de criminales por las huellas digitales- se dedicó al estudio de la herencia de los caracteres psicológicos. Para ello le era imprescindible disponer de datos cuantitativos. Pero, a diferencia de Quetelet que trataba del "hombre medio", Galton debía definir a cada uno de sus sujetos por su posición dentro del grupo, en la perspectiva que después ha dado lugar a la psicología diferencial. Por otra parte necesitaba dotar de una formalización matemática a la conexión, que estaba estudiando, entre los caracteres observados en los sujetos, sus ascendientes y sus descendientes. Constató que Laplace y Quetelet habían carecido de un método adecuado para expresar la causalidad parcial de un fenómeno. De esa manera estableció sucesivamente la noción de "regresión" y de "correlación", esta última antes de recibir una expresión definitiva, en 1896, en la obra de su discípulo y sucesor Karl Pearson, quien utilizó, para medir la variación concomitante, la fórmula propuesta en 1846 por Bravais. Galton se encuentra directamente en el origen de la evaluación psicológica y las primeros frases de su artículo de 1879, "Psychometric Experiments", se han mantenido en ese sentido como clásicas: la psicometría, apenas hace falta decirlo, significa el arte de imponer a las operaciones del espíritu la medida y el número, tal como se practica, por ejemplo, en la determinación del tiempo de reacción de diferentes personas... Hasta que los fenómenos de una rama cualquiera de los conocimientos no hayan sido sometidos a la medida y al número, esta rama del conocimiento no puede asumir el estatus y la dignidad de una ciencia".

En el mismo momento en que en Inglaterra aparecía la "psicometría", nacía en Alemania la "psicofísica". En 1846 el anatomista y fisiólogo Ernst Heinrich Weber, en su artículo "El gusto y la sensibilidad común", había estudiado por primera vez las relaciones entre estímulo y sensación. En 1860, inspirado por la demanda de Herbart de que se formularan leyes psicológicas en términos matemáticos, Gustav Theodor Fechner retomó, en sus "Elementos de Psicofísica", las observaciones de Weber e intentó establecer una relación general entre los fenómenos físicos (los estímulos) y psíquicos (las sensaciones). Esta "psicofísico" era la primera manifestación de la psicología experimental, institucional izada como disciplina autónoma cuando Wundt abrió en 1879 su laboratorio en Leipzig.

La convergencia de las dos orientaciones, psicometría y psicología experimental, y su simultaneidad es destacable: 1879 es la fecha del artículo de Galton sobre los Psychometric Experiments y la de la fundación del laboratorio de Wundt. Tanto una como otra han aportado a la evaluación psicológica elementos específicos. La psicometría ha estado, en su origen, ligado a las ciencias matemáticas (el cálculo de probabilidades) y a las ciencias "morales" (en las obras de Laplace, de Gauss, de Quetelet y también en la obra de Galton, cuyo interés se centraba sobre todo en la "eugénica". La psicofísica, y después la psicología experimental, mantenían relaciones estrechas con la medicina, especialmente con la fisiología. ¿No había elegido Wundt, que era médico, de forma expresa como título del libro que publicó en 1863-1864: "Elementos de psicología fisiológica"? La vinculación entre ambas orientaciones fue asunto de un americano, James McKeen Cattell. Cattell había obtenido su doctorado en psicología en Leipzig, con Wundt, después fue a Londres a trabajar con Galton, donde tomó conocimiento de las pruebas que éste había puesto a punto para explorar los diferencias interindividuales, En 1890 publicó en la revista inglesa "Mind" un artículo, Mental tests and measurements, en el que daba a esas pruebas el nombre de "mental tests", bajo el que desde ese momento serían conocidos.

De esta manera se abrió un período que se extiende hasta la primera guerra mundial, en el curso del cual van a aparecer las principales técnicas y se van a trazar las principales orientaciones en las aplicaciones prácticas. En este sentido juego un papel central la publicación por Alfred Binet y Theodore Simon, en 1905, del artículo "Métodos nuevos para el diagnóstico del nivel intelectual de los anormales", en el que se describía la primera versión de una prueba que será conocida bajo el nombre de "Escala de Binet-Simon", Hasta ese momento los "tests mentales", tales como los que utilizaban Cattell y otros, eran pruebas todavía relativamente próximas a la fisiología, que se consideraba que exploraban los funciones psíquicas denominados "elementales": Cattell utilizaba tests que medían la fuerza de presión, el tiempo de reacción o la memoria inmediata de letras. Dichos instrumentos, desgraciadamente, quedaron confinados a los laboratorios; sus resultados, a pesar de las esperanzas que se había depositado en ellos, no permitían predicciones sobre el comportamiento de los sujetos en tareas concretas de la vida real (como por ejemplo, el éxito escolar). El mérito de Binet fue el de enfrentarse con la medición de una función intelectual "superior", la inteligencia, utilizando tareas complejas, y el de recurrir a la modificación de los resultados en función de la edad, es decir, del desarrollo, como criterio de validación de los ítems de su test. Gracias a la aplicación de esos dos principios, la evaluación psicológica a la que llevaba el empleo del test determinaba si el niño podía seguir o no el currículum escolar. Por primera vez se había salido de la era de las experiencias de laboratorio para entrar en la vida concreta.

En el mismo momento en que Binet demostraba su utilidad práctica, la evaluación fue modificada profundamente en su substrato por el desarrollo de métodos estadísticos. Los existentes hasta Quetelet habían sido univariados. Galton había tomado conciencia de que para sus investigaciones debía disponer de índices cuantitativos que midieran la fuerza de las conexiones entre fenómenos, en otros términos, procedimientos estadísticos multivariados. Esencialmente es a la escuela inglesa a la que se debe la creación de dichos procedimientos. En 1895 el discípulo y sucesor de Galton, Karl Pearson, había descrito formas simples para calcular el coeficiente de correlación, un índice que iba a servir de punto de partida para los trabajos de Charles Spearman. Este autor, aunque fue discípulo de Wundt, con quien consiguió su doctorado en psicología en 1908, consideraba, como Binet, que era necesario "poner en relación los fenómenos psíquicos estudiados en el laboratorio con los de la vida real: En 1905 publicó en el American Journal of Psychology General Intelligence objectively determined and measured. Su concepción se basaba en la idea de que era posible, a partir de una tabla de correlaciones entre los resultados de diferentes pruebas, descubrir la estructura de las aptitudes (o factores) subyacentes, que se manifiestan en esos resultados. El método estadístico que desarrolló, el análisis factorial, reposa en el cálculo del error que afecta a los coeficientes de correlación, lleva a la llamada concepción "bifactorial" los resultados de un test de rendimiento cualquiera se deben a la influencia combinada de un factor general, que juego un papel en los resultados de todos los tests, y de un factor específico de cada test. Spearman identificó el factor general ("general factor" o "g factor") con la inteligencia y llegó a la conclusión de que el mejor test para evaluar la inteligencia era aquel cuyos resultados estuvieron determinados antes que nada por el factor general, y de la manera más débil posible por un factor específico. El método matemático propuesto por Spearman fue considerablemente modificado con posterioridad, pero el análisis factorial ha jugado hasta ahora un papel decisivo en la construcción, el análisis y la interpretación de instrumentos de gran uso en evaluación psicológica.

Un fenómeno que dejará trozos profundos en el desarrollo posterior es característico de este período, en el que nace realmente la evaluación psicológica: su asociación con la pedagogía, por una parte, y con la medicina, por la otra.

La escala de Binet-Simon apreciaba la aptitud para el éxito escolar en los niños. Binet además se había beneficiado del hecho de que los individuos estaban en el período de desarrollo para descubrir ítems válidos. La historia de la "psicometría", hasta la primera guerra mundial, está dominada por los intentos por perfeccionar esas escalas empleados en el medio escolar (la introducción de la noción de Cociente Intelectual por William Stern, en 1914, y la del principio de los "Point Scales" por Yerkes, en 1915, son las etapas más sobresalientes) y el éxito de esos instrumentos en la práctica hará que este campo se mantenga hasta la actualidad como uno de los más importantes en cuanto a la cantidad y a la importancia de sus aplicaciones.

La asociación con la medicina es otro plano subyacente. La psicología, en su forma moderna, no comenzó a individualizarse de la filosofía hasta finales del siglo XIX, y esta individualización se apoyó generalmente en los métodos de las ciencias biológicas y médicas. Wundt era médico. El único título universitario de Binet era el de doctor en biología (que había obtenido con una tesis sobre el sistema nervioso sub-intestinal de los insectos) y había comenzado su carrera en el hospital de la Salpétriére, en el servicio de Charcot, donde colaboró con Féré en el estudio de la hipnosis. Esos ejemplos, y muchos otros, explica el hecho de que los médicos mantendrán durante mucho tiempo, incluso hasta hoy, un lugar importante en el campo general de la evaluación. Esto es verdad sobre todo en países europeos en los que, como Francia y España, ha sido preciso esperar al final de la segunda guerra mundial para que la formación de psicólogos competentes esté asegurada en número suficiente (mientras que en los Estados Unidos la autonomía de la psicología fue muy precoz). Pero la íntimo relación entre la evaluación y la medicina tiene también otra causa: rápidamente se pensó que esos nuevos métodos cuantitativos aportarían una gran ayuda a la rama de la medicina que se preocupa de los fenómenos psicológicos: la psiquiatría. Kraepelin, que se convertiría en el psiquiatra más influyente de su época y que, paralelamente a la medicina, había estudiado psicología con Wundt, comenzó en 1895 una serie de investigaciones con sus alumnos sobre las modificaciones psicológicas producidas por drogas psicotropas, como la cafeína, evaluando esas modificaciones mediante las pruebas que se habían puesto a punto en Leipzig. Esos trabajos de Kraepelin y sus discípulos, publicados en los Psychologische Arbeiten, inauguran una orientación que ocupará un lugar considerable sesenta años después, cuando nazca la psicofarmacología.

De forma más general, las pruebas psicológicas destinadas a evaluar las anomalías psíquicas se multiplicaron en este período. Debemos recordar que la escala de Binet, como indica el título de su artículo original, tenía como objetivo la evaluación de una manifestación patológica, el retraso mental, aunque más tarde los instrumentos de este tipo servirán para evaluar la inteligencia de manera más amplia. Al mismo tiempo un médico suizo, Carl Jung, con sus colegas de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Zurich, dirigido entonces por Eugen Bleuler, desarrolló el "Test de asociación de palabras" cuyos resultados se relacionan con los "complejos afectivos" y serán utilizados por Bleuler en su descripción de la esquizofrenia. Algunos años más tarde, y en el mismo medio psiquiátrico suizo, el médico Hernann Rorschach propuso su Psychodiagnostick. Los primeros tests de personalidad, que más tarde recibirán el nombre de "Técnicas proyectivas", habían nacido.

Hasta entonces la historia de la evaluación psicológica había sido casi exclusivamente europea. Con la primera guerra mundial los Estados Unidos ocuparán un lugar esencial con lo que se hace imposible describir la situación en Europa sin hacer referencia o los desarrollos de más allá del Atlántico. Los razones son múltiples. La filosofía dominante en los Estados Unidos, el pragmatismo, cuyo representante más influyente fue John Dewey, se había centrado en el "Instrumentalismo". Dewey se oponía a la idea del sentido común de que la "teoría" científica es contemplativa y no se preocupa de las aplicaciones prácticas, mientras que la "práctica" no puede, por su naturaleza, llevar a ninguna formulación intelectual. Para el instrumentalismo, en cambio, el desarrollo de la ciencia experimental moderna demuestra que teoría y práctica no se oponen sino que son interdependientes. Esta actitud lleva a dotar los trabajos que utilizan métodos de evaluación de una dignidad igual o las investigaciones psicológicos teóricas realizadas en los medios universitarios. Por otra parte, contrariamente a lo que pasaba en Europa, el número de psicólogos creció con rapidez en Estados Unidos, y se convirtieron en "profesionales" preocupados por promover los nuevos instrumentos. En 1906 la American Psychological Association creó un "Test Committee" que el mismo año publicó un informe sobre la estandarización de las técnicas. La primera guerra mundial constituyó un estímulo poderoso. En el momento en que los Estados Unidos entraron en la guerra la American Psychological Association, por medio de su presidente Yerkes, ofreció sus servicios a las fuerzas armadas. Estas debían reclutar en un tiempo breve una cantidad considerable de soldados y debían formar oficiales. La oferta fue aceptada de forma inmediata, se formó un cuerpo de psicólogos militares que pusieron a punto pruebas nuevas. Dichas pruebas se diferenciaban de las existentes en una serie de puntos: los tests para medir la inteligencia debían ser aplicables colectivamente, adaptados a los adultos y, eventualmente sujetos cuya lengua materna no era el inglés. Se necesitaba, además, evaluar los aspectos no intelectuales de la personalidad para eliminar a los reclutas que presentaban manifestaciones psicopatológicas. Así se crearon las primeras pruebas colectivas de inteligencia para adultos, verbales (tests alpha) y no verbales (tests beta) y el primer inventario de personalidad que medía las tendencias neuróticas generales (Woodworth Personal Data Sheet). Sobre todo, como ha subrayado Freeman "el movimiento de los tests mentales adquirió un impulso extraordinario por el hecho de la considerable cantidad de exámenes que se realizaron y por la vasta publicidad que acompañó esta operación".

El período que se extiende entre las dos guerras mundiales supondrá una extensión masiva, tanto cualitativa como cuantitativamente, de los procedimientos de evaluación y de sus aplicaciones, por lo que nos limitaremos a señalar algunos aspectos significativos.

El análisis factorial, introducido por Spearman, sufrirá modificaciones técnicas. A finales de los años treinta el esquema bifactorial de Spearman, desarrollado por Holzinger bajo la forma de un modelo jerárquico que incluye "Factores de grupo", será sustituido progresivamente por el modelo multifactorial que Thurstone presento en 1935 en "Vectors of Mind". Se ha sugerido de forma humorística que la preferencia de un autor americano, como Thurstone, por un modelo en el que los factores no estaban jerarquizados se relacionaba con los valores "democráticos" e igualitaristas prevalecientes en su país, mientras que el modelo inaugurado por Spearman reflejaba la estructura jerarquizado de la sociedad inglesa. Sea por lo que sea, el modelo de Thurstone se impuso al final y fue rápidamente aplicado al análisis de las estructuras subyacentes, no solamente a las pruebas de inteligencia y aptitudes, sino también a las pruebas de personalidad en un sentido amplio. Esas aplicaciones no tuvieron efectos prácticos hasta después de la segunda guerra.

A partir de 1920 se pondrán o punto instrumentos cuya concepción inicial se remontaba a menudo a un período anterior. A parte de los tests que estiman la inteligencia general, aparecen pruebas centradas en aptitudes que se consideran específicas de ciertos dominios de actividad, por ejemplo, mecánicas, de trabajo de oficina (clerical), artísticas, de éxito universitario, a parte de numerosos tests de conocimientos (educational tests) que aplican la metodología psicométrica a los exámenes escolares clásicos. Por otra parte, a raíz de PDS de Woodworth, los llamados cuestionarios de personalidad se multiplicaron, buscando la estimación de rasgos de la personalidad normal (por ejemplo, la introversión-extroversión), de la personalidad patológica (el neuroticismo), las relaciones sociales (la ascendencia-sumisión), las actitudes y los valores generales y, a partir de 1930, los intereses profesionales. Se tiende a combinar muchos instrumentos en una batería con objeto de definir un "perfil psicológico" (expresión creada por Rossolimo en 1926) tanto en el campo de las aptitudes como en el de la personalidad (el Personality Inventory de Bernreuter data de 1931). Justo antes de la segunda guerra mundial se publican dos tests que tendrán un éxito duradero pues, en sus campos respectivos, dan testimonio del progreso técnico: la escala de inteligencia para adultos descrito por D. Wechsler en el Hospital Bellevue (que introduce la estandarización por edades en el adulto) y el Minnesota Muffiphasic Personality Inventory (que emplea escalas de corrección y de "mentiras"). Estos avances se desarrollan esencialmente en los Estados Unidos. En Europa se realizan esfuerzos, sin duda, por crear pruebas originales (por ejemplo, Raven describe en 1938, en Inglaterra, los "Progresive Matrices" apoyándose en una concepción spearmaniana de la inteligencia, y en Francia aparecen diversos tests de aptitudes mecánicos) pero la predominancia técnica de los Estados Unidos es manifiesta.

El campo de aplicación inicial de la evaluación psicológica, tras el éxito de la escala de Binet, había sido la psicología escolar. La orientación profesional se desarrolló después, en cierto medida como su prolongación natural, y, por otra parte, como consecuencia del éxito que habían tenido los psicólogos militares de las fuerzas armadas americanas, se llegó a la idea de seleccionar a los sujetos que desearan ocupar ciertos puestos en las empresas. El desarrollo de las estructuras y de las instituciones fue muy desigual en coda país, dependiendo de la existencia de un cuerpo de psicólogos profesionales. Fueron estos los que tomaron la iniciativa en Gran Bretaña (el Institute of Industrial Psychology) fue fundado en Londres por el psicólogo Myers). Por razones históricas, en otros países donde no existía enseñanza especializada se manifestó una conexión estrecha con la medicina. Fue el caso de Francia, donde el psiquiatra Toulouse jugó un papel esencial, o de España, con la acción determinante de Mira i López, en Barcelona, y de José Germain, en Madrid. El papel de los médicos era mucho más evidente en lo que se llamó psicología clínica. Mientras que en Estados Unidos existían especialistas en esta disciplina desde comienzos de siglo, las evaluaciones de los casos patológicos, que se limitaban generalmente a la determinación del nivel intelectual y eventualmente a la aplicación del test de Rorschach, eran tarea de un pequeño grupo de médicos interesados en el problema.

Es preciso señalar, por sus consecuencias posteriores, dos hechos importantes en este período. El primero fue la prohibición en 1936, por parte del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, del empleo de los tests mentales en orientación y selección profesional. Más allá del carácter anecdótico de una toma de posición de origen ideológico, se traía a colación una cuestión que estará, durante los años sesenta, en el centro de todas las discusiones sobre el significado de la medida (especialmente de la inteligencia), que, de forma esquemática, opondrán a los defensores del fijismo constitucionalista, según los cuales las aptitudes están determinadas de forma genética y son inmodificables, y las de un ambientalismo según el cual las diferencias observadas entre los individuos son el resultado de las influencias del medio social y que, en cualquier caso, existe una plasticidad psíquica tal que se los puede modificar por métodos educativos, lo que priva de casi cualquier interés práctico a la evaluación. El segundo hecho fue la difusión, a partir de los años treinta, inicialmente en los Estados Unidos, del psicoanálisis, que en los años siguientes iba a adquirir rápidamente una gran influencia bajo la forma de las orientaciones psicodinámicas. Su primera manifestación fue la aparición de nuevas pruebas de personalidad, de las cuales la más conocido es el T.A.T. de Morgan y Murray (1935). Aunque no son estrictamente psicoanalíticas, reposan sobre el concepto de "proyección", término tomado del psicoanálisis que propuso Frank en 1939, y se oponen por su filosofía al enfoque "psicométrico" que caracterizaba a los demás métodos de evaluación.

La segunda guerra mundial, por las mismas razones que la primera, estimuló el empleo de los métodos de evaluación, aunque no aportó técnicas radicalmente nuevas, si dejamos aparte el interés por las entrevistas y por la observación del comportamiento grupal. De los países que participaban en el conflicto, los que emplearon principalmente los métodos de evaluación fueron los Estados Unidos y Gran Bretaña. Más que revisar de forma cronológica las transformaciones que se han producido después, parece preferible recoger los hechos más sobresalientes en unos cuantos grandes capítulos.

El cambio más evidente es de naturaleza institucional: la formación cada vez más numerosa de psicólogos profesionales. Este movimiento no supuso más que una aceleración en Estados Unidos e Inglaterra, donde ya existía esta formación; en el resto de Europa occidental nació con la creación de instituciones universitarias o parauniversitarios especializadas. Tomemos el ejemplo de los Estados Unidos. La American Psychological Association contaba ya en 1945 con 4.000 miembros (de los que alrededor de 200 eran psicólogos clínicos). En los países europeos, en los que no existía prácticamente enseñanza antes de la segunda guerra mundial, el crecimiento resultó mucho más espectacular.

Las consecuencias son diversas, pero se hacen evidentes en especial en psicología clínica. Los psicólogos clínicos, hacia 1950, se consagraban casí en exclusividad a la evaluación psicológica o a la investigación utilizando métodos de evaluación. La difusión de las ideas psicoanalíticas llevó a que muchos psicólogos desearan -extender su campo de acción a la psicoterapia, tanto de niños como de adultos (Freud había promocionado el "análisis profano"). En Estados Unidos, donde había comenzado el movimiento, fue animado inicialmente por organismos como la Veterans Administration (que creó numerosas becas para la formación de psicólogos clínicos) y, más en general, por los psiquiatras. La doble evolución hacia la evaluación y la terapia entrañó en ciertos casos el hecho evidente en Francia, pero general de una pérdida de interés en la primera, en beneficio de la segunda, que se consideraba más "noble". Pero, como el número de psiquiatras aumentó considerablemente, surgieron conflictos de competencias que en el fondo eran tanto psicológicos -los psicólogos rechazaban ser considerados como "auxiliares" de los médicos- como evidentemente económicas. La situación es global pero se muestra de forma clara, por ejemplo, en los Estados Unidos, que prefiguran probablemente los futuros desarrollos europeos: ahora se produce un violento combate legal respecto a las actividades autorizadas a los psicólogos clínicos que desean ser autorizados para ciertas prescripciones medicomentosas.

No hay uniformidad en este terreno. En Inglaterra, siguiendo la tradición de Galton y de los estadísticos de Londres (Spearman, Pearson, Student R.A. Fisher) existía una tendencia poderosa hacia los métodos "psicométricos" (Thompson, Burt, Vernon y Raymond Cattell, que surgió de este medio pero debió continuar su carrera en los Estados Unidos). La evaluación psicológica después de la guerra, principalmente en el campo clínico, fue dominada por la toma de posición de Hans Eysenck, que se convirtió en Profesor de Psicología en el Instituto de Psiquiatría de Londres, formando a gran cantidad de alumnos, ingleses y extranjeros, e imponiendo una orientación concreta: recurso a técnicas rigurosamente psicométricas, basadas en el análisis factorial, hostilidad violenta hacia las concepciones psicoanalíticas (y, en el plano de la evaluación, hacia las técnicas proyectivas), simpatía, desde su aparición en 1958, hacia el libro de Wolpe, hacia la terapia comportamental considerada científica porque se basaba en la teoría del aprendizaje. Por todo ello no se ha constatado en Gran Bretaña un conflicto realmente importante entre las funciones de evaluador y de terapeuta, pues los métodos comportamentales, eventualmente, han sido los adoptados allí por los psicólogos.

Si examinamos el desarrollo global de los métodos de evaluación constatamos que, tras la segunda guerra mundial, a parte de ciertos aspectos concretos de la psicología clínica y de la psicología industrial -que discutiremos después- se han producido transformaciones cuantitativas y cualitativas de los instrumentos, pero ningún avance conceptual de importancia. Las grandes categorías de tests que existían en 1940 no ha cambiado medio siglo más tarde, aunque se hayan construido numerosas pruebas, algunas de ellas inspiradas en nuevas orientaciones: la psicología cognitiva, la psicología genética de Piaget o la neuropsicología, por dar sólo unos ejemplos. Se han refinado los métodos de análisis gracias a la aparición de los ordenadores, lo que ha permitido una utilización masiva del análisis factorial y también el empleo de nuevas técnicas en la construcción de tests, como el modelo de Rash. El nacimiento de empresas de edición de tests en todos los países de Europa occidental, según el modelo existente en los Estados Unidos, ha favorecido esta evolución al asegurar que las pruebas tuvieron una calidad técnica difícil de alcanzar con anterioridad por un investigador aislado. El empleo, en etapas sucesivas, de la corrección automática de los tests mediante lectores ópticos, de la informatización de las correcciones e, incluso, de la interpretación, y la presentación en algunos casos de pruebas en pantalla han constituido progresos materiales que no han modificado la filosofía que sirve de fundamento a la psicometría.

Hoy dos dominios de la evaluación psicológica que merecen una atención especial, nos referimos al de la patología mental y al de la psicología industrial y de las organizaciones.

Las escalas para la observación del comportamiento (observers behaviour rating scales) tienen su origen antes de la segunda guerra mundial, pero su cantidad era escasa y estaban prácticamente ausentes del campo de la patología, en especial del adulto. La aparición de la psicofarmacología en los años cincuenta modificó la situación de forma radical. En las investigaciones sobre la acción de las drogas psicotropos nuevas, era necesario disponer de instrumentos que cuantificaron, en momentos diferentes (por ejemplo, antes y después del tratamiento), las manifestaciones patológicas, para precisar las indicaciones y la acción de los productos a prueba. Así vieron la luz numerosos instrumentos: escalas psiquiátricas de evaluación, inventarios para la autoevaluación de la sintomatología que, a diferencia de los cuestionarios de la personalidad existentes, miden un estado y no un rasgo. Una consecuencia de este desarrollo, que todavía continúa, fue la renovación de una colaboración armónica entre psicólogos y médicos (mientras se estaban oponiendo a propósito de la competencia en psicoterapia).

Por otra parte, la necesidad absoluta de una comunicabilidad internacional en los estudios sobre terapia medicamentosa tuvo dos consecuencias. Uno fue el desarrollo simultáneo de instrumentos en Europa y en los Estados Unidos (entre los instrumentos utilizados de manera uniforme en todo el mundo se encuentro la BPRS, cuyo autor es un psicólogo americano que trabajo en un medio psiquiátrico, John Overall, y la HAMID, de un psiquiatra inglés que posee formación psicológica en estadística, Max Hamilton). La segunda fue que se tomó conciencia de que, para asegurar esta comunicabilidad, era necesario no sólo poseer instrumentos idénticos para evaluar las manifestaciones, sino que también era necesario definir y categorizar de manera precisa y homogénea a los enfermos objeto de dichas medidas. La renovación de la nosología psiquiátrica tuvo como manifestación espectacular la publicación, en 1980, de la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de la American Psychiatric Association (DSM-III), como resultado de la aplicación, en la definición de las categorías diagnósticas, de la metodología propia de la evaluación psicológica, como testimonio en particular la noción de "criterios diagnósticos", una innovación principal en el DSM-III que ahora es adoptado en todo el mundo. La renovación de las perspectivas clínicas en psiquiatría se vio así ligada, en una proporción considerable, a la acción enriquecedora de la metodología propia de la evaluación psicológica.

La evolución de los métodos de evaluación en la psicología industrial y de las organizaciones ha sido muy diferente. De forma esquemática, ha estado marcado por una disminución a finales de los años sesenta y por un resurgimiento en los últimos años. La psicología en el medio industrial debe tener en cuenta ciertos hechos. La selección y la orientación (o la reorientación) dependen en general de un "director de personal" no psicólogo, cuyas decisiones se relacionan en especial con la situación del empleo (los períodos de pleno empleo llevan a contratar a todo candidato que se presente) y del coste respectivo de la evaluación y del beneficio que se obtiene de ella. Por otra parte, las relaciones entre el director de personal y el psicólogo encargado de la evaluación levantan, como las que se producen entre el médico y el psicólogo clínico, conflictos de competencias en ocasiones. A veces el primero impone métodos a partir de argumentos que son considerados por el psicólogo como irracionales (en Francia, en la actualidad, en el 90 % de las empresas se utiliza la grafología, cuando la validez de esta técnica es, cuando menos, muy escasa).

En 1966 Ghiselli publicó The Validity of Occupational Tests, obra en la que afirmaba, en base a los estudios recogidos, que en el mejor de los casos la validez de dichos tests no excedía de .30, y que incluso una técnica que permitía obtener un resultado tan mediocre alcanzaba un valor nulo en otra aplicación. Después de esta crítica muchas empresas abandonaron los métodos psicométricos en beneficio de las técnicas tradicionales (la entrevista entre otras), aunque su validez era en realidad muy escasa. El renacimiento actual está ligado a tres elementos. El primero ha sido la puesta a punto de los métodos para el estudio de la validez llamados de "meta-análisis", que mostraron cómo los resultados de Ghiselli habían sido falseados estadísticamente por el empleo de muestras pequeñas. El segundo ha sido el perfeccionamiento de los métodos psicométricos de evaluación, así como la aparición de nuevas técnicas: bio-datos, entrevistas estandarizadas, "centros de evaluación", así como la renovación del "job analysis". El tercero ha sido la aparición de procedimientos realistas para la estimación de los beneficios y los costes, lo que constituye el "utility analysis", No es posible describir en detalle los elementos que aparecen expuestos, por ejemplo, en la obra reciente de Smith, Gregg y Andrews. Bastará con señalar que, según muestran los meta-análisis, los métodos de evaluación modernos correctos permiten predicciones satisfactorias, del orden de .65 para los "centros de evaluación", de .55 para los tests de aptitudes, de .40 para los test psicométricos de personalidad y para los bio-datos, y de .32 para las entrevistas estructuradas, mientras que otros métodos (pruebas proyectivas, entrevista clásica) obtienen los valores más bajos, de .10 o inferiores.

Siempre es peligroso querer realizar perdiciones en un campo científico y técnico, por ello debemos contentarnos con algunas observaciones que nos sugieren las vicisitudes históricas de la evaluación psicológica. Europa, que nos interesa principalmente en estas reflexiones, no es homogénea a este respecto, pues subsisten diferencias ligadas a las tradiciones nacionales -piénsese en la importancia de la psicometría y del enfoque pragmático en Gran Bretaña- aunque es previsible cierta tendencia a la unificación ligada con la integración económica y cultural. Los Estados Unidos han ocupado una posición técnica dominante en el campo de la evaluación desde la primera guerra mundial hasta años recientes: la mayoría de los procedimientos empleados aunque a menudo nacidos en Europa, fueron elaborados en ultramar para después ser adaptados en versiones europeas. Esto se ha debido sin duda o la existencia desde antaño en los Estados Unidos de un cuerpo numerosos de psicólogos profesionales del que normalmente se carecía en otras partes. La situación en ese sentido se ha transformado y podemos pensar que se establecerá un nuevo equilibrio respecto a las innovaciones. ¿De qué manera se realizará esto? Ha podido parecer en cierto momento que la psicometría tradicional, y por extensión la evaluación, estaban condenados a desaparecer -piénsese por ejemplo en los violentos ataques contra los test de inteligencia- pero hay que librarse de todo pesimismo. Los avances técnicos, como por ejemplo la utilización de la informática, y el descubrimiento de nuevos enfoques, de los que hemos dado algunos ejemplos en psicología clínica e industrial, demuestran que no es posible hablar de un declinar en la evaluación. Pero ciertamente nos enfrentamos con obstáculos que sólo podrán superar aquellos que demuestren en la práctica la eficacia de su técnica y la necesidad de su competencia. La evaluación psicológica no es un fin en sí mismo, es una respuesta a la demanda que proviene de maestros, de médicos, de directores de empresa, entre otros usuarios. De la calidad de las relaciones que se establecen entre los miembros de esas categorías profesionales y los psicólogos especialistas, de la comprensión mutua de las necesidades y limitaciones a que están sometidos sus interlocutores, depende el valor de una necesaria cooperación. Es, en definitiva, en ese dominio donde se sitúa uno de los elementos esenciales que condicionará el porvenir de los métodos de evaluación.