EDITORIAL
Según los datos publicados en el año 92, el 30 por 700 de los colegiados tienen como campo de ejercicio la psicología clínica y desempeña su labor prioritariamente en el ámbito privado o libre. Lo que sigue es una reflexión sobre algunas de las circunstancias del ejercicio de la psicología en régimen autónomo.
El psicólogo o psicólogo clínicos, en la práctica privada, ocupan un lugar similar al de otras profesiones «liberales», de mayor tradición, como son los bufetes de abogados, las clínicas médicas, los estudios de arquitectura, etc., y es de suponer, por tanto, que compartan algunas perspectivas y problemas. De hecho son frecuentes las colaboraciones con abogados (informes periciales, procesos de mediación en separación y divorcio, etc.), con médicos (interconsultas con psiquiatras, neurólogos y otros especialistas) y con la institución escolar, Dicho eso, concedemos al psicólogo un prestigio profesional similar al de otros titulados superiores, prestigio que, si atendemos a los continuos requerimientos por parte de los medios de comunicación (prensa, radio y televisión), es compartido por la población.
Hablar de la práctica privada es también, de alguna manera, volver a nuestros orígenes. La cada vez mayor pujanza social del psicólogo, en especial del psicólogo clínico, debe ser agradecida al esfuerzo personal de un colectivo de psicólogos que lucharon en los setenta por abrirse camino en el ámbito de la práctica privada, antes de que nuestra presencia en las instituciones fuera significativa y, en gran medida, propiciando la misma. Labor relevante en la práctica del psicodiagnóstica y la psicoterapia: individual, de pareja y familia, de grupo, infantil y de adultos dentro de las diferentes orientaciones teóricas, pero también labor transcendental en la formación práctica de las nuevas generaciones de psicólogos, ya ejercieran luego en la práctica privada o institucional, papel que después ha ido asumiendo la universidad sólo de forma parcial. En relación con esto debemos sentirnos satisfechos de la convocatoria PIR. Pero esta formación postgrado sólo ha sido posible gracias al nivel profesional que se alcanzó previamente, es decir, mostrando nuestra competencia.
En la actualidad, el psicólogo o psicólogo profesional liberal está dotado de gran relevancia para la difusión de nuestro rol en la sociedad, en la medida en que las instituciones públicas atienden de forma sólo parcial las necesidades en salud mental de la población. El trabajo que se puede desarrollar en estos centros privados es más completo en algún sentido, pues puede realizarse con menor urgencia o presión temporal, pero también corre el riesgo de realizarse desde cierto aislamiento, profesional y teórico. Ese aislamiento favorecería la tentación de adherirse de forma rígida a los planteamientos de base, riesgo, sin duda, contra el que el profesional debe luchar. No obstante, seguramente el mayor riesgo de rigidez existe en ámbitos académicos cuando, como resultado de una política equivocada, el psicólogo no contrasta sus modelos con la práctica, moderadora de muchos presupuestos teóricos: la investigación empírica no es suficiente como parecen enseñarnos los últimos apartes desde la filosofía de la ciencia (Kuhn, Toulmin, Lakatos, Feyerabend, etc.). La pureza teórica, que no debe ser confundida con la ética sólo se puede mantener dentro de una torre de marfil, sea del tipo que sea.
Son numerosos los problemas profesionales de la práctica privada de las que podríamos tratar aquí, Señalaremos primero, pues a menudo son las más acuciantes, los de tipo financiero. Aun después de haber superado la cuestión del IVA, el psicólogo clínico tiene importantes dificultades económicas: abono de impuestos en el régimen de autónomos, gastos que genera el mantenimiento de un local y un equipo material, etc. Estas adversidades se vuelven acuciantes en los primeros momentos del ejercicio profesional, pero nunca dejan de perseguir al psicólogo, pues depende de una demanda de mercado cambiante y sensible a las situaciones de crisis económica, eso sin entrar en los diversos avatares que puede atravesar como persona: enfermedades, accidentes, etc. Los equipos de trabajo que se forman la mayoría de las veces según afinidades personales, también sufren una gran inestabilidad a lo largo del tiempo.
No obstante, a veces las situaciones de escasez pueden tener alguna ventaja que deberemos aprovechar a nuestro favor. Estamos pensando, en concreto, en la ausencia de subvenciones oficiales para costear tratamientos psicológicos, habituales en otros países de nuestro entorno, como Francia o Alemania, por ejemplo. Eso nos ha librado de los graves problemas con que se han enfrentado los colegas, en esos países, de competencia frente a los psiquiatras, profesión sin duda más asentada, y las dificultades para reconocer el rol del psicólogo como profesional sanitario, capacitado para realizar psicoterapias sin la supervisión de otros titulados.
Finalmente, debemos decir que la práctica liberal de la psicología clínica debe recibir una atención específica por parte de nuestra organización colegial, además de los servicios que ya presta, dirigida, entre otras cosas, a la negociación de acuerdos sobre diferentes seguros (vida, enfermedad, responsabilidad civil locales, etc.) que compensen las necesidades y riesgos que entraña.