REFLEXIONES
RESUMEN CONCLUSIONES CONSIDERACIONES SOBRE LA INTERVENCION TERAPEUTICA
En esta comunicación se presentan algunas conclusiones relativas al trabajo terapéutico realizado por el Servicio Psicoterapéutico de Infancia y Familia del CIM, referente a la experiencia clínica de los últimos años con familias adoptivas y familias acogedoras que realizaron un acogimiento indefinido anterior a la Ley 21187. Dichas familias fueron remitidas a nuestro servicio por el Equipo de Acogimiento y adopción del Departamento de Protección de Menores de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, debido a la presencia de situaciones de crisis y conflictos, con grave riesgo de ruptura.
Se analizan las redundancias encontradas en este grupo de familias en las diferentes etapas del proceso adoptivo o acogedor, así como determinadas características de la familia, que pensamos están relacionadas con situaciones posteriores de crisis. También se contrastan nuestras impresiones clínicas con lo que la literatura especializada en la materia plantea.
Por último se hacen algunas propuestas relativas al proceso adoptivo y de acogimiento a largo plazo así como a la intervención en situaciones de crisis para abordar y/o prevenir fracasos.
This paper resents some of the conclusions about the therapeutic work done by the Servicio psicoterapéutico de Infancia y Familia (Consell insular de Mallorca), The work refers to the clinical experience of the last past years, with adoptive and foster families before the Law 21/87. This families were sent to our Service from the Children Protection Department belonging to the Govern Balear, due to the crisis and conflict situations appeared inside those families with a high risk of breaking down and leaving the children again in the Children Protection-Department.
The paper analyses the redundancies found in this group of families at the different stages of the adoptive/foster process as well as some characteristics of which we think have to do with the later crisis. We also contrast our clinical impressions with those of the specialized literature related with this subject.
Finally, we make some proposals related to the adoptive/foster process in the long term as well as some suggestions about the intervention and prevention of crisis situations.
Adopción. Terapia Familiar Sistémica. Crisis. Prevención.
Adoption, Family Systemic Therapy. Crisis. Prevention.
En este trabajo pretendemos presentar algunas conclusiones extraídas del análisis de casos clínicos de familias adoptivas y familias acogedoras que realizaron un acogimiento indefinido anterior a la aprobación de la Ley 21/87. El servicio terapéutico en el que se ha realizado la intervención es el Servicio psicoterapéutico de Infancia y Familia del Consell Insular de Mallorca, que trabajo desde la perspectiva teórica de la Terapia Familiar Sistémica. Las familias que analizamos fueron remitidas a dicho servicio directamente por el Equipo de Acogimiento y Adopción del Servicio de Protección de Menores de la Comunidad Autónomo de los Islas Baleares o por otros servicios asistenciales, con el acuerdo de este equipo.
En el presente artículo daremos cuento de algunas características recurrentes encontrados en esta muestra clínica que creemos están relacionadas con las situaciones de crisis que motivaron la consulta. También contrastaremos nuestras impresiones con lo que la literatura especializado en la materia plantea. Por último, haremos algunas propuestas relativos a la intervención y la prevención de estas crisis en los sistemas adoptivas, así como a posibles líneas de investigación desde esta perspectiva teórica.
En general se ha tendido a abordar la adopción desde una perspectiva parcial, esto es, centrado en el individuo o en algunos elementos del sistema adoptivo. Por el contrario, son más bien escasos los trabajos que intentan hacer una aproximación al sistema adoptivo como una totalidad compleja y que analizan el comportamiento del niño adoptado en el contexto interaccional en el cual se produce.
La adopción (o el acogimiento con expectativas de adopción) es el encuentro entre dos sistemas diferentes que deben integrarse para formar uno nuevo y más complejo: la familia adoptiva (Fig. l).
La nueva organización será el resultado de múltiples transacciones a lo largo del tiempo, en relación a los mitos y fantasías sobre la familia de. origen, a las expectativas, deseos, etc., de cada una de las partes. El niño tendrá siempre otra familia o sistema de referencia, aunque sea a nivel puramente imaginario y no haya tenido nunca contacto con sus padres o familia biológicos. Estos han existido y existirán cuando menos (y en diferente medido dependiendo del niño y de la familia que lo acoge o adopta) en la mente del niño y de sus padres adoptivos. Familia adoptiva y niño habrán de aceptar tanto la historia como las experiencias previas del otro y construir nuevos roles, vínculos, límites y juegos relacionales. Así, aunque normalmente se entiendo la adopción en sentido lineal, es decir, unos padres adoptan a un niño, para que este proceso se realice con éxito la nueva familia y el niño deben 'adaptarse' mutuamente.
Cuanto más sanos sean los sistemas de partida, el del niño y el de la familia que lo acoge, cuantos más recursos personales, familiares y comunitarios tengan, más fácil será su mutua adaptación. Si uno de ellos es muy vulnerable, el otro deberá ser más flexible y sano para compensar. Si la historia anterior del niño, por ejemplo, ha sido muy problemática, existe el riesgo de que explote las áreas de vulnerabilidad emocional o relacional de los padres, y a la inverso, si los padres, bien como individuos, o como pareja, constituyen un sistema vulnerable y presentan dificultades emocionales podrían predisponer hacia un desarrollo más disfuncional a un niño inicialmente sano (Howe, 1992).
Desde una perspectiva más interaccional, el niño que proviene de un contexto de aprendizaje en el que ha sido instrumentalizado en conflictos relacionales de la familia de origen manifestará probablemente una mayor tendencia a quedar atrapado en determinados "juegos relacionales' patológicos del nuevo sistema. En este sentido,
Barth & Berry (1988) plantean que determinados estilos de afrontamiento individuales del niño adoptado podrían convertirse en estresores dentro del sistema adoptivo. Con el fin de reducir el estrés y la ansiedad que experimenta en su nueva familia, el niño puede promover coaliciones y triangulaciones con el objeto de eludir un clima de intimidad que vive de forma amenazante y así incrementar su control en el sistema familiar (Groze, 1994).
Las dificultades que aparecen en el seno de la familia adoptiva, según Minuchin y Fishman (1981) serán, o bien fruto de la crisis transicional que se opera en el sistema familiar como consecuencia de la llegada del nuevo miembro, como expresión de problemas en el acoplamiento, o bien estará relacionada con las tensiones, conflictos y juegos relacionales dentro de la familia una vez que el niño ya está integrado en el nuevos sistema, participando activamente en éstos.
Por otra parte, se ha de tener presente el impacto emocional de algunos elementos específicos de la adopción en la dinámica interaccional del sistema familiar que pueden convertirse en factores de estrés añadido, como por ejemplo, el proceso de elaboración de la condición adoptiva, el contacto de algún miembro de la familia biológica, el tratamiento que los padres dan a las temáticas relativas a la adopción y a la familia de origen del niño, etc.
Debemos tener presente que este nuevo sistema se haya inmerso en un contexto sociocultural que percibe a la familia adoptivo como diferente y de segunda categoría, debido a la consideración del vínculo biológico como fundamento de la unidad familiar y el rol parental biológico como su sostén. Durante mucho tiempo los padres adoptivos han tenido que hacer frente a esta mayor indeterminación de su rol y a los contradicciones que ha conllevado su desempeño, -por una parte los creencias sociales han tendido a cuestionar el valor y la 'legitimidad' de la filiación adoptiva, y por otra, se esperaba que los padres adoptivos actuaran 'como si' fueran padres biológicos. Así, los padres adoptivos han tenido que dar respuesta a situaciones complejas sin un modelo ni aprendizaje previos (Kirk, 1964): la revelación o comunicación con el hijo sobre sus orígenes, las crisis de identidad y conflictos de lealtad del hijo, etc., y las repercusiones emocionales y relacionales que todo ello conlleva. Aunque puede ser que actualmente se esté produciendo un cambio de actitud social de revalorización de la filiación adoptiva, como expresión de solidaridad, este contexto socio-cultural ha contribuido, y probablemente sigue contribuyendo, al incremento de la vulnerabilidad de los sistemas adoptivos.
Hemos encontrado escasos referencias bibliográficas sobre morbilidad en familias adoptivas, entendido ésta, no desde la patología del niño adoptado sino desde los patrones y juegos interaccionales asociados a la presencia de determinados fracasos evolutivos o sintomáticos en estos niños, La investigación clínica de los últimas décadas ha girado fundamentalmente en torno a la vulnerabilidad y patología del niño adoptado, así como, entorno al índice de rupturas, con la salida del niño de la familia.
Así, por ejemplo, respecto al porcentaje de casos de niños adoptados que reciben ayuda psiquiátrica, Mech (1973)1 encontró que un 4% de niños que acudían a consulta psiquiátrica eran adoptados, mientras que la proporción de niños adoptados en la población general era aproximadamente de un 1%. Kadushin (1980)2 aporta unos datos similares, según este autor, el porcentaje de niños adoptados remitidos a servicios ambulatorios de salud mental se sitúa entre un 4 y un 5%, mientras que la proporción de adoptados en la población general en EEUU es "aproximadamente de un 2% (Zill, 1985). Howe & Hinings (1987), a partir del análisis de la población que llego a un centro de tratamiento terapéutico infantil y familiar, sugieren que aproximadamente el doble de niños adoptados que no adoptados solicitan ayuda psiquiátrica. Ross (1986) encontró que el 10% de adolescentes que reciben ayuda psiquiátrica en un servicio especializado de tratamiento de adolescentes eran adoptados.
Los resultados de la investigación empírica, sobre el grado de ajuste emocional y psicosocial del niño adoptado son confusos. Los estudios que utilizan muestras clínicas son difícilmente aplicables a los niños adoptados de la población general. Y tanto los estudios de muestras clínicas como los de muestras no-clínicas, presentan a menudo, problemas metodológicos: grupos control no comparables, muestras pequeñas, rangos de edades estrechos en los sujetos, instrumentos de medida y procedimientos de baja fiabilidad y validez, etc. A pesar de ello parece existir en la mayoría de investigaciones un acuerdo general sobre la mayor vulnerabilidad psicológica del niño adoptado en comparación con el no-adoptado (Bohman, 1970; Brodzinsky, Radice, Huffman & Mekler, 1987; Lindholm & Touliatos, 1980; Zill, 1985; etc.5).3
En relación al índice de rupturas, si bien no todas las situaciones de conflicto o crisis en las familias adoptivas terminan en ruptura, ésta es un indicador de entornos de especial dificultad o de la imposibilidad de una mutua adaptación entre el sistema preadoptivo y el niño. A continuación (Tabla 1) presentamos una tabla de porcentajes sobre estudios de rupturas en familias adoptivas, obtenidos de una revisión de Festinger (1990).
Una vez más, la variedad de enfoques utilizados así como los problemas metodológicos de estos estudios dificultan la obtención de una estimación rigurosa sobre los porcentajes de ruptura en las familias adoptivas. Podemos constatar, sin embargo, que mientras que las adopciones de niños muy jóvenes y sin necesidades especiales, presentan un porcentaje de ruptura de entre un 1 y un 2%, las de niños con necesidades especiales se sitúan, en general, entre un 7 y un 11 %, existiendo algunos estudios en que estos porcentajes se disparan.
Los familias que analizamos constituyen un grupo de 14 familias adoptivos y acogedoras con expectativas de adopción; estas últimos realizaron un acogimiento en el período anterior a la entrada en vigor de la Ley 21/87.
La distribución de la muestra según algunas variables significativas es la siguiente:
Edad del niño en el momento de la consulta:
Edad del niño cuando llego a la familia:
Número y condición de los hermanos:
menores: 2 casos mayores: 2 casos
- con un hermano hijo de los padres adoptivos: 1 caso
Nivel socio-económico de los familias:
- Medio y medio-bajo
Se elaboró un cuestionario de 50 preguntas (abiertas y cerradas) que pasó a ser cumplimentado por los terapeutas directos para cada una de los familias, a partir de un vaciado de los historias clínicas. Posteriormente la investigadora externa desarrolló entrevistas con cada uno de los terapeutas con el objeto de analizar y ampliar la información obtenida.
El cuestionario se configuró entorno a 6 grandes bloques temáticos:
1. Datos generales: Edad del niño, edad en el momento en que empiezan los dificultades, edad en el momento del acogimiento o adopción, motivo de consulta alegado por la familia, intervenciones anteriores psicológicas o de otros profesionales, valoración del grado de gravedad de la situación familiar en el momento en que se hace la consulta, etc.
2. Características de la pareja relacionadas directamente con la adopción o el acogimiento: Problema de esterilidad, de quién partió la propuesta de adopción o acogimiento, primera reacción y evolución de ésta por parte del otro miembro, valoración de la motivación para adoptar, etc.
3. Características del niño y de la información recibido por la familia adoptivo o acogedora: Problemática del niño en el momento del acogimiento o adopción, información que tenían los padres sobre dicha problemática, acogimientos anteriores, etc.
4. Relación padres-hijo en la familia adoptiva o acogedora: Problemas en el establecimiento del vínculo, grado de ajuste entre el comportamiento o desarrollo del niño y las expectativas de los padres, desempeño del rol parental, comunicación padres-hijo sobre la adopción (o acogimiento) y los orígenes, fantasías de padres e hijos en aspectos relacionados con la adopción, etc.
5. Grado de integración del niño en su entorno: reticencias o rechazos de la familia extensa, valoración del grado de integración del niño en el barrio y en la escuela, etc.
6. Análisis de la situación de dificultad: hipótesis inicial de la familia adoptiva sobre el problema, hipótesis del terapeuta sobre el juego relacional en curso, consecuencias de éste, etc.
Se procedió posteriormente a un vaciado de dichos cuestionarios y a la elaboración de un cuadro que recogía la información de todos los casos, con la finalidad de poder compararlos.
1, El tiempo de evolución de los síntomas de la muestra estudiado (tiempo transcurrido desde el inicio de los síntomas y/o dificultades hasta el momento en que acuden al Servicio Terapéutico) tiene una media de unos 2 años, oscilando entre los 6 meses y los 4-5 años. Si comparamos estos datos con el tiempo de evolución de la población atendido en el servicio durante el año 1994 (Tabla 2) llama la atención que ninguno de los casos de la muestra haya contactado con el servicio en un período de tiempo inferior a los 6 meses desde la aparición de los problemas, mientras que en la población clínica general lo hayan hecho en un 21,4%. En general observamos que el tiempo de evolución en nuestra muestra es mayor, aunque debido a su reducido tamaño no podemos extraer conclusiones definitivas, máxime teniendo en cuenta los resultados contrarios de otras investigaciones.
Este dato podría estar relacionado con lo que Hartman & Laird (1990) plantean sobre la impotencia que a menudo forma parte de la vida de los padres adoptivos, desde la impotencia sentida ante su incapacidad de tener hijos biológicos, pasando por la impotencia ante una agencio o institución adoptivo que decidirá si son o no aptos para educar a un hijo. Una razón por la cual las familias adoptivas pueden tener más resistencias a la hora de pedir ayuda podría ser debido, por una parte, a las reticencias a que agentes externos se inmiscuyan en su vida familiar, y por otra, al hecho de que una consulta psicológica pueda cuestionar su capacidad o competencia como padres, unos padres que a menudo se sienten inadecuados y, como veremos, con la necesidad de ser unos padres perfectos.
Nuestros resultados no coinciden con los hipótesis de autores como Watkins y Fisher (1990) o Grotevant, McRoy y Jenkins (1988), que argumentan, en sentido opuesto, que la proximidad de los profesionales de salud mental por parte de los padres adoptivos, el estatus socio-económico más elevado de estas familias, y la sensibilización que puede conllevar el estatus adoptivo respecto a pequeñas problemáticas o conductas que otros padres ignorarían, hacen más propensos a los padres adoptivos a buscar ayuda profesional.
2. Los casos valorados como más graves por los terapeutas se caracterizan, en general, por tratarse de niños: a) adoptados o acogidos con algunos años (en nuestra muestra con cinco o más años); b) que entran en el acogimiento o adopción con una problemática previa; c) que tienen una historia previa de abusos y/o negligencia; d) que mantienen contacto con la familia biológica y, e) en bastantes casos, que están o han estado en acogimiento durante un período de tiempo dilatado.
Vemos que todos estos son factores que implican una mayor complejidad y/o vulnerabilidad del niño, del que hablábamos en la introducción, que, a su vez, hará más complejo y difícil su integración con el sistema familiar preadoptivo. Los factores a, b y c, referentes a mayor edad en el momento de la adopción, una historia de abusos previos y la presencia de problemas psicológicos, emocionales o comportamentales serios anteriores a la llegada del niño al nuevo hogar, se han hallado en los investigaciones, repetidamente asociados a un mayor número de rupturas o problemas familiares serios (Partridge et al., 1986; Festinger, 1986; Coyle & Lyle, 1984; Westhues y Cohen, 1990). Podemos considerar pues, estos factores como factores de riesgo.
Respecto al contacto con la familia biológica, es un aspecto de difícil interpretación, pues suele coincidir con los otros factores o situaciones mencionados. Según Festinger (1986) cuanto más mayor sea el niño en sus últimos contactos con la familia de origen, mayor es el riesgo de ruptura. Este autor señala que el hecho de que el niño tengo unos lazos psicológicos fuertes con su familia de origen, como suele ocurrir en los niños más mayores, hago más probable la ruptura o interrupción, ya que dicho niño puede vivir la adopción como un conflicto de lealtades (Festinger, 1990). Desde nuestro punto de vista, la complejidad de este tipo de situación, en la cual el niño se encuentra entre dos familias, requiere una preparación y seguimientos adecuados que permitan clarificar los roles y controlar su evolución, así como los objetivos que se persiguen con dicha situación tanto para el niño como para las dos familias implicadas.
Finalmente, respecto a la situación de acogimiento frente a la de adopción, y recordemos que nos estamos refiriendo a un acogimiento indefinido en el que los padres desarrollaron elevadas expectativas de que se llevaría a cabo la adopción, la mayor incertidumbre que conlleva esta situación podría agravar todas las dificultades que acabamos de comentar.
3. La edad en que aparecen las primeros dificultades en nuestra muestra, la segunda infancia y la adolescencia, coinciden con las teorías y estudios de Brodzinsky (1992) respecto al desarrollo cognitivo específico en el proceso adoptivo (basados en los trabajos de Erikson).
La segunda infancia es un período de aprendizaje y construcción del mundo en el que se produce una evolución significativa de la comprensión de la adopción, ésta no significa ya únicamente haber sido acogido en una familia, sino también haber sido previamente abandonado. El niño va tomando conciencia de las pérdidas asociadas a la adopción. Durante la adolescencia, la etapa de la 'crisis de identidad', la búsqueda de sí mismo es especialmente difícil para el adoptado. En esta época el adolescente puede echar en falta un parecido físico con sus padres, preguntarse cómo eran sus padres biológicos, su cultura... y, en ocasiones, contemplar la posibilidad de buscarlos para dar respuesta a sus inquietudes. Por otro lado, los pasos del hijo hacia la individualización y autonomización de los padres adoptivos podrán vivirse como especialmente amenazante por ambas partes, debido a que la ausencia de vínculos biológicos que los unan puede activar el temor a la pérdida o al abandono.
4. Respecto a la sintomatología de los niños de la muestra, prácticamente todos presentaban en el momento de la consulta trastornos del comportamiento. En 11 de los 14 casos hallamos: hurtos, conductas agresivas, autolesiones, destrozo de objetos y ropa, y fugas. Los casos que consideramos graves presentaban problemas de encopresis, destrozo de ropa y objetos y trastornos del sueño. Estos últimos se daban en edades comprendidas entre los 7 y los 9 años, En todos los niños hallamos problemas escolares de importancia. Todos estos síntomas aparecen en la literatura sobre la materia repetidamente (Howe, 1992; Lipman et al., 1992; Amorós, 1987; Bohman, 1970, etc.).
5. Si bien por lo general hubo un tratamiento limitado por pode de los terapeutas de la elaboración de la esterilidad en los padres adoptivos, en la literatura sobre adopción adquiere gran relevancia. Incluso autores autobiográficos (Siegel, 1993) reconocen todo el proceso de duelo que conlleva la esterilidad a nivel personal (pérdida de la capacidad de reproducción y renuncia a un hijo biológico), relacional (con el otro miembro de la pareja) y social (por las reacciones y valores de la gente del entorno intra y extrafamiliar).
Zicari y Formaggini (1987) hablan de cuatro etapas en la aceptación de la esterilidad: 1) designación del miembro estéril (fractura de la estructura de la pareja); 2) decisión del miembro fértil de compartir la esterilidad; 3) búsqueda de una meta diferente al hijo biológico, 4) comunicación de la decisión de adoptar. Según estos autores, si uno de los cónyuges no se siente implicado en la adopción o en la esterilidad, como realidad compartida, es posible que el niño pase a ser objeto de un nuevo abandono. Si no se produce un macrocambio o, en términos de P. Wastzlawick un "cambio 2", reestructuración que supone un cambio en el propio marco conceptual y emocional así como en los reglas del sistema, nos encontraremos ante casos de pseudoadopciones o "sistemas que no cambian". Las posibles consecuencias de la mala elaboración del duelo por la esterilidad han sido ampliamente discutidas en la literatura sobre adopción (deseo de que el hijo adoptado sustituya al hijo biológico con la consiguiente negación de las diferencias, rechazo o abandono del hijo adoptado por no cumplir las expectativas esperadas, etc.).
6. Cuatro de los cinco casos en que se considera que la comunicación sobre la adopción y/o la familia de origen ha sido manejado de forma inadecuada por los padres adoptivos, son valorados como graves, tratándose de niños acogidos con 5 o 6 años. Los temores y fantasías que estos padres manifestaban y que comentaremos posteriormente (inseguridades como padres, temor a perder al hijo, deseos de exclusividad ... ) podrían explicar, en parte, sus mayores dificultades en el manejo de la comunicación con el hijo sobre la adopción.
Este resultado concuerda con la teoría del rol social de Kirk (1964, 1981) aplicada al ajuste en la adopción, según la cual se considera como un aspecto fundamental el modo en que los familias adoptivas aceptan y afrontan los rasgos, tareas, conflictos... inherentes y específicos a su vida familiar. Este autor habla de dos patrones de comunicación: el de "aceptación de la diferencia" y el de "rechazo de la diferencia". En la medida en que los miembros de la familia simulen ser una familia biológica y nieguen en sus interacciones y su comunicación su condición adoptiva ("negación de la diferencia") será más probable que aparezcan problemas en el ajuste del niño adoptado, ya que este comportamiento tiende a dificultar el desarrollo de una atmósfera familiar sincera y de aceptación, reforzando en el niño la idea de que sentirse diferente es ser inadecuado o defectuoso. En cambio, si en el contexto familiar se puede hablar abiertamente de todo lo relacionado con la adopción y el niño se siente libre de expresar y explorar sus sentimientos al respecto, viendo a sus padres cómodos en su rol de padres adoptivos ("aceptación de la diferencia") se hará más probable el bienestar psicológico y emocional del niño (y demás miembros de la familia) 4.
7. En relación al desempeño del rol parental hemos observado que en los casos más graves se da un desempeño inadecuado del rol maternal con una actitud sobreexigente hacia el hijo. La variabilidad en el rol del padre en estos casos, es mayor, predominando un ejercicio inadecuado en éste. En los casos más leves el rol materno aparece siempre como adecuado.
Esto podría indicarnos el papel clave del rol materno en el funcionamiento familiar. De todos modos, la información recogida respecto a este tema nos parece, a posteriori, una información insuficiente, primero, por no hacer énfasis en las diferentes facetas que configuran el cumplimiento del rol parental (afecto/color, rechazo, disciplina, etc.), segundo, por no dar suficientes posibilidades de respuesta (además de "adecuado/inadecuado") que nos permitieran tener una información más precisa. No podemos con la información de que disponemos contrastar nuestros resultados con la hipótesis de Westhues y Cohen (1990) sobre el rol pivot de padre. Esta hipótesis subraya la importancia de la implicación del padre en los primeros momentos de la adopción para dar a la madre el apoyo que necesita, ya que según estos autores, el proceso de vinculación (attachment) con la madre adoptiva tiende a culminarse más tardíamente sobre todo en la adopción de niños con necesidades especiales como es el caso de algunos niños de nuestra muestra. Cohen y Westhues (1990) encontraron que en los familias en que se producía una ruptura del proceso adoptivo los padres puntuaban significativamente más bajo en su implicación y expresión afectivos así como en el cumplimiento de tareas.
8. Sentimiento de pertenencia del niño adoptado como miembro de la familia. Observamos que en las situaciones más graves los padres tienden a no percibir y sentir al niño plenamente como propio, esto es, como miembro que forme realmente parte de la familia. Autores como Gurman (1982), en su artículo "El niño adoptado en terapia familiar", considera la "pertenencia" del niño a la familia adoptiva y la naturaleza de ésta como un eje central en el trabajo terapéutico. Este autor tomando la idea de Whitaker (1976) de que las personas son fragmentos de familias, se pregunto: '¿de qué familia es el niño adoptado un fragmento? ¿de la familia biológica, de la adoptiva, o de ambas o ninguna?'
9. El que el niño respondiera o no a las expectativas paternos antes del surgimiento de los problemas, no parece, en nuestra muestra, relacionado ni con el sentimiento de pertenencia del hijo en la familia ni con el grado de gravedad valorado por el terapeuta.
Coyle y Lyle (1984) señalan como un factor de riesgo importante en la adopción la capacidad del niño para responder a las expectativas de los padres en cuanto a actitudes de agradecimiento, creación del vínculo afectivo, etc. Por otra parte, cuando Festinger (1990) recoge las razones fundamentales que los trabajadores sociales dan para explicar la ruptura, encuentra entre otras, "expectativas parentales no realistas". Desde la perspectiva psicodinámica se ha enfatizado la necesidad de separar al hijo real del hijo imaginario, cuestión común a todo familia, que en el caso de la familia adoptiva puede ser especialmente importante (el hijo imaginario puede ser el hijo biológico que nunca se tuvo).
Estos resultados no coinciden con nuestra observación de la muestra, aunque debemos tener en cuento que es diferente plantearse que el niño no responde a las expectativas paternas, en general, a plantearse si el niño no respondía a dichos expectativas antes de que empezaran a surgir los problemas que motivaron la consulta. Además, se trata de una valoración de un aspecto previo a la crisis y de difícil exploración.
10. Hallamos diferentes patrones relacionales redundantes en estas familias:
a) La familia adoptiva con una madre sobreprotectora y con un nivel de exigencia insuficiente en el desempeño de su rol parental, junto a un padre periférico, excluido de la relación madre-hijo/a. Hemos encontrado este patrón en familias adoptivas, que adoptaron bebés, y que han sido valorados por los terapeutas con un grado de gravedad medio.
Talen y Lehr (1984) coinciden en la observación de este patrón relacional, en un estudio que hicieron, desde la perspectiva sistémica, sobre el análisis estructural (funcionamiento interno y externo) y el estado familiar de desarrollo (ciclo vital) de 34 familias adoptivas. Según estos autores, la sobreimplicación de la madre y el papel periférico del padre se ve acentuado por todo el proceso de adopción (relación con servicios, abogados, médicos ... ) y a menudo es aceptado y potenciado implícitamente por las agencias y otros profesionales.
b) Problemas de relación madre-hijo/a, con una madre sobreexigente, que suele coincidir con una alianza o coalición padre-hijo/a, quedando la madre excluida o desplazada de esta relación. En las familias que presentaban este segundo patrón relacional observamos además que se daban fantasías del tipo: "deseo de un hijo perfecto", "posibilidad de devolver al hijo a la institución" y "temor por la influencia irremediable de la herencia".
11. No hemos encontrado "juegos relacionales" específicos en la patología de estas familias adoptivas o acogedoras en la línea de la Escuela de Milán, como se observan en determinados modalidades relacionales como en las psicosis infantiles o en las anorexias 5, En cambio, sí hemos observado que en los casos más graves se produce una instrumentalización de los hijos por parte de uno de los padres contra el otro, en el contexto de determinados conflictos en el seno de la pareja.
Zicari y Formaggini (1984) hablan de 4 casos de "pseudoadopción",6 entre los que consideran a "las parejas con problemas de relación" que intentan solucionar o evitar sus dificultades a través de la adopción (o el acogimiento). Su experiencia clínica en estos casos evidenció que la adopción solía distanciar más a los cónyuges, al formarse una alianza fuerte con uno de los padres, de la que el otro quedaba excluido. Otro aspecto de interés señalado por estos autores, pero que no queda reflejado en nuestro estudio más que en un caso, es que a menudo la decisión de adoptar está relacionado con períodos de crisis familiar o transición, con una función de "reemplazo" (después de la muerte de algún miembro significativo de la familia, después de un aborto, cuando los hijos biológicos entran en la adolescencia, etc.).
Groze (1994) describe un juego familiar similar en su experiencia clínica, pero planteándola como una estrategia del niño: triangulaciones y coaliciones, promovidas por el niño como sistema de afrontamiento para incrementar su control y reducir la intimidad en su nuevo entorno familiar 7.
12. En cuanto a las fantasías o representaciones de los padres, la "necesidad de ser unos padres perfectos" aparece reiteradamente en gran cantidad de casos. Esto es explicable, en parte, por el hecho de que estos padres han pasado por una evaluación de su competencia parental, y en parte, porque se viven, y a menudo son, controlados en esta competencia por su entorno. Hartman y Laird (1990) atribuyen esta necesidad de perfección de los padres adoptivos a 3 motivos fundamentales: uno de ellos es el que hemos comentado del proceso de selección y la evaluación que conlleva; por otra parte, hacen referencia al posible sentimiento de incompetencia asociado a la infertilidad, y finalmente, a la presión especial de tener que criar al hijo de otro, con la duda de si sus verdaderos padres lo hubieran hecho mejor (o veces aumentado por sentimientos de culpa por lo que llamamos "el robo del hijo").
Hallamos un mayor número de fantasías persistentes o intensas (en los padres adoptivos o acogedores o en el niño) en aquellos casos valorados como más graves por los terapeutas (Tablas 3 y 4). En todos los casos valorados como graves hallamos la presencia de conflictos de lealtad en los, hijos entre sus padres adoptivos y sus padres biológicos, En los casos de mayor gravedad en niños adoptados más mayores, aparecían idealización de los padres biológicos y conflictos de lealtad. Nos llamó la atención, en cambio, que en aquellos niños que fueron adoptados de bebés y fueron valorados como graves, éstos descalificaban a sus padres biológicos, por el hecho de haber sido abandonados.
Missenard (1985) y otros autores, desde la perspectiva psicoanalítica, hablan de la dificultad del niño adoptivo en la resolución del "romance familiar", el hecho de que el niño adoptado tengo dos familias reales no permite una correcta resolución, ni que el niño pueda asumir que lo bueno y lo malo forman parte de sus padres (reconocimiento de la ambivalencia).
13. En la mayor parte de los casos valorados como graves el niño mantiene, o ha mantenido hasta hace poco, contacto con algún miembro de la familia biológico, siendo todos ellos de acogimiento. Aquí los padres manifestaban fantasías y/o mensajes de descalificación o idealización hacia estos últimos. Se constató, a su vez, que en la mayoría de casos valorados como graves, los padres adoptivos recibieron una información negativa sobre la familia de origen, que en opinión de los terapeutas, pudo alimentar expectativas de futuro inciertas o negativas respecto al niño.
14. En general no aparecen en la muestra reticencias o rechazo significativas por parte de la familia extensa respecto a la adopción (o acogimiento) ni respecto al niño adoptado. Unicamente en dos casos graves hubo un rechazo tanto hacia la adopción o acogimiento como hacia el niño, pero en ambos casos los niños presentaban problemas de Conducta en el momento de llegada a la nueva familia.
En relación a la integración del, niño en su entorno, ésta depende en gran medida de la tipología de síntomas o problemática que presenta, dependiendo del tipo de problemas de Conducta y fracaso escolar que padece el niño (ambos síntomas muy frecuentes en estos niños) su integración será adecuada o no.
Los padres interfieren "algo" en la espontaneidad de la relación del niño con su entorno (vecinos, maestros, amigos de los padres...) en un 50% de los casos valorados con gravedad media, y en todos los casos valorados como graves. Entre estos últimos, un 50% se valora la interferencia como "algo" y en el otro 50% como "mucho".
Nuestras observaciones sobre la relación de la familia adoptivo nuclear con su entorno familiar y social no coinciden con las de la muestra clínica de Montt y Ulloa (1993). Dichos autores observan unos límites rígidos de los sistemas familiares adoptivos respecto al exterior (familia extensa y amigos), mientras que los interiores son difusos y cambiantes.
La situación de crisis familiar abierta que encontramos en estas familias adoptivas y acogedoras se caracteriza por la presencia de sentimientos de culpa en los padres relacionados con sus fantasías de rechazo y/o expulsión del paciente adoptado, así como por fuertes sentimientos de incompetencia como padres. En el niño o adolescente adoptado se produce un estado de confusión, bloqueo y/o escalada con uno o ambos padres, con temor al abandono e importantes conflictos de lealtad, en los casos más graves. Esta situación se aborda inicialmente con el trabajo terapéutico propio de la crisis, permitiendo a los diferentes miembros la expresión, en el contexto terapéutico, de sus sentimientos de estrés, angustia y destructividad.
Se plantea a la familia un primer período de trabajo con el fin de hacer comprensible el significado de la crisis, indagar sobre su proceso de gestación, su contextualización, el ciclo vital familiar, los modos de afrontamiento de otros períodos críticos, los juegos relacionales en curso y las estrategias individuales de los componentes de la familia.
Dada la especificidad de las familias adoptivas, se reconstruyen los diferentes períodos que marcaron el proceso adoptivo y su impacto sobre el entramado relacional de la parejo parental y del resto de la familia. Sin embargo, en relación a esta fase de la intervención terapéutica, vemos que es preciso profundizar más extensamente en algunos aspectos propios del proceso adoptivo que podrían aportar información relevante: la elaboración de la esterilidad, el funcionamiento de la parejo previo a la adopción, la comunicación sobre la adopción, etc. También sería necesario conocer el pasado relacional del niño, ya que nos ayudaría a entender el funcionamiento del nuevo sistema.
La edad del niño en el momento de la adopción o acogimiento es, como ya hemos comentado, un dato de gran relevancia en la medida en que su historia previa y cómo ésta es integrada tanto por la pareja parental como por el mismo niño, parece que incide decisivamente en los atribuciones lineales de las dificultades, por ejemplo, a los factores genéticos o a la historia previa del niño. Precisamente en estos casos, es especialmente importante asegurar un buen acoplamiento que evolucione hacia una situación en la cual cada uno sienta al niño como un nuevo miembro del nuevo sistema familiar adoptivo. Para que esto sea posible, los padres deben entender la dinámica y motivaciones de los actos de su hijo, sus miedos e inseguridades, y aceptarlo tal cual es. La terapia intentara ajustar las expectativas de los padres a la realidad, tratará, si los hubiese, sus fantasías o necesidades de tener un hijo perfecto o de ser unos padres perfectos.
También es necesario que los padres entiendan de qué manera están ellos reforzando, a menudo, los comportamientos provocadores y destructivos de su hijo, alimentando sus temores de abandono, etc. El trabajo terapéutico tendrá por objetivo, en muchos casos, reforzar el rol paterno de estos padres, la congruencia de sus respuestas... de manera que puedan afrontar más adecuadamente la crisis, como pareja parental.
Por otra parte, el terapeuta dirigirá su trabajo al niño, animándolo a expresar sus temores y fantasías ante sus padres, sus conflictos de lealtad, el que sienta que no va a destruir a sus padres sino que los tendrá siempre a su lado, También le ayudará a entender sus sentimientos contradictorios y aceptarlos. En la medida en que el niño experimente un fuerte bloqueo emocional que le impida expresar ante los padres todos estos sentimientos podrá requerirse una intervención individual con éste.
También deberemos ocuparnos de otras parcelas en las que el "paciente" tiende a fracasar, como el área escolar o su vida social, con el fin de mejorar su autoimagen y su autoconfianza.
A partir del análisis de la muestra planteamos algunos propuestas de cara a la prevención de crisis en las familias adoptivas con riesgo de ruptura:
a) Dadas las edades que muestran una mayor incidencia de conflictos, la segunda infancia y la adolescencia, sería de utilidad proporcionar recursos a los padres en el proceso de formación para afrontar estos períodos de desarrollo.
b) El conocimiento de algunos factores de riesgo, tratados con frecuencia en la literatura y que también hemos encontrado en nuestra muestra, como la adopción o acogimiento del niño con una problemática emocional y de comportamientos previos, con una historia de abuso y/o negligencia, o simplemente con una edad ya avanzada y un vínculo importante con la familia biológica en el momento de la adopción o el acogimiento, sugiere algunas medidas preventivas tales como:
- Una selección especialmente consciente de los riesgos del acogimiento o adopción de estas características, así como de las necesidades y expectativas de ambos sistemas.
- La oferta de sistemas de apoyo terapéuticos y/o educativos para estas familias.
- La puesta en marcha de grupos de autoayuda de padres adoptivos (o acogedores) de niños con necesidades especiales o grupos de adolescentes adoptados.
- La sensibilización de los profesionales del ámbito de la atención a la infancia y/o a la juventud en los temas relacionados con niños y familias de estas características, orientada al afrontamiento y manejo de situaciones de crisis y de dificultad en las que puedan verse envueltos.
A partir del análisis anterior consideramos de interés desarrollar en el futuro dos líneas de investigación. Por una parte, comprobar si el tiempo de evolución de los problemas en las familias adoptivas es mayor que en las familias no-adoptivas, dado que otros estudios llegan a resultados opuestos. La media de dos años encontrado en nuestra muestra nos parece excesivo teniendo en cuenta el proceso evolutivo infantil.
Por otra parte, sería necesario investigar qué modalidades de "juegos relacionales" en el seno de la pareja adoptiva, aumentan el riesgo de instrumentalización del hijo adoptivo. Este conocimiento podría aportar algunos criterios a tener en cuenta tanto en los procesos de selección como en la prevención secundaria de dificultades en el seno de familias adoptivas y acogedoras.
1 Amorós Martí, P.(1 987).
2 Brodzinsky, D. M. & Schechter, M. D. (1990)
3 Idem ant.
4 En el contexto clínico Brodzinsky (1990: 20) descubre un nuevo patrón que también parece tener efectos negativos en el desarrollo psicológico del niño, el de la "insistencia en la diferencia", las familias con este patrón enfatizan hasta tal punto los diferencias de las familias adoptivas que estas diferencias se convierten en un foco central de la vida familiar.
5 Selvini y cols. (199 1
6 "El hijo como instrumento para lograr el hijo biológico" (como remedio a la esterilidad).
'La pareja madura" (que cree que un hijo le evitará enfrentarse a la soledad o a la muerte, quizás ya han tenido hijos que están independizándose o quizá nunca se preocuparan realmente por el hecho de no tenerlo, hasta que lo ven como una respuesta a sus necesidades).
"Pareja con enfermedad orgánica" (la adopción puede ser un mecanismo de negación o racionalización, sobre todo en relación a su enfermedad).
"Parejas con problemas de relación".
7 Donley (1990), Groze, 1994) encontró que muchos niños desarrollaban este estilo de afrontamiento como forma de sobrevivir en el sistema de bienestar infantil.