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LIBROS, REVISTAS Y OTRAS NOVEDADES

 

Catorce enfoques de la psicopatología
Fourteen Approaches in Psychopathology

Serban IONESCU

México: Fondo de Cultura Económica, 1994 (original canadiense de 1991)


Llama poderosamente la atención un libro de estas características, cuya amplitud de miras no parece tener parangón en castellano. En un tamaño asequible, poco más de cuatrocientas páginas de breviario, Serban Ionescu -psiquiatra francés de origen rumano- pasa revista a catorce escuelas diferentes del pensamiento psicopatológico. Se puede decir que están todos las que podíamos imaginar, y alguna más, descritas de manera amena y comprensible, lo cual no es poco, con una intención didáctica (resúmenes al final de cada capitulo), aunque con muy abundantes citas a pie de página que contienen una información no prescindible y vuelven la lectura un tanto morosa.

Encontramos entre los catorce enfoques las psicopatologías ateóricas (como el DSM-III), conductual, cognitiva, biológica, ecosistémica, etológica, etc. Se trata por tanto de una obra magna, por lo menos en su intención. Obviamente algunas escuelas se dejan resumir mejor en unas breves páginas que otras, Como ejemplo de lo primero, capítulos como el de etnopsicopatología, la psicopatología conductista, o el enfoque ecosistémico, son síntesis excelentes, Otras, en cambio, se resisten más a ello, como ocurre con el enfoque fenomenológico. No obstante, también nos parece que hay capítulos cuya calidad desmerece del conjunto, en especial el dedicado al psicoanálisis y, algo menos, los de los enfoques experimentales y la fenomenología.

En el apartado de la etnopsicopatología, rama antigua pero tal vez no suficientemente atendida en nuestras facultades, comenta Ionescu los síndromes culturalmente específicos como el latah, el koro, el amok, el windigo, entre otros, y analiza grandes estudios transculturales realizados sobre la depresión o la esquizofrenia. Incluye además un apartado amplio y bastante pertinente sobre los problemas transculturales del psicodiagnóstico. En el capítulo dedicado a la psicopatología conductista realiza una descripción más que correcta, sobre todo para un autor que se mueve en un ámbito francófono, de la influencia de los paradigmas de aprendizaje clásico y operante, e incluye un interesante apartado sobre el conductismo paradigmático de Staats. De éste último afirma, acertadamente, que concuerda con otros enfoques más tradicionales que reconocen la importancia de la dimensión personalidad en psicopatología. El capitulo sobre el enfoque ecosistémico no sólo presenta un buen resumen de las diferentes escuelas de terapia sistémica y familiar, sin caer en la tentación de cebarse sólo en la escuela de Palo Alto, sino que expone el modelo interaccionista de Anthony Marsella (profesor en Hawai) con cierta amplitud, y termina tratando el tema de la influencia de las redes sociales en la psicopatología. Tal vez echamos en falta alguna mención a los desarrollos de terapia familiar sistémica que tanto relieve han logrado las últimas décadas en el norte de Italia (Mara Selvini). Capítulos correctos nos parecen también los dedicados a la psicopatología ateórica, con el que comienza la obra, a la psicopatología biológica, la basada en las teorías del desarrollo, la etológica y la social. No los comentaremos para no alargar en exceso esta exposición.

Las dificultades parecen acumularse en los capítulos de la segunda mitad. Por una parte, puede ser acertado distinguir un enfoque existencialista y otro fenomenológico. Sin embargo, el desarrollo teórico de la obra no perfila de manera clara dicha separación, por cuanto las fuentes filosóficas de ambos enfoques son bastante semejantes, los filósofos llamados genéricamente "existencialistas": Sartre, Heiddeger, Jaspers y Husserl. El enfoque existencialista posiblemente posee más entidad como corriente psicoterapéutica que no propiamente psicopatológica. Después, el tratamiento del enfoque fenomenológico resulta escaso, pues atiende a la melancolía según Binswanger, al estudio fenomenológico de la hospitalización, y a una exposición un tanto extensa del método fenomenológico de investigación. Esta sección metodológica está fuera de lugar, no se realiza con ninguno de los otros enfoques, y resta espacio a contenidos más concretos, Cierto es que algunos aspectos relevantes de la psicopatología fenomenológica son recogidos en el último capítulo, sobre la psicopatología estructuralista, donde se trata de la estructura de las ideas delirantes y se diferencia las ideas delirantes primarias de las secundarias.

Resulta sorprendente que el capítulo dedicado al psicoanálisis sea, a nuestro entender, tan deficiente, en un autor que maneja la literatura psicoanalítica de primera mano. Dedicar tanto espacio a discutir la cientificidad del psicoanálisis o la validación empírica de alguno de sus supuestos (la oralidad), en una obra de estas características, está bastante fuera de lugar. Ese esfuerzo habría sido mejor aplicado a describir las neurosis (histérica, obsesiva y fóbica), delimitadas por primera vez con claridad por Freud, y la más problemática, pero sugerente, teoría de las psicosis. Creemos que los modelos freudianos sobre la formación de síntomas pueden ser todavía muy instructivos. Podría pensarse que Ionescu ha rellenado alguna sección con trabajos realizados con anterioridad para otros fines, sin adaptarlos adecuadamente. Como ocurre con la fenomenología, hay cierta recuperación de contenidos psicoanalíticos en el último capítulo, pero sólo es parcial y desde la perspectiva de Bergeret, centrándose en las estructuras psicopatológicas.

En menor medida, el capítulo sobre el enfoque experimental también resulta escaso al no incluir con extensión el trabajo sobre la depresión experimental, de Seligman, que había sido recogido de forma breve en el apartado de la psicopatología cognitiva. Las páginas que incluye sobre la catatonía experimental son, en cambio, poco significativas. Se salva no obstante, por una buena exposición inicial sobre las neurosis experimentales según la escuela de Pavlov.

Finalmente, el último capítulo maneja un concepto de estructuralismo tan difuso que prácticamente todos los autores que han utilizado alguna vez el término "estructura" tienen cabida en él, Así aparecen citados en su comienzo personajes con tan poco en común como Piaget, Wundt, Titchener, Freud, Arieti, Beck o Lacan. Después describe, como señalábamos antes, la teoría de Bergeret sobre las estructuras psicopatológicas y la estructura de las ideas delirantes. Según leemos en el epílogo, Ionescu toma este libro como obra preparatoria para realizar en los próximos años su propia síntesis (como el original es del 91 quizá ese proyecto haya visto la luz en el mercado editorial francófono). Sospechamos por tanto que ese último y variopinto enfoque es el que más se acerca a las preferencias del autor. En ese sentido puede ser acertado partir de un marco de referencia estructuralista, pues es el más formal y aséptico, da cabida a muy diferentes tipos de contenidos, Sin embargo, un mayor compromiso teórico será rápidamente necesario. Por ejemplo, deberá decidir si la estructura preferente será la del comportamiento, verbal y no verbal, como en el enfoque ecológico, el ecosistémico, él sociológico, el conductismo social, el psicoanálisis de las relaciones objetales o interpersonal y, de alguna manera, la psicología evolutiva de Piaget, o bien una estructura intrapsíquica, como en el psicoanálisis freudiano, el enfoque fenomenológico-existencial y el introspeccionismo de Wundt y Titchener.

Para concluir, podemos afirmar que Serban Ionescu con sus Catorce Enfoques de la Psicopatología ha alcanzado en gran medida sus objetivos aunque, como era de esperar, no todos con la misma nitidez o eficacia. Esta obra será de utilidad al estudiante y al profesional de la salud mental.

 

Carlos RODRIGUEZ SUTIL