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EDITORIAL


La situación política española tras los elecciones del 3 de marzo de 1996 nos coloca ante un momento de reflexión acerca de los políticas sanitarias que desarrollará el ejecutivo que surja de esas elecciones. Con todas las dificultades y limitaciones que impone la situación económico española y europea, los anteriores gobiernos han propiciado y no culminado una reforma sanitario considerando esencial el derecho a la salud, en un marco de asistencia fundamentalmente público y siguiendo los directrices de la O.M.S. cara a un modelo que concilié promoción, prevención, atención y rehabilitación, basado en una concepción integral de la salud en su dimensión bio-psico-social.

Más específicamente en el ámbito de la Salud Mental se ha venido completando de forma desigual una reforma que ha puesto fin a la concepción hospitalocéntrica y cronificadora que representaba el tradicional hospital psiquiátrico, desarrollándose uno opción comunitaria en forma de red de dispositivos organizados en tomo a Centros de Salud Mental, con sus correspondientes dispositivos de rehabilitación, reinserción y atención de urgencia, ingreso para corta estancia, atención diferencial a la infancia y familia, etc, La reciente reforma del catálogo de prestaciones sanitarios, al incluir explícitamente la psicoterapia, ha subrayado que el marco de recursos asistenciales no se reduce o una mera intervención farmacológica, sino que los tratamientos psicoterapéuticos (individuales y grupales) han de ser pieza esencial en la oferta especializada.

Ciertamente mucho queda por hacer, precisamente por la variedad de dispositivos y calidades de atención que se encuentran en las diversas redes (Centros dependientes del INSALUD, Comunidades Autónomas, servicios municipales coordinados o en proceso de transferencias, centros concertados, ... ), Desde el punto de vista de la contribución de la Psicología Clínica y los psicólogos clínicos nos son bien conocidos algunos de los principales retos pendientes: reconocimiento de derecho de la entidad sanitaria de la Psicología, creación del Título de Especialista en Psicología Clínico, ampliación del número de plazos y progresivo perfeccionamiento del sistema de formación PIR., más los consecuencias derivadas de lo anterior a nivel del pleno reconocimiento del carácter facultativo del ejercicio profesional, la real inserción de los servicios de psicología clínica en todos los ámbitos de la salud, y no su mera y reducida presencia en los dispositivos de Salud Mental.

Lo que dura y trabajosamente ha sido conseguido para el futuro de la Psicología Clínica en los últimos veinte años ha de ser celosamente defendido ahora. Afrontamos una época en que los giros políticos, más allá de la lícita defensa de los diferentes modelos de sociedad que propugnan las diversos ideas políticas, podrían amenazar una concepción moderna de la Salud, y el papel cada vez más destacado que a la psicología le cabe cumplir en ello, Nos preocupa que de nuevo se propugne suprimir los áreas asistenciales en Salud Mental, que se excluya a la Psicología Clínica del catálogo de especialidades, que los Centros de Salud Mental sean sustituidos por Centros de Rehabilitación, que se diseñen de nuevo Unidades asistenciales de media-larga estancia (vg, hospital psiquiátrico), y finalmente que se considere cuestionable el mismo concepto de Salud Mental.

Encaremos con ilusión esto nueva etapa que se avecina, plena de tareas, pero sin la ingenuidad de pensar que están consolidados y son incuestionables las todavía endebles conquistas de un pasado reciente, Y colaboremos todos en hacer comprender esta necesidad o los nuevos intérpretes del poder político.

 

Alejandro AVILA ESPADA

Carlos RODRIGUEZ SUTIL