REFLEXIONES
RESUMEN EL MODELO PSICOEDUCATIVO CON PACIENTES ESQUIZOFRENICOS CRONICOS: INVESTIGACIONES EMPIRICAS
En el presente artículo presentamos el modelo de psicoeducación de pacientes esquizofrénicos crónicos enmarcado dentro del trabajo en rehabilitación psicosocial y se revisan algunos de los estudios controlados en los que se ha Intentado probar la eficacia de este tipo de intervenciones.
This paper develops the psychoeducational model for chronically schizophrenic patients. It belongs to a more general framework, psychosocial rehabilitation. We present some research that has tried to demostrate the efficacy of this kind of program.
Rehabilitación Psicosocial. Psicoeducación. Esquizofrenia.
Psychosocial Rehabilitation. Psychoeducation. Schizophrenia.
INTRODUCCION
La rehabilitación psicosocial es un nuevo marco de intervención con personas diagnosticadas de trastorno esquizofrénico. Parte del supuesto de que la intervención debe realizarse en el entorno real del paciente psicótico, siendo fundamental la evaluación y utilización de aquellos recursos necesarios para una óptima adaptación social. Poca utilidad nos han ofrecido hasta ahora los tratamientos médicos o psicológicos técnicamente sofisticados, realizados en entornos institucionales (como por ejemplo los hospitales psiquiátricos), en los que se aborda este tipo de problemas considerando al individuo como un ente aislado y sin tener en cuenta sus condicionamientos bio-psico-sociales.
Desde este enfoque no se pretende realizar una actividad basada en la "curación", ni en el tratamiento parcializado de la enfermedad (biológico versus psicosocial). Se trata de aportar una nueva forma de comprender y trabajar la problemática de las personas que padecen un trastorno esquizofrénico crónico, en el que el eje central de la intervención está en el desarrollo de las competencias y habilidades que necesita cada uno de ellos para vivir de forma digna en su entorno natural. Por tanto, el objetivo de la rehabilitación psicosocial es asegurar que la persona incapacitada posea las habilidades físicas, emocionales e intelectuales necesarias para vivir, aprender y trabajar en su propio ambiente particular (Anthony y Nemec, 1984).
Aunque actualmente existe un gran desconocimiento de la etiología de la esquizofrenia, y los datos existentes sobre este tema no son concluyentes, cada vez hay un mayor consenso sobre el marco teórico de partida en el que se encuadra el trabajo en rehabilitación. Este es el denominado modelo de Vulnerabilidad (Zubin y Spring, 1977) y más recientemente el modelo de estrés-vulnerabilidad-afrontamiento-competencia (Liberman, 1988),
Según Zubin (1989), el modelo de Vulnerabilidad postula que la característica principal de la esquizofrenia no es el episodio esquizofrénico en sí, sino la vulnerabilidad a desarrollar tales episodios del trastorno, Los episodios son "estados" limitados en el tiempo, de larga o corta duración, siendo la vulnerabilidad el rasgo persistente.
Por otro lado, este modelo permite una comprensión de las características del trastorno (etiología, comienzo, curso, etcétera) y del funcionamiento social de las personas vulnerables a la esquizofrenia, como el resultado de la interacción, por un lado, de la cantidad de estresores ambientales, y por otro, de la capacidad de resolver problemas (personales y/o sociales) y del apoyo que les ofrezca su red social.
Lo expresado anteriormente nos permite hipotetizar que la aparición o incremento de los síntomas esquizofrénicos característicos pueden ocurrir en un sujeto vulnerable cuando:
1. Se incrementa la diátesis o vulnerabilidad subyacente.
2. Los acontecimientos vitales estresantes sobrepasan las habilidades de afrontamiento del individuo en sus roles instrumentales y sociales.
3. Las redes de apoyo social del individuo están debilitadas o disminuidas
4. Las habilidades de resolución de problemas, se "atrofian" como resultado de la inactividad, del reforzamiento del rol de enfermo, la pérdida de motivación o el traslado del individuo a lugares que le ofrecen pocas oportunidades para la participación en una vida social activa (Liberman, Marshall, Marder, Dawson, Nuechterlein y Doane, 1984; Liberman, 1988).
Como se puede apreciar, dicho modelo supera las concepciones biologicistas clásicas. Ofrece hipótesis de trabajo estimulantes, así como organiza e integra los conocimientos actuales de los diferentes modelos etiológicos. Además sugiere formas útiles de trabajo e intervención con personas diagnosticadas de esquizofrenia.
De todas formas, el hecho de que tengamos un modelo de trabajo que organice los conocimientos teóricos existentes sobre la esquizofrenia y que nos aparte modos válidos de intervención, aunque es muy importante, no es suficiente. Hace falta un sistema de servicios que apoye todo el trabajo, y además, siendo coherente con dicho modelo, se organice en torno a un trabajo de tipo comunitario. Por tanto y desde nuestro punto de vista, el trabajo en rehabilitación está estrechamente ligado al desarrollo de un sistema de servicios de apoyo comunitarios que intente satisfacer en las personas con trastornos esquizofrénicos crónicos, sus necesidades en torno a áreas tan diversas como las puramente asistenciales, laborales, educativas y residenciales.
Desde este planteamiento, la rehabilitación se entiende como un proceso ajustado a las necesidades reales de los usuarios en el que las intervenciones no están aisladas, sino coordinadas dentro de un plan individualizado en el cual se contemplan las competencias y recursos del individuo, de su comunidad y del sistema sanitario. Por ello, consideramos que se están realizando muchas intervenciones etiquetadas como "rehabilitadoras" sin llegar a serlo desde el punto de vista comentado anteriormente. Esto suele ocurrir en los siguientes casos:
- Intervenciones técnicamente sofisticadas que se desarrollan en ambientes hospitalarios, al margen de una actuación planificada e integrada en el entorno social del sujeto.
- Intervenciones que si bien se realizan en un entorno comunitario, utilizan técnicas tradicionales (psicodrama, psicoterapias grupales, etc.) que no inciden en las habilidades de adaptación y proyección del sujeto a su entorno, y sí lo hacen sobre aspectos clínicos y psicopatológicos.
- Intervenciones en las que su contenido tiene que ver con constatar si los usuarios siguen o no el tratamiento farmacológico, y en las que tampoco se realiza un adiestramiento de éstos en el manejo del trastorno.
- En último lugar, intervenciones que intentan insertar al sujeto directamente en su entorno sin previamente haberle entrenado en la adaptación al mismo.
Un abordaje adecuado en rehabilitación exige evaluar e intervenir sobre todas aquellas áreas de funcionamiento que permitan a un individuo ajustarse satisfactoriamente a su entorno social inmediato. Es decir, se trata de que el sujeto adquiera recursos básicos para afrontar eficazmente todas aquellas situaciones habituales que puedan provocar un nivel de estrés tal que dispare una recaída y reagudización de síntomas, y que le permita obtener una mejor calidad de vida. Las áreas trabajadas son muy variadas y abarcan desde aquellas más básicas como por ejemplo, autonomía personal, competencia social, ocupacional-laboral, educación para la salud, tiempo libre, etc. Todas las nombradas anteriormente tienen que ver con el sujeto, pero también son frecuentes las intervenciones sobre el medio en el que vive: ambiente familiar, vecindario, entorno laboral, etc.
En este sentido, un área a trabajar, tanto con las personas con esquizofrenia como con sus familiares es el conocimiento de la enfermedad y su manejo. En la bibliografía sobre rehabilitación se ha venido denominando Psicoeducación y cada vez ha ido ganando mayor importancia.
Tradicionalmente el enfoque de trabajo con los pacientes psicóticos se ha caracterizado por la falta de información necesaria para conocer y comprender la enfermedad y su tratamiento. Esto es una consecuencia lógica del abordaje médico clásico de la enfermedad física que primaba el fomento de un rol pasivo en el individuo.
Por otro lado, desde enfoques y orientaciones de carácter "psicoterapéutico" se ha evitado enseñar a los pacientes a asumir determinadas cuestiones relativas a su enfermedad, ofreciendo argumentos varios: la propia incapacidad para comprender los conceptos que se enseñan; la incapacidad de asumir la responsabilidad por los mismos; el miedo a incrementar la ansiedad o descompensación por trabajar detalles de su enfermedad y también a que el énfasis sobre el trastorno mental refuerce el rol de enfermo (Goldman y Quinn, 1988).
Desde modelos biopsicosociales, como por ejemplo, el de Vulnerabilidad (Zubin y Spring, 1977) o el modelo de estrés-vulnerabilidad-afrontamiento-competencia (Liberman, 1988), se han valorado fundamentalmente las habilidades y recursos de los individuos en el control y afrontamiento de los problemas de salud. En rehabilitación, esta forma de entender la salud se ha traducido en que el informar y educar a los propios pacientes constituye una pieza clave, en el sentido de crear nuevas competencias que les permitan afrontar dichos problemas.
En este sentido, el modelo psicoeducativo ha ganado una considerable relevancia en el marco de la intervención y rehabilitación del paciente psicótico crónico.
La psicoeducación se concibe como un modo de trabajo cuyas características fundamentales son: un abordaje sistemático, con objetivos muy definidos y claros, y una concepción en donde la colaboración entre el paciente, su familia y el técnico en la resolución de los problemas relacionados con la enfermedad, adquiere un papel muy importante.
En general, los objetivos de este modelo psicoeducativo son:
1. Impartir información que facilite la comprensión de la enfermedad (características de ésta, factores estresantes, detección de pródromos, etc.).
2. Conocer los diferentes servicios de apoyo y recursos tanto sanitarios como no sanitarios.
3. Incrementar las habilidades de la vida diaria y las capacidades adaptativas.
4. Concienciar a las familias de los pacientes de sus propias capacidades y su derecho a conocer cómo es la enfermedad.
5. Potenciar y desarrollar habilidades de afrontamiento.
6. Promover apoyo social entre los familiares.
7. Crear una alianza más productivo entre los pacientes, familiares y profesionales (Greenberg, Fine, Cohen, Larson, Michaelson, Rubinton y Glick, 1988),
Todo ello conduce al desarrollo de actitudes más optimistas y a la capacidad de percibir al paciente como una persona y, no exclusivamente como alguien que padece un serio trastorno (Vizcarro y Arevalo, 1987).
No obstante las intervenciones psicoeducativas no hay que entenderlas como una sustitución de las intervenciones farmacológicas, sino como complemento a éstas y a otras dentro de un programa individualizado de rehabilitación. Prueba de ello es que se ha comprobado que los programas de intervención psicosocial (incluida la psicoeducación), en combinación con la terapia farmacológica, parecen reducir en gran medida el riesgo de recaídas, al menos a corto plazo (Anderson, Reiss y Hogarty, 1986).
En cuanto a su aplicación, podemos distinguir dos modalidades que se encuadrarían dentro del término psicoeducación: una es aquella en la que el objeto de la intervención es el ambiente del esquizofrénico (Psicoeducación Familiar y Psicoeducación del Staff), y la otra en la que el objeto de la intervención seria el propio paciente. Son dos modalidades diferentes pero a la vez complementarias, ya que el núcleo básico continúa siendo ofrecer información al paciente y a su red de apoyo social.
La relevancia que adquiere la educación de los familiares en torno al conocimiento de la esquizofrenia, en todas sus facetas, supone una aportación nueva en la concepción del papel de éstos en el abordaje de la enfermedad. Frente a posturas más tradicionales, en las que se les etiquetaba de un modo mas o menos explícito de causantes, desde esta nueva óptica se intento que sean participes en la mejora de su familiar, además de eliminar los posibles sentimientos de culpa y vergüenza que puedan padecer (Creer y Wing, 1974).
A partir de esta concepción, se han elaborado diversos programas psicoeducativos cuyos contenidos fundamentales son sesiones informativas a grupos de familias sobre diferentes aspectos relacionados con la esquizofrenia. Y otras sesiones donde se trabajan más los patrones de comunicación alterados en las interacciones familiares, y su relación con la resolución de problemas que puedan agravar el curso de la enfermedad,
Existen también experiencias de aplicación del modelo psicoeducativo con personas que conviven y cuidan al paciente esquizofrénico en un medio no familiar (redes residenciales alternativas) (Drake y Osher, 1987; Mason, Gingerich y Siris, 1990; Ranz, Horen, McFarlane y Zito, 1991). Los contenidos desarrollados en estas sesiones psicoeducativas son similares a los desarrollados con familiares (conocimiento de la enfermedad, entrenamiento en habilidades comunicacionales que faciliten interacciones de apoyo y entrenamiento en resolución de problemas).
Investigaciones recientes han demostrado que el entrenamiento en habilidades sociales y la psicoeducación familiar puede reducir significativamente el riesgo de recaídas (por ejemplo, Hogarty, Anderson, Reiss, Kornblith, Greenwald, Javan y Madonia, 1986, Hogarty, Anderson y Reiss, 1987). Sin embargo, son escasos los estudios controlados en el área de la psicoeducación de pacientes esquizofrénicos.
Los programas de psicoeducación de pacientes esquizofrénicos revisados en la literatura contemplan una serie de características comunes en cuanto al contenido desarrollado en las sesiones y la metodología seguida.
En lo referente al contenido, algunos programas se basan en diferentes módulos de trabajo que contemplan los siguientes temas: estilo de vida saludable y útil, responsabilidades del paciente, comprensión y manejo de la medicación, diagnóstico individualizado, dinámica familiar, manejo del estrés y control de la enfermedad, abuso de sustancias, tomo de decisiones, uso y manejo de recursos comunitarios y habilidades comunicacionales (Goldman y Quinn, 1988).
En cuanto al módulo de habilidades comunicacionales, cabe mencionar que resulta un aspecto clave y novedoso desde el enfoque psicoeducativo. Tanto desde algunos trabajos, como desde nuestra experiencia, se puede constatar que el entrenamiento de habilidades de comunicación de información relevante sobre los síntomas y la medicación en las revisiones farmacológicas es altamente beneficioso (Wallace, Boone, Donahoe y Foy, 1985; Liberman, Mueser, Wallace, Jacobs, Eckman y Massel, 1986; Dow, Verdi y Sacco, 1991). Ello es así, pues se observa que muchos pacientes se inhiben o carecen de habilidades para comunicar correctamente a su psiquiatra cómo se encuentran, y los efectos secundarios que la medicación frecuentemente les ocasiona, Esta circunstancia, en ocasiones provoca que sean los propios pacientes los que decidan qué fármacos y dosis autoadministrarse y, frecuentemente que sufran una serie de molestias o incomodidades que se podrían evitar o mitigar si el especialista tuviera conocimiento de ello. Por lo tanto, el entrenamiento de estas habilidades es recomendable que esté contemplado en las intervenciones a nivel psicoeducativo.
Respecto a la metodología más frecuentemente utilizada, ésta se basa fundamentalmente en un formato de grupo más que en un formato individual. Se sustenta por un lado, en un modelo pedagógico con técnicas de apoyo variadas (técnicas audiovisuales, lecturas de material escrito y entrega de folletos, paneles, etc.) y por otro lado, en los principios y técnicas del aprendizaje estructurado (Goldstein y Goodhart, 1973): instrucciones, modelado, role-playing y ensayo conductual, feedback, refuerzo y generalización de lo aprendido a través de tareas intersesiones y práctica in vivo. Algunos programas centrados más en el área de la automedicación y el uso de recursos sanitarios han utilizado la metodología de "eficacia personal" de Liberman (Liberman, King, DeRisi, McCann, 1975; Liberman, DeRisi y Mueser, 1989), en la que el aprendizaje es más activo y se pone el acento en los elementos perceptivos, de procesamiento de la información y de práctica de lo aprendido a través de las técnicas de resolución de problemas (Wallace, Boone, Donahoe y Foy, 1985).
No obstante, aunque en los programas se establecen contenidos generales y comunes a todos ellos, éstos, se ajustan al sujeto dentro de un plan individualizado de trabajo. El mantener un adecuado balance entre las capacidades individuales y el contenido del programa es altamente prioritario.
Respecto a las investigaciones empíricas que se han realizado con objeto de analizar la eficacia de este tipo de programas se encuentran escasos estudios controlados. Algunos de ellos contemplan la influencia del programa de psicoeducación de modo global sobre la adherencia al tratamiento. Las variables estudiadas se centran en la transmisión de información a los pacientes sobre las características de su enfermedad y, fundamentalmente, sobre la medicación y sus efectos secundarios. En este sentido, en la bibliografía sobre el tema (Seltzer, Roncari y Garfinkel, 1980; Boczkowski, Zeichner y DeSanto, 1985; Goldstein, 1992; Hornung, Franzen, Lemke, Wiesemann y Buchkremer, 1993) se ha encontrado una correlación positiva entre la transmisión de información acerca de la enfermedad (síntomas, tratamiento, etc. y la adherencia al tratamiento; y más concretamente, entre la transmisión de información y la disminución del miedo a los efectos secundarios.
Dada la complejidad de estos programas y la diversidad de variables en ellos implicadas, se han realizado investigaciones que intentan determinar la influencia de éstas sobre las variables dependientes estudiadas. En trabajos como los de Brown, Wright y Christensen (1987), se han desglosado algunas de las variables componentes del programa, Estos autores analizaron la influencia del estilo de la instrucción (información verbal frente a información verbal/escrita) y del contenido de ésta acerca de la medicación y sus efectos secundarios (máxima información frente a mínima información) sobre: 1. la adherencia al tratamiento, 2, los efectos secundarios y 3. el conocimiento que los pacientes tienen acerca de la medicación.
El instrumento de evaluación utilizado para medir el conocimiento sobre la medicación fue una prueba estructurado en seis áreas (nombre de la medicación, normas de uso, su propósito, efectos secundarios y su interacción con drogas y alcohol). Para evaluar la ocurrencia de los efectos secundarios, se esperaba a que fueran mencionados espontáneamente por los pacientes y entonces se les preguntaba de modo abierto por la presencia de los mismos y a partir de ahí, se realizaba una entrevista más dirigida hacia los efectos secundarios específicos. Para evaluar la adherencia al tratamiento utilizaron tres métodos cuyas medidas correlacionaron después. El primero consistía en la recogida de la información verbal del paciente en la entrevista de revisión de la medicación con el psiquiatra; el segundo se refería a la información verbal que durante las sesiones del programa el paciente daba al terapeuta y por último, mensualmente contabilizaban el número de pastillas que le quedaban de las prescritas por el psiquiatra.
Los resultados de esta investigación reflejaron que todos los pacientes incrementaron el grado de conocimiento sobre la medicación independientemente del estilo de instrucción recibida y el contenido de ésta. El ofrecer material escrito adicional, o el dar información más detallado, no promovía un mejor aprendizaje. Respecto a los efectos secundarios, el grupo con información mínima y solo verbal, era el que menos problemas presentaba, El estilo y contenido de la instrucción tampoco afectó a la adherencia al tratamiento.
En una investigación posterior (Goldman y Quinn, 1988), se estudió el efecto del programa psicoeducativo sobre una nueva variable dependiente: la sintomatología positiva y negativa de la esquizofrenia, Los instrumentos de evaluación utilizados por los autores fueron: el EWI (Experiential World Inventory, El-Meligi y Osmond, 1970) para evaluar la sintomatología positiva; el SANS (Scale for the Assessment of Negative Symptoms, Andreasen, 1982) para evaluar la sintomatología negativa y el KIRI (Knowledge of Illness and Resources Inventory) para evaluar el conocimiento sobre el contenido del programa. Los resultados mostraron que además del incremento en el conocimiento de la enfermedad, se observaban diferencias significativas sobre los tipos de síntomas, es decir, después de completado el programa comprobaron una disminución de la sintomatología negativa en los pacientes, pero no se produjeron cambios sobre la positiva.
En otro trabajo (Dow, Verdi y Sacco, 1991) se comparó la eficacia de un programa informativo sobre la medicación, con otro programa de entrenamiento en habilidades de comunicación con el psiquiatra. Se midieron los efectos de estas variables independientes sobre el conocimiento sobre la medicación que tenían los sujetos una vez terminado los programas y, las habilidades de éstos para expresar y negociar con el psiquiatra los síntomas y problemas relacionados con el tratamiento (efectos terapéuticos, efectos secundarios, cambio de medicación, etc.).
Los resultados mostraron que los pacientes en ambos programas mejoraron significativamente la información sobre la medicación respecto al pretest, y no se encontraron diferencias significativas en la magnitud del conocimiento adquirido por participar en uno u otro programa, Sin embargo, el programa de habilidades de comunicación mejoraba significativamente, en todos las medidas empleadas, la comunicación del paciente con el médico.
De todas formas estos resultados son preliminares, pues es el único estudio controlado publicado sobre este tema. Son necesarias nuevas investigaciones que por un lado, estudien la generalidad y estabilidad de esos resultados, con largos periodos de seguimiento que incluyan la evaluación de la adherencia a la medicación y la observación directa (no a través de role play) de las habilidades de conversación con el psiquiatra. Y por otro, que se determine si los resultados de la combinación de ambos programas es mayor que sus efectos por separado.
Todos las investigaciones referenciadas anteriormente se realizaron con pacientes que presentaban solamente diagnóstico de trastorno esquizofrénico, también se han realizado otras en las que los sujetos presentaban, además de trastorno esquizofrénico, un diagnóstico añadido de toxicomanía (Ryglewicz, 1991).
A modo de síntesis, podemos destacar las siguientes conclusiones respecto a las investigaciones comentadas:
1, Los pacientes esquizofrénicos pueden asimilar información sobre su enfermedad.
2. Existe correlación entre el proceso psicoeducativo y la disminución de los síntomas negativos (apatía, mutismo..), no así respecto a los positivos.
3. El programa psicoeducativo reduce los miedos a los efectos secundarios y a la dependencia al tratamiento.
En líneas generales, estos programas contribuyen a la mejora de la autoestima y a la aclaración de las expectativas del paciente ante su enfermedad, fomentando modos y prácticas de autoayuda, una mejor comunicación con los profesionales, mayor adherencia a la medicación y promoviendo estilos de vida más saludables.
Los datos aportados en estos estudios no pueden considerarse como definitivos ya que presentan ciertas limitaciones metodológicas,
En primer lugar, en cuanto a la selección de los sujetos, estos estudios se han realizado a partir de muestras pequeñas; los grupos utilizados no han sido homogeneizados respecto a variables relevantes a este tipo de estudios, como por ejemplo, el conocimiento previo que tienen los sujetos respecto a la esquizofrenia. No se han utilizado criterios estandarizados para establecer los diagnósticos (como por ejemplo, RDC de Spitzer), sino que se han hecho a partir de los datos obtenidos a través de sus historias clínicas.
En segundo lugar, también hemos observado limitaciones en cuanto al procedimiento y diseño de la investigación. Es muy frecuente la utilización de instrumentos de medida no validados previamente; por otro lado, se suelen utilizar diseños no ciegos, con lo que se corre el peligro de que los datos estén sesgados por las propias expectativas de los investigadores; los seguimientos llevados a cabo una vez finalizados las intervenciones se han limitado a cortos periodos de tiempo, lo cual dificulta el conocimiento de la estabilidad temporal de los resultados obtenidos.
De todas formas y a pesar de las limitaciones metodológicas comentadas, estos trabajos no dejan de ser interesantes pues podemos considerarlos como estudios pilotos dentro del trabajo de validación de programas en rehabilitación psicosocial de esquizofrénicos crónicos.
Abordar la esquizofrenia desde el modelo de vulnerabilidad o del modelo de estrés-vulnerabilidad-afrontamiento-competencia supone la posibilidad de incidir favorablemente sobre su curso y evolución, reduciendo la probabilidad de ocurrencia de recaídas y/o disminuyendo la intensidad de las mismas, y consecuentemente previniendo o mitigando los posibles deterioros en el funcionamiento psicosocial de las personas. Ello es posible maximizando las variables protectoras y minimizando las de carácter estresante, para lo cual es preciso intervenir a nivel personal, familiar y del entorno social. Este enfoque sugiere unas expectativas de moderado optimismo sobre el futuro de estas personas.
Afrontar el problema de un modo activo y coordinado por parte del sujeto, su familia y los profesionales de salud permite superar antiguas creencias relativas a la imposibilidad de modificar un supuesto curso negativo de la esquizofrenia. Se trata de un enfoque constructivista que enfatiza el desarrollo de competencias y habilidades en el paciente y sus allegados. En este sentido, es fundamental proveer información relevante sobre el trastorno para modificar la actitud de los pacientes.
Tradicionalmente ha sido habitual el establecimiento de objetivos de trabajo dirigidos a que los enfermos adquiriesen "conciencia de enfermedad", Desde los enfoques de competencia ello quizá sea un objetivo limitado, siendo necesario señalar otros más ambiciosos, como lo es alcanzar conocimientos útiles y relevantes sobre la esquizofrenia y el modelo de vulnerabilidad, lógicamente en unos términos inteligibles para los usuarios. Esto significa llevar a cabo una reconceptualización del trastorno que sufren, lo cual constituye una reeducación para los pacientes crónicos de larga duración y una educación para los nuevos crónicos.
Ello facilita la adopción de un papel activo que se traduce en un mayor grado de implicación del paciente en el afrontamiento de su trastorno y en su coparticipación con los profesionales de salud mental. De modo que se desarrolle un trabajo conjunto que complemente esfuerzos y derive en una mejor evolución. Se supera el clásico rol pasivo en que el paciente, generalmente falto de información, se limita a cumplir (cuando lo hace) las indicaciones prescritas, y en el que se produce una gran dependencia hacia los profesionales ante la aparición de cualquier dificultad.
En los modelos comunitarios de atención a la salud mental no basta con ser un buen paciente que se limita a cumplir las prescripciones facultativas. Es preciso convertirse en colaborador del propio proceso de tratamiento. Así pues, la utilización de programas psicoeducativos que aparten información relevante se destacan como elementos importantes en relación a conseguir que los usuarios participen y se impliquen más activamente en su tratamiento.
Las ventajas de este tipo de intervenciones, unido a su fácil aplicabilidad y bajo coste (necesidad de un sólo profesional, posibilidad de realización en formato grupal y bajo número de sesiones), sugieren la idoneidad de su práctica en el ámbito de los servicios comunitarios de salud mental.