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INVESTIGACION

Características de personalidad en menores institucionalizados: Un estudio con adolescentes acogidos en Centros de Protección de la C.A.M.


Institutionalized Minors' personality profil: a study on adolescents living in Reception Centers in the Community of Madrid

 

M.ª Concepción SENDIN (*)

Beatriz ARAMBURU


RESUMEN

ABSTRACT

PALABRAS CLAVE

KEY WORDS

INTRODUCCION

PROCEDIMIENTO

RESULTADOS

CONCLUSIONES

REFERENCIAS


RESUMEN

Presentamos en este trabajo los primeros resultados de un estudio estadístico descriptivo inferencial realizado con 60 adolescentes (de 73 a 75 años), institucionalizados en Centros de Acogida de lo Comunidad Autónomo de Madrid. Se utilizaron, con cada uno de los sujetos, además de una entrevista estructurada, pruebas psicológicas de diferente naturaleza (Test de Rorschach, Cuestionario HPSQ de Cattell, Test de Matrices Progresivas de Raven y Escala Factorial de Autoconcepto de Musitu), a fin de poder observar la eficacia y riqueza de los recursos ante tareas y resolución de problemas de muy diversas características.

Los conclusiones más relevantes derivan de lo obtención, por parte de estos menores institucionalizados, de resultados muy diferentes, según el tipo de situaciones que se les planteen, mostrándose mucho más ineficaces cuando la tarea aumento en complejidad, ambigüedad y desestructuración del campo estimular Especialmente se observan marcados deficiencias, comparados con el funcionamiento habitual de la población general de su mismo edad, en el terreno de los Habilidades Sociales. Todo ello permite aportar un punto de partida para el diseño de Programas de Intervención adaptados a sus necesidades reales y para la adopción de medidos encaminadas o prevenir problemas en su desarrollo futuro como adultos.


(*) Equipo Infanto-Juvenil del C.S.M. de Leganés. Universidad Complutense de Madrid.


ABSTRACT

In this paper we are presenting the first results of a descriptive-inferential statistical analysis mode with 60 adolescents (from 13 to 15 years old) living in Reception Centers of the Madrid Community. We used, with every subject, a structured interview and several psychological tests of very different natures (Rorschach Test, Cattell HSPQ, Raven Progressive Matrix and Musitu Factorial Self-concept Scale) in order to observe the effectiveness of their resources when they were faced with diverse kinds of problem solving tasks.

The most relevant conclusion derives from the fact that those institutionalized adolescents got very different results, according to the posed task, increasing their ineffectiveness, in comparison with Non-Patient subjects of the some age, when the task become more complex, ambiguous and unstructured stimular fields, This was particularly true in the Social Skills area. The data provides us with a starting point to design Intervention Planning's, adjusted to their real needs and to adopt preventive measures for their future adult development.

PALABRAS CLAVE

Menores Institucionalizados. Test de Rorschach, Programas Preventivos.

KEY WORDS

Institutionalized Minors, Rorschach Test, Prevention Programs.

INTRODUCCION

El objetivo principal, aunque no único, de este trabajo consiste en efectuar un estudio descriptivo sobre las características básicas de personalidad de una muestra de 60 adolescentes acogidos en cinco Centros-Residencia de Menores Protegidos, de la Comunidad Autónomo de Madrid, Intentamos con ello, a través de un análisis estadístico inferencial, poder generalizar los resultados a la población total de adolescentes que viven en estos Centros-Residencia, con el fin de clarificar, en lo posible, sus necesidades, recursos potenciales y carencias. Un segundo objetivo consiste en ofrecer una observación múltiple: la comparación del desempeño de los sujetos de la muestra entre sí (por edades y sexo); en diferentes tipos de tareas (diversas pruebas aplicadas) y con respecto al logrado por la población de No-Pacientes de su misma edad, para poder comprobar posibles diferencias significativas. Finalmente, podemos considerar como tercer objetivo pero, a nuestro juicio, no menos importante, la aportación, teniendo como base los datos obtenidos, de un punto de partida sobre el que construir Programas de Prevención y/o Intervención Psicológica adaptados a las peculiaridades que se observan en esta población, para poder incidir en aquellos aspectos que se definan, a partir de los resultados, más susceptibles y/o necesitados de apoyo.

No consideramos necesario abundar aquí en la extremo importancia, destacada unánimemente por los autores de trabajos sobre el tema (Cantwell y Carlson, 1987; Erikson, 1978), que la etapa adolescente representa para el desarrollo futuro del individuo, tanto por su repercusión en la formación del sujeto como adulto, como por la multitud de variables que intervienen en este período evolutivo, Cuando a ello añadimos la concurrencia de circunstancias externas desfavorables (familiares, sociales, etc.), la crisis adolescente se complica aún más y puede aparecer un incremento del riesgo de resolución eficaz de los problemas que a todo individuo en desarrollo se le plantean en diversos campos. Es decir que, además de las dificultades cotidianas con las que todos nos enfrentamos de manera habitual, los adolescentes deben resolver las derivadas de su propio proceso evolutivo, por los múltiples e intensos cambios que se producen en esta etapa del crecimiento, Así pues, si sumamos al propio proceso de la adolescencia, situaciones externas complejas y desfavorables, se produce un aumento del riesgo en, al menos, los siguientes aspectos:

a) Vulnerabilidad del individuo para la aparición de desajustes psicológicos y sociales durante la propia adolescencia.

b) Deficiencias en la adquisición de estrategias variados y adaptativas de enfrentamiento y resolución de problemas.

c) Posibilidades de aparición de dificultades psicológicas futuras, por el efecto acumulativo que, a lo largo del desarrollo, producen las carencias afectivos y sociales.

Dada la estrecha interrelación de aspectos biológicos, psicológicos y sociales que actúan y provocan cambios simultáneos en la adolescencia y sus repercusiones en el funcionamiento futuro del individuo, nos ha interesado el estudio de un grupo que presenta problemas añadidos en una o varias de estas áreas (especialmente en la psicológica y/o en la social) y que, en principio, podríamos considerar como población de riesgo, de cara a realizar predicciones sobre su desarrollo ulterior y a elaborar sistemas de prevención que pudieran evitar o, al menos paliar, las consecuencias de que estos sujetos se hayan desarrollado en medios que presentaban recursos socio-afectivos incompetentes o insuficientes.

Es de todos conocido lo delicado del equilibrio psíquico del adolescente, por la propia complejidad del proceso evolutivo, así como el hecho de que dicho equilibrio parezca estar multideterminado por un conjunto de factores vinculados a aspectos constitucionales y psicosociales. No obstante, a pesar de estas dificultades, la realidad muestra que una amplia mayoría de adolescentes resuelve eficazmente esta etapa, sin presentar síntomas importantes de patología psíquica. Esta aparente contradicción ha llamado la atención de varios autores (Coleman, 1987; Hopkins, 1987) que muestran, en repetidas ocasiones en sus obras, su sorpresa ante los numerosos problemas evolutivos de la adolescencia y la relativa escasez de patología significativa. Este mismo hecho (etapa evolutiva compleja que cursa, mayoritariamente, sin psicopatología relevante) hace muy difícil discriminar con exactitud el punto en que situar a un adolescente concreto, dentro del continuum normalidad-patología. De hecho, no contamos aún con una definición totalmente satisfactoria de normalidad en el ámbito psicológico, Como señala Canguilhem (1966), podríamos definir lo normal, al menos desde cuatro puntos de vista:

- Lo normal referido a la salud, como opuesto a la enfermedad.

- Lo normal como criterio estadístico.

- Lo normal como ideal hacia el que dirigirse.

- Lo normal en tanto que proceso dinámico, capaz de retornar a un determinado equilibrio.

Por ello, consideramos que todo intento de explicación de lo que vayamos a considerar como normal o patológico en las descripciones de las características de nuestro grupo de referencia, deberá entenderse incluyendo conceptos estáticos y dinámicos, personales y colectivos, tales como: capacidad de relación, estabilidad psíquica, autoconcepto, afectividad, adaptación a las exigencias reales del entorno, autonomía, estilos del procesamiento de la información, etc. (para poder precisar lo mejor posible dónde aparecen las mayores carencias y dónde existen mayores recursos potenciales), que iremos analizando a través de una serie de instrumentos. Nos parece importante destacar que, en nuestra opinión, los conceptos de normalidad señalados, son cuestionables y ninguno de ellos aporta por sí mismo una visión completa del funcionamiento psicológico de un sujeto. En consecuencia, no podemos derivar conclusiones sobre normalidad o patología de los resultados aislados de una serie de pruebas (por muy complejas que éstas sean, como por ejemplo, el Test de Rorschach) sino que, aunque nuestra exposición resulte necesariamente parcial y limitada, es el conjunto de todos los datos y sus contrastes, lo que nos permite disminuir el margen de error a la hora de connotar positiva o negativamente (como normal o patológico) el modo de abordaje de cada individuo y su actitud ante las circunstancias que le han tocado vivir.

En orden a irnos centrando en nuestro grupo concreto y evitar excesivas disgresiones teóricas (muy tentadoras por la amplitud del tema que nos ocupa), nos parece esencial aportar algunos datos que permitan percibir la magnitud (cuantitativa y cualitativa) de las dificultades que provocan en nuestra sociedad diversos tipos y niveles de marginación (social, cultural y afectiva) a los que están sometidos numerosos niños y adolescentes.

En primer lugar, el Colectivo I.O.E. (1987) y Cáritas Española (1987) señalan en sus informes que existen en nuestro país unos 50.000 menores fuera del sistema escolar y, dentro de los que asisten a la escuela, el fracaso escolar alcanza, en las capas sociales bajos, porcentajes cercanos al 50%. Estas marcadas deficiencias en la adquisición de aprendizajes básicos (entre ellos el de la lecto-escritura) supone uno de los hechos más determinantes a la hora de obstaculizar la futura integración laboral y social de una gran parte de sujetos procedentes de estos niveles socioculturales. Como señalan Nogueira y Rivas (1984), a través de una revisión retrospectiva sobre el desarrollo del lenguaje, uno de los déficit más perniciosos que sufren estos chicos es el relativo al manejo lingüístico, que produce, entre otros efectos negativos, una gran carencia de habilidades conversacionales, expresivas y de comunicación, que van a afectar a muchas otras áreas de su desarrollo social.

Evidentemente, las dificultades en el eje enseñanza-aprendizaje (Vygotsky, 1979,1984), interactúan con situaciones de conflicto y carencia afectiva en el ámbito familiar (que llegan en muchos casos al maltrato físico y psicológico), con lo que se produce un caldo de cultivo favorable para la aparición de conductas desajustadas. Tales circunstancias permiten considerar como población de riesgo a los menores que se desarrollan en estas condiciones (Sendín y García Alba, 1993),

Las situaciones de marginación socio-afectiva parecen afectar con mayor intensidad a los niños que a los adultos, entre otras razones porque complican y entorpecen la resolución adecuada de una serie de aspectos del proceso evolutivo, cuyos efectos negativos se hacen más patentes, si cabe, en la etapa adolescente. La sociedad ha ido elaborando sistemas y creando recursos encaminados a neutralizar dichos efectos negativos pero, aunque se han conseguido notables mejoras para disminuir su impacto, aún estamos lejos de lograr compensarlos en su totalidad.

Tras reflexiones de este tipo, que no podemos exponer en detalle en un trabajo como el presente, surge uno de los cuestionamientos más frecuentes para todo el que se adentra en el terreno de la población infantil que sufre estados prolongados de deprivación socio-afectiva: ¿El énfasis en la utilización de los recursos de que disponemos, debería estar en tareas de rehabilitación o centrarse en aspectos preventivos que evitaran los efectos acumulativos de los trastornos?

Cuando hablamos de la población infanto-juvenil, sabemos que están implicadas muchas instituciones que solapan su actuación: escuela, familia, Servicios Sociales, Servicios de Protección de Menores y otros recursos comunitarios. Esta situación hace necesaria una reflexión conjunta y una intervención coordinada de todas ellas, que conduzca a una visión global de los problemas y, con ello, a la búsqueda de soluciones integradas, Dicho de otro modo, todos los que dedicamos nuestro esfuerzo al trabajo en el área infanto-juvenil deberíamos sentirnos corresponsables (evidentemente a muy distintos niveles) de las deficiencias existentes, independientemente de la función específica que desarrollemos. Es posible que una perspectiva menos parcializada de los obstáculos que a todos nos producen desánimo en nuestro quehacer cotidiano, pudiera ayudar a lograr soluciones más creativas y a utilizar con mayor rentabilidad los recursos de que disponemos.

A pesar de sus muchas limitaciones, este trabajo pretende, como se ha señalado al hablar de sus objetivos, ofrecer una descripción de las características del funcionamiento psicológico de los menores institucionalizados, a partir de la cual se puedan discutir actuaciones conjuntas, implicando al mayor número de instituciones posible. Pasamos, pues, a describir las líneas básicas de nuestro estudio.

PROCEDIMIENTO

Muestra

Examinamos a 60 adolescentes de entre 13 y 15 años (Media de Edad = 13.9), de los cuales 35 eran mujeres y 25 varones. Todos ellos estaban acogidos, como se ha dicho, en cinco Colegios-Residencia de Menores Protegidos de la Comunidad Autónoma de Madrid. El número total de menores sujetos al régimen de Protección en toda la Comunidad era de 300, durante el tiempo de recogida de muestra. De este modo, utilizando la fórmula del tamaño muestral y conocido el número total de población institucionalizada en el mismo régimen (N=300), nuestro grupo (N=60) representa un 20% de dicha población, lo que arroja un error muestral aproximado de E = 0.12 que, aunque escaso, habrá de tenerse en cuenta en el análisis de los resultados. La elección de los Centros dependió de la disponibilidad de los mismos, pues, aunque contábamos con una autorización escrita de la Dirección General de Educación de la C.A.M. (organismo del que dependen todos ellos) hubo dos que negaron nuestra entrada para recoger muestra.

La selección de los sujetos se llevó a cabo buscando la mayor aleatorización del proceso, excluyendo solamente a aquellos que presentaban alguna o varias de las siguientes características:

- Trastornos neurológicos y/o limitaciones intelectuales manifiestas. A fin de que estos aspectos no interfirieran en los resultados, es decir, se trataba de observar la ejecución de adolescentes con un desarrollo intelectual al menos medio y sin déficit neurológicos que pudieran mermar sus procesos de atención, control o ajuste perceptivo. El hecho de intentar comparar nuestra muestra con población no-paciente hacía necesario, a nuestro juicio, incluir este criterio.

- Patología psiquiátrica diagnosticada. Por las razones anteriores, preferimos excluir a los sujetos con graves desajustes detectados previamente, ya que su funcionamiento en las pruebas aplicadas estaría contaminado por su propia patología y, aparte de añadir heterogeneidad a nuestro grupo, no serían comparables con los no-pacientes.

- Conductas antisociales abiertas. Este criterio se incluyó una vez iniciada la recogida de muestra, ya que observamos que los menores con estas características abandonaban el proceso de examen tras la primera o segunda entrevista, o bien se mostraban tan poco cooperadores que producían protocolos inválidos.

Todos los sujetos provenían de ambientes familiares deteriorados o con incapacidad para asegurarles alimentación y cuidados básicos. Los criterios para su internamiento habían sido:

- Abandono del menor: niños depositados en algún lugar o recogidos en la calle, sin que se tuviera conocimiento de ningún familiar que se responsabilizara de ellos.

- Enfermedad mental de los padres o sus representantes legales.

- Toxicomanía de los padres que les incapacitaba para atender mínimamente al menor.

- Malos tratos físicos o psíquicos, previa denuncia al Tribunal de Menores.

- Apertura de expediente de Reforma por el Tribunal de Menores.

Todos ellos participaran voluntariamente en el estudio y no habían pasado por exámenes psicológicos previos (salvo 8 de ellos a los que se les había administrado la Escala de Weschler). Para reunir a los 60 sujetos, hubo que examinar a muchos más, pues en varios casos, una vez iniciado el proceso, se negaban a continuarlo o bien eran trasladados de Centro y pasaban a otras Comunidades.

En cuanto a los años de permanencia en el Centro, la Modo fue de 4 años, con un mínimo de 1 y un máximo de 14. Aunque serio muy interesante, no analizamos la incidencia de este aspecto en los resultados porque, al subdividir la muestra por años de permanencia, la gran mayoría (51 casos = 85%) se situaba en los 4 años y el resto formaba dos pequeños grupos (menos de 4 años, 6 casos = 10% y más de 4 años, 3 casos = 5%). Estos subgrupos no eran comparables por su desigual composición, ni podíamos derivar conclusiones serias de los grupos minoritarios, por el exiguo número de casos que incluían.

Con respecto a su situación escolar el 68% de los sujetos se encontraba cursando estudios de EGB en Colegios Públicos y el 32% estudiaba Formación Profesional o hacía cursos de Educación Compensatorio.

En la Tabla 1, se describen las características de distribución de la muestra, por edad y sexo. Como se puede observar, los subgrupos están bastante equilibrados, salvo el de 15 años, donde existe un claro predominio de mujeres (fue en este subgrupo de edad y entre los varones, donde se produjo la mayoría de las interrupciones en el proceso de recogida, bien por abandonos, bien por traslados).

Método

El proceso de recogida de la muestra duró un curso escolar completo (de octubre a junio) y se llevó a cabo individualmente (incluso las pruebas con posibilidad de aplicación colectiva), ya que, aunque hubiéramos ahorrado mucho tiempo con las administraciones grupales, no existía seguridad de que las dificultades de comprensión lectora, los niveles de atención y el grado de motivación de los sujetos no se vieran afectados, contaminando los resultados, si se aplicaban en grupo.

A cada sujeto se le aplicaron las siguientes pruebas, por este orden:

- Entrevista Estructurada.

- Test de Matrices Progresivas de Raven.

- Cuestionario de Personalidad para Adolescentes (HSPQ) de Cattell y Cattell.

- Escala Factorial de Autoconcepto (AFA) de Musitu, Román y Martorell.

- Test de Rorschach.

La Entrevista Estructurada consistía en una primera toma de contacto con el adolescente, donde se explicaban los motivos y características del examen, se recogía información sobre aspectos relevantes de su vida que cada uno destacara espontáneamente y se le pedía que realizara una especie de autoinforme, que se incluye en el Anexo (Ver: Entrevista Estructurado), Evidentemente, seria necesario realizar toda una serie de estudios para poder contrastar y defender la utilidad de la información aportada por esta forma de entrevista, No debe considerarse en absoluto como una prueba estadísticamente validada, sino como una manera de homogeneizar la recogida de datos y de ofrecer a los sujetos la posibilidad de expresar opiniones y deseos, de una manera más o menos uniforme.

Sometidas todas las pruebas a su corrección y codificación correspondiente, se realizó un análisis estadístico inferencial, para poder describir sus principales características y generalizar los resultados a la población total de menores institucionalizados. A tal fin, se llevaron a cabo, con cada prueba, dos tipos de comparaciones:

a) Contrastes entre los sujetos de la muestra, puesto que variaban en edad y sexo y esto permitía la observación de posibles diferencias internas.

b) Comparaciones con los datos de la población general de su misma edad (baremos).

En el caso particular del Test de Rorschach, dada su complejidad y peculiares características, los análisis fueron mucho más exhaustivos, entre otras razones, porque esta prueba está compuesta por numerosas variables de diversa naturaleza (paramétricas y no-paramétricas), que no permiten un tratamiento estadístico idéntico. Por ello, fue necesario utilizar distintos sistemas de acercamiento a sus datos, de modo que, una vez sometidas las variables a análisis exploratorios para determinar su naturaleza paramétrica o no (múltiple Box-Plot y Recta de Henry), todas aquellas que se mostraban como no susceptibles de tratamientos estadísticos paramétricos (por la presencia de valores atípicos, heterocedasticidad, "colas largas", etc.) fueron analizadas mediante sistemas no-paramétricos. Llamaremos a las variables no-paramétricas de tipo A y a las paramétricas de tipo B (aunque dentro de estas últimas también existen determinadas peculiaridades y fue necesario diferenciarlas entre si. Los contrastes realizados para el análisis de resultados del Test de Rorschach, se exponen en la Tabla II. Consideramos importante incluir esta Tabla, porque el tratamiento estadístico de los datos de Rorschach es, a menudo, inadecuado y/o incompleto, por la heterogeneidad de las variables que lo componen y el ofrecer posibilidades diferenciadas puede resultar útil para los estudiosos del tema.

RESULTADOS

Vamos a ir presentando los resultados de las pruebas paso a paso, según se realizó el proceso, deteniéndonos más en los datos del Test de Rorschach, ya que su análisis requirió mucha mayor complejidad. Haremos un breve comentario al final de cada apartado, intentando integrar los aspectos más relevantes y, al mismo tiempo, no resultar demasiado reiterativas en la exposición de elementos que van apareciendo repetidamente.

Empezando, pues, por los resultados del Test de Rorschach, señalaremos que hemos optado por presentar en el Anexo los estadísticos descriptivos de la muestra en ciento once variables de esto prueba, separando los sujetos por sexo (Tablas 1a 2a y 1b 2b). La decisión de incluir estos resultados en el Anexo pretende restar algo de farragosidad a la exposición (problema inevitable cuando se trata de estudios estadísticos), sin dejar de ofrecer datos novedosos (ya que desconocemos la existencia de investigaciones llevadas a cabo con el Test de Rorschach en una muestra semejante, en España), que puedan servir para ulteriores trabajos. Por ser meramente descriptivas, estas Tablas no van a ser comentadas aquí, sino cuando se comparen sus datos con los esperados en la población de no-pacientes de su misma edad (Exner, 1994).

Una vez hallados los datos descriptivos, procedimos a la comparación entre todos los sujetos de la muestra, para comprobar la existencia de diferencias estadística mente significativas. Utilizamos la prueba de Mann-Whitney y la prueba "T" (según la naturaleza de las variables) para la comparación por sexo (Tablas III y IV), donde se exponen por separado los datos correspondientes a las variables de tipo A y de tipo B). Incluimos en estas Tablas solamente aquellas variables que aparecían como estadísticamente diferentes.

Como se observa, solo existen diferencias estadística mente significativas entre sexos en diez variables de las ciento once comparados, con lo que ambos subgrupos parecen presentar un funcionamiento global muy semejante entre sí, excepto en aspectos muy específicos de acercamiento al campo estimular. Por ejemplo, los Varones muestran una mayor tendencia que las Mujeres a procesar los datos de manera más imprecisa y a manifestar conductas oposicionistas (DQv/+ y S aumentadas). No obstante, estas diferencias se producen en variables aislados y no tienen peso suficiente a nivel de interpretación, pues los datos en el Test de Rorschach, nunca deben interpretarse sin tener en cuenta una matriz configuracional que sitúe a cada elemento en relación al contexto en que aparece inscrito y, con ello, permita obtener el mayor grado de seguridad posible a la hora de derivar conclusiones.

Aplicamos también la prueba de Kruskall-Wallis para la comparación por edades, subdividiendo la muestra en tres grupos (13, 14 y 15 años), pero no podemos derivar de esta comparación más que la conclusión de que los tres grupos de edades parecen manifestar modalidades de procesamiento de la información y estilos de resolución de problemas muy semejantes, ya que solo aparecieron como significativos las diferencias hallados en dos variables:

1) (H), donde los sujetos de 14 y 15 años presentaban un aumento con respecto al subgrupo de 13 años.

2) Bt, donde los sujetos de 14 años presentaban un aumento, con respecto a los de 13 y a los de 15 años.

El siguiente paso en el análisis estadístico de los datos del Test de Rorschach consistió en comparar los resultados de nuestra muestra (dividida por edades) y los baremos de la población de no-pacientes coetáneos (Exner, 1994), tanto para variables de tipo A como de tipo B. Cabe señalar en este punto, que no existen aún baremos de adolescentes españoles (en fase de preparación por las autoras) y, por tanto, hubo de hacerse la comparación con los baremos procedentes de EE.UU. Aunque de las sucesivas comparaciones transculturales realizadas con sujetos adultos (no-pacientes españoles versus no-pacientes estadounidenses) se concluye que existen diferencias estadísticamente significativas en solo cuatro, de todas las variables que componen el Test de Rorschach (Sendín, 1981, 1987, 1993; Tamayo, Arrieta y Sendín, 1990), no podemos extrapolar directamente esta conclusión a la población adolescente. Es posible, pues, que exista un sesgo en esta comparación, inevitable de momento, pero a tener en cuenta. Estos resultados se hallaron utilizando la prueba "Z" para comparar proporciones en las variables de tipo A y la prueba "T" para comparar medias en las variables de tipo B, Los datos se ofrecen resumidos (solo las variables que aparecían con diferencias significativas en, al menos, dos de los tres grupos de edad, con respecto a los no-pacientes) en las Tablas V y VI.

En este punto se pueden apreciar muchas mayores diferencias que en las comparaciones anteriores, pues en 29 variables se observan resultados muy distintos en nuestra muestra, en relación a lo esperado para adolescentes no-pacientes, como mínimo, en dos de los tres grupos de edades comparados (13, 14 y 15 años). Se observan, además, muchas otras variables significativamente diferentes a los no-pacientes, si tenemos en cuenta cada uno de estos grupos de edades por separado, pero hemos preferido incluir en estas Tablas solo aquéllas en las que la totalidad o la mayoría de nuestra muestra (los tres grupos o dos de ellos) parecía diferir marcadamente de los baremos.

Aunque los conocedores del Test de Rorschach pueden obtener más información directa, a través del estudio de todas las Tablas precedentes, señalaremos, a modo de acercamiento resumido a estos datos, que los sujetos de la muestra parecen manifestar escasas diferencias significativas cuando se comparan entre sí por sexo y edad, En cambio, cuando los comparamos con los baremos procedentes de adolescentes de sus mismas edades, pero que se han desarrollado en circunstancias más favorables, encontramos en nuestro grupo diferencias marcadas en los siguientes aspectos (utilizaremos los símbolos " ­ " y " ¯ " para señalar aumentos o disminuciones significativos, respectivamente):

- Mayor tendencia a la imprecisión en la recogida de datos (DQv ­ , DQ+¯ , W¯ , Biends¯ , , Zf ¯ ).

- Mayor desajuste perceptivo (S-%­ , Pop¯ X+%¯ ,X-%­ ).

- Menor capacidad de registro de afectos y dificultades de control de los mismos (Sum Color¯ ,, Sum Sombreados ¯ , S ¯ , EA ¯ , es ¯ , D Ajustada ¯ ).

- Mayor riesgo de lapsus y fallas lógicas en la ideación (MQ-­ , si bien no muy graves, ya que Sum 6 CCEE¯ ).

- Mayor tendencia a presentar conductas oposicionistas o abiertamente hostiles (S­ , S-%­ ).

- Mayor tendencia a utilizar un pensamiento concreto y circunstancial en la resolución de problemas (L­ , FD ¯ , M ¯ ).

Si recordamos la interdependencia de todos estos elementos, pues, como señalábamos anteriormente, los datos de Rorschach no pueden interpretarse de manera aislada, sino como formando parte de un contexto o configuración determinados, se puede pensar que, a la vista de estos resultados, nuestros sujetos parecen presentar una serie de aspectos diferenciales deficitarios, que conllevan muchos probabilidades de obstaculizar sus procesos adaptativos y su eficacia en la resolución de problemas, comparados con la población general de su mismo edad. Cada una de las áreas (ideación, Ajuste Perceptivo, Controles afectivos, etc.,) en las que ellos parecen funcionar con mayores déficit o, al menos, con un menor bagaje de recursos disponibles, podría considerarse como un punto de partido a la hora de planificar Programas de Intervención, específicamente diseñados para ellos.

Como hemos ido viendo, la complejidad del Test de Rorschach permite realizar análisis muy minuciosos y variados, si se adecuan los procedimientos estadísticos a sus peculiaridades pero, para no extendernos más en aportaciones exhaustivos de datos numéricos en relación a esta prueba, solo ofreceremos aquí unas últimas Tablas (VII y VIII), que señalan el análisis de Agrupamientos o Constelaciones de variables que son indicadores de patología o de ausencia de recursos: Indice de Esquizofrenia (SCZI); Indice de Depresión (DEPI); Indice de Inhabilidad Social (CDI), Indice de Hipervigilancia (HVI) y Constelación de Suicidio (S-Con).

Del estudio de los estos diferentes Indices o Constelaciones podemos resaltar como primera conclusión el hecho de que los sujetos de la muestra no presentan diferencias significativos entre sí, en cuanto al número total de Constelaciones positivas por edad y sexo. En cambio, cuando comparamos a nuestro grupo con los baremos de la población general de su mismo edad, encontramos que un 70% de los sujetos de la muestra presentan como positivo al menos una de las cinco Constelaciones descritas como indicadores de patología o como precursores de la misma.

En cuanto al análisis de los tipos de Constelaciones presentes, cabe hacer una serie de puntualizaciones, para matizar la interpretación de estos datos:

a) El Indice de Esquizofrenia (SCZI) aparece como positivo en 17 sujetos, pero todos ellos presentan 4 o 5 ítems y ninguno ofrece la Constelación completa, Esto significa que las dificultades perceptual-cognitivas son importantes en esos 17 sujetos y que, probablemente, van a ser más vulnerables para padecer trastornos de Conducta, pero de ningún modo podríamos clasificarlos como esquizofrénicos, Sólo si aparecieran todos los ítems de SCZI claramente positivos tendríamos suficiente evidencia para plantear la hipótesis de esquizofrenia y esto no ocurre en ninguno de ellos (Exner y Sendín, 1995),

b) Lo mismo ocurre con el Indice de Depresión (DEPI), presente en 7 casos. Ninguno de ellos ofrece un DEPI>5, lo que indica que, si bien estos sujetos pueden estar registrando (con mayor frecuencia de lo habitual) experiencias de malestar interno semejantes a las que se producen en los trastornos del estado de ánimo, no existe suficiente nivel de seguridad como para ser connotados como depresivos.

c) De todas las Constelaciones positivas, la más frecuente en nuestra muestra es el Indice de Inhabilidad Social (CDI), presente en 34 de los 60 sujetos (56%) y con todos los ítems como positivos. Es decir, que más de la mitad del grupo parece manifestar serias dificultades para manejarse con las demandas y requerimientos sociales habituales y, unido a ello, una mayor vulnerabilidad para enfrentarse a problemas de relación interpersonal y ejercer adecuadamente las funciones de control y direccionalidad de sus comportamientos.

Estos datos deberían ser tenidos en cuenta a la hora de elaborar Programas de Intervención, pues algunos sujetos parecen requerir ayuda para la mejora de sus estrategias perceptual-cognitivas, otros para poder elaborar sus experiencias de malestar interno y en la mayoría de ellos, el tema de las Habilidades Sociales parece un punto prioritario a considerar, dadas las deficiencias detectadas.

Nuestro interés por extendernos en múltiples matices choca con la evidencia de que resulta imposible incluir y analizar en este artículo la totalidad de la información aportado por el Test de Rorschach, pero no nos gustaría dejar de comentar un último punto que nos parece relevante, por ser un indicador de las condiciones ambientales en que viven estos sujetos. Se trata de la ausencia de Estrés Situacional en el grupo estudiado (Sum Y+m¯ , Blends con del o Y¯ , es ¯ ). Tal hallazgo puede interpretarse como un dato muy positivo, pues significa que no están padeciendo malestar o tensión generados externamente. Este dato viene corroborado por sus respuestas a la Entrevista Estructurada, donde, al referirse a los cambios que desearían introducir en el Centro o al expresar deseos, no aparecía información que pudiera relacionarse con insatisfacción o malestar, cosa que sí ocurría ante las cuestiones relativas a sus casas o familias. Es decir, parece que las instituciones que los acogen están cumpliendo adecuadamente las funciones de sostén y cuidados básicos que se requieren, ya que ellos no están registrando estímulos irritativos internos, situacionalmente provocados. Dado que todos los menores procedían de ambientes socio-familiares deteriorados, el hecho de que se encuentren relativamente cómodos en su lugar de acogida (en vista de que no aparece ningún indicador de malestar reactivo), favorece enormemente la adquisición de otro tipo de aprendizajes sociales que, necesariamente, van a beneficiar su desarrollo futuro.

En cuanto al resto de las pruebas aplicadas, el Cuestionario H.S.P.Q (Tablas IX y X) muestra resultados mucho más parecidos a los de la población general y lo mismo ocurre con la Escala de Autoconcepto. Esta escala, como se sabe, permite ofrecer puntuaciones parciales para el área académica, social, emocional y familiar, pero solo presentaremos las puntuaciones de la Escala Total (Tabla XI), para no incluir un exceso de tablas y debido a que, según los resultados, las diferencias no son significativas, alcanzando perfiles bastante acordes a lo esperado para su mismo nivel de edad.

La misma situación se produce en el Test de Matrices Progresivas, cuyos resultados creemos que no merece la pena incluir por su falta de significación y porque, a nuestro juicio, las tablas ya resultan demasiado abundantes en este artículo. En todas estas pruebas nuestro grupo se sitúa, en conjunto, ligeramente por debajo de lo esperado en chicos de su misma edad, pero no se observan diferencias estadísticamente significativas.

Resulta sorprendente y creemos que requiere una reflexión más detenida el hecho de que, como hemos ido viendo, en el Test de Rorschach (sobre todo en cuanto a la presencia de Constelaciones indicadoras de patología o de déficit de recursos disponibles), el grupo de menores institucionalizados presento diferencias muy significativas con respecto a la media poblacional mientras que en los Cuestionarlos (HSPQ y AFA) sus resultados se alejan muy poco de lo esperado. A primera vista entonces, los datos obtenidos en las diferentes pruebas parecen opuestos y contradictorios, al menos en algunos aspectos.

Una posible explicación de esta aparente incongruencia podría constituirla el hecho de que la diferente naturaleza de las pruebas aplicadas pudiera permitir respuestas más adaptativas en unas que en otras. Dicho de otro modo, puesto que ya hemos señalado que, según los datos de Rorschach, estos chicos presentan un pensamiento más concreto y tienden a procesar los datos de manera más imprecisa que la población general de su misma edad, cuando se les ofrecen problemas muy definidos, simples y con instrucciones específicas (ítems y consignas de los Cuestionarios), son mucho más capaces de actuar como la mayoría que cuando se les presentan situaciones ambiguas y desestructuradas (estímulos de Rorschach), ante las que deben realizar un trabajo de organización perceptual-cognitiva que aparte significado a un campo estimular que no lo ofrece previamente.

Por otra parte, los Cuestionarios presentan una mayor saturación de Deseabilidad Social, con lo cual, a los sujetos les resulta bastante sencillo responder como suponen que se espero que contesten, Además, sus ítems se refieren generalmente a aspectos conductuales más obvios y superficiales, fácilmente identificables mediante pocas alternativas de respuesta y sobre los cuales se tiene repertorio o experiencias anteriores. Posiblemente por todo ello, sus resultados pueden tener un mayor sesgo a la hora de identificar las capacidades de un sujeto para resolver problemas complejos, Por el contrario, el Test de Rorschach plantea una situación totalmente distinta en la que el examinado se enfrenta a problemas ambiguos, complejos y desestructurados, con una amplitud infinita en las posibilidades de respuesta y en la que se registran procesamientos de la información que implican estilos perceptual-cognitivos muy básicos, mucho menos controlables por parte del sujeto y que no hacen referencia directa a su comportamiento habitual en situaciones cotidianas.

Así pues, si estas hipótesis explicativas resultan aceptables, podríamos suponer que, si bien ante problemas concretos, simples y con instrucciones definidas, los adolescentes de nuestra muestra pueden conseguir niveles de eficacia semejantes a los esperados para su edad, sus dificultades y escasez de recursos se hacen más evidentes cuando deben enfrentarse a situaciones ambiguas, complejas, desestructuradas y poco controlables. Dado que una gran parte de los problemas a los que constantemente debemos enfrentarnos en el ámbito socio-afectivo responde a estas últimas características, cabe suponer que es en este área donde nuestros sujetos pueden presentar sus mayores desajustes. Esta predicción resulta apoyada, además, por el dato ya señalado de la presencia del Indice de Inhabilidad Social positivo en la mayoría de estos adolescentes.

CONCLUSIONES

Resumiendo lo anteriormente expuesto, podríamos concluir lo siguiente:

1. Los sujetos de la muestra parecen ser susceptibles de presentar mayores dificultades por una clara deficiencia de recursos adaptativos, en comparación con la población general de su mismo edad, que se observa a través de la presencia de un mayor desajuste perceptual-cognitivo, una mayor tendencia a las conductas oposicionistas y disruptivas, un menor registro y desarrollo de los mecanismos de control de las emociones (es posible incluso que el menor registro de los afectos pueda entenderse como un intento de neutralizar las dificultades de control de los mismos) y una mayor inhabilidad para conducirse ante las demandas sociales. Así lo indican sus resultados en el Test de Rorschach.

2. Tales dificultades se manifiestan con mayor claridad cuando tienen que enfrentarse a situaciones ambiguas, complejas y desestructuradas, pudiendo mantener un funcionamiento adaptativo ante otro tipo de problemas más sencillos y con los términos bien definidos, hecho que refleja su ejecución en los cuestionarios HPSQ y AFA comparada con la que muestran en Rorschach.

3. De la constancia de este contraste, cabe suponer que van a mostrarse más ineficaces en el ámbito de las relaciones sociales y/o cuando se encuentren en situaciones emocionalmente cargados, dado que los problemas que se plantean en estos campos resultan habitualmente menos definidos, sencillos y controlables.

4. Las Instituciones de acogida parecen cumplir adecuadamente su función de sostén y cuidados básicos pues los sujetos no registran molestar situacionalmente provocado. Ahora bien, probablemente se podrían aumentar los efectos beneficiosos para el desarrollo de estos menores si se introdujeran en su funcionamiento habitual Programas encaminados a mejorar la eficacia de sus recursos y su capacidad de resolución de problemas.

5. Tales Programas deberían tener en cuenta, prioritariamente, si nuestros datos se aceptan como válidos, aquellas áreas que hemos descrito como más deficitarias en estos sujetos, en especial el ámbito de las Habilidades Sociales, que parece ser el campo donde se observan las mayores carencias y, con ello, se pueden predecir las mayores dificultades. En estos déficit influye, naturalmente, la historia previa con la que todos los sujetos llegaron a los Centros de Acogido, pero puede neutralizarse o disminuirse su impacto con Programas de intervención ajustados a las características de esta población. El presente estudio descriptivo, intenta servir de punto de partida para el diseño de estos Programas específicos, debido a que ofrece los resultados obtenidos en diferentes tipos de tareas y señala los aspectos que pueden actuar como precursores de problemas futuros, si no se llegaran a realizar las intervenciones preventivas adecuadas.

REFERENCIAS

ANEXO

 

(Tablas 1a 2a y 1b 2b).