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Comentario crítico a los fragmentos relativos a la homosexualidad aparecidos en el libro "Las otras drogas", del Dr. Francisco Alonso-Fernández


Como psicólogos clínicos y de la salud colegiados, como miembros de la Asesoría Psicológica del Colectivo de Gais y Lesbianas de Madrid (COGAM) y como ciudadanos que reclaman su derecho a evitar la manipulación intelectual, desearíamos considerara la publicación del comentario crítico a los siguientes fragmentos que, escogidos entre otros muchos, hacen referencia a la homosexualidad y que aparecen en el libro del Dr. Francisco Alonso-Fernández titulado "Los otras drogas", Madrid 1996:

"Cada época histórica tiene sus formas peculiares de amor. A la luz de los conocimientos actuales, el referente de amor erótico ofrecido por la salud mental, que ya hemos consignado aquí, debe inclinarse por la organización heterosexual. Hay tres razones fundamentales para ello: primero, el mayor índice de inmadurez de las estructuras cerebrales y de la personalidad registrado en los homosexuales, dato interpretado por una parte como el efecto de sus factores causales genéticos, orgánicos, socioculturales o psicorreactivos, y por otro, como consecuencia de lo privación de lo experiencia heterosexual, encumbrado de este modo como una plataforma necesario para la maduración del ser humano; segundo, la abultada tendencia, muchas veces irrefrenable, por parte de los homosexuales masculinos a cultivar los relaciones sexuales con niños y adolescentes precoces (modalidad de corrupción distribuida entre la paidofilia y la efebofilia) con un propósito de reciprocidad, olvidándose de que esta misma práctico consistia entre los antiguos griegos en utilizar a los niños y los jóvenes, al igual que a los esclavos, como legítimos objetos de placer, sin ninguna idea de reciprocidad; tercero, la exposición de los varones homosexuales que practican el coito anal o un riesgo excepcionalmente alto de enfermedades de transmisión sexual, desde el sida y el cáncer anal hasta una serie de afecciones bacterianas y parasitarias intestinales, sobre todo anorrectales y colónicas, debido o que este tipo de contacto sexual origina con frecuencia heridas en forma de una fisura anal o de laceraciones rectales con hemorragia.

Por lo que se refiere al punto segundo, la experiencia homosexual de un niño con un adulto muchas veces produce en el primero consecuencias negativas, como ansiedad con pérdida de peso y pesadillas nocturnas,- una alta incidencia de pedofilia homosexual al llegar a adultos, o alteraciones de la personalidad reflejados entre tres o veinte años después de lo experiencia." (Págs. 122-123).

Este tipo de conductas (refiriéndose al acoso sexual), como los demás tipos de desviación sexual, acontecen casí exclusivamente en el hombre, con excepción de la homosexualidad, el transexualismo y el masoquismo, también presentes en la mujer pero con una frecuencia inferior o la registrada en los varones," (Pág, 136), (Alonso-Fernández, Francisco (1996), Las otras drogas. Madrid. Temas de Hoy).

Desconocemos la razón por la cual el "referente de amor erótico ofrecido por la salud mental debe inclinarse por la organización heterosexual" pues las razones expuestas no pueden sostenerse en vista de las investigaciones modernas.

En primer lugar, ningún investigador ha hablado de la "inmadurez" de las estructuras cerebrales de los homosexuales. Lo único que se conoce hasta la fecha es que existen investigaciones que han encontrado una variabilidad en el volumen del tercer núcleo intersticial del hipotálamo anterior en los homosexuales varones, de tal suerte que dicho núcleo aparece con un volumen mucho menor en estos últimos, asemejándose a su vez al presentado por las mujeres

Dichos estudios post-mortem de cerebros humanos deben tomarse con una gran cautela, puesto que sus resultados son difícilmente generalizables. Sea como fuere, guiarse por el tamaño de una estructura para determinar su grado de madurez se nos antoja una inferencia escandalosa, pues, siguiendo este mismo criterio, tanto los homosexuales varones como las mujeres serían más "maduros" que los varones heterosexuales, al presentar un mayor tamaño en otras estructuras cerebrales sexualmente dimórficas tales como el cuerpo calloso, según otros estudios. Incluso en el caso de que estas diferencias fueran consistentes en todos los individuos, nos hallaríamos ante una variabilidad fenotípica tan "patológica" como la relativa al color de los ojos o a la estatura.

Tampoco es cierto que la personalidad del homosexual sea "inmadura". Admitimos que existen investigaciones que apuntan este dato, pero estudios recientes que han empleado un mayor cuidado en la selección de las muestras no han encontrado diferencias significativas en lo que a incidencia de trastornos neuróticos o de la personalidad se refiere en individuos homo y heterosexuales. La homosexualidad, ni es una patología, ni es una orientación sexual con patología asociada.

Por lo expuesto hasta el momento consideramos que tanto la privación de la experiencia heterosexual como la homosexual son "necesarias para la maduración del ser humano" (sic).

En segundo lugar, no estamos en posesión de las estadísticas relativos al porcentaje de varones homosexuales paidófilos o efebófilos, pero lo que sí nos parece obvio es que dichos prácticas presentan también porcentajes "abultadas" entre la población heterosexual. No tenemos más que echar un vistazo a los continuos escándalos que salen a la luz pública referentes a la prostitución de menores por parte de varones heterosexuales, cuyos impulsos pedófilos también se nos antojan " irrefrenables", así como también a los altísimos porcentajes de abuso sexual en la infancia tanto dentro como fuera del núcleo familiar. En estos abusos es más la regla que la excepción el hecho de que el individuo que abusa es un varón heterosexual, lo cual viene a ser igualmente aplicable a los casos de violación, casi en su totalidad de mujeres adultas. Ni que decir tiene que este tipo de abuso es también responsable de los síntomas descritos de ansiedad, pesadillas y pérdida de peso, así como alteraciones de la personalidad y trastornos sexuales en la vida adulta.

No quisiéramos terminar de comentar el segundo punto de la argumentación del Dr, Alonso-Fernández sin reseñar que, en la Grecia Clásica, si bien las relaciones homosexuales socialmente aprobadas eran aquellos que tenían lugar entre un hombre adulto o eromenós y un efebo o erastés, éstas eran de reciprocidad, pues el erastés era un protegido del eromenós, el cual estaba comprometido en su cuidado e instrucción tanto física como moral e intelectual. Ni que decir tiene que el desarrollo cultural alcanzado por esta civilización no ha sido en ningún momento de la historia posterior ni siquiera igualado. Con ello no queremos dar la impresión de que las relaciones homosexuales fueran causa directa de tal florecimiento, pero habremos de admitir que este tipo de relación sexual no está reñida con el florecimiento y prosperidad en todos los órdenes de la vida.

En tercer y último lugar, parece olvidar el autor que la utilización del preservativo en las relaciones anales evita la transmisión del VIH y de otras enfermedades de transmisión sexual. Desconocemos los estudios en los que se apoya para afirmar que la práctica del coito anal aumenta el riesgo de padecer cáncer en esa zona. Según este razonamiento, las lesbianas tendrían menor probabilidad de sufrir cáncer de cuello de útero, enfermedad cuya etiología es la transmisión sexual heterosexual) según recientes investigaciones. Serian pues más "recomendables desde un punto de vista profiláctico"' las relaciones sexuales mantenidos por las lesbianas que aquellas en las que existiera una penetración, como es el caso de las relaciones sexuales heterosexuales. No parecen existir según se desprende de la lectura del mencionado texto las mujeres homosexuales en el horizonte intelectual del Dr. Alonso-Fernández.

Deseamos subrayar asimismo que ya en estos momentos el porcentaje de individuos infectados con el virus del SIDA es mayor en heterosexuales que en homosexuales en España y esto es debido en gran parte a la idea incierta pero tristemente generalizada y fomentada por el presente texto, de que el SIDA es una enfermedad de homosexuales. Falsa idea que empuja a gran parte de los heterosexuales a utilizar el preservativo únicamente como método para la contracepción. Esto nos parece una acusación a los homosexuales de enfermos en potencia, cuando el VIH es un problema de prácticas de riesgo, y no de orientación sexual.

Por último añadiremos que ya desde 1973 la Asociación Psiquiátrica Americana dejó de considerar patológica la homosexualidad, acción secundada a lo largo de los últimos años por todas las instituciones sanitarios más importantes del planeta, tales como la OMS o la WPA. Por esta razón estimamos que su calificativo de "desviación" en el presente libro es claramente erróneo y tendencioso.