Menu

SECCION MONOGRAFICA

¿Crisis de adolescencia a los 45 años? Vicisitudes en la individuación
Adolescence crisis at 45? Vicissitudes of individuation

 

Paula MAS FRANCHINI


RESUMEN

ABSTRACT

PALABRAS CLAVE

KEY WORDS

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA CRISIS ADOLESCENTE

VICISITUDES EN LA LUCHA POR LA INDIVIDUACION: UN CASO CLINICO

REFERENCIAS.


RESUMEN

La crisis adolescente a menudo desenmascara modos de relación familiares de carácter histórico en los que el desarrollo del proceso de individuación no ha sido satisfactorio. Se plantea cómo el vínculo simbiótico es un vínculo protector frente a la angustia de separación que se desencadena durante la crisis de individuación.

ABSTRACT

The adolescence crisis often unmasks historical patterns in which the individuation process has become unsuccessful. This paper shows how the symbiotic bond protects from separation anxiety which comes up while on individuation crisis is taking place.

PALABRAS CLAVE

Simbiosis. Proceso de individuación.

KEY WORDS

Symbiosis. Individuation Process.


(*) Psicóloga. Psicoterapeuta de orientación psicoanalítica. Profesora de E.P.N.A. (Escuela de Psicología Clínica de Niños, Adolescentes y Adultos), en la asignatura Psicopatología y Psicoterapia de Adolescentes. Miembro fundador de A.E.P.P.I.A. (Asociación Española de Psiquiatría y Psicología de la Infancia y Adolescencia).


ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA CRISIS ADOLESCENTE

El comienzo del desarrollo humano se produce en una relación de indiferenciación primitiva entre el sujeto y su medio; la indiferenciación será, por lo tanto, la primera modalidad de relación humana (Bléger, 1989), que irá sufriendo las transformaciones necesarias con objeto de alcanzar la organización de un yo maduro, definido desde la adquisición del sentimiento de identidad y del sentido de realidad.

La teoría del desarrollo de M. Mahler (1984) plantea el difícil recorrido que ha de realizar el sujeto en su tarea hacia la individuación, proceso que comprende fundamentalmente los primeros 36 meses de vida (0-3 meses, fase autística; 3-18 meses, fase simbiótica; 18-36 meses, fase de separación-individuación). Con la llegado de la pubertad, tiene lugar un nuevo momento significativo en la organización de la individuación. Es un periodo donde se produce un desarrollo importante de la maduración del yo que se manifiesta a través del interés por la actividad y la independencia, por el dominio del medio, Se trataría de un segundo tiempo de la fase de separación individuación que reflejaría cómo "el adolescente está atrapado entre el pasado y el futuro, entre la infancia y la edad adulta, del mismo modo que el lactante está atrapado entre lo relación simbiótica y la autonomía" (Masterson, 1972).

El logro del proceso de individuación se asiento sobre la resolución del conflicto entre la necesidad de dependencia y la búsqueda de independencia, de tal forma que la posibilidad de autonomía en el hijo es interdependiente de la actitud parental.

Así, el nivel de las tensiones que se desencadenan tras la ruptura de una relación de modalidad simbiótica y que, por lo tanto, no son susceptibles de ser introyectadas y elaboradas por el yo del sujeto, demuestran el déficit en el proceso de individuación.

El movimiento proyectivo caracteriza este tipo de relación primitiva en la que el sujeto deposita todo en el otro y no posee nada dentro de sí; de ahí que la identidad es la identidad de la unidad simbiótica; si ésta se disuelve, el sujeto también queda sin identidad (Bléger, 1989).

El pasaje por la adolescencia que se inicia con la maduración puberal, constituye un fenómeno de ruptura con el orden familiar anterior, en tanto cuestionamiento real y simbólico de los valores parentales originarios; ruptura que no puede pensarse más que desde una concepción dialéctica, donde la articulación entre los estados de duelo y la investidura libidinal sobre lo nuevo, constituirá una permanente alternancia a lo largo de todo este proceso.

La situación de duelo vivida por el hijo y por los padres hace referencia al forzoso desprendimiento que ambas generaciones deben realizar ante el advenimiento natural de la pubertad. Para el adolescente, la pérdida de su cuerpo infantil exige la renuncia a la bisexualidad fantaseada, la renuncia al rol de niño, y asimismo la renuncia a la imagen idealizado de los padres de la infancia. Desde el adulto, la irreversibilidad del proceso adolescente obliga a la renuncia de su propio rol como padres de un niño así como a la imagen idealizada que del hijo habían construido (Aberastury, Knobel, 1984).

Esta situación de duelo y de cambio, de desprendimiento y re-investidura, introduce una conflictivo ya histórica en el devenir del sujeto que quedaría enmarcada por el par dependencia-autonomía, en el que se libran los duros enfrentamientos entre la posición infantil ilusoria de fusión con el otro y la posición genital adulta.

En este sentido, la crisis adolescente constituye un hito especial en la reordenación de múltiples procesos psíquicos tempranos; en particular, las vicisitudes de la individuación adquirirán un carácter predominante en la conformación de la identidad del sujeto. El proceso de individuación será el eje que permitirá organizar la construcción de una realidad psíquica diferenciada del otro y que lo definirá en su singularidad como sujeto.

Se puede afirmar que en un grupo familiar donde uno o más miembros transitan por la adolescencia, la desestabilización afectiva correlativa no será patrimonio exclusivo del adolescente; en cada uno de los padres, a su vez, se reactivará la compleja trama de su propia experiencia de crecimiento (Fdez. Mouján, 1986; Mannoni, Deluz, Gibello y Hébrard, 1994).

Por lo tanto, la adolescencia se presentará como crisis de desimbiotización cuando el conflicto de dependencia-independencia esté lejos de poder ser elaborado. El vínculo simbiótico es un vínculo protector frente a la soledad y al abandono. El afecto como la agresión tienen en estos casos un carácter masivo, que encierra y asfixia, que se mueve entre el todo y nada. La imposibilidad de que este tipo de relación no se vea alterada por la crisis de adolescencia conlleva la producción de situaciones de desestabilización en el grupo familiar.

El caso clínico que se presenta a continuación muestra cómo los fallos en el proceso de individuación conducen a la repetición de un modelo vincular, en particular, el vínculo simbiótico. Al mismo tiempo y desde esa posición de aglutinamiento, se pone de manifiesto la interdependencia entre la crisis de individuación de una adolescente y la de su madre.

VICISITUDES EN LA LUCHA POR LA INDIVIDUACION: UN CASO CLINICO

Cuando Manuela solicitó atención psicológica con objeto de "poder ayudar a su hija", no era del todo consciente de que ella misma era sujeto de una crisis personal desde hacía tiempo, que se manifestaba con crisis de angustia frecuentes que requerían la administración de algún ansiolítico, así como por la presencia de indicadores depresivos tales como cansancio crónico, desgana durante los fines de semana, hiperactividad profesional, poca vida social y de ocio, y que eran atribuidos por ella a la situación de inestabilidad familiar.

Es frecuente encontrar en el trabajo clínico demandas que hacen referencia a situaciones actuales de urgencia como es el caso de Manuela y que están enmascarando sin embargo, una conflictiva personal de carácter histórico. Y es precisamente el tiempo turbulento de la adolescencia de los hijos, el responsable del despertar de la latencia de más de una crisis en la familia.

El desencadenante que lleva a Manuela, 45 años, a demandar ayuda psicológica es una ruptura violenta de la homeostasis familiar consecuencia de la crisis de adolescencia de Raquel única hija del matrimonio, 15 años: las normas y valores del grupo familiar comenzaron a ser transgredidos sistemáticamente por la adolescente que, además, presentaba comportamientos autodestructivos importantes. Los padres de Raquel acudieron a diferentes especialistas para que diagnosticaran la situación de su hija. Después de dos años de recorridos por hospitales, centros privados y demás servicios sanitarios, se concluyó que Raquel padecía un síndrome borderline de personalidad, con marcados rasgos psicopáticos y que debía iniciar un proceso psicoterapéutico individual. Las entrevistas de familia con la especialista que atendería a su hija, pusieron el punto final a la ambivalencia de Manuela respecto de si pedir una consulta individual para ella o seguir viviendo al margen de sus necesidades y deseos, pendiente de la vida de Raquel.

"... todo lo que le he contado me ha desbordado; no controlo mi vida familiar ni a mi hija y no sé qué debo hacer, ni qué pensar de todo esto, aunque en el fondo siento que soy la culpable de que mi hija esté así. El otro día, cuando su padre no estaba en casa, ella me dijo: "mamá, tú no eres persona". Y yo nunca había pensado en eso, pero es verdad: yo no sé quién soy. Estoy aquí por mi hija, porque no sé cómo ayudarla a que ella se convierta en persona. Así concluyó la primera entrevista con Manuela.

Dados los rasgos psicopáticos de Raquel, donde la acción sustituía permanentemente al pensamiento y a la reflexión, desorganizando sus áreas personales (instituto, grupo social, ... ), invadiendo las relativas al grupo familiar (horarios, paga semanal, comidas, orden y limpieza ... ), no resultaba difícil a primera vista analizar la angustia de Manuela como resultado de las conductas de riesgo de su hija. Sin embargo, el discurso de Manuela revelaba al mismo tiempo, las dificultades para enfrentarse a cualquier situación donde el movimiento de separación estuviera incluido; en este caso, el desprendimiento natural de su hija, consecuencia de la metamorfosis de la pubertad, la remitía a su propia angustia frente al cambio:

"Antes éramos una familia: cenábamos juntos, salíamos juntos los fines de semana..., estos dos últimos años, no sé por qué, todo ha cambiado; no reconozco a Raquel aunque sé que es mi hija. Ya no hay vida familiar; cada uno, es decir, mi marido y mi hija, va a su aire... éramos una familia, yo viví para ellos durante casi 10 años porque dejé de trabajar para ocuparme de la familia y de la casa."

Manuela cuenta lo que para ella es una familia; expone nítidamente que su ideal de convivencia reside en la unión del grupo, en la ausencia de distancia entre sus miembros, desde lo espacial ("comíamos juntos") y desde lo temporal ("salíamos juntos los fines de semana"), La indiscriminación entre padre, madre e hija, previa a la crisis, constituye lo familiar para Manuela, es decir, aquello que ella reconoce y que, por lo tanto, le da sentido y continuidad a su historia.

"Raquel siempre fue problemática; tenía muchas rabietas; a veces, hacía cosas raras de pequeña como golpearse la cabeza contra la pared de su dormitorio, o se mordía las uñas con tres añitos. El médico me dijo que no tenía importancia. Cuando empezó a ir al colegio, le costaba hacerse de amigas y nunca quería ir a casa de ninguna niña a jugar. Era muy casera, como yo. "En Raquel se observan, desde muy temprano, comportamientos donde la agresividad como elemento diferenciador del otro, es desplazada contra sí misma, preservando así el ideal familiar de ausencia de conflicto.

"En verano, íbamos siempre a casa de mi madre, a la playa. Raquel era la única nieta y su abuela la adoraba. Y yo necesitaba ver a mi madre. Para mi fue muy duro dejar aquello cuando me casé. Recuerdo el viaje de novios como algo triste y desagradable. Pensé incluso que me había equivocado al casarme con mi marido, veinte años mayor que yo, no sé ... ; era muy diferente a como yo lo imaginé; me precipité al casarme, sí; mi madre me advirtió pero yo no la hice caso. Lo conocí y a los tres meses nos casamos, Y me quedé embarazada. Vomité los nueve meses. Cuando nació Raquel lo único que hacíamos la niña y yo era llorar; yo sentía que ese hombre me ataba a él, a Madrid, y yo quería volver con mi madre. Pero pasó el tiempo y me fui olvidando ... y la niña, naturalmente, también me ayudó a olvidar porque desde que nació fue un trasto, dio mucha guerra."

"Hay una época de mi vida que recuerdo también como muy depresiva y que lloraba mucho. Cuando terminé la escuela, en el pueblo no había instituto y mis padres me mandaron interna a la ciudad. Los fines de semana volvía a casa con mi familia. A mi madre le hice prometer que me escribiría todos los días una carta. Y mi madre lo hizo. Yo también. Fue un año interminable.... pero el curso siguiente, le tocó a mi hermana, así que las dos juntas ya era distinto, Desde entonces, ella y yo somos inseparables. Ella no se ha casado y hablamos todas las semanas. En verano, cuando nos vemos, yo no necesito explicarle cómo me siento porque ella con sólo verme, ya lo sabe."

A lo largo de estas entrevistas, la información que Manuela va aportando respecto de sí misma, permite rastrear que el malestar que siente desde que su hija entra en crisis, le produce un estado de angustia que le resulta muy familiar; angustia frente al proceso de crecimiento propio y ajeno, en tanto crecer queda asociado al binomio separación-abandono.

Asimismo, la violencia con la que irrumpió la adolescencia de Raquel hace pensar en un tipo de estructura familiar aglutinada, donde queda entorpecida la diferenciación y la autonomía entre sus miembros. El rol materno, en estos casos, determina el modo de relación del grupo, "convirtiendo la unidad en un conjunto poco discriminado y al afecto en algo qué ahoga" (Fdez. Mouján, 1986). En este sentido, el comportamiento sintomático -acción autodestructiva y psicopática- de Raquel constituía su peculiar intento de búsqueda de individuación aunque se tratara de intentos fallidos de corte con el otro puesto que su modalidad agresiva convocaban aún más la presencia materna.

Manuela había conseguido más o menos satisfactoriamente controlar su angustia frente a la separación a través de uniones simbióticas que la protegían del sentimiento de abandono (su madre, su hermana, su marido y, finalmente, su hija). La simbiosis es una relación de dependencia silenciosa que sólo da la cara cuando se produce una posibilidad de ruptura. La crisis de Raquel irrumpió en la homeostasis del vinculo con la madre, despertando en ella ansiedades muy intensas que la dejaban como suspendida "en el aire" sin saber a qué adherirse. El padre de Raquel nunca quiso saber de la crisis del grupo familiar; es más, al año de iniciados los procesos terapéuticos de Raquel y de su madre, éste hizo las maletas y se marchó. Nunca más supo de él.

El aglutinamiento familiar se desmoronó. El Vinculo terapéutico se consolidó, estabilizando los niveles de angustia de Manuela y confirmando su necesidad de rehacer Vínculos.

Manuela habló durante mucho tiempo en sus sesiones de las conductas extravagantes de su hija -¿de quién eran las sesiones?, una se podía preguntar obteniendo una prueba más de la simbiosis-, haciendo referencia a la indiscriminación entre lo propio y lo ajeno, a la ausencia de límites y a los movimientos intrusivos, tanto de Raquel con ella como de ella misma hacia su hija; sobre todo, cuando se instalaba en ella la necesidad compulsiva de controlarla -mirando entre las sábanas, mirando en su ropa interior, mirando en el interior del water cuando Raquel salía del cuarto de baño...-; necesidad que denunciaba que la angustia de separación en Manuela se había movilizado especialmente por alguna circunstancia y que no era necesariamente consecuencia de los comportamientos de Raquel. Un sueño, una interrupción de la terapia por vacaciones, una fecha significativa -el aniversario de la muerte de su madre-, eran motivo suficiente para desencadenarla, Además, en muchas ocasiones, hacía suyas las conductas de su hija, como si en Raquel necesitara ver un espejo de si misma, que le permitiera reconocerla y reconocerse:

"El otro día me regalaron una caja de bombones, A la mañana siguiente, cuando la abrí, encontré que todos los bombones estaban mordisqueados; era horroroso, horroroso ver eso; por un momento, creí que me faltaba el aire, me ahogaba... me angustié mucho... y al pensar en Raquel mordiendo y mordiendo... y no se llena con nada... ¡y todos, todos los bombones, mi regalo, estropeados! ... .... .... pero me veo a mi, ¿sabe?, me veo a mi haciendo lo mismo, picoteando, como Raquel en los bombones, ansiosa, buscando algo que no sé qué es.... no sé qué me pasa, no sé nada .

En el caso de los bombones, Manuela plantea que su malestar es como el que sufre su hija: en la simbiosis se muerden una a otra. La paciente manifiesta el desasimiento de su existencia, bajo un espectro de movimientos inciertos -"de picoteo"- que buscan ansiosamente algo, ¿llenarse?, ¿adherirse quizá a un nuevo objeto sabiendo de antemano la futilidad del acto? La hija es, al igual que ella, una nave a la deriva; el efecto protector del Vinculo materno-filial se desdibuja.

Asimismo, la manifestación envidiosa de Raquel ante el regalo que le hacen a su madre, estropeándolo y dejando al mismo tiempo su huella en esa acción, constituye un ataque a la individuación de la madre -y, en consecuencia, a la suya propia-, en la medida en que el regalo representa que Manuela tiene una vida separada de la de ella, a la que ella no tiene acceso y, por lo tanto, en la que ella no está incluida (el regalo procede del lugar de trabajo de la madre).

ALGUNAS REFLEXIONES FINALES

Manuela no pudo aprovechar las oportunidades normales del desarrollo que la vida ofrece para conquistar la Individuación: ni los primeros 36 meses de vida ni la adolescencia le permitieron resolver su funcionamiento intrapsíquica diádico. Sin embargo, la vida la dio otra oportunidad: La crisis de individuación en Manuela se desencadena a los 45 años como consecuencia de la crisis de adolescencia de su hija. "Mamá, tu no eres persona, le dice Raquel" Pero, ¿cómo se deviene "persona"? Si los demás no son "personas", ella tampoco puede serlo. La "locura" de Raquel ha obligado a los demás a ocupar su lugar. Se trata de un vínculo, en el que hay dos y, por lo tanto, lo que acontece en un extremo también afecto al otro.

Siempre se ve la crisis de individuación de la adolescencia desde la perspectiva del adolescente, En este artículo se ha intentado mostrar que la crisis de individuación es una crisis vincular, en la que están comprendidos ambos términos del proceso; en este caso, madre e hija adolescente. Raquel pelea por su individuación con comportamientos provocativos, auto y heterodestructivos. Y Manuela siente que se queda solo, sin referentes conocidos -"no reconozco a Raquel aunque sé que es mi hija", excepto por esa angustia que le resulta tan familiar.

REFERENCIAS.