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Vol. 26. Num. 1. - 2017. Pages 47-54

Conducta antisocial: conexión con bullying/cyberbullying y estrategias de resolución de conflictos

[Antisocial behavior: Connection with bullying/cyberbullying and conflict resolution]

Maite Garaigordobil Landazabal1
1Univ. País Vasco, Fac. Psicología, España


https://doi.org/10.1016/j.psi.2015.12.002

Resumen

El trabajo tuvo como objetivo explorar las relaciones que existen entre la conducta antisocial, la implicación en situaciones de bullying/cyberbullying y las estrategias de resolución de conflictos. La muestra estuvo constituida por 3,026 participantes de 12 a 18 años (48.5% varones, 51.5% mujeres), inscritos en centros públicos (45.6%) y privados (54.4%) del País Vasco. Con un diseño descriptivo y correlacional, se administraron 4 instrumentos de evaluación para medir las variables objeto de estudio (conducta antisocial, bullying/cyberbullying y resolución de conflictos). Los análisis correlacionales y de varianza confirmaron que los adolescentes y jóvenes de ambos sexos con altas puntuaciones en conducta antisocial estaban significativamente más implicados en situaciones de bullying y cyberbullying en todos sus roles (víctimas, agresores y observadores) y usaban significativamente más estrategias agresivas como técnica de resolución de conflictos interpersonales. El estudio identifica variables relevantes para el diseño de programas de intervención. La discusión gira en torno a la importancia de implementar programas psicoeducativos de prevención e intervención de la conducta antisocial, así como al papel de la familia y la sociedad.

 

 

Abstract

The goal of this work was to explore the relations among antisocial behavior, engagement in bullying/cyberbullying, and conflict resolution skills. The sample comprised 3,026 Spanish participants, aged between 12 and 18years (48.5% males, 51.5% females), enrolled in various public (45.6%) and private (54.4%) schools of the Basque Country. Using a descriptive and correlational design, 4 assessment instruments were administered to measure the variables under study (antisocial behavior, bullying/cyberbullying, and conflict resolution skills). The correlational analyses and analyses of variance confirmed that adolescents and youth of both sexes with high scores in antisocial behavior were significantly more involved in all the roles of bullies and cyberbullies (victims, bullies, and bystanders) and they used significantly more aggressive strategies as an interpersonal conflict resolution technique. The study identifies relevant variables for the design of intervention programs. The discussion focuses on the importance of implementing psychoeducational prevention and intervention programs targeting antisocial behavior, as well as the role of the family and society.

 

 

Palabras clave

Conducta antisocial
Bullying
Cyberbullying
Resolución de conflictos

Keywords

Antisocial behavior
Bullying
Cyberbullying
Conflict resolution
Introducción

La preocupación actual por la conducta antisocial y violenta durante la infancia, la adolescencia y la juventud, que se encuentra en primer plano de los medios de comunicación, está en la base de este estudio. La conducta antisocial se define como cualquier conducta que refleje una infracción a las reglas sociales y/o sea una acción contra los demás. En este estudio para evaluar la conducta antisocial se utiliza un autoinforme ( Seisdedos, 1988/1995 ) con el que se exploran conductas antisociales asociadas al gamberrismo y a conductas de transgresión de normas sociales en relación con la edad, tales como romper objetos de otras personas, romper objetos de lugares públicos (calle, jardines…), golpear, pelearse o agredir a personas, llegar tarde intencionalmente al colegio, copiar en un examen, ensuciar las calles y las aceras rompiendo botellas o vertiendo las basuras, molestar a personas desconocidas o hacer gamberradas en lugares púbicos, gastar bromas pesadas a la gente (empujarla a un charco, quitarle la silla cuando se va a sentar…), decir «tacos» o palabras fuertes, robar fruta de algún jardín o huerto que pertenece a otra persona, responder mal a un adulto, negarse a realizar las tareas encomendadas... Además, las conductas antisociales que se exploran en este estudio mediante una escala de problemas de conducta (EPC-CA) que cumplimentan los padres ( Navarro, Peiró, Llácer y Silva, 1993 ) son muy similares a las evaluadas mediante el autoinforme. En concreto, se analizan una serie de actividades tales como romper objetos, golpear, fumar, beber, falsificar notas, no asistir al colegio, agredir a otras personas...

La última actualización del manual de diagnóstico DSM-5 ( APA, 2014 ) sugiere para el diagnóstico de «trastorno de la conducta» haber realizado en los últimos 12 meses, al menos 3 de las siguientes conductas: 1) agresión a personas y animales: acosa, intimida, amenaza, pelea, crueldad física, violación…; 2) destrucción deliberada de las propiedades de otros; 3) engaño o robo: miente, engaña, roba…, y 4) transgresión grave de normas: falsifica notas, falta al colegio, sale de noche sin permiso.

Conducta antisocial: relaciones con implicación en situaciones de bullying y cyberbullying como víctima, agresor y observador

La revisión de los estudios que en los últimos años han analizado las relaciones entre la conducta antisocial con bullying/cyberbullying (tabla 1 ) ponen de relieve que adolescentes y jóvenes implicados en situaciones de acoso presencial y tecnológico, tanto en el rol de agresor como de víctima, tienden a tener significativamente más conductas antisociales. Sin embargo, ningún estudio ha analizado la conducta antisocial en los observadores y ciberobservadores.

Tabla 1

Conducta antisocial y bullying/cyberbullying

Autor y año  Muestra  Resultados 
Ybarra y Mitchell (2004)  n = 1,501
9-17 años
EE. UU. 
La delincuencia (daños a la propiedad, denuncias a la policía…) se asoció significativamente con una probabilidad elevada de acoso 
Rusby et al. (2005)  n = 223 y sus padres
Adolescentes de Secundaria
EE. UU. 
En todos los tipos de acoso, las víctimas de acoso frecuente mostraron un comportamiento más agresivo, antisocial. Tanto el acoso verbal como el físico fueron predictores de la conducta antisocial, agresiva y de consumo de sustancias 
Marini et al. (2006)  n = 7,290
13-18 años
Canadá 
Los agresores y las víctimas-agresivas de bullying tenían niveles más altos de creencias normativas que legitimavan las conductas antisociales 
Hinduja y Patchin (2007)  n = 1,388
6-17 años
EE. UU. 
El cyberbullying podría estar relacionado con el comportamiento delincuente online 
Mitchell et al. (2007)  n = 1,501
10-17 años
EE. UU. 
Las víctimas de bullying y cyberbullying se relacionan con la conducta delictiva y el consumo de sustancias 
Hinduja y Patchin (2008)  n = 1,378
Adolescentes
EE. UU. 
Las experiencias de cyberbullying estaban vinculadas a la conducta agresiva, a la delincuencia y al uso de sustancias 
Campfield (2008)  n = 219
11-14 años
EE. UU. 
Las cibervíctimas obtuvieron puntuaciones más altas tanto en la escala de externalización de problemas (agresión y conducta delictiva) como en la escala total de problemas (funcionamiento conductual y emocional global) 
Taiariol (2010)  n = 257
12-14 años
EE. UU. 
Las experiencias de victimización fueron predictoras de inadaptación escolar: bajas calificaciones y comportamiento de riesgo en la escuela 
Albores-Gallo et al. (2011)  n = 1,092
Grado: 2-6
México 
Acosadores y víctimas-agresivas de bullying tenían problemas de conducta 
Estévez, Inglés, Emler, Martínez-Monteagudo y Torregrosa (2012)   n = 1,795
11-18 años
España 
La victimización es un factor de riesgo frente al desarrollo de un comportamiento violento en la víctima. La víctima comienza a comportarse de forma agresiva como una forma de autodefensa ante futuros ataques; se forja una reputación de antisocial para evitar futuros ataques de otros 
Cerezo y Méndez (2013)  n = 1,239
11-18 años
España 
Los acosadores tenían mayor consumo de sustancias y conductas antisociales relacionadas con acciones de riesgo personal, escolar y familiar (conducir bajo los efectos del alcohol, participar en alguna pelea, ser detenido por las fuerzas del orden público, escapar de casa durante más de un día completo, ser expulsado del centro educativo…) 
Sticca et al. (2013)  n = 835
12-14 años
Suiza 
Los ciberagresores tenían más conductas antisociales en el mundo real, pero esto no se evidenció en las víctimas 
Vassallo, Edwards, Renda y Olsson (2014)   Adolescentes Australia  La baja reactividad negativa fue un factor protector de la conducta antisocial posterior en los agresores de bullying , y una mayor vigilancia de los padres moderó la relación de riesgo entre la intimidación y el comportamiento antisocial 
Conducta antisocial: relación con estrategias de resolución de conflictos

En un estudio con participantes de 10 a 12 años ( Garaigordobil, Álvarez y Carralero, 2004 ), aquellos que tenían altas puntuaciones en conducta antisocial mostraban bajas puntuaciones en estrategias cognitivas asertivas y muchas estrategias agresivas como técnica de resolución de conflictos interpersonales. Además, en un trabajo posterior ( Garaigordobil, 2012) con 313 adolescentes de 15 a 17 años, se constató que la conducta agresiva y la justificación-aceptación de la conducta violenta correlacionaron positivamente con el uso de estrategias de resolución de conflictos agresivas, y negativamente con el uso de estrategias cooperativas. La empatía hacia las víctimas de la violencia correlacionó negativamente con el uso de estrategias agresivas, y positivamente con el uso de estrategias cooperativas. Por otro lado, el metaanálisis de 36 estudios que Garrard y Lipsey (2007) realizaron evidenció que los estudiantes americanos (n = 4,971), desde preescolar hasta la adolescencia de las escuelas que habían llevado a cabo programas de resolución de conflictos, mostraban una reducción de conductas antisociales.

En el estudio de Mestre, Samper, Tur-Porcar, Richaud de Minzi y Mesurado (2012) los adolescentes más agresivos utilizaban en mayor medida un afrontamiento improductivo, mientras que los menos agresivos aplicaban estrategias más centradas en la resolución del problema. Además, la empatía favoreció el afrontamiento centrado en la resolución del problema, mientras que la inestabilidad emocional se relacionó positivamente con el afrontamiento improductivo, y este con la agresividad. En la misma dirección, Vilariño, Amado y Alves (2013) evidenciaron que los menores infractores presentaban problemas de socialización, déficits en inteligencia emocional y tendían a emplear estrategias de afrontamiento improductivas.

Un reciente estudio longitudinal prospectivo ( Zafirakis, 2015 ) con jóvenes australianos de 22-23 años, que ha analizado la conducta antisocial y el ajuste psicosocial desde la infancia hasta la edad adulta, confirma la conexión entre conducta antisocial y estrategias de resolución de conflictos. Se examinaron las diferencias en la resolución de conflictos interpersonales de los adultos jóvenes con diferentes historias de conducta antisocial (es decir, grupos de alto riesgo persistentemente antisociales, de bajo riesgo persistentemente antisociales y no-antisociales). Los resultados mostraron que los grupos de alto riesgo y de bajo riesgo persistentemente antisociales utilizaban mayores niveles de estrategias físicamente agresivas que el grupo no-antisocial. El grupo de alto riesgo también informó de mayores niveles de estrategias no físicamente agresivas en la resolución de conflictos interpersonales. Curiosamente, las mujeres adultas jóvenes reportaron mayores niveles de estrategias no físicas en el tratamiento de los conflictos interpersonales que los varones. No se encontraron diferencias de género en relación con las estrategias físicamente agresivas.

En síntesis, la revisión realizada de los estudios que en los últimos años han analizado las relaciones que existen entre la conducta antisocial y la capacidad de resolución de conflictos interpersonales sugieren que los niños, adolescentes y jóvenes que utilizan muchas estrategias agresivas como técnica de resolución de conflictos interpersonales tienen también muchas conductas antisociales. Sin embargo, el uso de estrategias positivas y no-agresivas para resolver conflictos en los grupos antisociales ofrece resultados contradictorios, por lo que se requiere más investigación.

Objetivos e hipótesis del estudio

Con esta contextualización, y teniendo en cuenta que los adolescentes observan una cantidad importante de conducta antisocial ( Martínez y Gras, 2007 ), el estudio realizado analiza la conexión de la conducta antisocial con la implicación en situaciones de bullying/cyberbullying (como víctima, agresor y observador) y con 3 estilos de resolución de conflictos (cooperativo, agresivo y pasivo). Estudios previos han identificado un alto nivel de conducta antisocial en agresores (bullying/cyberbullying) y, aunque con resultados discrepantes, también algunos estudios muestran mayores niveles de conducta antisocial en las víctimas; sin embargo, no hay investigaciones que aporten datos sobre la conducta antisocial de los observadores de situaciones de bullying/cyberbullying . Por ello, un objetivo novedoso de este estudio consiste en analizar en qué medida también los espectadores —los observadores de situaciones de acoso presencial (offline) y tecnológico (online) — tienen un mayor nivel de conducta antisocial que aquellos que no están implicados, y un mayor uso de estrategias agresivas como técnica de resolución de conflictos interpersonales.

Con estos objetivos, y tomando como referencia los hallazgos de estudios previos, en esta investigación se proponen 2 hipótesis: 1) los participantes con altas puntuaciones en conducta antisocial estarán más implicados en situaciones de bullying/cyberbullying en todos sus roles (víctima, agresor y observador), y 2) los participantes con altas puntuaciones en conducta antisocial utilizarán menos estrategias cooperativas y más estrategias negativas (pasivas y agresivas) para resolver conflictos interpersonales.

Método Participantes

La muestra está constituida por 3,026 participantes de 12 a 18 años: 1,469 (48.5%) varones y 1,557 (51.5%) mujeres. Los participantes cursan estudios de educación secundaria obligatoria (ESO) (2,283 [75.4%]) y bachillerato (743 [24.6%]), estando inscritos en diversos centros educativos del País Vasco, tanto públicos (1,381 [45.6%]) como privados/concertados (1,645 [54.4%]). La muestra es una muestra representativa de los estudiantes de ESO y de bachillerato del País Vasco. Según la última encuesta de población presentada por el Eustat (eustat.eus), la población de estudiantes de ESO y bachillerato es de 101,757. Utilizando un nivel de confianza de .99, con un error de muestreo de .024, para una varianza poblacional de .50, la muestra representativa es de 2,802. Para la selección de la muestra se utilizó una técnica de muestreo estratificado, proporcional y aleatorio, teniendo en cuenta la proporcionalidad de centros en cada provincia y el equilibrio de distintas condiciones (tipo de red…).

Instrumentos

Con la finalidad de evaluar las variables objeto de estudio (conducta antisocial, bullying/cyberbullying y resolución de conflictos) se administraron 4 instrumentos de evaluación —3 autoinformes y un cuestionario cumplimentado por los padres—, con garantías psicométricas de fiabilidad y validez. Los participantes del estudio eran bilingües, por esta razón los instrumentos de evaluación contenían los ítems en castellano y euskera.

Cuestionario de Conductas Antisociales-Delictivas ( Seisdedos, 1988/1995)

Contiene 40 frases cuyos contenidos informan de distintos tipos de comportamientos antisociales y delictivos. Este autoinforme evalúa 2 aspectos de la conducta desviada: el antisocial (entrar en un sitio prohibido, hacer pintadas, romper o tirar al suelo cosas de otra persona, pelearse con otros, con golpes, insultos o palabras ofensivas...) y el delictivo (tomar drogas, destrozar o dañar lugares públicos, robar, conseguir dinero amenazando a personas más débiles, pertenecer a una pandilla que se mete en peleas o crea disturbios...). La tarea consiste en leer las frases e informar si se han realizado las conductas que se indican en estas. En la corrección se otorga un punto por cada frase afirmativa. En este estudio se utilizó únicamente la escala de conducta antisocial. Los coeficientes de fiabilidad fueron satisfactorios en ambas escalas (.86). La consistencia interna obtenida con la muestra del presente estudio fue alta (α = .89). Los estudios de validez realizados con la muestra de tipificación original del instrumento confirman su validez. La validez criterial se basó en las puntuaciones significativamente superiores obtenidas por 95 adolescentes con problemas de conducta en contraste con 99 adolescentes de control. Los análisis de varianza evidenciaron diferencias significativas entre ambos grupos en la escala de conducta antisocial, F = 4.70, p < .01.

Escala de Problemas de Conducta (Navarro et al., 1993)

La escala, cumplimentada por los padres, evalúa los problemas de conducta de sus hijos e hijas. En el presente estudio se administró la escala de conducta antisocial (comportamientos que pueden clasificarse como agresivos y otros que, no siéndolo, pueden dificultar las relaciones sociales). La tarea consiste en informar si el hijo o hija realiza o no esas conductas (romper objetos, golpear, fumar, beber, falsificar notas, no asistir al colegio, agredir a otras personas…). El coeficiente alpha de Cronbach de la EPC, obtenido con la muestra original de la prueba, confirma una alta consistencia interna (α = .88). La consistencia obtenida con la muestra del presente estudio fue similar (α = .89). Los estudios de validez realizados con la muestra de tipificación original del instrumento confirman su validez. Para un estudio de la validez criterial, se aplicó la EPC a diferentes muestras de niños y adolescentes (remitidos al psicólogo escolar por problemas escolares, remitidos al psicólogo clínico e internos en centros de reforma por problemas de delincuencia), y los análisis de regresión múltiple mostraron que la pertenencia a distintos grupos criteriales fue la variable que presentó relaciones de mayor cuantía con las puntuaciones en la EPC.

Test Cyberbullying (Garaigordobil, 2013)

Evalúa bullying presencial y cyberbullying. La escala de bullying evalúa 4 tipos de acoso «cara-a-cara»: físico, verbal, social y psicológico; contiene 12 ítems, agrupados en torno al rol que desempeña el evaluado en la situación de agresión: víctima, agresor y observador. La escala de cyberbullying explora 15 conductas relacionadas con el acoso cibernético (enviar mensajes ofensivos/insultantes vía móvil/Internet, grabar una paliza y colgar el vídeo en YouTube, acosar sexualmente, difundir rumores para desprestigiar, robar la contraseña, aislar en las redes sociales, amenazar de muerte…). Contiene 45 ítems, agrupados en torno al rol que se desempeña en la situación de agresión: víctima, agresor y observador. La tarea consiste en leer las conductas e informar la frecuencia con la que se han sufrido, ejercido o visto en el último año. En la corrección se puntúa cada conducta (nunca = 0, algunas veces = 1, bastantes veces = 2, siempre = 3), y se obtiene una puntuación directa global en cada escala para cada rol. El test permite obtener puntuaciones percentiles en 4 índices: nivel de victimización, agresión, observación y victimización-agresiva. Los coeficientes alpha de Cronbach en las escalas de bullying = .81) y cyberbullying = .91) evidenciaron una elevada consistencia interna del test. El análisis factorial confirmó una estructura configurada por 3 factores (víctimas, agresores y observadores) en la escala de bullying y en la de cyberbullying que explican, respectivamente, el 57, el 89 y el 40.15% de la varianza. Los estudios de validez realizados con la muestra de tipificación original del instrumento confirman su validez. Los análisis de validez han confirmado correlaciones inversas, tanto del bullying como del cyberbullying , con diversas variables tales como empatía, adaptación social… y correlaciones positivas con conducta agresiva.

Conflictalk (iInstrumento para medir los estilos de mensajes de resolución de conflictos en jóvenes y adolescentes) ( Kimsey y Fuller, 2003)

Autoinforme que mide 3 estilos de resolución de conflictos: enfocado en sí mismo (agresivo: implica estar centrado en sí mismo, queriendo que las cosas se hagan a la manera propia; frente al conflicto se actúa de forma agresiva y autoritaria), enfocado en el problema (cooperativo: implica mostrar interés por la causa del conflicto y por identificar concretamente el problema en colaboración con el otro; el interés se centra en encontrar la mejor solución y en la actuación cooperativa), y enfocado en los otros (evitativo: implica pensar que el conflicto siempre es malo; frente al conflicto se actúa de forma pasiva). Presenta 18 frases que podrían expresarse en una situación de conflicto, y se solicita que el adolescente puntúe cada frase en una escala de 1 a 5, indicando con ello desde «nunca digo cosas como esa» (1) hasta «casi siempre digo cosas como esas» (5). La consistencia interna (alpha de Cronbach) para los 3 estilos fue adecuada tanto en la versión original de la prueba (orientado al problema: α = .87, orientado a uno mismo: α = .81, y orientado hacia los otros: α = .63) como en la muestra del presente estudio (α = .84). Los estudios de validez realizados con la muestra de la versión española del instrumento confirman su validez. Estudios de validación de la versión española ( Laca, Alzate, Sánchez, Verdugo y Guzmán, 2006 ) han encontrado correlaciones significativas positivas entre habilidades de comunicación y resolución cooperativa, y correlaciones negativas con resolución agresiva y evitativa.

Procedimiento

Utilizando un diseño descriptivo y correlacional de corte transversal, en primer lugar, se envió una carta a los centros educativos seleccionados explicando el proyecto de investigación. Posteriormente, se contactó telefónicamente con la dirección de los centros, y con aquellos que aceptaron participar se concertó una entrevista en la que se explicó el proyecto con más detalle, entregándose los consentimientos informados para padres y participantes. Posteriormente, los miembros del equipo de investigación se desplazaron a los centros y administraron a los adolescentes 3 instrumentos de evaluación, para medir las variables objeto de estudio. La evaluación se llevó a cabo en una sesión de 45 min de duración. Además, se les entregó un sobre que contenía un instrumento de evaluación de problemas de conducta, el EPC-CA, que debían rellenar sus padres. El estudio cumplió los valores éticos requeridos en la investigación con seres humanos y recibió el informe favorable de la Comisión de Ética de la Investigación de la Universidad del País Vasco (CEISH/112/2012).

Resultados Conducta antisocial: relaciones con bullying/cyberbullying y estrategias de resolución de conflictos

Con la finalidad de explorar las relaciones que existen entre la conducta antisocial (puntuación obtenida en el Cuestionario de Conductas Antisociales-Delictivas [AD], autoinforme y la EPC-CA [evaluación de los padres]), la implicación en situaciones de acoso presencial y tecnológico (puntuación total obtenida como víctima, agresor, observador y víctima-agresiva) y la forma de resolver conflictos interpersonales (puntuación total en uso de estrategias de resolución cooperativa, agresiva y pasiva), en primer lugar, y utilizando la muestra en su conjunto, se realizaron análisis de correlación parcial —teniendo en cuenta el efecto de la edad y el sexo— entre las puntuaciones obtenidas en conducta antisocial (AD, EPC-CA) y las puntuaciones obtenidas en los instrumentos de evaluación utilizados para medir el resto de las variables (Test Cyberbullying, Conflictalk), y, en segundo lugar, análisis de correlación de Pearson diferenciando ambos sexos. Los coeficientes de correlación parcial entre el AD y la EPC-CA con el resto de las variables, así como las correlaciones de Pearson obtenidas en ambos sexos de forma diferenciada, se presentan en la tabla 2.

Tabla 2

Coeficientes de correlación parcial y correlaciones de Pearson en varones y mujeres entre la conducta antisocial, las situaciones de bullying/cyberbullying y la resolución de conflictos

AD EPC-CA
Parcial
(n = 3,026) 
Pearson
(varones n = 1,469) 
Pearson
(mujeres n = 1,557) 
Parcial
(n = 3,026) 
Pearson
(varones n = 1,469) 
Pearson
(mujeres n = 1,557) 
Bullying
Victimización  .07 ***   .05 *   .05 *   .19 ***   .13 ***   .23 ***  
Perpetración  .27 ***   .23 ***   .30 ***   .23 ***   .17 ***   .29 ***  
Observación  .20 ***   .18 ***   .18 ***   .15 ***   .17 ***   .15 ***  
Victimización agresiva  .20 ***   .15 ***   .20 ***   .24 ***   .18 ***   .30 ***  
Cyberbullying
Cibervictimización  .12 ***   .10 ***   .13 ***   .17 ***   .11 ***   .24 ***  
Ciberperpetración  .17 ***   .14 ***   .22 ***   .16 ***   .17 ***   .23 ***  
Ciberobservación  .24 ***   .24 ***   .27 ***   .18 ***   .15 ***   .21 ***  
Cibervictimización agresiva  .18 ***   .14 ***   .20 ***   .20 ***   .16 ***   .28 ***  
Resolución de conflictos
Cooperativa  .04 *   –.00  .10 ***   .06 **   .00  .12 ***  
Agresiva  .29 ***   .29 ***   .29 ***   .19 ***   .16 ***   .24 ***  
Pasiva  –.03  –.03  –.00  .00  –.01  .02 

AD: conducta antisocial autoevaluada; EPC-CA: conducta antisocial evaluada por los padres.

*

p < .05.

**

p < .01.

***

p < .001.

Tal y como se puede observar en la tabla 2 , los adolescentes y jóvenes —de ambos sexos y con altas puntuaciones en conducta antisocial (autoevaluada y evaluada por los padres)— tenían significativamente mayor uso de estrategias agresivas para resolver situaciones sociales conflictivas, y mayor nivel de implicación en situaciones de bullying y cyberbullying como víctimas, agresores y observadores. Además, las mujeres con altas puntuaciones en conducta antisocial también utilizaban muchas estrategias cooperativas para resolver conflictos.

Adolescentes y jóvenes antisociales: niveles de bullying, cyberbullying y capacidad de resolver conflictos

Con la finalidad de contrastar los resultados obtenidos con las correlaciones realizadas, se exploró si los adolescentes y jóvenes que tenían altas puntuaciones en conducta antisocial autoevaluada mostraban diferencias significativas en las variables objeto de estudio al compararlos con aquellos que tuvieron puntuaciones bajas. Primero se clasificó la muestra en 3 perfiles de conducta antisocial en función de sus puntuaciones en el AD: perfil de bajo riesgo (percentil ≤ 84), perfil de alto riesgo (percentiles 85-94) y perfil antisocial (percentiles 95-99). Posteriormente, en relación con las variables objeto de estudio (puntuaciones obtenidas en las conductas de bullying/cyberbullying y en las de estrategias de resolución de conflictos) se realizaron análisis descriptivos (medias y desviaciones típicas) y de varianza en función del perfil de riesgo; se calculó el tamaño del efecto (Eta cuadrado parcial η 2: pequeño = 0.01; mediano = 0.06; grande = 0.14) y se realizaron pruebas post hoc de comparación de grupos (Bonferroni), cuyos resultados se presentan en la tabla 3.

Tabla 3

Medias, desviaciones típicas en bullying/cyberbullying y resolución de conflictos en los 3 perfiles de conducta antisocial (AD), y análisis de varianza en función del perfil

Perfil 1 (n = 2,438)  Perfil 2 (n = 291)  Perfil 3 (n = 194)  F (2, 3023) perfil η2 Post-hoc
M (DT)  M (DT)  M (DT) 
Bullying
Victimización  0.73(1.34)  0.90(1.23)  0.89(1.41)  2.94 *   .002  1 < 2.3 
Agresión  0.60(1.13)  1.29(1.63)  1.38(1.82)  67.36 ***   .045  1 < 2.3 
Observación  2.68(2.32)  3.52(2.66)  3.75(2.53)  30.96 ***   .021  1 < 2.3 
Victimización agresiva  1.33(2.09)  2.19(2.59)  2.27(2.82)  32.41 ***   .022  1 < 2.3 
Cyberbullying
Cibervictimización  0.75(2.01)  1.04(1.87)  1.51(2.62)  13.66 ***   .009  1.2 <
Ciberagresión  0.34(1.74)  0.90(3.23)  1.38(3.74)  27.83 ***   .019  1 < 2 <
Ciberobservación  3.12(4.25)  4.80(5.26)  5.41(5.20)  38.18 ***   .026  1.2 <
Cibervictimización agresiva  1.09(3.31)  1.94(3.93)  2.89(5.21)  28.07 ***   .019  1 < 2 <
Resolución de.conflictos
Pasivas  11.85(3.78)  12.10(3.62)  12.07(3.44)  0.79 ns  .001  --- 
Agresivas  9.75 (3.49)  11.23(3.99)  12.16(4.65)  55.21 ***   .037  1 < 2 <
Cooperativas  16.31(6.00)  16.40(5.94)  16.20(5.52)  0.06 ns  .000  --- 

η2 : Eta, tamaño del efecto; DT: desviación típica; F: varianza; M: media; ns: no significativo; perfil 1 o de bajo riesgo: percentil ≤ 84; perfil 2 o de alto riesgo: percentil 85-94; perfil 3 o antisocial: percentil 95-99; Post-hoc: Bonferroni.

*

p < .05.

** p < .01.

***

p < .001.

Los resultados (tabla 3 ) evidencian que aquellos adolescentes y jóvenes que pertenecían al perfil 2 (alto riesgo) y perfil 3 (antisocial) (percentiles 85-99), es decir, que tenían un nivel alto y muy alto de conductas antisociales, también estaban significativamente más implicados en situaciones de bullying en todos sus roles (tenían altas puntuaciones como víctimas, agresores, observadores y víctimas-agresivas) que los inscritos en el perfil 1 (bajo nivel de conducta antisocial). En la misma dirección, aquellos que estaban inscritos en el perfil 3 (antisocial) estaban significativamente más implicados en situaciones de cyberbullying (como ciberagresores y cibervíctimas-agresivas), que los de perfil 2, que a su vez también estaban significativamente más implicados que los de perfil 1. En cibervictimización y ciberobservación, los del perfil 3 estaban significativamente más implicados en estos roles de cyberbullying que los del perfil 1 y 2, que no mostraron diferencias entre sí.

En relación con las estrategias que se utilizan para resolver conflictos ( tabla 3 ), aquellos adolescentes y jóvenes que tenían puntuaciones muy altas en conducta antisocial (perfil 3, percentiles 95-99) utilizaban significativamente más estrategias agresivas de resolución de conflictos que los que estaban inscritos en el perfil 2 (alto riesgo, percentil 85-94), y estos tenían puntuaciones significativamente más altas que los de perfil 1 (bajo riesgo, percentil ≤ 84). No se encontraron diferencias entre perfiles en el uso de estrategias pasivas o cooperativas.

Porcentaje de víctimas, agresores y observadores de bullying y cyberbullying en los 3 perfiles de conducta antisocial

Finalmente, se identificó en cada perfil de conducta antisocial, el porcentaje de implicados (víctimas, agresores y observadores de bullying y cyberbullying , es decir, participantes que en el último año han sufrido, realizado y observado una o más conductas de bullying presencial o tecnológico), y el porcentaje de no-implicados (participantes que no han sufrido, realizado ni observado ninguna conducta de acoso en el último año). Los resultados obtenidos con relación a cada perfil sobre los porcentajes de participantes implicados en situaciones de acoso versus aquellos que no estuvieron implicados, y la Chi-cuadrado de Pearson de estas comparaciones se presentan en la tabla 4.

Tabla 4

Porcentaje de víctimas y no-víctimas, agresores y no-agresores, y observadores y no-observadores de bullying y cyberbullying en los 3 perfiles de conducta antisocial

  Perfil 1
(n = 2,438) 
Perfil 2
(n = 291) 
Perfil 3
(n = 194) 
χ2 
Bullying
Víctima  80.7  12.1  7.2  11.23 **  
No-víctima  85.2  8.6  6.2   
Agresor  74.5  15.3  10.2  107.05 ***  
No-agresor  89.1  6.5  4.4   
Observador  82.1  10.6  7.3  14.60 ***  
No-observador  88.5  7.6  3.9   
Cyberbullying
Cibervíctima  76.6  12.8  10.6  47.71 ***  
No-cibervíctima  86.4  8.7  4.9   
Ciberagresor  65.5  19.8  14.7  123.37 ***  
No-ciberagresor  86.7  8.2  5.1   
Ciberobservador  80.1  12.2  7.7  45.39 ***  
No-ciberobservador  89.9  5.8  4.3   

χ2 : Chi-cuadrado de Pearson; perfil 1 o de bajo riesgo: percentil ≤ 84; perfil 2 o de alto riesgo: percentil 85-94; perfil 3 o antisocial: percentil 95-99.

**

p < .01.

***

p < .001.

Los resultados (tabla 4 ) evidencian diferencias estadísticamente significativas en el porcentaje de participantes de los 3 perfiles de conducta antisocial, al comparar víctimas con no-víctimas, agresores con no-agresores y observadores con no-observadores (de bullying y cyberbullying ). El porcentaje de víctimas, agresores, observadores de bullying y cyberbullying fue significativamente inferior en el perfil 1 (bajo nivel de conducta antisocial). Sin embargo, en el perfil 2 y 3 (participantes con altos y muy altos niveles de conducta antisocial, respectivamente) el porcentaje de víctimas, agresores y observadores de bullying y cyberbullying fue significativamente superior al compararlo con el de aquellos que no estuvieron implicados en situaciones de acoso.

Al integrar los perfiles 2 y 3 (tabla 4 ), los resultados son aún más esclarecedores: víctimas (19.3%) frente a no-víctimas (14.8%), agresores (25.5%) frente a no-agresores (10.9%), observadores (17.9%) frente a no-observadores (11.5%), cibervíctimas (23.4%) frente a no-cibervíctimas (13.6%), ciberagresores (34.5%) frente a no-ciberagresores (13.3%) y ciberobservadores (19.9%) frente a no-ciberobservadores (10.1%). Como se puede observar, las diferencias son especialmente sobresalientes: 1) en agresores y ciberagresores, hallándose un alto porcentaje de estos con altos niveles de conducta antisocial versus los no-agresores/no-ciberagresores, y 2) en cibervíctimas y ciberobservadores, con porcentajes bastante más altos al compararlos con los que nunca habían sido cibervíctimas ni ciberobservadores. Por lo tanto, estos resultados avalan y complementan los obtenidos con el resto de los análisis (correlacionales, varianza y post hoc ) llevados a cabo en este estudio.

Discusión

El estudio tuvo como objetivos analizar la conexión de la conducta antisocial con la implicación en situaciones de bullying/cyberbullying (como víctima, agresor y observador) y con diferentes formas de resolver conflictos (cooperativa, agresiva y pasiva). Especialmente, la investigación se propone clarificar en qué medida los espectadores, los observadores de situaciones de acoso presencial y tecnológico, también tienen un mayor nivel de conducta antisocial y mayor uso de estrategias agresivas como técnica de resolución de conflictos interpersonales.

En primer lugar, los resultados han confirmado que los adolescentes y jóvenes, de ambos sexos, con altas puntuaciones en conducta antisocial (autoevaluada y evaluada por los padres), tenían significativamente mayor nivel de implicación en situaciones de bullying y cyberbullying , como víctima, como agresor, como observador y como víctima-agresiva. Además, aquellos que realizaban muchas conductas antisociales autoevaluadas (perfil 3, percentiles 95-99) también estaban significativamente más implicados en situaciones de bullying y cyberbullying en todos sus roles que aquellos que estaban inscritos en el perfil 1 o de bajo riesgo (percentil ≤ 84). Y en la misma dirección, el porcentaje de víctimas, agresores y observadores de bullying y cyberbullying fue significativamente inferior en el perfil 1 (bajo nivel de conducta antisocial), mientras que en el perfil 2 y 3 (participantes con altos niveles de conducta antisocial) el porcentaje de víctimas, agresores y observadores de bullying y cyberbullying fue significativamente superior al compararlo con los que no estuvieron implicados en situaciones de acoso.

Estos resultados confirman la hipótesis 1 y evidencian las estrechas conexiones que existen entre conducta antisocial y la implicación en situaciones de acoso en todas sus modalidades y en todos sus roles, no solo agresores o víctimas, también los observadores. Los datos ratifican los obtenidos en otros estudios que han observado que los acosadores ( Albores-Gallo, Sauceda-García, Ruiz-Velasco y Roque-Santiago, 2011; Cerezo y Méndez, 2013; Marini, Dane, Bosacki y YLC-CURA, 2006; Sticca, Ruggieri, Alsaker y Perren, 2013; Ybarra y Mitchell, 2004 ), las víctimas ( Campfield, 2008; Mitchell, Ybarra y Finkelhor, 2007; Rusby, Forrester, Biglan y Metzler, 2005 ) y las víctimas-agresivas ( Albores-Gallo et al., 2011; Marini et al., 2006 ) tienen altas puntuaciones en conducta antisocial.

En segundo lugar, los resultados han confirmado que los adolescentes y jóvenes, de ambos sexos, con altas puntuaciones en conducta antisocial utilizaban significativamente más estrategias agresivas para resolver situaciones sociales conflictivas. Por consiguiente, la hipótesis 2 se cumple parcialmente, ya que no se constata que aquellos que tienen mucha conducta antisocial utilicen significativamente más estrategias pasivas y menos cooperativas para resolver conflictos interpersonales. No obstante, se ha encontrado que las mujeres antisociales también utilizan significativamente más estrategias de resolución de conflictos cooperativas, hallazgo que resulta similar al estudio de Zafirakis (2015) en el que las mujeres también empleaban más estrategias que no eran físicamente agresivas. En general, los resultados de esta investigación apuntan en la dirección de los estudios que han enfatizado la importancia de enseñar técnicas de afrontamiento positivas, de resolución de conflictos basadas en la empatía, el diálogo y la negociación ( Garaigordobil, 2012; Garrard y Lipsey, 2007; Gázquez, Pérez y Carrión, 2011; Mestre et al., 2012; Vilariño et al., 2013 ), inhibiendo las formas agresivas de resolución de conflictos interpersonales.

Los estudios que han evaluado las consecuencias de la conducta antisocial concluyen que una parte importante de los niños, niñas y adolescentes que tienen este tipo de comportamiento durante la infancia y la adolescencia mostrarán algún tipo de desajuste en la vida adulta ( Garaigordobil y Oñederra, 2010 ). El hecho de que la conducta antisocial en los primeros años de vida sea un factor predictor de posterior conducta antisocial y delincuencia es un argumento más que suficiente para concentrar los esfuerzos de prevención alrededor del desarrollo de los menores. Cerca de la mitad de los menores con este tipo de sintomatología externalizante presentan, en la vida adulta, lo que ya se considera a estas edades como personalidad antisocial ( López-López y López-Soler, 2008 ).

Una aportación relevante del estudio, que lo diferencia de estudios previos, ha sido evidenciar que no solo agresores y víctimas de bullying y cyberbullying , sino también aquellos que observan situaciones de acoso (presencial y tecnológico), los espectadores, los observadores, también tienen más conducta antisocial y utilizan más estrategias agresivas de resolución de conflictos que aquellos que no están implicados en situaciones de acoso. Además, el estudio contribuye a identificar variables relevantes para el diseño de programas de intervención.

Los resultados tienen implicaciones prácticas para la intervención psicoeducativa y permiten mostrar la necesidad de diseñar e implementar programas de intervención socioemocional para prevenir y/o reducir la conducta antisocial dirigidos a los estudiantes durante toda la educación reglada. A la luz de los hallazgos encontrados en este estudio, se puede afirmar que los programas para la prevención de la conducta antisocial deben contener actividades que estimulen la capacidad para resolver conflictos interpersonales de forma constructiva e inhiban formas agresivas de afrontamiento de los conflictos, así como actividades que fomenten el análisis de las consecuencias de la conducta antisocial, del bullying y cyberbullying para todos los implicados (víctimas, observadores y agresores).

Existe un amplio consenso entre los investigadores acerca de la naturaleza multicausal de la conducta antisocial. Las diversas teorías explicativas de la conducta antisocial han evidenciado que es una conducta compleja, que está determinada por múltiples factores, tanto ambientales como personales (factores psicológicos y de socialización). Pese a ello, en los últimos años se ha demostrado la eficacia de las intervenciones psicoeducativas en la disminución de las conductas violentas. Del trabajo de Espinosa, Díaz y Vidal (2002) se puede considerar la importancia de los programas que estimulan el desarrollo moral como medio de prevención de la conducta antisocial, y en el estudio de Benítez, Tomas de Almeida y Justicia (2005) también se ratifica la eficacia de intervenciones que fomentan habilidades sociales.

En el contexto de este tipo de intervenciones psicoeducativas, cabe señalar una línea de intervención configurada con 5 programas que tiene por finalidad fomentar el desarrollo socioemocional y prevenir la violencia, 4 programas de juego cooperativo dirigidos a niños y niñas de 4 a 12 años, y otro programa para adolescentes que combina juego cooperativo y otras técnicas de dinámica de grupos. Estos programas contienen actividades que estimulan diversos factores del desarrollo socioemocional (autoestima, comunicación, expresión-comprensión de emociones, relaciones de ayuda-cooperación, conducta prosocial, capacidad para analizar y resolver conflictos de forma constructiva…), y han sido validados experimentalmente confirmando su valor como instrumento de desarrollo de la personalidad y de prevención de la violencia ( Garaigordobil y Fagoaga, 2006).

Pese a la eficacia de las intervenciones en contextos educativos, cabe destacar que la conducta antisocial requiere una comprensión e intervención más holística, ya que diversos estudios han puesto de relieve la influencia de múltiples factores en el surgimiento de estas conductas, por ejemplo: factores familiares como la interacción padres-hijos, factores sociales como los vínculos de amistad con iguales, factores situacionales como la observación de violencia en los medios de comunicación, videojuegos... Como subrayan algunos investigadores ( Muñoz, Navas y Graña, 2005 ), cualquier abordaje preventivo y/o de intervención de estas conductas debe asentarse en la identificación y evaluación de los factores de riesgo responsables del inicio y el mantenimiento de las mismas, y debe integrar los diferentes factores implicados, tanto ambientales como individuales. Por lo tanto, la intervención para reducir la conducta antisocial debería tener en cuenta la persona y el contexto, es decir, intervenir para modificar las características individuales y también para modificar el contexto familiar y escolar en el que está ese individuo antisocial.

Los comportamientos antisociales, incluyendo la intimidación, la violencia y la agresión, han sido un área de intenso interés entre los investigadores, los médicos, los psicólogos, los responsables políticos y el público en general, debido a las graves consecuencias que tienen para las personas y para la sociedad. La comprensión de los orígenes y el desarrollo de estos comportamientos en los individuos han progresado recientemente con la aplicación de los nuevos avances científicos y tecnológicos.

Una obra reciente que analiza los orígenes de la conducta antisocial ( Thomas y Pope, 2013 ) ofrece una visión general de la reciente investigación sobre el desarrollo de la conducta antisocial y sintetiza información sobre los factores de riesgo y la forma en que estos interactúan para dar lugar a un comportamiento antisocial y agresivo. Esta integración ratifica la multicausalidad de la conducta antisocial y aporta nueva información sobre la interacción entre biología y ambiente en el desarrollo de este tipo de conductas. Por consiguiente, los trabajos recientes confirman la necesidad de metodologías combinadas para el diagnóstico de la conducta antisocial y un abordaje pluridisciplinar para la intervención.

Como limitación del estudio, mencionar su naturaleza correlacional, la cual no permite establecer relaciones de causalidad entre las variables. Además, sería interesante realizar este estudio con estudiantes de Formación Profesional, así como con niños y niñas del último ciclo de Educación Primaria. Por ello, futuras líneas de investigación deberían proponer intervenciones que fomenten las estrategias cooperativas de resolución de conflictos y la inhibición de las estrategias agresivas, evaluando los efectos de estas intervenciones tanto en la conducta antisocial como en la implicación de situaciones de acoso (cara-a-cara y cibernético/tecnológico), en cualquiera de sus roles (víctima, agresor y observador).

Financiación

Estudio financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO) (PSI2012-30956), por el Dpto. de Educación, Política Lingüística y Cultura del Gobierno Vasco (IT638-13), y por la Universidad del País Vasco UPV/EHU (UFI PSIXXI 11/04). El trabajo forma parte de un estudio más amplio que ha recibido el «Premio Nicolás Seisdedos al mejor trabajo de Investigación en Evaluación Psicológica 2012» otorgado por PSICOFUNDACIÓN, TEA & UAM.

Conflicto de intereses

La autora declara no tener ningún conflicto de intereses.

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