REFLEXION

 

Incidencia de la formación sobre el empleo en la economía de mercado

Rafael BURGALETA ALVAREZ


1. INTRODUCCION

2. CONDICIONANTES DE LA FORMACIÓN DE PERSONAL EN LA ECONOMIA DE LIBRE MERCADO

3. NIVEL DE EMPLEO Y FORMACION PERMANENTE

4. FORMACION Y EMPLEO EN LOS PAISES DE LA CE: UNA VISION CRITICA

5. CONCLUSIONES


 

El tema de la Formación de Personal va a ser enfocado en este curso desde una perspectiva predominantemente psicológica. Pero el predominio de esta perspectiva no debe hacemos olvidar, especialmente a los psicólogos, que las coordenadas en las que nos movemos van más allá incluso de los amplios márgenes de las ciencias de la conducta. La Formación de Personal, como prácticamente todos los grandes temas de la Psicología del trabajo, se enmarcan, para bien o para mal, en unos determinados modelos de sociedad y de mercado, dentro de los cuales el trabajo humano, la conducta laboral del hombre, puede adquirir valores muy distintos, sí no contrapuestos.

La presencia activa de psicólogos del trabajo procedentes de países cuya economía ha estado hasta el presente marcada por una fuerte intervención de los poderes públicos supone indudablemente una garantía de que nuestras reflexiones se verán enriquecidas por experiencias poco conocidas por quienes hemos desarrollado nuestra labor de formadores en el marco de la economía de libre mercado. Pero esta misma presencia constituye también una oportunidad para meditar en voz alta sobre las limitaciones de nuestro propio sistema y para cuestionar algunos de los principios que hemos aceptado acríticamente, como si se tratara de verdaderos axiomas cuya evidencia los eximiría de cualquier tipo de demostración.

Uno de estos axiomas es el de la relación positiva y significativamente elevada entre formación laboral y oportunidades para el empleo, Estamos verdaderamente tan convencidos de esta relación que no creo hacer un juicio exagerado de intenciones al afirmar que este supuesto constituye uno de los incentivos importantes, si no el más importante, de cuantos nos han motivado a reunimos aquí a psicólogos, economistas, sociólogos, empresarios, directivos y trabajadores. Existe un convicción colectivo de que la formación para el empleo constituye uno de los ejes fundamentales del desarrollo de nuestros países.

Esta intervención no tiene como objeto cuestionar radicalmente tal convencimiento, sino posibilitar una tomo de conciencia acerca de los aspectos complejos y discutibles de esta relación entre formación y empleo. En definitiva, se trata de negar el carácter axiomático de esta relación y de señalar en qué direcciones debemos caminar, qué interrogantes hemos de solucionar y qué puntos oscuros hemos de clarificar si queremos que se convierte en una afirmación demostrable y demostrada, al menos con el grado de certeza que caracteriza a las ciencias sociales.

1. INTRODUCCION

Los dos textos que seguidamente se recogen pueden dar pie a un comentario que permita ilustrar el carácter intenso y, al mismo tiempo, conflictivo de las relaciones entre formación y empleo.

El primero de ellos dice así:

Con el objetivo prioritario de fomentar el empleo de los colectivos que mayores dificultades encuentran en el mercado de trabajo, y más especialmente de los jóvenes, así como para facilitar el perfeccionamiento y adaptación profesional de los trabajadores pertenecientes a empresas sujetas a planes de reestructuración o reconversión industrial, se debe instrumentar un plan nacional de formación e inserción laboral, que refuerce, establezca objetivos prioritarios y potencie las medidas de política de empleo actualmente vigentes, tendentes a proporcionar y mejorar las cualificaciones y conocimientos necesarios para que los trabajadores mantengan sus puestos de trabajo o accedan a uno nuevo, así como para favorecer la inserción por primera vez de jóvenes que abandonen el sistema educativo. (1)

El segundo texto se expresa de esta manera:

El primer grupo de actuaciones consensuadas entre los agentes sociales y el Gobierno debería consistir en la puesta en marcha del proceso de revisión de cuatro grandes áreas del mercado de trabajo, los mecanismos de contratación, las ordenanzas laborales vigentes, los sistemas de protección ante el desempleo y la formación profesional. La insistencia en la mejora de la formación profesional no es una preocupación gratuita. Una buena parte de nuestras posibilidades de crecimiento futuro están ligadas al éxito o al fracaso del objetivo de aumentar nuestras existencias de capital físico y humano, un reto que exige el adecuado nivel de inversión en educación, en capacitación profesional, en innovación y desarrollo tecnológico y en activos reales, la financiación, tanto pública como privada, de este enorme esfuerzo debe ajustarse a las posibilidades que nuestra economía llene como resultado de nuestra tasa de ahorro doméstico y de nuestro acceso al ahorro externo, resultando, por tanto, inevitable el establecimiento de prioridades cuidadosamente establecidas. (2)

La primera de estas citas forma parte del Preámbulo del Plan Nacional de Formación e Inserción Profesional, publicado por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social el 30 de abril de 1985. El segundo texto pertenece al capítulo 42 del Plan de Competitividad, entregado por el Gobierno Español al Parlamento el día 12 de junio del presente año y objeto, por tanto, de discusión por parte del Gobierno y los interlocutores sociales.

No se precisa un profundo análisis semántico de ambos textos, separados entre Sí por seis años, pero emanados ambos de Gobiernos que siguen el programa de un mismo partido político, para percibir entre ellos una serie de diferencias sobre las que merece la pena reflexionar brevemente:

1. 1. El texto del Plan de Formación y Reinserción Profesional tiene un marcado carácter social (afrontación del desempleo) frente al carácter predominantemente económico (afrontación de la competitividad) del segundo texto.

1.2. Consecuentemente con su enfoque social, el primero de los textos citados entiende la Formación Ocupacional no reglada (que es la que fundamentalmente intenta desarrollar) como una acción orientada a jóvenes que buscan su primer empleo y a operarios que ven peligrar su puesto de trabajo por la reconversión industrial. La Formación Ocupacional es entendida como un remedio a situaciones problemáticas. El Plan de Competitividad, sin embargo, entiende la Formación de Personal como un elemento fundamental del desarrollo económico del país y, en consecuencia, hace referencia especialmente a la Formación Ocupacional continuada, como variable decisiva para la productividad del sistema económico.


(1) Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Plan Nacional de Formación e inserción Profesional, 30 de abril de 1985 (BOE, 31 de Mío de 1985). La última regulación del Plan Nacional de Formación e inserción Profesional se contiene en la O.M. de 4 de abril de 1989 (BOE, 7 de abril de 1989).
(2) Ministerio de Economía y haciendo, Pacto Social de Progreso, 12 de junio de 1991. El País, 13 de Junio de 1991, pág. 61.


1.3. En definitiva, en el texto ministerial de 1985 todavía se entiende el factor humano, en una coyuntura económica de crisis, como un costo que debe ser asumido preferentemente por los Presupuestos del Estado con la colaboración de los Empresas animadas por determinados incentivos económicos. En el Plan de Competitividad, sin embargo, en parte porque la situación económica ha variado y en parte también porque se ha dado una evolución ideológica en los últimos años, el factor humano es entendido como un recurso, una inversión en capital humano, cuya atención no implica en modo alguno una inversión a fondo perdido.

Estas significativas diferencias entre ambos textos parecen indicar que se ha dado una evolución positiva en la Administración por lo que se refiere a un concepto más adecuado de lo que la Formación Ocupacional no reglada supone en una economía de libre mercado. Sin embargo, sin negar este cambio positivo, cabe señalar que en el fondo de ambos textos y por debajo de sus diferencias hay unos supuestos que pudieran calificarse de inquietantes:

- Se supone que la Formación Profesional reglada no ha contribuido suficientemente a la capacitación de la juventud trabajadora, ni cara a la obtención de un puesto de trabajo ni cara al afrontamiento de la competitividad de la mano de obra de los demás países de la CE.

- Se supone que la Formación Ocupacional no reglada no ha sido suficientemente atendida por los interlocutores sociales, de modo que es preciso animar económicamente a empresas y sindicatos.

- Se supone que sigue sin solucionarse el eterno problema de la coordinación entre los Ministerios de Educación y de Trabajo y, más recientemente, entre las Consejerías de las Comunidades Autónomas dotadas de competencias, en lo referente tanto a la Formación Profesional reglada como a la Formación Ocupacional no reglada.

No puede por menos de sorprender a quienes se relacionan desde hace varios años con el tema de la Formación en la Empresa el recibir la impresión de que, bajo Gobiernos de distinto signo político, e incluso bajo distintos sistemas de Gobierno, aparezcan algunos de los problemas que ya se planteaban hace veinte años.

Todo ello debe ayudarnos a un enfoque del problema de la Formación de Personal, en general, y de sus relaciones con el empleo, en concreto, desde una toma de conciencia de su dificultad. Una dificultad que podemos considerar que se extiende por todos los países de economía de libre mercado, aunque en España presente unas características peculiares. Los informes que periódicamente edita el CEDEFOP (Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional) a lo largo de sus quince años de existencia (3) creo que constituyen un testimonio sumamente ilustrativo de la complejidad de las cuestiones a las que debemos enfrentarnos. En el punto siguiente de esta intervención se intentará establecer un cierto orden en esta complejidad.


(3) El Centro Europeo, para el Desarrollo de la Formación Profesional (CEDEFOP) fue creado el 10 de febrero de 1976 por decisión del Consejo de las Comunidades de la CE (Reglamento CEE n2 337/75).


2. CONDICIONANTES DE LA FORMACIÓN DE PERSONAL EN LA ECONOMIA DE LIBRE MERCADO

La Figura 1 intenta, con más o menos éxito, ilustrar el Conjunto de factores (variables independientes y moduladoras del sistema) que inciden, generalmente interactuando entre ti, sobre la Política de Formación Permanente de Personal en los países de economía de mercado.

Evidentemente, la Política de Formación Permanente forma parte de la Política Educativa del país, en la que se integra y de la que depende. Lo cual no implica necesariamente una dependencia única del Ministerio de Educación. La Tradición Cultural (en su sentido más amplio, incluyendo actitudes y sistemas de valores) y el Crecimiento Demográfico son probablemente los dos factores más importantes que influyen sobre esta Política Educativa en el nivel socio-cultural. Pero la Coyuntura Económica (niveles educativos) modula la ejecución de esta política general, al tiempo que influye todavía más directamente sobre la política concreta de Formación Permanente de Personal. Sin embargo, no se debe dar una interpretación demasiado simplista de esta modulación que la situación económica ejerce sobre a política educativa. Es evidente que, cuanto más pobre es un país, menos inversiones podrá realizar en educación. Este fenómeno no requiere demasiadas explicaciones. Pero tal vez debiera hacernos meditar otro fenómeno relacionado con el anterior, pero no identificado con él: cuanto más pobre es un país, en el marco de la economía libre de mercado, menor porcentaje de su PIB dedica a la educación. Dicho de otra manera: se da una correlación positiva y significativa entre RPC y porcentaje del PIB dedicado a la educación.

Esta correlación tampoco debiera sorprendernos demasiado, desde el punto de vista de la psicología de la economía. Encuentra su explicación en un circulo vicioso que no es fácil de romper a corto plazo. Las colectividades con menos recursos económicos y, por tanto, con menos recursos absolutos para las inversiones en educación, suelen ser también quienes, en una jerarquía de valores, sitúan a la educación por debajo de otros bienes de consumo. Este fenómeno se debe, unas veces, porque esos bienes son más necesarios en una perspectiva inmediata (alimentación y vivienda, por ejemplo), Otras veces el fenómeno obedece a que esos bienes son socialmente más visibles y, por tanto, más deseables desde una perspectiva de símbolos de status.

Si el fenómeno se traslada a un nivel familiar, está fuera de toda duda que, en líneas generales, cuanto menores son los ingresos familiares, mayor es la proporción de éstos que se dedican a cubrir necesidades primarias. Así, por ejemplo, en nuestro país, mientras que la familia de un trabajador Invierte más del 70% de sus ingresos en vivienda y alimentación, la familia de un profesional superior no suele Invertir en estos conceptos más del 50% de sus ingresos. Y en el reparto del porcentaje restante, las diferencias siguen siendo notables, especialmente en lo referente a gastos o inversiones en bienes de cultura y, por supuesto, a favor de las familias de rentas más elevadas.

Los países pueden considerarse como grandes familias que reproducen en magnitudes más amplias las conductas de consumo de las unidades familiares que las integran. La educación es un bien en el que los Estados y las familias invertimos porcentualmente más cuanto más renta tenemos y no cuanto más necesitamos de ella.

Es cierto que en el esquema podríamos introducir la expresión gráfica de otras influencias. Por ejemplo, cabría considerar que la demanda desempleo está también condicionada por la tradición cultural y no solamente por el crecimiento demográfico. Pero ésta y otras relaciones no hacen referencia directamente al objeto de esta exposición y por ello, y en aras de una mayor simplicidad, he preferido omitirlas.

Podemos observar que el Nivel de Empleo, que se sitúa dentro del nivel económico, depende básicamente de tres factores: Política Educativa, Demanda de Empleo y Coyuntura Económica. A su vez, él Nivel de Empleo constituye un factor determinante de la Política de Formación Permanente, junto con otros tres factores: dos de ellos socio-culturales (Tradición Cultural y Política Educativa) y el tercero económico (Coyuntura Económica). Estas influencias merecen un breve comentario, porque cada una de ellas presenta unas peculiaridades que pueden ser relevantes a la hora de establecer relaciones entre formación y empleo.

Por ejemplo, la Tradición Cultural constituye un factor de evolución relativamente lenta y, al menos en nuestro país, su influencia es frecuentemente negativa. Nuestra tradición tiende a separar drásticamente formación y desempeño de un puesto de trabajo. Hay unos períodos del desarrollo de la persona que se dedican con preferencia a la educación para obtener un puesto de trabajo. Una vez obtenido éste, la etapa de formación ha terminado. El concepto de Formación Permanente ha sido hasta hace pocos años extraño a nuestra cultura. Por otra parte, el carácter predominantemente estático tanto de la Administración como de la empresa privada ha contribuido a enraizar esta valoración de la formación como algo propio de las primeras etapas de la vida y, por tanto, como un signo de inmadurez: el que reconoce la necesidad de formarse está implícitamente reconociendo sus propias limitaciones.

La Política Educativa, emanada fundamentalmente del Ministerio de Educación y Ciencia, se ha visto condicionada también por esta Tradición Cultural. Todavía actualmente hay agentes de la Administración que, a la hora de deslindar las áreas de competencia de los Ministerios de Educación y Trabajo, afirman tajantemente que la misión especifica del primero de estos organismos es conducir al joven hasta la adquisición de un título que le capacite para la obtención de un puesto de trabajo. Desde el momento en que se alcanza este logro, el ciudadano pasa a ser competencia del Ministerio de Trabajo. No hace falta subrayar que, bajo esta perspectiva, la Formación Permanente constituye un fenómeno molesto que no se sabe bien dónde situar.

Pero debemos insistir especialmente, en razón del título de esta intervención, en la influencia de los factores económicos sobre la Formación Permanente. Esta influencia sigue, como puede verse claramente en el esquema, una doble senda. Hay una acción directa de la coyuntura económica sobre la Formación. Podríamos considerarla como una acción a corto plazo que obedece especialmente a las exigencias inmediatas de la situación económica, vista sobre todo desde la perspectiva de los dos grandes interlocutores sociales: empresas y sindicatos. Esta circunstancia hace que la etapa que atraviesa la coyuntura económica del país (expansión, equilibrio, recesión o depresión) domine de una manera casi despótica la Política de Formación Permanente, como tendremos oportunidad de comentar en el siguiente apartado de nuestra exposición.

La otra Vía de influencia de la coyuntura económica sobre la Política de Formación Permanente es el Nivel de Empleo. Este nivel, frecuentemente expresado más bien como Nivel de Desempleo (tasas de para oficial, para encubierto, subempleo, etc.) mantiene unas relaciones de interacción con la Formación Permanente. Esta Formación no ejerce una mera función de subordinación al mercado de trabajo (reconversión, reciclaje, etc.) sino que, a su vez, influye sobre este mercado. Resulta difícil, en efecto, separar la Formación Permanente de los incentivos salariales o de promoción. La Formación provoca la aparición de unas expectativas que deben ser satisfechas por las organizaciones empresariales, si no sé quiere que desemboquen en frustraciones y, finalmente, en el descrédito de la misma Formación Permanente. En este punto es donde cabe y es deseable una especial intervención de los poderes públicos.

Conviene, por último, hacer una breve referencia, ilustrada por la Figura 2, a los objetivos que directamente busca conseguir la Formación Permanente en las empresas. Siguiendo en este punto la clasificación establecida por Viallet (1982) (4) y centrada en los intereses empresariales, cabe distinguir entre objetivos individuales y grupales, El esquema es lo suficientemente claro y no requiere una explicación pormenorizado. Pero cabe, al menos, comentar algunos puntos del mismo especialmente los objetivos primero y último del área individual. La adquisición de un título o cualificación debe ser objeto de negociación entre el trabajador y la empresa, enmarcándose dentro de una política de desarrollo de la carrera, El objetivo del desarrollo personal puede entenderse de una manera limitada, en el sentido de adquisición de conocimientos complementarlos, no siempre necesarios desde una perspectiva empresarial, o puede entenderse de una manera más amplia, en el sentido de adquisición de nuevas actitudes y valores y de realización personal a través de la tarea. Esta segunda interpretación, lamentablemente menos frecuente, plantea la cuestión de la evolución positiva del autoconcepto y de la autoestima del empleado y, a través de esta evolución, de su grado de integración en la organización empresarial.


(4) Viallet, F (1982), "The firm, the training and education mille". Informes CEDEFOP, n 19, sept., 1982, págs. 5-6.


3. NIVEL DE EMPLEO Y FORMACION PERMANENTE

Este apartado intenta centrarse sobre el núcleo del proceso reproducido en la Figura 1, con el objetivo de plantear la disonancia que puede existir entre inversión pública y rentabilidad a corto plazo de la Formación de Personal en las empresas, cuando se la considera en relación con el Nivel de Empleo. Las Tablas 1 y 2 ilustran significativamente esta posible disonancia.

En una coyuntura económica positiva de expansión, el nivel de empleo se caracteriza por un exceso de oferta de puestos de trabajo. Las empresas se sienten urgidas por la necesidad de disponer de una mano de obra abundante de trabajadores de línea, En este sentido están dispuestas a una inversión alta en Formación de Personal, por cuanto esta inversión será rápidamente amortizada por la alta productividad y rentabilidad de los empleados así formados. Por otra parte, la escasez de mano de obra preparada para atender los requerimientos de la expansión económica hará que los salarios se eleven excesivamente con un consiguiente incremento de la inflación.

Para controlar una excesiva subida de salarios y atender a las demandas privadas de mano de obra, los países desarrollados de Europa recurrieron en los sesenta a trabajadores, procedentes migración exterior. Alemania puede considerarse el paradigma de esta situación. Tratándose de un país con un elevado nivel formación profesional reglada y dotado por tanto, de excelentes mandos intermedios y obreros especializados, sus empresas invirtieron cantidades considerables en formación ocupacional de trabajador línea.

Por los mismos años, otros países, como España, iniciaron su proceso de despegue económico y de industrialización. Su recurso para el control de los salarios se basó en la migración interna, del sector primario al secundario principalmente. Carente de un personal cualificado, debido a una Formación Profesional reglada escasa y poco prestigiada, las empresas españolas se encontraron con un problema que económicamente no podían afrontar.

Estos dos casos extremos de una situación de exceso de oferta de empleo tuvieron como consecuencia una distinta intensidad de la inversión pública en Formación Ocupacional económica exigía la rápida adquisición de destrezas por parte de los trabajadores. La adquisición individual de estas destrezas no era costosa, pero el elevado número de trabajadores que fue preciso someter a este reciclaje disparó los presupuestos de formación. Mientras en la República Federal las empresas hicieron frente a estos gastos, en España hubo de ser costeada en gran parte con dinero público invertido en los famosos cursos del PPO. Sin esta inversión pública cuantiosa, el "milagro" industrial de la España de los sesenta no hubiera tenido lugar.

En una situación de pleno empleo, que frecuentemente es relativamente inestable, salvo en países con una economía muy desarrollada y unos mercados asegurados, la inversión de las empresas en Formación Ocupacional es alta, pero incentivada por unos objetivos que no van mucho más allá de una planificación a medio plazo. Esta circunstancia hace que la inversión pública no deba desaparecer, si no se quiere correr el riesgo de un "desarme" de la masa laboral ante los posibles procesos de cambio, El gran reto de los países desarrollados con situación de pleno empleo (Estados Unidos, Japón y los países más desarrollados de la CE) es la prospectiva. Es decir, es su capacidad de prever a medio y largo plazo el impacto de las innovaciones tecnológicas sobre los sistemas y costos de producción y el impacto de las evoluciones del mercado sobre los sistemas y costos de comercialización, Cuando esta capacidad de prospectiva falla, las economías de estos países van a remolque de unos acontecimientos cuyo desarrollo no dominan o dominan tan sólo parcialmente. Se ven obligados a planificar a corto plazo y la política de empleo queda desbordada por estos mismos acontecimientos.

Estas circunstancias aconsejan que la Inversión pública en Formación Ocupacional, aunque disminuya, no deba desaparecer. La capacidad prospectiva de los Estados debiera ser lógicamente mayor que la de las empresas privadas y, por tanto, su gestión debe orientarse a favorecer las áreas de Formación Ocupacional que se prevé serán prioritarias a medio plazo. La Administración se debe constituir en la gran detectora de futuros procesos de cambio. Si esta detección tiene lugar y se dá una colaboración entre el sector público y el privado, los programas de Formación Ocupacional presentarán una incidencia alta y positiva sobre el empleo.

En las situaciones de empleo semipleno y comienzo de la recesión, los acontecimientos suelen desbordar las políticas de formación especialmente en las pequeñas y medianas empresas. Estas situaciones se caracterizan por una pérdida progresiva de mercado, debida fundamentalmente a dos factores: costes de producción no competitivos y mal funcionamiento de los canales de comercialización. Los objetivos de la Formación Ocupacional en este caso deben orientarse a facilitar la reconversión mediante la adquisición de nuevas destrezas y a incrementar el potencial humano de la población laboral. Pero el efecto de esta política sobre el empleo no es inmediato y, por tanto, no es fácil conseguir de las empresas una inversión en Formación Ocupacional que no les va a ser rentable a corto plazo.

En general, y el ejemplo de la España de finales de los setenta es muy ilustrativo, la recesión inicial lleva consigo un retraimiento de las empresas en sus gastos de Formación Ocupacional. Si este retraimiento no es compensado por la intervención pública, nos encontramos prisioneros de un proceso de deterioro progresivo, en el que brilla por su ausencia toda política de afrontamiento serio de la situación y de preparación de los recursos humanos para una futura recuperación económica.

Por último, en la coyuntura de depresión, con unas empresas descapitalizadas y una mano de obra desmoralizada por el riesgo amenazados del desempleo, las posibilidades de inversión de las empresas en Formación Ocupacional son mínimas y la misma base social se encuentra preocupada por una problemática que, al parecer, poco tiene que ver con la formación continua. Estas situaciones son las que exigen una política decidida de Inversiones públicas en Formación Ocupacional. Una política evidentemente a largo plazo, porque el proceso de liberación de la depresión es largo y costoso y porque las acciones de formación durante el mismo constituyen una inversión para el futuro, pero no una panacea que tenga como efecto inmediato la reducción del desempleo.

De este breve recorrido por las posibles situaciones económicas de un país o de una región y de la incidencia, dentro de ellas de la Formación Ocupacional sobre el empleo, se pueden extraer una serie de consecuencias interesantes:

3.1. La relación entre Formación Ocupacional e incremento de nivel de empleo oscila en función de la situación económica de país. Puede decirse que, en general, esta relación es más elevada a corto plazo cuanto más estable es la coyuntura económica, En situaciones de depresión, la Formación Ocupacional no constituye un remedio inmediato y, por tanto, no es contemplada por las empresas, especialmente por las pequeñas y medianas, como una inversión rentable.

3.2. La falta de inversión privada en Formación Ocupacional en situaciones de crisis económica hace más necesaria el incremento de la Inversión pública en estas situaciones. Sin este incremento, el país afectado no podrá liberarse de una dependencia económica que perpetuará la situación de depresión.

3.3. Sin embargo, la inversión pública en Formación Ocupacional o Permanente no se ve exenta de dificultades. La Formación Ocupacional, en efecto, si quiere ser eficaz, debe realizarse en el puesto de trabajo, es decir, en el interior de las empresas públicas y privadas. Esta condición implica un coste adicional para el empresario privado, que es menester compensar con determinados incentivos.

3.4. De hecho, la cooperación entre la Administración y las empresas para la Formación Ocupacional constituye el talón de Aquiles de la Política de Formación Permanente en todos los países de la CE, No existe un modelo común para esta cooperación, pero no deja de ser significativo que los países, como Alemania y Francia, que han conseguido un equilibrio más estable entre ambos cooperantes sean los que parecen afrontar mejor los retos de la tecnología y del mercado único.

3.5. Aunque no están explicitados en los esquemas que acabamos de comentar, las políticas de los sindicatos con respecto a la Formación Profesional en general y a la Formación Ocupacional en concreto, constituyen un factor a tener en cuenta. Es sintomático que, en los informes periódicos del CEDEFOP, el tema del compromiso de los interlocutores sociales como la Formación Profesional vaya adquiriendo una presencia cada vez mayor (5).

4. FORMACION Y EMPLEO EN LOS PAISES DE LA CE: UNA VISION CRITICA

Hasta aquí hemos llevado a cabo conjuntamente un recorrido a través de las no fáciles relaciones entre Formación Ocupacional y Nivel de Empleo en las economías de libre mercado. Se ha llegado a un cierto diagnóstico de cuáles deben ser estas relaciones y conviene, a la luz de este diagnóstico, iniciar un breve juicio crítico sobre cómo son realmente estas relaciones, especialmente en lo referente a la cooperación entre la inversión pública y el sector empresarial privado.

El interés y el compromiso en las cuestiones relacionadas con la formación profesional en los países europeos con economía de mercado, han de considerarse en general como relativamente bajos. Esta afirmación podría considerarse como fruto de una actitud demagógica, si no fuera porque su autor, Manuel Marín, es el Vicepresidente de la Comisión de las Comunidades Europeas (6).

Pero prescindiendo de la autoridad del emisor de esta sentencia, una somera revisión histórica de lo que ha sido la Formación Profesional, tanto reglado como ocupacional, en los países de la CE, permitiría llegar a las siguientes conclusiones:

4. 1. La mayoría de estos países -y España entre ellos- no ha conseguido superar el prejuicio de que la Formación Profesional es una pariente pobre del sistema educativo, que se alimenta de los segmentos de población que no han podido alcanzar un título superior. Y este concepto no es tanto el simple producto de una política equivocada sino una actitud enraizada en los diversos estamentos de la sociedad.

4.2. La separación entre formación humanística y científica y formación técnica ha sido tan radical que en muchos países -y España entre ellos- la misma formación técnica superior se impartía al margen de la Universidad hasta épocas bien recientes.

4.3. Por paradójico que actualmente nos pueda parecer, fueron las empresas quienes se preocuparan primeramente de impartir una Formación Profesional, constituyendo muchos de ellas (con todos los inconvenientes de un enfoque excesivamente paternalista) sus Escuelas de Aprendices, en ausencia de Iniciativas estatales en ese sentido.


(5) A este problema, por ejemplo, se han dedicado dos de los últimos Documentos del CEDEFOP: El dialogo social en los Estados miembros de la *Comunidad Europea en el sector de la formación profesional y la formación continua, Berlín, 1988; El papel de los interlocutores sociales en la formación profesional Inicial y continua, Berlín, 1990.
(6) Marín, del Sobre el diálogo social en el marco del desarrollo de las comunidades Europeas. En CEDEFOP (Ed.) El dialogo social en los Estados miembros de la Comunidad Europea en el sector de la formación profesional continua, Berlín, 1988, pág. 16.


4.4. La actitud de los representantes de los trabajadores con respecto especialmente a la Formación Ocupacional y permanente ha sido, cuanto menos, ambigua. Las razones de esta ambigüedad son varios:

Afortunadamente esta ambigüedad tiende a desaparecer y a ser sustituida por una actitud positiva de los sindicatos hacia la Formación. Pero la dramática Situación de desempleo de amplios sectores de la población, especialmente de los jóvenes y de los trabajadores en para mayores de cuarenta años, ha hecho que las reivindicaciones sindicales hayan ido en el sentido de una atención preferente hacia estos sectores, con una menor preocupación por la Formación Continua del trabajador que dispone de un puesto de trabajo aparentemente estable.

Sin negar la urgencia de las acciones de Formación hacia estos dos sectores más desfavorecidos, es preciso insistir en que una política de prevención del desempleo debe pivotar sobre dos ejes fundamentales:

- Sobre la capacidad de prever las aptitudes y destrezas necesarias a medio y largo plazo, en función de la evolución de la tecnología y del mercado.

- Sobre la capacidad de diseñar acciones de formación basadas en estas previsiones y no solamente sobre las necesidades actualmente vividas y sentidas.

Estos dos ejes, a mi entender, no pueden desarrollarse sin la colaboración de los tres Interlocutores: Estado, Empresas y Sindicatos.

Desde esta perspectiva, considero que la actual política de incentivación de las acciones de formación de las empresas sobre la base de refuerzos económicos es insuficiente, aunque tal vez sea la única posible, teniendo en cuenta el grado de mentalización de los interlocutores sociales.

En efecto, la incentivación económica de la Formación que se lleva a cabo, por ejemplo, a través del Fondo Social Europeo y que implica la aportación de decenas de miles de millones de pesetas al año, corre el riesgo de convertirse en un balón de oxígeno para determinadas empresas en crisis, sin que la Formación se vea directamente beneficiada. Es cierto que la CE establece unos procedimientos muy rigurosos de control de estas ayudas, pero también es cierto que no es imposible escaparse a este control, cuya, aplicación pormenorizado sería costosísima.

Otro sistema de incentivación económica al que han recurrido varios países, entre ellos España, es el recurso a los contratos de personal en formación y a los contratos en prácticas (7). A mi entender, no cabe razonablemente poner en cuestión la recta intención del legislador al establecer sistemas de exenciones para estos contratos. Pero si cabe razonablemente cuestionar si verdaderamente de muchos de estos contratos, centrados especialmente sobre personal que accede a su primer empleo cumplen los requisitos que la legislación establece. En el año 1989 el número contratos para personal en Formación ascendió a 331.558, y el número de contratos en Prácticas fue de 222.437. Sumados los afectados por ambas clases de contratación, su número asciende a 553.995 trabajadores cuya responsabilidad de formación asumen las empresas. Cabría preguntarse si hay proporción entre este número de contrataciones, con el esfuerzo económico que implica para el Estado, y su incidencia re sobre la formación de estos sectores empleados (8).


(7) Actualmente existen en España quince clases distintas de Contratos de Trabajo. Los contratos para la formación están regulados por el Estatuto de los Trabajadores, de 10 de marzo de 1980 (BOE del 14 de marzo de 1960), por la ley 32/84 de Modificación de determinados artículos del estatuto de los Trabajadores, de 2 de ~o de 1984 (BOE del 4 de ~o de 1984), por el Real Decreto sobre Regulación de los contratos en prácticas y para la formación, de 31 de octubre de 1984 (BOE del 9 de noviembre de 1984) y por la Orden Ministerial del 4 de abril de 1989 (BOE del 7 de abril de 1989). Los contratos en prácticas están regulados por las mismas disposiciones citadas para los contratos para la formación y, además, por la Resolución de 1 de febrero de 1982 (BOE del 5 de febrero de 1982).
(8) Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Guía Laboral 1990, Ed. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1990, pág. 98.


Toda generalización es injusta. Cabe pensar que la mayoría de las empresas hace un uso adecuado de esta incentivaciones económicas. Cabe pensar incluso que las empresas que tienen conciencia de la oportunidad que se les ofrece para mejorar la formación de su personal, para incrementar potencial de sus recursos humanos y para incorporar nuevos trabajadores, adiestrados en las habilidades específicas de la organización. Lamentablemente hay también empresas y, lo que es más lamentable todavía, Instituciones públicas, que abusan de este tipo de contrataciones, apurando su renovación hasta los tres años que marca la legislación despidiendo sistemáticamente a los trabajadores que teóricamente han estado formando durante ese periodo de tiempo.

Estos abusos explican tal vez no sólo el que las organizaciones sindicales sé hayan mostrado reticentes a estas contrataciones, sino que el mismo Gobierno de nuestro país parezca inclinarse por una reducción de las ventajas inherentes a las mismas, reduciendo de tres a dos años la duración máxima de los contratos e incluso eliminando algunas de las exenciones económicas.

No parece ser excesivamente riguroso considerar que el llegar a esta situación constituye un fenómeno lamentable y una verdadera lacra en una sociedad de libre mercado que debe tener como uno de sus principios fundamentales el acceso de todo individuo a, una formación que le capacite para competir en el mundo laboral. El recurrir a las ayudas a la formación como sistema para liberalizar las rigideces -presuntas o reales- de la contratación laboral denota hasta qué punto una parte de, nuestros empleados no han entendido ni poco ni mucho la trascendencia del adiestramiento de nuestra mano de obra cara a la tan temida competitividad de los trabajadores de los países de la CE.

5. CONCLUSIONES

Para terminar conviene que las conclusiones de esta intervención no revistan la forma de afirmaciones tajantes, más o menos pesimistas, mal o menos esperanzadoras, sino que adopten la forma de una serie de interrogantes cuya respuesta no es clara pero a cuya clarificación deben contribuir los psicólogos del trabajo:

¿Están bien delimitadas en los países de economía de mercado las competencias de los diferentes Ministerios (Educación, Trabajo, Economía) en orden a planificar una política de Formación que tenga verdadera Incidencia en el Nivel de Empleo?

¿Se ha progresado lo suficiente en la mentalización de nuestros empresarios en el sentido de crear en ellos la conciencia de que las inversiones privadas en Formación deben superar los estrechos márgenes de la planificación económica a corto plazo?

¿Se ha progresado lo suficiente en la mentalización de los responsables públicos de la Formación de Personal en el sentido de crear en ellos la conciencia de que su responsabilidad va más allá de la mera atención a la situación de determinados colectivos especialmente amenazados por el desempleo?

¿Cabe la esperanza de que los Interlocutores sociales, tradicionalmente tan desconfiados entre sí, lleguen al convencimiento de que los problemas que plantea la Formación Ocupacional o son objeto de una cooperación entre dichos interlocutores o son simplemente irresolubles?.

Las respuestas a estos interrogantes y a otros muchos que no explícito en aras a la brevedad constituyen otros tantos escalones en la difícil tarea de construir una Formación de Personal que suponga una aportación significativa a la mejora de la situación económica general de nuestros países y a la reducción del desempleo. Ciertamente no conviene caer en una nueva especie de "optimismo pedagógico". La Formación de Personal no es una panacea para todos los problemas económicos que se le pueden plantear a una colectividad, pero si es una condición sine qua non para abordar con seriedad las diferentes soluciones alternativas a estos problemas.

El sentir oficial y la política real de la CE se orientan claramente hacia un replanteamiento serio de la Formación de Personal en sus distintas variantes. Pero este sentir oficial y esta política real no bastan para cambiar actitudes anquilosadas, recelos, desconfianzas y planteamientos economicistas más propios del tendero de la esquina que del empresariado moderno. Se precisa la acción del experto en ciencias sociales como agente de cambio actitudinal.

Roquetas de Mar (Almería),
5 de agosto de 1991.