RECENSION
E1 título de esta obra puede resultar excesivamente concreto, referido a un tema de interés muy específico de determinados profesionales, como psicólogos, pedagogos o, en todo caso, responsables de la organización educativa. Pero no nos dejemos despistar por esta primera impresión. Si vamos un poco más-allá, nos damos cuenta de que nos plantea un hecho que contradice la tendencia hacia una sociedad "unisex" que supuestamente caracteriza el momento presente en nuestro país y, en general, en la llamada sociedad occidental. Si existe una igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, si ya no hay discriminación por, sexo ni en el acceso a la educación ni en el acceso a un puesto de trabajo, ¿por qué sigue habiendo carreras típicamente femeninas y carreras típicamente masculinas?. Evidentemente, porque en las primeras predominan las mujeres y en las segundas los hombres. Parece una verdad de perogrullo, pero tiene importantes implicaciones, que son rigurosamente analizadas en este trabajo.
Ya desde la introducción la autora nos plantea abiertamente la paradoja: cada vez más mujeres en la universidad, llegando incluso a superar en número a los hombres, cada vez más mujeres en puestos de trabajo que antes sólo ocupaban hombres, cada vez peor visto el modelo de hombre machista y más valorado el de compañero que colabora en las tareas domésticas y en la crianza de los hijos. En fin, parece que los tiempos están cambiando. Sin embargo, aún existen importantes y resistentes vestigios del pasado.
Y ¿qué hay de malo en que determinadas carreras universitarias sean preferidas por las mujeres y rechazadas por los hombres y con otras ocurra lo contrario? Aparentemente nada. Lo preocupante es que las carreras elegidas mayoritariamente por mujeres son en general peor valoradas y llevan asociado un menor prestigio social. Un dato significativo en este sentido, citado en la obra, es la inclusión de la tasa de mujeres matriculadas en Ciencias y en Ingeniería como uno de los indicadores sociales empleados por la ONU para evaluar la situación de la mujer en materia de educación. Este interés por potenciar el acceso de las mujeres a las carreras técnicas es muy positivo, sin duda, pero hace más llamativa la falta de preocupación por alentar el acceso de los hombres a carreras consideradas típicamente femeninas. Como afirma la autora, "si el objetivo es el ir creando una sociedad donde el sexo de las personas no determine qué papel van a desempeñar en el plano profesional, tan importante es que las mujeres accedan a roles tradicionalmente considerados como masculinos como el que los hombres accedan a roles tradicionalmente femeninos. De otra manera, sólo se conseguiría una asimilación por parte de un grupo de mujeres, seguramente minoritario, de algunos valores asociados a lo masculino y una devaluación de determinados roles que seguirían siendo ocupados mayoritariamente por mujeres".
Pero, ¿qué es lo que determina las diferencias de elección? y, lo que es igualmente interesante, ¿qué ocurre con las personas que eligen una carrera típica del otro sexo?. El tema es importante no sólo por ser de actualidad -las diferencias entre hombres y mujeres siempre lo son, precisamente porque lo de "unisex" es pura fachada- sino porque se trata de un caso prototípico de funcionamiento de los estereotipos de género. Esta es, la pieza clave a partir de la cual la autora monta toda su trama argumental y su trabajo empírico.
No se adopta en este trabajo un enfoque sociológico, ni tampoco uno basado en diferencias individuales de tipo psicológico a la hora de analizar los determinantes de la elección de estudios, sino una perspectiva psicosocial. Aquí reside, como señala el profesor Francisco Morales en el prólogo de la obra, su aspecto más original. La elección de este enfoque viene en parte motivada por la imposibilidad de explicar el fenómeno atendiendo a variables sociológicas, como resultados académicos previos, clase social o nivel de estudios de los padres. En todas estas dimensiones los chicos y las chicas se distribuyen de forma bastante homogénea. El mismo problema plantean las variables psicológicas individuales, como características de personalidad, nivel de inteligencia, etc.
Dos cuestiones importantes que caracterizan este enfoque psicosocial son la distinción entre. sexo y género y la importancia que concede a los estereotipos presentes en la sociedad. El sexo biológico tiene importancia sólo en el sentido de que determina, en principio, que una persona pertenezca a una de dos categorías sociales: hombre o mujer. Pero lo realmente pertinente en este tema no es el sexo sino el género, es decir, las creencias y pescripciones culturales que existen sobre esas categorías. Aquí es donde intervienen los estereotipos. Aunque nos neguemos a reconocerlo, no describiríamos igual a la mujer típica y al hombre típico. Nuestras actitudes hacia esos dos seres imaginarios o reales n.o son las mismas. A cada uno le atribuiríamos rasgos diferentes y de cada uno esperaríamos distintas formas de comportarse en determinadas situaciones. Si la señora Thatcher se hubiera llamado Charles en lugar de Margaret, ¿habría sido apodado "caballero de hierro? Probablemente no, porque su comportamiento encaja mucho mejor en el estereotipo masculino. Es su carácter discordante en cuanto a lo esperable o lo "normal" en la categoría social "mujer", es decir en cuanto al estereotipo femenino, lo que le ha hecho merecedora del apelativo en cuestión.
El mérito de este trabajo consiste en abordar el tema con una visión más amplia de lo que es usual. Se hace especial hincapié en el análisis de procesos psicosociales como los que hemos mencionado, pero no se descuidan los aspectos sociodemográficos ni los psicológicos. El resultado de todo ello es un estudio riguroso, y al mismo tiempo honesto, que deja al lector con la sensación de que todos somos iguales, pero unos más que otros.