EXPERIENCIA
RESUMEN RESULTADOS
A partir del modelo de estrés psicosocial propuesto por Matteson e Ivancevich (1987) se estudia la relación secuencial existente entre factores socio-organizacionales, actitudes laborales y estrés asistencial (burnout). Los resultados muestran como sólo dos de los factores sociodemográficos e intrínsecos al puesto, en concreto la antigüedad en el servicio y el conflicto de rol, predicen el burnout. Por otra parte, tanto la satisfacción como la implicación laboral inciden de manera causal sobre el burnout, lo que confirma el carácter mediador de estas variables
A modified version of a process model of psycho-social stress proposed by Matteson and Ivancevich (1987) was used to study the sequential relationship between social and organizational factors, job attitudes and burnout in health professionals. The results showed that only two organizational factors, role conflict and time in service, predicted psychological burnout. Then job satisfaction and involvement appeared to have causal relationship to burnout, stressing their mediator role.
Estrés. Burnout. Actitudes laborales. Profesionales de la salud.
Stress. Burnout. Job attitudes. Health professionals.
La aproximación psicosocial al fenómeno laboral se ha centrado, en gran medida, en el análisis de las actitudes y conducta de los empleados. La propia definición psicológica del comportamiento organizacional suele referirse a un conjunto de variables resultantes de un complejo proceso de adaptación recíproca entre individuo y organización social. Desde esta perspectiva interactiva se entiende que debe existir congruencia o ajuste óptimo entre las demandas laborales, características del puesto, etc. y las dimensiones personales. En caso contrario, se derivarán toda una serie de consecuencias tanto a nivel fisiológico como psicológico que incidirán de manera negativa en la calidad de vida laboral y la salud socioeconómica de la empresa.
Quizá la satisfacción laboral y el estrés ocupacional sean los criterios fundamentales a los que más intensamente se han dedicado los modelos de ajuste laboral. Ya sea a través de la correspondencia entre ambiente laboral y variables de personalidad, necesidades de autorrealización y características del puesto, etc., los niveles de satisfacción laboral parecen estar estrechamente ligados a la interacción congruente entre persona y medio organizacional (Arvey, Carter y Buerkley, 1991). En el caso del estrés son también numerosos los modelos que explícita o implícitamente se encuadran dentro de esta perspectiva, bien considerando los desajustes entre demandas ambientales y estrategias personales de afrontamiento (Sells, 1970; McGrath, 1976), o atendiendo a la discrepancia entre características del ambiente laboral y expectativas, deseos o preferencias de los individuos (Cox, 1978; Edwars, 1988).
A nivel empírico, estrés y satisfacción suelen presentar relaciones significativas de carácter negativo en un amplio espectro laboral (pe. Norbeck, 1985; Fletcher, 1988; Montalbán, Bellido, Gómez y Bravo, 1993). También los estresores ligados intrínsecamente al puesto, como el estrés de rol, presentan relaciones de tipo negativo con la satisfacción y otras actitudes laborales (Peiró, 1993). El denominado síndrome de «burnout» (Freudenberger, 1979) muestra igualmente una relación inversa con la satisfacción laboral (McDermott, 1984; García, 1991). Más aún, algunos autores, como Dolan (1986), llegan a la conclusión de que la propia satisfacción laboral es un buen predictor del «burnout», si bien, algunos otros investigadores consideran la relación causal de manera inversa (Walpin, Burke y Greenglass, 1991). El «burnout» se definiría como una modalidad específica de estrés laboral caracterizado por agotamiento emocional, despersonalización en el trato con clientes y usuarios y dificultad para la realización personal en el trabajo (Maslach y Jackson, 1982), que suele ser más común en profesiones de servicio sanitario, social, educativo, etc., por lo que en castellano ha recibido la traducción de estrés laboral asistencial. Este tipo de ocupaciones están ligadas tradicionalmente a una ética humanista de asistencia a la comunidad, con una fuerte identificación vocacional y un sistema consistente de expectativas laborales que no siempre encuentran su reflejo en las correspondientes estructuras organizacionales. En concreto algunos estresores intrínsecos al desempeño de roles aparecen documentados en la literatura como predictores del estrés asistencial, ya sea en su versión de conflicto de rol, presencia de expectativas y demandas incompatibles entre sí, o de ambigüedad de rol, derivada de la insuficiencia informativa sobre el desempeño del mismo. En concreto, Cash (1991) evaluando colectivos profesionales de enfermería concluye que el conflicto y la ambigüedad de rol aparecen relacionados positivamente con agotamiento emocional y 'despersonalización y negativamente con el sentimiento de realización personal. En nuestro país, Gil-Monte, Peiró y Valcárcel (1993) obtienen resultados similares para el conflicto de rol, mientras que la ambigüedad restringe su influencia a la realización personal.
En línea con esta argumentación nos parece relevante incluir a la implicación laboral entre las variables relacionadas, actitud laboral definida como el «estado de creencia cognitiva que refleja el grado de identificación psicológica con el propio puesto de trabajo» (De Elena y González, 1993). Así la implicación en el trabajo puede llegar a predecir algunos criterios de adaptación laboral como absentismo y rotación de personal.
El Modelo de Estrés Orientado a la Dirección de Matteson e Ivancevich (1987) contempla también el papel de la insatisfacción y la baja implicación laboral como mediadores en el establecimiento del «burnout». Distinguen los autores cuatro elementos básicos: estresores intraorganizacionales y extraorganizacionales, entre ellos conflicto y ambigüedad de rol, apreciación subjetiva de la situación, resultados de esta apreciación tanto a nivel fisiológico como psicológico y comportamental, y consecuencias referidas a la salud y al desempeño del individuo. Es interesante destacar la diferenciación de efectos derivados de los elementos estresantes que introduce el modelo: resultados a corto plazo de naturaleza transitoria donde se encuadraría la insatisfacción y la baja implicación, que conjuntamente con las diferencias individuales modularían otras consecuencias más permanentes que incluirían problemas físicos asociados y «burnout». Desde este punto de vista sincrónico se insiste, por tanto, en el papel mediador de las actitudes laborales en la aparición del estrés asistencial. Por su parte, el ciclo de desarrollo del estrés en profesiones de ayuda propuesto por Edelwich y Brodsky (1980) recoge cuatro momentos caracterizados por:
- Entusiasmo, como etapa inicial de acceso a un nuevo puesto en la que la actividad laboral y las expectativas derivadas de la misma cobran una gran importancia.
- Estancamiento, al que llega el sujeto tras comprobar el incumplimiento de expectativas. Aunque el trabajo todavía represente una posible fuente de realización personal comienzan a replantearse las condiciones de ajuste entre esfuerzo personal y beneficios.
- Frustración, donde comienza a cuestionarse la eficacia del esfuerzo personal frente a los obstáculos derivados del desempeño de funciones. Aunque existe la posibilidad de afrontar la situación y encauzar el malestar hacia una nueva fase de entusiasmo, la falta de recursos personales y organizacionales pueden condicionar el tránsito a una fase de apatía.
- Apatía a partir de un sentimiento creciente de distanciamiento y desimplicación laboral, que conlleva evitación e incluso inhibición de la actividad profesional.
No es tan explícita sin embargo la relación empírica entre implicación y estrés debido, en parte, al papel preponderante otorgado a la satisfacción, que hasta fechas recientes ha monopolizado la investigación en actitudes laborales. Recientemente, García, San Juan e Ibarbia (1994) refieren correlaciones negativas entre estrés asistencial e implicación, como factor inherente al clima sociolaboral. A través de un análisis de regresión múltiple, la implicación aparece igualmente como predictor significativo del «burnout» junto a las estrategias de afrontamiento y el balance de afectos.
El personal sanitario, y en concreto el de enfermería, es el ámbito profesional sobre el que se ha centrado mayor número de investigaciones referidas a este tipo de estrés laboral, dada la especial relevancia de la función asistencial en el medio hospitalario. La nefasta incidencia del síndrome de «burnout» tanto sobre los profesionales que lo padecen como en la calidad de oferta sanitaria de los sistemas de salud pública ha sido materia de debate reciente en el Parlamento Europeo a través del «informe Hermans-Lenz». En el citado informe se destaca como el desfase existente entre el espíritu altruista implícito a este tipo de actividades, la formación recibida y la realidad laboral constituye uno de los factores de riesgo para la aparición del «burnout».
Por otra parte, entre las variables demográficas y organizacionales que suelen aparecer relacionadas con el síndrome destacan la edad, la experiencia profesional, el sexo, el estado civil, la situación laboral, las características de los servicios donde se desempeña el trabajo, etc. En general, se trata de relaciones empíricas a nivel descriptivo sin demasiada conexión teórica con la naturaleza diferencial del estrés asistencial. Así, por ejemplo, en torno a los efectos de la antigüedad profesional se ha suscitado una polémica avivada por la confusa operacionalización de variables relacionadas, tales como edad, antigüedad en la profesión y en el puesto, y por resultados contradictorios que van desde la relación inversa a la inexistencia de la misma. De cualquier modo, y tal como apunta Numerof (1983), la permanencia de los sujetos en determinados puestos depende en gran medida de la capacidad de afrontamiento y adaptación a las demandas ambientales y niveles de estrés derivados de los mismos, que favorecerá una cierta inmunidad entre los trabajadores más veteranos. La evidencia empírica con respecto a la situación laboral del personal implicado no aporta excesiva luz sobre la influencia de esta variable. Recientemente, García (1991) encuentra diferencias significativas en cuanto a la titularidad del puesto, de modo que los empleados con estabilidad contractual obtienen niveles más altos de «burnout».
El objetivo del presente estudio es doble: por una parte, evidenciar las influencias de un conjunto de variables sociodemográficas y organizacionales sobre las actitudes laborales y la experiencia de estrés asistencial y, por otra, analizar la posible secuencia de interacción existente entre satisfacción, implicación laboral y estrés asistencial en organizaciones sanitarias. Para ello formulamos, a partir de la distinción introducida por Matteson e Ivancevich (1987), un modelo secuencial de estrés laboral-asistencial en base a la siguiente diferenciación de variables:
- Variables antecedentes: variables sociodemográficas e intrínsecas al puesto en referencia a sexo, edad, antigüedad en la profesión, antigüedad en el puesto, nivel ocupacional, relación contractual, tipo de servicio y conflicto de rol asociado.
- Variables moduladoras: actitudes laborales, en concreto satisfacción e implicación laboral.
- Variable consecuente: síndrome de «burnout» o estrés laboral-asistencial.
La muestra seleccionada para la realización del presente estudio estaba compuesta por 76 empleados del Servicio Andaluz de Salud, en concreto de las unidades móviles del Centro Regional de Transfusión Sanguínea de Málaga y del Servicio de Urgencias del Pabellón C del Hospital Regional «Carlos Haya» de la misma ciudad. El tipo de puesto desempeñado y las categorías laborales eran variadas . Los datos se obtuvieron a través de encuesta entregada personalmente en sobre cerrado. De las 76 entregadas, 52 fueron devueltas debidamente cumplimentadas.
El sobre contenía una carta de presentación que especificaba los objetivos generales del estudio, al tiempo que garantizaba las condiciones de confidencialidad del mismo. Asimismo se adjuntaba el correspondiente cuestionario que constaba de 46 preguntas agrupadas con diferentes formatos de respuesta que abordaban cinco dimensiones básicas.
Estos cuatro ámbitos de evaluación estaban referidos a:
- Características sociodemográficas e intrínsecas al puesto atendiendo a:
* Conflicto de rol: Evaluado a través de una adaptación de 11 ítems del Cuestionario de Conflicto de Rol de Peiró, Meliá, Zacares y González-Romá (1987) en los que el sujeto debe expresar (de 1 a 4) la frecuencia de aparición de una serie de condiciones y situaciones laborales caracterizadas por la incompatibilidad de demandas y/o expectativas planteadas. La consistencia interna se situó en .77.
* Satisfacción laboral. Evaluada mediante una escala de 18 ítems que atendía a las diversas dimensiones de los puestos en cuestión, ante los que el sujeto debía mostrar su grado de satisfacción (de 1 a 5). Para esta medida obtuvimos un alpha de .80.
* Implicación laboral. A partir de la tradicional medida de Lodahl y Kejner (1965) se elaboró una escala de 9 ítems adaptada al ámbito sanitario. El sujeto debía expresar su grado de acuerdo con una serie de afirmaciones referidas a su identificación con el puesto, dedicación, etc. La consistencia interna fue de .70.
* Estrés asistencial. A partir de una adaptación reducida del cuestionario M.B.I. de Maslach y Jackson (1981) se desarrolló una escala de 11 ítems, respetando el formato de respuesta (frecuencia de aparición de pensamientos, sentimientos, etc.) y la estructura factorial original. El alpha se situó en .75.
Los análisis consiguientes se realizaron a partir del programa LISREL VII (Jöreskog y Sörbom, 1988), mediante el procedimiento de máxima verosimilitud para la estimación de parámetros que nos permite evaluar el grado de ajuste entre el modelo propuesto en base a nuestras variables antecedentes, moduladoras y consecuentes, y los datos obtenidos en la fase de evaluación. El modelo presentó un óptimo nivel de ajuste, alcanzando los Índices de bondad de ajuste (GF1) y de bondad ajustado (AGFI) valores cercanos a 1, en concreto .99 y .96, respectivamente; por su parte, la raíz cuadrada de la media residual (RMSR) se situó en .032, valor inferior a .05 que se considera mínimo de significación. En la figura 1 aparece una representación del modelo hipotetizado con las relaciones secuenciales entre variables, operacionalizadas en sus respectivos coeficientes, que analizaron niveles significativos (p<.005 y p<.01).
Del amplio número de variables sociodemográficas e intrínsecas al puesto consideradas sólo el sexo y la edad han quedado desvinculadas del modelo propuesto, variables cuya influencia sobre las actitudes y el estrés laboral no disfruta de consenso teórico ni empírico. En relación al síndrome de «burnout», sólo la antigüedad en el servicio y la percepción de conflicto de rol sobrepasan el umbral de la significación como predictores antecedentes, con lo que se reafirma el papel de mediación de las actitudes laborales entre las variables sociodemográficas e intrínsecas al puesto y el estrés asistencial.
En la presente investigación pretendíamos profundizar también en la polémica en tomo al efecto de la experiencia profesional sobre el «burnout», para lo que diferenciamos antigüedad profesional y antigüedad en el servicio actual. Los resultados obtenidos muestran como el aumento de años de desempeño en el servicio concreto condiciona un descenso en las puntuaciones mientras que la antigüedad general en la profesión no presenta relación alguna. Como indica Numerof (1983) los miembros de la organización tienden a abandonar aquellos servicios o unidades que presentan mayores niveles de estrés percibido. Más aún, desde los modelos interactivos se plantea que la permanencia y adaptación a puestos de «riesgo» depende del desarrollo de una serie de mecanismos de afrontamiento ante los estresores laborales (Schaefer y Moos, 1993). En este sentido, es interesante señalar que la influencia de la antigüedad en el servicio tiene también carácter negativo sobre una de las actitudes laborales, la implicación. Se podría decir entonces que la mayor experiencia en un servicio determinado va acompañada de un cierto distanciamiento del objeto del trabajo, que puede convertirse incluso en desimplicación, pero que puede ofrecer al individuo una manera de afrontar el estrés asistencial implícito al desempeño de su puesto. De cualquier modo las actitudes laborales, como variables mediadoras, y el estrés asistencial, como síndrome resultante, presentan también una relación secuencial directa que determina el hecho de que, independientemente de la antigüedad del trabajador en su servicio, los bajos niveles de satisfacción e implicación laboral predicen la existencia del característico «burnout». Por su parte, y recurrentemente con otras investigaciones en los ámbitos nacional e internacional, el conflicto de rol antecede, aunque de manera relativa, la aparición de estrés asistencial.
Nuestro planteamiento que relacionaba las actitudes laborales con otras variables antecedentes obtiene un amplio apoyo en el caso de la implicación laboral, siendo más moderado para la satisfacción laboral. Así, la implicación laboral se ve incrementada en los niveles ocupacionales superiores, en condiciones de estabilidad contractual, en servicios de mayor riesgo potencial (UCI), a medida que disminuye la antigüedad profesional y en el servicio concreto y en situación de bajo conflicto de rol percibido. La satisfacción laboral, por su parte, no queda impresionada por el nivel ocupacional o el tipo de servicio. Los trabajadores se sienten más satisfechos, sin embargo, a medida que aumenta la estabilidad contractual y el número de años dedicados al servicio actual y disminuye, sin embargo, con los años de experiencia profesional. Los trabajadores que se perciben en situación de conflicto de rol soportan asimismo menores niveles de satisfacción laboral. Como era de esperar, ambas actitudes laborales presentan una relación positiva y significativa.