OBITUARIO


Muchos más muertos que vivos

JOSE M. PRIETO
UCM, Psicolog Madrid


 


E127 de marzo de 1998 falleció el Profesor José A. Forteza. La historia de la humanidad se asienta sobre más personas muertas que vivas, pero la minoría sigue creyélidose, aún hoy, en mayoría. Es harto sencillo para quienes respiran, hinchar espejismos en el aire.

Había nacido en Mallorca el 4 de mayo de 1931. Murió, pues, un mes antes de cumplir 67 años, edad que muchos estudiantes le echaban ya una década antes. Su afición a es~ los cambios psicológicos con la edad le habla hecho parecer mucho mayor tiempo atrás, por adelantado. Miopía típica entre el alumnado que, generación tras generación, consideran a sus profesores más ancianos. Miopia tipica entre el profesorado que antano y hogaño, consideran que sus alumnos y alumnas son cada año más j~.

Se había licenciado en -la Universidad de Barcelona en 1.953, desplazándose a Madrid en 1955 para cursar los serilinarios monográficos de doctorado y los cursos de la especialidad de Psicología Industrial en la Universidad Complutense. Completó su especialización en Psicología del Personal en la Universidad de Michigan (1963); en 1971 obtuvo el grado de Doctor con una tesis doctoral que versaba sobre la motivación en el trabajo. En 1981 tomó posesión de la agregaduría, convertida posteriormente en cátedra, de Psicología Diferencial en la Universidad Complutense. Era, pues, un mallorquín que se reía de las probabilidades hablando catalán en Madrid.

También era un chueta balear, que, en público y en privado tenía a gala y honraba unas raíces familiares de honda admiración ante la palabra escrita. En su casa de Mallorca y de Madrid abundaban los libros antiguos, con más de tres y cuatro siglos en los lomos pulidamente encuadernados y conservados. Consuetudinariamente son escasas las familias españolas que hayan practicado el culto del libro, trasmitiéndose ejemplares preciados de padres a hijos como la más honrosa de las herencias El contrapunto español a esta sacra tradición judía ha sido, hasta bien avanzado el siglo XX, arrumbar, destruir, quemar los libros por si acaso. Según el régimen los mismos libros podrían ser amigos o enemigos. En los monasterios españoles son muy pocos los libros que han sobrevivido las hogueras invemales. La tradición de leer y conservar los libros no ha sido castiza. Antes de morir, el Dr. Forteza legó su biblioteca especializada a la facultad de Psicología de la Universidad Complutense. Sus libros proseguirán, pues, a buen recaudo en manos de sus discípulos y de la minoría que en España aprecia la palabra impresa como el mejor legado para su lectura.

Había seguido también la U-adición universitaria transhumante. Durante siglos los estudiantes universitarios han sido nómadas, que viajaban en pos de profesores y centros de prestigio a lo largo y ancho de Europa. Legendariamente los académicos y titulados superiores de pro han sido profesionales errantes. En 1957 el Dr. Forteza obtuvo en Paffl el diploma de Psicología Aplicada en el Instituto de Psicología de la Universidad de la So~ En 1959 completó estudios visitando varios centros y laboratorios universitarios en Francia y en Bélgica. En 1960 y en 1962 respectivamente se desplazó a USA en visita de estudios a la Universidad de Michigan en Ann Arbor, a la Universidad de Califomia en Los Angeles y en Berkeley, a la Universidad de Stanford. Bien avanzado el *91910 XX, en España, se ha convertido en norma que los universitarios estudien allí donde habitan sus padres, la suerte que abundan ya los académicos y titulados universitarios de pro que nunca han sido en-antes en pos de saber y del conocimiento. Con lo que tienen a mano, en su propia lengua, en su pueblo o en su comunidad autónoma se contentan, faltada más.

-También estuvo trabajando en la empresa privada y en la pública durante años antes de incorporarse a la Universidad. De 1954 a 1957 trabajó como psicólogo industrial en Marconi. De 1967 a 1969 en ICEA, llevando a cabo estudios de campo para empresas de seguros. De 1958A 1967 trabajó en el Ministerio de Industria, en el Departamento de Relaciones Humanas. Allí se había creado una comisión nacional de productividad industrial, donde los psicólogos industriales pusieron a prueba y demostraron su saber hacer. Esta comisión se había creado tras los acuerdos España-USA, que abrieron pistas a las bases americanas. Los psicólogos que nutrían esta comisión cometieron un error. Un inspector (de trabajo o de industria) solicitó incorporarse a este equipo. La decisión fue negativa «porque su perfil no encajaba con las demandas del puesto». Algún tiempo después, ese inspector que

pertenecía al Opus De¡, fue nombrado Ministro de Industria; una de sus primeras decisiones fue borrar del organigrama dicha comisión, enviando a los psicólogos al exilio «porque su perfil no encajaba con las demandas del puesto». Las equivocaciones se pagan. Solo hay uno que, por el buen nombre de España, yendo a la India se encontró con América. No era psicólogo, sino marinero y estudioso en-ante, y según muchos indicios también chueta. Esta anécdota la relataba el Dr. Forteza como ejernplo de las consecuencias de decisiones erróneas en selección de personal.

A lo largo de 23 años dirigió 32 tesis doctorales. En ellas, con sus estudiantes, se abordaron concienzudamente temas y cuestiones de índole muy variada y diversa. La mayoría de ellos son hoy catedráticos y profesores titulares de universidad. Prestó atención a las líneas de investigaci6n que se ocupaban de problemas reales de la sociedad contemporánea, haciendo honores a la Psicología Aplicada y al ejercicio profesional de la Psicología. Siguiendo a Esquilo, tenía claro que no es sabio el que sabe muchas cosas sobre minucias, sino el que sabe cosas útiles que contribuyen a mejorar la calidad de vida ciudadana. Iba, pues, contracorriente ya que en la cultura acadérnica más estricta de cierta época el verdadero saber era erudición o era armonía. El Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid reconoció su dedicación a la psicología aplicada y a la práctica profesional otorgándole la mención honorífica y la psi de oro en 1993, en un homenaje merecido que recibió con complacencia. A menudo portaba en su trabajo el distintivo que el Colegio le había concedido.

Sólo o con sus colaboradores escribió 44 artículos y capítulos en libros, la mayoría de ellos de Psicología o de Recursos Humanos. Escribiendo era lento, de suerte que la redacción de los textos se prolongaba durante semanas y meses. Ponía así orden y convicción a sus conocimientos. Su prosa era espesa, ya que enhebraba matices tras matices hasta trocar una frase en párrafo. Seguía, pues, la tradición de los clásicos españoles, donde proposiciones barrocas y compuestas han sido preferidas a la expresión breve y directa de las ideas. La consecuencia suele ser la perplejidad como estado de ánimo de los lectores.

En sus clases procuraba envolver los concep~os y hallazgos en personas. El eje eran las Plografías de quienes habían efectuado una determinada aportación al conocin-dento y saber hacer de la psicología científica y profesional. En los libros de textos y en los materiales de clases, los autores suelen aparecer como nota a pie de página o como referencia bibliográfica. Eí Dr. Forteza realzaba los dilemas que cada investigador había afrontado para cosechar los hallazgos que les habían situado en los libros de textos o en el temario del programa que impartía. Seguía, pues, su estilo personal de dirigir centrándose mucho más en las personas que en las tareas. Esta era una de sus características más apreciadas entre discípulos, colegas, alumnos. «Primero llevarse bien y a partir de -ahí conseguir lo que nos proponemos».

Durante años conviví en la Facultad y en los viajes con el Dr. Forteza. Jamás escuché en sus labios una frase identificándose como catófico o cristiano creyente. Horas antes de entrar en quirófano, estando en su habitación, salí por discreción al personarse en ella el

sacerdote. Un minuto después salió el cura por la misma puerta. Me comentó balbuceante: «Remos tenido una breve conversación de cortesta. Como sabes desde hace mucho tiempo, soy agnóstico. El catolicismo ha causado muchos males a los míos en el pasado». Tras su fallecimiento las honras fünebres por el rito católico le acompañaron en su último viaje. Dicen que por cortesía, par= ser que por razones fraternales de quienes van de pila en pila. Una semana después la Facultad celebró un funeral católico en su memoria, aun a sabiendas de que no era ésta su creencia ni su querencia. Una vez más, en ambos momentos, se impuso la traffición: un cadáver es español si se somete al trasiego de responsos y rituales católicos sin importar que el finado no fuera creyente ni practicara en vida. Los vivos hacen valer sus pareceres a quien ya no pueden replicar. Su voluntad no cuenta. Es público y notorio que, en España, el catolicismo se impone desde el bautismo mismo; en muy contadas ocasiones los creyentes respetan las libertades y albedrío individuales de los agnósticos. No asistí a tales pompas como gesto íntimo de reconoci nuento y loor al Dr. Forteza. Mentras otros le recordaban y honraban en una iglesia que nunca visitaba, caminé junto a su tumba, solitaria, mientras atardecía en Galapagar.

Si maravilloso es pensar que puede haber vida después de la muerte, igualmente maravilloso es pensar que puede haber vida antes del nacimiento. Lo único que no maravilla es saber que quienes aún vivimos seguimos siendo una minoría en la historia de la humanidad