DEBATE

 

 

Cuestiones conceptuales en la investigación de indicadores sociales de bienestar infantil


Some conceptual questions about research of social indicators of infant welfare

 

Ph. D. James GARBARINO

Presidente del Instituto Erikson para el Estudio Avanzado del Desarrollo del Menor.
 


RESUMEN

PALABRAS CLAVE

SUMMARY

KEY WORDS

INTRODUCCION

LA DEFINICION DEL BIENESTAR DE LOS NIÑOS

EL PAPEL DEL CONTEXTO

INTEGRANDO INDICADORES INFANTILES E INDICADORES FAMILIARES

EQUILIBRANDO LA SENCILLEZ Y LA COMPLEJIDAD

LOS NIÑOS COMO "MATERIAS PRIMAS" Y LOS NIÑOS COMO PRODUCTOS INDICADORES DE "INPUT" E INDICADORES DE PRODUCTO

ESTABLECIMIENTO DE BAREMOS Y SELECCION DE OBJETIVOS

EN CONCLUSION

BIBLIOGRAFIA


RESUMEN

Se revisan una serie de consideraciones conceptuales básicas relativas a la noción de "bienestar infantil", y de su medición mediante indicadores sociales.

Se señala que el hecho de seleccionar una serie de indicadores suponiendo que configuran los aspectos más relevantes del concepto no resulta en absoluto una tarea neutra. Se analizan críticamente la tendencia a medir el bienestar sólo con indicadores negativos (enfermedad, bajos ingresos familiares, etc., ... ) así como la relevancia de los indicadores de contexto y el dificil equilibrio de la realidad. Se destaca que la información que proporcionan los indicadores viene justificada por su potencial para motivar y guiar la acción; es por ello que los buenos indicadores han de estar en consonancia con los objetivos explícitamente perseguidos.

 

PALABRAS CLAVE 

Indicadores, bienestar, infancia, evaluación, acción social.

 

SUMMARY 

Some basic conceptual considerations relating to the term of "infant welfare" are reviewed on this paper and its measurement through social indicators.

We point to the fact that selecting a set of indicators and assuming that they form the most relevant aspects of the concept is not at the end a neutral task at all. The trend to measure welfare only through negative indicators (disease, low familiar income and so ..) such as the relevance of contextual indicators and the difficult balance of reality are analised. We emphasize that the information provided by the indicators is supported through its potentiality to motivate and lead the action, therefore good indicators must be in accordance with the explicitly pursued goals.

 

KEY WORDS 

Indicators Welfare. Childhood Evaluation. Social action.

 

INTRODUCCION

En el siglo XVIII, Sir John Sinclair, en su "Informe Estadístico de Escocia" se refirió a las estadísticas de esta forma: "La idea que yo añado al término (estadísticas) es la de indagar acerca del estado del país, con el fin de determinar el quantum de felicidad. La historia de los "indicadores sociales" en el siglo XX desde el "Marcador Comunitario" de 1924 del Consejo Federal de Preparación de Ciudadanía, hasta el KIDS COUNT (1) de 1990 indica que todavía es una tarea por realizar.

Entre los muchos intentos llevados a cabo para desarrollar y poner en marcha un programa de indicadores sociales, los esfuerzos por medir la calidad de vida de los niños destacan por su relación intrínseca con la política social. En lo que se refiera a los niños, es evidente la conexión entre sus condiciones actuales y los resultados futuros. De esta forma, la posibilidad de predecir la futura calidad de vida para una sociedad a través de una valoración del estado actual de sus niños y niñas es intrínseca y evidentemente importante. Sin embargo, se ha comprobado que este objetivo es dificil.

Al revisar las cuestiones conceptuales que se nos enfrentan al desarrollar indicadores sociales de la calidad de vida para los niños queda demostrado lo escurridizo que es nuestro objetivo. Aquí "conceptual" se refiere al hecho de que nuestro interés se apoya en las ideas alternativas y a veces opuestas a la hora de decidir qué medir. Se refiere al hecho de que debemos implicarnos con el fin o fines de las evaluaciones, y su significación política, como parte del esfuerzo por considerar detalladamente las estrategias de medida.


(1) "KIDS COUNT- podría traducirse por "Infancia en cifras" o "Las cuentas de la infancia".


Esto quiere decir que tendremos en cuenta los posibles roles de los indicadores en el desarrollo y evaluación de programas, en la política pública, en la documentación científica y "objetiva" y en el análisis de tendencias agregadas. Como quedará claro, no es fácil encontrar una vía a través de todas estas demandas y perspectivas opuestas, y no es probable que se ofrezca un consenso simple.

Explorar las cuestiones conceptuales a las que nos enfrentamos en el desarrollo de indicadores sociales del bienestar infantil no es lo mismo que elaborar un marco conceptual para dichos indicadores. Nuestro objetivo aquí se encuentra en un paso anterior, dentro del proceso que incluye la identificación de medidas, recopilación y análisis de datos, establecimiento de resultados, facilitación de la discusión pública de los resultados y culminación de todo esto en política pública. Nos centraremos, pues, en el primero de los muchos pasos que debe haber en el proceso de trabajo con indicadores sociales.

Por esta razón, empezaremos prescindiendo de las cuestiones técnicas, metodológicas y de instrumentación para encontrar datos fiables, válidos y accesibles para operacionalizar cualquier solución conceptual que lleguemos a alcanzar para el problema de los indicadores sociales de calidad de vida para los niños. Además, ignoraremos las tácticas necesarias para utilizar los datos que se deriven de procesos políticos. Esta sería otra cuestión, sena cuestión de los cómo y los qué. Aquí nos vamos a permitir el lujo de examinar los porqués.

La exploración conceptual se focaliza en una serie de cuestiones superpuestas, entre las que saltan a la vista las siguientes:

1. El papel del "bienestar" en contraste con el riesgo y la enfermedad en la evaluación de la infancia (¿es suficiente comprobar cuántos niños están por debajo de los niveles mínimos? o, ¿deberíamos evaluar cuántos niños alcanzan niveles altos de bienestar?).

2. El papel del contexto al definir la significancia de los indicadores (¿cómo afectan los cambios demográficos y económicos a la significatividad de los indicadores?).

3. La importancia relativa entre los indicadores infantiles y familiares (¿cómo balanceamos el hecho de que los factores relativos al nivel familiar sean muy fuertes, con el hecho de que la variabilidad de la experiencia infantil entre hermanos de una misma familia sea significativa?).

4. Equilibrar la necesidad de la sencillez (medidas "transparentes") y la complejidad (medidas "opacas") de la selección y elaboración de indicadores (¿cómo hacemos frente al hecho de que las medidas simples se comunican con una audiencia mayor que las complejas, pero que las medidas simples son susceptibles de distorsionar la realidad y no pueden captar las sutilezas?).

5. Encontrar la forma apropiada para combinar los indicadores de "Input" (o de recursos) con los de producto (¿es suficiente medir las "materias primas" de las que parten las familias y las escuelas? o, ¿deberíamos incluir medidas de cómo se desenvuelven los niños una vez que dejan la infancia?).

6. Clarificar las bases culturales y valorativas para establecer tipologías y seleccionar objetivos (¿podemos asumir que todos los distintos grupos étnicos de nuestra sociedad tienen objetivos comunes para sus hijos? Si no, ¿quién debe decidir cuándo existen definiciones contrapuestas del "bienestar infantil".

Una vez introducidas estas cuestiones, podemos proceder a discutirlas una por una, como telón de fondo para considerar los planes del Centro de Estudios de Política Social de Washington, para recopilar el KIDS COUNT, que es un libro de datos de cada estado que ofrece perfiles y categorías basadas en diez indicadores del bienestar del niño (las primeras dos versiones se publicaron en enero de 1990 y enero de 199l).

 

LA DEFINICION DEL BIENESTAR DE LOS NIÑOS

Para el observador ingenuo parece que debería ser muy sencillo Regar a un acuerdo sobre algunas medidas de lo que es bueno en las vidas de los niños y lo que no lo es. Vivir es bueno; morir es malo. Estar sano es bueno; estar enfermo es malo. Ser feliz es bueno; estar triste es malo. Ser inteligente y erudito es bueno; ser torpe e ignorante es malo.

Pero incluso el observador ingenuo puede reconocer que hacer estos juicios, y después cuantificarlos sistemáticamente es un reto. Una aproximación a los indicadores sociales es mucho más que una conversación fortuita o un conjunto de generalizaciones radicales de una fiabilidad insegura.

Las medidas del bienestar del niño deben facilitar una expresión numérica de cómo se atiende a los niños y cómo se les forma. Naturalmente, la salud es la más fácil de traducir, y aquí es donde reside el acuerdo mayor (aunque no sea necesariamente un consenso). Los primeros esfuerzos por elaborar indicadores sociales del bienestar del niño a menudo se han basado en medidas de salud. Por ejemplo, el índice DIPOV construido por Jenkins y sus colegas en los años 1970 incluía la mortalidad infantil y las enfermedades venéreas Juveniles como medidas de bienestar del niño (ver Halpern, 1982 para una mayor revisión de la historia de los indicadores de la infancia).

KIDS COUNT utilizó tres medidas de salud entre sus diez indicadores: el porcentaje de nacidos sin atención prenatal, la tasa de mortalidad infantil, y el porcentaje de nacimientos de bebés con poco peso. Todas son medidas de riesgo, de falta de salud. Y todas son medidas de la situación de la primera infancia. Esta aproximación presupone que exista una relación entre la atención prenatal y la salud, que la mayoría de niños que mueren en el primer año de vida es por falta de salud, que hay una relación entre los nacimientos con poco peso y los subsiguientes problemas de salud, y que si los niños van bien de pequeños seguirán bien durante toda su infancia.

Todos estos cuatro supuestos se mantuvieron bien en los Estados Unidos en la pasada década del siglo XX. Pero todos se corresponden con medidas de riesgo o enfermedad, no de salud. Todos desconsideran la experiencia infantil después de la primera edad que contribuye al eventual bienestar.

¿Qué medidas de salud pueden ser apropiadas además de los indicadores de riesgo en la primera infancia? Aquí las cuestiones conceptuales giran en torno a cuánto estamos dispuestos a ir más allá de los indicadores de riesgo, hasta los indicadores de salud positiva, y cuánto deseamos captar el bienestar a lo largo de toda la infancia

¿Podemos establecer algunas normas para la salud, y medir también el grado con el que los niños alcanzan esos objetivos? Por ejemplo, mejor que (o quizá además de) medir la falta de atención prenatal y el nacimiento con poco peso deberíamos medir cuántos niños nacen cumpliendo el nivel de buena atención prenatal y con un peso conveniente. O, lo que es lo mismo, podríamos medir el número de niños que alcanzan una buena puntuación APGAR en el nacimiento.

Un estudio internacional reciente sobre la mortalidad infantil en las naciones europeas (Miller, 1986) informa que muchas de ellas establecen objetivos para la atención prenatal (mientras que nosotros simplemente medimos la proporción de madres que no reciben ninguna atención). Naturalmente, esta cuestión de medir los logros positivos más que evaluar simplemente los fallos para alcanzar niveles mínimos, es aplicable a todos los campos del bienestar infantil (p. ej.: a la prosperidad y a la felicidad, tanto como a la salud).

Sin embargo, si nos limitamos a medidas de enfermedad, nos podemos centrar más directamente en los indicadores funcionales o de comportamiento. De esta forma, podríamos elegir medir el número de días en que el funcionamiento habitual de los niños de edad escolar fue impedido por enfermedad, como medida global de la salud. Si el objetivo de nuestros indicadores sociales está unido al interés por conocer las implicaciones sociales de la salud, entonces esta aproximación podría incluso ser más útil que las medidas indirectas de la atención prenatal y los nacimientos con poco peso, y que la medida final de la mortalidad infantil. Esta medida se relaciona con otra de nuestras conceptuales: las medidas de "Input" versus las medidas de producto; ello será el tópico de una discusión posterior.

En lo que se refiere al contexto histórico, podríamos decir que en algunas situaciones los niños mueren no por enfermedad sino por las condiciones sociales o los acontecimientos, por ejemplo, en una zona de guerra o por maltrato y negligencia. En cierto sentido, de hecho, se trata de condiciones de salud, también en estos casos.

Pero es posible que niños muy sanos mueran, y en algunos ambientes la mayoría de las muertes y la falta de funcionamiento son el resultado de acontecimientos sociales más que de enfermedad. En los Estados Unidos, las lesiones han reemplazado a las enfermedades como la causa principal de muerte de niños y jóvenes incluyendo un creciente número de lesiones, algunas fatales, atribuibles a la violencia). En países europeos orientados de forma mas pacífica hacia el estado de bienestar, las tasas de mortalidad se han reducido hasta un punto que parecen definidas por los límites tecnológicos en el manejo de problemas biológicos específicos.

Yendo más allá de la salud hacia la prosperidad, encontramos dificultades mayores. Una vez más, la cuestión parece sencilla superficialmente. Al medir la prosperidad deberíamos indicar lo ricos que son los niños ¿verdad?. Pero, es esta la cuestión más importante? Primero, deberíamos observar que, para la mayoría, la condición económica de un niño es función de la familia de ese niño. Los ingresos son principalmente una variable del nivel familiar, en nuestra sociedad (aunque esto tendría menos razón en presencia de una política que concediera "subsidios infantiles", es decir, aportaciones en metálico en base a la existencia del niño).

Ha una cuestión de calibre más allá del problema de la familia versus el niño. Tomar simplemente los ingresos por familia o hijo como aproximación, resulta ateórico y acontextual en el sentido de que se asume que los ingresos funcionan como una simple variable continua respecto a la calidad de vida de los niños: cada dólar de más que disponga un niño predice un aumento en la calidad de vida. Sin embargo, dudamos que éste sea el caso.

Cuando un niño o una familia alcanzan un nivel socialmente definido de riqueza en el que se cubren las necesidades básicas, y hay suficiente excedente para dar al niño oportunidades de mejor desarrollo, los incrementos monetarios añadidos pueden ser irrelevantes. Lo que podemos necesitar en tal caso es un enfoque doble para medir la prosperidad.

Un indicador debería medir las desigualdades de un niño que vive sin las necesidades básicas: "el riesgo". Es lo que pretenden las medidas convencionales de pobreza (aunque puede que no lo hagan a nuestra completa satisfacción). Esta medida de privación económica debería ser aumentada con una medida de "bienestar": la abundancia, es decir, el grado en que la familia del niño tiene ingresos suficientes como para permitir el acceso a los recursos que darán al niño oportunidades especiales para desarrollar talentos y habilidades individuales y corregir deficiencias, o el grado en que la comunidad del niño asume la responsabilidad para asegurar estas condiciones. De esta forma, la abundancia se hace una cuestión de política similar a la pobreza, y entonces la cuestión de los indicadores es: "¿Alcanza la sociedad el criterio de abundancia para sus niños y niñas de una forma u otra?"

Pero, ¿dónde vamos a establecer los niveles "definidos socialmente" para la salud y la prosperidad? Como muchos observadores ya han apreciado, el mundo está compuesto por el 25 % de ricos y el 75 % de pobres. Ciertamente, si se utiliza una comparación global todos los niños americanos son ricos y sanos. Nuestra tasa de mortalidad infantil del 10 y pico por cada 1.000 nacimientos es más parecida a los "20 mejores" que a los "otros", ya que algunos de éstos tienen tasas mayores del 100 por 100, y representan colectivamente la mayor parte de la población humana sobre el planeta Tierra.

Un colaborador que vive en una bonita casa de ocho dormitorios dice que su hija a su profesora que su familia era "pobre". ¿,Cuáles eran sus pruebas? Ellos vivían en la casa más pequeña de ese bloque, un bloque de mansiones. Debemos basar los indicadores de riqueza y salud en nuestros mejores criterios sobre las condiciones materiales mínimas y de apoyo y debemos ampliar el alcance de esas medidas para que incluyan también dimensiones fenomenológicas. Entre éstas destacan la "felicidad" y la "sabiduría", dos factores que normalmente se incluyen cuando los filósofos buscan la definición del bienestar humano.

Volviendo a la "felicidad", nos encontramos ante una situación en algún lugar entre un desierto y un laberinto. A pesar del hecho de que Sinclair buscase estadísticas con las que determinar el "quantum de felicidad", nos dejó con una gran incertidumbre.

¿Es la felicidad una medida de autoinformación? Seguro que existen problemas con cualquier evaluación que permita que el fenómeno común de "efectos de comparación relativa" se determine de forma absoluta. La investigación sobre satisfacción vocacional deja claro que la gente valora la felicidad con sus empleos en comparación con aquéllos a quienes consideran un grupo de referencia comparable, y no en comparación con un modelo absoluto o con toda la raza humana.

La mayoría de los observadores informan que buena parte de los niños que viven en otros países, que para los niveles americanos son comunidades y familias "pobres", son "felices". Muchos de estos niños resultan ser mucho más felices que la mayoría de niños americanos que tienen todas las razones "objetivas" para ser más felices (utilizando los indicadores de salud y prosperidad). De todas las dimensiones del bienestar, la felicidad es la que resulta más dificil de traducir a medidas observables con validez histórica, transnacional y transcultural.

Trasladándonos de la felicidad a la "sabiduría", llegamos a medidas de competencia educativa e intelectual. Si buscamos indicadores de bienestar que vayan más allá de las condiciones simples materiales (salud y riqueza), seguramente lo que debemos buscar es una evaluación de cómo se desarrolla la mente del niño. Podríamos elegir medir la inteligencia (tanto por la ausencia de riesgo que indica la proporción de población infantil que alcanza los niveles C. I. -coeficiente intelectual- en el nivel normal, como por la presencia de aptitud que indica la proporción de población infantil que está en el nivel de los "dotados"). Estas medidas parecen evidentemente importantes si nuestra preocupación recae en las responsabilidades y recursos de la comunidad, que es la materia prima de la vida económica y cívica.

También podríamos medir la sabiduría a través de los indicadores de logros académicos. Sabemos que la correlación entre la inteligencia y el éxito educativo es moderada en la mayoría de los casos, y que el éxito en la escuela es tanto una medida de desarrollo socio-emocional, de motivación y de cultura, como lo es la "aptitud" (Garbarino, 1981). Así, medir el éxito en la escuela es una manera de indicar la "calidad" de la población infantil. Incluso si asumimos que las escuelas son represivas, ineficaces o torpes, podemos ver que el fallo en cumplir las expectativas comunitarias respecto a los logros educativos es, y de alguna manera, un indicador de "desarrollo problemático". Asimismo, complementa otras medidas de felicidad y de saber.

Dadas todas estas dificultades, no es sorprendente que la mayoría de los indicadores sociales busquen sustitutos para medir la felicidad. ¿Cuáles son estos sustitutos? Aquí se incluyen medidas de comportamiento antisocial ("los niños felices tienen las narices limpias"), medidas de comportamiento autodestructivo ("los niños felices no se matan a sí mismos"), medidas de participación económica. y educativa ("los niños felices están en la escuela o van a trabajar"), y medidas de ciudadanía positiva ("Los niños felices hacen cosas buenas en sus comunidades")

De esta forma, KIDS COUNT utiliza medidas de encarcelamiento juvenil por cada 10.000 jóvenes, porcentaje de nacimientos de madres adolescentes, y porcentaje de los que no obtienen titulación superior (los tres pueden utilizarse también para otras dimensiones, como por ejemplo la política judicial, la salud del menor, y la filosofía educativa). Deberíamos buscar otras medidas no materiales para indicar la calidad de vida de los niños, aunque evidentemente estas tres tienen alguna validez en la sociedad americana.

 

EL PAPEL DEL CONTEXTO

La discusión que mantuvimos sobre el significado de bienestar nos hizo jugar con la cuestión del contexto. Llegar a comprender el contexto es de suma importancia al considerar la validez y utilidad de los indicadores sociales de la infancia. Algunos modelos de la ecología del desarrollo humano llegarían a afirmar: cuando la pregunta es "¿Es x la causa de y?, la respuesta siempre es "depende". Los procesos y las conexiones, y por tanto el significado y la significación funcionan bajo fuerzas contextuales (Bronfenbrenner, 1979). Este es un mensaje de particular relevancia para los indicadores sociales del bienestar de los niños y niñas.

En algunos marcos la mortalidad infantil es una medida discriminatoria. En otros, cuando todo sea maravilloso o terrible, puede haber poca variación. Sin variación, la función "crítica" de los indicadores sociales disminuye, cuando no se pierde. La mayoría de usos para los que se establecen indicadores sociales giran sobre la intención de comparar estados, países, comarcas, ciudades o vecindarios.

Las medidas demográficas pueden "fúncionar" como indicadores sociales en un marco pero no en otro. Por ejemplo, mientras que reconocemos un "riesgo" intrínseco y universal asociado con el hecho de ser hijo con un solo progenitor, la mayoría de los observadores están de acuerdo en que el riesgo se hace menos significativo para el desarrollo si la comunidad da apoyo práctica y culturalmente.

El ser progenitor solo tiene poco significado intrínseco como indicador. Lo que importa es lo que implique la categoría social. Lo que importa es si ser familia monoparental reduce la probabilidad que una familia tenga acceso a unos ingresos adecuados, si los hijos de familias monoparentales se ven estigmatizados, o si los progenitores solos disponen de redes de apoyo social efectivas.

Los indicadores económicos también tienen esta dimensión contextual. Como ya se observó anteriormente, si medimos simplemente los ingresos, podemos perder la importancia de los recursos comunitarios como factor para calcular las perspectivas del niño. La pobreza es un mejor predictor de consecuencias negativas en una sociedad con servicios personales y atención sanitaria privatizados, de lo que lo es en un estado del bienestar. Los mismos ingresos indican cosas distintas para un niño de ciudad que para uno del mundo rural.

Ser pobre puede tener un impacto negativo mayor cuando los pobres están agrupados geográficamente. La medida "porcentaje de pobres que viven en vecindarios en los que más del 40% de la población es pobre" puede ser un indicador mejor que una simple medida de "porcentaje de pobres".

Este imperativo contextual afecta también a la significación de las comparaciones históricas. Por ejemplo, datos recientes revelan que las tasas de homicidios en zonas urbanas como Chicago no es mayor ahora que en 1974 (la cifra anterior más alta). Sin embargo, el "Indice de agresiones graves" ha aumentado cuatro veces en los últimos 25 años. ¿Cómo se puede explicar esta discrepancia? Los avances en la tecnología medica que trata los traumatismos han mejorado notablemente las perspectivas de supervivencia de los individuos que sufren heridas graves.

En forma paralela, las mejoras en el cuidado intensivo neonatal han cambiado la significación de la tasa de "mortalidad infantil": las cifras de muertes en el primer año de vida se asocian ahora con un número mucho mayor de niños "dañados" que en el pasado (cuando esos niños habrían muerto).

Al buscar indicadores sociales del bienestar infantil deberíamos evitar las medidas que puedan perder validez histórica si tienen lugar cambios razonables en las condiciones (por ejemplo: utilizar una medida de recién nacidos dañados más que de mortalidad infantil, si es que creemos que la tecnología médica salva a bebés que habrían muerto en otros tiempos pero que ahora viven, aunque con minusvalías).

 

INTEGRANDO INDICADORES INFANTILES E INDICADORES FAMILIARES

¿Tiene sentido utilizar indicadores de bienestar de los niños distintos de los de bienestar de la familia? Ya identificamos esta cuestión de manera clara en lo que respecta a los ingresos, pero también se extiende a otros campos. Por una parte, tenemos el hecho de que existe una variabilidad entre los niños incluso dentro de la misma familia evaluando sólo con indicadores familiares podemos perder esta significativa variabilidad. Por la otra, desde una perspectiva política y práctica, el bienestar de un niño depende principalmente de los factores que controla o por lo menos que media su familia. El tamaño de la familia, su composición, estructura, ingresos colectivos, salud, unión e identidad juegan un papel importante en el bienestar de los niños; los indicadores sociales deberían evaluar estas dimensiones.

Si simplemente buscamos entender cómo les va a los niños en nuestra sociedad, cabe utilizar los indicadores infantiles. Si queremos saber la prevalencia de las características y experiencias, es el niño a título individual que bien puede ser la unidad más apropiada de análisis. Debemos reconocer que algunas veces los "intereses" de niños y adultos son distintos, incluso aunque esos adultos sean los padres del niño.

Pero lo que nosotros queremos es una descripción de las características de "oferta y demanda" de los niños americanos que sea relevante para la política pública. ¿Cuántos necesitan una ayuda especial, o lo necesitarán en el futuro? ¿Cuántos progresan y puede esperarse por tanto que sean ciudadanos y trabajadores productivos? ¿Cuántos sobreviven a la primera infancia? ¿Cuántos llegan a la edad adulta? Estas preguntas sugieren indicadores infantiles.

Y sin embargo, incluso estas preguntas apuntan hacia la familia. La familia es la causa y el contexto para comprender muchas características de la experiencia del niño. La presencia de una discapacidad física puede significar una ruina para el desarrollo de un niño, pero puede convertirse en fuente de un especial progreso en el desarrollo para otro. ¿Por qué? El carácter de la familia de un niño juega un papel decisivo. ¿Es X la causa de Y? Depende. Los recursos que una familia tiene y llega a soportar por los niños nacidos o adoptados por ella son los que dan significado de desarrollo a las características de la mayoría de los niños.

Los estudiosos del desarrollo infantil han llegado a darse cuenta de que no tiene sentido (por lo menos para fines terapéuticos) hablar de "un niño" o "un progenitor". Lo que existe es una "relación progenitor-hijo". Lo que es más, si intentamos encontrar líneas de influencia de política pública que mejore las vidas de los niños, todo lo que agudice el enfoque familiar es para bien. Quizá el concepto de familia es el puente necesario, el contexto en el que podemos preparar la forma de integrar los asuntos del niño y el adulto.

 

EQUILIBRANDO LA SENCILLEZ Y LA COMPLEJIDAD

Algunas medidas tienen una ingenua validez directa como indicadores sociales del bienestar infantil. Por ejemplo, parece evidente por qué la tasa de mortalidad infantil es un indicador del bienestar de la infancia. Incluso aún más evidente es una medida de la proporción de niños que superado el primer año de vida, viven hasta los cinco o hasta los dieciocho años. La vida o la muerte son un concepto sencillo, y es fácil comprender una serie de números que describen las probabilidades de vida o muerte para niños de distintos países, estados, comarcas o vecindarios.

Incluso el ingenuo consumidor de tal información puede comprender que estas tasas (de incidencia o prevalencia por unidad de población) son más informativas que las cifras sueltas en la mayoría de los casos. De esta manera, aunque requieren ser calculadas, estas medidas son "transparentes", en el sentido de que entenderlas no exige ser especialmente experto.

Los diez indicadores sociales del proyecto KIDS COUNT son en general transparentes. No implican más que el cálculo de las tasas por unidad de población, con la posible excepción de las "ayudas como porcentaje de la pobreza", que supone un cálculo del valor de AFDC y Bonos Alimenticios en relación con el conjunto de límites de ingresos para determinar la pobreza.

En contraste con estas medidas transparentes están los indicadores que tratan de representar los resultados de un complejo proceso numérico de los datos brutos. A estas medidas las podríamos llamar "opacas". Por ejemplo, podríamos considerar como indicador transparente de riesgo el hecho que un grupo de niños evolucione bien bajo una medida de supervivencia "absoluta" (esto es, en términos de datos brutos sobre índices de mortalidad). La versión opaca sería el grado en el que un grupo de niños evolucionase mejor o peor de lo predicho conociendo sus características demográficas, económicas y sociales.

Esta última medida se podría calcular utilizando un modelo de regresión múltiple para predecir "muertes a los cinco anos" para niños de 50 estados. Si la media ponderada de las medidas demográficas, económicas y sociales constituye un fuerte predictor de la supervivencia, la mayoría de los estados tendrán índices "reales" y "predichos" similares.

Sin embargo, puede que identifiquemos estados que tienen índices reales iguales, pero señalan un "alto riesgo" porque sus tasas reales son mucho más bajas de lo que habíamos predicho. Las primeras arcas son "peores de lo que deberían ser dado su carácter demográfico, económico y social"; las últimas son "mejores de lo que deberían ser".

Podría surgir un "problema" parecido si elegimos utilizar la discrepancia entre razas en las medidas de bienestar infantil como indicador social. Un estado que va en conjunto bien (en términos de medias) se podría quedar mal posicionado en la escala (en "alto riesgo" debido a la gran discrepancia entre las razas. Un estado que en general sea uniformemente malo-(y que en consecuencia tenga una pequeña puntuación de discrepancia) se clasificaría mejor.

En general, parece que los indicadores transparentes ofrecen la ventaja de ser más sencillos de reunir y comunicar. Su riesgo principal es el hecho de que puedan ser erróneos. Los indicadores transparentes podrían permitir fácilmente que un estado proclamase que tiene un sistema educativo o de bienestar infantil eficaz sobre la base de unas tasas de titulación superior elevadas o de malos tratos infantiles bajas, cuando en realidad su "éxito" es atribuible al carácter de bajo riesgo de su población.

A la inversa, a un estado se le podría tachar de ineficaz sobre la base de unas tasas de titulación bajas o de malos tratos altas cuando en realidad está realizando un buen papel al hacer frente a una proporción relativamente alta de familias en alto riesgo en su población. KIDS COUNT lucha con esta cuestión. Un esquema sencillo de la posición global de cada estado acerca de los diez indicadores sobre "porcentaje de minorías" en la población demuestra este fenómeno.

Por lo general, cuanto mayor es el porcentaje de minorías en un estado, peor es su posición en la escala. Las excepciones más claras (por ejemplo, California y Hawaii) tienen un gran número de asiáticos, lo que subraya el "problema" subyacente como un problema de grandes concentraciones de negros e hispanos, trasladando así la escena americana actual a un "riesgo" socioeconómico y demográfico. Este descubrimiento nos fuerza a considerar que a los ojos de algunos analistas, es la raza y la clase lo que son los principales indicadores sociales apropiados (algunos dirían "los únicos") de bienestar infantil y familiar, y todos los demás meros sustitutos de estas "causas de raíz".

 

LOS NIÑOS COMO "MATERIAS PRIMAS" Y LOS NIÑOS COMO PRODUCTOS INDICADORES DE "INPUT" E INDICADORES DE PRODUCTO 

La quinta cuestión básica con la que debe luchar la discusión conceptual de los indicadores sociales del bienestar de la infancia es el uso relativo de medidas que evalúan el "Input" versus el "output" o producto. Las medidas de producto reflejan la conclusión de algún proceso particular de desarrollo, o social. Entre éstas están las medidas del éxito escolar, el éxito vocacional, la maduración física exitosa, y otras.

Por supuesto que todas las medidas humanas de producto están limitadas por la mortalidad: un producto eventual en todos los casos es la muerte. Así, por ejemplo, se deben calcular los datos de mortalidad desagregados por edades, porque todos los humanos finalmente mueren. Este problema es minimizado, no obstante, cuando se trata de indicadores de la infancia. Mientras que existe algún límite superior en la supervivencia del niño, los datos actuales establecen ese límite muy alto, porque nuestro conocimiento de las condiciones preventivas y terapéuticas nos permite eliminar la mayoría de las fuentes de mortalidad infantil como una cuestión de principio, sino de hecho.

De esta manera, según los datos del Population Reference Bureau, el porcentaje de niños que sobrepasan los 20 años es del 99% en algunas naciones (la cifra para todo el mundo es del 86 % y para los EE.UU. del 98 %). Esto quiere decir que podemos utilizar los datos de supervivencia como medida de la calidad de vida para los niños sabiendo que toda desviación de este nivel (99 %) se puede atribuir a las condiciones sociales (incluyendo la atención prenatal y las condiciones ambientales preconceptivas que afectan la integridad biológica del feto.

Más que la simple supervivencia, las medidas de producto pueden captar la llegada del niño a los roles socialmente importantes: trabajador, padre, titulado, ciudadano.... Aquí, como en todas partes, es necesario definir estos roles en términos que tengan contextualmente sentido. Por ejemplo, ser "titulado superior" es un papel que ha tenido mucha importancia en la sociedad americana, incluso a pesar de la Inflación de credenciales" que le ha sustituido por "graduado superior" como un indicador de posible abundancia. Debemos tener en cuenta, sin embargo, que en la primera mitad del siglo XX sólo una minoría de jóvenes se graduaba en escuelas superiores.

En el contexto actual, no obstante, consideramos el logro satisfactorio del rol de "graduado superior" como un requisito mínimo para la completa personalización en la sociedad corriente. El fracaso en lograr la graduación se ha convertido en un indicador de riesgo y, en consecuencia, en un importante indicador de producto para la infancia. Al mismo tiempo, los datos sobre los logros satisfactorios en el rol de "graduado superior" se han convertido en un indicador de probable abundancia (volviendo a nuestra anterior discusión sobre la necesidad de considerar indicadores no sólo de riesgo sino también de bienestar y éxito en un sentido positivo)

Las medidas de "Input" tienden a tener dos centros de atención. Uno es la medición de las condiciones que creemos que contribuyen al bienestar eventual de los niños. El Segundo es la evaluación de los niños como "materias primas" en los procesos e instituciones de socialización y educación.

En la primera categoría se encuentran las medidas de salud que están relacionadas con la atención prenatal. ¿Cómo atienden los padres, la familia, la comunidad y la sociedad a los niños? ¿Qué nivel de recursos se distribuyen a los niños a través de las inversiones en la educación, atención sanitaria, subsidios, etc.? KIDS COUNT utiliza medidas de este tipo, esto es, gastos para educación y subsidios para las familias pobres.

En la segunda categoría de las medidas de "Input" están los nacimientos con bajo peso y otras medidas de la viabilidad del organismo del niño (por ejemplo, el porcentaje de nacidos con minusvalías). Esta medida se podría ampliar para indicar la posición de los niños como "materias primas" en distintos momentos de la vida más allá del nacimiento. Por ejemplo, podemos evaluar la calidad de los niños cuando comienzan la escuela. ¿Están inmunizados? ¿Están a punto de saber leer? ¿Reciben la suficiente atención dental, optométrica y médica para cualquier eventualidad que podría malograr su desarrollo escolar? En la pubertad podríamos preguntar por la disponibilidad de educación sexual y servicios anticonceptivos.

 

ESTABLECIMIENTO DE BAREMOS Y SELECCION DE OBJETIVOS

KIDS COUNT y otros proyectos de indicadores sociales no son solamente descriptivos en intención. El esfuerzo que se les dedica viene justificado en gran medida por su potencial para motivar y guiar la acción, en particular la acción de formular políticas públicas. Pero la acción implica objetivos. La acción pública sin un fin está a un paso del caos. Pero, ¿quien establece los objetivos? -¿quién formula los baremos ("estándar")? Desde luego, una de las cuestiones conceptuales más desafiantes a la que nos enfrentamos al crear una serie de indicadores significativos del bienestar infantil es el problema de decidir los objetivos y los baremos.

Aquí encontramos muchas reivindicaciones, algunas con "base científica", otras basadas en valores personales o colectivos. Una aproximación es sencillamente la empírica- Utiliza baremos relativos establecidos a partir del universo de unidades de medición: el baremo "estándar" lo constituye la media. En esta aproximación, si buscamos indicadores que se apliquen a los 50 Estados Unidos, simplemente ordenarnos esos estados según todas las medidas. Los que están por encima de la media son los "estados buenos" para los niños, los que están por debajo de la media son los "estados malos" para los niños.

Ciertamente, esta aproximación tiene muchas limitaciones. Para empezar, no tiene en cuenta comparaciones con otras unidades de medición que pueden arrojar alguna luz sobre la significación de las diferencias dentro del grupo de interés principal. Por ejemplo, ¿Qué ocurre si todos los estados "malos" van mejor que la mayoría de los otros países? ¿Qué ocurre si los estados "buenos" no van tan bien como los otros países?

Por supuesto, la pertinencia de estas comparaciones es en sí misma una cuestión, y a menudo muy dificil. ¿Qué países son apropiados para comparar con los Estados Unidos? Basándose en la base de recursos y en la ideología nacional, esto es, siendo rico, humano, económicamente sofisticado, estando en paz, y siempre esperando ser el mejor, parece razonable utilizar los mejores países en las medidas de bienestar infantil como grupo de comparación apropiado. Si adoptamos este acercamiento rápidamente encontraremos que incluso los mejores estados según las medidas de KIDS COUNT a menudo son mediocres en comparación con los niveles establecidos por la Europa Occidental.

Un segundo rasgo de esta cuestión es el histórico. Para poner las medidas actuales en un contexto apropiado debemos evaluarlas a la luz de lo acontecido anteriormente. ¿Cómo les va ahora a los estados "buenos" en comparación con la forma en que les fue a los estados mejores en el pasado? Y esto mismo se aplica a los estados "malos" de ahora. Por ejemplo, si todos casi han resuelto el problema de la mortalidad infantil, ¿nos indica realmente eso mucho acerca de que algunos estados son casi más perfectos que otros? Si incluso los mejores estados están muy por debajo de donde estaban hace 10, 15 o 20 años, ¿es correcto calificar a algún estado de estar "por encima de la media"?

No es probable que ninguna solución al Problema de establecer los baremos satisfaga todos los criterios relevantes para la tarea. Cada solución refleja probablemente un compromiso diseñado para alcanzar un equilibrio óptimo de intereses. Uno de estos compromisos es incorporar más de una medida de la misma dimensión del bienestar del niño. Cada una de estas piezas componentes busca reflejar perspectivas distintas. Por ejemplo, una medida puede utilizar la distribución actual de datos para establecer baremos, pero puede hacerlo de manera más sofisticada que el uso de simples medias.

Se asume que la actuación de los estados mejores (o países, comarcas, ciudades o vecindarios) ofrece una base razonable para establecer un objetivo: todos deberían buscar la manera de hacerlo igual de bien que los que están entre el diez por cien de los mejores. Esto facilita un objetivo en relación al cual se pueden evaluar las unidades individuales a lo largo del tiempo: "¿cómo les va para alcanzar el objetivo ahora, comparado con entonces? ¿qué les supondrá hacerlo?

Un segundo componente puede orientarse hacia las discrepancias entre grupos dentro de la población y establecer el objetivo de minimizar esas discrepancias. En el caso de los Estados Unidos, por ejemplo, como ya se observó anteriormente, en la mayoría de medidas de bienestar los negros y los hispanos están peor que los blancos. Una aproximación para evaluar el bienestar de los niños desde una perspectiva basada en la política pública consiste en afirmar que el objetivo es rellenar agujeros. Un estado "bueno" es el que tiene un agujero pequeño y en vías de reducción. Un estado "malo" es el que tiene un agujero grande y/o ampliándose. Una manera de comprender la política y la programación es precisamente esta idea de minimizar la variabilidad entre la gente con el derecho de esperar igualdad.

Esto ofrece un buen modelo de trabajo en convergencia con el uso de baremos de actuación absolutos basados en una manifestación empírica de lo que es posible (utilizando el diez por ciento mejor en cada medida, como definición de lo que es posible). Al que hace política y a los ciudadanos en general se les dice: "Sabemos que es posible porque alguien lo ha hecho". Se puede discutir que el establecimiento de estos objetivos puede oscurecer temporalmente la posibilidad de mejoras aún mayores (principalmente para los que ya están en el diez por ciento de los mejores). Simplemente porque no haya nadie que haya hecho algo computable no quiere decir que no se pueda hacer, o, lo que es más, que no se debería hacer.

Esta aproximación sí ofrece una postura media que se encuentra entre simplemente ofrecer indicadores no anclados en la realidad empírica o descansar sobre objetivos que simplemente flotan con la media.

 

EN CONCLUSION 

El proyecto de elaborar un conjunto de indicado s del bienestar del niño es seductor. Sin embargo, es todo un reto. Los estudios anteriores de indicadores sociales dirigidos a los hacedores de política sugieren algunas de las dificultades. La información debe ser oportuna (la información ya anticuada no se considera útil). La información debe ser fácil de comprender para el usuario ingenuo (cuanto más sofisticada matemáticamente, es menos probable que se utilice de forma amplia). La información debe ofrecer un camino hacia la acción (la percepción de que la información solamente documentada problemas sin iluminar soluciones hace que la información sea menos probable que se lleve al proceso político). Esto es mucho pedir.

Antes de lanzarnos a un caro proceso de recolección o recopilación de datos, antes de gastar recursos en la transformación de datos, debemos esforzarnos con las cuestiones conceptuales tratadas en este informe (y quizá otras hasta ahora no articuladas de manera clara). Este es el reto al que se enfrenta KIDS COUNT y otros proyectos afines.

 

BIBLIOGRAFIA