DOSSIER
RESUMEN CADA VEZ HAY MAS PERSONAS MAYORES
El artículo plantea que la década de los años 80 ha sido una década de cambio en el enfoque de la política dirigida a las personas mayores. El cambio se inicia en 1982 con la celebración de la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, organizada por Naciones Unidas. Europa la Comunidad Europea ha trabajado seriamente por este cambio. España ha vivido la década pasada en un permanente esfuerzo para ir cerrando un estilo de política social dirigida a los mayores marcado por el asistencialismo paternalista. Se han ido introduciendo programas innovadores, y se ha ido desarrollando una cultura de la solidaridad con la sociedad que envejece, mentalizando a la sociedad de que e1 jubilado no es un inútil social. Integración y participación son dos conceptos básicos en esta mentalización social. A pesar de lo que se ha avanzado, hay que dar un nuevo impulso a los programas innovadores en la década de los90. El Plan Gerontológico es el diseño elaborado por el Gobierno que marca objetivos y medidas a realizar en esta línea. La celebración del Año Europeo de las personas mayores y de la solidaridad puede significar un buen punto de partida para este nuevo impulso.
Envejecimiento. Política Social. Solidaridad Intergeneracional. Plan Gerontológico.
This paper states that the eighties have been a decade of change in the approach of the politics concerning elder people. This change began in 1982, when the World-Assembly on Aging, under the organization of the UNO., took place. The European Community has seriously worked to get this change. In Spain a permanent effort has been produced, last decade, to change the social politics concerning elder people, previously characterized by a paternalist care. Innovative programs have been introduced, and a solidarity culture with the aging people has been developed, convincing, the society that the retired is not a socially disable. Integration and participation are the two main concepts for this social awareness. In spite of those advances, we need a new impulse for innovative programs in the nineties. The Gerontologic Plan, designed by our Government, states the goals and measures which must be carried out on this line. The holding of the European Year for the Elders and the Solidarity may mean a good point of departure related to this new impulse.
Get old. Social policy. Intergenerational Solidarity. Gerontology Plan.
Tres referentes tengo en cuenta a la hora de escribir este artículo. Primero: Nueva York 16 de octubre de 1992; segundo: Bruselas 21 de enero de 1993; tercero: Madrid 25 de enero de 1993.
En Nueva York se ha conmemorado el décimo aniversario de aquel gran acontecimiento celebrado en Viena, que fue la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, y se han relanzado objetivos nuevos y actualizados. En Bruselas ha sido proclamado el 1993 Año Europeo de las Personas Mayores y de la Solidaridad entre Generaciones, haciéndose público un amplio programa de actividades en el ámbito comunitario. En Madrid al igual que en cada uno de los Estados miembros de la C.E. se ha repetido como un eco el lanzamiento del Año de los Mayores y de la solidaridad intergeneracional
El solo enunciado de estos referentes pone de manifiesto que vivimos y respiramos un clima de reflexión y de debate en tomo a la búsqueda de respuestas específicas a los diversos desafíos que plantea al mundo a Europa y a España el fenómeno del incremento de la población mayor.
Con una tasa de mortalidad decreciente y un mejor nivel de sanidad e higiene, cada vez hay más personas mayores. Este hecho sumado a una merma de la fecundidad, modifica la estructura demográfica. El envejecimiento de la población es ahora un fenómeno mundial, más evidente en los países desarrollados pero de crecimiento cada vez más rápido en los países en desarrollo. En los 75 años que van de 1950 a 2025, la población de más de 60 años, en el mundo habrá aumentado de 200 millones a 1.200 millones, es decir, del 8 al 14 % del total de la población mundial. Entre las personas mayores, las de edad más avanzada (más de 80 años)habrán pasado de 13 millones en 1950 a137 millones en el año 2025. Es lógico que a Naciones Unidas preocupe el fenómeno y que, por ello hayan indicado que el decenio 1990 prometa ser para los mayores lo que el de 1960 fue para la juventud: un decenio de gran visibilidad en el escenario mundial.
Con motivo del lanzamiento del Año Europeo, en Bruselas se han difundido datos demográficos que indican igualmente que el viejo Continente se está haciendo viejo y que se va a hacer muy viejo. Una de cada cinco personas europeas tienen más de 60 años. La población de Europa, en su conjunto, continuará creciendo gradualmente, pasando de los 340 millones, en 1992 a los 400 millones en el 2020. En consecuencia, es lógico también que el primer año de la Nueva Europa se haya dedicado a las personas mayores.
España, país miembro de la C.E., se ha sumado a la celebración de este Año, consciente de compartir el mismo problema europeo mundial. Nuestro país no es ajeno al fenómeno del envejecimiento que estamos comentando. Así como se ha homologado España en tantas otras facetas de la vida económica, sociocultural y política a los modos y maneras del área más desarrollada del mundo, también ha experimentado movimientos significativos tanto en la evolución de la esperanza de vida de los españoles, que es una de las más altas del mundo (77 años en 1990), como en la del índice de fecundidad, que es uno de los más bajos (1,4 hijos por mujer en 1990). Por consiguiente, nuestro país también envejece. De dos millones y medio de personas mayores de 65 años registradas en 1960 se han sobrepasado ya los cinco millones de españoles que superan dicha edad. De cara al futuro, los estudios prospectivos de población prevén que para el año 2000 se habrán superado los seis millones de personas mayores de 65 años.
Este considerable desarrollo demográfico, unido a los cambios sociales producidos en la vida moderna, sobre todo con la mutación del papel tradicional de la mujer, que se está incorporando activamente mundo del trabajo y al conjunto de la vida social, ofrece como resultado una profunda transformación social, que afecta muy directamente a la vida y situación de las personas de edad avanzada. Con frecuencia, éstas se encuentran perdidas e inseguras, y muchas veces convencidas de ser sujetos pasivos de una sociedad cuyos valores dominantes les son ajenos. No en vano este Año de los Mayores lleva, además, el calificativo de Año de la Solidaridad. Favorecer un cambio de actitudes en la sociedad respecto a los mayores, propiciando la solidaridad entre las generaciones podría decirse que es el gran objetivo del Año que celebramos.
Lo que nos debe preocupar, sin embargo, no es que los humanos vivan más años. Eso no es un problema, sino más bien una solución, un progreso. El problema es que esos años sean de vejez y no de ancianidad (decrepitud), es decir, que las personas mayores vivan en la carencia, en la soledad y en la discapacidad, y no viviendo una etapa de su vida, que es la tercera edad. Vivir viejo está bien. Pero, sobre todo, lo que importa es vivir plenamente.
Teniendo en cuenta esta consideración es por lo que he empezado este artículo con alusión a tres referentes: Naciones Unidas (Nueva York), Comunidad Europea (Bruselas, apertura Año Europeo), Ministerio de Asuntos Sociales (Madrid, lanzamiento Año de las Personas Mayores y de la Solidaridad entre las Generaciones).
En los tres escenarios se ha intentado representar" a las personas mayores como personas maduras que están si se quiere en el grupo de población denominado "Tercera edad", pero que no por ello, son "viejos" a marginar.
Naciones Unidas ha consagrado unos principios en favor de las personas de edad exhortando a los gobiernos a que los incorporen, tanto como sea posible a sus programas nacionales. Las palabras claves de estos principios son: dignidad, autonomía, autorrealización, participación.
Las personas mayores deberán poder vivir con dignidad, recibiendo un trato digno y siendo objeto de una valoración positiva, independientemente de su contribución económica.
Las personas mayores deberán poder residir en su propio domicilio por tanto tiempo como les sea posible, y tener la posibilidad de vivir en entornos adaptados a sus preferencias y a sus capacidades; además, deberán poder participar en la determinación de cuándo y en que medida dejarán de desempeñar actividades laborales.
Las personas de edad deberán tener acceso a los recursos educativos, culturales, espirituales y recreativos de la sociedad, y deberán poder aprovechar las oportunidades para desarrollar plenamente su potencial.
Las personas de edad deberán permanecer integradas en la sociedad, participar activamente en la formulación y aplicación de las políticas que afecten directamente a su bienestar, poder compartir sus conocimientos y habilidades con las generaciones más jóvenes, poder buscar y aprovechar oportunidades de prestar servicio a la comunidad y de trabajo como voluntarios en puestos apropiados a sus intereses y capacidades.
Contundentes y precisas las ideas contenidas en los referidos "principios", traídos casi a la letra.
La Organización de Naciones Unidas, primero en Viena (1982), más tarde en Nueva York (1992) se ha propuesto acometer una existencia segura y satisfactoria a las personas mayores, inculcando por una parte, el mensaje de que el envejecimiento es un logro, una oportunidad de realizar esperanzas y aspiraciones y una posibilidad de comunicar experiencias y saberes a las generaciones mas jóvenes; y por otra parte, la no menos importante reflexión de que la sociedad necesita de "esa mirada superior propia de los años, que ha aprendido a dar a cada cosa su propio valor, sin conceder importancia sustancial a lo accesorio y sin fomentar posturas radicales, que han sido causa de tensiones y conflictos en el devenir de la vida social".
La Comunidad Europea en Bruselas y desde Bruselas, también ha puesto en escena "una vejez saludable". En un esfuerzo para aunar la atención de los europeos ante "La revolución silenciosa" que supone el rápido envejecimiento de la población, el Consejo de Europa adoptó el pasado 24 de junio de 1992, la decisión de organizar en 1993 el Año Europeo de las Personas Mayores y de la Solidaridad entre Generaciones. Se ha pretendido poner de manifiesto la dimensión social" de la C.E. "¿Quién hubiera pensado hace unos años que la C.E. organizaría un acto como éste?", dijo en el acto de apertura el Sr. Crespo Varela, titular de la Dirección General y de la Comisión Europea (Asuntos Sociales). Y en otra intervención, el Sr. Chanterie, miembro del Parlamento Europeo, aportaba que "no se trata de un año para dramatizar el fenómeno del envejecimiento, sino para dar una imagen positiva de las personas mayores, porque son ciudadanos llenos de potencial.... La experiencia y la sabiduría de las personas de edad no se pueden despreciar, ni se puede aceptar en absoluto el conflicto generacional; tal vez no sea fácil de conseguir la integración pero habrá que poner las condiciones para la comprensión y el diálogo". Las personas mayores quieren participar, añadió en el turno de intervenciones el representante de EPSO, Sr. Troup; no será un cambio fácil, pero habrá que lograr que ellas, participando en la marcha de la sociedad, constituyan un puente entre pasado y presente". Citaré,- Finalmente, unas palabras de la magnífica intervención de la Sra. Sally Greengross, Secretaria General de Eurolink Age: "Yo soy muy pragmática. Tengo que anunciar un peligro, de que la celebración de este Año Europeo se convierta en un fin en sí mismo. Siempre hubo buenas intenciones, reuniones de expertos y de especialistas. Aquí están otra vez reunidos. No nos podemos quedar en decir que bien está esto. Tenemos un desafío: Encontrar la forma de transmitir que ser viejo es algo atractivo, no es ser ciudadano de segunda clase."
Las citas traídas a consideración son suficientes para poner de relieve el clima que se respiró en el Centro Borschete, de la Rue Froissart 36, de Bruselas, el día 21 del pasado enero. El Programa de Actividades que la C.E., ha elaborado para este año parece un intento de repensar y recordar que ser viejo no es ser ciudadano de segunda clase .
El Ministerio de Asuntos Sociales de España ha hecho otro tanto. El día 25 de enero pasado, en el salón de Actos del INSERSO se han dado cita más de 200 personas, entre expertos en la atención a las personas mayores y responsables de asociaciones, organizaciones no Gubernamentales y entidades que desarrollan programas en favor del colectivo de población de edad avanzada. Estaban presentes personalidades del ámbito de las Administraciones Central, Autonómica y Local. Presidía el acto, la Ministra de Asuntos Sociales y el Director de la Oficina en España de la Comisión de las Comunidades Europeas. El acto pretendía ser un eco de lo que había sucedido en Bruselas cuatro días antes. A la misma hora sonaba este eco en todos y cada uno de los doce países miembros de la Comunidad Europea.
Héctor Maravall, Director General del INSERSO ofreció un avance de programa de actividades a desarrollar durante el año93. La Ministra centró la atención en el diseño de política social dirigida a las personas mayores, que nuestro Gobierno ha elaborado. Este diseño tiene un nombre: Plan Gerontológico. A él me referiré más adelante. Y el Profesor Aranguren habló magistralmente, como siempre, sobre nuestro atardecer en el mundo; su intervención fue un verdadero elogio de la senectud. Presentó la vejez como nueva etapa para vivir, subrayó la diferencia entre saberse viejo y sentirse viejo y constató, como una paradoja, el que ahora, en nuestra época, cuando los viejos, muchos viejos se sienten menos viejos que nunca, la vejez suponga una marginación también mayor que la de ninguna época.
Los mensajes que, con esta ocasión se lanzaron a nuestra sociedad, tuvieron una amplia resonancia. De tanto como se ha escrito, me permito recoger sólo una cita de un artículo que apareció en el periódico "El Mundo", tres días después: "En diez años de nueva sociedad no hemos superado las viejas fórmulas del asilo de ancianos y el desprecio particular para los viejos. Nadie ha sabido ni querido preparar al hombre para la vejez, inmiscuirle en la sociedad de manera que siga evolucionando con ella y no se quede fósil como caída piedra del molino parado y sin viento de su vida. Llevamos diez años hablando de la revolución de la mujer y de la revolución de la computadora, pero nadie se ha planteado la revolución de los viejos."
Buena, pero tal vez demasiado radical la cita anterior. Decía que "nadie se ha planteado la revolución de los viejos".
Por supuesto entiendo que utiliza el término "revolución" en el sentido etimológico de la palabra, es decir, como acción de revolver, de dar la vuelta, de hacer girar algo, en definitiva, como acción de cambiar. Y desde este significado, me permito disentir de la cita, pues ya los años ochenta han sido años de cambio en la política social dirigida a las personas mayores en todos los países pertenecientes a la Organización de Naciones Unidas y por consiguiente en los países de nuestro entorno europeo y en España. Se ha ido dejando atrás el asistencialismo paternalista y la concepción del jubilado como inútil social Han ido surgiendo experiencias piloto buscando alternativas al sistema tradicional de las instituciones o centros residenciales. Se han ido acuñando términos vos para denominar servicios innovadores: servicio de ayuda a domicilio, servicio de teleasistencia; centros de día; acogida familiar, viviendas tuteladas; apoyo a las familias que cuidan a una persona mayor en el hogar familiar; fomento de la autonomía personal; supresión de barreras arquitectónicas urbanísticas en edificios públicos, en calles, plazas y jardines para hacer posible el acceso a las personas con problemas de movilidad limitada y así propiciar su integración en la comunidad. Además de todo eso, no es posible silenciar el amplio despliegue que ha tenido el concepto 'participación". Se ha ido abriendo paso una cultura de la solidaridad y se ha ido consolidando en la conciencia de nuestro pueblo, también en la de la gente mayor aquellos versos de Alexandre: "Vivir es conservar la capacidad de entusiasmo, seguir vibrando por toda la vida que sientes a tu alrededor y participar en ella. Vivir es saberse vivo hasta el instante final."
Creo, sinceramente, que a lo largo de esta década, cada día han ido apareciendo más personas mayores que "sabiéndose viejos, no se sienten viejos". En mis notas de archivo leo una cita, recogida de las declaraciones de un líder social de nuestro tiempo. Se dirige a sus compañeros jubilados y les dice: "Hace ya mas de un año que he entrado en el mundo de los jubilados. Pertenecemos -vosotros y yo- a la tercera edad (aunque no sé muy bien lo que esta expresión significa) y estamos oficialmente al margen del entramado jurídico, social y laboral en que se desenvuelve normalmente la vida del hombre. No estamos "marginados", aunque algunos nos consideren así... Es fácil creerse -o que nos crean- marginados de la vida cuando no intervenimos responsable y activamente en el quehacer de nuestra sociedad, hemos sido jubilados de nuestro trabajo, de nuestra profesión, de nuestra responsabilidad social..; pero no es legítimo ni bueno ese sentimiento que arrebataría el sentido más profundo de la vida, que ahora, quizá, podemos vivir con mayor intensidad y con mayor relajamiento, porque no nos atosiga ese ritmo de vértigo que no pocas veces impide saborear la alegría de vivir. A pesar de los años, y aunque algunos nos llamen "viejos" (o carrozas, según el lenguaje juvenil), podemos continuar siendo jóvenes... No somos inútiles, aunque no podamos trabajar normalmente ni tener responsabilidades sociales. Somos útiles y la sociedad sufriría un grave quebranto si no supiera aprovechar lo que nosotros todavía le podemos dar... Incluso en los asuntos públicos podemos ejercer una influencia saludable..."
Sería muy fácil traer aquí muchas citas y muchos testimonios tan impresionantes como este. Quien diga que la "revolución de los viejos" no ha llegado, no está en lo cierto. Lo que pasa es que los cambios no suelen ser radicales ni totales en casi nada. La década de los ochenta ha sido testigo de profundos cambios en muchas cosas y, por supuesto, en el modo de enfocar la política social dirigida a los mayores y en la propia actitud de éstos respecto a su papel en la marcha de la sociedad y respecto al modo de autorrealizarse personal y socialmente en la etapa de la jubilación. Va cambiando la imagen de los hombres y de las mujeres que componen el colectivo de personas de 60 y más años, superándose los estereotipos negativos del pasado.
La objetividad y el realismo con que intento nacer estas reflexiones me llevan, sin embargo, a hacer patente mi inconformismo con el statu quo en que todavía se encuentra y vive la población mayor, hoy, en España. Sirvan de fundamento para este inconformismo los siguientes datos que ofrezco como un flash de la realidad.
- Aunque en España es ya realidad la garantía de una pensión para todas las personas mayores, y se ha hecho un importante esfuerzo para incrementar la cuantía de las pensiones, todavía quedan personas de edad cuyos ingresos son bastante modestos.
- Aunque se han incrementado significativamente los niveles de salud y se ha universalizado el sistema de atención sanitaria de la Seguridad Social, más de la mitad de las personas mayores de 65 años presentan enfermedades y problemas físicos, que las reiteradas visitas al médico y el consumo, a veces excesivo, de medicamentos no bastan para resolver.
- Por lo que se refiere a la instrucción y cultura, si sumamos desde analfabetos hasta los que han completado la enseñanza primaria, se alcanza nada menos el índice del 92,12%. Es muy minoritaria la asistencia a espectáculos; casi un 90 % no va al cine nunca; el porcentaje de población mayor que asiste a otros espectáculos (teatros, conciertos, etc.) está rozando el 1 % según las encuestas. Un 49 % no disfruta de vacaciones.
- Por lo que se refiere al modo de vivir, interesa resaltar que en la actualidad el 19 % de las personas mayores viven solas, y esa soledad, que a veces es independencia y autonomía, también es en ocasiones marginación y desamparo.
- Aunque más del- 65 por cien de las personas mayores son propietarias de sus viviendas, muchas de esas viviendas son antiguas y poco confortables.
Junto a los datos ofrecidos sucintamente sobre la realidad que viven nuestros mayores, creo oportuno ofrecer también otro flash sobre la red de recursos o servicios disponible para responder a las necesidades descritas.
- Interesa destacar en esta otra vertiente que en España, en el inmediato pasado, se ha realizado casi todo el esfuerzo presupuestario de los servicios sociales dirigidos a los mayores en la construcción de centros, fundamentalmente centros de día y residencias.
- Acaso lo más llamativo del conjunto de recursos sociales destinados a este colectivo sea el escaso desarrollo que han experimentado aquellos que son más integradores y de carácter más innovador. Uno de ellos, el Servicio de Ayuda a Domicilio, cuyas ventajas indudables han sido profusamente contrastadas en muchos años de experiencia en los países más desarrollados de nuestro entorno europeo no se ha extendido todavía suficientemente en nuestro país, debiéndose subrayar, además, su desequilibrada distribución territorial. Del resto de los servicios comunitarios, adaptación de viviendas, pisos tutelados, acogida familiar, estancias diurnas en centros gerontológicos, etc., su existencia en España es incipiente y no alcanza todavía la significación estadística que sería deseable.
La consideración de los dos flashes ofrecidos nos permite afirmar que, aún reconociendo lo mucho que se ha avanzado en la pasada década, es preciso reconocer también las carencias todavía existentes, que son muchas, y que el esfuerzo futuro ha de ser sensiblemente mayor si se quiere responder de manera integral a las necesidades sentidas por el numeroso sector de personas mayores. El esfuerzo que ha de hacerse en el futuro está marcado en forma de objetivos muy concretos y de medidas muy determinadas en el Plan Gerontológico. La aplicación de este Plan es el reto que el Gobierno se ha marcado para los años 90.
El afrontar este reto con garantías de éxito exige que a la actuación política que desarrollen las Administraciones públicas se una la cooperación del tejido social. Es preciso que los que se sienten en alguna medida comprometidos en la marcha y en el cambio de la sociedad, continúen realizando una intensa tarea de educación social y cívica del pueblo, para hacer posible una cultura de la solidaridad, sin excluir la solidaridad con la sociedad que envejece. No bastan unas medidas de política social dirigidas a integrar a los mayores en el ámbito comunitario, como ciudadanos con plenos derechos, si la sociedad se empeña en cerrar las puertas a estos ciudadanos, considerándolos de segunda clase. Ni siquiera serían eficaces esas medidas si los propios destinatarios, por actitudes insolidarias, se negasen a la participación y al diálogo con los otros ciudadanos más jóvenes de la comunidad en la que se les pretende incorporar. No en vano, como se dijo antes, al declarar el año 1993 como Año de las Personas Mayores, se le acuñó, como segundo calificativo, y "de la solidaridad entre las generaciones". El desidio lamentable que con frecuencia, se produce entre jóvenes y mayores podría evitarse o disminuirse si unos y otros cultivasen mejor el valor de la solidaridad. Es mucho más cómodo atrincherarse en el tinglado ideológico que nos hemos construido día tras día. Un acercamiento al momento histórico de esa juventud o de esa vejez que tenemos al lado, y, a la que no se pertenece por razón de edad, podría traer consigo la necesidad de destruir lo nuestro (lo de la gente de nuestra edad), y edificar en su lugar lo del otro (lo de la otra generación que no es la nuestra). Y esto es francamente incómodo. Es fácil que los mayores o los jóvenes vivan convencidos de que su estructuración es la mejor, la única buena, incomparable en su solidez con la mampostería pretenciosa de la edificación del otro. Es tan fácil este convencimiento que, sin duda, por eso domina tanto en nuestra sociedad el individualismo insolidario. Pero, no obstante las dificultades que pueda encontrar para abrirse paso la cultura de la solidaridad, creo que en esto, como en tantas cosas, el optimismo nos es necesario, y es posible. Basta con que comparemos días con días, como ya hemos hecho para percibir la trayectoria que seguimos y la velocidad acelerada con que nos movemos en tantos órdenes de cosas. Es de esperar, en consecuencia, que, después del impulso que la celebración de este Año Europeo de los Mayores y de Solidaridad entre Generaciones va a dar a la tesis que se viene sustentando a lo largo de este artículo, nos daremos más prisas por cancelar definitivamente un estilo de política social dirigida a los mayores que estuvo dominado por el asistencialismo y se dará paso a una política social dirigida a conseguir una ciudadanía plena al referido sector de población.
BIBLIOGRAFIA