DEBATE
RESUMEN II. UTILIZACIONES DE LA ANTROPOLOGIA
III. LA ANTROPOLOGIA EN LA MEDICINA
La comunidad constituye un lugar de trabajo donde intervienen muy diversas disciplinas y profesionales. En este trabajo se exponen las aportaciones de carácter teórico y metodológico que la antropología facilita para el conocimiento, interpretación e intervención en la realidad social comunitaria, incidiendo en el aspecto sanitario, educativo y, especialmente, en los servicios sociales.
Antropología social. Intervención social. Servicios Sociales.
The community constitutes a working place where many different disciplines and professions take part. In this task it is exposed the theoretical and methodological contributions that anthropology provides for the knowledge, interpretation, and intervention in the communitary social reality, to fall upon the sanitary and educative aspects, and specially social services.
Social anthropology. Social intervention. Social Services.
El descubrimiento de América en 1492 constituyó un hito importante en todos los órdenes: económico, político, social y religioso. Pero fundamentalmente se puso de manifiesto la existencia de una humanidad distinta a la europea. Se descubre que hay otros seres humanos con costumbres y formas de vida muy diferentes. El encuentro o enfrentamiento de dos visiones distintas del mundo supuso el nacimiento de los primeros interrogantes antropológicos. Muy pronto aparecen algunas personas que intentan responder a esos interrogantes que se plantean tal es el caso de Bartolomé de las Casas o de Bernardino de Sahagún. Estos inician el conocimiento de los "otros" con la intención de mejorar el sistema de gobierno de los indios. Podemos, por tanto, decir que aquí comienza la antropología aplicada. Como señalaba Levi-Strauss, la antropología llegó a ser práctica incluso antes de haber alcanzado el nivel de los estudios teóricos.
En el devenir histórico la antropología se ha consolidado como saber científico que nos explica y ayuda a comprender la realidad social. Aunque en algunos momentos se ha hecho una división dualista de la antropología, en el sentido que se hablaba de una antropología académica o teórica por una parte, y de una antropología aplicada por otra. Hoy ambas "antropologías" van íntimamente unidas, ya que en caso contrario, como señala Pío Navarro, la antropología quedaría descalificada de todo interés humano y posible consideración científica.
Los problemas de carácter práctico a los que han dedicado su atención y su tiempo los antropólogos han ido variando en el transcurso del tiempo. A finales de la Segunda Guerra Mundial, los antropólogos eran contratados por los gobiernos coloniales -sobre todo Inglaterra- como asesores para la administración de las colonias, o bien los propios administradores recibían nociones de antropología, e incluso en algunas ocasiones se designaron como administradores a los propios antropólogos.
En este período el valor práctico que tuvo la antropología no fue otro que el de proporcionar a los gobiernos coloniales información sobre la cultura de los pueblos colonizados, información que era utilizada para prolongar su dominio con métodos más refinados, ya que vieron peligrar las posesiones de Ultramar.
Después de la Segunda Guerra Mundial la teoría antropológica se interesa principalmente en los procesos de cambio sociocultural y en lo referido a las mejoras del bienestar de las personas, así participan antropólogos en la planificación de la agricultura, sistema educativo, sanitario y en programas de servicios sociales y desarrollo comunitario, entre otros. Cuestión que fue asumida por la ONU a través de su Consejo Económico y Social. La propia Naciones Unidas define el desarrollo comunitario como un proceso destinado a crear condiciones de progreso económico y social para toda la comunidad, con la participación activa de ésta, y la mayor confianza posible en su iniciativa. El desarrollo se lleva a cabo a partir de los recursos existentes en la propia comunidad, por lo que el conocimiento exacto del medio -el territorio y las personas que lo habitan constituye la base técnica de la que ha de partir el proyecto.
El país que inició la experiencia fue la India en 1946 -no por casualidad, sino por el encono de la lucha nacional por la independencia-, pero se extiende por el mundo, sobre todo por los países latinoamericanos, aunque también en Egipto, Ceilán, Yugoslavia, etc., se llevaron a cabo programas de desarrollo comunitario de diversa índole.
No pocos de estos programas, financiados muchos por las Naciones Unidas, fueron dirigidos por antropólogos. Tal es el caso de Georges Foster, el cual llevó a cabo un estudio en el municipio de Tzintzuntzan (México). Relata la historia de un proyecto de desarrollo comunitario, que acabó en desastre. Por otra parte, Acheson estudió la comunidad tarasco de Cuanajo, concluyendo que el desarrollo no tenía lugar si no se partía de la situación real, y sobre todo cuando no hay oportunidades de tipo económico. En la comunidad de indios maya de San Pedro (Guatemala) Waldemar Smith llevó a cabo un estudio sobre un desarrollo comunitario que, al contrario de los dos ejemplos anteriores, si tuvo éxito porque se dio interacción entre el gobierno nacional y local.
No podemos dejar de citar los aportes de Oscar Lewis como consecuencia de su estudio de los barrios bajos urbanos, que dio lugar a la teoría de la "cultura de la pobreza:', matizado y completado por otros autores como Safa y Valentine.
La participación de los antropólogos en el estudio y desarrollo de comunidades no ha quedado reducida al Tercer Mundo o países pobres, sino que se ha extendido al mundo urbano de los países ricos. Sería muy prolijo enumerar los estudios que sobre comunidades se han realizado en Europa. No obstante, es interesante apuntar que se han deshecho muchos estereotipos a consecuencia de estas investigaciones, estereotipos que todavía perduran por nuestros lares. Es moneda común entre los especialistas del desarrollo comunitario mantener que, como señala Burton Benedict, la existencia de una red de relaciones personales o de un fuerte cohesión social presupone que haya autonomía social y objetivos comunes. Ello no tiene porque ser así y dichos idealismos comunitarios hace tiempo que fueron desmontados por las aportaciones de la investigación antropológica.
Actualmente se está llevando a cabo desarrollos locales tanto en EE.UU. como en Europa. Estos desarrollos comunitarios utilizan nuevos enfoques y estrategias. También en España se están poniendo en práctica programas inspirados en esta nueva dirección.
En todas estas cuestiones el antropólogo, aporta su conocimiento de la cultura de las sociedades y comunidades a quienes van dirigidas las actuaciones, que ya no son los 'primitivos", sino que somos nosotros mismos.
Con respecto al sistema sanitario nos encontramos con que las enfermedades se presentan con características propias en los distintos grupos étnicos, pero no sólo los padecimientos y enfermedades dependen del factor sociocultural, sino que la propia organización del sistema sanitario no puede ser ajena a los mismos. De esta preocupación antropológica de la sanidad nace la etnomedicina, la cual parte de una dicotomía entre salud y enfermedad en la que ésta no es más que un equilibrio con respecto a la primera. No obstante, para su conceptualización se ha de tener en cuenta tanto los factores objetivos como los subjetivos. La enfermedad en sí es un hecho objetivo u objetivable, sin embargo, el cómo se padece por los sujetos afectados y cómo la vive la propia sociedad en su conjunto constituye una situación no exenta de subjetivismo en la que el factor cultural impregna todo el proceso. Si este fenómeno se presenta en todo tipo de sociedad y de enfermedades, en los padecimientos mentales y en las llamadas enfermedades sociales la relación enfermedad-cultura es aún mayor. No es, pues, banal que el propio Freud abordara esta cuestión en su libro "El malestar en la cultura".
En los últimos tiempos se ha llevado a cabo prácticamente en todo el Estado español lo que se ha venido en denominar como desinstitucionalización de los enfermos mentales. Se ha procedido al desalojo de los viejos psiquiátricos, trasladando a los enfermos o bien a casa con las familias o bien a pisos asistidos. Esta desinstitucionalización ha presentado no pocos inconvenientes por no haberse previsto en su planificación -entre otros factores de tipo económico- la reacción de las comunidades donde se ubican los mencionados pisos asistidos ante esta situación.
En relación con las enfermedades sociales la situación es aún más conflictiva. Entendemos por enfermedades sociales aquellas que afectan a los individuos pero que tienen repercusión en la sociedad. La antropología puede prestar una estimable ayuda, desde una perspectiva interdisciplinaria, en desvelar aquellas condiciones que desbordan el puro análisis médico, que sería útil al menos en un replanteamiento crítico en la actuación de la Administración pública en este ámbito.
Otro campo en el que existe una gran diversidad de trabajos de aplicación de la antropología es el de la pedagogía. La escuela ha constituido un interesante campo de trabajo de antropología aplicada, tanto por parte de los antropólogos como de los pedagogos que han acudido a la teoría y técnicas antropológicas para obtener un más completo conocimiento de la realidad escolar para la planificación de la intervención en la educación.
La etnografía es utilizada por los pedagogos en el sentido señalado por Goetz, es decir, como una recreación de las creencias compartidas, prácticas, artefactos, conocimiento popular y comportamiento de un grupo de personas. Sin embargo, la etnografía no puede ser considerada aisladamente, pues, como señala Levi-Strauss, etnografía, etnología y antropología no son disciplinas diferentes, sino tres etapas de los mismos estudios. La etnografía se refiere al trabajo de campo, la observación sobre el terreno de las características del grupo estudiado y su descripción. La etnología hace una síntesis con los datos obtenidos y establece conclusiones y leyes. La antropología elabora la síntesis final e infiere leyes generales válidas para toda la sociedad.
En la esfera educativa no se suele emplear de esta forma, sobre todo en nuestro país, sino que se hace fundamentalmente uso de las descripciones etnográficas como técnica de investigación cualitativa, por lo que es conveniente advertir que, como señala González Echevarría, existe una etnografía de base estadística. Cuestión ésta que ya fue tratada por Tylor en 1889. Cuando el antropólogo estudia sociedades complejas, industrializadas, recurre hoy a los métodos de del muestreo.
En nuestro país, pues, no se obtiene todo el fruto que la antropología podría aportar a la educación. No se trata sólo de hacer uso por parte de los profesionales de la educación de las aportaciones de la antropología sino de la intervención de los antropólogos como tales en la investigación educativa.
Cuando observamos nuestro pasado y reflexionamos con la perspectiva crítica que proporciona el tiempo transcurrido, nos damos cuenta del cambio legal y económico, así como el producido en el aparato administrativo de los servicios sociales. En los últimos tiempos los servicios sociales han experimentado una profunda transformación que ha afectado no sólo a su estructura física y material, sino también a su propia naturaleza e identidad.
Ciertamente que los servicios sociales no podían quedar al margen de las hondas transformaciones habidas en la sociedad española, por lo que esta nueva identidad no es sino la respuesta natural y coherente a las nuevas circunstancias que le rodean.
Cuando nos acercamos al mundo de los servicios sociales lo primero que sobresale es su complejidad. Y ello es así porque los servicios sociales ya no están limitados a la consideración tradicional de remediar paternalistamente y de forma individualizada -case work- las necesidades más perentorias de las personas, sino que se han convertido en una institución básica de la realidad social, asumida por los poderes públicos.
Podemos, pues, afirmar que los servicios sociales se encuentran en ebullición, inmersos en una dinámica de carácter dialéctico que se debate entre el cambio y la consolidación. De ahí que no exista un concepto unívoco y uniforme de los mismos. Podríamos establecer dos grandes conceptualizaciones de los servicios sociales: una de base económica y otra de base social.
Estudios realizados en Estados Unidos revelan que el crecimiento económico no podía explicarse basándose sólo en la teoría clásica de acumulación de capital y crecimiento de la mano de obra. Existe un factor residual al que era atribuible la parte de crecimiento económico no explicado por los factores tradicionales. Dentro de este factor residual estarían, entre otros servicios del Estado -como la educación-, los servicios sociales. Esta teoría del factor residual trajo consigo el considerar a los servicios sociales como una "inversión". Ahora bien, esto ocurría en los años sesenta y del alegre optimismo de esa época hemos pasado al pesimismo actual, siendo de todos conocidos el recorte habido en los presupuestos destinados a los servicios sociales en todo el "mundo civilizado". También en este ámbito han entrado los hijos de Friedman pidiendo la privatización de los servicios sociales como alternativa a la situación crítica.
Hemos apuntado también la existencia de una concepción social dominante todavía en nuestra área geográfica y cultural, ligada al funcionalismo parsoniano y en la que los servicios sociales son considerados como un elemento más para la integración de los individuos, grupos y comunidades dentro de la estratificación social existente.
Tampoco faltan críticos radicales a ambas concepciones, para quienes los servicios sociales no constituyen más que un elemento de opresión que cumple la función de legitimar el poder político establecido.
En definitiva, lo que queremos poner de relieve -como decíamos al principio- es que los servicios sociales se nos aparecen hoy con una gran complejidad. Se ha pasado de un sistema estático con una organización sencilla casi artesanal, a convertirse en una gran empresa pública. La realidad nos demuestra que la administración social de nuestros días ha de realizar funciones tales como la elaboración de estudios técnicos previos ara la toma de a decisiones políticas, formar planes y programas que orienten la intervención social, así como asignar y distribuir cada vez mas recursos financieros.
Hasta fechas no muy lejanas, prácticamente los únicos profesionales que trabajaban en los servicios sociales eran los asistentes sociales, pero conforme los servicios sociales han ido cambiando en su concepción y organización, otros profesionales y disciplinas de las ciencias sociales irrumpen en los mismos. Sin embargo, la antropología no ha pasado a tomar parte, en nuestro país, en el ámbito de actuación de los servicios sociales.
Como señala Bastide, después de la Segunda Guerra Mundial la antropología se ocupa de dar respuestas a problemas concretos y es evidente que los problemas sociales tales como los conflictos familiares, estudio de las organizaciones, de las minorías étnicas y los conflictos culturales, entre otros, tienen mucho que ver con el funcionamiento defectuoso de los grupos, siendo el conocimiento antropológico de suma importancia para explicar y ciar pautas de actuación en la solución de estos problemas. Como señala Malinowski, el ideal primordial y básico del trabajo etnográfico de campo es dar un esquema claro y coherente de la estructura social y destacar de entre el cúmulo de hechos irrelevantes, las leyes y normas que todo fenómeno cultural conlleva.
Al mismo nivel que el resto de las ciencias sociales la antropología aporta elementos teóricos y técnicos de utilidad tanto en los servicios sociales comunitarios como en los especializados.
Con respecto a los servicios sociales comunitarios la antropología nos facilita las propias bases teóricas del concepto mismo de comunidad y de la cultura que la caracteriza. Trabajar con una comunidad sin conocer científicamente creencia, moral, arte, costumbres, o cualquier otro hábito adquirido por el hombre como miembro de la sociedad, es sencillamente trabajar en el vacío, ya que sólo se conoce una parte -o varias-, pero no todos los componentes que influyen en el comportamiento del colectivo en el que se va a incidir con la actuación profesional.
Dice Jáuregui que la manera de asearse, de peinarse, de lavarse, de afeitarse; la forma de pintarse, acicalarse, maquillarse; de usar estas o aquellas prendas y la manera de llevarlas obedece a las reglas sociales establecidas por la cultura. Reglas por las que los individuos expresan su identidad. Una señora -nos sigue ilustrando Jáuregui- al vestir un abrigo de piel, o un cardenal al ir vestido de púrpura y arrastrando una larga cola no van solamente abrigando su cuerpo, sino que, además van definiendo públicamente su categoría.
Es moneda común en el trabajo de comunidad potenciar la participación de los usuarios y ciudadanos en general. Para ello se recurre de forma estereotipada a las asociaciones de vecinos -organizaciones que están en crisis- como si fuera ésta la única forma de sociabilidad existente. El asociacionismo de una comunidad se puede manifestar de múltiples formas y maneras: peñas futbolísticas, recreativas, religiosas, etc. Hemos supervisado experiencias de intervención comunitaria donde se ha puesto de manifiesto la necesidad de contar con todas las formas asociativas de un barrio o comunidad para conseguir la participación de la misma en la detección y resolución de los problemas sociales que padecen.
Es interesante a este respecto citar al profesor Escalera, que ha llevado a cabo una investigación en la comarca del Aljarafe sevillano, sobre la materia, quien en sus conclusiones pone de manifiesto el "olvido de que son, sin duda, las formas asociativas de mayor extensión y relevancia en Andalucía, las cofradías y hermandades, y la subestimación de la importancia sociocultural de las que le siguen en numero y en popularidad las asociaciones como los casinos, las peñas y sociedades recreativas". Las funciones de estas asociaciones andaluzas no quedaban reducidas al papel -y seguimos con el profesor Escalera- de ocupación del tiempo libre, sino que dichas asociaciones poseen una importancia notable como instancias que sirven de marco para el establecimiento extensión de las redes sociales de relaciones interpersonales verticales (patronales, clientelistas) y horizontales (cooperación, alianza y ayuda mutua), y como ámbitos muy propicios para la competición por el prestigio y el liderazgo entre individuos y grupos.
No cabe la menor duda que obviar estas aportaciones de la antropología en cualquier intervención comunitaria, ya sea ésta social, psicológica, sanitaria, educativa o de cualquier otra índole, es una intervención basada en un conocimiento parcial de la realidad y por tanto con bastantes posibilidades de fracaso. Muchos proyectos de desarrollo en comunidades locales no han tenido en cuenta la cultura de los lugares -entre otras variables que influyen- y su éxito ha sido a medias, cuando no se han saldado con rotundos fracasos.
Una actividad muy utilizada para la intervención comunitaria es la animación sociocultural, ligado con lo que anteriormente se ha dicho. Es decir, las características culturales de las comunidades y de los sectores sociales a los que se dirige el trabajo de promoción representa un aspecto central a tener en consideración, tanto desde el punto de vista teórico como metodológico.
En relación con la animación sociocultural, la aportación de la antropología se refiere a la facilitación del acercamiento a la cultura popular. Entendida ésta en oposición a la cultura oficial o dominante, se corresponde con áreas geográficas más pequeñas, es más localista. La cultura popular tiene la característica de producir efectos identificatorios en el grupo. Al tratarse de manifestaciones que no están impuestas por el código institucional dominante, el grupo se siente comprometido y la vivencia -consciente o inconsciente- con intensidad. Mediante este comportamiento afectivo el protagonista sostiene pertenencia al grupo. Ahora bien, no todo el comportamiento de los miembros de una comunidad, sea ésta rural o urbana, es manifestación de cultura popular. Para que un comportamiento sea considerado como tal tiene que dar lugar a efectos identificativos en un grupo.
Aunque la cultura popular se homologa con cultura subalterna (Lombardi) y cultura de clase, como podemos comprobar comparando un barrio popular con otro de élite, sin embargo, hay elementos culturales que no están determinados por la clase social. Los sectores dominantes y dominados no están en una total externidad el uno del otro, sino que se da una relación dialéctica de bipolaridad en oposición, donde ambos forman parte de una unidad. No obstante, la influencia de la fuerza dominante es más fuerte que a la inversa.
No hemos hecho más que esbozar el marco teórico para llevar a cabo actividades de promoción sociocultural en comunidades populares, pero con lo expuesto es evidente que no se agota el tema. Pero queremos insistir que esta cuestión no está suficientemente tratada en la bibliografía sobre intervención comunitaria.
No sólo en la intervención comunitaria es útil el conocimiento antropológico, sino que también en los sectores especializados de los servicios sociales puede tenerse en cuenta su aportación. Así en la familia, infancia, juventud, tercera edad, minusválidos, etc., aparece la dimensión antropológica, cual es el estudio de los elementos constitutivos de la imagen social de cada sector, su movimiento nociativo, etc.
BIBLIOGRAFIA