ESPACIO ABIERTO

 

Medios de comunicación e imagen social de la infancia


Media and social image of childhood

Ferrán CASAS

Departamento Psicología Social. Universidad de Barcelona


RESUMEN

PALABRAS CLAVE

ABSTRACT

KEY WORDS

1. LA INFANCIA Y LAS REPRESENTACIONES SOCIALES SOBRE LA INFANCIA

2. INFLUENCIA DE LOS MEDIOS Y CULTURA INFANTIL

3. INFORMACIONES PARA ADULTOS Y PARA NIÑOS: EL FIN DE UNA DIFERENCIA

4. TELEVISION PARA NIÑOS Y CONSTRUCCION DE IMAGENES SOBRE EL MUNDO INFANTIL

5. LOS MEDIOS Y LA IMAGEN ADULTA ACERCA DE LOS NIÑOS

6. IMPLICACIONES PARA LOS PROFESIONALES DE LA INTERVENCION PSICOSOCIAL

7. CONCLUSIONES: LA NUEVA CULTURA INFANTIL ENTRE EL DESEO DE LOS PADRES Y LA VOLUNTAD DE LOS MEDIOS

BIBLIOGRAFIA


RESUMEN

En nuestras sociedades actuales las imágenes y representaciones sociales que construimos acerca de la población infantil están fuertemente condicionadas por los medios de comunicación. Así, las formas de considerar la realidad infantil, sus problemas (y las maneras de superarlos) o la promoción de su calidad de vida, pueden ser coincidentes o contrapuestas, según tomemos en cuenta las representaciones adultas generalizadas en nuestro contexto sociocultural o las imágenes ilusoriamente universalistas mostradas por la televisión. La existencia de una cultura infantil propia, en medio de esta contraposición de imágenes, ideas y valores, es a menudo subvalorada Los profesionales de la intervención psicosocial no pueden ignorar los factores implicados en este macrocontexto psicosocial en que se desarrollan muchos programas y que constituyen importantes variables intervinientes a considerar.

 

PALABRAS CLAVE

Medios comunicación. Imagen social. Infancia. Representaciones. Influencia social. Cultura infantil. Televisión. Intervención.

ABSTRACT

In our actual societies, social images and representations on our child population are highly influenced by media. Different ways of taking into account children's reality, their problems (and ways to overcome them) or promotion of their quality of life may be the same or completely different if we consider, on the one hand, the most usual adults social representations in our sociocultural context and on the other, the supposed-to-be universal images shown by television. Existence of an own child culture, among this images lights, is often undervaluated. Practitioners of psychosocial intervention must not ignore factors implyed in this psychosocial macrocontext, in which many programs are developped, as they constitute important intervinient variables that must be considered.

KEY WORDS

(Mass) media Social image. Childhood Children. Social representations Social influence. Child culture. Television. Intervention.

1. LA INFANCIA Y LAS REPRESENTACIONES SOCIALES SOBRE LA INFANCIA

La infancia, como concepto que se refiere a un conjunto de población socialmente categorizado, ha sido retomada desde hace poco más de una década como objeto de interés psicosocial por algunos autores (Chombart de Lauwe, 1979, 1983; Qvortrup, 1987, 1990; Casas, 1992).

Desde hace algo más tiempo, algunos historiadores, anclados en enfoques teóricos y disciplinares notablemente diversos, se han preocupado por realizar el trato que han recibido los niños de nuestra cultura en distintos períodos históricos (Aries, 1973; De Mause, 1974; Cots, 1979; De Leo, 1981; Martínez Shaw, 1986). Del conjunto de estos trabajos parece desprenderse diáfanamente que las representaciones sociales que los miembros de un entorno sociocultural dado se hacen sobre sus niños y niños como grupo social, sobre las necesidades y problemas de los mismos, y sobre las formas de superarlos han variado notoriamente a lo largo de la historia.

Es más, en algunos estudios historiográficos se expone la tesis de que el interés social por la infancia se desarrolla con especial intensidad en algunos momentos críticos de la historia, no por alguna preocupación acerca de los niños y niñas en sí mismos, sino por buscar soluciones a problemas sociales que afectan y alarman a la población adulta en general, es decir, por ejercer un más efectivo control social, especialmente sobre la delincuencia. El mismo título de la obra de Platt (1969), analizando críticamente la creación de los tribunales de menores, es bien ilustrativo al respecto: "Los salvadores del niño o la invención de la delincuencia". Todo lo dicho coincide con las afirmaciones de Jaspers y Hewstone (1984) sobre correlatos entre creencias compartidas, atribuciones y representaciones sociales en un contexto histórico y cultural dados.

A lo largo de la historia, hipotéticamente, la imagen social de la infancia parece haberse construido mayoritariamente, en base a las interacciones entre adultos elaborando discursos y creencias sobre los niños en general, y sobre algunas edades en particular. A medida que los adultos (colectiva y mayoritariamente, es decir, como grupo social) hemos ido tomando conciencia del niño como "ser humano", activo y pensante, y sobre todo del niño como "sujeto de derechos" (fenómeno característico del siglo XX, que no se consolida hasta finales del mismo), la práctica de la interacción entre el adulto y el niño ha pasado a "tomar cuerpo consciente", es decir, a ser tenida en cuenta enriqueciendo y matizando, sin duda, el proceso de diferenciación categorial. Con otras palabras, las relaciones interpersonales adulto-niño, que se dan en la vida cotidiana, especialmente en el seno familiar, han pasado a tener entidad intergrupal en las representaciones sociales que los adultos construimos sobre las relaciones adultos-niños, como grupos y categorías sociales diferenciadas.

Las ciencias humanas y sociales han sido, sin duda, piezas clave para el avance en la comprensión de la realidad infantil y para conseguir el cambio de actitudes y representaciones sobre la infancia. Con todo, algunos autores nos recuerdan, por ejemplo, que las preguntas científicas sobre los bebés surgen siempre en circunstancias concretas y por motivos concretos. Por esta razón, las "respuestas" científicas deben sintonizarse con las circunstancias y los motivos" (Bradley, 1989). Este autor, tras plantear que la investigación científica sobre los bebés debe considerarse en el contexto de un proceso de construcción social (no sólo científica), finaliza sus reflexiones de forma abiertamente crítica. "Concluyo que es mas cierto, porque es "mejor", para los científicos occidentales de hoy colocar la ansiedad infantil y el problema de la atención infantil en el centro de las preocupaciones científicas sobre la primera infancia, que concentrarse en los "avances" cognoscitivos del bebé y despreciar la situación de las mujeres".

Si tomamos "los adultos" como grupo social, por contraste con "los niños", las relaciones intergrupo podríamos considerarlas como un particular proceso de diferenciación categorial, tal como lo define Doise (Doise, Deschamps y Mugny, 1980), con sus niveles interrelacionados: nivel de representaciones, nivel evaluativo y nivel comportamental, cumpliéndose la triple función apuntada por dicho autor: selección de características para poder comparar diferencialmente, justificación de la diferenciación y de sus efectos, y anticipación de la interacción.

Aunque no es el momento de extenderme sobre la cuestión, me parece importante dejar apuntado que recientemente algunos autores han empezado a realizar las aludidas características para comparar diferencialmente ambos grupos. Particularmente rica me parece la línea propuesta por Verhellen (1992) que explora como principal característica implícita que el grupo adultos aplica al grupo niños el criterio de definirlos como "los aún-no" (aún-no maduros, aún-no responsables, aún-no ciudadanos del todo, etc.).

Al considerar a adultos y niños como grupos sociales, más allá de Doise y siguiendo a Tajfel (1981) parece planteable la tesis de que los miembros de cada uno de dichos grupos "se sienten comprometidos en el mismo, en la medida en que su pertenencia contribuye a su sentimiento de identidad social positiva". Aunque, al menos en nuestra cultura, también parece existir una especie de "poso" que hace envidiable para los miembros de cada grupo el pertenecer de alguna manera al otro, porque se perciben ventajas. Pertenencia e identificación categorial al grupo infancia nos permite reanalizar en términos de cooperación o competitividad y conflicto (en la perspectiva de Turner, 1981) algunos aspectos de la discutida crisis de la adolescencia.

 

2. INFLUENCIA DE LOS MEDIOS Y CULTURA INFANTIL

Desde la perspectiva de las representaciones sociales, recordando palabras de Moscovici y Hewstone (1984, pág. 686 trad.), "el antiguo sentido común sigue la vía oral, la de las conversaciones y los rumores. Es un pensamiento mediante palabras. El nuevo sentido común, situado a un lado de esa vía, se difunde a través de la imprenta y la película. Se convierte, de forma más completa, en un pensamiento a través de imágenes". En nuestras modernas sociedades, "tecnológicamente avanzadas", los Medios de Comunicación Social (MCS) han pasado a constituir elementos con fuerte influencia para perfilar la imagen social de muchos fenómenos psicosociales, y la construcción del concepto social "infancia" no está, en consecuencia, libre de su enorme influencia, sino todo lo contrario, como resulta fácil demostrar.

La investigación científica de la posible influencia de los medios ha pasado como mínimo por tres etapas (Roda, 1989; Rodríguez y García, 1992):

a) Búsqueda de correspondencias. A nivel sociológico, ello ha significado el estudio de datos de encuestas para evaluar la influencia de campañas de cualquier tipo. En psicología experimental, en base al paradigma E-R se han estudiado sobre todo las conductas en base a los tipos y tiempos de exposición (por ejemplo, de los niños a la televisión o a determinados programas).

b) Estudio de los procesos y contenidos. Con esta etapa se ha empezado a considerar a los receptores como sujetos activos, capaces de seleccionar datos y de modificar sus propias conductas en función de variables personales y del contexto, y no sólo en función de las características del mensaje. Mientras que a nivel sociológico un concepto paradigmático ha sido el de "clima de opinión" y muchos estudios se han orientado a indagar la creación de distintos "climas", a nivel psicosocial esta etapa supone el interés por el ambiente en que se da la comunicación y su incidencia en el proceso de cambio de actitudes.

c) El análisis de la cultura de masas. Etapa en la que se da creciente importancia al estudio de los contextos de valor sobre los que se elevan las descripciones de la realidad social, partiendo de que las actitudes de los emisores afectan globalmente los patrones de acuerdo con los cuales se codifica la realidad secundaria que constituye el discurso de los medios.

Con esta etapa, la noción de "reacción" va siendo sustituida por la de "cultivo" (Gerbner, ver Roda, 1989), que enfatiza el sentido adaptativo de las respuestas humanas a las significaciones asociadas a la comunicación de masas.

Las influencias de los medios, especialmente la de la televisión, sobre los niños ha sido objeto de múltiples estudios, sobre todo encuadrables en la primera y segunda etapa. Entrar en la tercera etapa nos obliga a intentar hacer una serie de reflexiones previas sobre cuál es realmente la cultura de masa ya existente en nuestra sociedad sobre la infancia, y cuál es la cultura sobre la infancia que transmiten nuestros MCS.

Un problema básico (el clásico del huevo y la gallina) se nos plantea cuando nos preguntamos: ¿La imagen social que dan nuestros MCS sobre la infancia es fiel reflejo de las representaciones sociales mayoritarias en nuestro entorno sociocultural? 0 bien, ¿Los MCS están transmitiendo una imagen, creada autónoma y artificialmente, sobre nuestros niños y niñas, que está influenciando fuertemente nuestras representaciones sociales sobre los mismos?

Otra cuestión básica que nos debemos plantear es: ¿además de una cultura -adulta- sobre la infancia, existe una cultura de la infancia, una cultura infantil? (ver Barthelmes, 1991). ¿Son los niños y niñas sujetos activos que tienen capacidad para seleccionar informaciones y establecer criterios ante los mensajes de los medios, distintos de los adultos? Y en el supuesto de aceptar una respuesta afirmativa ¿Cómo se interrelacionan las culturas infantiles y adultas? ¿Inciden los MCS de la misma manera sobre unas y otras?

De hecho, el estilo de relación de los niños y niñas de nuestros días con las nuevas tecnologías es visiblemente distinto que el que mantiene la generación de sus propios padres, lo cual preconiza un cambio cultural para la próxima generación de adultos en este contexto. También son a todas luces distintos muchos de sus hábitos de consumo cultural (ver Munné y Codina, 1992). Algunos autores han empezado a defender que ha nacido una nueva cultura que ha tecnificado el modo infantil de relación con el mundo (León, 1992). Según los mismos, el papel cultural jugado por la televisión es clave en este sentido, aunque no puede analizarse sin integrar como contexto la perspectiva de la economía política en relación con la televisión, sin la cual sólo podemos tener una comprensión parcial de las audiencias infantiles (León, 1992).

Estudios desarrollados en el contexto organizacional muestran la edad como inversamente relacionada con el uso de ordenadores y de comunicaciones mediadas por ordenador (Kerr y Hiltz, 1982; citados por Prieto y Zornoza, 1990).

Aunque no disponemos de datos sistemáticos, parece que esto es al menos en parte extrapolable a la vida doméstica: muchos niños aprenden a manipular mejor y más rápidamente que un gran número de adultos los vídeos y, cómo no, los videojuegos, para los que habilidades sorprendentes pueden observarse a edades muy tempranas.

En la interacción cotidiana entre niños y adultos, el uso de videojuegos adquiere, en algunos casos, el carácter de conflicto intergeneracional, que hace recordar otros conflictos anteriores entre adolescentes y adultos (como, por ejemplo, la aparición de la música beatle): Los adultos, construyéndose una imagen estereotipada, muestran su desagrado u oposición manifestando generalizaciones indebidas "los vídeojuegos" son todos violentos y evitando interactuar con los niños en relación a los mismos. La ignorancia adulta, percibida por los niños como "evidente en error", abre puertas a la incomunicación sobre el tema, reforzando la identidad diferencial de cada grupo.

3. INFORMACIONES PARA ADULTOS Y PARA NIÑOS: EL FIN DE UNA DIFERENCIA

Los investigadores de la influencia de los medios sobre la infancia han centrado frecuentemente sus esfuerzos en la televisión, lo cual incluye el cine a través de la televisión. A pesar de la rebeldía de algunos destacados autores ante esta evidencia (Hengst, 1990), sólo en mucha menor medida se han desarrollado estudios sobre la literatura infantil (De Azaola, 1989; Cervera, 1991) y otros medios, como puede ser la prensa (Rodríguez, 1989), aunque el interés por la publicidad infantil ha aumentado mucho los últimos años (cuando ya hace muchos que concentra esfuerzos muy importantes de los publicistas) (Benavides, 1991; Delgado, 1991; Pérez Chica, 1991; Romero, 1991), así como, muy recientemente, el interés por los videojuegos (Munné y Codina, 1992).

Pero volvamos a nuestras preguntas cruciales: ¿Qué imágenes transmiten los MCS acerca de los niños y niñas? ¿Mantienen estas imágenes relación con las representaciones sociales mayoritarias en nuestro entorno cultural?

Una representación social adulta tradicional, por ejemplo, se refiere a las informaciones que se les pueden proporcionar a los niños, e incluía el supuesto de que algunas informaciones sobre la "vida" deben reservarse a los adultos, dado que los niños no pueden entenderlas o asimilarlas adecuadamente. El "sentido común" mantenía que unas informaciones NO deben dárseles y otras deben SOLO dárseles adaptadas a sus capacidades de asimilación y comprensión.

En base a la sobreestimación de las incapacidades ("aún-no") de los miembros del grupo-niños (ocultando obvias dificultades atribuibles a los propios adultos para una adecuada comunicación adulto-niño), en determinados contextos sociales, los adultos han tendido durante décadas a "sobreproteger" a los niños de determinadas informaciones (sobre sexualidad y sobre la muerte, especialmente en el medio urbano, por citar sólo dos ejemplos). Ello ha llevado a que la propia Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas (Asamblea General de 20-11-89) incluyera claramente el derecho a la información de todo niño y niña:

"Art. 13.- El niño tendrá derecho a la libertad de expresión. Ese derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas..."
"Art. 17.- Los Estados Partes reconocen la importante función que desempeñan los medios de comunicación social y velarán por que el niño tenga acceso a información y materiales procedentes de diversas fuentes nacionales e internacionales, en especial la información y el material que tengan por finalidad promover su bienestar social, espiritual y moral, y su salud física y mental Con tal objeto, los Estados Partes: a) alentarán a los medios de comunicación de masas a difundir información y materiales de interés social y cultural para el niño... "

Hoy en día, sin embargo, la universalidad de los MCM, y particularmente de la televisión nos han llevado al extremo totalmente contrario y ha hecho que los niños dispongan fácilmente de todo tipo de informaciones e imágenes, incluso de muchas sobre las que hay un amplio consenso sobre la perjudicialidad para su bienestar (violencia, consumismo desmedido, etc.), muy a pesar de las representaciones adultas sobre las necesidades de niños y niñas. Muchos adultos, especialmente padres y madres, se han sentido impotentes ante la avalancha de mensajes, y se han "rendido" a la televisión, interactuando poco con el niño sobre la televisión.

 

4. TELEVISION PARA NIÑOS Y CONSTRUCCION DE IMAGENES SOBRE EL MUNDO INFANTIL

Refiriéndose a los programas infantiles, Velarde (1992) afirma que "1a producción televisiva multinacional elude actos con los que sólo pudiesen identificarse los miembros de un país, de una clase social, o de un colectivo". Una buena parte de los programas televisivos y de los argumentos de las películas que se ven en el cine, vídeo y televisión apuestan por mensajes "universales", que puedan ser comprendidos desde cualquier cultura. Con ello se persigue un objetivo de alcanzar un mercado planetario con alta rentabilidad comercial. Pero, también con ello, se vende una cultura superflua y fácil, simplificadora de la realidad.

Cada grupo de edad percibe a través de los MCM una serie de "modelos" ideales y universales de comportamientos deseables para el grupo-niños en general, y para cada subgrupo de pertenencia en el que el sujeto se puede también incluir (según sexo, edad, estatus, etc.). En un interesante estudio con niños mexicanos, Velarde (1992) nos muestra cuales son los rasgos arquetípicos de los héroes y antihéroes de los niños que aparecen en los MCS, llegado a la sorprendente conclusión de que muchos atributos son comunes a héroes y antihéroes: su nacionalidad es predominantemente norteamericana, casi todos son varones o machos, no poseen poderes sobrenaturales (a diferencia de los héroes de épocas anteriores, en cuentos de hadas) sino que utilizan la tecnología para lograr sus deseos, etc. Además, los antihéroes acostumbran a ser de naturaleza humana, cuando no es así para los héroes. Por lo demás, esta investigadora halla que los niños de estatus social bajo aparecen como mucho más integrados con los valores mostrados como universales por los medios, que los niños de estatus social alto.

Algunas investigaciones con audiencias de niños españoles han sido desarrolladas por Younis (1988, 1992). En su primer estudio, en que analiza a fondo las percepciones de los niños y niñas en relación a los Pitufos, nos muestra como todas las respuestas infantiles expresan un orden conciso y cerrado del mundo: hay que elegir entre seguridad o inseguridad; hay que defenderse de un medio hostil y la pertenencia a la comunidad ofrece una panacea contra la inseguridad. Este mito de la seguridad se muestra mucho más aceptado por las niñas que por los niños.

En otro de sus estudios (Younis, 1988 este autor explora, a partir de una muestra de niños de 10 años, las representaciones que se construyen acerca de la guerra, aprovechando las noticias sobre la Guerra del Golfo, en su momento. Los datos obtenidos muestran como los niños "completan" las selectivas imágenes retransmitidas sobre dicha Guerra, con otras imágenes y relatos, ficticios o no, pero provenientes de los medios y que no fueron transmitidos en relación con dicha Guerra (pistolas, cadáveres, sangre, maldad, crueldad...). Complementariamente, su representación mayoritaria se resumió en la categorización de que los norteamericanos eran del bando de los "buenos" y de los "nuestros", mientras que los árabes y otros países del sur no eran de los "nuestros" (!).

Y por citar un último ejemplo, en relación con los tópicos sexistas ofrecidos por la televisión, destaquemos el análisis de Murphy (1987) mostrando como la imagen universal que se ofrece en los medios a la niña adolescente es que su principal objetivo en la vida es "el encuentro con chicos con final feliz", complementariamente a la importancia de escapar del trabajo y de la monotonía mundana.

 

5. LOS MEDIOS Y LA IMAGEN ADULTA ACERCA DE LOS NIÑOS

Los mensajes que aparecen sobre niños y niñas en los medios, en espacios destinados a adultos (por lo que cabe suponerlos de interés adulto), son fundamentalmente de dos tipos:

Informaciones sobre problemas graves que afectan a sujetos infantiles.

En contextos publicitarios, simbolizaciones sobre las excelencias de la niñez.

En el estudio sobre la aparición de noticias acerca de niños en prensa española, a lo largo de cinco años, desarrollado por Rodríguez (1989), se demuestra como el 77% de todas ellas se refieren al niño o niña como víctima, especialmente como víctima de actos violentos, de accidentes, de agresiones sexuales y de malos tratos.

Sólo en un 19 % de las informaciones el niño puede ser considerado el protagonista de la noticia. En un 4 % de los casos el niño es considerado un consumidor pasivo y un 8% de las informaciones se refieren a estudios o trabajos relativos a la infancia.

Este mismo autor concluye que "resulta obvio que el mundo de los niños no interesa a los periodistas más allá de la anécdota puntual. La triste realidad es que el 76% de las noticias publicadas provienen de fuente policial y/o judicial, es decir, no se deben tanto a un interés informativo específico por parte del periodista, como a la recepción casual de comunicados procedentes de oficinas de prensa o informantes ofioso/oficiales de los estamentos mencionados".

No es de extrañar, en consecuencia, que las representaciones sociales sobre problemas infantiles acuciantes, como pueden ser el maltrato y el abandono, se basen en creencias poco acordes con la realidad, acompañadas de grandes lagunas de información (De Paul y San Juan, 1992).

En contraste paradójico con esta imagen pública de la infancia, está la imagen que dan los mensajes publicitarios: El niño interesa en cuanto a objeto simbólico cargado de connotaciones positivas: felicidad, inocencia, suavidad, alegría, porvenir favorable, etc.

Muchos anuncios en los que aparecen niños están diseñados particularmente para mostrar la felicidad que muestra un niño cuando posee un determinado producto, que se supone le puede comprar un adulto, y en este sentido "el discurso publicitario es un discurso adulto, que organiza el conocimiento del niño y utiliza a éste en sus mensajes (Benavides, 1991). Felicidad y posesión de algo son de los elementos argumentales más explotados.

Estos planteamientos deben proporcionar grandes beneficios a los anunciantes, a juzgar por el impresionante crecimiento de la inversión publicitaria en nuestro país los últimos años (132.000 millones en 1981, 315.000 en 1985; 1.055.000 en 1990). En 1990, los gastos de publicidad en televisión ascendieron a 244.000 millones, de los cuales 4.160 correspondieron a juguetes y 50.522 a alimentación, gran parte de cuyos anuncios van dirigidos al público infantil (Delgado, 1991).

Los medios nos transmiten pues, una imagen social esquizofrénica de la infancia: en el deseo (la publicidad) es la expresión de todas las bondades relacionadas con la felicidad, mientras que en la realidad (noticias) representa mayoritariamente un grupo social victimizado.

 

6. IMPLICACIONES PARA LOS PROFESIONALES DE LA INTERVENCION PSICOSOCIAL

Hemos tratado de ilustrar como los MCS están estrechamente vinculados en la configuración de nuevos aspectos que se integran en lo que podemos denominar el macrocontexto psicosocial en que viven nuestros niños y niñas en la actualidad. Aunque quizá hayamos podido aportar algunas ideas nuevas para la reflexión de tales hechos, el fenómeno no tiene nada nuevo: Hace ya muchos años que profesionales y estudiosos de la infancia vienen observando la influencia de los medios sobre la infancia y, sobre todo, se vienen quejando de sus efectos negativos. Lo que resulta sumamente sorprendente es que rara vez esté mencionado por escrito en artículos que hablen sobre problemas sociales de la infancia, al igual que rara vez se tenga en cuenta la incidencia de los MCS en ningún programa de intervención (hecho extrapolable a otros campos de intervención, además de la infancia, como ya he apuntado en otra parte) (Casas, 1992b).

La omnipresencia de la influencia de los medios parece ser considerada en nuestro ámbito profesional como "lógicamente" un ámbito aparte. Funcionamos como galaxias separadas. Los profesionales de la información (particularmente los interesados por la infancia) poco saben de nosotros y nosotros poco sabemos de ellos.

Muchos problemas sociales en la actualidad sólo adquieren legitimidad en función de su presentación en los MCS. Las imágenes proporcionadas en los mismos, especialmente en la televisión pueden ayudar o dificultar seriamente el desarrollo de programas de actuación social. Ya se ha dicho muchas veces que lo que no aparece en televisión, hoy en día, "casi no existe". Los profesionales de la información se han convertido en innegables agentes de las políticas sociales: sus acciones constituyen realmente variables intervinientes en relación a nuestros programas, muy a menudo involuntariamente.

El contraste entre las imágenes y representaciones que sobre la infancia, sus problemas y su calidad de vida existen entre la población, y las que circulan a través de los MCS merecen una atención mucho más profundizada, tanto si hablamos de políticas de infancia globales o integradas, como si hablamos de políticas específicas de protección en situaciones de marginación social.

Y, desde luego, las imágenes que los propios niños y niñas construyen a través de los MCS sobre sí mismo y sobre su entorno social (incluidos los problemas que les afectan), deben ser consideradas en todo proceso de intervención sobre aquellos problemas en cuya solución sea recomendable la participación de los propios niños por constituir parte interesada.

7. CONCLUSIONES: LA NUEVA CULTURA INFANTIL ENTRE EL DESEO DE LOS PADRES Y LA VOLUNTAD DE LOS MEDIOS

Según Rolff (1989), los perfiles del proceso de socialización de los niños de hoy pueden describirse teóricamente como la pérdida de la actividad de independencia, el ascenso del consumismo, la mediatización de la experiencia y la emergencia de una cultura basada en la imagen.

Los niños y niñas se han convertido en consumidores de imágenes, y ello ha formado parte del estilo de vida de los mismos desde los años 60, hasta el punto de que algunos autores hablan de iconomanía (Rolff, 1989). La cultura verbal ha sido desplazada por la icónica. Los niños extienden su experiencia a través de la televisión, pero perdiendo experiencia directa.

Los medios, especialmente los audiovisuales, han inventado y siguen inventando nuevos bienes culturales de modo sintético. En conjunto, ejercen un dominio sútil sobre los niños, que es un moderno dominio cultural (Rolff, 1989), y que introduce incluso hábitos culturales (alimenticios, por ejemplo) poco adecuados para el sano desarrollo infantil (Schlanger, 1989).

Los niños son tan adictos a la televisión como la organización familiar se lo permite, y tanto o tan poco críticos como su formación les deje (Alvarez, 1989). Incluso en países como Suecia, donde se han hecho esfuerzos para que los padres sólo permitan que los niños vean los programas que les van dirigidos, se ha encontrado que cerca del 75 % de los niños entre 3 y 8 años ven regularmente programas que no les van especialmente dirigidos (Von Feilitzen, 1990).

Una consecuencia positiva de esta realidad es que los niños y niñas de hoy saben mucho más sobre el mundo adulto que cualquier generación anterior (Sander, 1990). Los conocimientos sobre el mundo que tienen los niños y los adultos se han ido homogeneizando. Aunque, como hemos ya apuntado, muchos adultos han optado por no interactuar con los más jóvenes en relación con las nuevas tecnologías, lo cierto es que, mayoritariamente, las relaciones de los adultos con los niños se han vuelto mucho más tolerantes y dialogantes. La cultura infantil busca sus formas propias de expresión a edades cada vez más tempranas (Sander, 1990). Si ello se da en el contexto de un grupo familiar y en un entorno general de adultos dialogantes, e interesados por la perspectiva del niño, posiblemente estaremos abriendo las puertas a una generación que habrá llegado a una comprensión crítica de nuestro mundo mucho más tempranamente. Posiblemente, esta capacidad crítica es el único antídoto a la inmersión homogénea hacia la que la comercialización universal de los medios parece estar llevando a la audiencia infantil.

Porque ciertamente, los heterogéneos datos que hemos podido recopilar de estudios científicos, parecen apuntar hacia la conclusión de que la imagen de la infancia que en general ofrecen los MCS no se corresponde en buena parte con las imágenes representadas sobre niños y niñas por la mayoría de los adultos de nuestro entorno cultural. ¿Cuál de ambas será la imagen que integrarán las representaciones sociales sobre la infancia en nuestro próximo futuro? ¿Qué profesionales pueden influir para que el cambio intente ir en alguna dirección más que en otra? Ciertamente, hemos visto que el tema implica importantes y profundas dinámicas psicosociales. Pero también es cierto que a menudo los profesionales de la intervención psicosocial nos sentimos enormemente faltos de habilidades y de poder cuando debemos abordar tales macroprocesos.

Una clara conclusión final apunta hacia la evidencia de que se hace cada vez más imprescindible una colaboración entre profesionales de la información y profesionales de la intervención psicosocial, para profundizar en las nuevas representaciones sociales, las nuevas culturas, que se están construyendo a través de la imagen, especialmente en relación con los niños y sus problemas. Y ello nos implica tanto si nuestro interés o nuestra práctica profesional está orientada a cualquier problema social particular, como si lo está en el nivel de promoción de la calidad de vida del conjunto de niños y niñas.

BIBLIOGRAFIA