DOSSIER
RESUMEN LA PERCEPCION SOCIAL DE LAS DROGAS
ALGUNOS NUMEROS SOBRE LAS DROGAS
UNA DISCUSION
En este escrito se reflexiona sobre varios tópicos relacionados con las drogas, hoy ilícitas: la percepción social de las mismas y sus usuarios, el impacto del acceso ilícito en la adicción y tratamiento, y en la salud pública.
Se intenta delimitar en el conglomerado de problemas asociados a esas sustancias cuáles se deben al consumo propiamente dicho, y cuáles a los condicionantes del acceso sugerido por la prohibición de las mismas.
También se confronta la percepción y alarma social sobre las drogas con algunos datos sobre las mismas y su uso.
El objetivo fundamental del escrito es fomentar la discusión acerca de cuál es el acceso a las drogas más saludable y satisfactorio para el individuo y la comunidad.
Drogas ilícitas. Acceso. Percepción social. Salud pública. "Problema de la droga". Tratamiento. Adicción. "Posesión". Consurno.
This text is a reflexion on several topics related to drugs, which are illicit today: their social perception and their users, the impact of the illicit access to them in the relation to addiction and treatment, anda in public health.
There is a try of delimiting among the conglomerate of problems associated to these substances, which ones are due to consumption itself and wich ones to the suggested existing problems of access to drugs due to their prohibition.
The perception and social alarm about drugs is confronted with some facts und uses about them, too.
This main aim of this text is to encourage the discussion about wich is the healthiest and most satisfactory way of access to drugs for people and the community.
Illicits drugs. Access. Social perception. Public Health. "The drug problem". Treatment. "Possession". Drug use.
La prohibición de la producción, comercio y uso de diversas drogas se remonta a unas siete décadas. Hoy se mantiene a esas actividades en un estatus jurídico de ilegalidad porque se las considera peligrosas para la salud pública. Otras sustancias y plantas psicoactivas, como el tabaco, el café, la belladona, la harmina, el alcohol, etc., no están reguladas por ese tipo de leyes. Hoy en día comerciantes y propietarios de sustancias ilícitas son apresados, encarcelados, y objeto de las iras de numerosos ciudadanos.
En los últimos años más de 70 personas son encarceladas diariamente en España por infringir las leyes antidroga (PND 1993, 45). Numerosas personas más son juzgadas, y algunas de ellas tienen que elegir entre la cárcel y un programa de tratamiento, por delitos "debidos a su dependencia" de sustancias ilícitas. Hoy para afrontar el "problema de la droga" se destinan numerosos recursos jurídicos, policiales, y carcelarios, que son puntualmente desbordados por los infractores de las leyes sobre drogas, y por personas que realizan delitos reclamándose adictos.
Dado que dispositivos judiciales, penales, y políticos en ámbitos nacionales e internacionales trabajan con el fin manifiesto de proteger la salud pública del peligro de las drogas ilícitas, con recursos personales y económicos cuantiosos, debería ser evidente que esos esfuerzos mejoran efectivamente la salud pública o por lo menos evitan el deterioro de la misma. Revisar los logros sanitarios de estas actuaciones es conveniente dado los esfuerzos invertidos en ese sentido en nuestro país: 870.000 millones era el coste anual ante el "problema" de las drogas ilícitas según el Partido Popular en 1991 (La Voz de Asturias, 24/11/91). No quedaba claro en la reseña si se habían contabilizado el gasto judicial y carcelario. Tan solo el Plan Nacional de Drogas -PND- invirtió, en 1993, 23 mil millones en asistencia, prevención, tareas afines. (PND 1993; 69)
Dirigiremos las primeras reflexiones en torno a las peculiaridades de la percepción de nuestra comunidad sobre las drogas. De como se percibe este tema, "problema", dependen las ideas y teorías que se desarrollan sobre el mismo, y las acciones que se emprenden para afrontarlo. No sólo la población general también políticos, y técnicos, pueden compartir ciertas características de la percepción social de lo que se denomina "el problema de la droga". Pero recordemos que no necesariamente tienen que concordar el problema y la apreciación del mismo.
Los ciudadanos se han visto impactados, en los últimos años, por un sin fin de señales de alerta sobre los peligros de las drogas ilícitas. Probablemente ahí ha estado el material conceptual que ha hecho desarrollar una imagen social peculiar sobre las mismas. Esta percepción podría resumirse en los siguientes rasgos 1:
La encuesta CIRES 93 presentada en el primer trimestre de 1994, indicaba que los ciudadanos siguen considerando, como en años anteriores, a la "droga" como el primer problema nacional, y también indica que la ignorancia en materia de drogas de los ciudadanos es relevante. Un reciente estudio en el País Vasco en torno a la despenalización de las drogas mostraba también un desconocimiento general sobre el tema 4.
Parece claro que la percepción social considera a "La droga" con la capacidad de posesión. Diferentes actitudes, y discursos de numerosas personas e instituciones así lo indican. A modo de ejemplo señalemos que la UNAT -Unión Española de Asociaciones de Asistencia al Toxicómano- en la XI Asamblea, celebrada en Abril de 1993, en el punto 32 de la "Declaración Final" acordó solicitar al nuevo Parlamento la aplicación de la eximente completa para el drogodependiente acusado judicialmente, y de tal forma que pueda obtener la libertad provisional con el consiguiente ingreso en un Centro de Rehabilitación (UNAT, 1993). A diferencia de la adicción, que es una relación peculiar de apetencia de consumo periódico de una sustancia, sea alcohol, café o heroína, la posesión indicaría el sometimiento total del sujeto, y su propia vida, al poder de la sustancia: es la anulación de la voluntad y el discernimiento del consumidor. En la posesión las riendas del individuo son manejadas por la sustancia. El imaginario popular atribuye la capacidad de posesión exclusivamente a las drogas ilícitas.
Sobre esas creencias, hoy bien extendidas, se basan muchas de las campañas contra "La droga" que hoy vemos. Así la Fundación de Ayuda a la Drogadicción, FAD, alerta con insistencia en TV, radio, y prensa, que los niños corren enorme peligro en los colegios de EGB, ya que cualquier compañero puede acosarles para que consuman la "droga", y recuerda de que si el niño no esta preparado para resistir eficazmente dejará la puerta abierta a un mundo de desgracia. El efecto inmediato del padre, que acepte la idea de que en el seno de los colegios hay tales peligros para los niños, sería el terror y la impotencia. Hoy en día a algunos mensajes sobre drogas basados en la apelación al miedo se califican como prevención.
Muestras de comportamientos basados en esa percepción social sobre la "droga" son observadas en las consultas realizadas en servicios como centros de salud mental, Ahí vemos a padres, que habiendo confundido granos de soja con semillas alucinógenas, atenazados por el miedo a perder a su hijo, que tan laboriosos esfuerzos ha requerido su desarrollo durante veintitantos años. Otros padres, con similares temores, invierten tiempo y dedicación en celosos registros de los cajones y del coche del hijo en busca de pastillas o restos de colillas de "porros". En esa línea, hace unos tres años vimos como un afamado sindicato, que forma parte de la Coordinadora de ONGs que intervienen en Drogodependencias del PND), distribuyó por colegios y oficinas públicas de algunas zonas de Navarra un texto en el que se advertía de la reciente producción, en algún lugar de Centroeuropa, de una droga peligrosa que se regalaría inmediatamente, a través de una red internacional de distribución, a los niños. Los efectos de la droga eran desagradables con vómitos y dolores severos, y se sentirían con el simple contacto de la piel sobre unos papeles o calcomanías. Ejemplos de temor individual y colectivo -¿delirio social?-, sobre "la droga" abundan en los últimos años de tal forma que cada técnico tiene constancia de algún acontecimiento, pero aún no se conocen estudios sobre este fenómeno.
Resulta asombroso que cosas así puedan ser creídas por los ciudadanos, aunque el olor a superchería sea tan evidente. Pero parte de las asociaciones de lucha contra la "droga", y de las actuaciones de prevención, han trasmitido el mensaje de la posesión con tanta frecuencia que no es extraño que el imaginario popular acepte la existencia de alguna sustancia que cambie radicalmente el centro de gravedad del comportamiento del individuo sobre "la droga" , y que malvados seres estén dispuestos a captar para "la droga" a niños y adolescentes. Mensajes antidroga, asociaciones de familiares, algunos "yonquies" han extendido este tipo de creencias. De hecho la lucha contra la droga se basa en buena parte en el supuesto que "la droga" es una sustancia posesiva, que arrebata la voluntad y el discernimiento de los sujetos.
Parece innecesario recordar que la existencia de una droga así no ha sido nunca confirmada, y desde luego la heroína y la cocaína no tienen esa potencialidad. Por muy dañinas y adictivas que se consideren no se les puede atribuir ese carácter posesivo. Y es que "la droga" existe en lo imaginario, por contra existen las drogas, siendo bien diferentes en sus efectos objetivos y subjetivos unas de otras, como también lo son los posibles patrones de uso de cada una de ellas.
La demostración de que algunos rasgos de la percepción social, como el mito de la posesión de la "droga", son falsos es simple. El desconocimiento, la categorización de esas drogas como ilícitas, y los numerosos mensajes de alerta sobre las mismas explican el arraigo de esas ideas. Los números del consumo de drogas, además de acotar la dimensión del problema, nos muestra que sólo una mínima parte de los consumidores de sustancias ilícitas tienen problemas con las mismas, al contrario de lo que prevería la creencia popular.
Veamos:
Si podemos aceptar la línea que marcan esos datos, veremos que sólo una pequeña parte de los ciudadanos que han consumido drogas ilícitas han desarrollado problemas. Ello desmiente la percepción social de "la droga", según la cual la carrera autodestructiva por adicción problemática, es intrínseca para el consumidor de drogas ilícitas.
De cualquier modo es cierto que un daño físico relevante se puede asociar al uso de algunas de esas sustancias. Ahora bien, antes de cuantificar el mismo, tenemos que recordar que las drogas Ilegales se ofertan en un mercado peculiar, ya que la prohibición ha sugerido ciertas leyes económicas peculiares, como la carestía del producto y su falta de calidad. Quedan reflejadas en el cuadro anexo algunas características del mercado Ilícito, (Gráfico 2).
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Se ha dicho tantas veces de que la muerte es el puerto final del consumo de drogas ilícitas que parece difícil no estar de acuerdo con ello. Pero también la idea y consigna 1a droga mata" puede ser confrontada con los datos.
Repasemos los hechos más importantes en materia de salud física achacadas a las drogas: muertes, infecciones, y daños producidos por las drogas.
Según la evolución expresada en el gráfico adjunto el número de muertes se incrementó vertiginosamente desde 1985 hasta 1991, y descienden en 1993. La mayoría de estas muertes son atribuidas al uso de heroína callejera, y hay un acuerdo general en que son muertes involuntarias, no son suicidios 7 (Gráfico 3).
Autores como Freixa (1988, 125), Leavitt (1982, 150-3), entre otros, no sugieren que esas muertes sean debidas a la glotonería del consumidor, e indican que rara vez son atribuibles al exceso de heroína, sino a la reacción del sujeto ante sustancias adulterantes o contaminantes en la sustancia callejera. De hecho el consumidor no sabe que hay en la heroína que ingiere, ni la cuantía de heroína, ni la cualidad de los adulterantes, en ocasiones muy venenosos, que con frecuencia ronda el 95%. Por eso estas muertes son atribuibles a las condiciones del consumo: "La responsabilidad de estas muertes recae en el lado de la prohibición", dijo a principios de los años 80 el Dr. Leavitt (1982, 153).
Sobre estos aspectos se puede resaltar lo siguiente:
El consumo de drogas no extiende el SIDA, no es en si mismo un factor de riesgo, se requiere la práctica de intercambio de jeringuillas.
Las dificultades para conseguir jeringuillas, el consumo apresurado.... son factores que fomentan esa práctica.
La carestía de la sustancia alentó el uso inyectable, como medio de rentabilizar pequeñas cantidades. Des Jarlais, y Friedmann (1994) sugieren que esa forma de uso podría ser modificada a otras de menor riesgo si el usuario tuviera la cantidad de sustancia necesaria.
El SIDA es una enfermedad especialmente preocupante, que todavía está en vías de comprensión, y su principal foco de transmisión y diseminación en España ha sido el grupo de usuarios de drogas inyectadas. Se han encontrado más de 27.000 casos de SIDA en este país, sobre los que se indicó que el 80 % provenían por uso de drogas inyectadas. A modo de ilustración, en Navarra 8, hoy en día un joven cada cien entre 20 y 30 años, es seropositivo (BARRICARTE 1993, 65).
Otras enfermedades infecciosas como la Hepatitis B, y la Hepatitis C, están especialmente extendidas entre los "adictos" a heroína ilícita.
El grueso del daño sanitario asociado al consumo de drogas ilícitas recae en infecciones y en muertes por sobredosis. No podemos ignorar que el uso de algunas sustancias ilícitas puede provocar daños cerebrales y físicos, pero esos no son el problema que hoy tienen los clínicos con esas drogas. En el caso del uso de alcohol o tabaco se encuentran ese tipo de daños con frecuencia.
A veces asociado al consumo de drogas, como estimulantes y psicodélicos, en personas vulnerables, pueden precipitarse cuadros psiquiátricos que remiten rápidamente. En otras personas pueden precipitar trastornos psíquicos que yacían latentes, y que requerirán tratamiento. En cualquier caso, la incidencia de ambos tipos de problemas es pequeño.
La muerte, y la mayor parte de problemas médicos asociados al uso de estas drogas, tal como hoy las vemos, no son debidas a las características químicas de la sustancia, sino a las condiciones de acceso determinadas por su Ilegalización.
Es posible pensar que otro acceso a las mismas pueda modificar esos problemas en gran medida. Es el caso de la zona de Liverpool, donde a una parte de los que se reclaman adictos se les ha ido proporcionando heroína legal, y los casos de seropositividad en ADPV no superan el 2 % (FREIRE 1990, 145 y ss).
Veamos el impacto sanitario de las drogas desde una perspectiva comparada entre el consumo de drogas ilícitas, el tabaco y el alcohol, a través de tasas de muerte por mil usuarios.
ALCOHOL: 3.500.000 consumidores excesivos; 20.000 muertes 9; TASA: 5,7 X 1000 consumidores/año.
TABACO: 10.794.000 consumidores 10; 49.000 muertes 11. TASA: 4,5 X 1000 consumidores/año.
ADICTOS SEVEROS 12: 150.000 consumidores, 642 muertes. TASA: 4,28 X 1000 consumidores/año 13.
En las estadísticas españolas no se asocian muertes al uso de derivados del cáñamo, al MDA, al LSD, etc... Los consumidores de estas sustancias, en el último mes, superan largamente el millón, aunque podrían alcanzar los tres millones los consumidores frecuentes.
Incluso en condiciones de uso altamente nocivas, hoy el consumo de las drogas prohibidas no aporta tasas de mortalidad más altas. Un dato más que nos confronta con la mitología de "la droga".
Los técnicos en drogodependencias encontramos, en nuestro oficio, a sólo una pequeña parte de todos los consumidores de drogas legales e Ilegales. Y es que, la mayor parte de ellos no tienen problemas con las drogas, o los resuelven por su cuenta. Sólo entramos en contacto con un pequeño sector que por diferentes razones complica su vida, o la de otros. Parte de ellos pertenecen al pequeño grupo de adictos duros.
Se ha señalado que los consumidores que no acuden a los servicios gozan de mejor salud psíquica que los que acuden, pero es posible suponer que algunos consumidores muy desadaptados no aparecen por los centros asistenciales.
Si realizamos un listado de los problemas que un adicto trae al servicio observamos que la posible adicción es uno de ellos, y casi nunca es el mayor. Con frecuencia encontramos problemas médicos severos, otros de tipo judicial, y de tipo social y familiar... Parecería que este cliente no puede compaginar su consumo con un estilo de vida emancipado. Muestra inevitablemente una situación familiar exasperante, derroche de dinero, etc. Lo cierto es que el técnico podría dudar sobre el interés de los consumidores en pedir ayuda si no hubiera este tipo de problemas añadidos.
Sabemos que en otros tiempos, los consumidores y adictos a sustancias, como la heroína y la cocaína, no desarrollaban marginación, y su uso no estaba unido a incapacidad social (ESCOHOTADO 1992, 11, 296 y ss).
La experiencia con programas de dispensación de opiáceos, metadona o heroína, muestra a la persona relajada ya que no tiene que luchar por conseguir su dosis diaria. Vemos que muchos clientes ya no centran el día en la obtención y consumo de drogas, e incluso aquella persona que no se retira totalmente del consumo callejero, puede acabar el día tranquilo aun sin conseguir la dosis ilícita. La experiencia de parte de esos programas, muestra a la mayoría de sus clientes pensando en mejorar su vida, algo que aprecian familiares, amigos, clínicos, y ellos mismos.
Personas que no quieren o pueden dejar las drogas pueden vivir con ellas de una forma casi normal, pudiendo pasar desapercibidos entre otros ciudadanos. Ello nos indica que del consumo de heroína u otros opiáceos, las drogas más emblemáticas de "posesión" adictiva, no se sigue necesariamente problemas graves de índole familiar, irresponsabilidad vital, conflictos con la comunidad y la justicia, si su acceso es sencillo, cómodo, y razonable.
Y es que parece evidente que ser usuario a una sustancia en el mercado Ilegal es diferente a serlo en un acceso legal y desdramatizado. En esos programas es necesario aclarar a la familia lo que hay de verdad y falsedad en el mensaje tradicional de "la droga mata", o el otro "pero sigue enganchado", ya que con frecuencia creen que si toma metadona, u otro opiáceo, ello le matará igualmente.
Esos programas también muestran que la percepción sobre la glotonería del consumidor, que "siempre necesita más", no es exacta. Buena parte de los que se benefician de estos programas, una vez que estabilizan su consumo, con frecuencia intentan reducir la dosis, incluso más rápido de lo que opinan los técnicos que les atienden. A la vez una parte abandona los circuitos de consumo marginal. A una parte de los consumidores no les gusta compartir ese espacio social, sólo parecen necesitar la sustancia y realizar una vida discreta.
El consumo de otras drogas ilícitas, como el hachís o las anfetaminas, puede pasar totalmente inadvertido para las personas que les rodean, ya que poca gente se incapacita con las mismas, rara vez los clínicos vemos que esos consumidores soliciten algún tipo de ayuda.
La forma que nuestra sociedad oferta las drogas impacta en la desadaptación, en la esfera familiar y en el estilo de vida del consumidor, en mayor medida que las propiedades químicas de esas drogas.
La ilegalidad y persecución sobre las drogas introduce factores de distorsión severa en la relación entre el consumidor y la sustancia. Ya hemos señalado alguna distorsión en la sustancia al referirnos a su adulteración, envenenamiento, y falsificación, que impide al consumidor saber lo que ingiere.
Pero hay otra serie de factores que conviene resaltar y que impactan sobre la relación con la sustancia ilícita:
1) El consumidor dedica progresivamente más tiempo a conseguir la sustancia, y llega a gastar sus días en la adquisición, consumo y en un ambiente marginal, en detrimento de otras ocupaciones anteriores como el trabajo, amigos, diversión... 2) Los problemas sociofamiliares van acumulándose de forma progresiva.
3) Dado que se consigue la sustancia después de enormes esfuerzos, el sujeto valorará subjetivamente su relación con la sustancia de forma poderosa, que incluso suplantará a la realidad farmacológica de la misma.
4) Con frecuencia se llega al consumo en estado de activación emocional intenso, y a veces las precauciones necesarias en el consumo son olvidadas (COSTA 1992,108).
5) Ese estado de cosas procurará tal número de problemas y tensiones que el consumidor vivirá un estado de exasperación tal que puede parecerle imposible pararlo: esta todo él metido en relación con la "droga", y fuera de ello hay poco más.
De este modo el acceso de las drogas puede convertir el consumo en una atadura a la sustancia, por razones que no se adecuan a su farmacología. En ese sentido hoy en día es frecuente no observar síndromes de abstinencia a opiáceos en las unidades de desintoxicación, aunque el consumidor anticipe con una gran puesta en escena enormes molestias debidas al "mono"; una parte de los síndromes de abstinencia pasan desapercibidos, otras presentan signos discretos, y rara vez se observa el clásico síndrome de abstinencia, tal y como se describe clínicamente. 14
Es probable que las perspectivas de tratamiento se vean afectadas por el acceso a las drogas ilícitas, ya que añade al presumible problema adictivo otros más graves, ya señalados.
El adicto que desee abandonar el consumo, si parte de una relación con la sustancia relajada puede encontrarse en mejores condiciones para ello, ya que puede preparar detalladamente la desintoxicación y su futuro. La situación exasperada en que vive el adicto problemático, casi siempre asociado al consumo de heroína ilícita, dificulta organizar los recursos que tendría que poner en funcionamiento, para conseguir la abstinencia. Parece más fácil ayudar a un adicto que consume drogas de forma normalizada, y desee dejarlas, que a otro que permanece jaleado por una tormenta de conflictos familiares, judiciales... como los alentados por el acceso Ilícito.
Aunque se dice desde ciertos programas de tratamiento que la dispensación de opiáceos elimina la voluntad de superar la adicción, pero de hecho permiten mejorar la calidad de vida del consumidor, y ello puede ayudar a conseguir objetivos vitales más amplios que dejar las drogas, e incluso puede permitir una preparación adecuada para dejarlas. Aquella afirmación sugiere que la voluntad de cura proviene de los actuales conflictos y problemas que sufren los adictos, y con esa línea argumental se podría afirmar que el SIDA, la cárcel, la persecución, y la exasperación familiar serían motivadores para la cura.
De todos los problemas que tienen hoy los consumidores y la comunidad en torno a las drogas ilícitas, los más graves, como infecciones, sobredosis, urgencias clínicas, marginación, y conflictos sociales.... caen bajo la responsabilidad del estatus jurídico de las sustancias, y no se ligan a las características farmacológicas de las drogas.
Incluso los conflictos familiares aparejados a algunos consumos de drogas ilícitas son potenciados por el acceso actual, y la percepción del problema que los familiares mantienen. Otros gravísimos problemas como el narcotráfico, conflictos nacionales diversos, problemas diplomáticos, y el desarrollo de una economía ilícita de incalculable envergadura, responsabilizan a la política sobre esas sustancias (LABROUSSE 1994).
La prohibición, y las ideas que sustentan la guerra contra las drogas ha desarrollado una percepción social sobre las drogas, además de crear alarma en los padres y otros ciudadanos, ilusiona y magnifica las drogas hasta convertirlas en un ente irreal y mágico ajeno a sus propiedades farmacológicas.
Hemos visto que la misma relación entre sujeto y droga se ve distorsionada severamente por el acceso Ilícito propuesto por nuestra sociedad.
Todo ello no parece apoyar la idea de que la oferta de las drogas ilícitas actual tenga importantes logros a su favor para suponer mejora de la salud pública o del bienestar comunitario por las leyes antidroga, sino más bien todo lo contrario: -se está realizando mucho esfuerzo económico y humano poco útil, - una parte de ese esfuerzo afronta los efectos de la prohibición, y otra parte del esfuerzo la mantiene, - los efectos yatrogénicos de parte de las acciones ante las drogas ilícitas están creando graves problemas sanitarios y sociales. La reflexión sobre la percepción social, sobre la incidencia sanitaria, y sobre la interferencia entre el consumidor y droga ilícita, nos indican que hay razones para optar por un acceso radicalmente diferente, que cambiara la naturaleza de los problemas asociados a las drogas. La posibilidad de abolir la prohibición en materia de drogas sería merecedora de una consideración real. Es conveniente una evaluación rigurosa de la prohibición y la abolición desde un punto de vista psicológico y sanitario, del mismo modo que juristas y antropólogos ya lo están ultimando.
A pesar de todos esos problemas asociados a la prohibición, no obsta que algunos clínicos y pensadores opinen que la actual oferta prohibicionista de drogas mantiene su consumo en pequeños círculos e impide que el mismo se extienda masivamente (ELORRIAGA 1993, 13). Si todos los ciudadanos pudieran acceder a las drogas, el daño de esa expansión sería irreparable, y piensan en una sociedad de adictos incapaces de manejar su propia vida - "sociedad de zombies" se dice 15-, y habría numerosos afectados por problemas físicos y psíquicos originados por las drogas. El incremento del deterioro moral, de los gastos sanitarios... serán problemas que se multiplicarían con el acceso legal y/o venta libre de esas sustancias a mayores de edad, se indica.
Ahora bien, y con el único ánimo de introducir elementos de duda sobre estas últimas perspectivas, tenemos inevitablemente que reconocer que nuestra comunidad oferta las drogas ilícitas, si bien en malas condiciones para la salud física y el bienestar social, de forma bien extendida. No se puede ignorar que hay más puntos de venta para cada droga ilícita que farmacias y estancos en cualquier ciudad de tamaño medio de nuestro país. Las drogas ilícitas ya están disponibles, pero dado que se ofertan en régimen de prohibición no se regula adecuadamente su producción y venta. Así están disponibles para quien las pague, sea mayor o menor de edad, por un vendedor, a veces artífice de "fórmulas magistrales", ajeno al saber farmacológico.
Pero si la mayor parte de las personas que consumen drogas no malogran su vida en ello, y no obtienen por ello problemas apreciables, ello es prueba que el ser humano es capaz de utilizar un control sobre su consumo que le impide perder el sentido. Ello nos lleva a la idea de que existen consumos no desadaptativos de drogas -el alcohol es un ejemplo perfectamente conocido-, existe la posibilidad de renunciar al consumo de las mismas, y la voluntad del ser humano es capaz de hacer frente con éxito al posible potencial adictivo de las sustancias (ZINBERG, 1984). Puede ser cierto que una parte de los ciudadanos las consumirían de forma más frecuente si estuvieran en un mercado con control de calidad y a un precio razonable, pero la idea de que ese mismo consumo podría ser bastante menos nocivo que el realizado en el mercado Ilegal parece real, y ese uso de drogas eliminaría los elementos actuales de distorsión que la prohibición introduce entre usuario y droga, que son de una gravedad extrema.
¿Pero la creencia de que la disponibilidad mejorada de las drogas llevaría a la sociedad en bloque a consumirlas insensatamente, no es acaso también un miedo irracional que entronca fundamentalmente con la actual percepción social de las drogas: una mistificación de lo imaginario? De hecho no se señala ninguna razón farmacológica, antropológica, psicológica... que indique que los sujetos se comportarán ante ellas de formas incapacitantes radicalmente diferentes a las que hoy son legales. Incluso es probable que algunas sustancias no encuentren mercado alguno, como podría ser el caso del "crack", y antes lo fue el del éter.
De la misma forma que la colonia dejó de ser bebida cuando no hubo restricción de alcohol, es probable que el "crack" cediera relevancia, en alguno de los escasos lugares donde la tiene, si hubiera cocaína disponible.
Es posible que algunos consumidores dañen su cuerpo de una forma diferente que hoy, por la hepatotoxicidad, o neurotoxicidad de alguna de las drogas. Pero mientras resulta difícil sugestionar sobre el uso adecuado de drogas ilícitas, sabemos que las personas que usan relajadamente drogas legales, nuestra prioridad sanitaria real sobre drogas, pueden mejorar sus prácticas de consumo. Es razonable pensar que sólo unas personas llevaran el consumo de drogas a cotas fatales, si realizarnos una labor de información adecuada y respetuosa sobre las mismas. Nos podemos preguntar sobre la misma cuestión de forma positiva: ¿cómo es posible que podamos vivir en una sociedad con drogas adictivas y tóxicas, como el alcohol y el tabaco, probablemente las más tóxicas, sin que ello derrumbe nuestra sociedad y sin que asuste a los ciudadanos? Pensemos que de hecho, muchos padres ven con alegría, y sin preocupación, que sus hijos, a veces niños, vayan a las fiestas populares, en algunos lugares inconcebibles sin embriaguez alcohólica, y es que saben que la participación en la misma no pronostica un alcoholismo futuro. Es pensable que las fuerzas básicas que anidan en el ser humano para manejarse con el alcohol puedan funcionar bien con otras drogas.
Si hemos de resolver el "problema de las drogas" parece necesario abrir la puerta a propuestas que ubiquen las drogas en la sociedad de una manera radicalmente diferente. Dos principios son requeridos en cualquier propuesta en ese sentido:
No es realista suponer que el ser humano, y las sociedades, abandonen el consumo de, drogas: ello significaría un giro enorme en la historia humana en este planeta desde la edad de piedra hasta el día de hoy.
Tampoco parece realista pensar que se puede acabar con la oferta de drogas, de hecho la prohibición ha creado para ellas un mercado vivaz, que implica a poderosos entes. Tenemos que aceptar, que aun prohibidas, siempre habrá gente presta a comerciar con ellas aunque les amenace el cadalso.
Dado que tenemos que convivir con esas sustancias, conviene despojarlas de la aureola mágica y la superchería que ahora las caracteriza. Aceptar que se las puede conocer, como se hace con el café y el anís, y aceptar al humano como un ser capaz de funcionar con drogas, y por encima de ellas como siempre lo hizo, es considerar al hombre y las drogas en planos realistas. Algunas drogas lícitas no son usadas, ni apreciadas, entre otras razones porque les falta esa aureola con que la prohibición inunda a otras, y no por déficit de potencial psicoactivo.
Parece necesario ensayar si a medio plazo somos capaces de convivir con las drogas en un marco legal -ahora tenemos algunas legalizadas, y otras se ofertan por doquier, y a pesar de ello sobrevivimos-. Desde luego la ciencia nunca ha dicho que el ser humano no sea capaz de convivir con sustancias embriagantes a su alcance. Ahora bien, la situación actual nos indica, y a mi entender sin lugar a dudas, que hemos deteriorado la convivencia y el bienestar social con la Ilegalización de algunas drogas.
1 Buena parte de los que se señalan pueden ser confrontados en las diferentes encuestas realizadas en los últimos años en este país, como CIRES-93 (EL CORREO ESPAÑOL-PUEBLO VASCO, 2/2/94) PND (1993 36) etc.
2 Un excelente estudio sobre la evolución del problema en la percepción social americana nos lo da Goode (1990).
3 Ideas en esta línea están expresadas en diversos escritos de Asociaciones Antidroga, y en algunos profesionales SERRA 1991, 3) (KALINA & AIZPIRI 93, 11).
4 Ver "Dos tercios de los españoles critican la política oficial para prevenir las drogas", en El Correo Español-El Pueblo Vasco 2/2/94 Bilbao
5 Recogido en "Millones de españoles han probado la droga, pero solo 200.000 son adictos", El Diario Vasco, 67, 12/10/94, San Sebastián.
6 El gráfico sobre la capacidad adictiva de las drogas esta extraído del artículo de Goldstein & Kalant reseñado en la bibliografía. Dicho artículo consiguió una carta de respuesta de Hollister y otros (1991), debido a que inicialmente el LSD y otros alucinógenos habían sido considerados con potencialidad adictiva. Goldstein & Kalant aceptaron la crítica e indicaron que no deberían haber sido incluidos en esa lista. En el artículo se dan 5 rangos de capacidad adictiva, la mayor tiene rango 1, y el menor 5, En el gráfico hemos invertido los rangos, así el 5 es a la sustancia más adictiva y el 1 a la menor.
7 En 1985 se crea el Plan Nacional de Drogas, que comenzará a rodar en los dos próximos años.
8 Hay otras seis Comunidades Autónomas con mayor tasa acumulada de enfermos de SIDA que Navarra.
9 Ver FREIXA 1987, P. 35, 28. y MANRESA PRESAS 1993, P. 22.
10 Con la estimación de un 35 por 100 de la población general consumidora, (EDEX 1993, 5).
11 Datos referidos por el Instituto de la Mujer, Ministerio de Asuntos Sociales, según noticia aparecida en Septiembre de este año, (EL PAIS, "El tabaco: la droga que proporciona más muertes en España", 25/8/1994).
12 el PND se refiere a los decesos como "muertes por reacción aguda tras el consumo de opiáceos o cocaína", pero la inmensa mayoría se asocian al uso de heroína callejera en forma inyectable. Si calculásemos la tasa, como también seria pertinente, sobre el total de consumidores de heroína, otros opiáceos y cocaína, bajaría a 1,6 x1000 consumidores/año, como cifra más alta, ya que el número de personas que han consumido heroína y/o cocaína durante el último mes alcanzan el intervalo de 400.000 a 800.000, como cifras mínimas (PND 1993, 18).
13 Las tasas varían según el país y el momento. Márquez y cols (1989) hallaron en España según elaboración realizada en 1988 las siguientes tasas de mortalidad: Tabaco 3 X mil/año, Alcohol 4,3 X mil/año, para la Heroína 4,6 X mil/año. En cambio OTT (1993, 30) indica, según los datos proporcionado por la Administración de USA, "Las drogas ilícitas provocan de 3.000 a 4.000 muertes por año, 320.000 fallecimientos se asocian al uso del tabaco, y 200.000 al alcohol. Aunque hay aproximadamente tres veces más usuarios de nicotina que usuarios de todas las drogas Ilegales, hay aproximadamente 100 veces más fallecimientos como resultado; y aunque hay unas cinco veces más usuarios de alcohol que usuarios de drogas ilícitas, el alcohol es responsable de 50 veces más muertes. Se podría concluir que el tabaco es unas 30 veces más peligroso que los enteógenos -LSD y similares-, marihuana, cocaína y heroína, y que el alcohol es cerca de 10 veces más peligroso...".
14 En un reciente curso, Abril 1994 en Haro (La Rioja), el Dr. Gutiérrez refería la media heroína callejera consumida por los adictos que iban a desintoxicarse a su servicio se situaba en tomo a los 500 mgs/día, lo que indica que es probable que la real no superara los 50 mgs, si fuera de una calidad mediana.
15 Bonner, R. relevante jurista norteamericano, defensor de la "penas mínimas obligatorias", que llenan las cárceles en USA, y que castiga con penas fijas a 5 años de cárcel por 5 grs de crack, por ejemplo, aun sin antecedentes, dice "Había abogados defensores que se presentaban al Juez y el contaban alguna historia triste, como que es muy Joven, etc., y conseguían la libertad provisional o una sentencia extremadamente indulgente. Así, que la sentencia de mínimos fue pensada para decir: mira, si eres traficante de drogas v estas vendiendo drogas que hemos considerado Ilegales, vas a enfrentarte con una sentencia larga", y añade sobre la legalización de las drogas, "Es evidente que sería una sociedad de adictos, zombies, una sociedad que no tendría la vitalidad y fuerza que yo deseo para mi país, y francamente pienso que cualquier personas de bien no lo desearía para su propia sociedad" (BBC 1993).