DEBATE

¿Estamos reinventando las relaciones entre el municipio y las asociaciones de los ciudadanos?


We are reinventing the relationships between the town council and the civic associations

 

Toni PUIG

IMAE. Institut Municipal d'Animació i Esplai Ajuntarnent de Barcelona


LA COLABORACION CON LA ADMINISTRACION MUNICIPAL ES INDISPENSABLE

HEMOS DE HACER MAS POSIBLE UNA CIUDAD DE GESTION RELACIONAL

LA CALIDAD DE LOS SERVICIOS DE LAS ASOCIACIONES DE LOS CIUDADANOS ESTIMULA LA COLABORACION DE LAS E PRESAS

LAS ASOCIACIONES DE LOS CIUDADANOS RESUELVEN MEJOR LOS PROBLEMAS DE LA CIUDADANIA Y LA CIUDAD


En la década de los setenta, las asociaciones de los ciudadanos se organizaron contra la administración. En los ochenta lo hicieron frente la administración. Especialmente en los tiempos de la primera democracia municipal, las asociaciones de los ciudadanos se balancearon entre una administración que les quitaba protagonismo -una administración municipal absorbente- y una administración que les facilitaba recursos.

Así, una mayoría abrumadora de asociaciones de los ciudadanos depende económicamente casi exclusivamente de la administración, y demasiados de sus directivos escogieron las asociaciones para iniciar una ascensión hacia la política de partido con cargo administrativo o para ingresar en las plantillas municipales... Esto no es serio. Las asociaciones de los ciudadanos son las asociaciones de los ciudadanos. Y como tales deben organizarse con autonomía: con voz y estrategias propias. Con ideas y proyectos de financiación propios. Con objetivos de trabajo propios.

La red de las asociaciones de los ciudadanos jamás debe ser una red contaminada por la administración. Siempre ha de ser autónoma.

Aquí, creo, está todo por hacer, en un país en que todo y todos queremos ser subvencionados.

¿Por dónde empezar? Sin duda alguna por introducir cambios organizativos profundos en la motivación y la colaboración de socios.

Los socios no son aquellos ciudadanos foráneos de la asociación que pagan una cuota uniformizada. No. Los socios forman parte del mismo núcleo de la asociación: son los ciudadanos que creen y apuestan por la idea útil que la asociación presenta a los ciudadanos. Les interesa, les gusta, les entusiasma. Y quieren hacerla posible.

Los socios no son el banco económico de una asociación. Son los que quieren que la idea útil se transforme en vida ciudadana multitudinaria. Son los primeros entusiastas de la asociación. Sus máximos líderes de opinión.

Y porqué están con ella y en ella, colaboran generosamente con su dinero, con su apoyo, con su trabajo -a veces- y con su círculo de influencias a que la asociación disponga de los recursos necesarios para conseguir los resultados que se propone. Resultados que conocen, que sienten como suyos.

La información y el contacto directo, pues, es indispensable para construir un amplio soporte de socios, para mantenerlo activo y para acrecentrarlo. Cada uno conoce la asociación en lo que hace, en sus proyectos de futuro, en sus necesidades y logros... Y colabora con ella con cuotas diferenciadas: las cien pesetas de una mujer sin trabajo son tan indispensables como las diez mil de un profesional en activo.

Para organizar la comunicación y la captación de socios, se necesita un equipo de servicio especial, formado para la labor, con capacidad de información motivadora, con instrumentos de información gráfica y escrita muy pensados y elaborados, que desprendan interés.

Este equipo de servicios al socio funciona siempre, cada día del año, propone iniciativas, se marca metas y valora lo que obtiene y lo que no logra.

Una economía autónoma comporta, también replantear todas las relaciones con la administración para avanzar hacia una colaboración en la gestión de algunos servicios, olvidando la limosna demasiado subjetiva de las subvenciones.

Es porque colaboran que administración y asociación llegan a acuerdos. Una pondrá la economía. Tal vez un trozo. La otra pondrá ideas, personal, organización, resultados visibles... Las dos pondrán diálogo, negociación, análisis de necesidades, priorización y pacto de sistemas de evaluación de la calidad de servicio

Una economía autónoma, finalmente, exige optar por una política diferenciada de precios, comprender algunas empresas como socios colaboradores de la asociación, vender algún servicio, producir servicios con otras asociaciones, avanzar en temas federativos para disponer de servicios comunes más ajustados en economía y funcionalidad, tener presentes las posibilidades de aportaciones económicas estatales o de algunas grandes instituciones.

Una cosa es cierta: el grifo de la administración se acabó. Terminó el chorro, por débil que fuera. La administración ha de seguir colaborando. Y las asociaciones le tienen que sugerir cómo.

El reto está en estructurar una economía propia y autosuficiente.

Aquí faltan ideas imaginativas y mucho trabajo.

Mucho trabajo, en especial, para cambiar la mentalidad de los ciudadanos sobre qué son y qué hacen las asociaciones en una ciudad. Para cambiar la mentalidad -demasiado egoísta- de la gran mayoría de ciudadanos que creen que cumplen con los demás al pagar sus impuestos.

Es verdad. Pero las necesidades de las ciudades y sus ciudadanos es tal hoy que uno no puede vivirse cómodamente como ciudadano si, además de pagar sus impuestos, no es solidario con los otros y demuestra esta solidaridad haciéndose socio de una asociación a la que ama especialmente porque le parece super importante lo que propone y hace.

El ciudadano de hoy y el de mañana es un ciudadano asociado.

LA COLABORACION CON LA ADMINISTRACION MUNICIPAL ES INDISPENSABLE

Insisto. Las asociaciones de los ciudadanos han de plantearse una relación absolutamente distinta con la administración. Y con la administración municipal en especial.

Con ella y a partir de objetivos pactados y acuerdos de colaboración estratégicos, las asociaciones de los ciudadanos deben plantearse una política de acción de servicios socioculturales en cada ciudad y barrio. Sin titubeos, e ir de acuerdo con lo pactado.

El absurdo mito, fruto de los años de la clandestinidad, que afirma que administración municipal y asociaciones ciudadanas siempre están enfrentadas, se terminó. Administración municipal y asociaciones ciudadanas deben buscar otros modelos de colaboración desde la propia autonomía. Aquí, cada una de las partes tiene mucho que reconvertir. Una, la de los ciudadanos, debe abandonar sus estilos sólo reivindicativos o sólo peseteros, y debe proponer, pactar, criticar, colaborar... Cuando sea necesario, debe usar la reivindicación y la bronca como último recurso.

Y la administración debe abandonar sus modelos paternalistas, disuasorios, distantes, o el infame de pasar subvenciones a las asociaciones amigas y olvidarse de las enemigas o difíciles. Y el inmoral de comprar con dinero público las asociaciones propensas a la crítica y que proponen otros horizontes de ciudad.

 

HEMOS DE HACER MAS POSIBLE UNA CIUDAD DE GESTION RELACIONAL

Las asociaciones de los ciudadanos tienen que ser, pues, las primeras interesadas en plantear un nuevo marco para las relaciones del sector público: entre las administraciones y las asociaciones de los ciudadanos. Subrayo, en particular con la administración municipal, por ser ella la que también está en íntimo contacto con la ciudadanía.

Desde la administración municipal esta relación de subvenciones -indeseables y perniciosas- debe terminarse absolutamente. Asimismo la relación contractual de servicios asociativos debe situarse mejor, porque ha estado muy cerca del quien paga manda, no se ha tenido en cuenta que una y otra parte son sector público y, habitualmente, no se ha incorporado una dinámica competitiva que exige gestionar los servicios con comunicación, calidad y bajo coste.

Creo que lo que más interesa hoy a la administración municipal del nuevo asociacionismo es su capacidad de ejecutar, con eficacia y eficiencia, unos buenos servicios para los ciudadanos. Es poca cosa. La administración se queda corta otra vez. No es generosa, porque sigue reservándose la responsabilidad de priorizar las necesidades y fijar los objetivos. Las asociaciones ciudadanas sólo se limitan a ejecutar concretamente lo que se les encarga. Aquí hay una óptica de señora y criada.

Limitarse a contratar asociaciones para la gestión de servicios municipales o servicios que se creen útiles para la ciudad, es quedarse en un primer paso de lo que se debería hacer. y no me planteo la visión economista y opaca de demasiadas administraciones que sólo contratan servicios a las asociaciones porque su oferta/gestión es barata y facilita la reducción de plantillas municipales.

No estoy por esta administración municipal pesetera y pusilánime. Estoy por una administración y un asociacionismo públicos que quieren trabajar públicamente para la calidad de vida de su ciudad.

Hay que diseñar un nuevo marco de planificación y gestión de los servicios públicos para la ciudad. Y las asociaciones de los ciudadanos también tienen que ser aquí impulsoras de cambio.

Esto comporta avanzar en la óptica de la cooperación, que supone otro estilo, voluntad y eficacia. Comporta, así, identificar áreas de actuación comunes desde las necesidades de los ciudadanos, participar conjuntamente en establecer objetivos, ponerse de acuerdo en la colaboración mutua y concretar qué servicios públicos ejecutará cada una de las partes.

Desde esta perspectiva no demasiado usual en nuestras ciudades, el sector público global se corresponsabiliza del buen funcionamiento de los servicios socioculturales que la ciudad necesita. Esta corresponsabilización, subrayo, implica algo más que estar presente en la toma de decisiones. Implica aportar los recursos necesarios, que en las asociaciones serán mayormente de personal profesional o voluntario, de ágil organización, de comunicación rápida con el ciudadano, de competencia, de utilización de los recursos justos, de conocimiento directo de necesidades...

Este nuevo modelo -si le juntamos la presencia de las empresas con vocación de ciudad, que deben estar siempre- lo podemos llamar la ciudad de gestión relacional. En él, la administración municipal, coordinada con las otras administraciones públicas, ha de hacer un papel diferente al de todos estos años, como afirma Xavier Mendoza, profesor de ESADE y experto en gestión de políticas públicas. Ha de proporcionar información, tareas de liderazgo social, estímulo y promoción de agentes sociales para que -las asociaciones del sector público de los ciudadanos en primer lugar- se involucren en los servicios de interés ciudadano y el desarrollo cualitativo de la ciudad.

La administración pública de la ciudad está hoy obligada a promover activa y constantemente el diálogo ciudadano, trabajando desde el protagonismo en los objetivos socioculturales y socioeconómicos de la ciudad y dejando en un segundo plano el protagonismo institucional, que será compartido en varios grados por las asociaciones y empresas colaboradoras en la gestión de una ciudad con una creciente calidad de vida, a través de unos servicios adecuados, comunicativos y satisfactorios.

Situarse en esta óptica abre un campo de posibilidades inmenso y asegura algo que todavía no es lo normal: una estrategia común entre municipio y las asociaciones de la ciudad para facilitar respuestas cualitativas a las plurales necesidades de los ciudadanos de los noventa, necesidades socioculturales cada día más graves, más complejas y más numerosas que exigen el esfuerzo aunado de todas las organizaciones de la ciudad.

LA CALIDAD DE LOS SERVICIOS DE LAS ASOCIACIONES DE LOS CIUDADANOS ESTIMULA LA COLABORACION DE LAS E PRESAS

En el marco del diálogo con las empresas en la gestión relacional de la ciudad, las asociaciones se han replanteado en estos últimos años la colaboración de las empresas en sus servicios.

Un ejemplo, aquí, es contundente. Me decía un director general de una compañía que fabrica papel en una ciudad de nuestro país, que asistía a un curso de esponsorización: "Colaboro con algunas asociaciones de la ciudad por solidaridad, porque ésta es mi ciudad y donde viven mis trabajadores. Estoy seguro de que si esta ciudad se degrada socioculturalmente, perdemos calidad de vida. Mi empresa sale muy perjudicada de esta degradación. También colaboro con las asociaciones porque la ciudadanía valora excepcionalmente esta colaboración. Es mucho más eficaz que una campaña de publicidad, desengañémonos. Pero, y esto es fundamental, sólo quiero relaciones con asociaciones que se planteen su trabajo en los servicios socioculturales de la ciudad con la misma calidad con la que yo me planteo mis servicios de producción de papel."

Sobran explicaciones. Quien bien entienda, que practique.

Que exista un enjambre de directores generales como éste, depende de una vez más de la modernización profunda del sector de las asociaciones de los ciudadanos. De la calidad que ofrezcan en sus servicios. De la eficacia y agilidad con que se relacionen, personalmente, con los directivos de las empresas. Del impacto de la asociación entre los ciudadanos.

Depende, en definitiva, de que las asociaciones encuentren hoy los directivos asociativos adecuados, los cuales las sitúen en el mismo horizonte de resultados socioculturales que las empresas que han optado por resultados económicos mediante la modernización de sus productos, el impacto en sus mercados y una organización para satisfacer las necesidades de consumo de las ciudades.

 

LAS ASOCIACIONES DE LOS CIUDADANOS RESUELVEN MEJOR LOS PROBLEMAS DE LA CIUDADANIA Y LA CIUDAD

He hablado de gestión relacional. He apuntado temas muy prácticos, de estrategia. Ahora quiero entrar en el campo de la reflexión.

El Estado del Bienestar -que evoluciona hacia un Estado Relacional- ha caído frecuentemente en la trampa de que lo podría hacer todo. En nuestro país ha sido así hasta Maastricht.

Esta prepotencia bienintencionada ha resultado especialmente grave en los ayuntamientos democráticos con políticos formados en el asociacionismo reivindicativo de los ciudadanos frente a los sordos gobiernos de las ciudades. Estos políticos -y sus secuelas-, formados en las estrategias de las asociaciones de vecinos en su gran mayoría, pensaron que se bastaban para realizar todo lo que los ciudadanos pedían y necesitaban.

Mientras, las asociaciones, debilitadas por falta de directivos y marcadas por el síndrome de que los tiempos pasados fueron los buenos y gloriosos para la acción, cayeron en la anemia. Una anemia que incrementaron los políticos, ex socios directivos, que afirmaron la incapacidad del asociacionismo para afrontar los retos de los servicios porque desde la sola reivindicación nada es posible.

Con sus políticas, desde la administración, estos viejos directivos asociativos dijeron a las asociaciones que todo lo que éstas pretendían lo solucionaba el municipio con creces.

Craso error, que ha dejado impreso un pecado original civil en muchos de nuestros municipios, donde la relación entre políticos, políticas y servicios municipales y asociaciones ciudadanas oscila entre el clientelismo, el paternalismo, la compra, el desprecio, la bronca, el soportarse..., y no se asienta en la mutua autonomía, la negociación y la colaboración relacional.

Es necesario que los ciudadanos valoren hoy sus propias posibilidades y capacidades, desde sus asociaciones, para resolver sus problemas y necesidades. Vivir activamente en una ciudad comporta enfrentarse, con propuestas concretas, a sus problemáticas para transformarlas en posibilidades de calidad de vida. No todo podemos delegarlo a la administración pública municipal. Jamás tenemos que convertirla en el padre, la niñera o la asistenta.

Necesitamos para ello un nuevo tipo de ciudadanos y unas asociaciones reconvertidas, con opción de ciudad cualitativa.

Pero también es necesario que la administración pública municipal limite su prepotencia y centre mejor su misión, su espacio y sus estilos de gestión relacional. Porque, como decía un viejo amigo con desenfado, no queremos el estado en la cama.

La administración pública -y la municipal en particular- ha de prestar unos servicios modestos e indispensables para asegurar el bienestar de todos los ciudadanos. Pero ni los unos ni los otros ha de decidirlos sólo ella. Se deben pactar en el nuevo marco de la ciudad de gestión relacional.

Algunos de estos servicios los prestará directamente la administración municipal. Otros los contratará a empresas de servicios. Y muchos -sí, muchos- los prestará la iniciativa del sector público de las asociaciones.

Si el sector se reconvierte, los servicios delegados y los propios acostumbran a ser de una gran eficacia, eficiencia y comunicación. Por muchas razones. Una en concreto: implican a los mismos ciudadanos.

Hoy y en la ciudad se ha demostrado que, para prevenir el SIDA, para facilitar a los niños o a la gente mayor un tiempo desocupado más creativo, para montar producciones de teatro o música, para cooperar con un proyecto en Mauritania y para impedir que la drogadicción galope por el barrio, los servicios de las asociaciones de los ciudadanos son más eficaces y eficientes que los que presta la administración pública, directamente con su personal.

Un estado menor y más humilde, pero más impulsor y coordinador de servicios y que facilite más justicia social, es el que deseamos para nuestro presente. Y unas asociaciones ciudadanas fuertes, plurales y con unos servicios cualificados v al alcance de la ciudadanía.

Para más información: Puig, Toni: La ciudad de las Asociaciones. Pensar, dirigir, gestionar y animar las asociaciones de los ciudadanos desde el marketing de servicios. Editorial Popular, Madrid 1994.