EXPERIENCIAS
INTRODUCCION PRIMEROS CONTACTOS, PRIMERAS DEMANDAS
CONCLUSIONES
Pocos son los problemas de la sociedad actual a los que se pueda hacer frente, de una manera efectiva, desde enfoques simplistas o unilaterales. Cada vez más, la sociedad en que vivimos nos hace sentir la interdependencia, siempre compleja, de las múltiples variables que configuran nuestra realidad cotidiana y las problemáticas que se generan en ella.
El análisis de los diferentes factores que confluyen en un determinado sector de realidad o problema concreto es necesario, no sólo para lograr la mejor aproximación posible al mismo, sino para tratar de armonizar las posibles estrategias para su abordaje.
Las drogodependencias, como problema social de primer orden, vienen a suponer un exponente claro de esta complejidad, poniendo en duda la efectividad de cuantas soluciones parciales se han ido generando en los últimos decenios.
La necesidad de un trabajo coordinado entre los equipos especializados en drogodependencias y la realidad social en la que se genera el problema, es evidente, si bien esta coordinación no siempre es fácil, precisando de un esfuerzo importante por ambas partes.
La experiencia a que hace referencia este artículo se sitúa en torno a la tarea desarrollada por el Centro de Atención a las Drogodependencias (CAD), sector 3, uno de los dispositivos que conforman la red asistencial municipal de Madrid.
Este centro comenzó su andadura en 1987, estando situado entonces en el barrio de Entrevías, perteneciente al distrito Madrileño de Puente de Vallecas, y pasando a ocupar su sede actual, en una zona más céntrica del distrito, en marzo de 1990.
A un equipo inicial, formado por siete personas, se han ido agregando otros profesionales hasta constituir el equipo técnico actual formado por un director, cuatro psicólogos, tres trabajadores sociales, tres terapeutas ocupacionales, dos médicos, un enfermero, un auxiliar de clínica y un educador social, adscrito al programa de menores drogodependientes
El CAD sector 3 tiene su ámbito de actuación en los distritos municipales de Puente de Vallecas, Villa de Vallecas y Moratalaz, atendiendo los problemas de dependencia de sustancias tóxicas en estas zonas.
Asimismo, este equipo atiende y canaliza demandas realizadas por instituciones de la zona en el campo de la prevención del consumo de drogas (instituciones educativas, colectivos vecinales, etc.) y participa, junto con otros servicios, en proyectos más amplios de prevención, que se ponen en marcha en el sector.
Los primeros contactos entre el equipo y los grupos de mediadores de la zona surgen, casi siempre, en torno a casos concretos de drogodependientes, con los cuales vienen haciendo algún tipo de apoyo o seguimiento. Al principio, se trata, sobre todo, de demandas de intervención concretas y más o menos puntuales por nuestra parte: desintoxicaciones, gestión de becas para estancias en comunidades terapéuticas, etc.
Al hilo de cada uno de estos abordajes individuales, se realizan las primeras intervenciones, que nos permiten mostrar nuestra actuación como algo más amplio e integral, con objetivos que van más allá de la mera desintoxicación, y con la normalización como una de las directrices de la tarea
Paralelamente, los mediadores nos facilitan, en estos contactos, una información, siempre valiosa, de las características del entorno y del soporte que supone, para el barrio, su actuación en el tema de drogas.
Finalizando nuestro primer año de trabajo en la zona de Entrevías, se nos plantea una demanda, desde un colectivo de educadores, que se verbaliza como una "formación en el tratamiento de las drogodependencias", que sea impartida por miembros del CAD. En este momento continúan interesándose, sobre todo, por los aspectos más directamente relacionados con la desintoxicación.
Una vez valorada desde el equipo la situación que se nos plantea, nos parece más oportuno tratar de reconvertir esta primera demanda de formación unidireccional y transformar el interés suscitado en algo más participativo por ambas partes. Así, llegamos al acuerdo de montar unos espacios de intercambio CAD-Educadores, con una periodicidad semanal, en los que estarían presentes, de un lado, los educadores que han realizado la demanda inicial de formación, más otros que trabajan también en el distrito y a los que se hará extensiva la invitación. De otro lado, varios técnicos del CAD, que representen las diferentes áreas de trabajo del centro: sanitaria, social y psicológica.
Con estos encuentros nos proponemos varios objetivos, entre los que destacamos los siguientes:
El eje central del trabajo se organiza en torno a una reunión semanal de aproximadamente una hora y media de duración, en la que se realiza una primera parte de exposición verbal, unas veces por parte de algún miembro del CAD y otras por parte de uno o más educadores, que desarrollan su trabajo en alguna zona concreta.
Por lo que respecta al CAD, se van abordando en estas exposiciones los diferentes aspectos del tratamiento, tal y como se realiza, explicando la responsabilidad de los diferentes profesionales en el mismo, y haciendo especial hincapié en aquellos aspectos que puedan ser más fácilmente generalizables a su trabajo diario en el medio, tanto con los propios drogodependientes como con sus familias.
Por su parte, los educadores van exponiendo las diferentes formas en las que intervienen en los barrios, sus contactos con los grupos de jóvenes, con las familias y con otros grupos organizados, como las asociaciones vecinales. Paralelamente, aportan en cada sesión, una información rica y muy práctica, sobre las diferentes zonas en las que intervienen: características sociodemográficas, recursos con los que se cuenta y funcionamiento de los mismos, estilos de consumo, actitud de los vecinos hacia el consumo de las diferentes sustancias y hacia los propios drogodependientes, etc.
Después de cada exposición, se dedica el resto de la sesión a debatir los aspectos más interesantes de la misma, aclarar los puntos oscuros o las contradicciones sentidas por los asistentes, se solicitan informaciones complementarias, o bien se sugieren posibles modificaciones o aportaciones a la tarea por ambas partes.
Los encuentros a los que he hecho referencia en los apartados anteriores no constituyen, en realidad, sino un eslabón más en una cadena de intercambios que el equipo técnico del CAD ha venido realizando, con estos y con otros mediadores sociales, a lo largo del tiempo y al hilo de la tarea del día a día. He querido, sin embargo, resaltarlos, ya que suponen un punto de arranque importante y, tal vez, un paso decisivo en la facilitación de la coordinación posterior y en la implantación y aceptación del centro por parte de la co unidad.
No obstante, al hablar de resultados, sería realmente difícil separar con nitidez aquellos que serían imputables exclusivamente a estos encuentros, de aquellos que tendrían que ver con la labor general del centro y con la coordinación con otros servicios y sectores de la comunidad.
Por otra parte, este colectivo de educadores mantiene, paralelamente, una coordinación fluida con otros dispositivos, entre los que hay que destacar a los Servicios Sociales Generales, que tienen ya una larga historia de arraigo en el distrito.
De cualquier forma, y una vez finalizados estos primeros encuentros semanales, que se prolongan durante varios meses, se aprecian una serie de cambios, valorables desde el equipo del centro, que van a marcar de forma importante, el paso a una etapa nueva. Entre éstos, cabría destacar los siguientes:
Por otra parte, este acercamiento supone también un avance en la clarificación de las tareas respectivas, limándose viejas susceptibilidades y facilitando la intervención conjunta sobre casos, en un esfuerzo por completar y potenciar las tareas mutuas y evitar el solapamiento de las mismas.
Los educadores comienzan a plantear más su papel como parte de un proceso amplio de intervención. Por otro lado, los técnicos del CAD valoran la utilidad de la figura del educador como coadyuvante del tratamiento y la importancia de su actuación, fundamentalmente con un determinado sector de población que no dispone de apoyo suficiente en el entorno familiar.
El interés suele girar en torno al conocimiento de la tarea que realizamos en el centro, o bien, solicitar información sobre las sustancias de abuso y sus efectos o sobre otros aspectos relacionados con las drogodependencias. En algunas ocasiones, su interés les lleva a desplazarse al propio CAD para un conocimiento "In situ" del trabajo que realizamos.
A lo largo de estos años se han ido perfilando una serie de líneas de actuación que han facilitado la intervención conjunta entre el CAD y diversos grupos de mediadores sociales en el campo de las drogodependencias.
Si bien, en un principio, fueron lo casos concretos de los sujetos afectados y la necesidad surgida de intervención sobre los mismos, los que motivaron los primeros contactos CAD-mediadores sociales, poco a poco se ha ido ampliando el abanico de posibilidades de intervención conjunta, descubriéndose nuevos y fructíferos campos de colaboración, que han ido más allá de los abordajes individuales, abarcando también los campos de la prevención primaria y secundaria.
Podríamos resumir las líneas de colaboración en dos fundamentales:
Cuando se habla del proceso de atención de las drogodependencias suele hacerse también al intrincado mecanismo que los equipos interdisciplinares ponen en jugo para abordar el problema desde sus distintas vertientes. Se diseña, de la forma más completa posible, el programa individualizado de intervención que se va a poner en marcha en cada caso, el cual incluye los objetivos que se proponen en las áreas sanitaria, psicológica y social, a corto y a medio plazo. Se define la metodología y los recursos que se van a articular para la consecución de dichos objetivos.
Ahora bien, el éxito de estas intervenciones, siempre complejas y que suelen prolongarse en el tiempo, va a depender de muchos factores. Uno de ellos será, desde luego, la idoneidad de la valoración interdisciplinar y la adecuación de la prescripción terapéutica subsiguiente.
Otro factor, no menos importante, será el apoyo externo o la factibilidad de la puesta en marcha de estos programas, lo cual va a pivotar sobre el entorno social inmediato del sujeto.
Generalmente, suele atribuirse a la "escasa motivación" del drogodependiente el fracaso de muchos de estos complicados programas que se pro dando que la motivación a la que se hace referencia, más que un punto de partida, va a ser un objetivo a conseguir a lo largo del proceso de intervención.
Los centros de atención, tal vez mediatizados por la fuerte demanda que suelen verse obligados a atender, no siempre tienen en cuenta que la intervención con un drogodependiente comienza, en realidad, bastante tiempo antes de que el potencial usuario llegue a las puertas del centro a realizar una demanda de ayuda especializada para superar su problema de dependencia de las drogas. Se olvida que ese paso, que para muchos técnicos es el comienzo, sustituye en realidad el fruto de un importante trabajo previo realizado fuera del centro y desde el entorno social más inmediato al sujeto.
Pues bien, en este trabajo previo, el papel que vienen jugando los educadores y otros mediadores sociales es fundamental. Es verdad que, en los casos en que el sujeto cuenta con un medio familiar adecuado, este trabajo de motivación y apoyo puede y suele ser abordado casi exclusivamente por la familia. Sin embargo, sabemos con cuanta frecuencia la familia no está preparada, al menos en un primer momento, para hacer frente de un modo efectivo a una situación como la drogodependencia de uno de sus miembros.
La tarea de los educadores, en este sentido, suele ser doble, enfocando su interés hacia el drogodependiente y realizando una tarea dirigida a motivarle para el abandono del consumo de drogas, y apoyando, por otra parte, a la familia, asesorándola sobre cómo actuar ante el problema, proporcionándole la información que necesita y orientándola, cuando es oportuno, hacia los servicios especializados.
En los casos más complejos, en los que el drogodependiente no cuenta siquiera con medio familiar, o bien éste se desentiende por completo del caso, la tarea del mediador se convierte en algo absolutamente esencial en esta primera fase.
La puesta en marcha de un proceso terapéutico que trate de paliar esta carencia de medio familiar, como puede ser el ingreso temporal del usuario en una comunidad terapéutica, no sería posible sin el apoyo proporcionado por figuras como la del educador social. La tarea que realizan en estos casos se concreta en aspectos cruciales como: acompañamientos, seguimientos de las gestiones previas a los ingresos, motivación y apoyo en la espera y, sobre todo, establecimiento de un vínculo afectivo y de confianza con el sujeto que es, en muchos casos, la clave del éxito de todas las de las intervenciones.
En otras etapas del proceso de intervención, el mantenimiento de este vínculo personal entre el mediador social y el drogodependiente puede constituir el soporte que permita al sujeto superar los momentos de crisis, de desánimo e, incluso, de recaída en el consumo. La detección rápida de estas situaciones y la puesta en marcha de estrategias de intervención en colaboración con el servicio especializado, puede facilitar una salida positiva de las mismas, que permita reconducir el caso. Todo ello no sería posible sin una coordinación fluida entre CAD y mediadores.
Al igual que ocurre en la atención de una problemática de drogodependencias, la prevención, en sus vertientes primaria y secundaria, precisa de la actuación coordinada de los diferentes sectores sociales, para ser efectiva.
Existen, sin embargo, algunas diferencias importantes en la percepción social de ambos procesos -la prevención y la atención en drogodependencias- que determinan de forma importante el carácter de las actuaciones en ambos campos.
En el caso de la atención, se observa una tendencia social bastante generalizada a considerar los tratamientos como una tarea exclusiva de los "especialistas", lo que favorece actitudes de delegación más o menos explícitas por parte de las familias y de otras personas o grupos de apoyo.
Este hecho, posiblemente determinado por una visión medicalista del fenómeno, ha hecho necesaria una tarea continuada, por parte del equipo, dirigida a conseguir la implicación del usuario, de su familia y de la propia comunidad; implicación que, como he señalado anteriormente, resulta una pieza clave para el éxito de los abordajes.
En lo que se refiere a la prevención, la percepción social de la misma, que podríamos considerar en el extremo opuesto, se caracteriza por el convencimiento, más o menos explícito, de la "no-necesidad" de intervención técnica en los proyectos o actuaciones con fines preventivos.
Por otra parte, la concepción de la prevención de las drogodependencias en la opinión pública, se ha venido caracterizando por hechos como los siguientes:
Ello se ha traducido en la multiplicidad de experiencias, que se catalogan como preventivas pero que aparecen, muchas veces, como procesos aislados, desconexionados del resto de las actuaciones comunitarias y carentes de un mínimo de rigor en cuanto al diseño y la metodología desarrollada.
La tarea del equipo del CAD, en este campo, ha ido encaminada, fundamentalmente, a colaborar en la puesta en marcha y desarrollo de estructuras de coordinación, como los Equipos de Prevención de Zona, que faciliten el trabajo conjunto y coordinado de los diferentes sectores de la comunidad y rentabilicen las actuaciones.
Otra tarea importante, en este sentido, ha sido la canalización de demandas de intervención en prevención que, de formas más o menos claras, han ido surgiendo en estos años, casi siempre en el seno de los grupos organizados de la comunidad: asociaciones de vecinos, profesores, asociaciones de padres de alumnos, etc.
En esta doble tarea, han sido de nuevo los colectivos de educadores y otros mediadores sociales, los que han jugado el papel de cierta clave. Gracias a su conocimiento de las zonas y a su aceptación por parte de la comunidad y gracias, también, a la relación mantenida con el centro, han podido llevarse a cabo experiencias en el área de la prevención de las drogodependencias, que se han visto enriquecidas por aportaciones como las siguientes:
Recogida de las necesidades sentidas por parte de la población.
Aportación de información cualitativa esencial sobre las zonas objeto de intervención.
Canalización de demandas específicas de prevención y colaboración en la reconversión o adaptación de las mismas.
Implicación y motivación de los grupos organizados, fundamentalmente de los más jóvenes, para su participación en las actividades programadas.
Puesta en marcha de estrategias educativas orientadas a la modificación de actitudes hacia las drogas por parte de la comunidad.
Estas y otras tareas de los mediadores sociales han permitido, no sólo la puesta en marcha de actuaciones preventivas, sino lo que es más importante, la adecuación de las mismas a las características de la población, a sus intereses y necesidades y la implicación de los propios grupos sociales -fundamentalmente grupos juveniles- en las mismas.
La experiencia de estos años de trabajo en una zona como Vallecas, en la que se respira aún el saludable aire del interés generalizado de sus habitantes por la vida y las cosas de la comunidad, y el afecto sentido hacia el barrio por parte de sus vecinos, nos ha permitido al menos poner a prueba alguna de las ideas que nos brindan las teorías sobre el trabajo comunitario.
Por lo que se refiere a la ate los tratamientos de drogodependencias, se ha puesto claramente de manifiesto la necesidad de la coordinación permanente y del esfuerzo de todos.
Esto sólo es posible en un marco de mutua aceptación y apertura por parte de las instituciones y de la propia comunidad, lejos de la búsqueda de protagonismos o de actitudes defensivas por una u otra parte.
La posibilidad de información adecuada y permanente que los grupos de mediadores han posibilitado al equipo del CAD y el intercambio mutuo de experiencias, han redundado necesariamente en una mayor adecuación de las intervenciones.
En esta línea, quiero destacar la aportación que algunos educadores de la zona vienen realizando, en los últimos años, en la valoración y el abordaje de los casos de menores consumidores de la zona, tanto en las intervenciones directas con los propios menores que acuden al centro y con sus familias, como en aquellas otras que se diseñan para el trabajo con los menores en el propio medio: barrio, grupo de iguales, etc.
Por lo que respecta a la prevención, y a pesar de que queda aún casi todo por hacer, hay que destacar el hecho de haber podido también comprobar cómo la participación real de los individuos y los grupos de la comunidad es necesaria y posible y es también, al mismo tiempo, la única garantía de continuidad y, por lo tanto, de la efectividad de las actuaciones.
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