DOSSIER

Potencial y límites de la "Intervención psicosocial"


Potential and limits of "Psychosocial intervention"

 

Alipio SANCHEZ VIDAL

Departamento de Psicología Social. Universidad de Barcelona


RESUMEN

PALABRAS CLAVE

ABSTRACT

KEY WORDS

POTENCIAL

LIMITACIONES Y DIFICULTADES

BIBLIOGRAFIA


RESUMEN

Este artículo examina el potencial y límites de un conjunto de formas emergentes de acción social desde la Psicología que se acostumbra a llamar "intervención psicosocial" (IPS). El potencial de la IPS deriva de la relevancia adquirida en las sociedades actuales por los llamados problemas psicosociales y de las extendidas demandas de bienestar y dinamización social. Existe, en cambio, menos conciencia los límites y dificultades que, como acompañantes de la mayor ambición de la IPS, es preciso revisar Se examinan aquí 13 de esos límites y dificultades básicas, con sus correspondientes soluciones. Las siguientes: distinto nivel de causas y efectos en la IPS, necesidad -no correspondida- del análisis global, limitaciones de la base científica, complejidad de la documentación de resultados, problemas motivacionales y de acceso a la población, cuestiones valorativas, límites técnicos, alto costo, riesgos de instrumentalización política, homogeneización transindividual de las acciones, desgaste del interventor y tendencia a las recetas.

PALABRAS CLAVE

Intervención psicosocial. Intervención social. Potencial de la intervención psicosocial. Limitaciones de la intervención psicosocial. Desarrollo humano. Dinamización social

 

ABSTRACT

This paper examines the potential, limits and shortcomings of several emergent varieties of psychological social interventions altogether called "psychosocial intervention" (PSI). The potential of PSI derives from today's relevance of the so called "psychosocial problems " as well as from the extended demands for social well-being and activation. Mere is, in contrast, less awareness of the limits and difficulties of PSI in relation to individual action, and there must be research into it. Thirteen of the main difficulties of PSI are reviewed together with their solutions: the different level where causes and psychosocial solutions are located; the unmet need for global analysts; limits of the scientific basis of PSI, complexity in documenting the results; the problems of motivation and target population access; the long time taken by the effects of PSI, evaluative questions; technical limitations; high cost; risks of political instrumental use, cross-individual homogenization of treatments; intervenor burn-out and excess of recipe-like solutions.

KEY WORDS

Psychosocial intervention. Social intervention. Psychosocial intervention potential. Psychosocial intervention limits. Human development. Social activation.


POTENCIAL

Sin entrar en la polémica sobre la existencia y naturaleza de una "intervención psicosocial" (Sánchez Vidal, en prensa), este artículo examina las potencialidades y, sobre todo, las limitaciones y dificultades, de varias formas y campos de acción (comunitaria, organizativa, industrial, jurídica, consumo, ambiental, salud y educación social ... ) que, a caballo entre lo psicológico y lo social, suelen llamarse "psicosociales", formando el nivel psicológico de la acción social del psicólogo. Social en dos sentidos distintos: 1) como acción supraindividual (dirigida a grupos humanos, interacciones y elementos compartidos); 2) como acción centrada en las desigualdades sociales y grupos más débiles, con el poder -y su distribución- como factores clave. Como todo adolescente en pleno desarrollo, la llamada intervención psicosocial (IPS, en adelante) es más consciente de sus ambiciones y posibilidades que de sus condicionamientos y límites que, precisamente por eso y para ajustar las expectativas de propios y extraños, es preciso examinar con realismo. De hecho, una de las diferencias básicas entre la divagación de café y el ejercicio profesional responsable estriba en estudiar con rigor las dificultades para transformar buenos deseos (contenido intencional de la acción social) en proyectos factibles avalados por contenidos técnicos válidos.

Apuntaré primero las potencialidades de la IPS, derivadas tanto de la relevancia adquirida por los problemas y temáticas psicosociales en las sociedades avanzadas como, en lo positivo, de las demandas generalizadas de calidad de vida y necesidad de dinamización social ante las nuevas dificultades y retos sociales y políticos.

Problemas psicosociales. Los problemas que tradicionalmente centran el quehacer del psicólogo (patología psicológica: neurosis, psicosis, trastornos de personalidad, problemas de aprendizaje) han pasado a ser substituidos en extensión y relevancia por otros con un mayor contenido social: drogas, delincuencia juvenil, fracaso escolar, desintegración familiar, violencia sexual, etc. El apelativo psicosocial de esos problemas no significa que sean específica o exclusivamente psicológicos y sociales sino que, en general, las causas están en un nivel social y los efectos o manifestaciones (el "problema") en uno psicológico. Lo cual plantea no pocos interrogantes sobre el nivel en que debería darse la intervención al involucrar fenómenos complejos, profundos y multisectoriales (no sólo psicológicos y sociales) como la desorganización social, oportunidades económicas, capacidad social de generar empleo, sistemas de información, sistemas educativos, capacidades personales y actitudes vitales, etc. En cualquier caso, el potencial de la IPS es, en su vertiente de atención a déficits o problemas, notablemente mayor que el de la acción psicológica clásica ya que:

Es más aplicable a las problemáticas contemporáneas, más supraindividuales y con reconocidas raíces sociales.

Debe resultar más eficaz al contemplar analítica e interventivamente los determinantes sociales de esos problemas, en buena parte ligados a la desorganización social y el desarraigo psicológico.

Su cobertura poblacional y temática es superior, al afectar a un mayor número de individuos y una gama más amplia de temas.

La duración de sus efectos debería ser mayor al actuar a un nivel más profundo de los problemas e intentar afectar sus raíces sociales, lo que no sucede en la acción individualizada (terapéutica).

Hay que admitir también que, como psicólogos, nuestros conocimientos y teorías se han centrado más en la patología y terapéutica de salud mental, aprendizaje de actividades o personalidad, que en los complejos problemas psicosociales, con frecuencia excluidos del quehacer psicológico, pretendidamente centrado en la conducta individual y sus causas internas, no en la conducta psicosocial y sus determinantes socioculturales.

Desarrollo humano y dinamización social. El estudio de -e intervención en- el desarrollo humano va ligado a las demandas de bienestar y calidad vital de grandes grupos humanos (como las personas mayores) en unas sociedades postindustriales que han cubierto ya en gran parte de sus miembros las necesidades vitales básicas (alimentación, vivienda, salud, educación). Las demandas de activación y dinamización social derivan tanto de la filosofía social crecientemente prevalente que basa el progreso social y personal en el esfuerzo individual como de la amenaza de quiebra de los sistemas tradicionales de prestación de servicios (salud, sociales, justicia, política) que generaban una actitud de dependencia en que los usuarios esperaban pasivamente que esos sistemas les proveerían de todo lo preciso: salud, empleo, seguridad social... La tendencia es a cambiar esa actitud -y relación entre ambos colectivos: prestadores de servicios profesionales y ciudadanos receptores- en la dirección de mayor autorresponsabilidad de los receptores y menor dependencia de los servicios formales. Es un planteamiento particularmente asumido y desarrollado por el enfoque comunitario. La argumentación sería aquí, por lo demás, muy similar a la usada en relación a los aspectos negativos:

Aunque esos fenómenos (calidad de vida, desarrollo humano, activación social) pueden ser considerados genéricamente psicosociales y centrados en personas, sus determinantes (y componentes) están en muy diversos -y diversamente profundos- niveles.

Las oportunidades de IPS y su eficacia potencial son considerablemente mayores que los de la acción psicológica clásica.

Sabemos muchísimo más sobre la problemática mental -y, aunque menos, social- que sobre las potencialidades y deseos y elementos dinamizadores de personas y grupos sociales

 

LIMITACIONES Y DIFICULTADES

A la superior ambición y potencial de la acción psicosocial frente a la psicológica tradicional, le corresponde una dificultad y complejidad proporcionalmente mayores. En línea con lo propuesto al comienzo, examinamos a continuación 13 dificultades y límites de la IPS, sugiriendo en cada caso algunas vías de solución. Dado que la mayor parte del análisis que sigue es aplicable tanto a lo que habitualmente se entiende como IPS como a la intervención social (de la que la IPS es, en realidad, un aspecto), con frecuencia se cita una u otra indistintamente. Esas dificultades están relacionadas con: el distinto nivel de causas y soluciones en la IPS, la necesidad del análisis global, limitaciones de la base científica, complejidad de la documentación de resultados, problemas motivacionales y de acceso a la población, largo plazo de los efectos, dificultades ético-valorativas, limitaciones técnicas, alto coste de la IS, riesgo de instrumentalización política, homogeneización transindividual de las acciones, desgaste del personal interventor y tendencia a las recetas.

Distinto nivel de causas y efectos. En la temática psicosocial, los dos extremos o partes del binomio se mueven en distintos niveles de profundidad: las causas o raíces son sociales (socioeconómicas, socioculturales), los efectos a corregir -y acciones sugeridas- psicológicas (personales, relacionales, grupales). Consecuencias: al no tener acceso al nivel causal de las estructuras económicas o sociales, en realidad la IPS afecta básicamente -en contra de lo que proclama intencionalmente- a las consecuencias personales o relacionales de las temáticas, en vez de a sus causas o raíces. Segundo, aunque la IPS tuviera acceso al nivel causal, habría que modificar antes el consenso social que mantiene esas condiciones (económicas, sociales, culturales y valorativas ... ) en su globalidad a causa de la eficacia productiva de la estructura ténico-económica que sustentan. No olvidemos que la producción de bienes y servicios son fundamento imprescindible del bienestar social. Es claro que la titularidad del consenso social (más o menos perfecto) corresponde, por otro lado, al conjunto de la sociedad, no a una profesión (la psicológica o cualquier otra) que no es, al fin, sino una pieza minúscula del complejo ensamblaje social sin competencia, en principio, para modificar ese consenso, aunque sí para denunciar documentadamente los efectos psicosocialmente perversos de algunos de sus planteamientos y sistemas. Por ejemplo, el estrés o la destrucción de redes comunitarias que generan las condiciones de producción y vida modernas.

Resumiendo, dada la profundidad y magnitud de los problemas planteados, la tarea de la IPS es en realidad bastante más modesta y limitada de lo que muchos proclaman: al actuar sobre la periferia adaptativa de los temas planteados, no sobre los mecanismos causales, las "soluciones" psicosociales se plantean a un nivel no resolutivo sino mayormente paliativo y, por tanto, limitado. Además, de ser esos complejos temas abordables desde la IPS, se requerirá en general la modificación previa del consenso social existente sobre ellos, tarea que excede las competencias profesionales del interventor psicosocial.

Algunas vías de solución parcial a esta dificultad serían: reconocimiento y reflexión desde la experiencia de los propios interventores sobre el nivel real de los efectos de la IPS. Aumento de la conciencia y conocimientos socioculturales del psicólogo de cara a: a) poder tenerlos en cuenta como marcos reales de actuación con principios reguladores propios, no como plastelina moldeable a voluntad; b) considerarlos interdisciplinarmente con los expertos en esas áreas en el análisis, intervención e investigación. También parece conveniente la sensibilización de los gestores políticos sobre los efectos psicosociales de las políticas y leyes adoptadas y, más difícil, dinamización de los grupos más favorables en esa dirección.

Análisis: Discrepancia entre la necesidad (nivel global de análisis) y la oferta psicosocial (parcial). De forma similar a lo que sucede en la intervención, en el análisis, las necesidades reales se mueven en un nivel alto (análisis globalizado, multisectorial) y la oferta de la IPS en un nivel parcial e inferior. Para poder intervenir eficazmente en un tema como el paro o la calidad de vida, precisamos primero un análisis totalizador que sitúe cada aspecto en perspectiva. Sólo después podrá cada disciplina evaluar el componente que le es más propio desde su posición y sin distorsionarlo en función de sus presupuestos científicos e intereses profesionales particulares.

Las soluciones, repiten las del punto previo: mayor conciencia en el psicólogo (muy acostumbrado a pensar en términos individuales) de los niveles sociales de las temáticas (reconociendo su carácter suprapsicológico) y análisis e investigación multidisciplinar sin perder de vista la unidad final del tema o problema analizado: el análisis se centra en el tema o problema (la droga) no en las contribuciones parciales de cada disciplina o profesión (psicológica, médica, jurídica, etc.). Todo lo cual implica -como en la mayoría de puntos aquí recogidos- la capacidad -como actitud y como conocimiento- de reconocer -a la vez que sus potencialidades- los límites de lo psicológico como punto de partida para una intervención integral y eficaz.

Limitaciones de la base científica de la IPS. La Psicología ha acumulado experiencia y conocimientos sobre los individuos y la acción psicológica. No sólo se sabe poco sobre los temas y operaciones básicos de la acción social (problemas sociales, cambio y dinamización social, desarrollo humano) sino que, con frecuencia, el desamparado interventor aplica inadecuadamente teorías individuales a temas y sistemas sociales. La solución pasa, a largo plazo, por ampliar los temas de investigación psicológica (básica y aplicada) en una dirección más social para acumular conocimientos en esas áreas. A corto plazo, hay que desarrollar pautas sobre la aplicabilidad y uso de los modelos teóricos ya disponibles a la acción social, A ese respecto, cuando se usa una teoría en IS parece preciso verificar de entrada que:

La teoría cubre los factores o "variables" clave del tema de interés, resultando útil para su comprensión y manejo. Una teoría centrada en la cooperación y el desarrollo humano, no nos servirá para manejar un problema cuyos ingredientes básicos son el conflicto de intereses o el enfrentamiento por el poder porque no contiene principios o estipulaciones sobre él.

La teoría es válida, estando respaldada por evidencia empírica, lo que exige revisar la literatura sobre el tema.

Sus asunciones básicas se cumplen. Por ejemplo, una teoría que asuma que los problemas humanos derivan de conflictos intrapsíquicos cuando, en la realidad social que trabajamos, esos problemas están ligados a carencias económicas o fatalismo social, no sólo resultará inútil sino nefasta: dirigiría la intervención a modificar aspectos personales más o menos interesantes, pero que en nada cambiará el problema real. Por tanto, en la acción social.

Se impone el uso de marcos teóricos (y métodos de intervención) múltiples que contemplen los diversos factores clave del tema trabajado y contengan principios lo más válidos posible sobre cómo operar con ellos teniendo en cuenta el contexto y situación específicos. No se trata -como se acostumbra- de ser fiel a una teoría o método de actuación preferido, sino de elegir entre la panoplia existente la teoría y el método apropiados a cada tipo de temática y objetivos interventivos. De lo contrario, adaptaremos el tema a nuestras capacidades analíticas y metodológicas en vez de, a la inversa, adaptar éstas a los temas y situaciones correspondientes.

Complejidad de la documentación de resultados, consecuencia parcial de la citada debilidad de la base científica de la IPS. La evaluación de programas -ya compleja de por sí- se complica por factores como:

La multiplicidad de efectos (directos, indirectos, esperados, inesperados ... ) de la intervención social.

Que esos efectos se producen con frecuencia a largo plazo y la evaluación puede ser más puntual y a corto plazo.

Parte de los efectos (o impacto) pueden ser latentes o "inmateriales" como atributos relativamente abstractos de agregados sociales o ambientales (cohesión social, interacción) no "corporeizados" en una unidad material (como el individuo) en que se pueden observar, manipular y medir con grado de certeza razonable.

Los "efectos secundarios" no previstos pero que, en función de la limitada experiencia y conocimientos en la IS se producen sin que, en general, se prevean procedimientos para detectarlos y evaluarlos.

La dificultad de captar el desarrollo procesal de los cambios (lo que ayudaría a detectar los ingredientes causales de la intervención) debido a la multitud de procesos simultáneos y el largo espacio de tiempo a lo largo del que se producen.

La aplicación sistemática de la evaluación de programas y el desarrollo de ese campo hacia la investigación causal y la localización de ingredientes "activos" (causales), parecen aquí indicaciones lógicas en un plazo medio.

Problemas motivacionales y de acceso a la población. La experiencia comunitaria constata que, en general, aquellas personas y segmentos sociales que más necesitan una ayuda o servicio dado (casi siempre los más débiles y marginados) son -debido a su marginalidad, falta de información y disposición a movilizarse y pedir ayuda, exigir soluciones o ir a por la que se ofrece- los que menos probabilidad tienen de recibirla. Es más probable que sean más beneficiados por los programas aquellos segmentos que, padeciendo la condición o problema, están más motivados u organizados o mejor informados, ya que estas condiciones actúan como mediadores básicos en la obtención de ayuda o recursos. Esta situación paradójica (los que más ayuda necesitan son quienes menos reciben y quienes menos la necesitan pero están más preparados, los que más reciben) es especialmente frustrante si entendemos que la IS va dirigida, precisamente, a mejorar la distribución de recursos facilitando el acceso a ellos de los más necesitados.

La cuestión de cómo acceder a esos grupos o cómo asegurar su participación en los programas organizados de forma que se garantice una mínima igualdad de oportunidades en la recepción de ayuda es, pues, primordial, y no tiene soluciones sencillas. La lógica del sistema de prestación de servicios diría que, si esos grupos no van a acercarse a los servicios establecidos, tendremos que acercar esos servicios a ellos. Es decir, en vez de trabajar sobre demanda de ayuda habremos hacerlo desde la oferta, cambiando el modelo de espera pasiva de atención, por el de búsqueda activa de usuarios (Rappaport y Chinsky, 1974). No se puede ignorar, sin embargo, que esta forma de trabajo es más difícil y laboriosa (y cara) que la tradicional, suponiendo un mayor desgaste psicológico del interventor.

Además, para que esta primarización de la atención sea eficaz, ha de ser complementada, por un lado, con estrategias preventivas en los temas prevenibles y por otro, promoviendo las capacidades de ayuda mutua y autoayuda de la propia comunidad y compatibilizando esos métodos con el sistema profesional de prestación de servicios. Finalmente, es preciso explicar a los grupos marginales la lógica de funcionamiento de los sistemas formales de ayuda (y del "sistema" en general) y tratar de modificar sus actitudes y resistencias a utilizar esos servicios y recibir ayuda en condiciones estipuladas. Labor de cambio cultural difícil pero, ésta sí, verdaderamente psicosocial.

Largo plazo de los efectos de la IPS frente a la mayor inmediatez de las actuaciones individuales. Tanto los grupos sociales acuciados por serios problemas como los gestores públicos -que han de presentar "resultados" cada equis años a efectos de examen electoral-, demandan soluciones tangibles e inmediatas. Y, sin embargo, los procesos sociales son complejos, dependen de muchos factores -algunos controlables y otros no- y tienen una evolución prolongada en el tiempo. Sus soluciones pasan por múltiples acciones convergentes que suelen tener efectos visibles y generalizados sólo en el largo plazo. La exigencia de resultados inmediatos junto a la financiación temporal o suspensión de un programa cuando al cabo de uno o dos años se acaba el dinero, tienden a incrementar el parcheo y las soluciones parciales en detrimento de los programas preventivos o resolutivos verdaderamente eficaces a largo plazo. A nivel psicosocial, el cambio de actitudes y movilización de la gente tiene también un período (probablemente menor que en la IS pero bastante mayor que en el cambio individual) más largo de incubación hasta surtir efectos (en aquellos grupos y situaciones en que funciona, claro es), dada su mayor profundidad y cobertura en relación al cambio psicológico.

Tampoco en este aspecto las soluciones son fáciles, visto el funcionamiento de las maquinarias políticas y los sistemas de generación de expectativas sociales. Desde el punto de vista estratégico se podría ofrecer algún éxito o baza inicial vistosa para los intereses políticos o sociales que permita trabajar más en serio en el largo plazo. También, y paralelamente, habría que documentar siempre los efectos producidos. Pero, al final habríamos de ser honestos y capaces de explicar a los líderes políticos y "pagadores" de programas que, dada la naturaleza y dificultad de los cambios perseguidos, la verdadera "rentabilidad" de aquellos está en el largo plazo y la modificación de procesos profundos y tendencias arraigadas y que lo demás será, en general, mover fichas de un sitio a otro sin ir realmente a ninguna parte. Y que los programas sociales no son una mercancía técnicamente garantizada y barata para salir del paso, sino, como todos los campos en su inicio, necesitada de prueba, apoyo e inversión.

Cuestiones y dilemas valorativos. La IS plantea una serie de cuestiones valorativas complejas que desbordan con mucho este espacio expositivo requiriendo un análisis monográfico. Han sido planteadas por O'Neill (1989), Heller (1989) y otros y Sánchez Vidal (1993b; en prensa) derivándose de: el mayor número de partes implicadas, las deficiencias de información inicial, la infrecuencia de contrato explícito, la afectación de terceras partes no implicadas en los procesos de contratación y los efectos secundarios de las actuaciones.

Algunas de las cuestiones previas son: el derecho (y el deber) o no a intervenir en la vida de las personas sobre todo si no lo han solicitado; condiciones de legitimidad de la IS y la autoridad del psicólogo (u otros profesionales) en ella. Otras cuestiones serían: quién es el cliente de la intervención social (o comunitaria); cuál es el alcance de la responsabilidad del interventor dadas las condiciones descritas; cómo se elige el contenido intencional (objetivos) de la intervención y cómo se establece si han sido alcanzados (criterios de relevancia); rol y responsabilidades asumidos por cada parte en el proceso y tipo de relación resultante; valores (implícitamente) promovidos en ese proceso; debe, o no, existir un compromiso social o político; si ese es el caso, ha de ser ese compromiso primario o secundario respecto al rol científico-profesional; con quién se compromete y qué tipo de efectos a largo plazo va a tener ese compromiso en relación al conjunto de la comunidad; ¿es posible tener una postura independiente o neutral en la IS? ¿es deseable?; ¿qué implicaciones tiene respecto a los componentes de rol (experto, colaborador, activista, mediador .. )?

Naturalmente que no hay respuestas correctas o incorrectas a estas cuestiones. Como valorativas -no lógicas- que son, requieren un debate que lleve a tomar decisiones a partir de la discusión de situaciones reales para el que nosotros mismos hemos propuesto un esquema procesal con los siguientes pasos:

Fines plausibles (explícitos e implícitos) de cada uno.

Responsabilidades o deberes del psicólogo respecto a cada grupo.

Salidas u opciones posibles en la situación concreta y con la información existente.

Consecuencias positivas y negativas de cada curso de acción para los grupos de interés.

Roles que corresponderían al psicólogo en cada opción.

Toma de decisiones y corrección según el proceso.

El esquema no resuelve las cuestiones planteadas (contenido); sólo ordena y racionaliza su análisis y la consiguiente toma de decisiones complementando los esquemas de planificación al uso que ignoran los aspectos valorativos, tan decisivos o más, que los técnicos en la acción social.

Limitaciones técnicas: a) existen pocos métodos que se hayan mostrado eficaces para resolver los complejos y tenaces problemas psicosociales; b) buena parte de esos métodos son de naturaleza y procedencia no psicológica (o sólo parcialmente psicológica) ya que el psicólogo ha centrado tradicionalmente su labor en el trabajo individual, pequeño grupal o familiar. Las acciones paliativas, obvias pero no fáciles en el corto y medio plazo, pasan por:

El desarrollo, a partir de las técnicas grupales existentes, de métodos psicológicos y psicosociales de cambio grupal o colectivo.

La adaptación de estrategias provenientes de otros campos (como el organizativo, político, jurídico: abogacía social, análisis de grupo de interés, etc.) a las condiciones y necesidades del trabajo social.

El trabajo interdisciplinar colectando métodos adecuados para cada caso y utilizando paquetes interventivos multimetódicos (como de hecho lo son todos en la IS) provenientes de diferentes disciplinas o modificando métodos específicos de una de ellas.

La IS es cara. Al contrario que la acción psicológica, que puede realizarse por una sola persona con medios técnicos perfectamente manejables y limitados, la IS requiere amplios medios técnicos y financieros: personal, equipamientos, dinero... Es, por tanto, básico, encontrar quién la pague. Proveedores de recursos típicos son las instituciones políticas, fundaciones sociales o becas para investigar.

Riesgo de Instrumentalización política. En la vida social casi nadie regala las cosas. El que paga suele esperar algo a cambio de su aportación. Y así, el riesgo de que la acción social sea instrumentalizada por aquellos que pagan para favorecer sus propios intereses en lugar de los de los grupos sociales a que va dirigida, es evidente, y debe ser siempre tenido en cuenta en el análisis de los fines (generalmente implícitos) de los grupos de interés implicados. Otra cosa es cómo esa instrumentalización puede ser evitada o contrarrestada: que cada grupo pelee por sus propios intereses es lógico. No hay que olvidar, sin embargo, que los gestores públicos deben defender los intereses de todos y que, en todo caso, sus propios intereses (rentabilidad política, imagen social) han de ser netamente secundarios, estando en función de los de la comunidad que nominalmente representan. Lo lógico es que esos intereses -legítimos pero en ocasiones incompatibles o dañinos para los primarios- sean perseguidos por otras vías de la acción profesional respectiva. La complejidad de la vida pública y la falta de tiempo o la simple comodidad, puede llevar, sin embargo, a mezclar ambos tipos de intereses. Lo inadmisible en ese caso es que los intereses del profesional de turno (político, psicólogo, etc.) pasen a ser más importantes que los nominalmente representados por la profesión (los del electorado o el cliente). Por ejemplo, que sea más importante la publicidad de la administración que sus realizaciones; o adquirir prestigio profesional más importante que la eficacia de la labor desarrollada. Si ese fuera el caso, se impone la denuncia social de los abusos egoístas de determinadas líneas de acción política -o profesional-, lo que no implica un alineamiento político específico.

Un claro ejemplo de instrumentalización política es la gente mayor: puede sacrificarse el verdadero cambio o ayuda a largo plazo a los colectivos afectados por medidas halagüeñas que aseguran el voto de los beneficiarios: ayudas económicas, viajes turísticos, etc. No hay tampoco que olvidar que la postura de no intervención (no hacer nada para no ser utilizado) tiene también sus propios riesgos y responsabilidades éticas derivadas de no hacer nada en una situación indeseable en que habría que actuar. La inhibición de Europa en el dramático conflicto yugoslavo ilustra bien -a otro nivel- esos riesgos y deberes no asumidos.

Homogeneización transindividual de las acciones. La acción social permite atacar elementos causales comunes en grandes grupos; no puede, en cambio, dirigirse a elementos diferenciales, habiendo de tratar a todos los individuos como si fueran iguales, cuando sabemos que ni en sus capacidades, estilo adaptativo o problemas padecidos lo son. Cada persona es un mundo. Por ejemplo, en el maltrato infantil, nos arriesgamos a tratar a todos los padres -o familias como si fueran un maltratador modal, cuando en la realidad son bastante diversos.

La propia naturaleza de la IS, que gana en cobertura y generalidad lo que pierde en especificidad y personalización, hace que también aquí los remedios sean intrínsecamente difíciles: pueden hacernos perder aquellas ventajas que precisamente tratábamos de ganar frente a la acción psicológica. Uno, básico, es el uso de tipologías grupales o de situaciones sociales que agrupen y homogeneicen a los individuos a efectos interventivos. Por ejemplo, en el campo del maltrato, los tipos del maltratador habitual, aquel fruto del estrés agudo, el ligado a la patología, etc. En la gente mayor distinguiríamos grupos -desde los más deteriorados física y funcionalmente hasta los más válidos y funcionales- con necesidades y capacidades diversas que requieren tratamientos diferenciados.

Otro remedio consiste en el uso de paquetes interventivos multimétodo con componentes diferenciados para 161 una de las necesidades específicas de los destinatarios de los programas (que pueden coincidir o no con las tipologías grupales citadas). Un programa de intervención con el maltrato infantil, habría, por ejemplo, de tener componentes de: atención y educación domiciliaria, apoyo social personal y comunitario, seguimiento profesional especializado y educación preventiva en la escuela y la comunidad. Uno para los mayores: atención domiciliaria y transporte adaptado a los menos válidos, residencias grupales y pisos asistidos a otros, actividades lúdicas y de orientación familiar y autoorganización reivindicativa a otros, etc.

Desgaste personal del interventor, típico de las llamadas "profesiones de ayuda" (que se dedican a ayudar a las personas: psicología, enfermería, medicina, trabajo social ... ). Eso implica una serie de intercambios afectivos -además de los "puramente" técnicos- que ponen a los miembros de estas profesiones en claro riesgo de desgastarse o "quemarse" (burnout) si, desde el punto de vista emocional, motivacional o laboral acaba dando más de lo que se recibe. El riesgo es mayor en la IPS ya que:

Se trabaja con muchas personas.

Se propone ir a buscar los problemas de las personas que con frecuencia no reconocen su gravedad o la necesidad de cambio y, por tanto, no han hecho demanda alguna al respecto, en vez de esperar pasivamente a que se presenten pidiendo ayuda cuando hay una motivación para cambiar (por ejemplo, reconocen el problema).

Es frecuente trabajar con grupos apáticos o poco motivados.

El reconocimiento social (y la dotación económica) de la intervención en el campo social es claramente menor que en el campo de la salud, lo que propicia el voluntarismo y las condiciones precarias, sometidas a plazos temporales revisables, de trabajo.

Todo lo cual demanda al interventor unas condiciones de iniciativa y motivación más difíciles y menos valoradas que en otras formas más asentadas de prestación de servicios. Aquí sí que pueden apuntarse soluciones preventivas (además de la mejoría de las condiciones y organización del trabajo) en forma de métodos de mantenimiento del personal, dentro del mantenimiento global del programa, tales como:

Apoyo social a través, por ejemplo. de grupos de discusión de dificultades técnicas del trabajo que aporten, además, apoyo psicológico al equipo de trabajo reuniéndose con la periodicidad apropiada a la situación y el burnout generado.

Promoción del liderazgo comunitario emergente que pueda hacerse cargo progresivamente de ciertas tareas.

Fomento desde el comienzo de la participación y autoorganización de los afectados, familiares o vecinos o grupos comunitarios.

Contacto con las instituciones locales de cara a la aceptación y sostenimiento -presente y futuro- del programa como propio en vez de ignorarlo o resistirlo como algo externo y ajeno.

"Recetitis": Soluciones fáciles a problemas difíciles. La tendencia a reducir a fórmulas y recetas la formación de especialistas en intervención social es una reacción compensatoria (típica de los cursos postgraduados), comprensible pero inaceptable, respecto del exceso de teorización y abstracción de la formación universitaria de pregrado. Como toda forma de tecnocracia, encierra trampas y excesos a evitar: con frecuencia se demandan soluciones fáciles y cómodas de aprender y aplicar por el técnico y válidas para todo medio y condición que, como sabemos, no existen en este ni en ningún campo. Hay que recalcar a ese respecto que:

No existen "recetas" en la IS: no hay soluciones simples, uniformes y rápidas a problemas difíciles, variados y arraigados. Con frecuencia estas técnicas dan la mágica -y falsa- sensación de seguridad que evita todo un arduo proceso de análisis, prueba y error que es, naturalmente, inevitable en un campo complejo y novel como la IS. El técnico ha de evitar estos amuletos psicológicos confrontando sus ansiedades y las dificultades del campo por procedimientos que no perjudiquen la calidad de su acción profesional y, al final, a los grupos afectados.

La metodología es siempre un instrumento en función del objeto de trabajo y situación concretos. Como en las teorías, hay que adaptar las técnicas al objeto interventivo y no, al revés, en función de nuestros conocimientos y ansiedades. Si, por ejemplo, hacemos terapia sistémica en lugar de dinamización social porque es lo que sabemos hacer, estarnos obrando técnica y éticamente mal.

La dimensión eficacia es sólo una de las que hay que tener en cuenta en la intervención: tan importante o más son los valores y comportamientos (participación, iniciativa, autoconciencia grupa] ... ) implícita o explícitamente promovidos por nuestra actuación a través del proceso interventivo. Desde el punto de vista psicosocial, no tiene las mismas oportunidades de aprendizaje ni de crecimiento un grupo que obtiene un servicio para un barrio a través de su propia implicación y participación activa que sin ellas: dejándolo todo en manos de técnicos externos, más rápidos y eficientes. Por ejemplo.

 

BIBLIOGRAFIA

HELLER, K. (1989): Ethical dilemmas in community intervention. American Journal of Community Psychology, 17, 367-378.

O'NEILL, P. (1989): Responsible to whom? Responsible for what? Some ethical issues in community intervention. American Journal of Community Psychology, 17, 323-342.

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SANCHEZ VIDAL, A. (en prensa). ¿Quién es el "cliente"? Orientación de la responsabilidad del psicólogo en la acción comunitaria. Revista de Psicología Social Aplicada.

SANCHEZ VIDAL, A. (en prensa). ¿Intervención psicosocial?... Pero, ¿de qué estamos hablando? Intervención Psicosocial