DEBATE
Defender la idea de la contribución de las mujeres al desarrollo social es hoy, en este momento, una propuesta al menos reiterativa, ya que hasta el más recalcitrante de los machistas estaría de acuerdo con nosotras en las grandes aportaciones que hemos hecho al mundo. En nombre de la defensa de las virtudes femeninas nos hablaría de esa mujer esposa, madre, sumisa, que nunca quiere ni pide nada, sólo "da" (amor, cariño, apoyo, cuidado, placer, etc ... ).
Efectivamente las mujeres hemos "dado" durante siglos a la sociedad hijos sanos, limpios y alimentados; hemos atendido material y afectivamente a los hombres; hemos cuidado de ancianos, enfermos, etc... Incluso nos hemos encargado, unas mejor que otras, de transmitir mediante la educación de nuestros hijos, la cultura, la religiosidad, la moral y la ética de una sociedad que para mayor sarcasmo, construyó sus estructuras más sólidas desde nuestra desigualdad y nuestra opresión.
Hoy, además de esto, aportamos trabajo "productivo", tanto intelectual como físico, creando y dando ideas a un sistema social que no nos corresponde ante nuestro esfuerzo. Algunas incluso intentamos vivir y transmitir un modelo de relaciones entre las personas que no tiene referencias, que tenemos que inventar cada día; peleamos por una manera de hacer la política que decimos diferente pero que nos cuesta explicitar en cuanto a las formas, y cuyas claves nadie nos ha revelado; reivindicamos una utopía de felicidad para el ser humano, hombres y mujeres, construida desde la igualdad, la justicia y la solidaridad, y tenemos que interpretar las palabras porque su significado nos lleva de nuevo a la vieja significación que les dio el patriarcado.
Todo esto, imagino, debe ser muy positivo para el desarrollo de la humanidad (si los hombres hicieran un tanto de lo mismo seguramente nos iría mejor), lo que ya no tengo tan claro es que sea igual de positivo para la felicidad de las mujeres.
Estamos cansadas, o mejor dicho agotadas, de ocuparnos del trabajo y de la casa; de hacer cenas y comidas, de fregar cacharros, de llevar a los niños al colegio, de limpiar suelos y cocinas, de ocuparnos, en definitiva, de que las necesidades cotidianas no alteren el ritmo de trabajo o estudio de los demás. Mientras tanto, en el trabajo siempre es necesario poner más de una misma, hacer horas y horas, demostrar constantemente que somos buenas y sabemos hacerlo, que estamos dispuestas a dar lo que sea necesario por un trabajo que para colmo hay que agradecer a no se sabe quien, porque el fantasma del paro genera mucha angustia.
¿Se puede ser feliz en estas condiciones? Seguramente NO, a pesar de que estamos haciendo lo que se supone debemos hacer, y lo que cada día muchas creen que debemos hacer.
Hace unas semanas, en un curso que impartí a un grupo de mujeres jóvenes, la mayoría desempleadas, me sorprendió comprobar cuales son las expectativas que ellas tienen sobre sus vidas como mujeres. Ellas quieren tenerlo TODO. Y este tenerlo todo se traduce para ellas en: tener un trabajo que les aporte ingresos, seguridad económica y realización profesional, y tener una familia, una pareja con quien compartir su vida, y quizás uno o dos hijos/as. Evidentemente ya sabía que éstas eran proyecciones de futuro de las jóvenes de este país, lo que me sorprendió es que a eso le llamen tenerlo todo.
Hoy en día esto es posible, una mujer puede tener un trabajo y una familia, y entonces decimos que estamos realizadas profesionalmente, el problema es que muchas veces lo conseguimos a costa de nosotras mismas. Que tiene trampa es algo de lo que muchas hemos empezado a sospechar a pesar de ser jóvenes, de aquí la importancia y la vigencia, también hoy y para las jóvenes, del feminismo.
Hasta que no exista una distribución real de los espacios públicos y privados, del empleo, del poder y de las responsabilidades familiares, entre hombres y mujeres, difícilmente las mujeres podremos tenerlo todo, y menos vivirlo con placer, sin frustraciones ni culpabilidades.
Por supuesto, y volviendo al principio, la contribución de las mujeres al desarrollo social ha sido y es muy importante, aunque creo, cada día con más entusiasmo, que esta sociedad debería contribuir a la felicidad de las personas que la componen, construirse más a la medida del ser humano, siendo menos dura y más habitable para las mujeres. Puede que como muchos/as vaticinan el fin de siglo nos ponga en contacto con otros códigos, otras reglas, otras maneras más cercanas de entender la palabra solidaridad entre los hombres y las mujeres. Que nos aporte una mayor capacidad para hacernos más fácil a todas/os la actividad política, laboral, social, o las relaciones personales.
Pero no quería yo hablar en este artículo de la contribución de las mujeres al desarrollo social, sino de la contribución de las mujeres feministas, cuyas aportaciones si bien poco reconocidas, han supuesto uno de los cambios más importantes de nuestra Historia Contemporánea.
Desde la Revolución Francesa, y la solicitud del derecho a la Ciudadanía que reflejara Olympe de Gouges en su "Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana", hasta hoy, las mujeres seguimos reivindicando algo tan simple como ser consideradas ciudadanas. A ella la condenaron a la guillotina, y fue necesario que pasara más o menos (dependiendo de cada país) un siglo y medio, para que las mujeres de Europa y América del Norte consiguiéramos el derecho al voto.
Quizás sea necesario volver a recordar que hasta hace pocos años en este país, como en otros, las mujeres casadas no tenían prácticamente ningún derecho si no tenían el consentimiento del marido, para entender que el feminismo también ha afectado de manera muy importante a la vida y las relaciones de las personas. Al menos ha hecho posible que las mujeres podamos vislumbrar la libertad y la igualdad interpretada desde otros códigos, y la reivindiquemos en las relaciones en el matrimonio.
La contribución del feminismo a la sociedad de hoy se manifiesta en lo público y en privado. En lo público porque reivindica la PARIDAD y el derecho a la CIUDADANIA. en igualdad de condiciones entre hombres y mujeres, que significa no sólo la posibilidad de votar, sino también de ser candidatas, de asumir responsabilidades, de decidir en igualdad con los hombres el destino del mundo y el modelo de sociedad que queremos para nuestro futuro y el de nuestros hijos e hijas. El feminismo de la igualdad ha apostado por la participación en el poder como un espacio también de las mujeres, desde nuestro derecho a ser diferentes, a ser nosotras, a aportar a este ámbito excesivamente masculinizado nuestra manera de vivir, estar y entender el mundo, porque necesariamente esto es importante para el avance del conjunto del sistema social.
Pero el feminismo también ha incidido de manera fundamental en lo privado, reivindicando derechos como la mayoría de edad de las mujeres dentro del matrimonio, el derecho al divorcio, al aborto, y el derecho fundamental de las mujeres al respeto y a la dignidad, a no ser maltratadas ni violadas aunque el maltratador o el violador fuera el propio marido. Lo privado es público, fue una consigna fundamental para hacer entender al Estado que era necesario que interviniera también en el espacio privado cuando se maltrata o se humilla a los más débiles, que nadie puede ser dueño de nadie, y ni los/as hijos/as ni las mujeres son propiedad de los hombres.
Hoy, si bien en todo el mundo tenemos que seguir reivindicando demasiados derechos tan elementales como el de la dignidad, porque se sigue oprimiendo y humillando a las mujeres, sin embargo, el feminismo ha seguido evolucionando en sus propuestas al conjunto de la sociedad. Hoy, junto a la defensa de las mujeres que sufren malos tratos, tenemos que trabajar por un reparto de las tareas domésticas entre hombres y mujeres dentro de un modelo diferente de relaciones entre los sexos. Hoy, que aún tenemos que estar a la defensiva ante intentos de legislar en contra de nuestros intereses en el matrimonio tradicional, como es el actual debate sobre la ley de divorcio, tenemos a la vez que defender y reivindicar el derecho de las personas a su opción sexual y en contra de cualquier discriminación por este motivo.
Hoy, reivindicamos la paridad, a la vez que tenemos que defender los continuos ataques al cumplimiento de la cuota dentro de nuestras organizaciones políticas. Hoy, en definitiva, junto a la defensa de nuestras reivindicaciones que permitirán un avance respecto a la situación actual, una tiene la sensación de que es necesario mantenerse a la defensiva en cuanto a lo ya conseguido, porque la ola de conservadurismo mundial, y por supuesto de nuestro país, empieza a poner la carne de gallina. Sobre todo cuando se dice cada vez con más entusiasmo por los dirigentes de la derecha que lo que necesitamos es un Estado que no intervenga. Y esto, sabemos, es el fin de cualquier intento de Estado del Bienestar, lo que evidentemente en ningún caso puede favorecer el desarrollo de las mujeres, y como es lógico mucho menos las propuestas del feminismo.
En cualquier caso, a la lucha de las mujeres feministas, las jóvenes de hoy le debemos el tener abiertas muchas puertas, algunas del todo, otras sólo entornadas. Al menos hemos tenido la posibilidad de estudiar, de trabajar, de tener unas relaciones más igualitarias de pareja, de participar en lo social y en lo político. A nosotras nos toca seguir peleando por mejores condiciones en el trabajo, por el acceso en igualdad a puestos de responsabilidad, por el reparto en las responsabilidades privadas, por el derecho a defender nuestras diferencias (de nacionalidad, de piel, de opción sexual, etc. ), por el cambio de mentalidades y de costumbres en las formas de vivir, y de entender el mundo y las relaciones entre las personas.