DOSSIER

El rol del apoyo social en la prevención del maltrato infantil: programas de apoyo a la familia


The role of social support in the prevention of child maltreatment: family support programs

 

Enrique GRACIA FUSTER

Area de Psicología Social. Facultad de Psicología. Universitat de Valencia.
Este trabajo ha sido preparado durante una estancia del autor en el Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Oxford, como becario del Programa Capital Humano y Mailidad de la Comisión Europea (ER134001GT921422)


RESUMEN

PALABRAS CLAVE

ABSTRACT

KEY WORDS

APOYO SOCIAL Y FUNCIONAMIENTO FAMILIAR

PROGRAMAS DE APOYO A LA FAMILIA: CARACTERISTICAS DISTINTIVAS

PROGRAMAS BASADOS EN CENTROS DE LA COMUNIDAD

PROGRAMAS BASADOS EN VISITAS AL HOGAR

PROGRAMAS BASADOS EN VISITAS AL HOGAR

GRUPOS DE APOYO Y AYUDA MUTUA LINEAS TELEFONICAS DE APOYO

CONSIDERACIONES FINALES

BIBLIOGRAFIA


RESUMEN

Este trabajo analiza la importancia del apoyo social en el funcionamiento familiar y su relevancia en el contexto de las estrategias de intervención dirigidas a la prevención de los malos tratos en la infancia. Se analizan las características distintivas de los programas de apoyo a la familia y se examinan programas de intervención que han demostrado su efectividad y relevancia en la prevención del maltrato infantil.

PALABRAS CLAVE

Maltrato infantil. Prevención. Apoyo social. Programas de apoyo a la familia.

ABSTRACT

This paper analyzes the importance of social support on the family functioning and its relevance as an intervention strategy for the prevention of child maltreatment. The distinctive characteristics of family support programs are described and intervention programs, effective in the prevention of child maltreatment, are examined.

KEY WORDS

Child maltreatment. Prevention. Social support. Family support programs.


APOYO SOCIAL Y FUNCIONAMIENTO FAMILIAR

El aislamiento social de las familias ha sido repetidamente señalado como un significativo factor de riesgo estrechamente asociado con el maltrato infantil. Con frecuencia, las familias en las que tiene lugar el maltrato infantil se encuentran aisladas no sólo de instituciones y sistemas formales de apoyo social, sino también de redes informales de apoyo social tales como familiares, vecinos y amigos. Los estudios que han confirmado la estrecha relación existente entre el aislamiento social y el maltrato infantil son muy numerosos (ver Gracia y Musitu, 1993, para una revisión). La ausencia de contactos sociales, la escasa o nula participación en grupos y organizaciones, así como factores actitudinales hacia el vecindario y la comunidad, han sido variables claramente asociadas con el maltrato infantil (Gracia y Musitu, 1990; Gracia et al., 1994). Como ponen de manifiesto estos estudios, los padres que maltratan a sus hijos prefieren resolver sus problemas por su cuenta, establecen pocas relaciones fuera del hogar, evitan actividades que implican el contacto con otros adultos e incluso desalientan el desarrollo de vínculos sociales de sus hijos (Garbarino y Stocking, 1980).

Efectos positivos del apoyo social en el funcionamiento familiar

Como indican numerosos estudios el apoyo social puede influir de forma positiva en el funcionamiento familiar. Así, por ejemplo, se han observado efectos positivos del apoyo social en las actitudes paternales (por ejemplo. Crockenberg, 198 1; Crnic et al., 1983; Cochran, 1993); en las prácticas de socialización y estilos parentales de interacción con los hijos (por ejemplo, Crnic et al., 1983; Colletta, 1981; Crockenberg, 1988; Cochran et al., 1990; Gracia et al., 199 1; Jennings et al., 1991; Gracia y Musitu, 1993; Cochran, 1993); en las actitudes, expectativas y aspiraciones que los padres tienen acerca de los hijos (por ejemplo, Olds y Henderson, 1989; Cochran y Henderson, 1990); en la adaptación familiar al estrés (por ejemplo, Unger y Powell, 1980; McCubbin y Figley, 1983; Telleen et al., 1989); y en la conducta, ajuste y desarrollo infantil (por ejemplo, Cochran y Brassard, 1979; Seitz et al., 1985; Unger y Wandersman, 1985; Crnic et al., 1986; Homel et al., 1987). Además, la investigación realizada desde los años 70 en el ámbito del apoyo social ha documentado ampliamente la asociación positiva entre la integración social y la disponibilidad de recursos sociales de apoyo y la salud física y mental (ver Gracia, 1993; Gracia et al., 1995, para una revisión). Estos resultados tienen, sin duda, importantes implicaciones para el diseño de programas de intervención en el ámbito familiar, puesto que sugieren que diversos aspectos de la conducta y funcionamiento familiar (bienestar, actitudes, estilos de interacción, manejo del estrés, etc.) pueden ser afectados o alterados de forma positiva mediante la provisión de apoyo social (Dunst y Trivette, 1988). En este sentido, el apoyo social se convierte en un elemento de gran importancia en el contexto de los programas de intervención social dirigidos a la familia. Los programas de apoyo a la familia reconocen los efectos positivos del apoyo social en el funcionamiento de la familia, siendo éste, por tanto, el elemento central alrededor del cual se construyen (Weissbourd y Kagan, 1989).

PROGRAMAS DE APOYO A LA FAMILIA: CARACTERISTICAS DISTINTIVAS

A pesar de la gran variedad de programas existentes bajo el encabezado "programas de apoyo a la familia", todos comparten un objetivo común, así como un conjunto de características definitorias. Estos programas reconocen el impacto negativo que numerosas fuentes de estrés (desempleo, pobreza, movilidad y aislamiento social, madres solteras, padres adolescentes, etc.) tienen en la vida familiar, así como la relación entre la ruptura y disfunción familiar, un entorno social pobre y desestructurado y numerosos problemas sociales (fracaso escolar, violencia familiar, toxicomanías, delincuencia, etc.). Estos programas asumen, por tanto, que los problemas se encuentran no sólo en las familias, sino también en el deterioro de las relaciones entre las familias y las fuentes formales e informales de apoyo dentro de la comunidad. Por otra parte, los programas de apoyo a la familia reconocen la importancia que la interrelación entre la familia y su sistema de apoyo tiene en el desarrollo humano y, en este sentido, estos programas parten del supuesto de que la provisión de apoyo emocional, ayuda instrumental e información a las familias ayudará a los padres a reducir el estrés, a incrementar su capacidad para enfrentarse a situaciones estresantes y a mejorar las prácticas educativas, afectando, por lo tanto, de forma positiva el desarrollo infantil (Weiss, 1988). En general, estos programas comparten el objetivo de prevenir una amplia variedad de problemas sociales que se considera se encuentran relacionados con la falta de apoyo y educación de padres y familias.

Los programas de apoyo a la familia comparten un conjunto de características que les distinguen de otros servicios sociales, de salud o educacionales tradicionales, más orientados hacia el tratamiento y situaciones de crisis que hacia la prevención. Entre esas características distintivas que definen a los programas de apoyo a la familia destacan las siguientes (Kagan et at., 1987; Weiss y Jacobs, 1988; Musick y Weissbourd, 1988; Weissbourd y Kagan, 1989; Weiss y Halpern, 199 1):

A continuación se examinarán algunos de los programas de apoyo a la familia más conocidos e innovadores que han demostrado su efectividad y relevancia en la prevención de los malos tratos en la infancia.

 

PROGRAMAS BASADOS EN CENTROS DE LA COMUNIDAD

Los programas basados en centros de la comunidad pueden variar considerablemente en su contenido, estructura y grado de profesionalización. Así, algunos programas ofrecen educación para padres, otros centros ofrecen un respiro a los padres de sus responsabilidades mediante la ayuda en el cuidado de los hijos, en otros se ofrece información, consejo y acceso a determinados recursos, otros tratan de facilitar la socialización y creación de redes informales entre padres. Sin embargo, en general, una gran mayoría de programas combinan varios de estos servicios en un mismo paquete de intervención. Estos programas pueden ser organizados desde la red asistencial tradicional o bien ser iniciativa de organizaciones o grupos no institucionales. En este sentido, características como el uso de profesionales o voluntariado, o la combinación de ambos, sus objetivos en términos de la población o tipo de problemas, así como el grado de estructuración y flexibilidad variarán notablemente de un programa a otro. Entre los programas más representativos dentro de esta categoría se encuentra NEWPIN.

Newpin

NEWPIN, acrónimo que significa "nueva red padres-hijos" (new parent infant network), quizás sea una de las organizaciones que haya alcanzado mayores logros en el campo de la prevención del maltrato infantil. De hecho, la Sociedad Internacional para la Prevención del Abuso y la Negligencia a los Niños (ISPCAN) concedió a NEWPIN en 1989 el premio Henry Kempe, el reconocimiento internacional más importante a la labor de prevención en el ámbito del maltrato infantil. NEWPIN es una organización independiente de carácter voluntario que trabaja con padres u otros cuidadores que sufren depresión, sentimientos de aislamiento y que experimentan problemas en el desempeño del rol parental (muchos de los cuales se encuentran en situación de riesgo de que los hijos sean separados de la unidad familiar por los servicios de protección del menor). El objetivo de NEWPIN es hacer frente y alterar circunstancias y patrones que puedan dar lugar a los malos tratos, ayudar a romper los efectos cíclicos de las conductas familiares destructivas, y devolver a los padres el control de sus propias vidas. La red de centros NEWPIN combina en su acercamiento a la prevención grupos de apoyo, asesoramiento individual y terapia de grupo para padres, junto con un servicio de guardería donde profesionales ofrecen terapia de juego a los niños en un entorno seguro y estimulante. NEWPIN trabaja fundamentalmente con madres, las principales cuidadoras de los hijos, aunque padres únicos también acuden a los centros NEWPIN (recientemente se han establecido cursos y grupos para las parejas de las mujeres que acuden a NEWPIN que, actualmente, se encuentran en fase piloto).

El primer centro NEWPIN, financiado en su totalidad mediante donaciones, comenzó a operar en 1982 como resultado de la iniciativa de un conjunto de profesionales de los servicios sociales y de la salud, preocupados por las elevadas tasas de maltrato infantil en un área de Londres (actualmente existen en el Reino Unido 11 centros, y se espera la apertura de cuatro centros más). La filosofía del proyecto NEWPIN se basa en el apoyo, respeto y preocupación mutuos, donde cada miembro recibe de acuerdo con sus necesidades, contribuyendo al mismo tiempo a la comunidad que constituye cada centro NEWPIN.

El proceso NEWPIN:

 

PROGRAMAS BASADOS EN VISITAS AL HOGAR

Estos programas proporcionan diversos servicios de apoyo a las familias en su propio hogar. En genera estos programas tienen como objetivo la reducción del estrés en la familia, la educación de padres (desarrollo infantil, habilidades parentales), ayudar a los padres a desarrollar habilidades de autoayuda y a utilizar los recursos disponibles y, en general, proporcionar apoyo a los padres en su propio entorno. Con frecuencia estos programas se dirigen a padres de recién nacidos (principalmente nuevos padres), a familias con problemas múltiples y a familias social o culturalmente aisladas (Musick y Weissbourd, 1988). Las personas que realizan las visitas pueden ser profesionales, paraprofesionales o miembros del voluntariado. Estas personas ofrecen información, apoyo, educación y ayuda práctica (transporte, compra, manejo del hogar) y, por tanto, desempeñan múltiples roles (amigo, profesor, modelo de rol, etc.). Estos programas pueden desempeñar un rol importante en la mejora de las prácticas parentales de nuevos padres, en particular entre familias de alto riesgo. Un ejemplo paradigmático de este tipo de programas es el "proyecto para el período prenatal y primera infancia" desarrollado por David olds.

Proyecto para el período prenatal y primera infancia

Sin duda, el programa de apoyo a la familia basado en visitas al hogar es más célebre y respetado. La relevancia de este programa, diseñado por David Olds y sus colegas (Olds, 1981, 1988; Olds y Henderson, 1989; Olds et al., 1986a, 1986b), reside en la combinación de un programa de intervención con un sofisticado diseño metodológico que permite la evaluación rigurosa de su efectividad.

Este programa, basado en visitas al hogar (realizadas fundamentalmente por profesionales de la salud), tiene como objetivo la prevención de un amplio rango de problemas en el ámbito de la salud maternal e infantil asociados con la pobreza. El programa se estableció para mejorar los hábitos de salud en el período prenatal, la competencia en el cuidado del recién nacido, el apoyo social, el uso de servicios comunitarios, los logros en los ámbitos laborales y educativos, así como para reducir nuevos embarazos no deseados. Mediante estas experiencias y cambios en la conducta maternal se esperaba lograr una reducción significativa en los problemas de salud infantil, como nacimientos prematuros o bajo peso al nacer, problemas en la nutrición y el crecimiento, accidentes, enfermedades infecciosas, retrasos en el desarrollo cognitivo, problemas de conducta y malos tratos físicos y negligencia. El programa asume un acercamiento ecológico en la comprensión de estos problemas. Desde esta perspectiva, estos problemas tienen su origen no sólo en la familia sino también en la comunidad más amplia en la que estas familias viven, incluyendo los recursos sociales y materiales disponibles en la comunidad para ayudar a los padres en el cuidado de los hijos, así como aquellos factores como el desempleo, la pobreza, ser madre soltera o la discriminación social o racial. La estrategia fundamental de este programa de intervención son las visitas al hogar de un profesional durante una fase importante del cielo vital de familias de alto riesgo (el embarazo y los dos primeros años de vida). El contenido del programa de intervención se dirige simultáneamente a aquellos factores que deterioran los hábitos de salud y el cuidado de los hijos, tratando de satisfacer la necesidad que los padres (en particular, nuevos padres en situación de riesgo) tienen de información, apoyo emocional y manejo del estrés. Se espera así, al mejorar las condiciones para el embarazo y el cuidado del menor durante la primera infancia, reducir los problemas en el ámbito de la salud y del cuidado infantil.

El programa se dirige fundamentalmente a adolescentes embarazadas, sin pareja, y en situación de pobreza (el objetivo de seleccionar futuras madres en situación de riesgo, era intentar maximizar el beneficio que se pudiera obtener de la participación en el programa). Además, el programa se limitó a madres en su primer embarazo (menos de 30 semanas de período de gestación). Se esperaba así obtener una mayor receptividad de las madres a la ayuda ofrecida y que el programa tuviera un impacto a largo plazo (de esta forma el programa continuaría ejerciendo sus efectos en futuros embarazos). Otro motivo para establecer el comienzo del programa de intervención durante el embarazo era evitar el mensaje implícito de que una madre es incompetente o incapaz de cuidad a sus hijos, que podría transmitirse si el programa comenzara después de haberse producido el nacimiento.

El programa, de acuerdo con un planteamiento ecológico, asume tres fuentes principales de influencia en el bienestar de los hijos; los padres, otros miembros de la familia y amigos, y los servicios que proporciona la comunidad donde esa familia vive. En sintonía con ese planteamiento, durante las visitas al hogar se llevan a cabo tres actividades principales: a) un programa de educación parental acerca de las influencias en el desarrollo fetal y desarrollo infantil; b) se involucran miembros de la familia y amistades en el embarazo, parto y cuidado infantil, así como en el apoyo a la madre y, c) se vinculan a los miembros de la familia con otros servicios sociales y de la salud formales.

a) Programa de educación parental

El programa de educación parental, que se desarrolla en el hogar, se estructura en dos fases: la primera se corresponde con el período prenatal y la segunda tiene lugar después del parto. Aunque se trata de un programa estructurado (los profesionales que realizan las visitas al hogar reciben un período de formación y disponen de materiales curriculares elaborados especialmente para el desarrollo y evaluación del programa), su diseño trata de ganar la confianza y capturar el interés de las madres a medida que avanza el embarazo. Puesto que se consideró que la experiencia personal del rol parental contribuiría de forma importante a facilitar la relación con las familias y a desarrollar más efectivamente el programa de educación en el hogar, se decidió que, además de recibir un período de formación, las personas que realizaran las visitas al hogar fueran también padres.

Período prenatal. Las actividades del programa educativo durante el embarazo, aunque varían de acuerdo con el estado de gestación, se organizan en dos trimestres. Durante el primer trimestre y parte del segundo el objetivo fundamental es el apoyo emocional a la madre: se trata de que la madre verbalice sus sentimientos y reacciones acerca del embarazo y se exploran los sentimientos y el apoyo disponible de los otros significativos. En el segundo trimestre, con frecuencia coincidiendo con el reconocimiento de los movimientos fetales, la disposición para aprender acerca del crecimiento y desarrollo fetal y la preocupación acerca del parto es mayor; se inicia entonces la exploración de los efectos que la salud y conductas maternales pueden tener en el desarrollo del bebé, así como de los aspectos relacionados con el parto y cuidado del recién nacido. Las visitas al hogar durante el embarazo se realizan cada dos semanas y tienen una duración de entre 60 y 90 minutos. A las sesiones se invita y se alienta la asistencia de una figura importante de apoyo, organizándose con frecuencia las visitas al hogar de acuerdo con la disponibilidad de esa figura de apoyo. Durante el período del embarazo, el profesional que realiza las visitas al hogar se concentra en el logro de los siguientes objetivos educacionales:

Ayudar a mejorar la dieta y a realizar el seguimiento de las ganancias de peso.

Ayudar a eliminar o reducir el sumo de tabaco, alcohol y drogas.

Enseñar a los padres a identificar las señales que indican complicaciones en el embarazo.

Alentar el descanso regular, la realización de ejercicios apropiados y una buena higiene personal.

Preparar a los padres para el parto.

Preparar a los padres para el cuidado adecuado del recién nacido

Alentar el uso apropiado de los servicios de salud.

Alentar a las madres a planificar futuros embarazos, la posible vuelta al sistema educativo y la búsqueda de empleo.

En esta fase del programa es importante la identificación de posibles factores de riesgo que conduzcan a los malos tratos infantiles. Así, durante las visitas al hogar el profesional presta una particular atención a los siguientes factores: a) una infancia caracterizada por los malos tratos y la violencia, b) expectativas inadecuadas acerca de los niños y las exigencias del cuidado infantil, e) dificultades emocionales como pobre control de los impulsos, d) factores estresantes como desempleo, condiciones inadecuadas de vivienda, problemas de pareja, e) aislamiento de fuentes de apoyo como la familia, amigos o vecinos y, fl actitudes de familiares, amistades o vecinos que aprueben la violencia hacia los menores. La información recogida con respecto a los anteriores aspectos será posteriormente utilizada por el profesional para planificar futuras visitas al hogar y desarrollar estrategias de apoyo y ayuda a la familia.

Después del parto. Después del parto las visitas al hogar continúan hasta el segundo año de vida del recién nacido. El programa educativo después de que haya tenido lugar el parto, se centra en cinco períodos del desarrollo infantil: integración y adaptación (0-6 semanas), consolidación (6 semanas- 4 meses), el apego (414 meses), movilidad (14-20 meses), autonomía/socialización (20-24 meses). Las visitas (de entre 60 y 90 minutos) comienzan con una frecuencia semanal y se van espaciando progresivamente hasta la última fase del programa (20-24 meses) en la que se realizan cada 6 semanas. Durante este período, el profesional que realiza las visitas al hogar se concentra en el logro de los siguientes objetivos educacionales:

Mejorar la comprensión de los padres del temperamento infantil.

Promover el desarrollo socioemocional y cognitivo del menor.

Promover la salud física del niño/a.

b) Mejora de las fuentes de apoyo informales

Otro objetivo fundamental de este programa de intervención es la mejora del apoyo informal que las madres disponen durante el embarazo, parto y primera infancia. Así, durante las visitas al hogar el profesional trata de identificar miembros de la familia y amistades próximas en quienes la madre puede confiar y a quien poder recurrir en caso de necesidad. Una vez identificadas las figuras primaria y secundaria de apoyo, el profesional alienta a la madre a que invite a esas personas a participar en las sesiones que tienen lugar en el hogar. El objetivo es que estas personas apoyen y ayuden a la madre en las responsabilidades del hogar, la acompañen durante las visitas al hospital, estén presentes durante el parto, colaboren en el cuidado del recién nacido y refuercen los consejos del profesional durante su ausencia (siempre que fuese posible se alentaba la participación del esposo o pareja, así como de la madre). Estas personas desempeñan un rol fundamental en el logro de los objetivos clave del programa (aunque también se asume que no todas las redes informales ejercen una influencia constructiva en la familia).

c) Conexión con servicios, formales de apoyo

Finalmente, otro objetivo del programa es conectar a las familias con los servicios sociales y de la salud formales, con el propósito de reducir situaciones de estrés que la familia por sí sola no puede manejar. Además de alentar a las familias a mantener las visitas concertadas con los servicios de salud, los profesionales que realizan las visitas al hogar mantienen el contacto con estos servicios informándoles de las condiciones médicas, sociales y emocionales de la familia. Asimismo, para satisfacer necesidades identificadas durante las visitas al hogar, el profesional conecta a la familia con otros servicios comunitarios como, por ejemplo, ayudas legales, planificación familiar, transporte, clases educativas, servicios de salud mental o ayudas económicas.

En la evaluación de la efectividad de este programa se observó una importante mejora en las conductas de salud de las madres (por ejemplo, consumo de tabaco y dicta), en los resultados del embarazo (duración del período de gestación y peso del recién nacido), en la calidad del cuidado maternal (menor uso del castigo, mayor utilización del juego, menor problema de salud de los hijos y menor número de accidentes), en el apoyo social informal experimentado, en el uso de los recursos formales de apoyo existentes y en las perspectivas para el futuro (menor número de embarazos, más oportunidades de trabajo). Uno de los aspectos más importantes que reveló la evaluación de este programa fue su impacto en la reducción de las tasas de casos de maltrato infantil. Para el grupo de madres en situación de riesgo (madres solteras en situación de pobreza) se observó una reducción del 75 por 100 en la incidencia de casos verificados de malos tratos (Olds et al., 1986; Olds y Henderson, 1989).

 

GRUPOS DE APOYO Y AYUDA MUTUA

Compartir preocupaciones, experiencias y problemas que son comunes a los otros miembros del grupo es una característica fundamental de los grupos de ayuda mutua. Los grupos de ayuda mutua para padres ofrecen la oportunidad de encontrar aceptación, amistad, ayuda y apoyo en un grupo basado en la igualdad y la reciprocidad, y facilitan un progreso de cambio y crecimiento personal del que son responsables los propios padres. Los grupos de autoayuda para padres asumen el principio de que los padres no deberían encontrarse solos ante los problemas. Los padres necesitan tener a alguien que les valore, en lugar de hacerles sentir peor cuando se cometen errores en el desempeño de uno de los trabajos más duros y difíciles que existen: ser padres (Buck, 1989). En el ámbito del maltrato infantil, el ejemplo más representativo de este tipo de grupos lo constituye "Padres Anónimos".

Padres Anónimos

La historia de Padres Anónimos comienza con una madre con problemas de malos tratos incapaz de encontrar un entorno terapéutico adecuado. Sin embargo, un terapeuta que reconocía su incapacidad para detener los malos tratos, apoyó la idea de esta madre de buscar la ayuda de otros padres que también maltrataban a sus hijos, reuniéndose periódicamente para buscar conjuntamente una solución. Así, con dos padres y un profesional en calidad de voluntario, surgió en 1970 en California el primer grupo de Padres Anónimos (Lieber, 1984). En la actualidad, sólo en los Estados Unidos existen más de 1.500 grupos de Padres Anónimos (con una oficina nacional y coordinadores regionales), iniciativa que ha inspirado la creación en Europa y en otros países de grupos de autoayuda para padres con una filosofía y formato similares (Buck y Dabrowsksa, 1981; Buck, 1989; Intebi y Groisman, 1991).

Padres Anónimos es una organización gratuita de autoayuda operada por sus miembros con el objetivo de reducir y prevenir futuros malos tratos. Las personas que acuden a Padres Anónimos lo hacen por iniciativa propia o son remitidas por los servicios sociales, policía, jueces, etc., (como sucede con frecuencia entre padres que maltratan o se encuentran en situación de riesgo, existe una fuerte desconfianza hacia las figuras de autoridad y la red asistencial tradicional). En cada grupo de Padres Anónimos un padre actúa como líder del grupo con el asesoramiento técnico de un esponsor (un profesional voluntario que invierte su tiempo y energía en el grupo) que, además, representa una imagen positiva de una figura de autoridad que facilita la receptividad de los miembros cuando se sugiere la utilización de otros recursos o servicios. La dinámica de los grupos consiste de una reunión semanal de dos horas en un entorno que ofrece seguridad y que no impone la presencia de instituciones de autoridad (centros comunitarios, parroquias, etc., son posibles lugares de reunión). Los miembros de Padres Anónimos no necesitan revelar su identidad, ni están obligados a participar activamente en las reuniones, si esa es su elección. No obstante, la expresión de las emociones en un contexto de comprensión y seguridad es una necesidad y un deseo profundo de numerosos padres con problemas de malos tratos. Padres Anónimos proporciona ese contexto y ofrece esa oportunidad a los padres.

Entre los tópicos de discusión en las reuniones de los grupos de Padres Anónimos (además de compartir las experiencias individuales de los padres) se encuentran las estrategias de afrontamiento más efectivas, el control de los impulsos y la exploración de nuevas formas de interacción con los hijos (por ejemplo, la expresión física y verbal del afecto). Además, los miembros intercambian con frecuencia números de teléfono y contactan con otros miembros cuando necesitan apoyo en situaciones de crisis. De esta forma, surgen nuevas relaciones sociales, finalizando un aislamiento, muchas veces autoimpuesto, caracterizado por pensamientos y actos difíciles de comunicar (Lieber y Baker, 1977; Lieber, 1984). Es importante resaltar, por otra parte, que Padres Anónimos no adopta una actitud condescendiente cuando peligra seriamente el bienestar de un menor. Ante este tipo de situaciones Padres Anónimos busca inmediatamente otras alternativas y, en casos extremos, donde los padres rehusan colaborar para reducir la situación de riesgo, denuncian la situación a los servicios de protección del menor (aunque son muy pocos los casos donde esta medida es necesaria).

Padres Anónimos, en sus 25 años de existencia, ha demostrado el potencial de los grupos de ayuda mutua en la prevención tanto de la continuación de los malos tratos como de malos tratos potenciales en familias de riesgo (Comstock, 1982). La evaluación de los efectos de la participación en los grupos de Padres Anónimos indica resultados positivos (Behavior Associates, 1977; Lieber y Baker, 1977; Berkeley Planning Associates, 1977; Roth, 1985). En general, los padres expresan altos niveles de satisfacción con su pertenencia al grupo, se observa una importante reducción en la frecuencia y severidad de los malos tratos físicos a las pocas semanas de iniciarse la participación en los grupos, así como una reducción en los niveles de abuso verbal. También se produce una mejora en la comprensión de la conducta y desarrollo infantil, los niños demuestran menos problemas conductuales, y, en general, se produce una mejora en la calidad de la conducta parental. Además, los padres que participan en grupos de Padres Anónimos demuestran una mayor competencia personal y niveles más elevados de autoestima, desarrollan una mayor disposición para buscar ayuda y se produce una reducción en el aislamiento social. Por otra parte, el informe de evaluación realizado por Berkeley Planning Associates (1977), en el que se comparaba la efectividad de diversos acercamientos a la intervención en el ámbito del maltrato infantil, señaló a Padres Anónimos y la terapia de grupo entre iguales como las modalidades de preferencia en la intervención, tanto en términos de los costos relativos como en términos de su impacto positivo en las familias a largo plazo.

 

LINEAS TELEFONICAS DE APOYO

Las líneas telefónicas de apoyo ofrecen ayuda y consejo a padres que se encuentran bajo condiciones de estrés. Con frecuencia, estas líneas están vinculadas o actúan en coordinación con grupos de autoayuda, y en ocasiones forman redes nacionales o regionales. En general, estos servicios están dirigidos y organizados por padres voluntarios y son, con frecuencia, una extensión natural del apoyo telefónico entre miembros de grupos de ayuda mutua para padres. Los padres que utilizan este servicio encontrarán a otros padres en el otro extremo de la línea telefónica, con lo que ello significa en términos de experiencias en común. De acuerdo con Buck (1989), este servicio puede desempeñar un importante rol preventivo, puesto que la disponibilidad de una línea de teléfono confidencial permite a padres que se encuentran en situaciones insostenibles de estrés encontrar la ayuda y el apoyo de otras personas que comprendan sus problemas desde la experiencia propia. Ello permite reducir inmediatamente los sentimientos de aislamiento de estos padres, un factor de riesgo identificado repetidamente en los estudios de investigación. Como señala esta autora, un padre, al utilizar el teléfono, puede ventilar, desahogar y dirigir su rabia y frustración hacia otro padre en lugar de hacerlo hacia los propios hijos. Los padres también pueden encontrar en este servicio consejo práctico acerca de formas alternativas de responder y manejar la conducta de los niños, consejo que al proceder de otros padres es, con frecuencia, más aceptable que el ofrecido por profesionales. Además, al descubrir que otros padres también cometen errores y tienen problemas en el manejo de la conducta de los hijos, se reducen los sentimientos de culpa y frustración. De hecho, la existencia de estas líneas es un reconocimiento de las dificultades que numerosos padres encuentran en la educación e interacción con los hijos lo que, al mismo tiempo, proporciona una mayor aceptabilidad el hecho de solicitar ayuda (Buck, 1989).

 

CONSIDERACIONES FINALES

Aunque los programas de apoyo a la familia pueden, sin duda, desempeñar un importante rol en la prevención de los malos tratos en infancia, no constituyen el único acercamiento posible ni, mucho menos, proporcionan una "panacea". Como ha señalado Garbarino (1987), algunas formas de malos tratos pueden ser mejor prevenidas mediante programas de apoyo a la familia que otras, o los esfuerzos preventivos pueden ser realmente efectivos únicamente en determinadas circunstancias o condiciones. Por otra parte, la validez ecológica o la relevancia cultural de un mis o modelo de intervención puede variar al implantarse en otros contextos (diferencias sociales o culturales pueden alterar el ajuste entre el programa y el entorno) (Whittaker, 1983). Ello implica la necesidad de tener presentes este tipo de consideraciones en el diseño e implementación de estrategias realistas de intervención.

BIBLIOGRAFIA