ESPACIO ABIERTO
RESUMEN
- Pobreza absoluta y pobreza relativa
- Precarización objetiva y subjetiva
- Dificultades en la elaboración de indicadores psicosociales en la definición de pobreza
BIBLIOGRAFIA
La definición de la pobreza resulta un problema arduo y controvertido, del que se infieren numerosas implicaciones éticas, culturales, económicas y de intervención social. Desde la perspectiva de la psicología comunitaria, en el siguiente artículo se realiza una breve revisión de los principales modelos que han intentado operativizar dicho constructo. Se analiza su vigencia actual, las dificultades que suponen su desarrollo y la manera en que se integran en teorías y debates posteriores.
Subyacente a la evolución de estas explicaciones, surge la necesidad de consensuar una interpretación interdisciplinar a la etiología de un fenómeno multidimensional y a su solución como problema, en el que determinados aspectos psicosociales (ej. autopercepción de la situación económica, inserción y participación comunitaria, posibles fuentes percibidas de mejora etc.) pueden arrojar nuevas luces a un fenómeno complejo y de trascendencia social.
Definición de pobreza, Precarización económica, Marginación, Indicadores psicosociales, Estado del bienestar, Psicología Comunitaria, Autopercepción, Participación, Inserción, Fuentes percibidas de mejora.
The definition of poverty results a difficult and controversial problem, which involves a lot of ethic, cultural, economical and social intervention implications. According to the communitary psychology, the article summarizes the main models trying to make this topic operative. Their present usefulness, their difficulties in their development, the way in which they are being integrated in further teories and discussions, are analyzed here.
Behind the evolution of these explanations, it appears the need of agreement on an interdisciplinar interpretation to the etiology and solution of this multidimensional concept, in which certain psychosocial indicators (for example: self perceptione of the economical situation, social integration and participation, obtained improvement resources and so on) could show new scopes in this complex and trascendente social phenomenon.
The definition of Poverty, Deprivation, psychosocial indicators, Welfare state, Communitary Psychology, Self perception, Participation, Integration, Obtained improvement resources
"La construcción social de los problemas sociales es un proceso lineal ya que en él intervienen factores objetivos, pero también intereses profesionales de los "patologistas sociales" que son objeto de atención de los medios informativos". (Gusfield, 1989).
El estudio de la pobreza, es un "problema social" mosaico de definiciones y de sus correspondientes intereses sociales. Se parte de diferentes aproximaciones, como las de corte: economicista, política, cultural, psicosocial, etc., que en numerosas ocasiones arrojan resultados dispares y en cierto modo contradictorios.
Hoy en día, parece un dogma de fe asumido por los diversos estamentos sociales, la multicausalidad de la pobreza, y que el acercamiento a estas dinámicas ha de realizarse desde diversos frentes. Sin embargo, las investigaciones disponibles muestran que la definición y delimitación de este fenómeno son controvertidas y van a ser influidas (como en cualquier otra tarea intelectual), por una serie de factores como la ideología y formación del equipo investigador, el origen del encargo institucional, los fines del estudio, la proyección social del mismo, etc., que no se pueden plantear de un modo objetivo, ni mucho menos consensuado, para el universo de estudios de la pobreza, habidos y por haber.
Basta con observar, la cantidad de términos que hacen referencia a procesos en cierto modo compartidos: pobreza, precarización, marginación, pauperismo, exclusión, exclusión total, etc., que están reflejando tanto la relatividad y complejidad de un constructo social, como las distintas connotaciones que de su análisis semántico se derivan. Como propone Tortosa (1990), haría falta preguntarse a que se debe este claro "gusto cuantificador" que muestran bastantes investigaciones sobre estas materias. Es discutible pero muchos lo creen, que un titular en cifras es más llamativo, más gráfico en clave política (indicador de éxitos y fracasos) y más científico.
También se puede reflexionar, sobre la utilidad de censar una población cuyos rasgos generales ni tan siquiera están explicitados y cuya división con el resto de la sociedad tampoco es evidente
Incluso en las definiciones ampliamente aceptadas, como las del EUROSTAT, (1988) y el Comité Económico y Social de la C.E. (1989), se observa una evolución en este sentido:
"La situación de pobreza afecta a todas aquellas familias cuyos ingresos sean inferiores a la mitad de la renta media de la población de referencia".
"La situación de pobreza afecta a aquellos individuos, familias o grupos cuyos recursos materiales, culturales y sociales sean tan escasos que se encuentren excluidos de las formas de vida mínimamente aceptables en el estado de bienestar".
Por tanto, y como plantea De Miguel (1992), las personas situadas en estos parámetros no admiten un fácil recuento. Su inclusión en una categoría social desfavorecida y sobre todo, el estudio de las causas subyacentes, implican dos maneras de entender estos problemas; en última instancia, la responsabilidad recae en el sujeto pobre y/o en la sociedad que margina. Las crisis económicas, el paro, la precariedad en el empleo, la quiebra del estado de bienestar, serían ejemplos de explicaciones estructurales. La falta de recursos, el endeudamiento, la marginación política, la incultura, etc., parten de un enfoque individualista.
Como psicólogos, la adscripción tradicional a un modelo de corte personalista (y por qué no decirlo, patologista), sería sencillo en la medida en la que ya se dispone de estudios precedentes sobre el diagnóstico de los individuos que viven en una situación de precarización.
Revisando la literatura psicológica sobre estos rasgos, George (1980), encontró dos factores que son constantes en la explicación causal de la pobreza:
La inteligencia; Término confuso donde los haya, manifestada en la capacidad de aprender, la habilidad para razonar y/o la velocidad de asimilación. Factores generales y específicos se suelen medir con tests psicológicos, como el I.Q. considerando la edad y ciertas variables culturales y educativas que mediatizan la ejecución y el rendimiento en las tareas propuestas. Los resultados obtenidos son contradictorios, dependientes de la teoría a la que se adscribe el estudio, al concepto y medida de inteligencia en base a elementos innatos y madurativos (la importancia de la herencia, ej.: Eysenck, 1971) y/o de desarrollo ambiental (énfasis en aspectos relativos al entorno, ej.: Hasley, 1959).
La polémica está servida. El llegar a demostrar que los pobres, además de marginados no son tan inteligentes como el promedio de la población "normalizada", no es objeto de este artículo por el determinismo social que el simple hecho de plantearse la cuestión, conllevaría.
- La educación: En numerosos estudios se ha encontrado una relación significativa entre el número de años de escolarización y las desigualdades de ingresos. Aunque también se ha matizado que en muchos casos, se debe más al substrato familiar (aprendizaje observacional, modelado, historia de refuerzos, etc.) que a los rasgos individuales (capacidad, motivación, actitudes, etc.), en este razonamiento se pueden inferir sutilmente, principios tan discutibles como la "igualdad de oportunidades" o "la universalización" en el acceso al sistema educativo.
Esta corriente de estudio, no sólo está dibujando un perfil del "pobre" de un modo arbitrario (porque ya se discutió que la definición de la inteligencia comparte dificultades similares) sino que, también, de manera implícita está asumiendo una interpretación funcionalista sobre la existencia de desigualdades y en cierto sentido, una ideología conservadora
Las personas que ocupan puestos de responsabilidad, prestigio, poder y privilegiadas económicamente, lo son en función de su talento superior y de un esfuerzo de superación personal. Ya que en nuestra sociedad los bienes son limitados y hay posiciones y roles sociales que son más estratégicos y "funcionales" que otros, parece lógico por las leyes de la evolución natural, que el más preparado y mejor dotado progrese, aún a costa de la marginación ("justificada"), del débil.
Davis y Moorre (1945), serían autores que en líneas generales, defenderían esta postura. Las críticas que se pueden hacer a esta aproximación son obvias, pero sin embargo no deja de tener una prevalencia significativa en las actitudes actuales hacia estos colectivos.
Volviendo a la importancia de los medios informativos como agentes de socialización se observa como por ejemplo la prensa, se hace eco de estas premisas, en la frecuencia que a la palabra "pobre" se asocian sustantivos tan gráficos como "analfabeto", "maleante", "atracador", "mendigo", "menesteroso", "alcohólico", "vagabundo", etc. No es motivo de escándalo, si con estos atributos y lo que implican, la imagen social del sujeto pobre (¿adjetivo o sustantivo?) tenga connotaciones negativas.
Por tanto, consideramos más que conveniente que a la hora de afrontar el reto que supone esta definición, partamos desde la base: nuestra posición profesional y los móviles que nos conducen al tratamiento específico del tema.
Esto, que por otra parte no es frecuente que se explicite, es fundamental para clarificar la operativización de objetivos y variables del estudio, y además por la necesidad "urgente" de definir las competencias y funciones de todos los trabajadores que tienen como apellido, el calificativo de "social", y parte de "responsabilidad" en el mencionado cambio de actitudes.
Así, no es una cuestión baladí, posicionarnos como psicólogos comunitarios y plantear que pese a lo que pueda parecer, no es nuestra intención mejorar la elaboración de perfiles diagnósticos diferenciales entre blancos y negros, pobres y ricos, rubios y morenos, etc., de los que por otra parte, ya se dispone de abundante literatura científica. Es más, pretendemos centrarnos en una comunidad de referencia y analizar procesos psicosociales que han de enmarcarse en unas coordenadas de tiempo y espacio determinadas.
La Psicología comunitaria (Bernett, 1966) se caracteriza por resaltar estos valores en el ejercicio profesional del psicólogo:
Defensa y promoción de la diversidad sociocultural.
Lucha contra la desigualdad y la discriminación.
Esfuerzo por conseguir niveles de salud integral e integrada.
Búsqueda de la calidad de vida en el individuo y en la colectividad.
Concepción del individuo como sujeto activo capaz de resolver sus problemas en colaboración con sus iguales.
De esta manera, frente a un modelo tradicional de corte personalista, calificable también como clínico, biológico, pasivo o médico, se van a analizar tres cuestiones fundamentales para el acercamiento a la vivencia de la pobreza: autopercepción de la situación económica, procesos de integración psicosocial y fuentes potenciales de mejora, desde una perspectiva comunitaria y ecológica.
Esto, en modo alguno, supone diluir la responsabilidad del individuo en factores sociales, sino como expone Barriga (1987), "el modelo psicosocial no es un modelo sociologista, puesto que valora y resalta la vivencia individual de cada miembro de la comunidad y aún más, considera que el individuo existe en cuanto miembro de la comunidad y en cuanto ha interiorizado (en sus representaciones y en sus categorías sociales), los valores del medio social en que vive".
Previamente a la consideración de otros aspectos, es conveniente matizar que como se sugiere en el apartado anterior, no se dispone de una definición universal de lo que se entiende por pobreza. Resulta prioritario partir de una delimitación amplia del término, a fin de poder enmarcar con un cierto rigor, el estudio de variables psicosociales, que se "intuyen" fundamentales para la comprensión de un fenómeno complejo.
Tradicionalmente, se han distinguido dos clases de definiciones de pobreza. Hagenaars y cols. (1988), centran la diferencia entre ambas, en la utilización de un criterio absoluto o relativo.
A. La Pobreza Absoluta: se correspondería con los niveles mínimos objetivos necesarios para el desarrollo de la persona. Este mínimo absoluto se suele operativizar de cuatro formas:
No es necesario ser un "lince" para descubrir que de momento, entre estos parámetros, no aparece ninguna mención expresa a elementos psicológicos o psicosociales, sin embargo, la pobreza absoluta se define en un informe del Comité Económico y Social de la CE (1989) como sigue:
"Las personas y las familias afectadas por la gran pobreza ven concentrarse sobre ellas la pesada carga de desigualdades y de las carencias con toda su fuerza. Excluidas de la sociedad, se hallan sin apoyo y sin derechos. A menudo, no son respetadas. Las víctimas de la gran pobreza son abandonadas a su suerte sin "red de protección", para ellas la expresión «pobreza absoluta», refleja la realidad tal cual es, tras haber caído humana y socialmente al más bajo nivel".
Hagenaars y De Vos (1988) criticarían en estas corrientes, la paradoja de denominarse mediciones absolutas y estar basadas en criterios arbitrarios, además de no recoger el hecho de que en algunos indicadores económicos, las diferencias entre poblaciones pueden deberse a diferencias entre gustos, costumbres, preferencias, etc., más que a la disponibilidad efectiva de los recursos.
B. La Pobreza Relativa: supone que pobre es el que "tiene menos que los demás miembros de la sociedad".
Esta definición (Townsend, 1979), sitúa a las familias en términos de precarización, cuando no disponen de ciertas facilidades, comodidades, etc., que son comunes en la sociedad en la que se vive.
La unidad de análisis es el nivel del consumo en función de la práctica habitual de la comunidad. Cuantos más aspectos de este consumo difieran de la media actual, más elevado es el índice de precarización. A tal fin, se elabora un modelo de indicadores materiales y sociales que son reflejo de las necesidades y convenciones de una sociedad determinada.
Townsend (1986), describe el proceso de precarización como un "estado de desventaja observable y demostrable, en relación con la comunidad de referencia", y distingue diversas tipologías: material, social, única, múltiple, etc. De entre este conjunto de posibilidades, este capítulo se centra en una diferenciación especialmente importante:
A. Precarización objetiva: aglutinaría la observación científica y la medida de los acontecimientos y condiciones de vida. Se suele cuantificar con indicadores materiales. Desde esta perspectiva, se ha estudiado la relación entre salud y precarización económica, ej.: índice de mortalidad, accidentes de trabajo, incidencia de enfermedades entre las clases sociales bajas, etc.
No se han establecido de un modo tan detallado, las variaciones individuales en el comportamiento con respecto a la problemática social y sus consecuencias en la vivencia de la pobreza. Actualmente, un exponente de estas apreciaciones, es el conjunto de teorías disponibles sobre el apoyo social, ej. sus efectos positivos en el bienestar de las personas.
B. Precarización subjetiva: pese a la controversia metodológica que suscita, Townsend (1986) defiende que subjetivamente el conocimiento de la pobreza es importante en sí mismo, pues depende tanto de las percepciones sociales prevalentes, como de la evaluación cuantitativa de la misma. ¿Qué es lo que la mayoría de la población (y no sólo los observadores científicos) piensan de la pobreza? Las palabras de Brown y Madge (1982, p. 39), son claves para entender este acercamiento:
"Las exclusiones recogen de manera implícita, circunstancias insatisfactorias o indeseables, ya sean materiales, emocionales, físicas o comportamentales, reconocidas claramente por el consenso social? Las exclusiones implican una ausencia de algo, generalmente percibido como deseable, ej. unos ingresos adecuados, buena salud, etc., cuya ausencia se asocia de un modo más o menos fuerte con algún grado de sufrimiento".
De este modo, la privación puede ser entendida de un modo objetivo o subjetivo en dos sentidos, como un estándar del nivel de vida / percepción colectiva o social y como una situación / autopercepción individual.
Esta conceptualización tiene la ventaja de relativizar la experiencia de las diferentes formas de la precarización, en función de los recursos, ingresos, pautas de consumo, etc., y a su vez, incorporar un elemento psicosocial importante: la persona, para estar integrada en su comunidad, debe de jugar unos roles, participar en dinámicas relacionales y actividades sociales, que van a depender tanto de variables personales y subjetivas, como de condicionantes materiales
De ahí, que según estos autores, al descender de un determinado nivel de ingresos (umbral de la pobreza), la precarización crecerá de un modo desproporcionado y esto se plasmará tanto en indicadores de bienestar económicos: bienes, servicios, recursos, etc., como psicosociales: roles, interacciones, actividades, creencias, autopercepción, etc.
Las reflexiones anteriores que en principio, parecen coherentes en un planteamiento teórico, presentan algunas dificultades en la práctica. El deducir factores sociales y psicosociales en la definición y la medida de la pobreza, es una tarea compleja, que corre el riesgo de la confusión arbitraria. Además de la dificultad añadida de integrar en un sistema operativo coherente, indicadores de muy diferente naturaleza, Ringen (1988) censura a Townsend, el hecho de que en su teoría se contrapone el "nuevo" concepto de precarización frente al "tradicional" de pobreza absoluta o de subsistencia, y el método de medida siga siendo el mismo; el umbral de los ingresos de la pobreza
En efecto, la valoración de ese autor sobre cómo ha de operativizarse la precarización (entendida como Townsend, 1988: un nivel de consumo por debajo de lo que se considera razonable, y que excluye a la persona de las formas ordinarias de su sociedad, ej. ir bien vestido a las entrevistas de trabajo), requiere el perfeccionamiento de medidas directas y la coherencia entre el modelo teórico y su práctica, la combinación de niveles absolutos y relativos en una medida y la explicitación de los objetivos políticos de este tipo de estudios:
La polémica suscitada entre Townsend y Ringen tiene sus partidarios y detractores. Por ejemplo, Donnison (1988), defiende un modelo alternativo similar al de Townsend, en el sentido de considerar factores psicosociales como: la autopercepción de la situación económica, identificar las pautas de comportamiento en el consumo, en función de preferencias y estilos de vida, enumerar los objetos que se consideran necesarios socialmente, etc. Este acercamiento se traduce en un modelo de cuantificación que relaciona de manera ingeniosa y curvilínea, los ingresos y la infelicidad.
En el otro extremo, las definiciones norteamericanas seguirían una tendencia más "pragmática" continuando con el patrón del umbral oficial, ej. indicadores materiales básicos (alimentación, vivienda, cuidado médico). Pese a que autores como Mayer y Jenks (1988) reconocen el simplismo de estas medidas, sus aportaciones recientes, se centran más en la incorporación de variables como el tamaño familiar (al estilo de la escala de Leyden), el crédito y los ingresos permanentes, que a la consideración efectiva de los modelos de gastos, la opinión pública y el bienestar subjetivo, como sistemas de medición efectiva.
A pesar de estos debates y de la certeza que éstos suponen, de que los aspectos psicosociales pueden entenderse desde distintas perspectivas (ej. factores causales y/o consecuentes a los fenómenos de precarización, indicadores directos e indirectos de la pobreza, variables definitorias y/u operativas, agentes primarios o/y secundarios del bienestar, etc.) de lo que ya no queda duda es de su importancia fundamental en cualquier investigación que aborde la problemática social.
Por ello, aunque no es la finalidad de este texto, generar un nuevo modelo teórico que aglutine estas premisas, su incorporación en este tipo de aproximaciones, tiene implicaciones esenciales en su conceptualización y metodología. La consideración de aspectos psicosociales repercute en la definición y medida de la pobreza, en la comprensión de un fenómeno en la que el conocimiento de su vivencia, arroja nuevas luces a procesos cuya experiencia es, por encima de todo, individual y única.
El que la autopercepción de la situación económica, las conductas asociativas, la posibilidad y agentes de apoyo socia las fuentes potenciales de mejora de la situación actual, etc., se incluyan como posibles medidas de la pobreza, es una cuestión, que como se acaba de analizar, compete a la adscripción de la comunidad, a un modelo relativo o absoluto, a una definición de precarización, exclusión social o a una conceptualización restringida de necesidad primaria (mínimo de subsistencia).
No obstante, puntualizar que aunque no se dispone de un procedimiento consensuado en el tratamiento operativo de estas cuestiones, sí que se está avanzando en el reconocimiento científico y/o social, que cada uno de estos elementos tiene en el desarrollo de dichos procesos y en la trascendencia de su conocimiento en la comprensión y solución de los mismos.
Una buena muestra de la necesidad de esta vocación de desarrollo teórico y avance técnico, es la creación de la Oficina de Estadística de la Comunidad Europea (EUROSTAT), para la elaboración conjunta de un análisis riguroso de la incidencia y manifestaciones de estos fenómenos entre sus países miembros. La compilación y elaboración de indicadores es un objetivo prioritario para facilitar el acercamiento cuantitativo y cualitativo de los datos nacionales, además de presentar una valoración más representativa de la situación real de la población con los niveles de ingresos, gastos, consumo, participación, etc., más bajos.
En España, se encuentran ejemplos recientes de la utilización de estos indicadores desde las iniciativas públicas (ej. Instituto Nacional de Estadística: la Encuesta de Presupuestos Familiares, Departamentos de Bienestar y Acción Social de las distintas Comunidades Autónomas, Escuelas de Trabajo Socia Facultades de Economía, Sociología, Psicología, etc.) y privadas (entidades benéficas, Cáritas, asesorías y patronatos: Centro de Estudios Sindicales, FOESSA, EDIS, etc.). Publicaciones, informes, seminarios, etc., son fruto de esta inquietud y reflejan una creciente sensibilidad hacia estos temas.
Por eso, no se puede concluir este alegato a la utilización de variables psicosociales, sin un ejemplo que ilustra dicha tendencia y que ha sido puesto recientemente de manifiesto en las Jornadas sobre la Pobreza en Cataluña (Departament de Benestar Social, 1993):
"La ordenación y combinación de los diferentes factores imbricados en el fenómeno de la pobreza, condicionados además a unas circunstancias o itinerarios personales, familiares o sociales concretos, hacen que el fenómeno se haga evidente, bajo características únicas y exclusivas en cada una de las familias o personas.
Estas características se hacen patentes según la manera como cada grupo interioriza todos los aspectos de este fenómeno y cómo, a partir de aquí, se interpreta la realidad y se vuelven a definir las relaciones sociales, personales y familiares.
Por tanto, se deben de analizar los factores de riesgo generadores de la pobreza, estudiando tanto los procesos personales (y su vivencia) como los procesos sociales"