INVESTIGACION APLICADA

 

Estructura y características de los recursos naturales de apoyo social en los ancianos andaluces


Structure and characteristics of natural resources socially supporting andalusian

Manuel F. MARTINEZ GARCIA

Manuel GARCIA RAMIREZ

Isabel MENDOZA SIERRA

Departamento de Psicología Social
Universidad de Sevilla


RESUMEN

PALABRAS CLAVE

ABSTRACT

KEY WORDS

INTRODUCCION

MATERIAL Y MÉTODO

ANÁLISIS Y DISCUSION

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFIA


RESUMEN

El presente estudio analiza la estructura y las características de los recursos naturales de apoyo en ancianos andaluces. Forma parte de un proyecto de investigación más amplio sobre las "Contribuciones del Apoyo Social al bienestar de las personas mayores", financiada por el Instituto Andaluz de Servicios Sociales. El estudio se llevó a cabo con una muestra de sujetos mayores de 65 años que asisten a hogares de día y residencias dependientes de la Gerencia Provincial de Servicios Sociales. Se presentan los datos referentes a las redes de apoyo social, analizándose diversos aspectos como el tamaño, la composición y la multiplicidad. Los resultados muestran que las redes de apoyo de los ancianos, a pesar de sus peculiaridades, mantienen su funcionalidad; en las mismas adquieren una especial relevancia los vínculos familiares.

PALABRAS CLAVE

Apoyo Social, Redes Sociales, Sistema de Apoyo Social, Bienestar Subjetivo, Satisfacción Vital, Tercera Edad, Ancianidad

ABSTRACT

This study analyses the structure and characteristics of the natural resources of social support in andalucians older people. The study was conducted in a sample of 101 persons aged 65 over at residential facilities and seniors centers. We present data from size, composition and multiplicity of the social support networks. The results reveal social networks in aged maintain their functions; while family ties appeared to be particulary important.

KEY WORDS

Social Support, Social Networt, Social Support System, Well Being, Aging, Older People


INTRODUCCION

Hoy nadie duda de la importancia que tiene el estudio de los recursos naturales de apoyo social para fomentar el bienestar y calidad de vida de los ancianos Ward, 1985; Minkler, 1985; Fernández-Ballesteros et al., 1992). Durante los últimos veinte años, los gerontólogos sociales se han ocupado insistentemente en analizar las funciones de ayuda y apoyo que tienen las redes sociales en la ancianidad, y han establecido todo tipo de relaciones positivas de éstas con la salud y la satisfacción vital. Así, por ejemplo, se ha prestado especial atención al papel que juega el apoyo social en facilitar el ajuste de los ancianos a eventos vitales como la jubilación, la viudez, la institucionalización, los cambios de domicilio, etc. (Cutrona, Russel y Rose 1986; Krause, 1986, 1987; Lopata 1979), o a las dificultades de los proveedores de apoyo cuanto intentan proporcionar ayuda a largo plazo a estas personas (Haley, Levine y Bertolucci, 1987).

Uno de los problemas que tiene planteado el estudio del apoyo social en la vejez, es el establecer en qué forma afecta a la pérdida de bienestar del anciano algunos acontecimientos vitales característicos de esta etapa de la vida que suponen la desaparición de miembros significativos de la red, ya que coexiste al mismo tiempo una pérdida en relaciones sociales y de posibles recursos para hacer frente a esas vicisitudes (Thoits, 1982). Resulta, por tanto, de interés el conocimiento pormenorizado (tamaño, procedencia, disponibilidad, etc.) de las redes sociales y las funciones de las mismas en relación a la satisfacción de las necesidades.

En los primeros trabajos sobre apoyo social en la ancianidad se informaba que las redes sociales de los ancianos eran más pequeñas que las de la población general, y específicamente que éstas se iban reduciendo a partir de los 70 años (Kahn, 1979). Ello se vinculaba con los procesos de deterioro biológico (Satarino y Syme, 1981; Branch, 1980), las pérdidas de familiares y amigos (Jacobs y Ostelfelde, 1977; Stroebe et al, 1982), y al descenso de la actividad social, especialmente a la actividad relacionada con el trabajo (Palmore, 1971).

En los últimos diez años, un mayor desarrollo en el estudio del apoyo social (Veiel y Bauman, 1992; Sarason, 1991; Martínez y García, 1955), ha favorecido el progresivo abandono de ciertos mitos en la investigación gerontológica y la literatura ofrece un panorama más optimista; se ha sugerido que hay evidencias empíricas que indican una continuidad del apoyo a lo largo de toda la vida (Field y Minkler, 1988), así como la ausencia de diferencias por grupos de edad en el número de relaciones (Antonucci y Akiyama, 1987). Varios autores (Depner e Ingersoll, 1988; Antonucci y Jackson 1990; Bosse, 1990) han utilizado la metáfora del convoy para explicar cómo se van conservando y sustituyendo los roles de apoyo durante todo el cielo vital.

Antonucci y Akiyama (1987) han analizado la composición de dichas redes y han constatado que familiares, amigos y vecinos son considerados -aunque con funciones de apoyo distintas- las fuentes más importantes en la provisión de apoyo para los ancianos. Posteriormente Antonucci y Jackson (1990) comprobaron que los ancianos recurren al apoyo procedente de la familia para superar las crisis vitales, y que el procedente de los amigos favorece la integración social. Además la elección del vínculo de ayuda no siempre se relaciona con el tipo de ayuda solicitada. Se recurre jerárquicamente al esposo, seguido por los hijos adultos, amigos, vecinos y otros familiares (Peters et al., 1987).

Un aspecto de especial interés se refiere a los contextos sociales en los que tienen lugar el apoyo (Heller et al., 1990), y la influencia que sobre los mismos tienen los traslados, ya a residencias, ya al domicilio de familiares, etc. Se ha comprobado que dichos cambios modifican y alteran el acceso a los tipos de vínculos y de apoyo de manera diferencial.

El presente trabajo tiene como objetivo la descripción exhaustiva de la estructura del sistema de apoyo social de ancianos andaluces. Este estudio se enmarca en un proyecto más amplio sobre Contribuciones del Apoyo Social al Bienestar de las Personas Ancianas, patrocinado y financiado por el Instituto Andaluz de Servicios Sociales, dependiente de la Consejería de Trabajo y Servicios Sociales. Queremos manifestar aquí, nuestro agradecimiento a todas aquellas personas que han participado como sujetos en esta investigación y a los centros residenciales y hogares de día, tanto a sus profesionales como a los representantes de sus comunidades, que nos han permitido y facilitado el acceso y utilización a los recursos técnicos y humanos necesarios.

 

MATERIAL Y MÉTODO

Sujetos

Los datos obtenidos para el presente estudio proceden de una muestra de 101 ancianos que voluntariamente quisieron participar en la investigación. El reclutamiento de los mismos tuvo lugar en residencias y hogares de Sevilla y provincia, dependientes de la Gerencia Provincial del Instituto Andaluz de Servicios sociales.

La selección de los sujetos para la muestra se hizo teniendo en cuenta los porcentajes de la población andaluza en relación con las variables de edad y sexo (Anuario Estadístico de Andalucía, 199 l). Sus principales características sociodemográficas se recogen en la tabla n.º 1.

La edad media para el total de la muestra es de 74.22 años (Rango 65-92) con una desviación típica de 6,67. Destacamos la diferencia entre el porcentaje de varones viudos (16%) en relación con las mujeres (64,7%), consonante con el hecho suficientemente contrastado de una mayor supervivencia de estas últimas. Las características socio-demográficas de la muestra en función del tipo de hábitat donde residen los sujetos se ofrecen en la tabla 2.

Instrumento

De la batería de instrumentos utilizados en la investigación general, los datos para este trabajo se obtuvieron a partir de la Arizona Social Support Interview Schedule (ASSIS) (Barrera, 1980, 1981, 1985). Mediante esta entrevista se exploran seis categorías de apoyo: sentimientos personales, ayuda material, consejo, feedback positivo, asistencia física y participación social. Esta categorización recoge de manera exhaustiva los tipos de apoyo social que tradicionalmente se han definido en la literatura especializada. El Apoyo Emocional viene descrito por la expresión de Sentimientos Personales y Participación Social, el Apoyo Informacional por las categorías de Consejo y Feedback positivo y el Apoyo Tangible por la Ayuda Física y material.

Al mismo tiempo la entrevista facilita a los sujetos una mayor discriminación respecto a lo que se entiende por acción de ayuda, quién la provee y cual es su naturaleza. Además se obtienen cuatro indicadores acerca de la estructura y funcionalidad del sistema de apoyo; tamaño percibido de la red, necesidad de apoyo, utilización de la red para obtenerlo, y satisfacción con el apoyo recibido.

El tamaño percibido de la red hace referencia al número de personas disponibles para proveer apoyo al menos en una de las categorías citadas y permite conocer la procedencia de los vínculos, la disponibilidad de la red para cada uno de los tipos de apoyo y la multiplicidad, atributo que se refiere el potencial sinérgico de los lazos sociales. Consideramos por ello al ASSIS un potente instrumento para medir la estructura y características de los recursos naturales de apoyo social o sistema de apoyo social (Thoits, 1982).

 

ANÁLISIS Y DISCUSION

Tamaño de la Red

Se ha relacionado el tamaño de la red con la accesibilidad y disponibilidad al apoyo social, destacando que los sujetos con redes más reducidas obtienen escasos beneficios procedentes de las mismas (Pattison et al., 1981) Para el presente estudio, hemos evaluado el tamaño que los ancianos perciben de su sistema de apoyo social y lo hemos analizado en función de las variables sexo, rango de edad y tipo de hábitat.

Como podemos observar en la tabla 3, el tamaño de la red de apoyo para el total de la muestra de ancianos es de 9.33 con una desviación típica de 6.9 1. Valores semejantes han sido descritos en otros estudios realizados en poblaciones similares. McFarlane (1980) informa haber hallado una media de 9 miembros, Hammer et al., (1978) señalan entre 6 y 10 los componentes de las redes de apoyo y Gottlieb (1981) nos da una cifra en torno a 9, 1. En nuestro país, Guimón et al., (1985) hallaron una media de 10,8 personas en la red de apoyo de una muestra representativa de la población general de Vizcaya; sin embargo, otro estudio más reciente realizado, sobre la población anciana obtuvo sólo una media de 5,53 (Fernández et al, 1994). Las diferencias respecto a nuestros resultados pueden deberse en gran parte a los diferentes instrumentos de medida utilizados en cada uno de los trabajos.

Por grupos de edad podemos apreciar que, en general, se produce una disminución paulatina en el tamaño percibido de la red de apoyo, pasando de 11.87 en el grupo de (65-69) años, a 6.75 para los de más de 84. Esta tendencia se rompe, sin embargo, en el intervalo (80-84) con una medida de 8.77. La cuantía de las diferencias encontradas entre los distintos grupos de edad confirma en parte los hallazgos de otros estudios que señalan que las redes de las personas mayores son más reducidas que las de la gente joven, con cambios significativos a partir de los setenta años (Abeles, 1981; Kahn, 1979; Wan, 1982; Minkler, 1985). No obstante, nuestros datos sugieren que hacia los ochenta años el tamaño de estas redes se estabiliza.

Por sexos, encontramos para los hombres una cifra (10,92) superior en más de 3 puntos a la de las mujeres (7.76). Esta importante diferencia se explica en parte por el hecho de haber mayor número de viudas -33 frente a 8 viudos- que, como es lógico, no pueden contar con el cónyuge como recurso de apoyo. De cualquier modo, nuestros resultados concuerdan con los obtenidos en otros trabajos en los que también los hombres reciben más apoyo por parte de sus recursos naturales, lo reciben durante más tiempo y de redes más amplias (Branch y Jette, 1983; Penning, 1990; Penning y Strain, 1994). Los varones confían a sus redes de apoyo la ayuda necesaria para las tareas domésticas rutinarias más que las mujeres. Estas mientras se perciben competentes, prefieren autoabastecerse durante más tiempo (Stone, 1988).

Otra variable que establece contrastes significativos es el lugar donde las personas mayores establecen su vivienda. Los ancianos que viven en residencias asistidas tienen una red de apoyo de 5.33 personas, inferior a la de los que viven con algún familiar (9) y a mucha distancia de las 11 personas con las que cuentan por término medio aquellos que viven en su propio domicilio. Estas diferencias son estadísticamente muy significativas -alfa <. 001-, por lo que se puede afirmar que el hecho de mantener la residencia en su hábitat natural o con algún familiar, potencia y favorece el mantenimiento de redes de apoyo. Por el contrario el traslado del anciano a residencias, favorece el desarraigo y la pérdida de vínculos sociales efectivos tal como han puesto de manifiesto también otros estudios (Jacobs y Ostelfelde, 1977; Stroebe et al, 1982; Carstensen, 1990).

Disponibilidad de la Red

En relación a la disponibilidad de vínculos para cada una de las categorías de apoyo, se constatan diferencias importantes recogidas en la tabla nº 4. Se observa que el tamaño percibido de la red para el total de la muestra varía según las categorías de apoyo en un rango que va de las 3.14 personas para los «Sentimientos Personales», a las 4,84 en la categoría de «Participación Social» (que expresa la realización conjunta de actividades de ocio). Sin embargo, no se observan diferencias importantes entre los distintos niveles establecidos para la edad, sexo y tipo de hábitat, salvo en la categoría «Consejo», en la que los hombres cuentan con 4.08 personas frente a las 2,49 de las mujeres.

Estos resultados sugieren las siguientes reflexiones: a) los ancianos tienen mayor disponibilidad de vínculos para obtener ayuda física y para acceder a actividades de ocio y recreo, que para recibir apoyo emocional o expresar sus sentimientos personales; b) los hombres disponen de más vínculos para obtener apoyo en casi todas las categorías; y c) en general se observa que frente a una disminución progresiva de recursos para el apoyo en el área de los sentimientos personales y del consejo a través de información y de la participación social, el resto de las categorías tienen tendencia a mantenerse. Estos datos confirman los planteamientos realizados por Kahn, (1979), en el sentido de que en esta etapa de la vida la disponibilidad percibida de apoyo en las áreas denominadas de ayuda directa, es superior a la disponibilidad percibida para ciertas categorías de apoyo emocional. Como sugieren Chappel (1990) y Krause (1990) ello puede deberse al interés que muestran los ancianos por mantener su estima personal en base a la independencia y autosuficiencia, y solicitar sólo la ayuda que le ofrecen sus recursos naturales para cubrir aquellas necesidades que le son indispensables. Para el resto de necesidades, si no puede haber reciprocidad en la ayuda, el anciano recurre a vínculos como los profesionales, los sacerdotes, etc. (Lee, 1985). Se confirmaba de esta manera la tesis que sostiene en endeudamiento y la unidireccionalidad del apoyo puede considerarse como un obstáculo para la disponibilidad y acceso al apoyo social natural.

Composición de la red

La composición de la red de apoyo social que determina la procedencia del mismo, hace referencia al tipo de personas que conforman el sistema de apoyo y ha sido considerada como uno de los indicadores que mejor permiten orientar la intervención (Gottlieb, 1981; Biegel y Bloom, 1990). Las características que tradicionalmente se han estudiado desde la perspectiva estructural del apoyo social (Díaz-Veiga, 1987, 1992) como son la densidad, la capacidad interactiva entre los miembros de la red Wellman et al, 1981) y la reciprocidad o bidireccionalidad en las transacciones (Wood, 1981) están íntimamente relacionadas con la procedencia del lazo social. La tabla nº 5 nos permite conocer las características de la red proveedora de apoyo en base a la procedencia de sus miembros y analizar cómo esa procedencia determina la naturaleza del apoyo.

Destacamos en primer lugar que la procedencia y composición de los vínculos disponibles para cada una de las seis dimensiones del apoyo están muy ligadas al entorno familiar, aunque con algunos matices que conviene señalar. En la categoría de Sentimientos Personales se constata un importante protagonismo de los hijos -presencia en un 39,60% de la muestra- seguidos de esposos, hermanos y amigos, que se sitúan en torno al 25%. Estos últimos elementos de la red permiten cubrir necesidades de expresión emocional y afectiva de distinta naturaleza. En la categoría de Participación Social, que hace referencia al empleo de la red para actividades de ocio y recreo fundamentalmente, los vecinos y compañeros son, con un 37,62 por 100, los principales protagonistas de la red, seguidos de los amigos y de los hijos (210/6). Tienen una menor incidencia los esposos y sobrinos con porcentajes que rondan el 13%, y los hermanos y primos que son empleados por un escaso número de sujetos de la muestra. Los profesionales casi no aparecen en esta categoría.

Respecto a la categoría de Consejo los principales componentes de la red vuelven a ser los hijos, seguidos por los amigos y los hermanos. Destaca el poco papel que juegan en esta categoría los esposos, que con un 15% se asemejan a los compañeros y vecinos (11%). Como era de esperar es aquí donde los profesionales alcanzan los valores más altos (17,82%) y se convierte en el cuarto vínculo más empleado. Similares resultados se hallan en la categoría de Feedback Positivo, aunque aquí cobran mayor importancia los esposos, que están presentes para un 22,77% de la muestra.

Por último, en la categoría de Ayuda Material y Ayuda Física, de nuevo son los hijos los principales componentes de la red con un 53,7 y 50,50%, respectivamente. En el primer caso siguen a gran distancia los hermanos y amigos (en torno al 25%), y en el segundo aparecen curiosamente los sobrinos en un 28% de la muestra.

Estos resultados ponen de manifiesto la significación que adquieren en las redes de apoyo de los ancianos los vínculos familiares, especialmente los referidos a los hijos y esposos, y los procedentes de la red de amigos. No obstante, se constata que los ancianos emplean de forma selectiva sus redes; si bien es cierto que los hijos adquieren un alto protagonismo en casi todas las categorías de apoyo, los vínculos se agrupan en función de la naturaleza de la categoría de apoyo (Antonucci y Jackson, 1990; Eggeben, 1992). Para el apoyo emocional, en cuanto supone expresión de sentimientos personales, se prefiere a los hijos y amigos, sin embargo para las actividades de ocio y recreo que se prefiere de manera general a los compañeros, vecinos y amigos. Los miembros más jóvenes de la red, procedentes del entorno familiar, son la fuente principal para la obtención de apoyo tangible, tanto si se trata de ayuda física como de ayuda material; el apoyo informacional, en cambio, se obtiene tanto desde los miembros jóvenes de la red como de los iguales.

Nuestros resultados coinciden con los de otros estudios que pusieron de manifiesto que las redes sociales de apoyo de los ancianos se constituyen en sus dos terceras partes por familiares -fuente principal de apoyo emocional y de socialización-, al proveer entre el 80 y el 90 por ciento del apoyo disponible para el cuidado personal y la ayuda instrumental (Brody, 1985); asimismo la fuente de apoyo procedente de los amigos es la que mejor complementa y/o sustituye a la familia (Griffith, 1985).

Al analizar la procedencia del apoyo en relación con el tipo de residencia constatamos algunos aspectos de interés que se recogen en la tabla n.º6. Aquellos sujetos que viven en su propio domicilio son los que obtienen más apoyo de los vínculos familiares perteneciente a su misma generación (esposos y hermanos fundamentalmente); en la medida que estos lazos van desapareciendo se produce su sustitución por vínculos familiares intergeneracionales, especialmente de los hijos y en menor medida a los sobrinos. Estos datos son similares con los hallazgos de otros investigadores que han puesto de manifiesto cómo los vínculos familiares de iguales, especialmente los esposos, son generalmente los proveedores de apoyo más recurrentes entre los ancianos (Stoller, 1992); y que son los familiares más jóvenes -especialmente los hijos- los sustitutos más frecuentes en ausencia de los anteriores (Tennstedt, McKinlay y Sullivan, 1989); del mismo modo el hecho de estar casado y/o tener hijos se encuentra entre los factores más importantes para mantener a los ancianos fuera de las instituciones y favorecer su arraigo social (Johnson y Catalano, 1981, 1985; Hanson y Sauer, 1985).

Sin embargo, el análisis que merecen los datos obtenidos en la categoría de Participación Social, pone de manifiesto que son los vínculos intrageneracionales de la red los que proporcionan más garantía de acceso a las actividades de ocio y tiempo libre; es más, parece que los ancianos que conviven con sus familiares, generalmente los hijos, son los que más dificultades tienen para participar en dichas actividades. A pesar de que el domicilio familiar es un buen sustituto para las categorías de apoyo que ayudan al afrontamiento y resolución de problemas, puede que se convierta en un obstáculo para actividades ligadas a la integración y participación comunitaria. Airling (1976) y Wood y Robertson (1978) han informado que el apoyo procedente de los amigos es un buen predictor de la satisfacción vital; por su parte Lopata (1979) y Peters y Kaiser (1985) comprobaron que los sistemas de apoyo que facilitan un mejor afrontamiento a los cambios vitales que se producen en la ancianidad son aquellos que se nutren tanto de los miembros familiares intergeneracionales como de los amigos y vecinos.

La edad es también otra variable que modula la procedencia del apoyo y cuyos aspectos de más interés se recogen en la tabla n.º 7. En ella observamos que conforme los sujetos se van haciendo más mayores, la presencia de los hijos para la expresión de sentimientos personales se va haciendo cada vez más escasa. Estos resultados son similares a los de Antonucci y Akiyama (1987) y pueden explicarse en base a la naturaleza recíproca del apoyo. Los ancianos cuando no pueden corresponder en el área de los sentimientos buscan la interacción en otros sectores de la red.

Asimismo se pone de manifiesto que en el grupo de más edad los esposos y hermanos tienen una presencia muy escasa para casi todas las categorías de apoyo, al tiempo que los hijos y los sobrinos adquieren mayor protagonismo, especialmente para ayuda material y física. En los grupos de menos edad el apoyo que proveen los vínculos de iguales es frecuentemente elevado. Parece que los ancianos prefieren este tipo de ayuda desde los vínculos familiares -subyace en ellos una norma común de reciprocidad-, de modo que conforme van desapareciendo los de su misma generación, la ayuda que se percibe como disponible se mantiene en el contexto familiar, y lógicamente desde los miembros más jóvenes. En este sentido Hagesttad y Neugarten (1985) y Riley (1985) informan que suele ser mejor aceptada la ayuda tangible cuando proviene de un familiar, aunque sea de otra generación, debido a la percepción de una reciprocidad de por vida; se han ofrecido sugerentes explicaciones para este proceso en base a la teoría del apego infantil a través del ciclo vital (Bowlby, 1969; Kahn y Antonucci, 1980; Parkes y Stevenson-Hinde 1982). Podemos considerar, por tanto, que el sistema de apoyo social de los ancianos va cambiando en función de la edad: se va perdiendo el apoyo que proporcionan los vínculos familiares de la misma generación y se estabiliza -e incluso se potencia el apoyo procedente de los amigos, cuya capacidad para el relevo es muy superior. De cara a la intervención se constata la importancia de promover la vinculación con las redes sociales amplias como garantía de regeneración de la red de apoyo en los ancianos.

Respecto a la diferencia entre sexos, observamos en la tabla 8 que los hombres cuentan con su cónyuge en una proporción mucho mayor que las mujeres en casi todas las categorías de apoyo como ya había informado Branch y Jette (1983), Stone (1988) y Penning (1990). Igualmente nuestros resultados coinciden con los de Bowling y Brown (1991) en relación a una mayor presencia de otros miembros -básicamente amigos- en la red de apoyo de los hombres. Recientemente, Penning y Strain (1984) han analizado las consecuencias negativas que tiene para las mujeres una mayor longevidad y una historia de intercambio centrada en la familia -fundamentalmente esposos e hijos- sobre todo en lo que compete a la obtención de ayuda para las áreas de necesidad no ligadas a los problemas domésticos, tal y como ya pusieron de manifiesto otros autores (Chapell y Blandford, 199 1; MacAuley y Airling, 1984).

Multiplicidad de la red

La multiplicidad hace referencia a la capacidad que tienen los diferentes vínculos para satisfacer o incluir más de un tipo o categoría de apoyo. El análisis de esta dimensión tiene una gran importancia ya que es considerada como una de las dimensiones que favorece en mayor medida la satisfacción con el apoyo por estar muy relacionada con la calidad de la ayuda que se recibe. Se ha argumentado que una buena satisfacción con las relaciones sociales múltiples es un buen predictor de la satisfacción con la red total (Tolsdorf, 1976); de igual modo se ha comprobado que una red múltiple está asociada con mayor satisfacción vital (Abdelmann, 1994).

Los resultados que obtuvimos, expuestos en la tabla 9, pusieron de manifiesto de manera global que los hijos constituyen -para el total de la muestra el vínculo más polivalente de todos- ofrece dos o más categorías de ayuda para un 54.4% de la muestra, seguido de los amigos con un 38.6%. Estos datos concuerdan con la literatura cuando se refieren a las preferencias en la colección de los vínculos de apoyo (Peters et al., 1987) a los que se recurre de forma jerárquica.

Sin embargo si analizamos estos resultados teniendo en cuenta la influencia de la variable edad, observamos que se va produciendo una sustitución de unos vínculos por otros en función de los acontecimientos vitales tan característicos en esta etapa de la vida. La pérdida de cónyuge o de los hermanos hace que estos lazos se sustituyan por miembros más jóvenes de la red. Los esposos y los hermanos que están presentes como vínculos múltiples en el 40 y 53,3% de la muestra respectivamente a los 65-69 años, sólo aparecen en un 77,7% para edades superiores a los 80 años. Por el contrario los hijos y sobrinos ven incrementada su presencia en el intervalo de edad más alto, sobre todo estos últimos que pasan de un 3,4 a un 38,5% de la muestra. Los profesionales juegan un papel importante en las edades más avanzadas, mientras que compañeros y amigos se mantienen con igual presencia debido a que pueden ser más fácilmente sustituidos por otros.

En relación a la variable sexo -no se recogen en la tabla 9-, las diferencias vienen marcadas únicamente por el mayor porcentaje de viudas de la muestra como ya se ha reseñado.

Sin embargo, el lugar donde residen los ancianos marca diferencias importantes en relación a la polivalencia de los vínculos. En general, vivir en residencias disminuye la frecuencia de vínculos múltiples en relación a los otros dos tipos de hábitat y, además, los que existen se conforman por otros familiares (sobrinos y primos) o por los compañeros y profesionales de la residencia. Cuando se vive en el propio domicilio o con un familiar, la multiplicidad de los vínculos es notablemente mayor en ambas situaciones y se conforman a partir de los familiares más cercanos. En el domicilio propio predominan los esposos y los hijos (35,4% y 61,6%) y cuando se vive con un familiar son los hermanos, presentes en el 66,6% de la muestra, los que prestan mayor variedad de ayuda a los ancianos.

Por tanto, podemos deducir de estos resultados que los ancianos establecen un ordenamiento jerárquico para recurrir en sus demandas de ayuda y que los vínculos de su red social de apoyo son: a) múltiples, en tanto que suelen cubrir más de una categoría de necesidad; y b) específicos en tanto que su multiplicidad guarda una importante relación con la naturaleza de la demanda. Se establece de este modo una contingencia entre la naturaleza de la necesidad y el recurso al que se confía (Litwak, 1985). Se comprueba que se mantiene la multiplicidad de los vínculos procedentes del entorno familiar más próximo, entendiendo esta proximidad en términos de presencia/ausencia; es decir, se pasa del esposo a los hijos o hermanos y de éstos a los primos o sobrinos; todo ello modulado por la disponibilidad en función de la edad, sexo, y tipo de hábitat (Heller y Mansbach, 1984). De igual modo, se observa que los amigos y vecinos conservan su capacidad para responder a las demandas de ayuda a lo largo del ciclo vital, y pueden ampliarla en los casos en que se hace necesario, especialmente en las mujeres, en los más mayores, en los que viven en las residencias y en los que durante más tiempo permanecen en sus domicilios propios. Estos datos, concordantes con los obtenidos por Biegel (1985) y Griffith (1985), vuelven a confirmar la importancia de promover la red de amigos en los ancianos, ya que es una garantía de conservación de apoyo en las circunstancias más adversas que pueden acarrear el paso de los años (Houes, Umberson, Penning y Strain, 1994).

CONCLUSIONES

1. El marco teórico desarrollado en torno a los tópicos redes sociales y apoyo social, ha mostrado su capacidad para favorecer e impulsar líneas de evaluación e intervención encaminadas a mejorar la calidad de vida de los ancianos. en concreto, el análisis de estos recursos psicosociales de apoyo, analizado a través del tamaño percibido de la red social, la composición de la misma, así como la capacidad y calidad de sus miembros para otorgar diferentes tipos de ayuda, ponen de manifiesto la importancia que las estructuras sociales de pertenencia tienen para la prevención de problemas, para el afrontamiento de los acontecimientos vitales y para la promoción de bienestar a lo largo de todo el curso de la vida.

2. El estudio de las características estructurales de los recursos naturales de apoyo social de los ancianos, pone de manifiesto que la capacidad de ayuda de las redes sociales se mantiene a lo largo de toda la vida; si bien, adquieren peculiaridades durante la tercera edad que, al menos, están en función del tipo de domicilio, del intervalo de edad y del sexo. Se puede afirmar en términos generales que: a) Los ancianos que permanecen en sus domicilios son los que tienen una red de apoyo más amplia frente a los que se trasladan a las residencias que tienen, además, menos accesibilidad y disponibilidad de ayuda por parte de los recursos naturales de apoyo; b) El rango de edad de los ancianos influye en la composición de sus redes, conforme avanza éste, los vínculos familiares intergeneracionales van sustituyendo a los lazos generacionales (esposos, hermanos, etc.); lo que confirma la capacidad de regeneración de los recursos del apoyo que se dispone; así, se constata que los hombres obtienen más ayuda para satisfacer sus necesidades cotidianas y que emplean con mayor frecuencia las redes de amigos; por su parte las mujeres depende en mayor medida de las redes familiares.

3. Los ancianos emplean sus redes sociales -familiares y amigos básicamente- tanto para la resolución de problemas como para mantener su integración en la sociedad. Los esposos y los hijos son los mejores proveedores de apoyo encaminados a la resolución del problema, en tanto que los amigos permiten un mejor acceso a las actividades de recreo ocio y en general, facilitan la integración social.

 

BIBLIOGRAFIA