DOSSIER

Ruralidad y calidad de vida: Una propuesta conceptual
Rurality and quality of life: A conceptual proposal

Sónia MARTINOY I CAMOS

Psicóloga. Dpto. Psicología Social Universitat de Barcelona


RESUMEN

PALABRAS CLAVE

KEY WORDS

INTRODUCCION

RURALIDAD

CALIDAD DE VIDA

RURALIDAD Y CALIDAD DE VIDA

REFLEXIONES PERSONALES

BIBLIOGRAFIA


RESUMEN

El artículo se propone cuestionar las definiciones conceptuales de las que parten los estudios sociales que relacionan calidad de vida y mundo rural. Para ello se revisan sus usos desde varias disciplinas. Sostenemos que ambos conceptos contienen aspectos psicosociales indispensables para su comprensión: lo rural se experimenta y construye de formas variadas; la calidad de vida depende de necesidades, valores,... de la persona y su grupo social. Apostamos por estudios microsociales y de desarrollo comunitario que permiten la plena incorporación de la perspectiva psicosocial. Sólo son posibles con la participación de la comunidad y pretenden una mejoría de la calidad de vida tal y como la percibe y desea su gente.

PALABRAS CLAVE

Rural. Calidad de vida. Nivel microsocial. Desarrollo comunitario.

 

This paper intends to question the conceptual definitions from which social studies relate the quality of life and the rural world. To that end, their use is reviewed from several disciplines. We claim that both concepts have psychosocial aspects that are essential for their comprehension: the rural world is experienced and constructed in various ways; the quality of life depends on people's and their social group's needs, values, etc. We go for microsocial and community development studies which allow the psychosocial view point full incorporation. They are only possible with the community participation and they seek after an improvement on the quality of life, as perceived and wished by its people.

KEY WORDS

Rural. Quality of life. Microsocial level. Community development.


INTRODUCCION

Relacionar calidad de vida y ruralidad puede no tener demasiado sentido si tomamos esta relación como universal o como mera comparación con lo urbano. Pero sobre todo, cuando se dan los conceptos por sentado, no se cuestionan las preconstrucciones académicas que implican. Ambos conceptos son multidisciplinarios y controvertidos y tienen que incorporar aspectos psicosociales cuando se ponen en relación.

La ruralidad en las sociedades industriales avanzadas es indudablemente heterogénea y cambiante. No hay un mundo rural homogéneo: la diferencia entre pueblos de litoral, pueblos de alta montaña o pueblos de interior es muy importante. Pero, sobre todo, cada ruralidad localizada está formada de muchas ruralidades: niños, viejos, jóvenes, inmigrantes, neorurales, turistas, segundas residencias.... que perciben, viven y tienen actitudes muy diferentes del mundo rural que les rodea.

Por otra parte, la calidad de vida depende no sólo de las condiciones de vida sino de las expectativas y necesidades de la persona y del colectivo, de los estándares de valores que se comparten en un momento dado y que están sometidos al cambio que se da en la sociedad, también la rural.

Si queremos poner en relación los dos conceptos hace falta que nos cuestionemos primeramente las definiciones conceptuales de que partimos, con demasiada frecuencia incuestionados. Por eso, intentaremos llegar a una definición válida para un estudio psicosocial, lo que nos obliga a recorrer previamente las "construcciones académicas" de ambos conceptos.

 

RURALIDAD

La sociología rural: setenta años de discusión

Desde hace setenta años los sociólogos rurales vienen discutiendo el concepto de ruralidad. Podrían diferenciarse tres etapas en la historia de la sociología rural según como se define y estudia el concepto. Ninguna definición queda superada en la etapa siguiente: nuevas conceptualizaciones se suman a las anteriores.

En un primer momento, la sociología rural adoptó un enfoque dicotómico: se estudiaban las diferencias existentes entre el campo y la ciudad describiendo la "vida rural", la familia, las instituciones rurales y las costumbres como un objeto de análisis claramente distinto a la "vida urbana". Se creía que las características socio-culturales variaban dependiendo del tipo de ambiente en que se vivía. L. Wirth (1938) (Halfacree, 1993) fue pionero en separar dos formas de vida: el "urbanismo", dinámico, inestable, móvil e impersonal, y el "ruralismo", estable, integrado, estratificado y rígido. Se deseaba mantener separados rural y urbano, lo que no es más que un impulso característico de la modernidad (divisiones claras, categorías bivalentes).

Este enfoque, que se mantiene hasta la actualidad, nos da una visión histórica y descontextualizada con claras implicaciones para el estudio de la calidad de vida. Son herederos de esta primera sociología rural los autores cuyo criterio de ruralidad es la simple medida cuantitativa de número de habitantes (rural = población de menos de 2.000 habitantes), aún mayoritaria.

Ya en la segunda mitad de los años 20, P. A. Sorokin y C. C. Zimmerman proponen el concepto de "continuum rural-urbano" basándose en la consideración de que la transición de una comunidad rural a una urbana sólo se hace gradualmente de forma que entre una y otra no hay división absoluta ni bipolaridad (J. M. García, 199 l). Al ser considerada poco operativa, dicha definición se abandona rápidamente.

La tercera etapa agruparía los distintos intentos de superación del vacío teórico que dejó el continuum:

A principios de los 60 Pahl. (Murdoch y Pratt, 1993) se centra en los efectos de la incursión de la clase media en la vida de los pueblos -clase que mantiene la conexión con la sociedad urbana llevando su vida fuera del pueblo: trabajo, amigos, compras,---. Pahl. afirma que la relación entre clase media y clase trabajadora es la característica que más distingue a las comunidades rurales: sólo en los pueblos puede tenerse conciencia de otros grupos sociales que en una situación "normal" y urbana serían distantes. En fin, no hay áreas rurales sino gente que vive en áreas rurales.

Otros estudiosos substituyen lo rural por la agricultura como categoría de análisis (Newby, 1981) cuando, en la actualidad, agricultura y mundo rural están cada vez más disociados.

En los 80, autores como Hoggart dicen que sería mejor deshacerse del concepto al ser tan caótico y con tan poco poder explicativo.

Más recientemente se propone un giro "postmoderno" a la discusión: en lugar de intentar hallar la definición de ruralidad, dirán Murdoch y Pratt (1993), tendrían que explorarse los caminos en los cuales la ruralidad se construye y define en una variedad de contextos. Las distintas conceptualizaciones de ruralidad construyen distintas versiones de los rurales. Los autores proponen una sociología del postmodernismo donde lo rural y lo urbano se conciben como practicados por individuos y colectivos en la producción de nuevas formas de relaciones sociales. Describen las varias maneras en que la ruralidad se puede practicar en el espacio urbano o en cualquier otro lugar, porque lo rural no "está aquí" sino que es localmente producido. Los autores proponen lo "post-rural": producción de conocimiento que posibilita "experiencias rurales particulares" (un parque en una ciudad ofrece una experiencia rural a la gente de ciudad).

En una línea parecida, el geógrafo C. Philo (1993) apuesta por una actitud postmoderna en el estudio de lo rural, sin compartir con los anteriores la creencia de que el objeto de estudio, lo rural, sea postmoderno. Según Philo la sociología rural ha olvidado los "otros rurales", la diversidad en lo rural. No se plantea qué definición del concepto es más adecuada, sino sus características. Tendríamos que considerar la gran diferencia entre el sentido de ruralidad que puede tener un campesino cuya supervivencia depende de la tierra, o un jubilado que ha escogido poder ver paisajes atractivos desde su ventana, o un niño de ciudad que mira fotografías del campo en un libro de texto, o una persona con disminución física cuya isolación social empeora al vivir en un lugar donde el transporte público es inaccesible, o un homosexual que vive en una comunidad donde ni la sexualidad más ortodoxa es mencionada, o una persona negra que trabaja en un pueblo donde todas las caras son blancas.... (Philo, 1993).

Estas últimas definiciones nos acercan a la postura psicosocial que nosotros propondremos más adelante.

El trato político-administrativo

A través del discurso político vemos la evolución de la ruralidad. En pocos años ha habido un cambio semántico que denota una modificación importante de planteamientos de la política agraria. Los documentos que emanan de la Comunidad Europea nos lo muestran: se pasa de Un futuro para la agricultura europea (1985) a El futuro del mundo rural (1988).

Para la Comunidad la noción de espacio rural implica, no sólo una simple delimitación geográfica, sino que se refiere a todo un tejido económico y social que comprende un conjunto de actividades muy diversas: agricultura, artesanía, pequeña y mediana industria, comercio y servicios (J. M. García, 199 l). Abarcaría los espacios naturales y conreados, pueblos, pequeñas ciudades y centros regionales, así como zonas rurales industrializadas. Lo rural representaría la mitad de la población de la Comunidad y un poco más del 80% de la superficie. Se ha criticado dicha definición por ser poco precisa pero, al menos, incorpora la idea de heterogeneidad de lo rural.

La OCDE define lo rural como territorios de débil densidad de población y de actividad económica diversa, relativamente independiente de la influencia directa de zonas metropolitanas. Comprende las 3/4 partes del territorio y más de la mitad de la población de los países miembros (J. M. García, 1991).

En principio, la concepción de ruralidad desde el enfoque político-administrativo es muy pragmática y consecuente con el cambio vivido por el mundo rural europeo. No obstante, la mayoría de estudios que desprende continúan operativizando lo rural sólo a través de variables sociodemográficas -tamaño de la población-, obviando aspectos tan importantes -como la influencia de zonas metropolitanas- y haciendo un corte arbitrario y cuantitativo.

La perspectiva psicosocial

La ruralidad nunca ha sido objeto de discusión conceptual en el sí de la psicología social. Los estudios que incorporan lo rural suelen tomarlo como variable sociodemográfica causante de diferencias puntuales (p.e. ¿hay menos enfermos mentales que en la ciudad?, ¿hay más conductas de ayuda? pero sin captar su variedad y distintividad, generalizando resultados extraídos de una ruralidad concreta.

Un segundo tipo de estudios rurales en psicología social proviene de la tradición comunitaria, sobre todo del Desarrollo Comunitario, centrado en comunidades definidas territorialmente, preferentemente rurales. Volveremos al DC más adelante.

No es de extrañar que la psicología social nunca se haya planteado la conceptualización de la ruralidad porque los legos hablamos y nos identificamos con lo rural y lo urbano sin más. Es decir, desde una óptica psicosocial es indudable la existencia de lo rural. Lo que no es tan comprensible es el hecho de que la psicología social no ha contribuido a la clarificación del concepto, porque, sin duda, la respuesta psicosocial es adecuada para terminar con la discusión de los sociólogos:

"Ruralidad" y sus sinónimos son palabras y conceptos que la gente entiende y usa en el habla diaria. Podríamos acudir a la teoría de las representaciones sociales (tal como hace Halfacree, 1993). La representación social (R.S.) fue concebida por Moscovici (1961) (en Munné, 1989) como un sistema de conocimiento sobre un objeto determinado, sistema que se forma a partir de conceptos e ideas y que incluye actitudes, informaciones y campos de representación o imágenes concretas sobre el objeto. Constituyen la realidad de dos formas: 1) definen socialmente la situación, ya que son compartidas y 2) son una forma de conocimiento propio de nuestro tiempo, caracterizado por ser no uniforme y coherente como las representaciones colectivas, sino fragmentario y plural.

Asumiendo las deficiencias y vacíos teóricos y metodológicos que se atribuyen a la teoría de las R.S., su uso permite clasificar y, a la vez, ayuda a prescribir y organizar la conducta. Si es un conocimiento socialmente elaborado y compartido, habrá una representación social de lo rural que explicaría discursos tan lejanos como el discurso político, el de los agricultores, el de los académicos.... Para unos lo rural será un paraíso idílico, para otros representará la dureza de las condiciones de vida, para otros carencia de urbanidad.... También se verían reflejados estereotipos y prejuicios hacia lo rural o hacia lo urbano. Queda fuera de dudas que la ruralidad es ante todo una construcción social y que debe ser tratada como tal.

El discurso académico queda muy lejos de la vida real y, sólo en pocas ocasiones, recoge el discurso lego. Tal como dice Geertz (Halfacree, 1993) "algunas de las propiedades más cruciales del mundo son invisibles sólo a los inteligentes".

La definición que aquí proponemos comporta dificultades a nivel metodológico, pero es una salida posible a los setenta años de discusión de la sociología. Una vez identificado lo que la gente entiende por ruralidad -un proceso difícil en el cual descubriremos que no existe una imagen definida, estructurada y única de ruralidad- habremos superado el problema de la conceptualización. Seguramente tendremos que concluir que hay tantas ruralidades como personas o grupos sociales. Aquí, quemamos recoger las aportaciones del geógrafo C. Philo (2. 1): lo rural será diferente según nuestra experiencia personal.

 

CALIDAD DE VIDA

Concepto psicosocial

Con el concepto de calidad de vida ocurre justamente al contrario de ruralidad: el segundo no es cuestionado ni ambiguo en su uso coloquial y, en cambio, no hay acuerdo para definirlo en la literatura científica, el primero -calidad de vida no es tan amplio, ambiguo y variado en la literatura científica como sí en su uso coloquial e incluso político. Los dos conceptos, no obstante, tienen en común que se han estudiado desde ámbitos multidisciplinarios y, como veremos, su uso a nivel microsocial permite la plena incorporación de la perspectiva psicosocial.

Siguiendo a F. Casas (1990), el estudio de la calidad de vida (CV) en la psicología social se inicia como respuesta a presiones de política social y tiene como pionero el trabajo de los americanos Campbell y Converse (1970). Es comprensible que sea a partir de los 60 que, coincidiendo con la crisis del modelo de pensamiento positivista, la psicología social incorpore aspectos mal denominados "subjetivos" al concepto: en una sociedad cambiante es imposible establecer estándares de CV y, por lo tanto, tienen que tenerse en cuenta las expectativas del sujeto, la satisfacción.... El paso del tema del "bienestar` al tema de la "calidad de vida" supone una recuperación del tema de la "Felicidad" al retomar la perspectiva del sujeto (Pol, 1989).

El CIMA -Centro de Investigaciones Medio Ambiente- (1979) (Casas, 1991) entiende por CV "el grado en que las condiciones de una sociedad permiten a sus miembros realizarse de acuerdo con valores ideológicos establecidos, proporcionándoles una experiencia subjetiva satisfactoria de su existencia".

Blanco (1985) define CV como "fruto de las relaciones entre las condiciones objetivas de vida y variables más subjetivas y personales, una relación que da como resultado un mayor o menor índice de satisfacción y de felicidad en los individuos".

Según Glatzer y Mohr (1987) (Casas, 1990) se han desarrollado varias explicaciones de las bajas relaciones entre condiciones de vida y bienestar subjetivo: 1) Las personas no valoran las mejoras de condiciones de su grupo como un todo, sino que valoran sus mejorías individuales en contraste con un grupo comparativo relevante, con superior satisfacción. 2) Los individuos están bajo presión social para suprimir sentimientos de insatisfacción. 3) Las expectativas normalmente se ajustan a las circunstancias. 4) La expresión de la insatisfacción está culturalmente aprendida y, hasta cierto punto, es independiente de la experiencia actual. 5) Los que viven bajo condiciones favorables están más inclinados a abrirse nuevos estándares de valor y, por tanto, a expresar críticas e insatisfacción. 6) Se dan diferentes estándares individuales de comparación, en situaciones sociales comparables, al variar los niveles de satisfacción.

La introducción del concepto CV ha permitido que en el ámbito de la intervención psicosocial se adoptara una perspectiva claramente positiva, más optimista, situándose en el terreno de la promoción y la prevención. Por otra parte, el concepto nos ha permitido articular lo individual con lo social.

Una definición acorde con la psicología social es la de Levi y Anderson: es el ajuste entre las características de la situación -la realidad- y las expectativas, capacidades y necesidades del individuo percibidas por él o su grupo (Pol, 1989). Podríamos recurrir al estudio de la representación social que un colectivo tiene de la CV y sus componentes de salud y calidad ambiental. Concepto al cual acudimos también al hablar de ruralidad.

El fenómeno de la CV pasaría, según Andrews y Whitney (1976) (Blanco, 1985) por las siguientes fases:

Incorporar el "bienestar psicológico" como componente esencial en la CV sólo puede hacerse desde un nivel microsocial.

Sea cual sea la noción de calidad de vida que adoptemos hace falta acudir a los indicadores que se utilizan para medirla.

Los indicadores de calidad de vida

Generalmente se atribuye la noción de indicador a Bauer (1966) (Casas, 1990) en un estudio financiado por la NASA con el propósito de medir la posible repercusión de la exploración espacial en la sociedad americana. Un indicador se utiliza como medio para la aprehensión de conocimiento sobre aspectos de la realidad no directamente perceptibles o medibles (Casas, 1990).

Los primeros indicadores de CV se buscan en la economía -renta per cápita- y, más tarde, se intentan integrar a indicadores de desarrollo sociocultural. En los 60 empiezan a incorporarse medidas psicosociales (inicialmente denominadas "subjetivas"). Tal como dice Pol (1989), la necesidad de informaciones relevantes de significación psicológica y psicosocial se da como respuesta al hecho de que la cultura material cambia más rápidamente que los aspectos de la cultura no material -creencias, valores, costumbres y pautas de organización social. Para Inglehart (Casas, 1991) cuestionar si el bienestar social produce realmente bienestar personal es un fenómeno paralelo a la aparición de nuevos valores post-materiales, sobre todo la participación, la autorrealización y la protección ambiental.

Sería interminable nombrar todos los componentes que han sido considerados. Por ejemplo, Blanco y Chacón (1985) distinguen tres ámbitos: bienestar general (indicadores de la CV laboral, educación, salud, vivienda), medio ecológico (aire, ruido, agua, suelo, clima, riesgos de desastre) e indicadores de naturaleza psicosocial (familia, amigos, ocio y tiempo libre).

Cada investigador incorpora los indicadores que cree más convenientes para el estudio que lleva a cabo. Tal como dice Torregrosa (1972) (Pol, 1989), los indicadores no sólo permiten estructurar la realidad "a posteriori", sino que "a priori" suponen ya una estructuración de la misma.

 

RURALIDAD Y CALIDAD DE VIDA

Revisión de la literatura psicosocial

De los estudios realizados desde la psicología social pueden distinguirse dos tipos diferenciados: unos más académicos y otros dedicados a la intervención y el desarrollo comunitario. A la segunda orientación dedicamos el apartado siguiente.

La orientación mayoritaria -la académica- es heredera de la primera sociología rural, típicamente moderna: hay una fuerte correlación espacio-sociedad que nos permite establecer claras diferencias rural-urbano en la calidad de vida (intentaremos recoger las aportaciones que entienden la calidad de vida desde una óptica psicosocial).

La desorganización personal, el suicidio, la delincuencia, el crimen, la corrupción y el desorden estarán más presentes en comunidades urbanas. El mundo rural es menos estresante, más pacífico y, por tanto, la gente rural está más satisfecha de su situación que los urbanos. Campbell (1981) (Crider, 1991) dice que "la gente rural está claramente más satisfecha con la comunidad que les rodea que los residentes de una ciudad". Autores como Miller y Crader (1979), Wasserman (1982), Amos et al. (1982) o Pittman y Lloyd (1988) -en Crider et al., 1991- hallan que la satisfacción con la vida es mayor en áreas rurales.

Otros autores, en cambio, llegan a la conclusión de que no hay diferencias entre la satisfacción de unos y otros: Campbell (1981), Oppong et al. (1988) y otros (en Crider et al., 1991).

Crider et al. (1991) se preguntan si realmente la gente de pueblo está más satisfecha que la de ciudad. Normalmente, se supone que a más edad más influencia tendrá la ruralidad sobre el bienestar, ya que para la gente mayor son más importantes ciertos componentes del estilo de vida (tradicionalismo, red social fuerte). Un estudio longitudinal les lleva a concluir que el hecho de vivir en un pueblo no explica gran proporción. Este estudio, aunque uno más de la larga lista, tiene interés al incorporar una medición diferente de ruralidad: clasifica a un sujeto de rural o urbano según lo que el mismo sujeto considera.

Otros aspectos de la calidad de vida que han sido tratados por la psicología social sobre todo la ambiental son:

La enfermedad mental. Se suponía que el urbanismo implicaba más incidencia de enfermedades mentales. La evidencia, no obstante, es contradictoria y no se puede formular ningún tipo de afirmación general (Jiménez, 1988), lo que no es de extrañar por las razones metodológicas y teóricas que hemos mencionado. El mismo concepto de enfermedad mental, las formas de detectarla, o el concepto de ruralismo son tan diversos como estudios hechos.

La conducta altruista. También aquí reina la contradicción propia del pensamiento dicotómico. Recientemente, Amato (1993) estudia las diferencias rural-urbano cuando se ofrece ayuda a familiares y conocidos. Los estudios anteriores se habían centrado en la ayuda a extraños, concluyendo que los urbanos ayudan menos a los extraños. Amato concluye que no hay una diferencia clara en la ayuda a familiares y amigos: sólo la gente mayor asocia el urbanismo con esperar y recibir menos ayuda de los otros. De nuevo vemos ilustrada la tendencia de la ciencia social de tomar lo rural y urbano por el tamaño de la población.

Podríamos contar mucho más, pero, sin duda, concluiríamos que no hay acuerdo entre investigadores. Tal como dice Jiménez (1988) para explicar las contradicciones en estudios del medio urbano, hay que admitir que existe una experiencia urbana: cognitivamente el individuo mantiene representaciones del entorno físico y conductualmente se enfrenta a él con reacciones distintas según sea joven o no, nativo o inmigrado, blanco o negro, rico o pobre.

Podemos ilustrar lo que llamaríamos un buen estudio psicosocial de calidad de vida y ruralidad con el trabajo de Oluwoye (1990): se investiga la percepción de la calidad de vida que tienen las mujeres en el mundo rural nigeriano, sin pretensión de generalizar y con especial énfasis en lo que se percibe, cree y opina sobre la calidad de vida. Concluye que los componentes de la calidad de vida para las mujeres de ámbitos rurales tienen una base cultural y su medición "objetiva" sería inapropiada.

Vista la literatura existente queda de manifiesto que:

1 . Pocos estudios toman los conceptos calidad de vida y ruralidad en su dimensión psicosocial.

2. Cuando dicha dimensión se toma, la finalidad única es comparar componentes de la calidad de vida rural y urbana, tomando los dos espacios como polos opuestos de una variable independiente definida "con claridad".

3. En ningún caso la ruralidad se entiende en su dimensión psicosocial: estándares colectivos, pluralidad de grupos, cultura.

4. Consideramos válidos los estudios microsociales que analizan componentes psicosociales de la calidad de vida en áreas localizadas y que captan su heterogeneidad.

5. También creemos válidos los estudios que parten de una óptica comunitaria, a los cuales dedicamos el siguiente apartado.

El desarrollo comunitario

El desarrollo comunitario (DC) fue planteado hace más de treinta años por la ONU como técnica de acción social para la mejora de las condiciones de vida de campesinos en zonas rurales retrasadas. Actualmente es una estrategia utilizada tanto a nivel internacional como nacional o local para el desarrollo de un territorio determinado. Actúa preferentemente en zonas rurales, pero también en barrios o comunidades "degradados" de grandes ciudades. "El punto de partida del DC es una comunidad definida territorialmente, que muestra signos de subdesarrollo económico respeto a la media del desarrollo del país o áreas mundiales de las que forma parte, y características de premodernidad en la estructura y relaciones sociales y culturales" (Sánchez, 1991).

Es un proceso integral y simultáneo, abarca los niveles económico, relaciones sociales y cultural, Proceso que sólo es posible si se implica la comunidad. El DC no puede concebirse como algo exterior a los propios procesos de la comunidad si no quiere ser considerado tecnócrata y colonialista.

La elección de una acción vendrá condicionada por la toma de conciencia de unos problemas (presión social), aunque también puede ser una respuesta institucional a necesidades o problemas no percibidos por la población. Es fundamental la participación.

El DC no está focalizado en un aspecto de un problema y reacciona contra una visión fragmentada y mutilada de la realidad. Preconiza una acción global e integrada. Entiende por "desarrollo" el proceso global y dinámico mediante el cual una sociedad crea unas oportunidades y nuevos recursos materiales, intelectuales y espirituales para sus miembros (Rezsohazy, 1988).

Aunque no sea explícita, la idea subyacente al DC está inextricablemente unida a la noción de calidad de vida desde sus enfoques más psicosociales.

Barnard y Van der Merwe (1991) presentan una propuesta muy válida para el DC, ilustrativa de la posición que aquí adoptamos, que tiene por objetivo principal la mejora de la calidad de vida de sus miembros: desarrollan un instrumento de medida -ya que se necesitan objetivos medibles para poder dirigir el cambio- que ponen a prueba en comunidades rurales consistentes en trabajadores analfabetos de granjas. Con poquísima dirección, los mismos miembros de la comunidad hicieron la medición. El resultado fue un éxito ya que los granjeros se sintieron muy involucrados y se evidenció una mejoría por el solo hecho de medir. Es muy positivo que sea la propia comunidad la que identifique lo importante para medir y no lo que es más importante para los valores del científico

 

REFLEXIONES PERSONALES

Aunque hay tantas definiciones de ruralidad como "experiencias rurales" se tienen, no podríamos negar la existencia de condiciones sociales "objetivas". No quisiéramos que el lector opinara que nuestra exposición olvida las problemáticas reales del mundo rural bajo la excusa de un supuesto subjetivismo.

Sólo pretendíamos -modestamente hacer una propuesta conceptual. No, hablar de las transformaciones que viven nuestros pueblos, que sufren campesinos, jóvenes, inmigrantes.... ni hablar de lo rural como sinónimo de ocio y calidad ambiental: ni del nuevo papel "seductivo", no ya productivo, que juega el campesino.

No hemos hablado de los miedos del campesinado español: miedo o recelo de convertirse en "jardineros de la segunda residencia". Ni hemos hablado del cambio de valores, ni de la adopción de pautas de comportamiento urbano.

El mundo rural que se está dibujando es heterogéneo, cambiante y sometido a procesos de cambio generales que dificultan enormemente su estudio. Hay que adoptar una visión coherente que abrace al mundo en su creciente complejidad, en su unidad y en su diversidad. El cambio rural es un síntoma más de los procesos de cambio más generales. Sin confundir este síntoma como una contradicción a nuestra propuesta de estudios microsociales.

Empezaremos a hablar seriamente de calidad de vida rural cuando se hayan cubierto necesidades mínimas de la gente que vive en áreas rurales. No queremos ser expertos si a la sociedad no le hace falta. Por eso, hemos apostado por estudios microsociales y de desarrollo comunitario que parten de una realidad delimitada, sólo son posibles con la participación ciudadana y pretenden una mejoría de la calidad de vida tal como la perciben y la desean su gente.

Reconocemos haber omitido consideraciones esenciales -teóricas y no- en la relación "calidad de vida-ruralidad". Si al lector le valen las excusas, diremos que no pretendíamos -ni podíamos- ser exhaustivos.

 

BIBLIOGRAFIA