ESPACIO ABIERTO

Psicología Social Comunitaria en Cuba: una aproximación histórica
Community Social Psychology: a historical approach

 

Dra. Maña de los Angeles TOVAR PINEDA

Facultad de Psicología. Universidad de La Habana


RESUMEN

PALABRAS CLAVE

KEY WORDS

INTRODUCCION

EL ESTUDIO DE LA COMUNIDAD EN LA PSICOLOGIA SOCIAL DE LOS 60. PRIMEROS PASOS

PSICOLOGIA SOCIAL Y COMUNIDAD EN LOS 70. CONTRADICCIONES DE UNA DISCIPLINA EN CONSTRUCCION

COMUNIDAD Y PSICOLOGIA. DE LA SALUD

LOS AÑOS 80. RESURGIMIENTO Y DESARROLLO DEL ESTUDIO DE LA COMUNIDAD EN LA PSICOLOGIA. SOCIAL CUBANA

BIBLIOGRAFIA


RESUMEN

En el artículo se reflexiona acerca de determinados aspectos relacionados con la historia y la evolución de la Psicología Social Comunitaria en Cuba. Se presenta un panorama de los desarrollos de este campo en los últimos 30 años.

Son discutidas perspectivas teóricas, aproximaciones metodológicas, así como paradojas y contradicciones que han estado asociadas a la construcción de esta disciplina.

Finalmente se muestra una alternativa conceptual para el análisis de los procesos psicosociales, la que se basa en temas y categorías tales corno subjetividad. subjetividad social, sujeto y vida cotidiana,

PALABRAS CLAVE

Psicología Social Comunitaria. Psicología Social. Subjetividad. Subjetividad social. Sujeto. Modelos teóricos. Aproximaciones metodológicas.

ABSTRACT

In this article certain aspects of the Community Social Psychology in Cuba, its history and evolution, are thought through. It presents an overview of the developments in this field over the last thirty years.

It is being discussed the theoretical perspectives, the methodological approach, as well as paradoxes and contradictions dealt with in the discipline building.

Finally, it shows a conceptual alternative for the psychosocial processes analysis, based on topics and categories such as subjectivity, social subjectivity, subject and daily life.

KEY WORDS

Community Social Psychology. Social Psychology. Subjectivity. Social subjectivity. Subject, Theoretical models. Methodological approaches.


INTRODUCCION

La identidad alcanzada por una disciplina científica no es en modo alguno independiente de las circunstancias de sus orígenes. Nacimiento y devenir constituyen momentos concatenados en la construcción de cualquier campo del saber humano.

Es así que el estudio de la comunidad dentro de la psicología cubana y lo que hoy podría considerarse Psicología Comunitaria dentro de esta última, constituye un fruto de un espacio y de un tiempo histórico.

Estos últimos nos sitúan frente a un complejo escenario de radicales procesos sociales, que desde entonces acá, no han dejado de interrogar, convulsionar y siempre retar a la sociedad cubana: me refiero a una revolución social.

Si las alternativas comunitarias emergen en los Estados Unidos y posteriormente se introducen en América Latina como intentos de provocar por estas vías determinadas transformaciones sociales, lo cierto es que para el pensamiento y la práctica psicológica de los profesionales cubanos de la época, la lógica se invierte: el cambio social antecede, demanda y emplaza a la psicología, para definitivamente involucrar en su vorágine a quienes asumieron la utopía.

EL ESTUDIO DE LA COMUNIDAD EN LA PSICOLOGIA SOCIAL DE LOS 60. PRIMEROS PASOS

Antecediendo a la época en que la psicología norteamericana dentro del movimiento de salud mental y social comunitario se proponía encauzar sus objetivos a la solución de problemas reales, la mayoría del pueblo y el gobierno cubanos emprendían un convulso proceso de transformaciones sociales que posibilitó, a la vez que exigió a las ciencias sociales y a la Psicología Social en particular, una inclusión en este quehacer.

Parte de este proceso de cambios sociales condujo a una intensa praxis comunitaria, que anticipó con mucho a la teoría en este campo y que se concentró en la labor social dirigida a la transformación de los barrios marginales acumulados en las periferias de las grandes ciudades, con orígenes en procesos migratorios rurales en busca de empleo.

El objetivo del entonces existente Ministerio de Bienestar Social, fundado en 1959, contempló no sólo la desaparición física de tales barriadas, sino también el elemento cultural y humano de estas transformaciones. Para ello se utilizaron métodos y vías que, analizados hoy retrospectivamente, marcan pautas de acción y desarrollo comunitarios (Agüero N 1990).

Tales proyectos, constituían programas de construcción de viviendas con ayuda mutua de la población que las iba a habitar; asentamientos que incluían la creación de centros escolares, de servicios y de salud pública.

La forma avanzada de estos planes, llevados a cabo en los iniciales años 60 en lo que acción comunitaria se refiere, se reflejan en el programa principal de la citada institución. Este programa, en una concepción del trabajo social que apunta a la investigación-acción, establecía una secuencia de fases en la transformación de estas comunidades. Estas fases eran:

  1. Investigación. Llegar a conocer las condiciones del vecindario en todos sus aspectos: las familias, sus problemas, sus necesidades, sus recursos, los servicios a su disposición, sus líderes.
  2. Análisis y programación. Basado en los resultados de la investigación se elabora un programa que trata de todos los aspectos considerados y que abarca los necesarios preparativos sociales, educacionales, del desarrollo del trabajo y de la comunidad que les son necesarios, son tomados en cuenta los tipos de casas, los materiales a usar, las diferentes etapas de organización.
  3. Ejecución. La realización del trabajo físico y social de acuerdo con la programación.
  4. Evaluación. Se hace después de la realización del programa y periódicamente (Huberman L., Sweezy P., 1960).

Puede apreciarse en esta concepción presentada, de indudable valor metodológico, que estos proyectos comunitarios, al partir de las necesidades de la población involucrada en el cambio, se basan en una consideración activa de la misma, la cual se involucra en verdaderos procesos participativos, llevados a la práctica desde una propuesta potenciadora y no asistencialista.

Llama la atención que en tan temprana época, esta acción comunitaria con tales bases, sigue los lineamientos más actuales en lo que a la disciplina de trabajo social se refiere; campo de acción en nuestro continente que a raíz de su proceso de reconceptualización, contempla en su perspectiva de análisis la relevancia de los procesos socializadores, sin llegar por ello a descuidar la acción individual y la especificidad de la población involucrada en el desarrollo (Carrasco E., 1993).

Aquellos procesos de cambio emprendidos en los años 60 en nuestro país, se alejaban de una postura tecnocrática, introductora de transformaciones desde un externo, donde la comunidad es ignorada. Su aproximación al desarrollo fue intrínseca, a partir de las necesidades de la población y de la comprensión de sus intereses y expectativas. El modo de vida de estas poblaciones debía cambiar, de acuerdo a objetivos sociales más abarcadores, pero esto sin perder el interés por los procesos humanos que acompañan a dichos cambios.

Lamentablemente, las características y estado de la Psicología Social cubana en los primeros momentos en que se emprendieron tales proyectos comunitarios -disciplina desprovista de una tradición investigativa en procesos de esta índole- no posibilitó una sistematización y reflexión de lo que los mismos representaron en el orden psicosocial para sus protagonistas.

Los múltiples problemas que se plantean a un país en desarrollo, muy pronto iban a demandar de los estudiantes y profesores de la recién fundada en 1962 Escuela de Psicología de la Universidad de La Habana, una inmersión sin precedentes en los cambios sociales que removían al país. La realidad irrumpió de manera abrupta en los predios universitarios, lo que se acompañó de soluciones audaces y poco convencionales, como señalan algunos de sus protagonistas (Casañas A., Fuentes M., Sorín M., Ojalvo V., 1984).

Es así que a partir de 1964, dentro de la Psicología Social Cubana, se marca una pauta en el estudio de la comunidad, con el andamiaje conceptual y metodológico que le era posible a la disciplina de la época, muy permeada por las características de esta ciencia en los Estados Unidos.

Numerosos proyectos investigativos que versaban sobre las nuevas realidades sociales del país, fueron acometidos por los estudiantes de la referida Escuela, como parte de su formación de pregrado, bajo la supervisión de profesores como Aníbal Rodríguez y Juan J. Guevara. Entre estos trabajos podemos mencionar por su interés: Estudio psicosocial de nueve centrales azucareros (1965): Investigación psicológica de la Ciudad de Nuevitas (1966); Investigación integral de siete comunidades rurales (1967), e Investigación integral de tres ciudades orientales (ob. cit.).

La particularidad metodológica de estos estudios, fue la elaboración de un procedimiento diagnóstico de la problemática sociopsicológica comunitaria, con el objetivo de delimitar -hasta donde el dato lo permitiese- elementos dinámicos de su desarrollo social, así como aportar recomendaciones a las instituciones estatales y a las organizaciones sociales por esta vía.

Estas investigaciones estaban provistas de un riguroso soporte empírico, que no se acompañaba de un modelo para comprender a este nuevo objeto de estudio a partir de una representación conceptual del mismo. Esta particularidad de los estudios iniciales de la comunidad en la Psicología Social cubana de los 60 se derivaba, en buena medida, del estado de la disciplina en esos momentos, la que emergía fuertemente influenciada por el positivismo propio de su homóloga norteamericana.

Paradigmas tradicionales ante realidades en transformación: el carácter de tales estudios fue eminentemente sociológico, sin embargo, consideramos que aún sin un propósito teórico no fue abandonado el objetivo de abordar aspectos psicosociales específicos. Para ello, con una osadía metodológica sorprendente para su momento, se complementaron los procedimientos cuantitativos predominantes, con técnicas cualitativas que posibilitaron una aproximación en tal sentido.

Por otra parte, si bien el encuadre que los caracterizó, no puede asimilarse al modelo de investigación-acción -el que se venía consolidando en el continente fuera de la Psicología Social-, lo cierto es que estos estudios tampoco responden plenamente a un acercamiento que distancia al investigador de su objeto de estudio, a partir de una supuesta neutralidad valorativa.

Así observamos que junto al procedimiento clásico de medición de actitudes de la población, hacia cuestiones tales como la "organización del trabajo en brigadas" o 1a incorporación de la mujer al trabajo" (Dpto. de Psicología Industrial y Social 1966. Tomo 11, pág. 44-45), por medio de escalas acompañadas de un impecable tratamiento estadístico de la información, se constata también una indagación con ayuda de entrevistas individuales y grupales y observaciones participantes en aspectos tales como las motivaciones e intereses más sobresalientes, preocupaciones y necesidades comunes, aspiraciones y ambiciones características de la comunidad" (ob. cit. Tomo III, pág. 22) o en "las opiniones sobre la vida, necesidades y problemas del Batey" (ob. cit. Tomo 111, pág. 130).

Además de incursionar por caminos metodológicos novedosos en su momento y paradigmáticos actualmente a la disciplina, lo cierto es que tal vez el mayor impacto de estas investigaciones lo fue el catalizar la definición del rol profesional en un proceso de cambios sociales profundos, como el emprendido en aquella época. A ello se une el efecto recíproco en las comunidades estudiadas, derivadas de la convivencia de los propios investigadores estudiantes en los lugares de trabajo y de su participación en labores conjuntas con los pobladores.

Constituyó éste un momento definidor para la Psicología Social en el país, cuyo escenario lo fue la comunidad, en relación a la que, en esencia:

Esta fase esbozada en el estudio psicosocial de la comunidad, contribuyo sin dudas a perfilar desde aquel entonces una orientación a la acción que fue definitoria para la psicología cubana y para su Psicología Social de aquella etapa.

 

PSICOLOGIA SOCIAL Y COMUNIDAD EN LOS 70. CONTRADICCIONES DE UNA DISCIPLINA EN CONSTRUCCION

Las demandas con urgencias de la labor del psicólogo -la que tuvo un terreno privilegiado en la salud y la educación de la población- condujo a un complicado camino para configurar a la profesión y proveerla de fundamentos teóricos que fueran más allá de asimilaciones eclécticas, a la vez que trascendieran un acercamiento pragmático.

Este elemento necesario, unido al compromiso con un proyecto social socialista, llevó de manera natural a buscar este soporte teórico en el marxismo, tomado éste no sólo como recurso conceptual para concebir e interpretar un segmento de la realidad, sino como instrumento de una práctica concreta.

Dichos elementos constitutivos, van a caracterizar de manera muy particular a nuestra Psicología Social y al estudio de la comunidad dentro de ella, durante la época de encuentro con esta filosofía y con la obra de destacados psicólogos que la representaron como L. S. Vigotski, A. N. Leontiev, G. M. Andreeva, E. C. Kuzmin, B. D. Paraguin, H. Hieboch. M. Vorwerg, entre otros.

Esta etapa de desarrollo para la Psicología Social en nuestro país, que se consolida en los años 70, representó un momento caracterizado eminentemente por su construcción teórica desde el marxismo.

La comprensión de la relación individuo-sociedad a partir de la óptica integradora que este paradigma filosófico permite, fue definiendo para la disciplina -aciertos y desaciertos- la delimitación de las particularidades de su objeto de estudio, así como la demarcación de sus campos y tareas acometidas durante sucesivos períodos.

Una de las claves de este proceso de construcción, debía ser el revelar lo que de psicosocial encierra aquella expresión de Marx, nunca antes recogida en el pensamiento social, de que la verdadera esencia del hombre es el conjunto de sus relaciones sociales (Marx C., 1973). Para la Psicología Social cubana se presentaba el reto epistemológico de asimilar esta penetración dialéctica entre lo individual y lo social, librarla de su pretendido antagonismo, a la vez que concebirla en su proyección histórico concreta.

La comprensión de la determinación de los procesos psicológicos como parte de procesos más profundos de la vida material de la sociedad, representó la apertura fundamental del pensamiento psicosocial cubano, en su contacto con la concepción dialéctico materialista de la sociedad y la historia.

Tal análisis -donde lo social no es una abstracción, ni se limita al individuo en relación común- responderá, años después, a muchas interrogantes sobre la ubicación del contexto, de la sociedad y la cultura en el sistema contemporáneo de conocimientos psicosociales.

A su vez, esta especificidad de lo psicosocial no debía conducir a entender esta relación señalada en términos de causa y efecto; si así ocurriera, el individuo se reduciría al resultante de dinámicas externas. Tampoco debía conducir a borrar el nexo entre estas fuerzas determinantes y el recorrido particular de sus muy diversos actores.

Por razones de su propia historia y las características de la realidad a abarcar, para la Psicología cubana, y la psicología Social en particular, la necesidad de tener en cuenta el lugar de las fuerzas sociohistóricas en la comprensión de su objeto de estudio, no condujo a borrar de sus análisis a la persona, en calidad de portadora de las mismas.

Así, el abordaje de lo que solía denominarse relación individuo-sociedad, personalidad-sociedad u hombre-sociedad, comprendía -si bien sin resultar lo suficientemente explícito- a la demarcación de los procesos subjetivos que configuran lo social.

Dentro del pensamiento psicosocial cubano en la fase que se analiza, esta intención resultó desprovista de una reflexión conceptual y de un acercamiento metodológico consecuente. Sin embargo, sirvió para indicar un camino que desde entonces se comenzó a andar por las diferentes disciplinas de esta naturaleza.

Dicho recorrido, en tanto real, no fue lineal, ni estuvo exento de contradicciones teóricas, metodológicas y profesionales.

Una de ellas, de carácter conceptual, es que este proceso de inserción social humana, cuya naturaleza para nuestra Psicología Social se desentrañaba, no siempre encontró concreción en una óptica que contemplara los múltiples matices en que discurre, en su carácter de estar mediatizado por numerosas pertenencias sociales concretas.

Aunque su condicionamiento socio-histórico actuaba en calidad de principio epistemológico general, éste último no encontró una total lectura en la diversidad de procesos en que se materializa tal determinación, los que constituyen espacios donde el hombre realiza su condición de sujeto.

Es así que dentro de la Psicología Social de este momento referido, encontramos insuficiencias en un aparato categorial y metodológico que exprese el sentido psicosocial de este determinismo, que permita revelar niveles de interpretación de sus contradicciones y que a su vez posibilite revertirse en una acción interventiva acorde.

Este pensamiento psicosocial con tendencia reduccionista, operaba como un obstáculo en la comprensión y el propio estudio de los diferentes niveles de la subjetividad social, al traducirse como tendencia, en una lectura de la misma o bien desde niveles macrosociales o desde una óptica individual abstracta. No resultó un único impedimento.

Las ciencias sociales marxistas de la época que se analiza, se caracterizaron por identificar a todo sujeto histórico por su pertenencia clasista, negando la posibilidad de existencia o emergencia de cualquier otro actor social.

Esta manera simple de entender la movilidad social -que en última instancia negaba a esta última- a partir de sujetos ya establecidos, simplificaba sobremanera a estos procesos y eludía el estudio de sus contradicciones. Incluyendo aquella que debe ser raigal en la comprensión marxista de la sociedad: la existente entre lo general, lo particular y lo específico.

La Psicología Social marxista que más nos influyó, no trascendió este momento apuntado, lo que repercutió muy negativamente en el estudio de la comunidad y de los procesos de orden subjetivo que en ella se configuran.

Si revisamos la literatura psicosocial con mayor repercusión en la Psicología Social de nuestro país durante los años señalados, constataremos que la concepción más cercana a la de comunidad es la de gran grupo social (Andreeva G., 1984), o el de comunidades sociales, éstas referidas tanto a los pequeños como a los grandes grupos (Kulikov V. N., 1980), de ahí que con frecuencia el concepto de grupo se identifique al de comunidad (Kolominski Y. L., 1984), por lo que se limita su valor interpretativo.

Al concebir el objeto de estudio de la disciplina y la delimitación de sus campos específicos, autores marxistas de importancia centran su atención en las formaciones sociales que permiten ver de manera inmediata los procesos de cooperación en grupos limitados (Hiebsch H., Vorwerg M., 1884), o que parten del estudio de la personalidad como elemento definidor de la Psicología Social (Kuzmin E. S., s/o. Tanto en uno como en otro caso, la comunidad como objeto particular es abortada, al comprender la dinámica psicosocial sólo desde el pequeño grupo o desde el individuo.

En otros modelos conceptuales también marxistas, la integración del gran grupo social dentro del campo de la disciplina es considerada legítima (Pariguin B. D., 1977, Petrovski A. V., 1986). En dichos casos, por las razones ya expuestas, el estudio del gran grupo se correspondió de manera absoluta con el estudio de las clases sociales (Andreeva G., 1984, Kulikov V. N., 1980), en la llamada psicología de estas últimas.

La pertenencia clasista es esencial en la comprensión del lugar del hombre en el sistema de relaciones sociales, sin embargo, no lo agota, ya que no es la única que le define, ni a ella se limita la diversidad de relaciones de las que el individuo participa. El propio Marx, cuando se refirió al carácter esencial del ser humano, le llamó conjunto de sus relaciones sociales, lo que apunta a una gama diferenciadora.

Esta visión no superada en los años setenta, que homogeniza a lo social y no permite captarlo en la riqueza y multiplicidad de sus contradictorias dinámicas, necesariamente obstaculizó la integración, dentro del campo de la Psicología Social marxista, del estudio de otros sujetos sociales emergentes en diferentes momentos históricos -como la mujer o las minorías étnicas-. Dicha unilateralización, minimizó la importancia que tienen otros espacios sociales como la comunidad o la institución en la conformación de la subjetividad social e individual, y limitó en definitiva la comprensión del organismo social en su integralidad.

Si el tema comunitario movilizó a la Psicología Social cubana de la década de los 60 y contribuyó a su definición como disciplina y profesión, lo cierto es que en los años 70 dejó de ser un eje orientador de sus elaboraciones teóricas, de sus incursiones en el ámbito metodológico y por supuesto de su orientación práctica.

 

COMUNIDAD Y PSICOLOGIA. DE LA SALUD

Las realidades superan no solamente a cualquier ficción, sino también a la capacidad de cualquier disciplina científica para asimilarlas a sus esquemas interpretativos,

La relevancia de la comunidad para la sociedad cubana y su concepción como lugar de transformación y cambios, se incorporó durante la época de los 70 y entrado la de los 80, al ejercicio de la profesión y la investigación psicológicas por otras vías, más relacionadas que la Psicología Social que se hacía en aquellos momentos, con prácticas concretas. Me refiero al campo que a la psicología se le concedió en los planes de atención primaria de salud a la población.

Este programa, con orígenes en la década anterior, en consonancia con la estructura de nuestro espacio social, utilizó como recursos al sistema nacional de salud, a las organizaciones sociales, políticas y de masas de la comunidad para satisfacer sus necesidades de salud y bienestar (García L., 1985).

La perspectiva comunitaria se encauza así, en la referida etapa, en el ámbito de la psicología de la salud, cuyos antecedentes remiten a los inicios de la década de los 60. Período en que las políticas sociales comenzaron a dar respuesta inmediata a los graves y acumulados problemas de salud de la población.

En momentos en que aún no estaba consolidada de manera sistémica la prestación de servicios médicos en el país, lo cierto es que ya desde entonces la función del psicólogo era valorada en sus posibles implicaciones; si bien de forma limitada, debido al estado emergente del modelo y a la concepción biomédica todavía imperante. Lo que se traducía en la propia percepción de la salud mental muy centrada en sus dimensiones clínico psiquiátricas (Marrero M., 1987).

La prioridad concebida a la atención integral de la población, propició la trascendencia de este estado inicial, pudiendo en este sentido delimitarse una franca irrupción de la psicología de la salud que se consolida entrados los años 80. Ello coincide con una nueva práctica de la medicina cubana, caracterizada por la atención primaria, en la que se integran los aspectos clínicos con los epidemiológicos, donde se opera con una noción integral y preventiva de salud en sus condicionamientos biológicos, psicológicos y sociales.

Como parte constitutiva de este modelo, el rol del psicólogo que en él labora es definido en términos de especialista básico en atención primaria, la que tiene a la comunidad como su contexto fundamental. Este campo profesional, además de la preparación docente del personal médico y paramédico, contempla el realizar actividades directas con la población en torno a la prevención de su salud; a esta vertiente se une el conocimiento de los aspectos psicosociales asociados al proceso salud-enfermedad en general, así como los problemas de este orden relativos al área específica de atención primaria (Casal A., 1987).

La actividad interventiva y en especial la investigativa que comenzó a proliferar por esta etapa, dejaba ver el referente psicosocial tanto en la propia concepción del proceso de salud, como en la atención psicológica centrada en su desarrollo.

Los estudios así realizados, fundamentalmente obedecieron a las necesidades presentes en el área comunitaria de atención profesional. Los mismos concernían a aspectos tales como: la satisfacción de la población con los servicios de salud prestados; el grado de cultura sanitaria alcanzada por ella; la caracterización sociopsicológica de los grupos de riesgo; así como la delimitación de patrones de esta naturaleza asociados a la educación de niños, adolescentes y a otros procesos como la planificación familiar (ob. cit.).

El ámbito de la psicología de la salud se fue conformando como lugar de convergencia de las disciplinas clínicas y educacionales, así como de la Psicología Social. Este campo fue en esta medida delimitando que la comunidad se considerara marco específico de aplicación de la psicología, tanto para la investigación como para el ejercicio de la profesión.

Desde esta dimensión, la comunidad es comprendida esencialmente como contexto concreto, que en el caso del escenario cubano, dispone de una trama estructural -definida por sus instituciones y organizaciones sociales- que brinda un fuerte soporte de recursos materiales y humanos para posibilitar la sistematización de los servicios psicológicos brindados a la población.

Este último elemento de análisis resume el espíritu esencial que se recoge en las discusiones y memorias del 1 Seminario de Psicología en la Comunidad, celebrado en La Habana en 1980, evento en el cual tales concepciones se hacen explícitas en los propios temas objeto de las ponencias centrales de los psicólogos cubanos participantes. Sus títulos ya son ilustrativos:

Puede así entenderse que la integración de la comunidad como ámbito de aplicación de la psicología de la salud en nuestro país y como dimensión concreta de los aspectos psicosociales referidos a esta última, establecieron un espacio donde se llevaron a la práctica concepciones inherentes a la Psicología Social para poder comprender a tales procesos de forma más integradora y menos abstracta.

Sus resultados llevaron a una nueva construcción del ejercicio de la profesión en la singularidad de nuestro contexto comunitario, al cual cualquier aproximación desde una concepción marginalista o carenciada sería errónea. Por otra parte, el campo de la salud también posibilitó la realización de numerosos estudios empíricos acerca de antecedentes, determinantes y aspectos psicosociales asociados al proceso salud-enfermedad.

Una interrogante se hace válida en este análisis. Ella se refiere a la medida en que la psicología de la salud contextualizada en la comunidad, constituyó un área de aplicación de conceptos y métodos propios de la Psicología Social. Esta sería una alternativa.

La otra posibilidad refiérese al hecho de que si esta área de problemas dio lugar al surgimiento de un campo propio, demandante de una elaboración teórica y una metodología diferenciales que aportaran a la Psicología Social como disciplina básica.

Pienso que en ambos casos se está tratando con formas legítimas de aplicar a esta última, pero que solamente en el segundo se llega a realizar un aporte sustantivo que la problemática, redimensione y enriquezca como cuerpo teórico y en tanto modelo de aprehensión metodológica de su objeto.

La pertinencia de abordar la salud en sus condicionantes psicosociales, es en la actualidad un planteamiento fuera de cuestionamiento. Por lo demás, esta tendencia a dimensionar en realidad contemplada en el campo de lo psicológico, sería difícilmente objetable dentro de los marcos paradigmáticos de las psicologías contemporáneas.

Potencialmente, tomar en cuenta esta dimensión integral de la salud humana es una fuente que puede y debe nutrir al pensamiento psicosocial, mas esta posibilidad no se desprende directamente ni de la práctica profesional ni de la constatación diagnóstica realizada.

Para que esto fuera posible, habría que rebasar esta fase de conocimiento esencialmente empírica o muy cercana a practicas concretas, para desde ellas, propiciar la construcción de un espacio conceptual en torno a la definición del objeto definidor de la Psicología Social, su comprensión y profundización, en la lectura específica que demanda nuestro contexto sociocultural.

Tributar a una disciplina y contribuir a su desarrollo, abre todo un ciclo que no se limita a la aplicación de sus principios y métodos. Tampoco estriba en la constatación empírica del conocimiento de esta forma concebido.

Aportar al crecimiento de una ciencia conlleva el interrelacionar el momento empírico con el teórico, para siempre retornar a la reconceptualización, sistematización y explicación en torno al objeto que constituye el espacio de identidad de la disciplina científica en cuestión.

Otro análisis remitiría a la huella -en ocasiones inconscientemente portada de la manera positivista de entender el pensamiento científico, identificado con la fuerza del dato y en el que la teoría queda limitada a la verificación de presupuestos hipotéticos que nos conducen linealmente a la sistematización lógico formal de los resultados constatados.

El material empírico acumulado en las investigaciones efectuadas en torno a la comunidad y su estado de salud, el modelo operativo con que se dimensionó el rol del psicólogo en este campo y la propia apertura a la consideración del proceso de salud en las condicionantes psicosociales concretas de nuestra realidad, condujeron a todo un espacio de aplicación de las disciplinas psicológicas, cuyo valor radica en sí mismo: en la construcción también de su objeto particular de estudio, la salud humana integralmente concebida.

 

LOS AÑOS 80. RESURGIMIENTO Y DESARROLLO DEL ESTUDIO DE LA COMUNIDAD EN LA PSICOLOGIA. SOCIAL CUBANA

Volviendo a los caminos recorridos por la Psicología Social en Cuba, y sin pretender hacer una historia de la misma, podríamos concluir que la etapa que antes hemos esbozado fue un momento poco creativo, pero en definitiva necesario para el estudio de la comunidad dentro de ella. No asumirlo como tal nos privaría de la comprensión del sentido de la construcción de esta disciplina.

Se aprehendía un nuevo paradigma, dotado indudablemente de fortalezas teóricas para interpretar a su objeto de estudio, de lo que se trataba era de hacerlo con autoctonía y de no repetir las insuficiencias de la psicología marxista que más nos influyó. En todo caso tener errores propios.

Entrelazar en el análisis los factores objetivos a los subjetivos, fue durante años un elemento declarado para cualquier análisis psicosocial, una verdad demasiado asumida y nunca puesta a prueba. Este referente, poseedor de verdaderas posibilidades conceptuales, no se revirtió suficientemente para la práctica científica de aquellos años, en la búsqueda de alternativas interpretativas, así como tampoco en la obtención de métodos que se avinieran a la naturaleza de tan compleja relación.

Sin embargo, este panorama no fue homogéneo en la psicología cubana, ni la condujo a una crisis epistemológica. Importantes movimientos de crítica y reconceptualización del marxismo conocido, en la comprensión del objeto de estudio psicológico, venían emergiendo desde determinados núcleos de esta ciencia en nuestro país.

Una de sus más fecundas vertientes, devino de la controversia en torno a la sobredimensión de las posibilidades explicativas de la categoría actividad, construcción esta última en la que determinados representantes de la psicología marxista fuera y dentro de nuestro país, depositaron toda interpretación posible de la relación entre los procesos subjetivos y sus condicionantes objetivas.

Dentro de la psicología cubana, dicha polémica se abrió a la luz desde el campo de la psicología de la personalidad, lo que dio lugar en sus inicios a los cimientos de una teoría de la subjetividad individual. Este proceso de búsquedas fue más allá de estos propósitos; sentó bases para la legitimación de la subjetividad como objeto de estudio de lo psicológico, en sus diferentes niveles de génesis y expresión (González F., 1995).

La repercusión para la Psicología Social -resistencias incluidas- se hizo ver más temprano que tarde. Esta reconsideración de las realidades subjetivas para identificar el campo de nuestra ciencia a la que hemos aludido, de manera natural conduce a la diversidad de sus niveles de existencia y a la identificación de la pluralidad de espacios para su construcción.

La nueva dimensión del objeto de estudio que se tradujo en el abordaje de las configuraciones subjetivas de las diferentes formas de la grupalidad humana, constituía un verdadero reto teórico y metodológico para la Psicología Social cubana.

Entre otros elementos de desarrollo, la disciplina debía trascender al paradigma explicativo que le caracterizó hasta ese momento. Sin dejar de interesarse por el hallazgo de la regularidad, debía incluir también la búsqueda de lo que particulariza y diferencia al universo subjetivo de los diferentes grupos humanos. En el plano metodológico este presupuesto significaba trascender la hegemonía de la metodología cuantitativa que le distinguió, en tanto criterio exclusivo de rigurosidad científica.

Es esperable que en medio de este contexto que le propicia, el estudio de la comunidad -abandonado desde los 60- se retomara bajo estas perspectivas teóricas apuntadas.

En este resurgir del tema, fue un impulso a destacar el estudio realizado en 1986 por la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana en determinadas comunidades de la ciudad. A éste le siguieron otros, lo que conllevó a que la temática resultara uno de los problemas investigativos priorizados dentro de esta institución.

Por otra parte, se introduce la asignatura Psicología Comunitaria en el nuevo plan de estudios de esta Facultad, propósito que se extendió más tarde a cursos de postgrados y al resto de las universidades cubanas donde se imparten esta licenciatura. Ello sin duda representó un serio esfuerzo para preparar en esta disciplina a los futuros estudiantes en formación y a los profesionales en ejercicio que así lo demandaran.

No sólo las universidades resultaron entornos de los estudios y abordajes comunitarios; otras instituciones se sumaron a esta intención. Entre ellas, vale distinguir a la Federación de Mujeres Cubanas, organización que a través de sus propias estructuras y de las Casas de la Mujer, ha llevado a cabo intervenciones con este carácter, fundamentalmente en los temas mujer y familia.

A finales de la década de los 80 y entrado los 90, comienza a desarrollarse la polémica y el desarrollo conceptual sobre el tema. La Psicología Social Comunitaria emerge en el país con un enfoque renovado, atemperado a lo que considero una lectura creativa del marxismo, abierto a otros aportes del pensamiento psicológico contemporáneo y por supuesto en consonancia con las complejas realidades de la sociedad cubana que le contextúa y nutre. De esta forma, reaparece con fuerza la temática en eventos científicos y publicaciones (Fuentes M., Sorín M., Tovar M., 1990; Tovar M., Acosta M.,1992, Tovar M., 1993, Tovar M., 1993a). Se realizan trabajos de Diploma dentro de la disciplina y tesis de grado científico (Tovar M., 1994).

En la Psicología Social Comunitaria que se viene de esta forma construyendo, en particular, se amalgaman las condiciones que permiten caminar más allá de la diversidad de influencias que ha recibido y asimilado, para de esta manera dotarla de potencialidades teóricas y metodológicas que se reviertan en un aporte a la Psicología Social (González F., 1995).

Esta Psicología Social Comunitaria cubana de los convulsos 90, retoma al individuo y lo dimensiona en tanto núcleo constitutivo de lo histórico social, lo que precisa de la delimitación de aquellos espacios sociales específicos, donde el hombre concreto ofrece una presencia social que conjuga lo socialmente determinante, con su carácter de acto de creación y libertad individuales.

Tal aproximación no sólo resulta indispensable para la maduración del pensamiento psicológico que se viene desarrollando, sino también para poder comprender las transformaciones y contradicciones que se han producido entre los individuos y las colectividades sociales, como resultado y en el transcurso de la Revolución cubana. Esto último considerado una de las demandas claves de la investigación social en el país (Limia M., 1995).

Con estos elementos como antecedentes, estamos proponiendo la construcción de un marco conceptual psicosocial que comprenda a lo comunitario en toda la red de interinfluencias que le conforman, lo que conlleva a considerar a dicho nivel específico de inserción social como un organismo vivo y dinámico, que comprende al hombre real, su cotidianeidad, su historia y cultura.

Múltiples interrogantes se derivan de esta intención, las que no son independientes de los métodos que escojamos para responderlas. Entre ellas concedemos la mayor prioridad a:

Todo ello integrado a un esquema referencial que toma como objeto de estudio a la subjetividad. Afirmación que suele importunar, toda vez que se ha hecho demasiada ciencia social -desde vertientes encontradas y supuestamente opuestas- borrando al sujeto, para concentrarse en un saber donde éste no existe.

Las circunstancias en que la disciplina ha de seguirse desarrollando no son menos complejas. Su apertura práctica se da en aquellas condiciones socioculturales concretas que definen a la sociedad cubana en el decenio de los 90, marcado por un signo de crisis que permea la vida material y espiritual del país.

Se puede ignorar estos retos o reconocerlos. Constituyen momentos de transformaciones y de peligros reales, de cómo asumir los necesarios cambios, sin perder lo esencial de la utopía de progreso. Vocación humanista de un proyecto social y de un proyecto de ciencias, que se valore por ser del y para el hombre.

 

BIBLIOGRAFIA