INVESTIGACIONES APLICADAS
RESUMEN RESULTADOS
Esta investigación presenta una comparación transcultural entre dos muestras de universitarios de ambos sexos de las Facultades de Derecho (UAM-A), y las Facultades de Medicina y Psicología (UNAM, Campus Iztacala) de México, y las mismas Facultades de la Universidad Autónoma de Barcelona, España.
Los estudiantes respondieron a un instrumento con historias de violación y atribuyeron culpa y placer sexual a la víctima, también se administró una escala de conservadurismo Social. Se compararon las diferencias por sexo y por facultad y su relación con una ideología liberal o conservadora.
En los resultados se confirmó que las variables socioculturales manipuladas (mitos) tales como la respetabilidad de la víctima o su resistencia durante el ataque fueron relevantes al abordar los Procesos de atribución a las víctimas.
También encontramos que ambas muestras siguieron la misma tendencia en sus respuestas, y que los universitarios catalanes significativamente atribuyeron más culpa y más placer a la víctima que los mexicanos, aunque éstos resultaron más conservadores.
Los hallazgos se discuten en torno a la multidimensionalidad del fenómeno y a la consideración de los contextos culturales.
Transcultural. Violación. Mitos. Mujer. Atribución
This study presents a transcultural comparison between two university (male and female) samples from Faculties of Law, Medicine and Psychology in México and Barcelona.
The students attributed sexual guilt and pleasure to the victim of different rape stories and answered a conservatism scale. We compare the differences by sex and Faculty and the relationships with conservatism.
The results show that the variables, such as victim's respectability or resistence to the sexual attack are most relevants in the attribution process.
Both samples had the same orientation, but catalan students attributed more guilt and pleasure to the rape victim than mexican ones.
We conclude that it is a multidimensional phenomenon and that it is necessary to consider the cultural context.
Cross-cultural. Rape. Myths. Woman. Attribution.
A pesar de encontrarnos a las puertas del siglo XXI, la violencia sexual parece ser uno de los crímenes que si bien existe desde épocas remotas, caracteriza a la sociedad contemporánea y parece ir en aumento, quizás porque se le presta mayor atención o porque existen más facilidades para que estos hechos se conozcan.
De cualquier forma, el reconocimiento de los profundos efectos que deja sobre la víctima y sus familiares ha llevado a que los investigadores de diversas disciplinas muestren un gran interés sobre este complejo fenómeno social.
Recientemente, los trabajos han abordado no solo las características de la víctima, del agresor y de las circunstancias, sino también los procesos mediante los cuales las personas hacen atribuciones y elaboran juicios sobre los protagonistas de una agresión sexual, lo cual es de suma importancia ya que pueden repercutir en la recuperación de la víctima y en las sentencias judiciales.
Los teóricos que investigan los procesos por los cuales se atribuye culpa a las víctimas por lo sucedido típicamente recurren a dos posturas sociopsicológicas: la Hipótesis de las Atribuciones Defensivas según la cual el nivel de culpabilización de la víctima depende de la similaridad percibida por el observador con ella, y la Teoría del Mundo Justo que asume que los individuos tienen la necesidad de creer que el mundo es justo y, por lo tanto, cada quien tiene lo que se merece (Shaver, 1970; Lernen y Simmons, 1966; citados en McCaul, Veltum, Boyechko y Crawford, 1990).
Por supuesto, también existe la opción de atribuir los eventos negativos a un designio de Dios, a una predeterminación del destino o al azar.
Ampliando estas posturas, Ibáñez (1988), sostiene que la forma en que percibimos la realidad no es un fenómeno aleatorio, sino condicionado por la pertenencia de los individuos a diferentes grupos sociales: "existe una extensa relación de factores motivacionales, culturales, afectivos e incluso socioeconómicos que influencian nuestra percepción de la realidad" (p. 21).
Por otro lado, tenemos los estudios que han demostrado el papel de una ideología conservadora (especialmente en el renglón de la sexualidad) en relación a los procesos de atribución de culpa a las víctimas: el conservadurismo se ha delineado como una constante entre los individuos que más culpan a la víctima de su propio ataque, haciendo mayor alusión a sus atributos personales, estado o características físicas, y valores morales (Malamuth, 1983; Vala, Monteiro y Leyens, 1988; Trujano, 1991).
La aceptación de las ideas estereotipadas acerca de la víctima, el agresor o las circunstancias crea un clima de duda y hostilidad hacia ellas (Krahé, 1988: Trujano y Raich, 1992).
Prueba de ello es que los observadores y el aparato legal suelen otorgar mayor credibilidad a las víctimas de sexo femenino, jóvenes, vírgenes, violadas por un desconocido y cuyo caso es decidido por una juez mujer; mientras que se duda más de hombres adultos, mujeres obesas, poco atractivas, que han estado bajo tratamiento psiquiátrico, mayores de 12 años, cuyo ataque incluyó el coito pene vagina, con antecedentes delictivos, prostitutas, o con adicción al alcohol y/o drogas (McCahill, Meyer y Fischman, 1979; Banchs, 1991; Trujano, 1992).
Como menciona Tamayo (1993), si se busca un elemento unificador, se comprueba que 1a influencia de cada una de estas variables refleja elementos de una determinada imagen cultural de la mujer y las consecuentes exigencias y normas sociales para modelar el papel femenino en el contexto del comportamiento sexual" (p. 480).
Por ello resalta que sorpresivamente se han estudiado muy poco las características de los observadores, aunque el antecedente social de la atribución más abordado ha sido el sexo del observador: generalmente los hombres atribuyen más culpa a la víctima de violencia sexual.
El mismo autor investigó el impacto de la reacción emocional de la víctima y dos características de los observadores: su sexo y nivel socioeconómico, encontrando que la víctima que fue capaz de autocontrolarse fue considerada más culpable que la que atravesó por una crisis emocional, que los hombres le atribuyeron más responsabilidad que las mujeres y que los sujetos de nivel socioeconómico superior hicieron mayores atribuciones que los de un nivel inferior.
También es sorprendente el reducido número de artículos existentes de tipo transcultural en el terreno de las atribuciones a la víctima de violación, lo que nos permitiría ahondar en las diferencias socioculturales de expresión de la violencia
Por esta razón, en el presente trabajo se compararán las atribuciones de culpa y placer a víctimas de violación a través de dos muestras de estudiantes universitarios de Barcelona y México D.F., considerando a la primera revestida con las características sociales de un país europeo con menos estereotipos tradicionales de género y una ideología más liberal, y a la segunda con roles más patriarcales y una ideología más conservadora, con lo que las predicciones apuntan a que la muestra catalana resultará más liberal y con menos atribuciones a la víctima que la mexicana.
La interpretación de los resultados girará en torno a la sugerencia de Tamayo (1993) de evitar la tendencia a explicar las atribuciones como resultado de una lectura directa del fenómeno o de la realidad en general, descuidando la interacción del sujeto individual (el observador) con el sujeto social.
Investigar si existen diferencias en los procesos de atribución de culpa y placer a las víctimas de violación. Estas diferencias se analizan de acuerdo a los juicios que expresan los observadores de las dos nacionalidades seleccionadas. Se relacionan con las siguientes variables socioculturales o mitos:
1. Respetabilidad de la víctima.
2. Su oposición o resistencia durante la violación.
3. Su atractivo físico.
4. El daño físico sufrido en el ataque.
5. Grado de conocimiento del agresor.
6. Experimentación de placer durante la violación.
7. Género de la víctima.
8. Su estatus marital o vida en pareja.
9. Experiencias previas de ataques sexuales.
Se midieron las inferencias de los sujetos sobre la culpabilidad y el placer de las víctimas por su violación, así como las respuestas de acuerdo o desacuerdo con planteamientos liberales y conservadores de los participantes. Se investigaron las diferencias por sexo y por facultad y su relación con una ideología conservadora.
En España participaran 457 estudiantes (315 mujeres: 68,9 por 100: y 142 hombres: 31,1 por 100) de segundo curso de las Facultades de Derecho (90 estudiantes), Medicina (136 estudiantes) y Psicología (231 estudiantes), de la Universidad Autónoma de Barcelona, España. Su edad promedio fue de X=20.13 (D.T.=2.0). Aunque no se recolectó información específica, se puede suponer que los sujetos pertenecían a un nivel socioeconómico medio.
En México participaran 517 estudiantes (328 mujeres: 63,45 por 100; y 189 hombres: 36,55 por 100) de tercer año de las Facultades de Derecho (176 estudiantes), Medicina (149 estudiantes) y Psicología (192 estudiantes), de la Universidad Autónoma Metropolitana, Plantel Atzcapotzalco (Carrera de Derecho) y de la Universidad Autónoma de México, Campus Iztacala (las dos últimas), ambas ubicadas en la zona metropolitana de la Ciudad de México. Su edad promedio fue de X=22.46 (D.T.=2.8). Presumiblemente, los sujetos pertenecían a un nivel socioeconómico medio.
Se utilizó un cuestionario original de McCaul, Veltum, Boyechko y Crawford (1990), que fue contextualizado socioculturalmente y confiabilizado a través de jueces calificados para su aplicación tanto en la población catalana como en la mexicana. El instrumento en su totalidad consistió en:
a) Una hoja de instrucciones.
b) Dos versiones (forma A y forma B) de cada una de las 9 historias (que reflejan las variables socioculturales) relatando diferentes ataques sexuales, en donde la manipulación del parámetro relevante fue la única diferencia entre ambas formas. Se respetó la asignación de las historias a la forma A y B de los autores originales, quienes a su vez las asignaron al azar.
c) Una hoja de respuestas.
d) Una versión al castellano (para México) de la adaptación catalana (Ortet, 1990), de la Escala de Conservadurismo Social (Escala C) original de Wilson y Patterson (1968).
e) Una hoja de datos de filiación.
Los participantes leyeron las historias que relataban diversos casos de violaciones, y contestaron al instrumento haciendo atribuciones a las víctimas de las narraciones.
Se incorporaron como participantes al estudio a todos los alumnos presentes el día elegido para aplicar el instrumento, cubriendo ambos turnos (matutino y vespertino) y recorriendo sucesivamente cada uno de los grupos. Contestaron de forma voluntaria y anónima. Los participantes no supieron que existían dos formas diferentes (A y B). Se les dijo que la investigación era "para conocer las creencias de la gente acerca de la agresión sexual", sin hacer referencia a que se medirían los procesos de atribución a una víctima de violación. Las formas se distribuyeron al azar.
Como ya se menciono, se generaron nueve historias sobre ataques sexuales en cada una de las variables socioculturales (forma A y B); así por ejemplo, en la primera variable ', respetabilidad de la víctima", en la forma A se describe a una mujer que es casada, tiene hijos y al salir del hospital al que acudió a visitar a un amigo enfermo es atacada; en la forma B se menciona que la mujer trabaja en un bingo y al salir de un bar al que entró a tomar unas copas es atacada. El resto de la historia fue el mismo para ambas formas. Con las demás variables se hicieron manipulaciones similares.
Después de haber recibido las instrucciones verbales sobre el material asignado, los participantes leyeron las indicaciones y respondieron (lo que les llevó 30 minutos aproximadamente) a las preguntas del cuestionario sobre las nueve historias: se les pidió que leyeran cada relato separadamente y emitieran juicios de culpabilidad en una escala de 1 (ninguna culpa) a 7 (toda la culpa). Luego volvieron a leer cada historia y evaluaron cuánto placer creían que había obtenido la víctima (con una escala similar). Posteriormente contestaron a la Escala de Conservadurismo Social (Escala C) en la que debieron manifestar su acuerdo, desacuerdo o indecisión ante los temas representativos de una ideología liberal o conservadora, que fueron del tipo: "pena de muerte", "fecundación artificial", etc.
Asignado el material, la distribución resultó: Barcelona, 238 sujetos contestaron la forma A y 219 la forma B. México: 258 sujetos contestaron la forma A y 259 la forma B.
Al comparar las medias obtenidas de las atribuciones de culpa y placer a la víctima entre los universitarios mexicanos y catalanes que conformaron nuestra muestra, observamos que ambos puntuaron con la misma tendencia en las nueve situaciones. Los puntajes en general fueron bajos. Y los estudiantes catalanes significativamente atribuyeron más culpa y más placer a la víctima que los mexicanos.
El tratamiento de los resultados incluyó comparaciones de medias (t de Student), para las comparaciones entre más de dos grupos se realizó análisis de varianza (Tukey); también se hicieron correlaciones de Pearson.
En cuanto a la comparación a través de la escala de conservadurismo, pudimos observar que ambas muestras tuvieron una tendencia progresista, dado que las dos puntuaron bajo (el máximo posble era de 100), si bien los mexicanos N=34.26; D.T.=9.65) resultaron significativamente más conservadores que los catalanes (X=-28.20; D.T.= 11.4).
Con respecto a las comparaciones por sexo, encontramos que al analizar las muestras por separado, entre los catalanes no se observaron diferencias significativas en cuanto a la atribución de culpa, si bien los hombres mostraron mayor tendencia a culparla que las mujeres. Entre los mexicanos también los hombres atribuyeron mayor culpa que las mujeres, en 6 (de los 18 casos si consideramos ambas formas) de forma significativa
Respecto al placer, nuevamente los hombres atribuyeron mayor placer sexual a la víctima esta vez de forma significativa, tanto en la muestra de catalanes (en los que la diferencia se observó en los 18 casos) como en la de mexicanos (en los que la diferencia se observó en 9 de los 18 casos).
En la comparación por Facultades, al analizar las muestras por separado encontramos que los catalanes al atribuir culpa no mostraron diferencias significativas a excepción de un parámetro: los estudiantes de Medicina atribuyeron mayor culpa a la víctima no atractiva que los de Derecho y Psicología. En cuanto a la atribución de placer, no se encontraron diferencias significativas.
Entre los mexicanos sí se encontraron diferencias significativas entre las facultades: al atribuir culpa los estudiantes de Derecho culparan más que los demás en 10 de los 18 casos (considerando ambas formas), y en los parámetros restantes se observó la misma tendencia. En cuanto a la atribución de placer, hubo diferencias significativas en 6 casos, y en todos ellos nuevamente los alumnos de Derecho atribuyeron mayor placer sexual a la víctima que los de Medicina y Psicología, observándose la misma tendencia en los casos restantes
La tabla 1 muestra la comparación de medias y desviaciones típicas para las atribuciones de culpa a la víctima de violación en los 9 parámetros, ambas formas, entre las dos muestras. En ellos se observa que los catalanes hicieron mayores atribuciones que los mexicanos en todos los parámetros (ambas formas), de forma significativa (p<0.05; p<0.01 y p<0.001), a excepción de tres de ellos en los cuales no se alcanzó este criterio: en el atractivo físico de la víctima cuando ella es poco atractiva, y en el estatus marital de la víctima en ambas formas, es decir, tanto cuando es casada como cuando es soltera.
La tabla 2 muestra la comparación de medias y desviaciones típicas para las atribuciones de placer a la víctima de violación en los 9 parámetros, ambas formas, entre las dos muestras. En ellos se observa que los catalanes hicieron mayores atribuciones que los mexicanos en casi todos los temas de manera significativa (p<0.05; p<0.01 y p<0.001) en 12 de los 18 si contamos ambas formas.
En el caso en que la víctima era de alta respetabilidad, cuando la víctima era de género masculino y cuando era soltera, no hubo diferencias significativas, si bien se mantuvo la tendencia de los catalanes a atribuirle mayor placer que los mexicanos. Sólo hubo tres casos en que los mexicanos atribuyeron mayor placer: cuando la víctima sí se resistió (p<0.05), cuando sí fue muy dañada físicamente (p.<0.01), y cuando era casada (sin diferencias significativas).
Al correlacionar conservadurismo con sexo, observamos que en ninguna de las dos muestras hubo diferencias significativas entre ambos sexos con respecto a la escala de conservadurismo.
Al correlacionar conservadurismo con facultad, en Barcelona los estudiantes de Derecho (X=30.53; D.T.=13.2) y de Medicina (X=30.43, D.T. = 11. 7) resultaron significativamente (p<0.001) mas conservadores que los de Psicología (X=25.97; D.T. =9.9).
Mientras que en México, la Facultad de Derecho (X=33.87; D.T.=48) y la de Psicología (31.94; D.T.=18) fueron significativamente menos conservadoras (p<0.00l) que la de Medicina (X=37.69; D.T.=19).
Posteriormente se obtuvieron coeficientes de correlación entre las atribuciones de culpa y placer a la víctima, y en ambas muestras se observó una clara correlación positiva, lo que significa que siempre que una variable llevó a la inferencia de culpabilidad de la víctima, también generó la atribución de que ésta había obtenido placer sexual. Para la muestra de Barcelona los valores fueron estadísticamente significativos en 12 de las 18 historias (considerando ambas formas) y en la de México ocurrió en todos los casos Finalmente, al comparar la atribución de culpa y placer con el conservadurismo observamos que en los catalanes en 10 de los 18 casos el conservadurismo correlacionó positivamente con las atribuciones de culpa, y en 6 de los 18 con el placer sexual. En México, las atribuciones de culpa también correlacionarían positivamente en 10 de los 18 casos, y en 7 de los 18 con las atribuciones de placer.
Quizás lo que más podría sorprender al revisar los resultados obtenidos es que la muestra de estudiantes catalanes haya realizado de forma significativa mayores atribuciones de culpa y placer a la víctima de violación con respecto a los mexicanos.
Lo primero que debe aclararse en este momento, es que los puntajes en general se mantuvieron bajos para ambas muestras. Pero aún así, ¿cómo explicar este hallazgo cuando los estereotipos hacían pensar que en México (en comparación con Cataluña) prevalecen más los roles tradicionales, los mitos sexuales, el machismo, y otras características culturales que apuntaban a predecir que los mexicanos harían mayores atribuciones a la víctima?
Una posible explicación es que en México, en las Universidades y centros de Educación Superior actualmente existe una auténtica avalancha de estudios e investigaciones acerca de la mujer, y especialmente sobre violencia sexual. Se han multiplicado los posgrados y especializados dirigidos a su abordaje teórico y práctico desde diferentes disciplinas, y con ello actividades que promueven la sensibilización del alumnado, que directa o indirectamente permanece más en contacto con el tema.
La muestra de estudiantes mexicanos que fue tomada de la UNAM-I y de la UAM-A no son la excepción: en la primera existe incluso un centro de apoyo a víctimas de violación (PIAV) y la segunda cuenta con un bufete jurídico (que corre a cargo de los pasantes de Derecho) de apoyo legal a víctimas de la violencia.
Tal vez el hecho de que en la Universidad Autónoma de Barcelona durante el período 1988-93 se encuentren en el catálogo de tesis de doctorado de tercer cielo 8 tesis de la carrera de Psicología relativos a temas de la mujer, y en el mismo período sólo en la UNAM-I existan 35, pueda reforzar la idea de que los universitarios mexicanos hicieron menos atribuciones a la víctima al representar una muestra más sensibilizada al tema.
Una segunda explicación nos lleva a una seria reflexión acerca de los estereotipos, que si bien criticamos y deseamos erradicar, siguen permeando en gran medida el abordaje de fenómenos tan complejos como es la violencia sexual: ¿por qué presuponer que la muestra de mexicanos tendría que hacer mayores atribuciones que los catalanes?
El estereotipo del "macho" en general y del "machismo mexicano" en particular, tendría que ponerse en tela de juicio.
Cornwall y Lindisfarne (1994) mencionan que el término "macho" se usa de maneras muy diferentes y representa diversas masculinidades; así, el macho latino se considera vigoroso y violento, pero también romántico y emocional; puede hacer alarde de fuerza y violencia, pero también es generoso, protector y prefiere la seducción a la violencia. El concepto pues, puede ser contradictorio y hasta opuesto dependiendo del contexto.
Por ello, en estudios transculturales el uso y aplicación del término debe ubicarse dentro de un amplio rango de variaciones en un repertorio cultural.
Así, si bien muchos estudios demuestran que los grupos con mayor apego a los estereotipos de roles sexuales y a los mitos sobre la violación tienden a culpar mas y a atribuir mayor placer a la víctima (Burt, 1980, Banchs, 199 l), recientemente se empieza a divulgar a través de investigaciones transculturales que grupos sociales considerados "vanguardistas", "primermundistas" o "altamente desarrollados" pueden tener, por ejemplo, mayores cifras de violencia y de agresión sexual.
Sorenson y Siegel (1992) compararon una muestra de hispanos (nacidos en México, y México-americanos) y otra de estadounidenses blancos, encontrando que consistentemente con las estadísticas estos últimos denuncian más las agresiones sexuales (lo cual puede deberse a la desprotección legal y a la falta de credibilidad y de apoyo social a las minorías étnicas), pero aún así en su estudio hubo significativamente (2.5 veces) más agresiones sexuales dentro del grupo de estadounidenses, y esto fue observado a través de variables como la edad, el género y el nivel educativo.
Dichos autores proponen que existen factores culturales que permiten reducir el riesgo de las agresiones sexuales entre los mexicanos: las características "machistas" de esta cultura incluyen que las chicas no pueden salir solas hasta entrada la adolescencia, y casi siempre van acompañadas; esta norma puede reducir su exposición a situaciones de riesgo. También se ha observado que entre los mexicanos existe mayor sentido de comunidad y solidaridad de grupo. Concluyen que la mexicana es un ejemplo de cultura tradicional con nociones patriarcales sumamente criticadas por las feministas pero que arroja menores cifras de victimización que muchas sociedades más desarrolladas e igualitarias en las relaciones de género pero con cifras asombrosamente altas.
Wyatt (1992) comparó mujeres blancas y afroamericanas violadas en Estados Unidos y encontró que sus valores culturales influencian en gran medida su experiencia ante el ataque y su ajuste post-asalto: la percepción de la violencia sexual también puede estar filtrada por estos factores.
George, Winfield y Blazer (1992), estudiaron la prevalencia y características del ataque sexual, correlatos demográficos, efectos y fuentes de apoyo entre dos muestras de estadounidenses: una de Carolina del Norte (considerada social y políticamente más conservadora) y otra de Los Angeles. En la primera encontraron menos incidencia de violencia sexual y menos abuso de alcohol y drogas (lo que puede relacionarse con menos crímenes violentos), así como mayor participación religiosa (por lo que quizás los hombres se involucran menos en crímenes y las mujeres se colocan menos en situaciones de riesgo). Los autores concluyen que si bien no se puede demostrar que esas diferencias culturales entre Carolina del Norte y Los Angeles sean la causa de mayor riesgo de violencia sexual en L.A., sí es posible que esos factores jueguen algún papel.
Del mismo modo, uno esperaría mayor prevalencia de agresión sexual entre personas de bajo nivel socioeconómico porque viven en áreas de mayor criminalidad y desorganización social, pero el resultado de la comparación mostró otra dinámica; las mujeres con mayor nivel educativo resultaron más victimizadas tal vez porque tienen más esferas de actividad y se desplazan más que lo que prescriben los roles tradicionales: un incrementado riesgo de victimización parece ser una indeseable consecuencia del cambio y alejamiento de los roles de género.
Sorenson, Stein, Siegel, Goldeig y Burnham (1987, citados en George y Cols., 1992), encontraron una mayor incidencia de agresiones sexuales entre anglosajones al compararlos con hispanos, lo cual puede reflejar diferencias culturales, como que los hispanos al tener mayor apego a los roles tradicionales y estructuras familiares y religiosas más fuertes, mantienen mayor cohesión de grupo y un más acentuado sentimiento de solidaridad.
Ciertamente, los estudios citados muestran estadísticas de incidencia de actos violentos y no directamente investigaciones sobre atribución de culpa y placer, pero dado que sabemos que los observadores suelen atribuir a partir de esquemas causales (tanto es así que el estereotipo apuntaba a que los mexicanos harían mayores atribuciones) y a pesar de que no podemos identificar específicamente los factores que operaron para producir las sustanciales diferencias observadas (y con las reservas que conlleva un estudio con muestras universitarias) es posible inferir que entre los estudiantes catalanes al momento de analizar una historia de violación y hacer atribuciones a la víctima pudo entrar en juego la idea de que -dado que en su sociedad se supone que las mujeres son independientes, asertivas y capaces de defenderse solas-, si resultaron violadas fue porque al menos en alguna medida no hicieron lo suficiente para evitarlo, o directamente lo permitieron por obtener placer sexual con ello; en contraste, es posible que los mexicanos consideraran que si una mujer resulta violada (y ya que en México la imagen femenina es de mayor desprotección y vulnerabilidad) se debió a que no fue capaz de defenderse.
Chen y Lan Lin (1990), mencionan en su estudio la pertinencia de considerar que las sociedades tradicionales mantienen la idea de que la violación no es sólo un acto de violencia hacia la víctima (mujer), sino también lo es hacia su pareja, y esto puede ocasionar que los hombres en estos contextos culturales defiendan más a las mujeres.
Otra posible interpretación la brindan Sorenson y Siegel (1992), al afirmar que la violación no es sólo una función de la dominancia masculina o de la misoginia de una cultura, sino de una actitud permisiva hacia la agresión, por lo tanto, una cultura muy patriarcal puede incluir bajos niveles de violencia sexual si censura la violencia contra los miembros de un grupo.
Con respecto a los demás resultados, también observamos (lo que parecería contradictorio) que aún puntuando en niveles bajos, los mexicanos resultaron mucho más conservadores que los catalanes. Esto puede deberse, de acuerdo a los comentarios anteriores, a que efectivamente la muestra de mexicanos tenga valores más tradicionales, o también a que los catalanes posean una especie de "autoimagen antimachista" la cual sesgó sus respuestas, pues como sostienen Rodríguez y Cols. (1993) hay una especie de "moda" actual sobre todo de los círculos académicos "progress" y muy marcada en sociedades "avanzadas" entre las cuales "existe una suerte de exhibicionismo antimachista... que puede caer simultáneamente en la flagrante contradicción de sostener posiciones o verbalizaciones machistas" (p. 276).... "es una ideología que desprecia el machismo pero que está larvada con la presencia de éste para actuar y responder en la cotidianeidad" (p. 284). En nuestro estudio, hubiera sido interesante incluir quizás la pregunta directa: ¿Te consideras machista? o ¿qué opinión tienes sobre el machismo?.
En lo que se refiere a las comparaciones por sexo, por lo visto entre la muestra de catalanes no hubo diferencias significativas al atribuir culpa, lo que hace suponer que entre los hombres y mujeres de esta muestra rigieron patrones semejantes, mientras que entre los mexicanos los varones hicieron mayores atribuciones, hecho que puede explicarse a través de la hipótesis de las Atribuciones Defensivas y de la identidad de género, lo cual ha sido ampliamente probado a lo largo de diferentes investigaciones. En la misma comparación por sexos, también los hombres hicieron mayores atribuciones de placer que las mujeres en ambas muestras.
Con respecto a la comparación por facultades, consistentemente los estudiantes de Psicología se perfilaron como los que atribuyeron menos culpa y placer sexual y también como los menos conservadores, como apuntaban los estudios tradicionales.
Al abordar fenómenos como la agresión sexual resulta de suma importancia considerar una serie de factores socioculturales y contextuales que pueden influenciar seriamente la percepción y el comportamiento de las personas.
Como sostienen Campbell y Cols. (1993), los hombres y las mujeres suelen tener diferentes representaciones sociales hacia la agresión, este efecto es más acusado cuando estudiamos colectivos, pues las actitudes acerca de la violencia y los efectos de esas experiencias en las víctimas pueden estar influenciadas por el contexto sociocultural (Wyatt, 1992). "conservadurismo", "liberalidad" "igualdad", "machismo", etc., pueden manifestarse de muchas formas.
A pesar de que las investigaciones coinciden en que la violación es una extensión lógica de los roles machistas, también debemos considerar la multidimensionalidad. El "machismo" se considera muy extendido en América Latina, pero no es exclusivo de ella "...aparece en distintas partes del planeta... y pueden darse diferencias en la forma de testimoniar este fenómeno..." (Rodríguez y Cols., 1993; p. 277).
De acuerdo con la reflexión de White y Sorenson (1992), "estamos ahora en posición de entender las discrepancias en términos de la diversidad (p. 188). Así, pues, la diversidad de la expresión de la violencia debe considerarse si no queremos caer en explicaciones simplistas, sobre todo ahora que en los últimos años se ha generado tanta investigación sobre el tema y podemos empezar a rebasar lo ya sabido y entrar a considerar aspectos de grano fino en donde las aparentes discrepancias tienen en realidad que ver con el reconocimiento de la particularidad: ¿qué es más violento, considerar a las mujeres débiles y vulnerables y de ahí obstaculizar su independencia y el ejercicio de sus derechos, o ser indiferentes ante la violencia hacia la mujer y considerar que debería ser capaz de defenderse sola?
¿Cómo superar los roles de género tradicionales y alcanzar la igualdad sin tener que pagar las altas cuotas de violencia e indiferencia que sobre todo las mujeres blancas y occidentales de las culturas "altamente desarrolladas" deben enfrentar?
Es imprescindible que mediante la educación se transformen las actitudes y valores y se encaminen hacia un profundo respeto.
Es necesario generar mayor investigación transcultural reconociendo la existencia de las diferencias, incluidas sus expresiones culturales "positivas" y "negativas" (aunque sean "tercermundistas"), y apreciar lo valioso de la diversidad.
Y es recomendable generar modelos multidimensionales que consideren la interacción de factores socioculturales, inter e intrapersonales al abordar fenómenos tan complejos como la violencia sexual.