EXPERIENCIA
La sociedad, no es solamente un conjunto o una suma de individuos. La sociedad es el conjunto de relaciones que se dan entre ellos. Estas relaciones han venido evolucionando en la forma de procesos sociales de interacción que han dado lugar a la formación de organizaciones sociales (Berger y Luckmann, 1968). A medida que las organizaciones sociales se estabilizan, desarrollan sus normas de acción, y establecen pautas explícitas de trabajo, se van convirtiendo en situaciones.
Existen tantas instituciones como modalidades del quehacer humano se han cristalizado en cada sociedad. Algunas de ellas han venido surgiendo desde la temprana Edad Media con el fin de dar una respuesta desde las instancias del poder o de la administración oficial a los problemas relacionados con la supervivencia o el bienestar de aquellas personas que en un momento dado no tienen el poder y la oportunidad suficientes para subsistir por sí mismos. Por lo tanto, desde las instancias del poder o la administración oficial estas personas han sido colocadas en un lugar dentro de la estructura social. Lugar legitimado a través del pensamiento que sobre el hombre y la sociedad se tenga en cada momento histórico. De esta forma, a los individuos que en un momento determinado no estén integrados dentro de los patrones dominantes de la sociedad, se les da un tratamiento que les induce a comportarse de una manera que no ponga en peligro el sistema vigente y que le dé sentido a las acciones que sobre ellos ejerce la sociedad. Es decir, que las instituciones formales, desempeñan un rol con respecto a los individuos, que implica un rol complementario por parte de éstos. Se establecen así unas relaciones recíprocas que reproducen y mantienen un orden social Particular.
Los servicios formales, corresponden a una forma de pensar esas relaciones entre el estado y la sociedad y la idea de la comunidad o de la intervención comunitaria corresponde a otra forma de pensar esas relaciones.
Al plantearnos la pregunta sobre el rol de los servicios formales en la intervención comunitaria estamos nuevamente explorando las relaciones entre las instituciones u organizaciones formales y los individuos que ya son tenidos en cuenta en tanto comunidad.
¿Cómo ha llegado a darse este paso de lo individual a lo comunitario? ¿Qué ha sucedido para que una instancia que presta servicios formales se plantee el tema de la intervención?
Trataré de hacer un breve seguimiento de la evolución del concepto de servicios sociales a lo largo de la evolución histórica de la sociedad occidental y finalmente, a partir de un ejemplo real, plantear el posible, y quizás deseable, derrotero del proceso de interacción entre las instancias oficiales y la comunidad.
Oto Luque (1992) presenta la evolución del concepto de servicios sociales a lo largo de la historia como una serie de etapas evolutivas que se han cristalizado por medio de diversos conceptos claves. Los que él explicita son los siguientes: Caridad, Beneficencia, Asistencia Social, Servicios Sociales en Seguridad Social y Bienestar.
Cada concepto responde a una forma particular de evolución y estructuración de la sociedad donde se establecen nuevas relaciones entre el estado o las instituciones formales y la sociedad o comunidad.
En el Medioevo, la relación entre el señor y el siervo, y las relaciones entre las cofradías y Hermandades con el pobre o indigente se daban a través de la «limosna» legitimados por la idea de la caridad cristiana. Se expresa aquí el Teocentrismo o teología medieval como forma de pensamiento de la época, que define el concepto de hombre y de la sociedad y en función de esa definición legítima sus relaciones. La caridad cristiana es la manera como los notables y los Poderosos limpiaban sus conciencias, así como las hermandades y cofradías religiosas practicaban su idea del amor a través de la limosna. Entre las características del sistema de la caridad es de anotar su carácter de acción puntual, subsidiaria y no planificada. El hecho de no generar ningún tipo de derecho en quien recibe, ni ninguna obligación por parte de quien presta la ayuda.
En el Siglo XVI, con el surgimiento de la Edad Moderna, el capitalismo naciente, el iluminismo y el racionalismo, se da lugar a un nuevo concepto del hombre racional y a la realización de acciones organizadas y racionales frente a los problemas públicos. La Beneficencia Pública pasará a ser la manifestación institucional típica de ayuda a los pobres y marginados sociales. (Oto Luque, 1992). Joan Lluis Vives en su obra «De Subentione Pauperum» (1526) postula la intervención social pública y técnica de tratamiento de las situaciones de carencia, enmarcada en la «responsabilidad de las autoridades en lo que concierne a la situación a atención de los pobres». Este modelo de Beneficencia será entendido como «una organización y actividad que implica la realización de prestaciones graciables de mera subsistencia (acogimiento, alimentación y vestido, básicamente) en favor de los indigentes, financiada con fondos públicos y privados» (Rubio, 1967). En la «ley de pobres» inglesa de 1601, se culpabiliza de la miseria a los individuos con capacidad de trabajo. Las instituciones características de este modelo son los Hospitales Asilares, los Hospicios, los Albergues y Casas de Misericordia y las Sociedades de Socorros Mutuos, que tienen como antecedentes las cofradías medioevales. Este modelo se caracteriza porque tiene una acción planificada, es un sistema de prestación social subsidiario (sin límites definidos). No genera ningún tipo de obligación formal por parte de quien ofrece la ayuda, ni se genera ningún derecho por parte de quien la recibe, y el objeto de la intervención es la indigencia social.
A filiales del siglo XVIII con el surgimiento de la Revolución Francesa, se presenta la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que va a determinar un cambio en la concepción del hombre y la sociedad. El hombre ya es un sujeto de derechos y de necesidades. A mediados del siglo XIX a partir de la ideología liberal y la ideología socialista se cuestiona la filosofía que justifica la adecuación de las políticas sociales basadas en la asunción de culpabilidad individual como la causa de la pobreza (Jiménez Salas, 1985). Se argumenta que la provisión de servicios por parte del Estado es compatible con el crecimiento económico y los intereses sociales de progreso (Tamames, 1974). En un contexto marcado por las reivindicaciones del movimiento obrero en busca del cambio social se plantea la Asistencia Social como un momento de transición entre el Estado liberal y el Estado Intervencionista.
La asistencia va dirigida a la atención de necesidades básicas y no a la mera indigencia. Aparece la figura del Asistente Social. Se reconocen ciertos derechos en los usuarios quienes, ajustándose a ciertos perfiles de necesidad, tienen a priori, asegurada una prestación o asignación de recursos. Se busca subsidiar a aquellos sectores que no están cubiertos por otros sistemas sociales de cobertura. La figura institucional de este modelo son los «Fondos» cuyas finalidades generales eran: La concesión de prestaciones económicas a ancianos, enfermos o disminuidos desamparados sin medios económicos no perceptores de ninguna pensión o prestación, y las ayudas a la infancia desvalida y a los «subnormales» para completar los gastos de estancia en los centros públicos y privados.
El concepto de servicios sociales enmarcados en la idea de la «Seguridad Social» proviene de un mecanismo a través del cual se actúa preventivamente frente a un posible futuro de desampara. Se crean «instituciones donde empresarios y trabajadores aportan cuotas que sirven para cubrir los riesgos laborales y sociales de los trabajadores. Aquí se incluyen la enfermedad, los accidentes profesionales, la invalidez y la vejez» (Schneider, 1966). Se distinguen dos tipos básicos. Por un lado, tendríamos la denominada Seguridad Social Asistencial donde la financiación es pública y la cobertura personal que alcanza a todos los ciudadanos (De La Villa, 1986). Sin embargo, en este modelo, los Servicios Sociales únicamente atienden a determinados sectores o grupos, y no a la totalidad de la población en situación de necesidad social, produciendo con ello importantes desniveles y descoordinaciones en el sistema de Servicios Sociales. La expresión «Seguridad Social» se emplea por primera vez en el año 1935 en Estados Unidos, se trata de una de las medidas que Roosevelt establece para hacer frente a la gran depresión económica del momento. (Luque, 1992).
Finalmente, a partir de la década de los 60 con el crecimiento económico y el surgimiento de los países llamados desarrollados en el mundo occidental, surge el concepto de «Bienestar Social» ligado al modelo denominado «Estado de Bienestar» (Welfare State). En este modelo, el estado de bienestar es entendido como aquel conjunto de actuaciones públicas tendentes a garantizar a todo ciudadano, por el mero hecho de serlo, el acceso a un mínimo de servicios que garantizen su supervivencia en condiciones de calidad de vida (Castles, 1985; Therborn, 1987). Aquí, la planificación y la previsión de acciones es uno de los elementos que caracterizan a los servicios sociales, ello implica el reconocimiento de la interacción e interdependencia en todos los ámbitos y sectores de intervención.
Así se dirá, que cualquier intervención, p.e., en la infancia tendrá repercusiones en otros sectores sociales (familia, mujer, etc.), imponiéndose progresivamente una perspectiva comunitaria en la consideración de los problemas sociales (Luque, 1992). Llama la atención el hecho de que en este momento ya se está hablando de intervención, desde el punto de vista del reconocimiento de los efectos que la acción sobre un sector tienen sobre los otros sectores entendiéndose la resultante final como el efecto sobre la comunidad.
El modelo del Bienestar Social, se desarrolló rápidamente a través de la subvención de las necesidades de amplios sectores sociales. Los problemas que se podrían señalar frente a este tipo de servicio formal pueden sintetizarse en dos. El primero es el papel pasivo y dependiente del Estado que éste induce en el ciudadano común,- quién solamente se preocupa por luchar para que el Estado reconozca sus derechos, entendido éstos como el derecho a ser subsidiado, no desarrollando ninguna acción que promueva su autodesarrollo personal. El segundo es la modalidad de prestación de servicios de manera individualizada, que coloca al ciudadano como un ente aislado de sus nexos sociales y comunitarios, que fortalece una cultura individualista y egoísta, y que le lleva a hacer uso privado de un bien público. Es decir que en vez de desarrollarse los intereses de carácter público, se satisfacen las necesidades y los intereses individuales.
El modelo del Estado de Bienestar con sus políticas de Bienestar Social creció y se consolidó mientras se dio un período expansivo de las economías occidentales. Sin embargo, desde los años 70 en que se inicia el período de crisis económicas, se ha hecho imposible la financiación de tal modelo. «Como indica Gotz (1986: 17): las causas de la crisis están inscritas en la estructura del aparato de producción, de tal modo que su eliminación no depende de la gestión de éste, sino de su reforma estructural". Así pues, la crisis de los sistemas de protección social no puede reducirse a una mera crisis financiera. La situación actual no será más que un síntoma de una crisis social más profunda (con connotaciones políticas y culturales)». (Bueno, 1988).
Como podemos observar a partir de esta corta presentación del desarrollo histórico de los servicios sociales, hay un cambio progresivo del concepto que la sociedad o las instituciones tienen del hombre común y del papel que éstas tienen frente a él. El hombre común ha pasado de ser un indigente que no es sujeto de derechos a ser un ciudadano que cada vez espera y exige más de las instituciones formales, hasta el momento actual en que el modelo de bienestar llega a su crisis y ya no está en capacidad de satisfacer de manera individualizada las necesidades de los ciudadanos.
Por otro lado, el papel que las instituciones de servicios formales asumen frente al ciudadano común va cambiando a lo largo de las épocas desde el papel de dar limosna, asilo o protección, en que se culpabiliza al pobre de su situación, pasando por el reconocimiento de la responsabilidad que juegan las instancias de poder en el mantenimiento de condiciones de ignorancia y pobreza a la población, desarrollándose así el rol de la asistencia social como una nueva profesión, hasta el reconocimiento de que toda acción oficial sobre cualquier sector de la población es una intervención que afecta todo el sistema reconociéndose la dimensión comunitaria.
En el momento presente, ante la situación de crisis del modelo de bienestar se ve la necesidad de superar la prestación de servicios de manera individualizada, de luchar por la creación de una cultura más solidaria, y por la importancia del fortalecimiento de la participación ciudadana que de manera más activa contribuya a la satisfacción de sus necesidades sin que dependa tan pasivamente del Estado. Un ejemplo de ello lo encontramos en el marco conceptual establecido en las leyes de Servicios Sociales de Euskadi: En su artículo 19, la Ley de Servicios Sociales del País Vasco (1982), se refiere a ellos como un sistema público de servicios que: «garantiza aquellas prestaciones sociales que tienden a favorecer el pleno y libre desarrollo de la persona dentro de la sociedad, a promover su participación en la vida ciudadana y a conseguir la prevención o la eliminación de las causas que conducen a su marginación».
Lo que se perfila en el seguimiento de este proceso de cambio que la sociedad tiene de sí misma y del ciudadano, no es más que el proceso de una lenta pero progresiva consolidación del ideal de la democracia social, es decir, un modelo de democracia que va más allá del mecanismo de elección de representantes para el ejercicio del gobierno, para pasar a un desarrollo progresivo de la persona de tal manera que tenga la capacidad de participar en todos los ámbitos de la vida social y hacerse responsable de su propia capacidad para autogestionar la satisfacción de sus necesidades con la contribución y apoyo de las instituciones de servicios formales.
Una forma como podríamos comprender el funcionamiento de esta nueva forma de acción de las instituciones en la intervención comunitaria es el ejemplo siguiente: En el barrio El Diamante de la ciudad de Cali (Colombia), durante la década del 80 se presentó una situación de deficiencia en la prestación del servicio de recolección de basuras, que conjuntamente con otros problemas comunitarios llevó a la comunidad a interrogarse sobre la problemática generada y a buscar una solución alternativa. A través de la asesoría y facilitación de un proceso de participación comunitaria por parte de una ONG del mismo barrio denominada ASCODI (Asociación Comunitaria para el Desarrollo Integral), los habitantes diseñaron una estrategia particular. Se adaptó una bodega de ASCODI para la recolección de las basuras, esta se denominó la «Bodega Ecológica». Las familias clasificaban sus basuras, las entregaban allí y se les abría una cuenta de ahorros, donde se consignaba el peso de los materiales entregados y su valor correspondiente en dinero. Con el producto obtenido de la venta de estos materiales reciclados, se creó una «Tienda Comunitaria» donde se vendía a toda la comunidad alimentos a precios más baratos que en el comercio general. Las personas que eran socias de la bodega ecológica compraban allí y tenían un mayor descuento, pagando en parte con su libreta de ahorros. Esta estrategia posibilitó resolver el problema de la recolección de basuras, de la contaminación ambiental, permitió mejorar la economía familiar, y promover la identidad y organización de la comunidad alrededor de un proyecto común. Cuando Regó el período de las elecciones, los diversos partidos políticos hicieron campañas electorales prometiendo hacer llegar el servicio de recolección de basuras y se encontraron con que la comunidad no deseaba ese servicio. Por el contrario, la comunidad exigía y esperaba que los partidos políticos lograran que en los extractos de cobro por los servicios municipales les fuera descontado el valor correspondiente a la recolección de basuras pues ya tenían ese problema resuelto.
A partir de este ejemplo, podemos identificar dos organizaciones formales que prestan servicios a la comunidad. Por un lado la empresa de recolección de basuras, especializada exclusivamente en este servicio, y por el otro, la organización no gubernamental (ONG) que se planteaba explícitamente el problema del desarrollo de la comunidad.
Al comparar estas dos organizaciones de servicios formales encontramos grandes diferencias. Por un lado, la empresa de recolección de basuras, de carácter público, extremadamente burocratizada, no tiene la capacidad, de dar una cobertura para la prestación de un servicio singular, el cual resulta costoso no sólo por el cobro del servicio sino porque esta empresa es financiada por los impuestos pagados por la misma comunidad. Por otro lado, la organización no gubernamental, originada por el asociacionismo de la comunidad, con escaso presupuesto, y orientada a la promoción del desarrollo integral de la comunidad. Además identificamos la presencia de los partidos políticos los cuales también son organizaciones formales supuestamente al servicio de la comunidad.
Las dos primeras organizaciones mencionadas están haciendo una intervención comunitaria. En el caso de la empresa de recolección de basuras, nos encontramos con la carencia del servicio, sin embargo si nos planteamos qué hubiera pasado si el servicio de recolección de basuras se realizara normalmente, lo más que podríamos afirmar sería que se ha satisfecho una necesidad de manera singular, sin interrogarnos siquiera por el destino de los desechos recogidos. El efecto sobre la comunidad en este caso sería el de unas condiciones de limpieza en las calles que no nos dicen nada con respecto a sus habitantes, excepto que producen basura y que ésta es recogida. En el segundo caso, el efecto de la intervención comunitaria ha sido el de generar una conciencia de la capacidad que tiene la comunidad para resolver por ella misma sus problemas, de generar una educación acerca de los efectos de la producción de basuras sobre el medio ambiente, de promover una organización y la autogestión comunitaria en la solución del problema, y la satisfacción simultánea de diversas necesidades. La comunidad no solamente resuelve el problema de recolección de basuras, sino que éstas dejan de producirse para transformarse ellas mismas en recurso comunitario, donde se satisface la necesidad de participación en la solución de los problemas, la creatividad, la subsistencia, la identidad y el ocio al obtenerse un ambiente más agradable no sólo desde el punto de vista físico sino psicológico. Las personas han desarrollado una responsabilidad por su medio ambiente a la vez que se realizan personalmente.
A partir de estos ejemplos podemos responder a la pregunta sobre el rol de los servicios formales en la intervención comunitaria de una manera que permite superar el modelo de bienestar. Este rol consiste en promover el desarrollo de la comunidad. Sin embargo, existen notables diferencias en la forma de intervención dependiendo del concepto de desarrollo que utilice cada una de estas organizaciones.
En el caso de la empresa de recolección de basuras más que una concepción del desarrollo de la comunidad se tiene la idea de que trabaja por el mejoramiento de las condiciones de vida para el alcance de una «calidad de vida» siendo la recolección de basuras supuestamente una de esas condiciones que está planteada de manera singular y abstracta, sin tener en cuenta que la producción de basuras forma parte de un proceso social más complejo que se relaciona con otras acciones, el cual tiene múltiples causas a la vez que múltiples consecuencias. En el caso de la ONG, se trabaja con una concepción del desarrollo que parte de la persona que vive el problema y acude a sus conocimientos y habilidades concretas potenciando así el «desarrollo integral de la persona y la comunidad». Aquí el mejoramiento de las condiciones de vida es algo que realiza la misma comunidad y no la organización formal. En este caso la producción de basura es la consecuencia de una serie de actitudes y de una forma de relación de la persona con su entorno, lo cual al ser reconocido por la persona misma lleva a que ésta se responsabilice de sus acciones y encuentre soluciones creativas para no contaminar su ambiente a la vez que le sirva para resolver otros problemas tales como mejorar las condiciones de subsistencia y generar fuentes de trabajo en el proceso de reciclaje de materiales. La calidad de vida es el producto de la construcción conjunta del ciudadano y su comunidad y no la causa del bienestar.
La diferencia fundamental que existe entre estas dos concepciones de desarrollo, y en consecuencia en estas dos concepciones de intervención comunitaria, se centra en el lugar que ocupa la persona con respecto al desarrollo de la comunidad y el tipo de cultura que promueve.
En el primer caso, la persona es un usuario de unos servicios ofrecidos por una empresa, la empresa se considera depositaria del poder de decisión sobre la manera como deben ser resueltos los problemas de la comunidad, hace uso de los recursos económicos de carácter público que proceden de la recaudación de impuestos y del cobro del servicio, considera que el problema es de tal magnitud y complejidad que debe ser resuelto por expertos, y trata de buscar soluciones a nivel macrosocial. El desarrollo es concebido a partir de indicadores económicos, donde se considera el bienestar de la comunidad en función de la cantidad de dinero invertida en la prestación del servicio. La persona en este caso no tiene posibilidad de opinar, de presentar alternativas de solución, es considerada inexperta e incapaz, y está sumida en la impotencia frente a la magnitud y complejidad del problema, a la vez que se espera que esté agradecida por el favor recibido. En este caso las personas dependen de los servicios formales y deben ajustarse al funcionamiento de los mismos, correspondiendo esta situación con el ideal correspondiente al modelo de bienestar. En este proceso de intercambio entre los servicios formales y las personas se producen y reproducen una serie de significados, de valores e ideas que hacen parte de la cultura viva. En este caso los valores transmitidos no se centran en la persona y la comunidad sino en el mantenimiento de una forma de vida centrada en el consumo y la producción irracional de desechos, sin ninguna consideración por los efectos sociales y ecológicos del proceso, siendo un sector particular de la sociedad, los productores de objetos de consumo los únicos beneficiarios del proceso.
En el segundo caso, la persona es el motor principal del desarrollo de la comunidad. No se puede entender el desarrollo de la comunidad sin que éste sea en sí mismo un desarrollo de la persona, la cual es creadora del sentido de la realidad, y forma parte integral de la generación de los problemas y de sus soluciones. Los problemas pueden ser resueltos creativamente a partir de la participación de las comunidades, y las organizaciones de servicios formales son solamente una condición que potencia y facilita los procesos de participación de la comunidad. Los problemas no se resuelven de manera aislada y singular, sino que están relacionados unos con otros y se acude a la solución integral de los mismos a través de la organización de la comunidad. Este es en sí mismo un proceso de educación comunitaria que poco a poco permite que las personas se hagan responsables de sí mismas y de su entorno ecológico y social, tengan control sobre las situaciones y se les reconozca la capacidad y el derecho de opinar y ofrecer soluciones alternativas a los problemas comunitarios. En este caso los servicios formales están al servicio de las personas y de la comunidad y deben adaptarse al cambio social, transformándose de una manera flexible de acuerdo a las nuevas condiciones de la comunidad.
Los valores transmitidos se centran en el reconocimiento del valor de las personas, de sus potencialidades, en el desarrollo de sus capacidades, en el reconocimiento de sus derechos para participar y resolver racionalmente sus problemas, y en el fortalecimiento de la identidad y organización comunitaria, así como la responsabilidad por su entorno. Es una cultura centrada en la actualización del potencial humano, y en la construcción de una sociedad democrática y participativa. Aquí los beneficiarios del proceso son todas las personas que forman parte de la comunidad.
Finalmente y a partir de este ejemplo, vale la pena destacar el papel que los diversos grupos políticos pueden jugar en el proceso de transformación de las instituciones para que éstas respondan y se orienten hacia el desarrollo de las personas y de la comunidad y no al revés. Las instituciones deben estar al servicio de la comunidad y de las personas, convirtiéndose en una condición objetiva para que estas se desarrollen, de una manera integral, para que se fortalezcan los vínculos y redes comunitarias, y se actualice el ideal de la sociedad democrática y participativa.
En el momento histórico actual, cada concepción del desarrollo de la comunidad va acompañada de una forma particular de intervención comunitaria, y en función de esta se organizan los servicios formales. Sin embargo, el nuevo modelo de intervención comunitaria está por construirse, pero ese nuevo modelo no podrá ser diseñado sin la participación de los ciudadanos, sin la contribución de las asociaciones y organizaciones comunitarias y sin el respaldo pleno de las instituciones formales. Las instituciones se constituyen en entes reguladores del flujo de recursos económicos y humanos que apoyen los procesos de participación ciudadana en la construcción de un nuevo, dinámico y flexible modelo de sociedad.
Todos estos fenómenos implican la transformación y democratización progresiva de la sociedad y de sus instituciones, para lo cual se requiere que las instituciones adopten un papel al servicio del desarrollo de la comunidad, es decir al desarrollo integral de cada una de las personas, grupos y sectores sociales, de tal forma que ellos puedan llegar a expresarse y realizarse a través de los servicios que estas prestan.