DOSSIER

Los servicios sociales a la infancia y la percepción de estigmatización en Holanda


Child welfare and perception of stigma in Holland

 

Evert SCHOLTE

Senior Research Fellow. Faculty of Social and Behavioural Sciences. University of Leiden, The Netherlands

Matthew COLTON

Senior Lecturer. Department of Social Policy and Applied Social Studies. University of Wales, Swansea

Ferrán CASAS

Catedrático de Psicología Social. Director del Instituto de Investigaciones sobre Calidad de Vida. Universidad de Gerona, España

Mark DRAKEFORD

Lecturer. School of Social and Administrative Studies. University of Wales, Cardiff

Susan ROBERTS

Research Assistant. Department of Social Policy and Applied Social Studies. University of Wales, Swansea

Margaret WILLIAMS

Assistant Professor. Faculty of Social Work. University of Calgary, Canada


RESUMEN

PALABRAS CLAVE

ABSTRACT

KEY WORDS

INTRODUCCION

LA ATENCION A LA INFANCIA EN HOLANDA

LA MUESTRA Y LOS METODOS LOS RESULTADOS CONCLUSION Y COMENTARIOS

BIBLIOGRAFIA


RESUMEN

En este artículo se investigan las ideas de estigma que los usuarios de los servicios sociales a la infancia y los profesionales que los prestan, atribuían a dichos servicios en Holanda. La ayuda material, el cuidado de día y los servicios residenciales suscitaban cierto sentimiento de descalificación, mientras que el acogimiento familiar producía un fuerte sentimiento de estigma. Los enfoques preventivos y los servicios sociales relacionados con la salud a la familia se percibieron como los servicios que menos descalificaban a los usuarios y los más fortalecedores. La prestación de los servicios no era en principio lo que provocaba el mayor sentimiento de estigma, sino el temor a ser descalificados por los demás al recibir los servicios sociales a la infancia. Además, los resultados sugieren que .los trabajadores sociales que responden a las necesidades de sus clientes, que están dispuestos a ayudar, que saben escuchar y que tratan de implicar a sus clientes en las decisiones sobre la atención, suscitan una participación más activa y mayores sentimientos de fortalecimiento y de bienestar, así como menos temor a las reacciones negativas por parte de los demás.

PALABRAS CLAVE

Servicios Sociales a la Infancia. Estigma. Descalificación. Fortalecimiento

ABSTRACT

This paper investigated the notions of stigma attributed to child welfare services by the users and the providers of such services in Holland. Material help, day care and residential care invoked a slight sense of disqualification, while foster care invoked a strong sense of stigma. Health related and preventive family approaches were perceived as services that disqualify users the least and empower them the most. It was not primarily the deliverance of the services that invoked the greatest sense of stigma, but the fear of being disqualified by others while receiving child welfare. Findings purther suggest that social workers who are responsive to the needs of their clients, who are ready to help, who listen well, and who attempt to involve their clients in care decisions cause more active participation and greater feelings of empowerment and well-being, and less fear of negative reactions from others.

KEY WORDS

Child Welfare. Stigma. Disqualification. Empowerment.

INTRODUCCION

Como en la mayoría de los países occidentales, en los Países Bajos la autonomía del individuo tiene una gran importancia. Se supone que los adultos gobiernan sus propias vidas de manera responsable. Por consiguiente, solicitar servicios sociales puede provocar un sentimiento de descalificación a las personas involucradas. Al fin y al cabo, la tan valorada ideología de la autonomía personal establece que las familias deberían ser capaces de solucionar en privado sus propios problemas, es decir, sin la ayuda de profesionales costeados por la comunidad. Investigaciones llevadas a cabo en otros países sugieren que la relación con los servicios sociales provoca un sentimiento de «descalificación» o de «estigma» entre las personas que utilizan esos servicios (Allen, 1983; Holman, 1988). La cuestión es si esos resultados son también aplicables a los Países Bajos. Se supone que los servicios sociales a la infancia sirven para ayudar a los niños con problemas y a sus familias, más que para provocar una descalificación. Si ciertos servicios se sienten como estigmatizantes, los profesionales que los dispensan tienen que encontrar mejores formas de hacerlo. En esta aportación, trataremos de explorar cómo perciben estos servicios los usuarios y los profesionales de los mismos en Holanda, en cuanto a su naturaleza descalificadora. Pero, antes de hacerlo, presentaremos un breve esbozo del sistema de atención a la infancia en Holanda.

LA ATENCION A LA INFANCIA EN HOLANDA

La política de atención a la infancia

Los supuestos básicos que subyacen a los modernos programas holandeses en cuanto a servicios sociales son equivalentes en gran medida a los establecidos en la mayoría de los demás países de la Europa occidental (Colton y Hellinckx, 1993), y de los Estados Unidos (Stroul y Friedman, 1986), que manifiestan que la atención al niño debe estar «centrada en el niño» y «basada en la comunidad». «Centrada en el niño» hace referencia a la idea de que las necesidades reales de los niños con problemas y de sus familias deben determinar la naturaleza de los servicios de asistencia. Éstos deben ser sensibles a las necesidades del niño y de su familia más que obligarles a adecuarse a sus condiciones y estructuras. Los profesionales que prestan atención social deben tener en cuenta los deseos del niño y de sus padres en cuando a la dignidad personal, y fomentar la máxima participación en la planificación y aplicación de la ayuda. Aun más, lo más pronto posible, la atención social debe devolver a los niños con problema y a sus familias, o desarrollar tanto como se pueda, la capacidad de controlar de nuevo sus propias vidas de un modo socialmente responsable. «Centrado en el niño» implica también que, en el mayor grado posible, se debe dispensar la ayuda en el entorno original de la familia. Las familias con problemas deben permanecer unidas y se debe apoyar a los padres en su rol parental. En otras palabras, las organizaciones de asistencia a los menores deben proporcionar un servicio «orientado a la familia.», y tener como objetivo fortalecer a los niños con problemas y a sus familias, en vez de crear una dependencia a largo plazo del sistema de asistencia profesional.

«Basado en la comunidad» supone que .los servicios a la infancia, incluyendo la disponibilidad de cuidados especiales, deben localizarse en las comunidades en las que residen los niños y sus familias. La oferta de ayudas se ve como una responsabilidad de las comunidades que también proporcionan las condiciones para la vida social en general y los servicios que facilitan el desarrollo normal de niños y niñas y sus familias: por ejemplo, escuelas, servicios sanitarios, centros comunitarios de vecinos, policía y autoridades locales. «Basado en la comunidad» implica también que el gobierno central transfiere a las autoridades locales una gran parte del control de los presupuestos para servicios sociales.

En 1989 se promulgó una nueva ley de atención a la infancia, basada en los supuestos anteriores, y las políticas correspondientes del gobierno holandés en cuanto a la atención a la infancia se han reorganizado como un continuo de atención, que va desde los servicios menos intensivos a los más intensivos. Los servicios preventivos abarcan a los niños vulnerables y a las familias «de riesgo» y son, en principio, gratuitos y de fácil acceso para todos los ciudadanos. Cualquiera puede obtener estos servicios sin costo en horario laboral. Los servicios intensivos se proporcionan únicamente cuando los servicios preventivos no pueden cumplir su cometido. Para la admisión se necesita una prescripción formal. Además, en Holanda, la utilización de los servicios sociales es fundamentalmente voluntaria. No obstante, cuando no es posible una atención a la infancia voluntariamente aceptada y las condiciones familiares amenazan seriamente el desarrollo saludable del niño, un juez de menores puede resolver que sea obligatoria.

Los servicios de atención a la infancia

En los Países Bajos se dispone de toda una gama de servicios para ayudar a los niños con problemas y a sus familias. Estos comprenden desde servicios preventivos para los niños, los padres y las familias, cuidado de día y acogimiento familiar, hasta instituciones residenciales para el tratamiento de niños con problemas de conducta (Ploeg, 1993; Scholte, 1996). La mayoría de estas medidas se establecieron a finales del pasado siglo por organizaciones de caridad privadas y por la iglesia, principalmente como respuesta a la deprivación material y social de los niños pobres en las grandes ciudades. En la actualidad, la mayoría de estas organizaciones son aún privadas, pero subvencionadas en gran parte por el gobierno holandés (los Ministerios de Servicios Sociales, Sanidad y Justicia), y se rigen por la nueva Ley de atención a la infancia aprobada en 1989. Las correspondientes políticas de atención social pretenden dar forma al sistema de atención a la infancia como un continuo global, en el que cada organización asistencial juega un papel funcional en cuanto a la ayuda especial que se necesita. Atender a la infancia es en primer lugar una responsabilidad de las comunidades con su capacidad «natural» para cuidar de los niños. Por ello, se pone mucho énfasis en la importancia de los servicios dirigidos a la prevención en la familia, basados en la comunidad (médicos de familia, oficinas de consulta, escuelas y así sucesivamente). La atención especializada a los niños sólo entra en juego cuando los servicios preventivos río pueden llevar a cabo su cometido.

En los Países Bajos, el sistema de atención a la infancia está organizado como un continuo de asistencia que ofrece servicios especializados de una manera funcional, escalonada desde leve a grave. La atención especializada comienza con una serie de medidas que se dirigen en primer lugar a ofrecer servicios preventivos en el entorno familiar del hogar. Existen tres tipos fundamentales de organizaciones: las Secciones Infantiles de las Organizaciones de los Servicios de Salud Mental (SSM); las Organizaciones de los Servicios Voluntarios a la Infancia (SVI); y las Organizaciones de los Servicios de Protección a la Infancia (SPI).

Las tareas fundamentales de las organizaciones de SSM son la prevención de los problemas de salud mental entre los jóvenes, y el tratamiento de los menores con problemas psicosociales relacionados con la salud mental. Anualmente se benefician de estos servicios entre 50.000 y 70.000 menores y/o sus padres. La mayoría de los profesionales que los prestan son especialistas altamente cualificados en medicina, psicología o psiquiatría (Konijn y Schuur, 1992).

Las organizaciones SVI proporcionan fundamentalmente la asistencia social y los servicios de orientación para los niños con familias «de riesgo» que están dispuestas a aceptar la atención de forma voluntaria. En base a cifras de 1988, calculamos que en los Países Bajos existen alrededor de 40 Centros de Asesoramiento para los Jóvenes y sus Familias. Atienden a unos 10.000 niños y sus familias al año. Los servicios de Centros de Asesoramiento para los Jóvenes son gratuitos y de acceso directo. Algunos centros utilizan salas de reunión donde se pueden ' encontrar los niños y niñas o establecer contacto con los profesionales, normalmente asistentes sociales o trabajadores de los servicios sociales a la infancia. La mayoría de los niños y niñas acuden a los centros por propia iniciativa, o porque tienen amigos allí.

Las organizaciones de SPI llevan a cabo la atención al niño relacionada con medidas de protección. Este tipo de atención puede ser solicitado por los Comités de Protección a la Infancia y se deben autorizar por un mandamiento judicial. Los profesionales que prestan estos servicios son trabajadores sociales cualificados. Si se precisa una atención especial, se remiten a los servicios especializados, en ocasiones en el campo de los servicios de salud mental, pero con más frecuencia a instituciones para el tratamiento residencial. En 1991, se sometió a alrededor de 18.000 niños y jóvenes holandeses a medidas de protección. Esto representa alrededor del 0,5% de la población total holandesa de cuatro millones de menores. Doce mil de estos niños se colocaron bajo una tutela limitada y los otros bajo tutela total. Hasta 1980 se dio un descenso más o menos constante en el número de medidas de protección de menores que se dictaron. Sin embargo, en las dos últimas décadas, esta tendencia ha cambiado de sentido y el número empieza otra vez a elevarse.

Cuando los servicios preventivos no pueden llevar a cabo la tarea, se pueden conseguir otros servicios especializados siguiendo el continuo de la asistencia al menor. Esto comprende el colocarlos en centros de cuidado de día, en acogimiento familiar o enviarlos a un centro residencial.

Las instalaciones de cuidado de día comprenden, a grosso modo, dos tipos. Los centros de asistencia médica de día se dirigen, en principio, a niños con problemas de salud, mientras que los centros Boddaert atienden a menores con dificultades emocionales o de conducta, o con problemas relacionados con la educación. Además, recientemente se han desarrollado proyectos de cuidado de día dirigidos a grupos especiales de riesgo, como los que abandonan la escuela. En 1991, utilizaron estos servicios de cuidado de día alrededor de 5.000 niños y jóvenes.

Las principales actividades en cuanto al acogimiento familiar se refieren al alojamiento en una familia de acogida normal (a corto o largo plazo), en una familia de acogida durante las vacaciones escolares y los fines de semana, o la instalación en un entorno de atención terapéutica. Durante los últimos años, el número de niños en acogimiento familiar en los Países Bajos ha permanecido relativamente estable, y se eleva a unos 10.000 niños al año. De éstos, 2.800 aproximadamente se sitúan en acogimiento familiar a largo plazo, 2.400 a corto plazo, y 3.800 en familias de acogida durante las vacaciones y los fines de semana. Aunque el número total de niños en acogimiento familiar se ha mantenido estable en las décadas anteriores, el entorno legal de estas acogidas ha experimentado un cambio drástico. En los años setenta, todos los acogimientos familiares se basaban en medidas de obligado cumplimiento de Protección al Menor, mientras que en 1991 la mitad fueron voluntarios. Esto refleja la resistencia creciente a sacar a los niños de su hogar, especialmente sin el consentimiento de los padres biológicos.

Con respecto a la atención residencial se dispone en Holanda de toda una serie de servicios. Estos servicios residenciales van desde la atención educativa en régimen residencial de menores «normales» en pequeñas viviendas, o en centros organizados como instituciones más grandes, con o sin componentes educativos especiales; al tratamiento residencial para menores con dificultades emocionales o de conducta; a centros de tratamiento residencial intensivo en relación con dificultades de conducta o enfermedades psiquiátricas; a instalaciones gubernamentales de internado para el tratamiento de menores sentenciados por un juez de menores. Anualmente, alrededor de 10.000 menores viven en un centro residencial. Este número es considerablemente inferior al de los 18.000 menores instalados en centros residenciales en los Países Bajos durante los años setenta, el punto culminante de la atención residencial. Esta disminución de la capacidad residencial es el resultado visible de la nueva política holandesa de asistencia. Dado que la atención a menores «de riesgo» debe ser tan corta, tan próxima al hogar y tan «leve» como sea posible, la atención residencial sólo entra en juego cuando las medidas de acogimiento familiar, de cuidado de día o ambulatoria no han tenido éxito. Otro efecto de la nueva política de atención es el descenso que se ha dado en las últimas décadas del tiempo medio de estancia en centros residenciales. En los años 70, los menores permanecían en asistencia residencial durante 18 meses. Ahora la estancia es de 12 meses.

LA MUESTRA Y LOS METODOS

A fin de estudiar la percepción de (des) calificación asociada a los servicios sociales a la infancia en Holanda, elegimos una muestra aleatoria de 40 profesionales que trabajaban en los servicios, cubriendo tanto las organizaciones voluntarias de atención al niño como las organizaciones de protección de menores. Además, se eligió una muestra aleatoria de tres usuarios de entre los casos a cargo de cada de los profesionales que participaban en el estudio. Las muestras se extrajeron de zonas urbanas de ciudades holandesas de tamaño mediano, entre 100.000 y 250.000 habitantes. Además, se seleccionaron únicamente usuarios del entorno étnico holandés, basado en el origen étnico del adulto que mantenía el contacto con los servicios sociales a la infancia como representante de la familia.

Los métodos

Los profesionales y los usuarios cumplimentaron cuestionarios estandarizados. Eran versiones del plan británico de entrevistas, traducidas al holandés. Los datos se recopilaron entre abril y agosto de 1995.

Con el fin de investigar de forma sistemática los diversos servicios sociales a la infancia, los servicios existentes se dividieron en grupos principales, que van desde los preventivos (menos restrictivos) a los intensivos (más restrictivos). La primera categoría («información/orientación») entra dentro de los servicios preventivos a la familia e incluye la distribución de información, orientación, asesoramiento y apoyo para los niños, sus padres y las familias que tienen problemas menores, individuales, sociales o de crianza de los hijos. La segunda categoría («cuidado de día») se refiere a los servicios especiales en que se acoge y educa al niño durante el día o al salir de la escuela. Estos servicios normalmente proporcionan tratamiento a problemas emocionales o de conducta del niño, relacionados con las dificultades que tienen los padres en su crianza. La tercera categoría («acogimiento familiar») se refiere a la instalación del niño en una familia. Estos servicios se facilitan normalmente cuando el funcionamiento de la familia de origen es gravemente deficiente, aunque no se haya dañado seriamente el desarrollo emocional y conductual del niño. La cuarta categoría («atención residencial») se refiere a la acogida de niños en centros residenciales, para su educación o para tratar problemas emocionales o de conducta. Estos servicios normalmente se proporcionan cuando el funcionamiento familiar está destruido y el acogimiento familiar no es factible, o cuando los niños muestran graves problemas emocionales y de conducta, que no pueden manejar los servicios terapéuticos ambulatorios. Finalmente, la quinta categoría («atención sanitaria») comprende los servicios que se proporcionan en casos de problemas somáticos o médicos.

Para medir las experiencias de (des)calificación se diseñaron tres escalas. Estas escalas describen cada una el grado de descalificación social que los usuarios y los profesionales atribuyen a los diferentes servicios sociales a la infancia, desde ángulos diferentes.

La primera escala medía el grado de (des)calificación atribuido a las personas que utilizaban los servicios sociales. Con este fin se pidió, tanto a los usuarios como a los profesionales, que expresaran el grado de acuerdo con una escala desde uno («totalmente de acuerdo») hasta seis («totalmente en desacuerdo»). Se utilizaron las siguientes expresiones: «las personas que necesitan de los servicios sociales son diferentes de otras personas», y «las personas que no reciben los servicios sociales están mucho mejor», en relación con los siguientes servicios: tener un asistente social, recibir asistencia de la seguridad social, tener un orientador o estar en terapia, y recibir asistencia sanitaria.

La segunda escala medía la norma social percibida en cuanto al uso de los servicios sociales. Con este fin, se les pidió a los usuarios y a los profesionales de los servicios que evaluaran como les valoraría a ellos la comunidad o su red social si recibieran servicios sociales. Esto se midió en una escala de 6 puntos que contrastaba los siguientes pares de ítems: cuando recibo un determinado servicio, los miembros de mi red social pensarán mejor o peor de mí, tendrán una opinión mejor/peor de mi, y sentirán envidia/lástima de mí.

La tercera escala medía la actitud general hacia los servicios sociales. Con este fin, se pidió a los usuarios y a los profesionales que dieran su opinión sobre el modo en que se prestaban los servicios sociales y sobre su finalidad. En este caso se utilizaron escalas de 6 puntos para medir el acuerdo con las siguientes expresiones: los servicios sociales se prestan de modo que: (1) ayuda a las personas a mantener su autoestima; (2) demuestra que el gobierno se preocupa realmente de las personas; (3) ayuda a las personas a salir adelante; (4) alienta a la gente a buscar ayuda; y (5) hace que sean fáciles de obtener.

Se analizó la fiabilidad de las escalas utilizando el procedimiento Cronbach Alpha (Carmines y Zeller, 1983). Las consistencias internas que resultaron sugieren una alta fiabilidad. de las medidas (todas las alfas eran superiores a 0.80).

Las características biográficas e institucionales, así como las actitudes de los profesionales y de los usuarios hacia los servicios sociales en general se investigaron planteando preguntas adicionales que cubrían estas áreas.

LOS RESULTADOS

Características biográficas de la muestra

Inicialmente, accedieron a participar en el estudio 40 profesionales que trabajaban en servicios ambulatorios de atención a la infancia, voluntarios y de protección. Seis profesionales abandonaron casi simultáneamente, debido a la carga de trabajo derivada de una importante reorganización de responsabilidades que tuvo lugar al comienzo de la investigación. Esto dejó un total de 34 profesionales en la muestra holandesa de la investigación. Estos profesionales seleccionaron una muestra aleatoria entre los casos a su cargo, dando como resultado una muestra de 73 usuarios de los servicios que accedieron a participar en el estudio. En la figura 1 se indican las características de ambas muestras en cuanto a género, edad, grupo étnico, religión y nivel educativo.

Una abrumadora mayoría de los usuarios eran mujeres, de edades entre los 30 y los 45 años. Un tercio tenía un nivel educativo muy bajo, mientras que la mitad tenía niveles medios y una décima parte grados superiores. Alrededor de un tercio de los miembros con los ingresos principales de las familias que utilizaban los servicios, no tenían un trabajo fijo. La mitad de las familias estaban encabezadas únicamente por la madre. Un poco menos de la quinta parte eran protestantes, un tercio católicos y alrededor de la mitad no practicaba ninguna religión. Una tercera parte de los usuarios tenía un nivel bajo de educación (sólo escuela primaria o escuela secundaria elemental), la mitad de la muestra tenía formación profesional de grado medio, y una décima parte tenía una formación más alta. En la muestra holandesa no se encontraron diferencias significativas en cuanto a las características biográficas de las familias acogidas voluntariamente a la asistencia a los niños y de los casos de protección de menores. No obstante, la mayoría de los miembros de las familias con ingresos que estaban sometidas a mandatos judiciales, estaban desempleados (33%, comparado con el 19%).

Por lo tanto, aquellos de nuestra muestra que mantuvieron contacto con los servicios sociales a la infancia, procedían de familias en circunstancias socioeconómicas vulnerables, y con frecuencia eran madres que llevaban solas la responsabilidad de mantener a sus familias.

Los usuarios y los profesionales eran muy similares en cuanto a género, edad, entorno étnico y religión. No obstante, los profesionales de los servicios tanto voluntarios como de protección a la infancia tenían un nivel más elevado de formación que los usuarios.

Alrededor de un 20% de la población adulta de los Países Bajos tiene un nivel elevado de educación, el 60% tienen un nivel medio y el 20% sólo ha alcanzado un nivel de educación elemental (CBS, 1995). Además, dentro de la población general, alrededor de una décima parte de las mujeres adultas que trabajan no tienen un empleo fijo. Si comparamos la población del estudio con la población adulta general de los Países Bajos parece que las familias que reciben los servicios sociales a la infancia tienen un nivel educativo y socio económico relativamente bajo. Esto coincide con los resultados de otros estudios (Scholte, Nijkerk, Messing y van der Ploeg, 1992; Messing, Nijkerk y Scholte, 1994).

Las necesidades de los usuarios de los servicios

En la figura 2 se relacionan las necesidades de los menores y de sus familias cuando se remitían a los servicios sociales a la infancia, y también se incluyen los servicios disponibles.

La principales razones para prescribir los servicios a las familias fueron los problemas de conducta de los niños y la incapacidad de los padres en el cumplimiento adecuado de su rol, parental, Los problemas matrimoniales, la conducta agresiva por parte de los padres y los problemas de conducta y escolares en relación con la inasistencia a la escuela por parte de los niños, fue la segunda causa en importancia (un tercio). Alrededor de una quinta parte de las familias fueron enviadas por malos tratos y negligencia en el cuidado de los hijos.

Con frecuencia, aquellas familias que estaban sometidas a un mandamiento judicial tenían más problemas matrimoniales graves, dificultades parentales, agresión por parte de los padres y también más maltrato y cuidado negligente de los hijos en el momento de remitirlos. Estos hallazgos reflejan ampliamente la naturaleza de los servicios de protección a la infancia. Después de todo, los servicios sociales a la infancia por mandamiento judicial sólo se proporcionan cuando las circunstancias de la educación de un niño suponen serias amenazas a su desarrollo.

Los servicios que con más frecuencia se prestan para ayudar a los menores y a sus familias eran preventivos (información, orientación y/o asesoramiento). Sin embargo, los servicios terapéuticos fueron también frecuentes, así como los servicios residenciales. El proporcionar ayuda material, así como cuidado de día y acogimiento familiar, y la remisión a los servicios para resolver problemas de salud se proporcionaban con menos frecuencia. Los servicios preventivos, y también la prescripción de tratamiento terapéutico y de cuidado de día se proporcionaron más frecuentemente cuando las familias ingresaban voluntariamente en los servicios.

En cuanto a las razones para enviar a las familias a los servicios de asistencia de acceso voluntario y a los de protección, y también con respecto a los principales tipos de intervención aplicados, los resultados de este estudio se corresponden ampliamente con los de otras investigaciones en los Países Bajos (Scholte y van der Ploeg, 1996).

Las actitudes hacia los miembros de la comunidad que precisan de los servicios sociales

La figura 3 presenta las opiniones de los profesionales y los usuarios de los servicios en cuanto a las personas que los utilizan.

La mitad superior del gráfico presenta las opiniones de los profesionales, y la mitad inferior las de los usuarios. En cada mitad, los servicios están ordenados de arriba abajo. La primera estadística (línea-figura) refleja las opiniones hacia los miembros de la comunidad que necesitan un trabajador social, la segunda hacia los que necesitan de las prestaciones de la seguridad social, y así sucesivamente. El cuadro-figura del centro de cada línea de la estadística representa la puntuación media de las opiniones. Una media en la parte izquierda del gráfico representa una opinión positiva, mientras que una media a la derecha indica una opinión negativa. Una puntuación de 3.5 refleja una opinión neutra. La longitud de la línea de cada estadística representa el 95% de los límites del intervalo de confianza. Cuanto menos se superpongan los intervalos de confianza entre los servicios (o entre los usuarios y los profesionales), más difieren las opiniones. Las diferencias son estadísticamente significativas (a un nivel de probabilidad menor que 0.05) cuando los intervalos no se superponen.

La mayoría de los usuarios y de los profesionales tenían una opinión neutra o bastante positiva de los miembros de la comunidad que precisan de un trabajador social, orientación/ terapia, o asistencia sanitaria. En cuanto a los que necesitan de las prestaciones de la seguridad social, las opiniones estaban más divididas. En ambos grupos, alrededor de la mitad de los sujetos tenía una opinión neutra o positiva, mientras que la otra mitad tenía una opinión neutra o negativa.

Los resultados anteriores son aplicables a los usuarios y a los profesionales de los servicios, tanto en la atención a la infancia de acceso voluntario como en los servicios de protección de menores. Un examen de las diferencias en las actitudes generales entre estos dos grupos indicó que tanto los usuarios como los profesionales de ambos grupos tenían aproximadamente las mismas opiniones con respecto a tener un asistente social, estar en la seguridad social o recibir asistencia sanitaria. Sin embargo, con respecto a recibir terapia, los usuarios y los profesionales de los servicios voluntarios mostraban generalmente una actitud menos positiva que los usuarios y los profesionales de la protección de menores.

Además, se les preguntó a los profesionales si los servicios sociales al niño y a la familia daban lugar a la descalificación de los que los recibían. La mayoría de los profesionales (el 79%) pensaba que otros miembros de la comunidad sí que valoraban como «socialmente inferiores» a las familias que recibían los servicios sociales. Los profesionales de las organizaciones de protección de menores consideraba descalificadora la naturaleza de los servicios sociales a la infancia, más que los profesionales que trabajaban en los servicios de atención al menor de acceso voluntario (p<0.05, t-test).

Las reacciones de otros percibidas al recibir servicios sociales

Exploramos las normas sociales que se percibían en la utilización de los servicios sociales a la infancia, relacionando el grado de (des)calificación que los usuarios creían que estaba asociado a los servicios, en la opinión de otras personas significativas. En otras palabras, ¿cuál creen los usuarios que es la opinión sobre ellos de otras personas significativas, como miembros de la familia, amigos y vecinos, cuando reciben los servicios sociales a la infancia?. ¿Tendrán una mejor opinión sobre ellos? ¿0 quedarán descalificados para otros? ¿Varían estas percepciones según la naturaleza del servicio recibido? y ¿Qué piensan los profesionales de los servicios que otras personas significativas pensarían de ellos, si necesitaran ellos mismos recibir los servicios sociales a la infancia?

Con el fin de responder a estas preguntas, se pidió, tanto a los profesionales como a los usuarios de los servicios, que valoraran las opiniones que otros tendrían de ellos si tuvieran necesidad de estos servicios. Se utilizaron tres escalas de 6 puntos. Un extremo de la escala refleja la atribución de un estatus más alto por parte de otros. El otro extremo refleja la descalificación. Estas tres escalas se combinaron para medir la (des)calificación por otros tal como la percibían los sujetos. Los ítems de la escala y las propiedades psicométricas de la misma ya se han comentado anteriormente más a fondo. La figura 4 presenta la descalificación percibida y atribuida a otras personas significativas por el uso de diversos servicios, evaluados tanto por los profesionales como por los usuarios.

La figura se lee del mismo modo que la figura 3. La mitad superior muestra la evaluación de los profesionales, mientras que la inferior refleja las puntuaciones de los usuarios. Los servicios están ordenados del mismo modo que anteriormente, de arriba a abajo: servicios preventivos a la familia, como información, orientación y asesoramiento; cuidado de día; atención residencial; acogimiento familiar, y servicios sociales relacionados con la salud.

Evaluación de la función social de los servicios sociales a la infancia

Exploramos la percepción de la función social de los servicios sociales observando los puntos de vista de los profesionales y de los usuarios acerca de la finalidad social de los mismos. ¿Qué piensan los usuarios y los profesionales de los servicios de los métodos utilizados para prestar los mismos? ¿Ayudan estos métodos a la gente a salir adelante? ¿O los reprime y mantiene bajo control? ¿Varían estas percepciones con la naturaleza del servicio? En la figura 5 se presentan las opiniones al respecto.

El gráfico muestra que los usuarios y los profesionales estaban de acuerdo en gran medida en cuanto a la naturaleza fortalecedora u opresiva del modo en que se prestan los servicios sociales a la infancia. Tanto los usuarios como los profesionales pensaban que los servicios preventivos y de cuidado de día pueden ayudar a la gente a salir adelante. Decían también que estos servicios eran fácilmente asequibles. Ambos grupos eran más negativos sobre los servicios residenciales y de acogimiento familiar, siendo los profesionales más negativos respecto a la atención residencial que los usuarios. Las opiniones de los usuarios y de los profesionales también difieren algo en cuanto a la atención sanitaria. Los usuarios eran algo más positivos que los profesionales sobre el modo en que se prestaban los servicios. Así, tanto los usuarios como los profesionales percibían los servicios relacionados con la salud y los preventivos (información, orientación y asesoramiento) como los más fortalecedores. La ayuda material, el cuidado de día y la atención residencial se percibían como menos positivos. El acogimiento familiar se veía como el servicio que más descalifica a las familias.

Correlaciones de la percepción de (des)calificación social

El análisis de las características de los usuarios de los servicios indicó que cuando tenían un trabajo activo y también a mayor nivel educativo, era menos probable que asociaran la descalificación con los diversos servicios sociales a la infancia. Los usuarios que recibían los servicios de forma voluntaria, también expresaban unas opiniones más positivas sobre los mismos. Los usuarios que recibían servicios por mandato judicial tenían opiniones menos favorables hacia el cuidado de día, la atención residencial y el acogimiento familiar, evaluando más frecuentemente estos servicios como opresores. Independientemente de cuál fuera el servicio, los usuarios se sentían más cómodos al recibir los servicios, siempre que ellos esperaban que otros (miembros de la familia, amigos y vecinos) reaccionarían con una actitud de apoyo hacia el hecho de que necesitaran servicios sociales para la infancia (todas las correlaciones >.25).

El análisis de la regresión múltiple con eliminación retroactiva de los puntos no significativos (Achen, 1988) demostró que los usuarios percibían los servicios sociales como fortalecedores en tanto en cuanto ellos pudieran participar en las decisiones tomadas durante el proceso de asistencia (0=26). Los usuarios que participaban activamente informaron con más frecuencia que podían comunicarse bien con los profesionales acerca de sus necesidades (b =.24), y que los profesionales estaban siempre dispuestos a- ayudar cuando surgía la ocasión b =37). No es extraño que, además, encontráramos que los usuarios percibían los servicios sociales como menos opresores y más fortalecedores cuando los profesionales comprendían sus problemas (b =.32) y demostraban que realmente se preocupaban por ellos (b =.35). Por esta razón, se encontró que una actitud profesional de simpatía y comprensión llevaba a una participación más activa de los usuarios en la prestación de los servicios. Esta actitud por parte de, los profesionales, mejoraba también el sentimiento de los clientes sobre los servicios, reducía su temor a la descalificación por otros y promovía opiniones más favorables en general sobre el modo en que se prestaban los servicios.

Finalmente, también el lugar donde se prestaban los servicios se correlacionaba con la percepción de descalificación. Independientemente de la naturaleza del servicio, los usuarios atendidos en un despacho tenían menos las reacciones desfavorables de los miembros de su red social y de otros miembros de la comunidad, que los atendidos en casa.

CONCLUSION Y COMENTARIOS

Nuestros resultados confirman ampliamente la principal hipótesis de trabajo. La mayoría de los servicios sociales a la infancia, en particular la ayuda material, el cuidado de día, el acogimiento familiar y la asistencia residencial, provocaban desde luego un sentimiento de descalificación entre las personas necesitadas de estos servicios. Tanto los usuarios como los profesionales percibían los servicios sociales relacionados con la salud y los preventivos para la familia (información, asesoramiento y orientación) como los que menos descalifican a los usuarios y los que más los fortalecen. Como consecuencia de este resultado, recomendamos que los profesionales que trabajan en servicios sociales a la infancia de orientación psicosocial, siempre deben proporcionar en primer lugar servicios preventivos, cuando las familias tienen necesidad de ayuda por problemas familiares. El cuidado de día y la atención residencial debe considerarse únicamente cuando estos servicios preventivos no pueden cumplir su cometido.

Tanto los usuarios como los profesionales percibían el acogimiento familiar como extraordinariamente descalificador para las familias que recibían estos servicios. Este hallazgo arroja una nueva luz sobre las discusiones acerca del acogimiento familiar. En las políticas holandesas de atención a la infancia, se coloca a los niños, preferentemente, en familias de acogida, mejor que en centros residenciales, cuando no pueden permanecer con sus familias de origen. La ideología subyacente a esta política es que un entorno familiar es más adecuado a las necesidades de los niños que cualquier otro entorno. En las familias de acogida, los niños reciben la atención que necesitan para su desarrollo. Aparte de esto, el vivir con una familia siempre se ha pensado que estigmatiza menos a los niños que vivir en una residencia (Robbroeckx y Bastiaanse, 1992). Aunque los niños acogidos en familias posiblemente tienen menos riesgo que los acogidos en centros residenciales de ser descalificados por sus compañeros de la misma edad, los resultados de este estudio sugieren que lo contrario es aplicable a las familias de origen. Los padres temían extraordinariamente quedar estigmatizados si tenían un hijo en una familia de acogida. El hecho de que los profesionales expresaran esta opinión de forma incluso más fuerte, indica que esta percepción parental debe, desde luego, tenerse seriamente en cuenta. Los niños y sus padres biológicos normalmente están y permanecen estrechamente unidos, incluso si tienen que separarse por circunstancias familiares adversas (Boszormenyi-Nagy, 1987). Cualquier fallo en tener en cuenta esta relación, incrementa el riesgo de que la acogida en una familia terminará con una ruptura (Scholte, 1997). Por lo tanto, la colocación del niño en familias de acogida debe llevarse a cabo siempre con prudencia. Además, las necesidades y las perspectivas de los niños y de los padres de acogida, las perspectivas de los padres biológicos, también deben tenerse en cuenta, en particular su temor a la descalificación.

Además, este estudio demostró que, en los Países Bajos, lo que provocaba el mayor sentimiento de estigma no era el modo en que se prestaban los servicios sociales, ni la actitud general sobre si recibir los servicios sociales a la infancia es aceptable o no, sino el temor a ser descalificado por otros. Nuestros datos sugieren con claridad que los usuarios holandeses son extremadamente vulnerables a este respecto, y esto explica probablemente por qué éstos prefieren obtener los servicios sociales en el despacho del asistente social. Estos resultados indican que los profesionales deben ser sensibles a las reacciones de otras personas de la red social de sus clientes, o al menos al modo en que sus clientes las perciben. Los resultados refuerzan también la necesidad de establecer apoyos en la red social del cliente en los casos en que falta dicho apoyo, de manera que se incrementen las oportunidades del cliente de beneficiarse de los servicios de atención.

Nuestros resultados muestran, además, que una actitud Profesional por parte del asistente social, tiene un efecto altamente beneficioso en el bienestar del usuario. Los profesionales que son sensibles a las necesidades de sus clientes, que están dispuestos a ayudar, que saben escuchar, y que hacen un esfuerzo serio para implicar a los clientes en las decisiones sobre la atención, no sólo consiguen una participación más activa, sino mayores sentimientos de fortalecimiento y de bienestar, y menos temor a las reacciones negativas de otros. Esto confirma los hallazgos de otros autores (Webster-Stratton y Herbert, 1993).

BIBLIOGRAFIA