INVESTIGACIONES APLICADAS

Hacia una tipología de lugares peligrosos, en relación con el miedo al delito


Towards a Typology of perilous sites in relation to fear of crime

 

Baltasar FERNÁNDEZ RAMIREZ

Profesor de Psicología Social Departamento de Filosofía, Metodología, Pedagogía y Psicología Social Facultad de Humanidades y CC. de la Educación Universidad de Almería

José Antonio COMALIZA RODRIGUEZ

Profesor de Psicología Social Departamento de Psicología Social y Metodología Universidad Autónoma de Madrid


RESUMEN

PALABRAS CLAVE

ABSTRACT

KEY WORDS

INTRODUCCION

MÉTODO

RESULTADOS

DISCUSION

BIBLIOGRAFIA


RESUMEN

El estudio pertenece a un conjunto de investigaciones sobre miedo al delito y espacios urbanos. El objetivo es conocer las características de los lugares temidos, su significado para el individuo, así como sus reacciones afectivas y comportamentales. Lugar peligroso es aquel donde ocurre el miedo al delito Se analizan 294 descripciones libres de situaciones de miedo al delito en espacios urbanos. Mediante análisis de contenidos, se estudia la percepción de rasgos sociales por parte del propio individuo y se elabora una tipología de lugares peligrosos, definidos por características físicas y de uso social esperado. La tipología ofrece sugerencias para el diseño urbano de espacios seguros.

PALABRAS CLAVE

Lugares peligrosos, Miedo al delito, Psicología Ambiental,

ABSTRACT

The study belongs to a set of investigations about fear of crime and urban areas. The objective is to learn about feared site characteristics and its meaning to the individual in addition to his/her behavioral and affective responses. Perilous site is the one where the crime fear takes place. 294 descriptions of crime fear free situations in urban areas are analyzed. Individual's own perception of socio-physical features are studied and a typology of perilous sites is worked out, defined by the physical characteristics and expected social usage. The typology offers proposals for safe urban area design.

KEY WORDS

Perilous sites, Fear of Crime, Environmental Psychology.

INTRODUCCION

Los primeros trabajos sobre el miedo al delito se centran en una descripción tipológica acerca de quiénes lo sufren (Rohe y Burby, 1988), o en investigar hipótesis relacionadas con el traumatismo de la experiencia frente al delito (Garofalo, 1979). Son de destacar también trabajos sobre el diseño urbano de espacios seguros (Brower, Dockett y Taylor, 1983; Brown y Altman, 1983; Shaw y Gifford, 1994), derivados del concepto de diseño de espacio defendible (Newman, 1973).

En general, se puede clasificar la investigación sobre el tema según dos amplios tipos de variables y procesos implicados en la comprensión del fenómeno: los denominados niveles del vecindario y nivel situacional (Fernández Ramírez, 1994). El nivel del vecindario se relaciona con cuestiones referidas a características y dinámicas psicosociales del área de residencia del individuo (Taylor, 1987: Hope, 1988). El nivel situacional comprende las características de los lugares temidos, su significado para el individuo, así como las reacciones afectivas y comportamentales ante el mismo. Ambas perspectivas no son en realidad independientes. Las dinámicas psicosociales generan un conocimiento aplicable situacionalmente en el individuo, que a su vez puede revertir en nuevas informaciones para la transmisión de información social relevante (Fernández Ramírez, 1996).

A pesar del énfasis en el nivel vecinal o residencial, la investigación ha evolucionado del interés por la distribución del miedo en la población a los lugares en que el miedo se desarrolla. Así, se investigan las características físicas o configuracionales de los lugares temidos o evitados (Corraliza y Fernández Ramírez, 1992; Nasar y Fisher, 1993; Loewen, Steel y Suedfeld, 1993), o se investigan los procesos psicosociales que llevan a la categorización de un lugar como peligroso desde el punto de vista de los residentes (Taylor, 1987: Perkins, Meeks y Taylor, 1992).

Se sugiere, por último, un modelo de control ambiental (según los términos de Lawton -1982-). El miedo al delito es consecuencia de una valoración personal comparativa entre un peligro anticipado y los recursos de afrontamiento disponibles por el individuo, personales o por apoyo de otros (Fernández, 1991 y 1995). La presencia de individuos en el lugar puede ser crucial, por su valor de amenaza o apoyo.

Concepto y características del lugar peligroso

Se entiende lugar peligroso como el espacio urbano donde el individuo sufre la experiencia del miedo' ante la posibilidad del delito. No deben confundirse lugares peligrosos con lugares en que efectivamente ocurre el delito, según diversos autores encuentran una falta de correspondencia entre ambos (Merry, 1981; Rohe y Burby, 1988). La idea de lugar peligroso está vinculada con el concepto psicoambiental de lugar, definido en función de las expectativas de uso social establecidas por el individuo (Canter, 1988); el lugar está acotado espacialmente de algún modo, y sus dimensiones no exceden de la consideración del uso social posible. Dentro de un área residencial existen diversos tipos de microespacios, definidos por el uso (vecinal, comercial), incluyendo los lugares peligrosos, relacionados con la expectativa de uso social delictivo. El lugar peligroso puede considerarse como un escenario de conducta, con un programa definido por comportamientos territoriales, sentimientos de miedo y reacciones ante el posible delito (Taylor, 1987; Nasar y Fisher, 1993).

Se puede entender que el individuo que sufre la experiencia del miedo en un lugar concreto intuye de algún modo la posibilidad de un delito, bien por una expectativa general de actividades delictivas, o bien una percepción de amenaza actual. Dos tipos de variables pueden sugerir al individuo la posibilidad de que el lugar sea peligroso delictivamente. En primer lugar, la existencia de conocimientos previos sobre delincuencia en el lugar, a través de un conocimiento social (mala fama, información de individuos cercanos, medios de comunicación ... ), o a través de experiencias personales. En segundo lugar, algunos aspectos físicos actuales del lugar pueden servir como índice de la presencia o uso delictivo o marginal del lugar. Existe evidencia que relaciona la consideración del lugar, por parte del individuo, como adecuado para la actividad delictiva, con la respuesta de miedo al delito (Corraliza y Fernández Ramírez, 1992).

- Algunos rasgos ambientales relacionados por diversos autores con la respuesta de miedo al delito son la presencia de deterioro ambiental, rasgos de misterio (refugios), el diseño de espacio defendible, la iluminación (sombras, nocturnidad), y la presencia de rutas de escape.

Los signos de deterioro ambiental (Hunter, 1978; Wilson y Kelling, 1982) se asocian con el miedo al delito, incluso para espacios con un deterioro no vandálico (obras, falta de mantenimiento) (Fernández Ramírez, 1997). Puede deberse a que el individuo interpreta el deterioro como huellas de la actividad marginal en los espacios residenciales, y como muestra de una falta de control de los grupos sociales sobre el mantenimiento y seguridad del espacio (Hunter, 1978; Taylor, 1987). El deterioro puede reflejar, pues,, tanto la posibilidad del delito como la falta de apoyo en el lugar.

El concepto de rasgo de misterio se deriva del modelo de "panorámica-refugio" de Appleton (1975) y de la categoría configuracional de misterio de Kaplan (1987). Misterio se describe como la existencia de elementos o facetas ambientales que ocultan parte de la información total que un lugar pueda ofrecer. Appleton (1975) propone una explicación evolucionista, en cuanto a la ventaja adaptativa que confiere al individuo un dominio visual completo del lugar. Fisher y Nasar (1992) sugieren que los rasgos de misterio son percibidos por el individuo como refugios para un posible delincuente acechante. El efecto es inverso en espacios caracterizados por una visión abierta o panorámica ("prospect"). Sin embargo, el propio concepto resulta ambiguo, en cuanto se entienda como refugio para un posible ofensor o como acceso a un refugio para la víctima. Esta confusión, registrada por diversos autores (Nasar y Fisher, 1993: Loewen, Steel y Suedfeld, 1993), señala una falta de claridad teórica sobre el concepto, y de ahí, ciertos resultados contradictorios (Fernández, 1995).

El diseño de espacio defendible (Newman, 1973) se refiere a la. creación de un espacio inadecuado para la actividad delictiva, generando un efecto disuasor en el posible delincuente. Los espacios abiertos, con presencia de posibles apoyos para la víctima, presencia de ventanas con observadores accidentales, etc. muestran al delincuente la dificultad de un delito exitoso. De igual modo, el individuo puede percibir estos espacios como seguros, pues adivina en ellos la posible presencia de apoyos frente al delito (Corraliza y Fernández Ramírez, 1992; Perkins, Meeks y Taylor, 1992; Fernández Ramírez, 1997). Hay que notar que la amplitud del concepto de espacio defendible puede estar ocultando el papel de otros aspectos sociofísicos implicados en los lugares peligrosos; por ello, parece razonable acotar el concepto en términos psicológicos, como la percepción de posibles apoyos frente al delito, debido a especiales características del diseño del lugar (Fernández, 1995).

En cuanto a la relevancia de nocturnidad, es posible que pueda interpretarse como elevadora de la presencia de rasgos de misterio en el lugar, permitiendo, con más facilidad el refugio para el ofensor potencial (Fisher y Nasar, 1992; Loewen, Steel y Suedfeld, 1993). De hecho, la presencia de sombras en espacios diurnos se encuentra también relacionada con respuestas de miedo, al delito (Corraliza y Fernández Ramírez, 1992). Es posible también que la nocturnidad se encuentre asociada a cierto tipo de actividades esperadas, socialmente rechazadas en diversa medida (marginalidad, delincuencia ... ), o a una falta de otras actividades que impliquen apoyo frente a un posible delito (comercio, actividad vecinal ... ).

Por último, la presencia de rutas de escape en el lugar, se entiende como las posibilidades que el lugar ofrece a la víctima para ser evitado en caso de peligro. No están claros los referentes físicos del concepto, aunque Fisher y Nasar (1992) sugieren su relación con espacios con características de visión panorámica, abiertos y sin refugios para posibles ofensores. Empíricamente, la relación entre las tres facetas es demasiado elevada para considerarlas independientes, pues podría tratarse de una única dimensión de apertura espacial, sin quedar claro que una mayor apertura ofrezca directamente posibilidades de escape, o por el contrario, conlleve una mayor exposición del individuo ante el posible peligro.

Objetivos e hipótesis del estudio

El objetivo del estudio es determinar la existencia de rasgos sociofísicos del ambiente en las valoraciones realizadas por los propios individuos acerca de episodios personales de miedo, al delito. Aunque en investigaciones de laboratorio (simulación ambiental) se haya comprobado la relación entre determinados rasgos sociofísicos y el miedo al delito, un modo de validar estos resultados es partir de las descripciones espontáneas de los sujetos sobre sus experiencias de miedo, en espacios urbanos. Se espera, pues, que los rasgos sociofísicos aquí descritos aparezcan como elementos importantes de las descripciones de situaciones de miedo al delito.

Un segundo objetivo es caracterizar la existencia de lugares peligrosos a partir de estos mismos rasgos sociofísicos. Se desarrolla con este fin una tipología de lugares peligrosos urbanos, de carácter exploratorio, que pueda resultar útil para posteriores investigaciones y para concretar sugerencias al diseño urbano de espacios seguros.

MÉTODO

Sujetos: se empleó una muestra de 294 sujetos, recogida mediante una red de entrevistadores. Respecto al sexo, los sujetos se distribuyen en un 39.5% de varones y un 60.5% de mujeres. La edad media está entre 35 y 36 años (Sx=13.43), dentro de un rango- entre 17 y 84 - años.

Instrumento: se elaboró un cuestionario amplio para recoger información sobre situaciones de miedo al delito en espacios urbanos, ocurridas realmente a los sujetos. El cuestionario recoge variables derivadas de diversos enfoques de estudio del miedo al delito. Puede consultarse una presentación del mismo en Fernández Ramírez (1994; 1995).

Entre otras cuestiones, en la primera tarea del cuestionario se solicitaba del sujeto una descripción libre de la situación de miedo vivida y del lugar en que ocurrió. El presente estudio se apoya en la información derivada de estas descripciones. Para completar las descripciones libres, también se utilizó la información de algunas variables cerradas del cuestionario (evitación del lugar, hora del suceso).

Procedimiento: se solicita de los sujetos la elección de una situación real de miedo al delito en espacios urbanos, ocurrida al mismo recientemente. Se subraya el requisito de que la descripción del lugar se sitúe en el mismo momento en que ocurrió el suceso. Dado el interés preferente sobre los aspectos sociofísicos de los lugares peligrosos, se pedía describir experiencias en que no participara directamente un delincuente ni fueran un delito real. El no disponer de situaciones con estas características invalidaba la participación del sujeto en la prueba. Con el requisito de revivir la situación para poder analizarla, el propio sujeto respondía en solitario al cuestionario, guiándose por las instrucciones particulares de cada apartado del mismo.

Análisis: la descripción libre se estudia mediante análisis de contenido, incluyéndose las respuestas a los ítems cerrados referidos al comportamiento de evitación del lugar y a la hora del suceso. El análisis es un recuento de menciones referidas a distintos parámetros de interés previo en el estudio de la respuesta de miedo al delito. No existía un interés de exhaustividad en la categorización de los elementos de análisis, sino más bien un acercamiento a la perspectiva ingenua del individuo sobre su experiencia frente a los lugares peligrosos.

Una vez establecido un primer sistema de categorías de análisis, se realiza la tipología de lugares peligrosos, empleando un grupo de las categorías de interés. Por diversas razones, el sujeto puede ofrecer descripciones incompletas del lugar peligroso., El análisis de los ítems cerrados del cuestionario, sin embargo, amplia y confirma los resultados que se describen a continuación (Fernández Ramírez, 1995).

RESULTADOS

Descripción de las situaciones de miedo al delito

En la tabla 1 se recogen las categorías extraídas del análisis de las descripciones libres, acompañadas de la frecuencia de mención sobre el con unto total de descripciones. En la presentación de resultados se incluyen algunas citas de las descripciones de los sujetos, para ilustrar las categorías sugeridas. Las citas se acompañan de un número de orden, la indicación mujer o varón (M o V) y la edad del sujeto.

Como se observa, hay un elevado porcentaje de situaciones ocurridas en horarios nocturnos (68.3%). En parte por esta razón, las menciones a la iluminación (incluidas en la categoría de dificultades visuales) señalan su escasez o ausencia (41.8%). No obstante, se encuentran algunas descripciones de baja iluminación en relación con espacios cerrados en que se destaca la baja calidad del alumbrado iluminado por una luz anaranjada que le da un efecto extraño" -0 17, M, 27-). La vinculación de la ausencia de iluminación. con el miedo es recogida por algún sujeto (pensé que iba a aparecer alguien y me iba a meter en lo oscuro" -059, del 32-). Por otra parte, también existe un porcentaje de menciones a lugares con buena iluminación (10.8%), y en horarios diurnos (26.8%).

Se encuentra un conjunto de menciones referidas a la presencia de otros individuos en el lugar. Respecto de los no ofensores (que podrían verse como posibles apoyos), abundan las situaciones en que no hay nadie o relativamente poca gente (38%: "no hay mucha gente por la calle, y eso es lo raro" (134, M, 19). En un 10% de descripciones se menciona la presencia elevada de individuos, lo que señala la posible aparición del miedo también en espacios de elevada densidad o uso social ("Mucha gente, a ambos lados de la calle hay puestos de venta se oyen ruidos por todos lados, voces, gritos " -210, M, 41 -).

Respecto de la presencia de ofensores, su mención es elevada, bien si se trata de individuos reales (26.5%), bien potenciales ofensores imaginados (30.6%), tal como en el caso "Aunque aparentemente no hay nadie, me parece notar alguien que me observa" (012, V, 39). El individuo percibido como ofensor a veces se corresponde con alguien aparentemente normal ("Veo que viene una panda de jóvenes, no traen ninguna pinta especial - 098, V, 58-), aunque en general se mencionan distintos grupos socialmente marginales (vagabundos, borrachos, drogadictos...).

Dadas las instrucciones del propio cuestionario, no es de extrañar la aparición de menciones sobre el estado emocional del sujeto, en términos de miedo, ansiedad, angustia, síntomas fisiológicos de excitación, etc. (48.6%). Esta referencia es aún más evidente respecto de la respuesta del sujeto ante la situación, donde se recoge un 68% de respuestas de evitación del lugar peligroso mediante diversas estrategias, bien cruzando rápidamente, dando media vuelta o haciéndose el despistado.

Respecto de los rasgos físicos que caracterizan las situaciones descritas, el de mención más abundante es la existencia de dificultades visuales que impiden contemplar el lugar por completo (58. 1%). Se incluyen referencias a problemas de iluminación, presencia de sombras, y diversos elementos relacionados con rasgos de misterio en el lugar (setos, túneles, soportales, aparcamientos, etc.): "Había un montón de sitios donde alguien podía esconderse porque los edificios estaban salteados y vacíos"

(137, del 19), o "En la acera están los comercios pero quedan en la sombra de manera que no se ve si hay en ese trayecto alguien o no"

Aparecen un 28.2% de menciones al estado de deterioro físico del lugar, bien sea debido a un aspecto de abandono, vandalismo, presencia de obras, cte. (" ... Zona de obras, todo esto levantado, hay escombros y basuras" -265, V, 35-, "casas bajas, la mayoría descuidadas y presentan un aspecto más bien pobre" - 109, M, 19-). También, con menor frecuencia, se encuentran descripciones de lugares bien cuidados (7.4%).

Por último, aparecen cierto número de menciones a la sonoridad reinante en el lugar, bien por la presencia de ruidos (6.4%) o de un silencio general (4.0al6), como en el caso "según voy oyendo retumbar mis propios pasos me pongo nervioso" (279, V, 58).

Se encuentra un muy escaso número de menciones acerca de la inexistencia de rutas de escape en el lugar (1. 7016), como en el caso "siento que no puedo salir corriendo, que estoy encerrada, en manos de cualquiera ahí dentro" (292, del 23).

En definitiva, múltiples factores pueden caracterizar la experiencia individual de miedo al delito en un lugar peligroso. Hay que tener en cuenta que, si la presencia de un rasgo físico o social pueda ser frecuente, también se encuentran lugares caracterizados por la falta de esos mismos rasgos (hay situaciones de miedo en lugares oscuros e iluminados, limpios y deteriorados, solitarios o de elevada actividad social). No se encuentran rasgos determinantes para porcentajes elevados de situaciones de la muestra, salvo quizá la propia valoración de peligro y el sentimiento de miedo al delito. Es decir, cualquiera de los elementos analizados puede contribuir a una percepción de posible peligro y a la aparición del miedo al delito. No obstante, la relativa frecuencia de algunos rasgos puede ayudar a una caracterización de los lugares peligrosos, de la que derivar sugerencias para el diseño urbano y para posteriores investigaciones.

Tipología de lugares peligrosos

A partir de las descripciones Ubres de los sujetos, se extrajo un conjunto de tipos de lugares urbanos; todos ellos pueden ser, en determinadas circunstancias, lugares peligrosos, pues en todos se encuentran descripciones de sentimientos de miedo al delito. En la tabla 2 se muestra una breve descripción de los tipos de lugar considerados, junto con su porcentaje de aparición en la muestra.

Para caracterizar los lugares de la tipología en su calidad de lugares peligrosos, se realizó un nuevo recuento de menciones, empleando un conjunto de criterios de interés; a saber: a) localización: centro o periferia del área urbana de Madrid; b) horario del suceso; e) presencia de individuos no ofensores: d) presencia de posibles ofensores; e) nivel de mantenimiento (deterioro); f) nivel de iluminación; y g) dificultades visuales (misterio).

El sistema de categorías se validó mediante una prueba de jueces que analizaron el 10% del total de descripciones Ubres. El análisis mediante índice Kappa arrojó porcentajes de coincidencia entre el 71 y 83%. Posteriormente, se categorizaron las 294 descripciones de lugares peligrosos.

Los resultados muestran la importancia relativa de algunas variables, de cara a generar un discurso diferencial entre las características de los lugares peligrosos (mantenimiento, iluminación, presencia de ofensores, dificultad visual, etc.). Igualmente, se encuentra que no tiene valor discriminativo la variable localización (centro-periferia), al menos en esta muestra.

A continuación se describen las características asociadas a cada tipo de lugar peligroso urbano. Entre paréntesis figuran los porcentajes de aparición de las menciones a cada categoría, calculados respecto del número de situaciones que ocurren en cada tipo de lugar (el número de descripciones analizado para cada tipo de lugar no es uniforme: ver tabla 2). El orden de descripción de los lugares se ha modificado para facilitar la exposición.

a) Calle normal.

Es una categoría ambigua, en cuanto a la amplia variedad de lugares que la etiqueta implica. Pueden ser distintas las causas de la respuesta de miedo al delito, pues no hay ninguna preponderante: puede ser la soledad del lugar (45. 1%, no hay nadie o hay poca gente), horario nocturno (83% entre las 20 y 02 hrs.), falta de iluminación (31.4%), presencia de posibles ofensores (45. 1%), etc. Podría ser cualquiera de ellas o algún tipo de combinación entre las mismas.

Sin duda el tamaño del lugar se relaciona con una percepción de espacio abierto, con muy baja frecuencia de menciones de dificultad visual (9.8%); se relaciona pues con bajos niveles de misterio.

b) Calle pequeña.

Puede verse como calle de reducidas dimensiones, con cierto nivel de dificultades visuales (22.9%) y de deterioro ambiental (33.4%). Los rasgos de misterio pueden relacionarse con la abundancia de cruces de calles perpendiculares o diseños de entradas "semipúblicas" a las residencias. Aparecen relacionadas con el miedo en horarios nocturnos (82.9% entre las 20 y 08 hrs.), con condiciones materiales de iluminación bajas o nulas (3.1 .4%).

Bien la soledad del lugar (54%, no hay nadie o poca gente) o la presencia, real o imaginada, de posibles ofensores (45.8%), completa el marco en que surge el miedo,

c) Calle grande.

Responde al patrón de calle tipo paseo o bulevar (con zona central ajardinada), con buenas condiciones de mantenimiento (sólo 18.1 % de casos de deterioro) y correcta iluminación (45.4%). La amplitud del lugar asegura la relativa ausencia de rasgos de misterio (18.2% de dificultades visuales). Son lugares con uso social elevado, frecuente presencia de individuos (27.3% de situaciones de mucha gente: 12.1% de situaciones sin nadie), entre los cuales se puede percibir alguno o algunos de aspecto amenazante (21.2% posibles ofensores reales, y 21.2% ofensores imaginados). Las buenas condiciones del lugar podrían sugerir su bajo efecto atemorizante, por lo que la presencia de posibles ofensores, o la soledad en ciertos horarios, deben estar sugiriendo la posibilidad del peligro delictivo.

d) Carretera

Se refiere a zonas periféricas urbanas, de bajo nivel de urbanización (escaso mobiliario y baja iluminación; 57.15%), y mínima presencia de gente (42.9%), salvo por la posibilidad de existir asentamientos marginales. Son espacios abiertos, sin barreras visuales (sólo 14.3% de menciones de dificultad visual). El horario nocturno es frecuente en las situaciones de miedo (59.3%), aunque se encuentran un 30.7% de situaciones entre las 14 y 20 hrs.

Sin duda, la provisión de amenidades (mobiliario e iluminación), así como el diseño en áreas cercanas a zonas residenciales, contribuirán a disminuir la percepción de peligro en este tipo de lugares.

e) Descampado

Se refiere a lugares generalmente abiertos, de buena visibilidad (16.7% de situaciones con dificultades visuales), y con altos niveles de deterioro (55.5%), por abandono o por falta de mantenimiento. La falta de urbanización propia de este tipo de lugares se conjuga con los horarios nocturnos abundantes (82.3%) para dar descripciones de baja iluminación. Son lugares además desiertos, sin gente (44.5% de situaciones en que no hay nadie), pero en los que debe existir cierta posibilidad de marginalidad (38.3% de posibles ofensores, reales o imaginados), debida, en lugares periféricos a la existencia de asentamientos de infravivienda, y en lugares céntricos seguramente en relación con las características de deterioro.

Son espacios en donde se imponen mejoras estructurales relacionadas con aspectos de mantenimiento y urbanización: al igual que en el caso de las carreteras periféricas, la proximidad a zonas residenciales debería disminuir la percepción de peligrosidad delictiva de estos lugares. Las categorías carretera y descampado sin duda hacen referencia a tipos de lugares muy similares, salvo para la cuestión del deterioro, que puede verse paliado en las carreteras periféricas de cierta importancia o de nueva construcción (mobiliario, iluminación).

f) Parque.

Se refiere a espacios amplios, abiertos, sin impedimentos visuales (salvo en un 19.4%, debido a rasgos físicos del tipo setos), y descritos en horarios nocturnos (67.7%). Son espacios bien cuidados (mobiliario, jardines), pero en donde abundan características de mala iluminación (41.9 %),

pues se iluminan los caminos interiores, pero no los jardines, por lo que habrá un ambiente reinante de oscuridad. En general, las situaciones describen soledad en el lugar (51.6%), o muy poca gente (25.9%), con cierto porcentaje de percepción de posibles ofensores (29.0% reales; 19.3% imaginados).

La problemática de los espacios tipo parque puede tener que ver con la duplicidad de usos que tienen. Por un lado, un uso social normal, con frecuente presencia de individuos en actividades de recreo (ancianos, niños, deportistas ... ); y, al mismo tiempo, sin embargo, un uso relacionado con subculturas juveniles de carácter marginal. Los arreglos de este tipo de espacios pasan por estudios sobre patrones de uso, y diseño adaptado a los mismos.

g) Túnel.

Se refiere a un espacio cerrado (metro, paso subterráneo), de tránsito obligado por un único recorrido, generalmente solitario (44.2%, no hay nadie; 7%, poca gente) y con malas condiciones de mantenimiento (37.2%, espacios deteriorados; 34.9%, con mala iluminación). Bien por el propio diseño, bien por el diseño de las salidas, se encuentran percepciones de dificultades visuales (23.6%), relacionadas por los sujetos con refugios para posibles ofensores (51.2%). Hay que tener en cuenta el uso, muy extendido en la ciudad, de este tipo de lugares como habitáculo para grupos marginales.

Este tipo de espacios deberían ser lugares condenados a la desaparición, por cuanto no son posibles mejoras estructurales que contrarresten los rasgos relacionados con el miedo al delito. Es muy posible que ni siquiera un mantenimiento constante del lugar (limpieza e iluminación) pudiera contrarrestarlos. Quizá la percepción de rasgos de misterio pudiera paliarse mediante el uso de espejos cóncavos, que permitieran ver el espacio interior (y la salida una vez dentro), sin dificultad. El caso de los pasillos del metro merece un estudio detallado, en cuanto los espacios de este servicio público carecen en general de rasgos que contribuyan a percepciones de seguridad en el mismo.

Son lugares abiertos, con amplías posibilidades visuales, mermadas en los laterales si existen diseños de soportales (25.9% de lugares con dificultades visuales). Se encuentran bajos niveles de deterioro (18.5%). La presencia de individuos puede ser elevada (33.3%, mucha gente; 11.1%, poca gente), lo que contribuye a cierta frecuencia de percepción de posibles ofensores (33.3%). En horarios nocturnos (66.6%), puede darse una ausencia total de gente, sugiriendo el miedo los rasgos físicos misteriosos o la propia soledad del lugar.

El uso normal de este tipo de espacios, generalmente bulliciosos, está en la misma raíz de su percepción como lugar peligroso. Se puede recomendar no obstante algún tipo de medida que contrarreste el efecto misterioso del diseño de soportales (iluminación interna, por ejemplo).

DISCUSION

Con este estudio se perseguían dos objetivos: validar, a partir de los juicios espontáneos, algunas descripciones sociofísicas relacionadas con los lugares peligrosos, y definir una serie de espacios urbanos típicos o ejemplares, referidos a la existencia de sentimientos de miedo al delito, así como relacionarlos o diferenciar entre ellos a partir de variables implicadas en la explicación del miedo. El interés del estudio es revertir en una clasificación sencilla y manejable, útil para la decisión y el diseño de microespacios urbanos.

Pareció interesante estudiar las descripciones libres de los sujetos, no filtradas por las sugerencias del investigador a través del cuestionario. Esto ofrece una tipología ingenua, rica en valoraciones y detalles de primera mano de los propios sujetos.

Los sujetos pueden tener, sin embargo, problemas de redacción, y referir menos detalles de los que había en realidad, así como ciertos errores de atribución presumibles, pues establecen relaciones de causa, ajenos a un estudio pormenorizado de los lugares peligrosos urbanos (Shaw y Gifford, 1994). Es interesante, no obstante, analizar las situaciones desde el punto de vista de - las características que resultan impactantes para los sujetos, pues sin duda estas valoraciones en el lugar tendrán influencia en cómo el sujeto perciba la posibilidad del peligro delictivo.

Así, los sujetos mencionan con frecuencia aspectos relacionados con la apariencia física del lugar (deterioro, baja iluminación, dificultades visuales), así como con la presencia de individuos (apoyos y ofensores posibles). En cierto modo, se puede inferir que el individuo deriva su valoración de peligro delictivo y apoyo esperado a partir de estos índices ambientales del lugar. De ahí el papel crucial de los aspectos sociofísicos en el diseño urbano de lugares seguros (Taylor, 1987; Fernández, 1991; Fernández, 1995).

La tipología de lugares peligrosos reúne un conjunto amplío de posibilidades de espacios urbanos relacionados con los sentimientos de miedo al delito. Quizá resulte de comprensión problemática los espacios de tipo calle normal por cierta ambigüedad en su propia definición (es una categoría intermedia entre los otros tipos de calle, y de definición estructural menos clara).

Por otra parte, algunos tipos de lugar muestran mayor proximidad de la esperada en principio. Es el caso de las carreteras periféricas y los descampados en las afueras de la ciudad, o el caso, en cierto modo, de las calles grandes (tipo bulevar) y los parques. En la mente del diseñador debe tenerse en cuenta esta proximidad evaluativa.

Evidentemente, un espacio urbano no es una porción aislada de la ciudad, sino que estará siempre imbricado con las áreas y espacios alrededor, dependiendo su éxito, funcionalidad o uso de otras características de la propia población de la zona en que se inserta. Ello quiere decir que el diseñador preocupado con paliar las experiencias de inseguridad del ciudadano, no puede trazar la urbanización de un espacio concreto sin estudiar la composición de la población, la existencia de actividades delictivas o marginales en la zona, así como la existencia de otros lugares peligrosos cercanos (Fernández Ramírez, 1995). El diseño anti-miedo, si se permite la expresión, debe centrarse en un número de facetas ambientales relativamente pequeño, incluyendo, como hemos visto, la necesidad dé un mantenimiento permanente del lugar para evitar la percepción de abandono; evitar facetas que impliquen percepciones de misterio, diseñando espacios amplios, abiertos, y próximos a actividades sociales no marginales que aseguren la presencia de posibles apoyos; cuidar correctamente de la iluminación, sin dejar zonas oscuras, y empleando materiales no vandalizables.

Ha de tenerse en cuenta, en nuestro favor, que el tipo de lugares peligrosos es relativamente pequeño, y cada uno de ellos parece tener características específicas respecto a las facetas que el individuo asocia con la posibilidad del peligro y el miedo al delito. Se trataría, pues, de combinar la información poblacional del área o barrio, el tipo de espacio a diseñar y las características específicas del mismo en relación con los sentimientos de inseguridad.

Aunque la tipología tenga un interés intrínseco, su mejor utilidad para el diseño ambiental urbano pasa todavía por una profundización en la investigación sobre los lugares peligrosos, de cara a la confección de listados de sugerencias concretas.

BIBLIOGRAFIA