Luz K. Jiménez Ruiz, Miladys Redondo Marín y Renato R. Martínez Martínez
Fundación Universitaria del Área Andina, Colombia
Recibido a 9 de Noviembre de 2020, Aceptado a 16 de Junio de 2021
Resumen
Colombia es uno de los países más afectados por el flagelo del desplazamiento forzoso, el cual tiene mayor impacto en la vida de mujeres y niños. El objetivo de este estudio es establecer la relación entre la inteligencia emocional y las estrategias de afrontamiento en mujeres desplazadas. Para verificar dicha relación, se utilizaron los instrumentos TMMS-24 y el CRI-A, aplicados a 151 mujeres del municipio La Jagua de Ibirico, con edad promedio de 35.6 (DT = 13.39). Los resultados de las estrategias adecuadas de afrontamiento se asociaron de manera positiva con las dimensiones de claridad y reparación emocional. A su vez, estas dimensiones mostraron correlaciones negativas de forma inesperada con las estrategias desadaptativas. Se halló en general un buen nivel de claridad y reparación y un regular nivel de atención emocional. Aunque un poco más de la mitad de participantes usen estrategias de aproximación, se observó que una proporción importante de participantes usaban la aceptación/resignación. En conclusión, las mujeres desplazadas no muestran una tendencia específica hacia una estrategia de afrontamiento pero sí unos niveles de inteligencia emocional adecuados. Los resultados se comparan con los de investigaciones anteriores, proponiéndose indicaciones para futuras investigaciones.
Abstract
Colombia is one of most affected country by the forced displacement scourge, which has its main impact upon women’s and children’s life. The aim of this study is to establish the relationship between emotional intelligence and coping strategies in displaced women. In order to verify such relationship, the TMMS-24 and CRI-A instruments were used, applied to 151 women from La Jagua de Ibirico municipality, with an average age of 35.6 (SD = 13.39). The results show a positive association of clarity and emotional repair with adequate coping strategies, and, though unexpectedly, also a negative association with maladaptive strategies. Good levels of clarity and repair were found in general, and a fair level of emotional attention. Although a little more than half of the participants use approaching strategies, a significant proportion of participants was observed using acceptance/resignation. In conclusion, displaced women do not show a specific trend towards a coping strategy, but do show adequate levels of emotional intelligence. The results are compared with previous research, and future directions are proposed.
Palabras clave
Resiliencia, Víctimas, Inteligencia emocional, Estrategias de afrontamiento, Conflicto armadoKeywords
Resilience, Victims, Emotional intelligence, Armed conflictPara citar este artículo: Ruiz, L. K. J., Marín, M. R. y Martínez, R. R. M. (2022). La Inteligencia Emocional y Las Estrategias de Afrontamiento de las Mujeres Desplazadas Víctimas del Conflicto Armado. Anuario de Psicología Jurídica, 32(1), 87 - 93. https://doi.org/10.5093/apj2021a24
El desplazamiento humano forzado como consecuencia de conflictos armados es una situación de relevante atención hoy en día. Según cifras del Registro Único de Víctimas y el Centro Nacional de Memoria histórica de Colombia (2020), el total de desplazados es de 5.6 millones de personas por conflicto interno a fecha 31 de diciembre de 2019, en un país donde el 15% de la población nacional ha padecido alguna forma de desplazamiento forzado (Moreno y Díaz, 2016). Para el caso del Cesar, este departamento de Colombia se encuentra en el cuarto puesto a nivel nacional en cuanto a la presencia de grupos al margen de la ley responsables de desplazamiento forzado (Ibáñez y Moya, 2007) y según el censo del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (2019) el 33% de sus habitantes es víctima de este flagelo, lo que corresponde a la increíble suma de 280,000 habitantes. En el contexto local donde se realizó el presente estudio, el municipio de La Jagua de Ibirico, ubicado en el departamento del Cesar, la victimización por desplazamiento también es preponderante, tanto que se encuentra dentro de los 7 municipios del departamento con mayor número de víctimas de desplazamiento forzado (PNUD, 2010). De otro lado, aún más relevante es, según Andrade (2010), que el 53% del total de mujeres víctimas de desplazamiento forzado sean niñas y de ellas el 17% aproximadamente se haya movilizado a consecuencia del acoso, agresiones y violencia sexual. Es importante destacar que para los efectos de este trabajo se consideran víctimas a “aquellas personas que individual o colectivamente hayan sufrido un daño por hechos ocurridos a partir del 1 de enero de 1985, como consecuencia de infracciones al derecho internacional humanitario o de violaciones graves y manifiestas a las normas internacionales de derechos humanos, ocurridas con ocasión del conflicto armado interno en Colombia (Ley 1448, 2011, p. 9). A su vez, trabajos como el de Hewitt et al. (2016) muestran que “los hombres son las primeras víctimas de diversas formas de violencia como homicidios, desaparición forzada, masacres y minas antipersonales, mientras que las mujeres son las principales sobrevivientes, no solo como viudas o huérfanas del conflicto, sino como víctimas de violencia de género de carácter físico, psicológico y violencia sexual, física y moral. Estos crímenes cuentan con los índices más altos de impunidad, donde la violencia sexual constituye un arma que usan los actores del conflicto armado de manera sistemática y generalizada” ( p.127). Es decir que, aun cuando en Colombia los hombres sean las principales víctimas de homicidio, las mujeres, niños y niñas son las principales víctimas del desplazamiento forzado (Andrade, 2010). Esa violencia parece ser multidimensional, así como lo expresa la definición de la Organización Mundial de la Salud (2002), al declarar que la violencia es “el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga mucha probabilidad de causar lesiones, muerte, daño psicológico, trastornos del desarrollo o privaciones” (p. 3). Por lo tanto, se puede considerar nuevas víctimas de violencia a las 2,053 personas desplazadas que, según datos de la Unidad para la Atención y la Reparación Integral a las Víctimas, se han registrado en el departamento del Cesar durante el primer trimestre de 2020. Las condiciones de desplazamiento generan en quien las vive una serie de cambios individuales y sociales relacionados con procesos de superación, resentimiento y perdón que pueden resultar patológicos dependiendo de las condiciones en las que se encuentre el sujeto posterior al desplazamiento, y es a partir de este punto que las víctimas generan y emplean una serie de estrategias de afrontamiento dirigidos a la regulación emocional o al problema que les permita resistir dichas situaciones. Si bien en cierto que sobre el desplazamiento forzado se ha estudiado ampliamente el sufrimiento y la patología, debido a que esta situación se considera altamente traumática, por los procesos de duelo y desarraigo de quienes la padecen, se debe profundizar mucho más en las potencialidades y recursos con los que cuentan las personas que se encuentran en esta situación para afrontarla y superarla (Utria et al., 2015). El uso de cualquier tipo de estrategia de afrontamiento está relacionado con la evaluación cognitiva, el control percibido y las emociones (Vinaccia et al., 2001, citado en Utria et al., 2015). Para Macías et al. (2013) estas estrategias de afrontamiento son definidas como procesos mentales dirigidos a la regulación emocional con repercusiones físicas y conductuales que se enfocan en el control del ambiente. Es decir, las estrategias de afrontamiento son vistas como recursos psicológicos que el individuo pone en funcionamiento para hacer frente a las situaciones estresantes. En este sentido, la inteligencia emocional y su relación con el desarrollo de estrategias de afrontamiento generadas por las mujeres víctimas de violencia y desplazamiento permite entender aspectos importantes de su cosmovisión, deseos, miedos y patologías, para así obtener a su vez información relevante para posteriores ejercicios de implementación y refuerzo de habilidades psicosociales para la población y campañas educativas o de formación por parte del Estado para las víctimas o continuar como insumo para otras investigaciones relacionadas con el tema. Diseño y Procedimiento Se llevó a cabo una investigación de diseño no experimental, de tipo correlacional y corte transversal. En este tipo de estudios se hace comprobación de hipótesis estadística acerca de la relación matemática entre variables, sin llevar a cabo manipulación de ninguna de ellas y con la medición hecha en un instante concreto de tiempo (Beins, 2013; Goodwin y Goodwin, 2013). Los instrumentos fueron autoaplicados de forma grupal. Los participantes estuvieron acompañados de un psicólogo para la resolución de dudas sobre la aplicación de los tests psicológicos. En la sesión de aplicación, el psicólogo llevó a cabo lectura de consentimiento informado y las participantes aceptaron con firma las condiciones, entre las que se encuentra confidencialidad, participación autónoma y voluntaria, principio de beneficencia y no maleficencia, así como el uso exclusivamente académico de los datos recopilados. La estructura del consentimiento siguió las recomendaciones del Colegio Colombiano de Psicólogos (2015). Participantes Participaron 151 mujeres víctimas de desplazamiento por conflicto armado residentes en el municipio La Jagua de Ibirico, en el departamento del Cesar. El tipo de muestreo usado fue no probabilístico, pues el principio de ingreso a la muestra fue la accesibilidad de las participantes. La edad promedio fue 35.6 y la desviación estándar 13.3 años. El 31.1% son adultas jóvenes, 19.9% tienen entre 27 y 40 años, el 42.4% entre 40 y 59 años y el 6.6% son adultas mayores. La mayoría de ellas pertenecen a los estratos 1 (56.2%) y 2 (40.4%), es decir, los niveles más bajos de la revisión nacional de los contextos sociales y económicos de los hogares en Colombia, donde se evidencia las condiciones de los inmuebles residenciales con el fin de diferenciar por estratos el cobro de servicios públicos domiciliarios y asignación de subsidios. Viven en cabecera municipal (92.7%), la mayoría en casa propia (52.3%), seguido de vivienda alquilada (29.1%) y familiar (18.5%). En cuanto a estado civil, la mayoría convive en pareja (casada 21.9% y unión libre 38.4%), 21.2% son separadas, 15.9% solteras y 2.6% viudas; el 55.6% es madre cabeza de familia, un 18.7% no tienen hijos, el 64% tienen entre 1 y 3 hijos y el restante porcentaje 4 o más hijos. En cuanto al nivel educativo, un 6.6% nunca estudiaron, 15.2% apenas tienen primaria, el 29.1% terminaron el bachillerato, el 29.8% tienen estudios técnicos, el 15.2% estudios profesionales y apenas una participante tiene estudios posgraduales. Sobre la ocupación actual, predomina ama de casa con 24.5%, desempleada con 15.2%, trabajadora por cuenta propia con 11.9%, 11.3% trabajadora estatal y 7.3% estudiante; el resto de porcentaje se reparte entre diversos oficios como docencia, salud, cosmetología, textiles, etc. Sobresale que, a pesar de ser víctimas de desplazamiento, un 57.6% no reciban ningún apoyo estatal, el 32.5% reciban el apoyo denominado “familias en acción” (subsidio estatal con el fin de garantizar la nutrición de los niños menores de 7 años y la escolarización de niños entre 7 y 17 años que pertenezcan a las familias más pobres) y el restante porcentaje otras ayudas gubernamentales. Instrumentos TMMS-24. La Escala de Metaconocimiento Emocional TMMS-24 (Trait Meta Mood Scale por sus siglas en inglés) fue creado originalmente por Salovey et al. (1995). Este instrumento tiene 24 ítems en escala Likert, que se organizan en 3 dimensiones: atención emocional o capacidad para sentir y expresar emociones de forma apropiada, claridad emocional o capacidad de comprender los propios estados emocionales y reparación emocional o capacidad de autorregulación de las emociones. En Colombia, el estudio de Rincón y Rodríguez (2018) tomó evidencia de confiabilidad y validez en una muestra de 235 docentes universitarios. El análisis factorial exploratorio con análisis paralelo arrojó una estructura de 3 factores que explicaron el 60% de varianza; así mismo, la consistencia interna estuvo entre .85 y .88 dejando claridad de un alto nivel de confiabilidad. CRI-A. El Inventario de Respuestas de Afrontamiento (Coping Responses Inventory), forma adultos, es un instrumento diseñado por Moos (1993). Es un test que consiste en 48 ítems que miden dos estrategias de afrontamiento de aproximación cognitivas (análisis lógico, AL y revaloración positiva, R), dos evitativas cognitivas (evitación cognitiva, EC y aceptación/resignación, A), dos de aproximación conductual (búsqueda de orientación y apoyo, BA y resolución de problemas, RP) y dos de evitación conductual (búsqueda de gratificaciones alternativas, BG y descarga emocional, DE). No hay estudios psicométricos de esa prueba en población colombiana, aunque un estudio reciente en el vecino Perú, adelantado por Zavala (2013), reportó evidencia de confiabilidad y validez. De esta forma, se hallaron correlaciones significativas de los ítems con las subescalas correspondientes y se hizo un AFE donde se demostró que las 8 subescalas se organizan en dos grandes factores: aproximación y evitación. Las subescalas tuvieron un alfa entre .46 y .70. Análisis Estadístico Para la comprobación de hipótesis, se llevó a cabo un análisis correlacional bivariado entre cada una de las 3 dimensiones de inteligencia emocional y las 8 estrategias de afrontamiento. La elección del coeficiente de correlación se basó en una prueba de normalidad con el estadístico Kolmogorov-Smirnov-KS. Debido a la evidencia de distribución anormal, se usaron los coeficientes rho de Spearman y tau-B de Kendall. La Tabla 1 muestra los valores de los estadísticos descriptivos de tendencia central y dispersión, así como el resultado de la prueba KS para normalidad para las variables medidas. Se puede evidenciar que hay valores en las medias muy similares en las 3 subescalas del TMMS-24; los valores de desviación estándar también fueron cercanos, aunque se evidencia menor variabilidad en reparación. Al comparar la media y mediana, puede evidenciarse que en las dimensiones de atención y claridad se presentan algunos puntajes muy altos de pocos participantes que alteran la media y sesgan hacía valores más altos, dado que la media fue mayor a la mediana. Tabla 1 Nota. Datos propios de la investigación, n = 151. 1Se rechaza la hipótesis nula en la prueba de normalidad. En cuanto a estrategias de afrontamiento, los valores de media más altos están en las dimensiones de reevaluación positiva (1.82) y resolución de problemas (1.81); la variabilidad de datos en las subescalas del CRI-A fue similar, salvo porque hubo mayor desviación estándar en búsqueda de orientación y apoyo y menor en evitación cognitiva. En todos los casos, salvo reparación emocional del TMMS-24, las subescalas tienen una distribución asimétrica. La comparación de medias y medianas de varias estrategias como BA, EC, A y DE muestra algo similar a lo hallado en las dimensiones de la inteligencia emocional: hubo valores muy altos que influyeron en que la media fuera más alta. Por su parte, en A la tendencia fue la contraria: al ser la mediana más alta que la media, se verifica que hubo unos pocos sujetos que tuvieron puntuaciones muy bajas y sesgaron el valor de la media. Las participantes fueron clasificadas según el nivel en cada dimensión del TMMS-24. Como puede verse en la Figura 1, el 58% de participantes tienen un nivel adecuado de atención a sus emociones, seguido de un 29% con un nivel bajo inadecuado y un 13% que ponen excesiva atención a sus emociones. También el 58% de participantes muestran un nivel adecuado de claridad en sus emociones, seguido de un 24% con un nivel excelente y un 18% a quienes se les dificulta comprender sus estados emocionales. El 72% muestra una adecuada reparación emocional y el 17% excelente; aun así, hay un 11% con dificultades en regulación de sus emociones. En relación a las estrategias de afrontamiento, cada sujeto fue clasificado según el mayor puntaje en cualquiera de las 8 subescalas, para determinar su estrategia más usada. De esta manera el grupo con mayor porcentaje es el que usa la estrategia de aceptación/resignación con 20%, seguido con 16% cada una en las categorías de reevaluación positiva y resolución de problemas. Con 8% cada una, las estrategias de menor preferencia fueron descarga emocional y evitación cognitiva, así como búsqueda de apoyo con 9%, lo que coincide con los datos de media y mediana, al ser estas 3 estrategias las que menores valores obtuvieron. Si se suman los porcentajes de acuerdo a las dos estrategias globales de afrontamiento, tenemos que las estrategias de aproximación suman 55% como tendencia predominante y las estrategias evitativas suman 45% como tendencia predominante al afrontar estresores (ver Figura 2). De otro lado, la Tabla 2 muestra los valores de los coeficientes de correlación no paramétricos al relacionar las dimensiones de inteligencia emocional con las estrategias de afrontamiento. La dimensión de inteligencia emocional con mayor número de correlaciones estadísticamente significativas fue reparación, que básicamente estuvo asociada con todas las estrategias de afrontamiento a un nivel similar, con valores entre .221 a .337 en el coeficiente rho y .161 a 2.41 en el coeficiente tau-B. En todos esos casos, la correlación fue débil positiva. La dimensión de claridad también tuvo varias asociaciones significativas, en su caso con todas las estrategias excepto BA, BG y DE; los valores de correlación fueron débiles positivos. Por último, las correlaciones significativas de la dimensión atención solo sucedieron con respecto a las estrategias AL, RP y EC; también en niveles débiles positivos. Tabla 2 Nota. Datos propios de la investigación (n =151); AL = análisis lógico; R = reevaluación positiva; BA = búsqueda de apoyo; RP = resolución de problemas; EC = evitación cognitiva; A = aceptación/resignación; BG = búsqueda de otras gratificaciones; DE = descarga emocional. *p < .05, **p < .01. Uno de los principales hallazgos de la presente investigación es la evidencia de correlación positiva entre las dimensiones de inteligencia emocional, sobre todo claridad y reparación, con las estrategias de afrontamiento que se clasifican como de aproximación: análisis lógico, reevaluación positiva, búsqueda de apoyo y resolución de problemas. Ese resultado es esperable, si se toma en cuenta que la teoría de inteligencia emocional percibida de Salovey et al. (1995) postula que las personas con mejor comprensión y regulación emocional generan mayor resistencia a los estresores, pues cometen menor errores gracias a un mejor manejo emocional (Augusto et al., 2011). Esta evidencia confirma la hipótesis planteada en cuanto a que estas mujeres desplazadas desarrollaran diversas estrategias de afrontamiento que están asociadas a sus niveles de inteligencia emocional. De igual manera, muchas investigaciones han encontrado esa relación positiva, e incluso evidencia de influencia de la inteligencia emocional percibida sobre el afrontamiento. Por ejemplo, en las revisiones de literatura hechas por Martínez et al. (2011) y García (2015) en diversas investigaciones se ha encontrado que una elevada inteligencia emocional, sobre todo autocontrol emocional y capacidad de entender las emociones, se ve asociada a estrategias positivas de afrontamiento, tales como planificación, solución, reflexión y reevaluación positiva, así como una correlación negativa con las estrategias basadas en la evitación. Los estudios originales también apuntan a la misma dirección. Existen investigaciones de alcance explicativo, en las que se ha demostrado la influencia directa de la inteligencia emocional en las estrategias de afrontamiento, tales como las adelantadas por Augusto et al. (2011) y Puertas y Orejudo (2016). El primero de ellos, hecho con docentes, encontró que la claridad y la reparación explican el 34% de la varianza respecto al afrontamiento emocional y 14% el afrontamiento conductual. En el segundo de esos estudios, hecho con estudiantes universitarios, se encontró que las tres dimensiones del TMMS-24 tuvieron influencia sobre el afrontamiento, aunque en ese caso, fue la atención emocional el factor que tuvo más relación con las dimensiones de afrontamiento. A pesar de esta convergencia con los resultados de varias investigaciones y con la predicción teórica sobre la relación entre las dos variables de interés, se dio un resultado que no solo es poco frecuente en los estudios empíricos, sino que también es contradictorio con el modelo de la inteligencia emocional. En este sentido, se encontró que también hubo correlación significativa positiva, sobre todo de claridad y reparación, con respecto a las estrategias de afrontamiento que son consideradas dentro del conjunto de evitación. Contrariamente a ese resultado, se esperaba una correlación negativa. De hecho, en estudios como el de Moradi et al. (2011) fue clara la asociación negativa de la claridad emocional y la reparación emocional con formas inadaptativas de afrontamiento. En este orden de ideas, es difícil aceptar un hallazgo como cierto cuando rebate hipótesis que ya han sido probadas en diferentes contextos por varias investigaciones, a lo que se le suma que la inteligencia emocional es un constructo que ha sido consistentemente un buen predictor de consecuencias sociales, desempeño y bienestar físico y psicológico, de manera que se ha incrementado su validez teórica (Mayer et al., 2008). Bajo esta premisa se deben aceptar por lo menos dos limitantes del estudio desarrollado. En primera medida, el tamaño de muestra y tipo de muestreo no permite de ninguna forma generalizar los resultados a toda la población de mujeres colombianas ni a las mujeres víctimas de conflicto del país. Pero, aún más importante, si bien el TMMS-24 tiene alguna evidencia de sus características psicométricas en población de algunas regiones en Colombia, no sucede lo mismo con el CRI-A, cuya evidencia de validez y confiabilidad más cercana fue obtenida de población peruana y ha sido validado al español en población española. Este limitante no es exclusivo del presente estudio. Por ejemplo, en una investigación hecha en Colombia por León (2017) se halló que incluso de las pruebas psicológicas más usadas por los psicólogos en el país no hay evidencia actualizada de confiabilidad, validez y estandarización; claramente, se reconoce como una restricción de la teoría clásica del ítem en el campo de la medición en psicología el hecho de que los puntajes directos de los instrumentos psicológicos obtenidos en una población no son directamente comparables con los obtenidos en la otra, lo que se encuentra dentro del denominado “problema de la invarianza de parámetros” (Attorresi et al., 2009; Leenen, 2014). Esto, en la práctica, quiere decir que no se puede interpretar los puntajes de un instrumento con total confianza en un contexto cultural diferente a aquel en el que fue creado esa herramienta. De esta manera, queda abierta la pregunta sobre la capacidad del CRI-A para medir de manera válida el constructo de estrategias de afrontamiento con población colombiana. Un paso necesario sería, entonces, llevar a cabo estudios psicométricos en nuestro país, no solo de ese test, sino además de diferentes pruebas psicológicas que sean importantes para la medición de indicadores y variables predictores de la salud mental. En relación con la hipótesis planteada respecto a las estrategias de afrontamiento en mujeres víctimas de desplazamiento forzado, se evidencia que esta población tiene unas condiciones diferenciales que requieren el diseño de nuevos instrumentos que tengan unas dimensiones sociales y culturales ajustadas a la problemática y al contexto colombiano. Y esta sugerencia se torna preceptiva con respecto al uso de pruebas psicológicas con población víctima del conflicto. No solo es un imperativo ético y una competencia del psicólogo llevar a cabo acciones, como la evaluación psicológica, con base en la evidencia (Colegio Colombiano de Psicólogos, 2014), sino que, además, la calidad de los servicios de salud –lo que incluye a los servicios psicológicos– es uno de los principios que forma parte de los lineamientos que hay en la política pública de atención a la población víctima del conflicto (Bejarano, 2017); no puede haber calidad en la atención si no se cuenta con herramientas válidas para determinar las necesidades y problemáticas que luego se abordarán con este grupo poblacional. En lo tocante a los resultados descriptivos de cada variable, se encuentra unos niveles adecuados de inteligencia emocional en las mujeres víctimas de desplazamiento del municipio de La Jagua de Ibirico. De esta manera, aproximadamente 4 de cada 5 participantes muestran unos niveles adecuados, e incluso excelentes, en cuanto a la percepción de sus habilidades de comprender sus emociones y controlarlas. La dimensión de inteligencia emocional donde hubo más personas en niveles inadecuados fue atención; de esta forma, 2 de cada 5 mujeres tuvieron un nivel de atención o muy alta o muy baja, lo que en ambos casos puede conllevar dificultades en las capacidades de comprender y regular las emociones. Si bien no hay investigaciones previas que hayan caracterizado la inteligencia emocional en población desplazada en el país, el tema ha sido propuesto como parte de la recuperación psicoafectiva en víctimas en Colombia (Quiroz, 1999) y en algunas investigaciones cualitativas, como la desarrollada por Latorre et al. (2006), se ha evidenciado en las maneras que las víctimas conciben la resiliencia frente a su proceso de victimización a las capacidades de administrar las emociones de forma que sean más auto-conscientes de ellas, las regulen mejor y sean más empáticos. Por la importancia de la inteligencia emocional en la predicción del bienestar psicológico de las personas, se considera que debe lograrse caracterizar a las víctimas del conflicto respecto a las habilidades dentro de ese constructo, así como fomentar procesos de aprendizaje de esas capacidades dentro de los servicios de promoción y prevención en salud mental. Sobre la otra variable evaluada, el afrontamiento, se evidenció en los resultados que al clasificar a las mujeres participantes según las estrategias dominantes o más usadas un poco menos de la mitad prefieren usar alguna de las estrategias clasificadas como evitativas; de hecho, 1 de cada 5 mujeres usan más frecuentemente la aceptación/resignación, que es considerada una estrategia desadaptativa, pues incluye una actitud pasiva que permite la continuidad de los problemas (Akl Moanack et al., 2016). Este hallazgo coincide parcialmente con los resultados del estudio hecho en el departamento del Huila por Zambrano (2019), en donde se encontró que el afrontamiento basado en espera pasiva y en resignación fue la segunda estrategia más usada por los participantes víctimas de desplazamiento. De acuerdo a la interpretación de esta autora, la frecuencia de esa estrategia puede ser producto de la incontrolabilidad e incertidumbre de las situaciones de despojo y desplazamiento, que llevan a un estancamiento y a una actitud de “esperar que las cosas tomen su rumbo” (p. 83). Un resultado similar, aunque resultante de un estudio cualitativo, fue obtenido en Bogotá por Zuluaga (2016), quien encontró en el discurso de personas desplazadas la tendencia a lidiar con las emociones surgidas a partir del hecho de desplazamiento mediante la aceptación de la situación. Tal vez el problema implicado en que haya resignación/aceptación respecto a la situación de desplazamiento sea que luego ese aprendizaje adquirido y aplicado ante ese estresor se generalice hacia las diferentes situaciones estresantes que puedan vivir las mujeres desplazadas, de forma que haya una respuesta frecuentemente pasiva. Se reconoce, pues, una necesidad de intervención con estas mujeres desplazadas participantes para el fortalecimiento de sus estrategias de afrontamiento. Dado que, como se expuso, podría ser una tendencia importante entre la población desplazada, es sumamente relevante en investigación que se evalúen las estrategias de afrontamiento y su posible relación, no solo con la inteligencia emocional, sino con otros factores predictores de la manera en que las personas afrontan el estrés; así mismo puede observarse la posible influencia del afrontamiento en el bienestar psicológico y la calidad de vida de víctimas de la violencia en el país, de manera que se adecuen las acciones en atención primaria en salud a las necesidades identificadas. The Single Registry of Victims and the National Center for Historical Memory of Colombia (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2020) report that the total number of displaced persons is 5.6 million people due to internal conflict as of December 31, 2019, of which 53% correspond to women who are victims of forced displacement and approximately 17% of them were mobilized as a result of harassment, assaults, and sexual violence (Andrade, 2010). In the context of the armed conflict, men are recognized as the first victims of various forms of violence, including homicides, forced disappearances, massacres, and antipersonnel mines, while women are the main survivors, not only as widows or orphans of the conflict, but rather as victims of gender violence of a physical, psychological nature and sexual, physical, and moral violence. These crimes have the highest rates of impunity, where sexual violence constitutes a weapon used by the actors of the armed conflict in a systematic and generalized way. In other words, even though in Colombia men are the main victims of homicide, women, boys, and girls are the main victims of forced displacement (Andrade, 2010). Displacement conditions generate in people a series of individual and social changes related to processes of overcoming, resentment, and forgiveness that can be pathological depending on the conditions in which the subject finds himself/herself after the displacement, and it is from this point that victims generate and use a series of coping strategies aimed at emotional regulation or the problem that allows them to resist said situations. Although it is true that suffering and pathology have been extensively studied regarding forced displacement, because this situation is considered highly traumatic, due to the processes of mourning and uprooting of those who suffer from it, it is necessary to delve much more into the potential and resources available to people who are in this condition to face and overcome it (Utria et al., 2015). The use of any type of coping strategy is related to cognitive evaluation, perceived control, and emotions (Vinaccia et al., 2001, cited in Utria et al., 2015). A non-experimental design, correlational, and cross-sectional investigation was performed. One hundred fifty one women who were victims of displacement due to the armed conflict, residing in the municipality of La Jagua de Ibirico, in the department of Cesar participated, with average age of 35.6 and a standard deviation of 13.39 years old. The type of sampling used was non-probabilistic, since the principle of entering the sample was the accessibility of the participants. The instruments applied were the TMMS-24 Emotional Meta-knowledge Scale (Trait Meta Mood Scale for its acronym in English), it was originally created by Salovey et al. (1995) and the Coping Responses Inventory CRI-A., adult form, designed by Moos (1993). To test hypotheses, a bivariate correlational analysis was performed between each of the 3 dimensions of emotional intelligence and the 8 coping strategies. The choice of the correlation coefficient was based on a normality test with the Kolmogorov-Smirnov-KS statistic. Due to the evidence of abnormal distribution, Spearman’s rho and Kendall’s tau-B coefficients were used. The values of the descriptive statistics of central tendency and dispersion, as well as the result of the KS test for normality, for the measured variables showed that there are very similar mean values between the 3 subscales of the TMMS-24; the standard deviation values were also close, although there is less variability in repair. When comparing the mean and median, it can be seen that in the attention and clarity dimensions there are some very high scores from few participants that alter the mean and bias towards higher values; this, given that the mean was higher than the median. Regarding coping strategies, the highest mean values are in the dimensions of positive reevaluation (1.82) and problem solving (1.81.); the variability of data in the CRI-A subscales was similar except that there was a higher standard deviation in the search for guidance and support and a lower standard in cognitive avoidance. In all cases, except TMMS-24 emotional repair, the subscales have an asymmetric distribution. The comparison of means and medians of various strategies such as BA, EC, A, and DE shows something similar to that found regarding the dimensions of emotional intelligence: there were very high values that influenced the mean to be higher. For its part, in A the trend was the opposite: as the median was higher than the mean, it was verified that there were a few subjects who had very low scores and biased the value of the mean. The participants were classified according to the level in each dimension of the TMMS-24; 58% of participants have an adequate level of attention to their emotions, followed by 29% with an inadequate low level, and 13% who pay excessive attention to their emotions. Also 58% of participants show an adequate level of clarity in their emotions, followed by 24% with an excellent level and 18% who find it difficult to understand their emotional states; 72% show adequate emotional repair and 17% excellent; even so, there are 11% with difficulties in regulating their emotions. In relation to coping strategies, each subject was classified according to the highest score in any of the 8 subscales, to determine their most used strategy. In this way, the group with the highest percentage was the one that uses the acceptance/resignation strategy with 20%, followed with 16% each in the categories of positive reevaluation and problem solving. With 8% each, the least preferred strategies were emotional discharge and cognitive avoidance, as well as search for support with 9%; this coincides with the mean and median data, as these 3 strategies were the ones with the lowest values. If the percentages are added according to the two global coping strategies, we have that the approach strategies add up to 55% as the predominant tendency, and the avoidance strategies add up to 45% as the predominant tendency when coping stressors. On the other hand, the values of the non-parametric correlation coefficients when relating the dimensions of emotional intelligence with the coping strategies. The emotional intelligence dimension with the highest number of statistically significant correlations was repair, which was basically associated with all coping strategies at a similar level, with values between .221 and .337 in the rho coefficient and .161 to 2.41 in the coefficient tau-B. In all those cases, the correlation was weak positive. The clarity dimension also had several significant associations, in its case with all the strategies except BA, BG, and DE; correlation values were weak positive. Finally, the significant correlations of the attention dimension only occurred with respect to the LA, PR, and EC strategies; also at weak positive levels. Conflicto de Intereses Los autores de este artículo declaran que no tienen ningún conflicto de intereses. Para citar este artículo: Jiménez Ruiz, L. K., Redondo Marín, M. y Martínez Martínez, R. R. (2021). La inteligencia emocional y las estrategias de afrontamiento de las mujeres desplazadas víctimas del conflicto armado. Anuario de Psicología Jurídica, 32, 87-93. https://doi.org/10.5093/apj2021a24 |
Para citar este artículo: Ruiz, L. K. J., Marín, M. R. y Martínez, R. R. M. (2022). La Inteligencia Emocional y Las Estrategias de Afrontamiento de las Mujeres Desplazadas Víctimas del Conflicto Armado. Anuario de Psicología Jurídica, 32(1), 87 - 93. https://doi.org/10.5093/apj2021a24
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