Carmen Viejo, Mercedes Gómez-López y Rosario Ortega-Ruiz
Universidad de Córdoba, España
Recibido a 23 de Julio de 2018, Aceptado a 10 de Octubre de 2018
Resumen
Este estudio pretende avanzar en la comprensión del proceso de formación de una identidad europea en etapas previas a la edad adulta. Participaron 268 jóvenes españoles de entre 16 y 25 años, respondiendo cuestiones sobre el futuro de Europa y su propio futuro. Los resultados mostraron que la población investigada manifiesta una alta sensibilidad a valores democráticos, consideración de la diversidad cultural y respeto a los derechos humanos. La educación surge como una vía de respuesta ante los retos que estos valores representan. La edad solo incide en algunos elementos, pero es posible identificar dos perfiles diferenciados: aquellos con una identificación moderada con Europa y aquellos que se sienten más fuertemente vinculados al proyecto común europeo. Estos resultados muestran un perfil juvenil bastante identificado con la idea de una Europa unida que piensa en la educación como vía de socialización y aproximación a una cultura y un proyecto social común.
Abstract
This study aims to advance in the understanding of the process of forming a European identity in stages prior to adulthood. A sample of 268 young Spaniards between 16 and 25 years old participated, answering questions about the future of Europe and their own future. The results showed that this population shows a high sensitivity to democratic values, consideration of cultural diversity, and respect for human rights. Education emerges as a way of responding to the challenges that these values represent. Age only affects some elements, but it is possible to identify two differentiated profiles: young people with a moderate identification with Europe and young people who feel more strongly linked to the common European project. These results a profile of youth who are quite identified with the idea of a united Europe and who think of education as a way of socialization and approximation to a common culture and social project.
Palabras clave
Identidad europea, Juventud española, Educación.
Keywords
European identity, Spanish youth, Education.
Para citar este artículo: Viejo, C., Gómez-López, M. y Ortega-Ruiz, R. (2018). Construyendo la identidad europea: una mirada a las actitudes juveniles y al papel de la educación. Revista Psicología Educativa, 25, 49-58. https://doi.org/10.5093/psed2018a19
Financiación: Este estudio fue llevado a cabo dentro del proyecto “Europe 2038: The voice of youth”, financiado por el “Europe for Citizens Programme 2014-2020; Strand 2: Democratic engagement and civic participation; Action 2.3: Civil society projects; call 2015, project ID 564710”.
Correspondencia: cviejo@uco.es (C. Viejo).
Introducción En las últimas décadas la cultura europea ha cambiado de forma importante y la inestabilidad sociopolítica que ha acompañado a la última crisis económica está introduciendo incertidumbres preocupantes. Sin embargo hoy, más que nunca desde los años setenta del siglo pasado, el discurso intelectual, político y de gestión de la Unión Europea promueve la idea de una ciudadanía europea (Shore y Black, 1994). Esta idea, presente en las declaraciones y documentos de gestión, no llega, sin embargo, a cristalizar en acciones reales, en cambios significativos. El rechazo a distintos tratados por parte de algunos de los países miembros de la Unión Europea (UE) (Niedermayer y Sinnott, 1995; Liebert, 2001), la decreciente participación en las elecciones al Parlamento Europeo (Boyce, 1993; Majone, 1998) y el déficit democrático que amenaza las opciones políticas que triunfan en algunos países parecen poner de manifiesto una aparente desconexión institucional que quizás exige la búsqueda de nuevas formas de vinculación de la Unión Europea con sus ciudadanos (Agirdag, Huyst y Van Houtte, 2012). La construcción de una identidad común surge como uno de los desafíos europeos actuales (Scalise, 2015); un sentido de identificación personal con Europa y de percepción de los europeos como comunidad cultural, como grupo (Lannegrand-Willems y Barbot, 2015), ha puesto de manifiesto la necesidad de consolidar una identidad europea (Checkel y Katzenstein, 2009). La complejidad de la idea y la multidiversidad de niveles de organización de dicha complejidad se convierte en un reto muy importante que habrá que estudiar detallando dichos niveles. Pero no cabe duda de que uno de ellos se refiere a las opiniones, actitudes y sensibilidades de los ciudadanos y las ciudadanas. Dado que el reto se presenta en una dimensión temporal amplia, los jóvenes tienen un papel predominante, porque la tarea se visualiza como propia de generaciones venideras. Igualmente, la educación, en su aspecto más general de formación de los actuales jóvenes que llegarán a ser los adultos del futuro, adquiere un significado especial en este propósito. Ambos factores, juventud y educación, convierten el contexto social europeo de hoy en un escenario especialmente relevante en el que el desarrollo de habilidades y actitudes de ciudadanía activa podría ser esperanzador (Ross, 2013). Por otro lado, la construcción de la identidad personal es un proceso ampliamente estudiado desde el ámbito científico de la psicología (Erikson, 1968; Steinberg y Morris, 2001), pero la construcción de la identidad como un escenario compartido en el que se que conjugan elementos de diversidad cultural y elementos de proyectos y realidades comunes, transciende el plano de lo psicológico, al tiempo que este juega siempre un papel relevante en cuanto es parte del autoconcepto. Así, el constructo de identidad europea es un tema reciente que reclama aportaciones de otras áreas de las ciencias sociales (Strohmeier et al., 2017). Desde una perspectiva sociológica, la identidad se podría entender como la facultad de definirse a uno mismo como parte de varios grupos y la capacidad para encontrar a esta pertenencia coherencia personal a lo largo del tiempo (Sciolla, 1983). Una identidad diversa y plural se ocupa de los significados y las normas sociales que configuran y conectan el comportamiento individual y social (Scalise, 2015), no pudiéndose hablar de identidad sin hacer referencia a las relaciones con los demás (Crespi, 2004). La creación de una identidad compartida, por tanto, no debe sustituir las identidades locales y nacionales (Castells, 2000), sino que debe ser una acción aditiva y reconstructiva, a través de la cual personas, instituciones y sociedad en general integren a su propia identidad los valores y elementos que configuran el proyecto de futuro europeo (Ortega-Ruiz, Viejo y Gómez-López, en prensa). Este proceso de identificación es, por tanto, complejo y lleno de matices, más aún considerando que debe realizarse respetando la identidad cultural y lingüística de cada país (Comisión Europea, 2017) y la libertad de sentimientos e inteligencia intrínseca de cada individuo, junto con la participación en los sistemas democráticos a cada nivel sociopolítico. Algunas investigaciones han puesto de manifiesto que, aunque el sentido de identidad europea comienza a surgir en la infancia, la identificación con Europa tiene menos importancia en el desarrollo de la identidad personal que otros rasgos de identificación, como son el género, la religión o los sentimientos de identidad local y nacional (Barrett, 1996; Barrett, Wilson y Lyons, 1999; Boehnke y Fuss, 2008; Philippou, 2005; Reizabal, Valencia y Barret, 2004). Estudios previos sugieren que la media de edad a la que una persona comienza a identificarse con Europa es a los 11 años (Ross, 1999) y que se mantiene una identidad regional relativamente estable durante la adolescencia media, tardía y primeros años de la edad adulta (Agirdag et al., 2012; Greischel, Noack y Neyer, 2018). Sin embargo, la relación existente entre la construcción o no de una identidad europea y la edad de los chicos y chicas resulta ser un aspecto clave para el que no se tienen resultados unánimes: mientras que algunos estudios apuntan a un menor sentido de pertenencia o de identificación europea entre los más jóvenes (Green, 2007), otros sugieren que son más propensos a percibirse a sí mismos como ciudadanos europeos en comparación con lo que sienten las personas mayores (Citrin y Sides, 2004; Fligstein, 2009; Landberg et al., 2018). De acuerdo a los teóricos generacionales, estos resultados podrían estar respondiendo al inevitable cambio social que se produce a medida que las generaciones más jóvenes alcanzan la mayoría de edad y participan en el proceso político (Flanagan, 2018), ya que parte de la construcción de la identidad de los jóvenes consiste en enfrentar el desafío que supone negociar su papel como ciudadanos políticos de pleno derecho (Hurrelmann y Quenzel, 2016). La adolescencia y juventud, periodos evolutivos por excelencia para la construcción de la identidad, resultan ser un momento clave también para el desarrollo del sentimiento de pertenencia o identificación con una entidad supranacional (Barrett, Wilson y Lyons, 2003; Ross, 1999). Además de la dimensión política, las características psicoevolutivas particulares de las edades juveniles y primeros años de adultez –frente a las edades propiamente adolescentes–, como la emancipación, la búsqueda de trabajo o la construcción de planes de futuro adulto, pueden jugar un papel importante en la consolidación de una identidad europea. Estas tareas psicoevolutivas propias de este periodo del ciclo vital están directamente vinculadas a las oportunidades económicas, educativas, laborales y sociales (Havighurst, 1972) que el contexto social ofrece a la actual generación de jóvenes, que es la primera generación nativa europea (Motti-Stefanidi y Cicognani, 2018). En este sentido, los resultados del eurobarómetro señalan que los adolescentes de ambos sexos de entre 15 y19 años tienen una visión de Europa más positiva que los adultos jóvenes de entre 25 y 30 años (European Commission , 2007). Las diferencias en las estructuras sociales y económicas y en el contexto social y normativo entre los países que componen la UE resultan una pieza clave en el establecimiento de estas oportunidades y, por ende, en la percepción que sus jóvenes tengan del futuro de Europa (Echaves, 2016a; Módenes, Fernández-Carro y López-Colás, 2013; Strohmeier et al., 2017). Por lo que respecta a la sociedad española, según el informe INJUVE más reciente, los jóvenes, como los de otros países del sur de Europa, tienden a emanciparse a edades más tardías que sus homólogos del norte de Europa, produciéndose un retraso en el logro de su independencia económica y residencial (Instituto de la Juventud. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2016). Además, la crisis económica que ha afectado entre los años 2007 y 2016 especialmente a países como Grecia, Italia y España (Benedicto, Echaves, Jurado, Ramos y Tejerina, 2016) ha tenido un fuerte impacto en la vida laboral y social de estos países, motivando fenómenos como un alto desempleo juvenil, la emigración forzosa de sectores juveniles con una gran formación a lugares menos afectados por la crisis, con la incertidumbre y la frustración que produce un futuro incierto (Benedicto et al., 2016). Estos motivos podrían frustrar expectativas vitales (Echaves, 2016b), pero el objetivo de lograr una verdadera cultura democrática europea subyace a la consideración de la educación como elemento fundamental de cambio (Comisión Europea, 2014). Efectivamente, en el proceso de construcción de la identidad europea el impacto que tiene la educación, atendiendo tanto a los aspectos generacionales como a las necesidades evolutivas y a los desafíos y desigualdades políticas y socioeconómicas es fundamental, el carácter socializador que tienen las instituciones educativas (Ortega, 2015) y la cantidad de tiempo que los niños y las niñas, los adolescentes y los jóvenes pasan en ellas representan la piedra angular del motor de cambio social. La importancia de la educación en la configuración de las construcciones sociales, como la identidad, el pluralismo, la democracia y la cohesión social, ha recibido una especial atención en los últimos años tanto por parte de los gobiernos nacionales como por las políticas focales de la Unión Europea (Wilkins, Busher, Lawson, Acun y Göz, 2010), que han incrementado las intervenciones educativas dirigidas a aumentar el compromiso social. Por ejemplo, algunas áreas curriculares específicas para este fin, como la educación para la ciudadanía o la educación para la democracia, han sido estimuladas y financiadas desde la Unión Europea (Ross, 2000). El papel de la educación en cuanto productora de conocimiento, actitudes y valores entre los jóvenes es muy relevante. En ocasiones, las decisiones políticas llevadas a cabo a nivel supranacional son complejas y distantes para ellos y ellas (Barrett y Zani, 2015; erek, Lacinova y Macek, 2012), si bien su participación resulta clave para el avance en la construcción de la identidad europea; los jóvenes con una sólida identidad europea proporcionan estabilidad y continuidad social y política a Europa (Gaviria, 2015). Frente al denominado déficit democrático (Featherstone, 1994), referido al descenso en el compromiso y participación cívico-política de los más jóvenes (Citizenship Foundation, 1997), hay que contraponer el reconocimiento de la importancia que tiene la juventud en el adecuado desarrollo de la vida democrática, tanto a nivel nacional como europeo. Este hecho motiva la puesta en marcha de acciones dirigidas a que lleguen a ser protagonistas activos en los procesos colectivos en los que están inmersos, tengan una mayor o menor conciencia de ello (Morán y Benedicto, 2008). La adquisición por parte de los jóvenes de un sentimiento real de pertenencia y de una conciencia activa de ciudadanía europea conlleva adquirir ciertas habilidades y competencias, como el reconocimiento de la democracia como sistema político de referencia, el respeto a la diversidad cultural, actitudes de tolerancia hacia la diversidad y la comprensión de otras culturas y, en definitiva, la meta del cumplimiento de los derechos humanos (Bombardelli, 2014). Estas metas están ligadas a competencias que se estimulan y construyen en el ámbito educativo a lo largo de la educación obligatoria y que adquieren más y más relevancia en los años adolescentes y juveniles (Ortega, 2015). Sin embargo, es justo reconocer que ni la política ni las instituciones sociales están proporcionando a los jóvenes el papel social que les corresponde en la creación del plan de futuro europeo, pudiendo ser esta una de las causas de su distanciamiento de la vida política y económica del proyecto europeo como entidad política (Ortega-Ruiz et al., en prensa). El Presente Estudio En este trabajo se reconoce a la juventud como un activo fundamental en la construcción del futuro de Europa. Enmarcado en el proyecto Europe2038: The voice of the youth, este estudio tiene como primer objetivo examinar las opiniones y juicios de la juventud española sobre el futuro de Europa y su propio futuro a través de cinco dimensiones conceptuales: (1) identificación con Europa, (2) valores, actitudes y multiculturalismo, (3) comportamiento cívico, (4) prioridades y preocupaciones sobre el futuro y (5) visiones sobre el futuro de Europa. El segundo objetivo ha sido explorar las diferencias marcadas por la edad (desde los años de la educación secundaria hasta el ingreso en la edad adulta emergente). El tercer objetivo trata de avanzar en el análisis de la creación del constructo de “identidad europea”, abordando la identificación de los posibles perfiles establecidos en función de las variables anteriormente descritas. MétodoParticipantes Participaron un total de 268 jóvenes (64.6% chicas, 35.1% chicos, 0.4% otro) de entre 16 y 25 años (media de edad = 20.72, DT = 2.71), residentes en España en el momento del estudio. La variable edad fue recodificada en dos grupos: uno conformado por participantes de entre 16 y 19 años (grupo 1) y otro participantes de entre 20 y 25 años (grupo 2), atendiendo a la edad de corte entre la educación secundaria y universitaria (Tabla 1). En este estudio, solo un 0.4% no poseía ningún título académico, un 22.4% había obtenido el título de educación secundaria obligatoria, un 45.5% había superado los estudios de bachillerato y un 20.1% poseía un título universitario o superior. En relación a la actividad que llevaban a cabo en el momento de la encuesta, un 59% señaló que se encontraba estudiando en la universidad o en un programa de formación profesional, un 4.5% trabajando a tiempo completo, un 10.1% trabajando a tiempo parcial y un 12.3% buscando trabajo. Respecto al estado civil, un 56.7% de los participantes eran solteros o solteras, no hallando en ningún caso jóvenes casados o en régimen de pareja de hecho. Tabla 1 Instrumentos Se utilizó una batería de instrumentos que evaluaba las siguientes variables:
Procedimiento La recogida de datos se llevó a cabo mediante una encuesta online, disponible en la página web del proyecto (http://www.europe2038.eu/es/). Se requería en torno a 20-25 minutos para su cumplimentación. La recogida de datos se llevó a cabo entre los meses de junio y diciembre de 2016. Los participantes fueron reclutados a través de diversos eventos de difusión realizados en universidades, escuelas e institutos de la provincia de Córdoba y Sevilla, así como mediante la comunicación con organizaciones e instituciones políticas y sociales de todo el país en contacto directo con la juventud. ResultadosPara abordar los dos primeros objetivos, se realizó un análisis descriptivo de los datos en referencia a las distintas dimensiones consideradas que evaluara el efecto de la edad en cada una de ellas mediante estadísticos de comparación de medias. Identificación con Europa La Tabla 2 muestra los resultados obtenidos para ambos grupos de edad: adolescente (16-19 años) frente a edad adulta emergente (20-25), en referencia a la identificación con Europa. Ambos grupos obtuvieron las puntuaciones más altas en la escala de “sentido de pertenencia a Europa” y las puntuaciones más bajas en la escala de “superioridad con respecto a otros grupos de personas no europeos”. Los participantes más jóvenes mostraron la tendencia a una puntuación global más alta que los participantes más mayores; sin embargo, la prueba t para muestras independientes no señaló diferencias significativas en ninguna de las escalas analizadas. Tabla 2 Tabla 3 Valores, Actitudes y Multiculturalismo Las puntuaciones medias en las escalas de valores, actitudes y multiculturalismo de los dos grupos de edad considerados señalaron que ambos puntuaban más alto en valores referidos a los derechos humanos y en valores y actitudes relacionadas con la diversidad (Tabla 3). Pese a que el grupo de mayor edad indicaba cierta tendencia a las puntuaciones más elevadas en la mayoría de las escalas, la prueba t para muestras indpendientes no indicó diferencias significativas respecto a los más jóvenes. Comportamiento Cívico En relación al compromiso psicológico de los participantes con respecto a Europa, los resultados señalaron que los chicos y chicas de más edad alcanzaban puntuaciones más altas; concretamente, los jóvenes de entre 20 y 25 años afirmaron haber asistido a manifestaciones o reuniones por asuntos relacionados con la política de la UE, χ2(1) = 8.03, p = .005, V = .195, λ = .000, así como afirmaban comentar asuntos de la UE con amigos o conocidos, χ2(1) = 4.519, p = .034, V = .146, λ = .023, y compartir en las redes sociales contenido sobre la UE, χ2(1) = 4.329, p = .037, V = .143, λ = .065, con mayor frecuencia que el grupo de menor edad (16-19 años) (Tabla 4). Tabla 4 *p < .05. Prioridades, Preocupaciones y Visiones sobre el Futuro de Europa Las escalas utilizadas para identificar las prioridades, preocupaciones y visiones sobre el futuro de Europa de los y las jóvenes españoles compartían la misma estructura y objetivo: identificar el “top-5” en cada una de estas dimensiones. La Figura 1 muestra los temas elegidos con mayor frecuencia por los participantes según ambos grupos de edad. Figura 1 Respecto a las prioridades, ambos grupos señalaron la salud, la felicidad y el empleo como sus máximas prioridades, pero el grupo de mayor edad indicaba como sus siguientes prioridades tener una carrera, t (172.89) = 2.91, p = .004, r = .18, y tener una buena educación, t (194.53) = 2.14, p = .03, r = .16, lo que resultó una diferencia significativa respecto al grupo de menor edad. El grupo de menor edad señalaba sentirse seguros en su país y tener una relación sentimental feliz en cuarta y quinta posición, respectivamente, no existiendo diferencias significativas con respecto al grupo de mayor edad. Respecto a las mayores preocupaciones sobre el futuro de Europa, el orden de los elementos fue ligeramente diferente entre los participantes más jóvenes y de mayor edad. Chicas y chicos de entre 16 y 19 años enumeraron en primer lugar el terrorismo, seguido de los prejuicios, la discriminación y el racismo, en tercer lugar, el desempleo, en cuarto la pobreza y, por último, la corrupción. Para el grupo de mayor edad (20-25 años), el orden establecido fue el desempleo en primer lugar, seguido del terrorismo, la pobreza y los prejuicios, la discriminación y el racismo en cuarta posición y la injusticia. Pese al cambio en el orden de los elementos, sólo las puntuaciones relativas al desempleo tuvieron diferencias estadísticamente significativas en ambos grupos, t (219.56) = -3.27, p = .001, r = .21, siendo lógicamente una cuestión más importante para los participantes de mayor edad. Por último, en referencia a las cuestiones más importantes respecto al futuro de Europa, ambos grupos de edad coincidieron en enumerar la educación, los derechos humanos, la atención sanitaria y la libertad como los principales elementos. En último lugar, los chicos y chicas más jóvenes señalaron los derechos de las mujeres, mientras que los de mayor edad indicaron el desempleo. No se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre ambos grupos en ninguno de estos elementos. Identidad Europea: Perfiles de la Juventud Española Para dar respuesta al último de los objetivos e identificar los posibles perfiles en cuanto a identificación europea a los que responde la juventud española, se llevó a cabo un análisis de conglomerados bietápico con las variables derivadas del instrumento de Roccas et al. (2008): (1) solidaridad con los demás, (2) satisfacción con el sentido de pertenencia a Europa, (3) centralidad que ocupa el concepto “ser europeo” en el pensamiento de los participantes, (4) percepción de superioridad percibida con respecto a otros grupos de personas no europeos, (5) adherencia a normas grupales, (6) valor atribuido al sentido de pertenencia a Europa y (7) exploración, o motivación para incrementar el propio conocimiento sobre el concepto de ser europeo. Todas estas variables fueron tomadas como continuas y las puntuaciones fueron tipificadas. Así mismo, se incluyó la variable (8) edad de los participantes, también tipificada. Se aplicó la medida de distancia de log-verosimilitud, el criterio de conglomeración BIC, permitiéndose la determinación automática del número de conglomerados. Los resultados señalaron la existencia de dos conglomerados diferenciados con una silueta de promedio de 0.4. El primer grupo estaba compuesto un 76.8% de los participantes y presentaba puntuaciones medias-altas en todas las escalas y una edad media de 20.49 años (DT = 2.68). El segundo grupo recogía al 23.2% restante y presentaba puntuaciones significativamente más altas que el grupo anterior en todas las escalas, incluidas aquellas que aportaban cierto valor negativo (superioridad respecto a otros grupos); estas diferencias no ocurrían, sin embargo, en cuanto a la variable edad, con una media de 20.86 años (DT = 2.62). Estos dos grupos fueron identificados como “jóvenes europeístas” y “jóvenes muy europeístas”, respectivamente (Tabla 5). Tabla 5 Discusión *p < .05. El Tratado de Maastricht de 1992 llevó a España a convertirse en un miembro más de la Unión Europea: sus ciudadanos y ciudadanas se integraban así en una unidad política supranacional que muchos identificaron con beneficios en términos de progreso y libertad, la libertad en la movilidad de un país a otro (Jover, 2001) que tan problemática había sido durante los años de la dictadura. Para los adultos de aquellos años, padres y madres de los jóvenes actuales, la inclusión en el club europeo se vivió con expectativas ilusionantes. El tratado de Maastricht ha sido el de más amplia cobertura de dimensiones sociales, lo que incluyó por primera vez objetivos de atención a la educación (Marín, 2003). En él se enunciaban metas relacionadas con la búsqueda de actitudes positivas hacía valores compartidos (Flouris, 1998). La posterior trayectoria de tratados e hitos claves no ha sido tan optimista; algunos, como la ilusionante y mal llamada Constitución Europea, resultaron fallidos y frustrantes, lo que no significa que, aun a intervalos más efectivos y más titubeantes, no se haya producido un progreso en cuanto a iniciativas y valores relacionadas con lo que llamamos un proyecto europeo de futuro (Ortega-Ruiz et al., en prensa). Como se ha indicado, entre las políticas europeas más recientes y más dirigidas a ese proyecto social común hay que destacar el Europe for Citizens Programme 2014-2020, que se está desplegando en dos líneas: una dirigida a consolidar el conocimiento sobre el pasado común de las naciones europeas, caracterizado la mayoría de las veces por la conflictividad entre países, las guerras y el final catastrófico de las dos grandes guerras mundiales y su devastador efecto, y el Strand 2: Democratic engagement and civic participation; Action 2.3: Civil society projects, dirigido a explorar y estimular actitudes y valores europeos compartidos en todas las capas de las sociedades europeas, pero muy especialmente entre la juventud. El call 2015, al que respondió el proyecto Europe 2038: the voice of the youth (ID 564710) ha significado el trabajo conjunto de grupos de investigación de varios países, que han tenido como objetivo estudiar el estado de las actitudes, expectativas, preocupaciones valores e implicación sociopolítica de los jóvenes hacia la idea de una Europa cada vez más unida. El presente trabajo se marcaba el objetivo de responder a dos cuestiones principales. En primer lugar, analizar la construcción de la “identidad europea” de los jóvenes españoles, examinando sus opiniones y juicios sobre el futuro de Europa y su propio futuro, considerando, además, el papel que tiene la edad en relación a estas dimensiones. En segundo lugar, avanzar en la identificación de posibles perfiles vinculados a esta identidad europea, de forma que nos permitan conocer mejor a aquellos chicos y chicas que serán el futuro de Europa –aquellos que en el año 2038 serán los ciudadanos y ciudadanas adultos y su compromiso respecto a la construcción y desarrollo de esta identidad compartida. Se discuten, en este marco, los resultados obtenidos al analizar la muestra española. Podemos afirmar que los resultados de este estudio señalan que los jóvenes españoles manifiestan una marcada orientación hacia valores y actitudes positivas para la construcción de un proyecto europeo, así como a la consideración de ciertos valores de democracia, respeto pluricultural, exigencia de justicia y cumplimiento de los derechos humanos, los cuales son percibidos como pilares de la democracia como sistema político que está profundamente arraigado en su esquema de creencias. Respecto del ciclo de edad (entre los 16 y los 25 años) no parece haber diferencias en los dos grupos (más y menos jóvenes) en cuanto a su perfil europeísta, aunque haya algunas diferencias interesantes que se discutirán inmediatamente. Es decir, en conjunto se trata de una juventud que valora categóricamente la diversidad y la sociedad pluricultural que caracteriza la Europa en la que vive como valores profundamente arraigados. En este sentido, dos grupos diferenciados configuran la juventud española: aquellos tímidamente cercanos a la idea de una Europa unida y común, que es el grupo mayoritario, al que hemos denominado simplemente "europeístas", y otro grupo, más pequeño, no identificado particularmente con ninguno de los dos grupos de edad, que podríamos considerar profundamente identificados con un europeísmo que perciben como un valor en sí mismo, extremo y en alguna medida supremacista, en el sentido de incluir algunos valores de superioridad con respecto a otras identidades. No estamos calificando de forma negativa a este grupo muy europeísta: estamos diciendo que entre las variables de respuesta de este grupo minoritario está la consideración de que Europa tiene elementos culturales, políticos o económicos positivos y superiores a otras realidades sociales y culturales. Así pues, los jóvenes estudiados son europeístas y muy europeístas. Algunos estudios han señalado que para que los estudiantes logren construir una identidad europea exitosamente, en primer lugar deben sentirse orgullosos de la civilización europea, de los logros a nivel históricos y de la cultura heredada, según señalan órganos de carácter europeo como el Parlamento y el Consejo Europeo (Marín, 2003); más aun, esto se debe construir sobre la base de que cada individuo puede poseer varias identidades cívicas compatibles (Barthélémy, 1999; Heater, 1990; Leclercq, 1999; Ryba, 1999), por lo que la actitud positiva ante esta diversidad y pluriculturalidad sería un elemento de base. Pese al posicionamiento de algunos autores, que afirman que la identidad cultural europea no queda claramente definida por la diversidad cultural del continente europeo y la existencia de numerosas identidades nacionales y regionales (Morin, 1987), la juventud española mira al futuro de Europa con confianza en su construcción, sustentado precisamente en esta aceptación de la diversidad cultural. En ese sentido, la convivencia y el respeto a la diversidad resultan elementos fundamentales para el proyecto europeo de futuro. Entendiendo la convivencia como una construcción colectiva que simboliza la complejidad de la vida en común, las relaciones interpersonales constituirían el ecosistema social que da soporte a todo el proceso de actividad que acontece en los contextos de interacción de las personas (Córdoba-Alcaide, Del Rey y Ortega-Ruiz, 2016). Aprender a vivir juntos significa fomentar el descubrimiento de los demás y el respeto de las pautas de interdependencia y participación social, a través de intervenciones que enseñen a las personas a resolver los conflictos desde los valores del pluralismo, la compresión mutua y la paz (Gallardo-Vázquez, 2009). Desde un punto de vista socio-jurídico, la convivencia subyace al respeto de los derechos individuales y a la creación de las condiciones legales, laborales y cívicas para que cada persona pueda incluir, en su identidad, la característica de ser un ciudadano en pleno ejercicio de sus derechos, lo que a su vez son condiciones básicas para el buen funcionamiento de la democracia (Ortega, 2007). De este modo, la convivencia está ligada tanto al diálogo social como a las diferentes perspectivas individuales, permitiendo el fomento de la diversidad, la elección ciudadana y la consolidación de los mecanismos básicos en los que se apoya el sistema democrático (Giménez, 2003). Los resultados de este trabajo han señalado que los jóvenes españoles están muy preocupados por las condiciones que le ofrece su contexto social y de desarrollo más próximo que, marcado por el impacto de una fuerte crisis económica, ha generado un discurso social entre los ciudadanos y ciudadanas más jóvenes caracterizado por preocupaciones como el desempleo y el terrorismo, mientras confían en su capacidad colectiva para cambiar el curso de los acontecimientos sociales, económicos y políticos, siempre que permanezcan unidos. En este punto, es importante destacar el papel que juega la edad de los chicos y chicas: los temas que se priorizan se ven modulados por el impacto del momento evolutivo en el que se encuentran, de modo que los más jóvenes aun no toman en consideración elementos propios de tareas del desarrollo posterior, ligadas a lo laboral o a lo personal (Havighurst, 1972). En palabras de Erikson (1968, p. 71), para los chicos y chicas es difícil “sentir una continuidad progresiva entre aquello que ha llegado a ser durante los largos años de la infancia y lo que promete ser en el futuro, entre lo que él piensa que es y lo que percibe que los demás ven en él y esperan de él”. En este sentido, algunos estudios ya han señalado que la mayoría de los chicos y chicas de hoy día no piensan tanto en su propio futuro como en el presente. Bien es cierto que a mayor edad más preocupación por el futuro y menos por la cotidianidad (Liga Española de Educación, 2010). A pesar de ello y de que el perfil que podemos vislumbrar es el de una juventud preocupada y dubitativa, los jóvenes españoles valoran y analizan con rigor y sensatez sus prioridades para el futuro, ofreciendo así un perfil optimista de jóvenes que anhelan ser felices, estar sanos y tener un trabajo por encima de propiedades o lujos, como tener una casa bonita, un buen coche o mucho dinero. La fórmula para lograr que sus expectativas de futuro sean reales se sostiene en la educación como vector fundamental, demandando a la Unión Europea, en la que confían, que la considere una prioridad, un eje transversal en las políticas y acciones que se lleven a cabo, una pieza clave en el desarrollo de aquellos que siendo hoy jóvenes serán los adultos europeos del mañana. Finalmente, aunque se ha dicho antes, posiblemente el resultado más relevante es el que permite afirmar que los jóvenes que han participado visualizan la educación como la vía regia para lograr los valores positivos europeístas y muy europeístas que son capaces de identificar como los que expresan sus expectativas. Dichas expectativas las enuncian vinculadas a las suyas personales, si bien con distinto nivel de articulación: no siempre, no todos los jóvenes españoles se sienten plenamente reconocidos como protagonistas de los hechos políticos que habrá que desarrollar para llegar a ese proyecto común europeo. Tal y como hemos comentado, la inmensa mayoría de ellos son positiva y moderadamente proeuropeos y solo una pequeña parte se sienten orgullosos o sienten la supremacía de ser europeo o europea. Valorar estos indicios resulta difícil, por varias razones: la primera porque una de las limitaciones del estudio es lo reducido de la muestra y la segunda porque sentimientos como el orgullo, que pueden ser integrados de forma muy positiva en toda identidad, tienen una cara más aguda, que puede significar arrogancia o supremacía, que no podemos calificar de forma positiva. Afortunadamente, los jóvenes españoles parecen ser más moderados y de actitudes y valores positivos, pero no supremacistas. Extended Summary The construction of a common identity emerges as one of the current European challenges (Scalise, 2015); a sense of personal identification with Europe and a perception of Europeans as a cultural community, as a group (Lannegrand-Willems, & Barbot, 2015), has highlighted the need to consolidate a European identity (Checkel & Katzenstein, 2009). The complexity of the idea and the multiversity of levels of organization of this complexity becomes a very important challenge that must be studied detailing these levels. But there is no doubt that one of them refers to the opinions, attitudes and sensitivities of citizens. Given that the challenge is presented in a broad temporal dimension, young people have a predominant role because the task is visualized as belonging to future generations. However, the relationship between the construction or not of a European identity and the age of the boys and girls turns out to be a key aspect for which there are no unanimous results: while some studies point to a lesser sense of belonging or European identification among younger people (Green, 2007), others suggest that they are more likely to perceive themselves as European citizens compared to what older people feel (Citrin & Sides, 2004; Fligstein, 2009; Landberg et al., 2018). Likewise, education, in its most general aspect of training the current young people who will become the adults of the future, acquires a special meaning in this purpose. Both factors, youth and education, make the European social context of today a particularly relevant scenario in which the development of skills and attitudes of active citizenship could be hopeful (Ross, 2013). The Present Study In this paper, youth is recognized as a fundamental asset in building the future of Europe. Framed in the Europe2038: The project Voice of the Youth1, this study has as its first objective to examine the opinions and judgments of the Spanish youth about the future of Europe and their own future through five conceptual dimensions: (1) identification with Europe; (2) values, attitudes, and multiculturalism; (3) civic behavior; (4) priorities and concerns about the future; and (5) visions on the future of Europe. The second objective has been to explore the differences marked by age (from the years of secondary education to income in emerging adulthood). A third objective is to advance in the analysis of the construction of the European identity concept, addressing the identification of the possible profiles established based on the variables described above. Method A total of 268 young people (64.6% girls, 35.1% boys, 0.4% other), between 16 and 25 years old (average age = 20.72, SD = 2.71), residents in Spain at the time of the study participated (Table 1). They answered a wide range of questionnaires that evaluated their identification with Europe, values and attitudes towards Europe, multiculturalism, commitment to the European Union, and visions, concerns, and priorities regarding the future of Europe. Results To address the first two objectives, a descriptive analysis of the data is made in reference to the different dimensions considered, evaluating the effect of age in each one of them by means of comparison statistics. Tables 2, 3 and 4 show the main results obtained in this regard. Regarding to identification with Europe, both age groups obtained the highest scores on the sense of belonging to Europe scale, and the lowest on the scale of superiority over other groups of non-European people. The average scores on the scales of values, attitudes, and multiculturalism indicated that both age groups scored higher in values referring to human rights, and in values and attitudes related to diversity. Age did not establish significant differences. In relation to the psychological commitment of participants with respect to Europe, the results indicated that the older boys and girls achieved significantly higher scores. The scales used to identify priorities, concerns, and visions on the future of Europe of young Spaniards shared the same structure and objective: identify the top-5 in each of these dimensions (Figure 1). Both groups noted health, happiness, and jobs as their top priorities; and unemployment, terrorism, poverty, and prejudice, discrimination and racism as their main concerns. Finally, referring to the most important questions about the future of Europe, both age groups agreed on listing education, human rights, health care and freedom as the main elements. Age only established slight differences in the order of priority of these elements. To answer the last of the objectives and identify potential profiles in terms of European identity, a two-step cluster analysis was conducted (Table 5). The results indicated the existence of two different clusters with an average silhouette of 0.4. The first group comprised 76.8% of the participants and presented high-average scores on all scales; the second group collected the remaining 23.2% and had significantly higher scores than the previous group at all scales, including those providing a certain negative value (superiority to other groups). Discussion The general profile showed is that of a worried and hesitant youth. The young Spaniards valued and analysed with rigor and sense their priorities for the future, providing an upbeat profile of young people who yearn to be happy, be healthy, and have a job above properties or luxuries like having a nice house, a nice car or a lot of money. The formula to ensure that their future expectations are real is sustained in education as a fundamental vector, demanding the European Union, which they trust, to consider it a priority, a transversal axis in the policies and actions carried out, a key piece in the development of those who, being young, will be the European adults of tomorrow. Possibly the most relevant result is the one to suggest that young people who have participated pointed out education as the royal road to achieving the Europeans’ and very Europeans’ positive values that are able to identify as those expressing their expectations. They enunciate these expectations linked to their own, albeit with a different level of articulation: not always not all young Spaniards feel fully recognized as protagonists of the political events that will have to be developed in order to reach that common European project; as we have said, the vast majority of them are positively and moderately pro-European, and only a small part feel proud or feel the supremacy of being European. Valuing these signs is difficult, for several reasons: the first one because one of the limitations of the study is the smallness of the sample, and another because feelings such as pride, which can be integrated in a very positive way in any identity, have one more acute face, which can mean arrogance or supremacy, that we cannot qualify positively. Fortunately, young Spaniards seem to be more moderate and have positive attitudes and values, but not supremacist ones. Para citar este artículo: Viejo, C., Gómez-López, M. y Ortega-Ruiz, R. (2018). Construyendo la identidad europea: una mirada a las actitudes juveniles y al papel de la educación. Psicología Educativa, 25, 49-58. https://doi.org/10.5093/psed2018a19 Financiación. Este estudio fue llevado a cabo dentro del proyecto “Europe 2038: The voice of youth”, financiado por el “Europe for Citizens Programme 2014-2020; Strand 2: Demo cratic engagement and civic participation; Action 2.3: Civil society projects; call 2015, project ID 564710”. Nota 1 El proyecto Europe 2038 es un proyecto de investigación multinacional financiado por el programa Europe for Citizens 2014-2020; Strand 2: Democratic engagement and civic participation; Action 2.3: Civil society projects; call 2015, project ID 564710. Para más información ver http://www. europe2038.eu/ |
Para citar este artículo: Viejo, C., Gómez-López, M. y Ortega-Ruiz, R. (2018). Construyendo la identidad europea: una mirada a las actitudes juveniles y al papel de la educación. Revista Psicología Educativa, 25, 49-58. https://doi.org/10.5093/psed2018a19
Financiación: Este estudio fue llevado a cabo dentro del proyecto “Europe 2038: The voice of youth”, financiado por el “Europe for Citizens Programme 2014-2020; Strand 2: Democratic engagement and civic participation; Action 2.3: Civil society projects; call 2015, project ID 564710”.
Correspondencia: cviejo@uco.es (C. Viejo).
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